El gainer (1)
Aldo descubre que hay a quienes le gustan los gordos, también descubre que quizás quiera el mismo ser uno.
Otro día de verano
El calor del verano se dejaba sentir mientras los alumnos de la preparatoria acudían a sus últimas semanas de clases, en el viejo edificio se concentraba el calor como nunca, y en los jardines la sombra de los árboles contiguos a las rejas era el refugio de todos los que se encontraban ya fuera de clases, solo una escuela más, de una pequeña ciudad como cualquier otra, llena de gente ordinaria en la rutina de siempre. Entre toda la cotidianidad Aldo era solo uno más de esos adolescentes que estaban por terminar su ciclo escolar: distraído y afable, sin encontrar nada que le molestara como si fuera flotando entre la vida y el tiempo, siempre fue difícil llegar a perturbarlo, después de todo sin mayor esfuerzo podía obtener buenos resultados en sus clases, amistoso con todos pero aún así con pocos amigos íntimos Aldo nunca fue esa clase de chico que disfruta el salir por la noche a la ciudad, o profundizar en la vida social de su pueblo... y de las citas ni hablar, parecía no tener en lo absoluto intereses amorosos hacia nadie, lo que es más siempre calificó de ridículas las relaciones amorosas. Inmerso en su propio mundo Aldo pasaba las tardes en casa con sus videojuegos, o en el recién instalado internet descubriendo cosas de lo más curiosas, al menos para el. Algunas compañeras de Aldo habían mostrado cierto interés en él, pero siempre era el mismo el encargado de desencantarlas haciéndolas quedar como “una amiga especial”, amigas con las que habría tenido una o dos citas, un beso quizás, sin llegar nunca a nada más relevante, y es que no erá un muchacho mal parecido a pesar de su sobrepeso; alto, simpático, inteligente y divertido, pero siempre solitario, al menos fuera de la escuela.
Eran ya los últimos días de clases, y Aldo no podía evitar el recargarse sobre el pupitre mientras soñaba despierto dejando atrás la clase de física... de pronto un repentino golpecito evitó que su mente se perdiera en la fantasía, volteó buscando la fuente de tal interrupción; era un papelito doblando y arrugado en el que se podía leer la palabra “ábreme” escrita con tinta morada, sin mayor preocupación lo abrió para leer su contenido, “Aldo estás bien bueno”, lo que hizo que sonriera levemente mientras desde la parte trasera llegaba volando otro papel hasta la paleta de su pupitre. Con curiosidad Aldo busco entre sus compañeras a la responsable, pero ninguna daba ni la más mínima pista de haberse distraído del complicado problema de física en el pizarrón, solo uno de sus compañeros, Antonio, estaba distraído haciendo dibujos en su cuaderno, y cuando con una seña Aldo le enseñó el papelíto él solo sonrío y le dijo que no sabía de quién era, luego bajó la cabeza y siguió dibujando apresuradamente. Paso el resto de la clase sin ningún otro acontecimiento y Aldo se seguía preguntado quién sería la dueña del recado, la letra no parecía ser de ninguna de sus compañeras, extrañado volvió a su posición para abrir el segundo recado... pero en ese momento sonó el timbre de salida –¡Por fín!– exclamó Aldo mientras leía el otro papel que decía: “pero para las carnitas panzón”. Se sonrojó al leerlo pero disimuló no haberle tomado importancia, una de sus amigas le gritaba desde la puerta ya lista para partir –Aldo vámonos, quiero comprar algo frío antes de subir al autobús– Él insistió en que la alcanzaría afuera, guardo sus cosas y escribió sobre la tinta morada del papel “gracias” con letra grande y lo dejó en la paleta del pupitre. Al tiempo que se levantaba sintió una mano sobre su hombro, era Antonio –¿Qué haces?– le pregunto, y Aldo solo dijo sin mucha emoción –Nada, !Vámonos que nos dejan!– ambos salieron para encontrarse con Verónica en la puerta, que al notar que ambos salían efusivamente los llamó –¡Aldo, Antonio acá estoy!, ¿van a tomar el segundo autobús?, el primero está por salir pero ya esta muy lleno, y con este calor no quiero irme de pie todo el camino– Verónica era muy bajita pero poseía una figura excepcional, aún con ese toque de inocencia de una joven que parece no estar del todo desarrollada, su cara tierna y redondeada con tez blanca y su cabello claro hacían resaltar a sus grandes ojos negros, Aldo había pensado alguna vez en decirle lo linda que pensaba que era, sin embargo, no estaba seguro de lo que sentía por ella, no era lo que todos hablaban del amor, más bien era como una muy buena amiga, aún que además había algo... algo que no se podía explicar, pero como de cualquier modo a Verónica le gustaba alguien más Aldo nunca se esforzó mucho en eso. Antonio finalmente fue quien le respondió a Verónica –Si, hay que esperar yo tampoco me quiero ir de pie, el segundo autobús siempre está menos congestionado aún que salga 10 minutos más tarde, así aprovecho para ir a la tienda... ¿oye Aldo no tienes hambre?, !te invito unos churros!– dijo a Antonio –Está bien, ¿Vienes Vero?– Ella solo movió la cabeza mostrando su negación –Hace mucho calor, mejor los espero abajo del árbol, vallan ustedes y si pueden traigan una paleta de hielo– Los chicos cruzaron la calle para llegar a la pequeña tienda al otro lado, Aldo seguía pensando en el papel, lo curioso es que no le había molestado en lo más mínimo, al contrario, se sentía halagado, pensando en eso se miro y pensó en que quizás si estaba muy gordo, 1.80m y 95kg, pero no le molestaba en lo más mínimo, podría ser como Antonio y no habría mucha diferencia, pensó. Antonio era mas bajo que Aldo, de cuerpo delgado pero con una pequeña barriga, nada fuera de lo común.
