El general

Conozco al general, y en una de esas me oresta el trasero.

El general

Hace algunos meses me dio por meterme ha hacer ejercicio. La verdad es que no es lo mío, pero mi amiga Laura insistió tanto que no pude negarme. Y ahí en el gimnasio conocí un grupo de mujeres con las que entable buena amistad.

Tengo que decirles que soy polisexual. Realmente a mi no me importa el género de la persona si el culito vale la pena. Así que sin esas limitaciones pues me he dado sendas revolcadas con mujeres, hombres y una que otra quimera, y he disfrutado como loco todas las experiencias. .

Pues bien, una de estas mujeres que conocí en el gimnasio nos invitó una noche a una pequeña cenita en su casa. Ella se la pasaba sola casi todo el tiempo pues estaba casada con un general que estaba asignado a un regimiento en el norte del país y solo podía venir unos pocos días en el año. Según nos contaba, era un hombre muy celoso y le molestaba que fueran hombres a su casa cuando él no estuviera aunque fuera con sus esposas, de tal modo que ella no tenía muchos amigos, pero como Yo le había caído bien pues me consideraba en sus reuniones.

La noche de la cena estábamos muy a gusto platicando cuando de repente escuchamos que se abre la puerta y era el general. Me sorprendió mucho como la cambió la cara a ella, me dijo que se iba a molestar porque Yo estuviera ahí y me suplicó que me hiciera pasar por gay. La verdad es que no me hizo muy feliz la idea porque las loquitas no me encantan, así que le dije que lo haría pero que no esperara que joteara porque eso no se me daba.

Entró el general y saludó no con mucho gusto. Era un hombre de cincuenta y tantos años con un gesto muy adusto. Tenía una piel blanca muy curtida por el sol, con un bigote perfectamente cortado y una sombra de barba cerrada que le azulaba. Se veía más bien grueso, pero fuerte, y mantenía una posición completamente firme que no hacía desmerecer a su uniforme de militar.

-Buenas noches, dijo, con una voz grave e imperativa.

-Hola mi amor, contesto ella. Ven que te presento.

Y así fue. Se fue acercando a cada una de los invitados, dándoles la mano, hasta llegar a mi.

  • Buenas noches joven, me dijo. Dándome un fuerte apretón de manos que me pareció más una amenaza que un saludo.

-Buenas noches mi general, le dije, haciendo una voz de más de miedo que de gusto. Que bonito su traje ¿Es de gala?

-El es Eduardo, mi costurero, dijo mi amiga –tantos años de estudio para que me hicieran pasar por modisto, que feo, pensé para mi- ¿Si te acuerdas de él? –Pues como se iba acordar si nunca en su vida me había visto- es quien me hizo el vestido que llevé a la boda de tu sobrina Mary.

-No, no lo recuerdo dijo, pero sea Usted bienvenido joven. Y me miró de arriba abajo con mirada de muy pocos amigos.

-Gracias general. Es Usted muy amable, contesté con ganas de salir corriendo de ahí. No quería morir en manos de un esposo celoso.

La noche siguió y Yo solo veía como mi amiga y su esposo platicaban y de repente me volteaban a ver. No me quiero imaginar todo lo que ella estaba inventando acerca de mí para que el general se convenciera que se me hacía agua la canoa. Así que decidí pararme a bailar con otra de las invitadas, y me encargué de contonearme tanto como me fue posible para que el general no tuviera dudas. Mientras él se tomaba como agua varios whiskies.

Total que en una de esas le dije: ¿Usted no baila mi general? No joven, me dijo, esa música no es para hombres ¿Y entonces con quien bailan las mujeres? Le dije, queriendo pecar de vivaz. Con Ustedes, me dijo, y entendí que había tragado el anzuelo. Mi amiga podía estar tranquila, el general no le iba a reclamar por haberme invitado.

Danzón si baila, dijo mi amiga, de hecho hace años ganamos algunos concursos de salón. Pero no voy a bailar con el uniforme, dijo, me voy a cambiar y bajo. Subió al segundo piso de la casa y mi amiga me agradeció por la actuación explicándome que le había ahorrado que durante su visita el marido la estuviera cuestionando todo el tiempo. Me debes una y de las grandes le aclaré, mientras las otras se reían diciéndome que no lo hacía tan mal de jotita.

Pasaron algunos minutos y bajó el general ya sin su uniforme de gala. Se había puesto una camisa blanca arremangada y unos pantalones negros que se le ajustaban muy bien. Junto con su ropa de militar parecía que había dejado aquel gesto de enojo. Se veía más jovial y muy atractivo. Era un hombre más bien robusto pero muy fuerte, de estatura media y muy velludo. Los brazos se le marcaban con la camisa y se le asomaba una pancita chelera, que lejos de vérsele mal, se le veía muy cachonda. El pantalón caía sobre su cuerpo y se notaban unas piernas fuertes y un paquete que prometía mucha diversión. Pero el verdadero tesoro se le vió cuando se dio la vuelta para servirse otro trago. Tenía un culo perfectamente redondo y respingón. Parecía que se lo habían hecho a mano. Era fuerte y tenía las nalgas un poco separaditas, así que la tela marcaba el camino al cielo.

-¡Que bien se ve mi general! Le dije ¿Hace Usted mucho ejercicio o así nació?

Me respondió con una mueca, que me hizo pensar que me había excedido. Puso un danzón en el aparato de sonido y comenzó a bailar con su esposa. Todos estábamos sorprendidos de lo buenos que eran. Nos tenían boquiabiertos. Hacían una pareja espectacular. Así bailaron dos o tres piezas hasta que el general dijo que estaba cansado por el viaje y que subiría a descansar, pero que tomaría como una ofensa personal si nos íbamos enseguida pues pensaría que él nos fastidió la fiesta. A mi, en honor a la verdad, si me la fastidió pues Yo estaba embebido viendo como se movían sus nalguitas al ritmo del danzón. Hubiera preferido que fuera una salsa pare ver como se deshacían sus caderas, pero eso no pasaría nunca. Esa no era música para hombres en su opinión.

Total que se subió a descansar y todos nos dispusimos salir corriendo, pero mi amiga dijo que ni soñando, porque entonces si se iba a molestar, que apenas eran las diez y por lo menos tendríamos que estar ahí por una hora o dos más. Que el general era muy especial y no había que contradecirlo.

Un poco tiempo después me dieron unas ganas enormes de orinar, pero el baño de abajo estaba ocupado, así que mi amiga me dijo que subiera, que arriba había otro. Y si me encuentro al general ¿Qué hago? Pregunté, pues te pones firmes, contestó alguien y todas rieron. ¡Já! si supieran que Yo estaba firme desde que lo ví bailando y moviendo lentamente ese hermoso trasero que tenía. Por un ratote la erección no se me había bajado. Entonces subí al baño a vaciar mi vejiga que pedía clemencia. Me relajé orinando y recordando al general. De pronto, cuando me estaba subiendo el cierre del pantalón, oigo que se abre la puerta y volteo. Ahí estaba el hombre con una camiseta y un boxer que dejaba ver unas piernas fuertes y velludas. Además mostraba una sonrisa que no le había visto durante toda la noche, sus dientes eran blancos y parejos y sus labios delgados.

-Usted perdone joven, pensé que no había nadie, dijo.

-No se preocupe general, ya terminé. Pásele Yo ya me voy.

-¿Por qué se va? Me dijo y entró cerrando la puerta al tiempo que un aire frío recorría mi espalda.

-Pues porque ya acabé, dije torpemente.

-¿Qué prisa tiene?

-Pues no, realmente ninguna ¿Puedo ayudarle en algo?

Sorpresivamente tomo mi mano y la llevó hasta su paquete que ya estaba bastante erecto y dispuesto.

Pues cómo ve ¿Me puede ayudar? Me dijo con una mirada de ganas que aturdía. Y en un movimiento temerario solté mi mano y se la puse un poquito debajo de la espalda diciéndole: Y si mejor le ayudo aquí.

Se movió nervioso y me dijo: ¡Qué pasó joven! No espante a su suerte. Yo no le hago a eso. Eso es para Ustedes a los que les gusta la verga.

¿Y quién le dijo a Usted que a mi me gusta la verga mi general? Respondí envalentonado.

¿Pues que a los putos no es eso lo que les gusta? Me dijo.

Pues habemos algunos que preferimos un buen culo general, y uno como el suyo no hay muchos.

¿Y a qué hora me vió el culo joven?

¡No estoy ciego general!

Pues entonces los dos nos vamos a quedar con las ganas joven. Ni modo. Con las ganas que tengo de una buena mamada y mi vieja va tardar en subir.