Tras comprar todo se retiraron a la barda, y mientras se comían las frituras bajo el árbol Aldo no podía evitar seguir pensando en eso que sentía respecto a Vero y lo que le había pasado con el resto de sus compañeras, llego a una conclusión por sí mismo que le dejo aún con más dudas, y es que lo que ocurría es que dudaba si es que le gustaban las mujeres en realidad, un par de veces había sentido atracción hacia alguno de sus compañeros, aún que nunca nada serio, pero como no le gustaba detenerse a pensar mucho al respecto supuso que sería cuestión de tiempo para descubrirlo, por más que llegara a sentirse tonto al preguntarse cosas como esas a sus 18 años, después de todo lo que pasara estaría bien para él; pronto tendría que salir a la universidad y ya nada ni nadie sería lo mismo, aún que le gustaba su vida, le gustaba como iban las cosas. Dentro del autobús Aldo se sentó junto a Verónica como siempre; le contó de la nota, omitiendo la segunda en realidad, y le pidió investigar de quien podría tratarse, después de todo sería más fácil para ella reconocer la letra de alguna de sus compañeras –¡Dalo por hecho, soy una súper detective!– fue lo que dijo Verónica guiñándole el ojo, Antonio Regreso entonces diciendo que ya no había mas asientos libres en la parte trasera, los chicos se sentaron todos juntos y continuaron hablando de una cosa y de otra hasta llegar a sus destinos. Antonio siempre era el primero en bajar, casi media hora después bajaba Verónica, y Aldo bajaba justamente 5 minutos después de que ella. Esta ves el viaje le había parecido más largo de lo normal, en el camino había estado pensando en lo diferente que sería la vida terminando la preparatoria, después de todo en un pueblo pequeño como el suyo no había universidades y todos los que querían ser profesionales tenían que viajar a otro lugar, dejar de ver a todos los conocidos, dejar de vivir en casa... si que sería algo nuevo. Aldo se sentía listo para cualquier reto, estaba positivo y ansioso por empezar esa nueva etapa, después de todo siempre había estado solo en casa con sus dos padres trabajando todo el tiempo, sabía lo que era ocuparse de un hogar, o al menos eso creía, al final no podía más que esperar para ver que pasaría después de todo.
Al llegar a casa de Aldo el silencio era abrumador como siempre no había nadie, él entró directo a su cuarto dispuesto a cambiarse, y estando desnudo frente al espejo se miro curioso, sin decir nada y mirándose atentamente su reflejo deslizó sus manos con suavidad por todo su cuerpo deteniéndose sobre su barriga, con suavidad la presiono y la cargo mientras veía como se movía y como rebotaba un poco luego de soltarla, el contenido de aquella nota daba vueltas en su cabeza y sin darse cuenta comenzó a excitarse al tiempo que continuaba jugando con su barriga, moviéndola, sintiéndola, mirándola... Se detuvo súbitamente, -¡esto no está bien!- se dijo y procedió a vestirse, -¿Cómo puedo estar haciendo esto?, esa nota de seguro es una broma- Luego de preparar algo y comer Aldo regresó a su habitación, jugó videojuegos un rato, y se conecto en la vieja computadora; el sonido del módem telefónico era el preludio de lo que estaba por venir, había recordado de nuevo lo de aquella nota... lo de su panza en el espejo -¿Habrá por ahí alguien que piense así?- Pasó la tarde navegando, y entre las páginas leyó “Gordo Show” una galería dónde hombres obesos posaban desnudos, al principio se resistió, pero finalmente las abrió, en su interior podía sentir con gran intensidad una excitación que no había tenido nunca antes viendo esos hombres enormes con panzas colgantes, lonjas desbordantes y senos inmensos, su mano derecha lentamente encontró a su pene erecto y mojado y comenzó a frotarlo y acariciarlo, su mano izquierda suavemente tomó el pliegue de su barriga y lo sacudió con fuerza haciendo temblar todo su abdomen, ahora no podía detenerse su excitación aumentaba viendo aquellas imágenes, su corazón latía cada vez más fuerte, más intenso, su respiración se entrecortaba y podía sentir ese cosquilleo interno viajar por detrás de su espalda y hasta su miembro erecto... -Aldo, ¿Estás en casa?- Dijo la voz de su madre desde la puerta principal y rápidamente Aldo cerró todas las ventanas, bajo su playera y se abrochó los pantalones... su madre ya tocaba en su puerta, el abrió lentamente, se encontraba aún bañado en sudor y sintiendo su corazón latir rápido y con fuerza -¿Hijo que haces que no me contestas?- dijo su madre mirándolo algo extrañada -Nada, tratando de soportar este calor- Dijo mientras ella se retiraba a su habitación. Luego solo se recostó en la cama cerrando los ojos, recordando las imágenes que acaba de ver, de nuevo su mano encontró el camino hasta su pene erecto...
Esta historia continuará...