Pues si solo quiere una mamada, déjeme ver que puedo hacer, dije, y me senté sobre el inodoro. Empecé a acariciar su dura reata sobre la tela que la cubría y sentí como si creciera más y más. Le levanté la playera que llevaba y empecé a lamer su muy peluda pancita. Comencé a meter y sacar mi lengua de su ombligo a la par que seguía frotando el monstruo que se escondía entre sus calzones y poquito a poco le fui quitando el boxer hasta que se dejo ver una verga gruesa y circuncidada que se imponía entre una mata de vellos. Tenía un olor a limpio y fresco. Seguro había tomado una ducha. Tomé entre mis manos su verga y comencé a subir y bajar con una mano, mientras que con la otra le revolvía los huevos.

-¡Qué grande está general!

-¿Le gusta joven?

-Y a quién no general.

-Pues aproveche y dese gusto que ésto no se acaba.

Y eso hice. Acerqué su reata a mis labios y la besé por todos lados para luego introducirla en mi boca. Sabía salado pero muy rico y destilaba una cantidad de precum que parecía que se estaba viniendo. Era un mástil tan firme que me pareció demasiado para su edad. El general tomó mi cabeza y comenzó a acercarla y alejarla. Era como si me estuviera follando por la boca. Entraba hasta mi garganta y volvía a salir mientras yo miraba como se le volteaban los ojos.

Pues para no gustarle que bien lo hace joven, decía, y no paraba de mover su cuerpo hacia adelante y hacia atrás, mientras yo me apoyaba en su cadera para controlar el movimiento. Poco a poco comencé a acariciar sus piernas y luego sus nalgas mientras tenía aquel garrote entre mis labios. De repente lo saqué de mi boca y empecé a lamerle los huevos y a metérmelos en la boca mientras el sólo se tensaba. Luego puse mi lengua debajo de sus bolas y comencé a lamerle tratando de llegar a su hoyito y para mi sorpresa el se hacía para adelante como queriéndome abrir paso. En un momento levantó una pierna y la colocó sobre el cesto de basura permitiendo que mi lengua llegara a su ano y su respiración se aceleró. Como siempre he pensado que los hombres que te dejan meter la lengua en el culo te dejan meter cualquier cosa volví a meter su verga en mi boca y acerque uno de mis dedos hacia su estrecho hoyito. Todos sus músculos se tensaron pero no dijo nada y mi dedo se comenzó a mover de forma circular y haciendo conatos de entrar en algunos momentos. Mi verga era como un animal enjaulado dentro de mis pantalones, que pedía por salir.

-Perdón mi general ¿Le molestaría si me sacó el rabo? Es que ya me aprieta mucho.

-Usted puede hacer lo que quiera joven, mientras no pare de hacer lo que está haciendo.

Rápidamente me desabotoné el pantalón, sin dejar de darle la mamada de su vida. Me baje el cierre y acaricié mi reata como disculpándome por tenerla encerrada, para luego regresar a su culo que ya parecía palpitar.

Oiga general ¿Y no me daría chance de verle el culo y aunque sea darle un besito.

¡A que cabrón me salió joven! Si no fuera porque me tiene bien caliente le partiría su madre.

No mi general, para que la violencia. Mejor déjeme darle unos besitos en el culo y ya después vemos que pasa.

Para mi sorpresa el general se sacó los boxers por completo, se dio vuelta y recargando las manos sobre la pared dejó a mi vista un par de nalgas que me dejaron inmóvil.

¿Qué pasó joven?¿Por qué se detiene? ¿Pues no que ésto es lo que quería?.

Es que está usted muy bueno general, tiene el mejor culo que visto en mi vida y mire que he visto muchos.

Déjese de puterías y sígale que me puedo arrepentir.

No mi general. Creame de ésto no se va arrepentir jamás.

Y empecé acariciar sus nalgas redondas y peludas. Sumergí mi lengua dentro de su culo peludo y el general solo gemía. Le comencé a besar las nalgas y los huevos, baje a sus piernas y volví a acercar mis dedo a su estrecho hoyito que ya estaba muy ensalivado. Mientras con una mano le jalaba la verga con la otra presionaba para meterle el dedo. Sus músculos se contrajeron y solo respiró muy fuerte. Poco a poco mi dedo entró y lo empecé a mover hasta que se acopló y empezó a entrar y salir con facilidad. El general solo hacía sus caderas hacía atrás cuando sentía que éste salía, como buscándolo. Entonces le metí otro y uno más. Ya tenía tres dedos adentro, estaba muy dilatado, y mi verga pedía entrar ahí, pero no sabía si el general se iba a dejar, así que muy decente como soy le pregunté.

  • Oiga general ¿Y como ve si le meto la verga? Le va doler, pero lo va a gustar.

  • A mi nada me duele joven. Y si me la va a meter hágalo de una vez, no vaya ser que Yo se la meta a Usted.

  • No, pues para que nos arriesgamos con ese bendito cacho que se anda cargando.

Nuevamente le puse la lengua en el culo y se lo ensalive perfectamente. Me levante y comencé a frotar mi verga entre sus nalgas mientras le acariciaba las tetillas. Solo sentía como su cuerpo vibraba y se me repegaba mientras Yo besaba su cuello. Lo agaché un poquito, abrí más sus piernas y acerqué la punta de mi vega a su hoyito peludo al tiempo que lo agarraba de la cintura.

-A ver si la aguanta mi general.

  • Pues a ver si la puede meter.

  • Pues de que puedo, puedo.

  • Pues ya se está tardando.

Y solo eso alcanzó a decir cuando en la primera embestida le dejé ir la mitad. Bufó como un toro pero no se rajó, y para la segunda embestida ya la tenía toda adentro. Me quedé quieto un momento y luego empecé a bombear de lento a rápido. Se la metía y se la sacaba hasta que sentí como sus enormes huevos rebotaban con los míos. Se la estaba dejando ir fuerte y el como buen militar solo respiraba profundo y eventualmente gemía. Así estuvimos por un rato hasta que se la saqué y me senté en el inodoro.

-Venga mi general, que buen culo tiene. Por que no se sienta aquí, esta silla le va a gustar

Atraje sus caderas hacia mí y lo fui acomodando para que se ensartara en mi reata que ya lo estaba esperando con ganas. Primero como que se apretó y no entraba. Pero acaricie sus piernas y sus nalgas y empezó a aflojar hasta que quedó completamente sentado sobre mi estaca.

-¡Ay güey!¡Que rico se siente esto! Dijo.

  • Y más rico va a sentir si se da unos sentoncitos, le dije. Que apretadito está mi general.

-¿Pues cómo quería que estuviera cabrón? ¡Es la primera vez que me ensartan! ¡Te estas echando un culo nuevecito!

  • ¡Pues que rico!¡Que culito tan apretadito! Dese unos sentoncitos mi general.

Y el general, obediente como nuca, empezó a subir y bajar. Primero lentamente y luego más rápido, mientras Yo acariciaba con una mano su verga que estaba dura como piedra y con la otra le pellizcaba un pezón. Y así estuvimos por unos minutos hasta que no me pude contener más y le llené el hoyo con mi leche. El se dio cuenta y se detuvo mientras apretaba su culo en mi verga como queriéndome ordeñar y me dijo: ¡Me voy a venir!

Rápidamente lo levanté y le dí vuelta, llevándome su verga a la boca. Bastaron solo un par de mamadas para que el me llenara la boca con su esperma y me lo tomé como si fuera un elixir. Agotado se recargó en mi cabeza y agradecido me palmeó la espalda.

-Que bueno estuvo ésto joven, me dijo

  • Pues ahí cuando se le ofrezca mi general.

-Pues se me ofrecerá seguido joven. He perdido mucho tiempo sin disfrutar de ésto.

Y se retiró, Yo me paré y le dije que se tenía que limpiar el semen que ya escurría por sus piernas. Extendió una mano, recogió un poco y se lo llevó a la boca. ¡Que bien sabe! Dijo y se lavó, mientras yo me acomodaba la ropa. Ya estábamos por salir del baño cuando se me ocurrió algo, que se me hacía impensable, pero nada perdía con pedirlo.

  • Oiga mi general , hay algo que se me antoja, pero no se si será demasiado.

  • Después de la cogida que me dio joven, ya nada es demasiado.

  • ¿Entonces qué? ¿Me daría chance de darle un beso? Pregunté, esperando que me mandara a la chingada.

Se acercó a mí, tomo mi cabeza y acercó sus labios a mi boca. Nos dimos el mejor beso que nunca había dado, mientras yo sobaba sus nalgas y tocaba su culito. Luego me dijo que era mejor que bajara que ya deberían estar esperándome. Él se perdió en la oscuridad y Yo bajé para darme cuenta que ni siquiera habían notado mi ausencia.