El Fotomatón
Grace es de la opinión de que los fotomatones son cosa del pasado. Pero, ante la insistencia de su amiga Vanesa, decide acudir a uno junto al supermercado. Tan sólo son unas fotos... ¿Qué es lo peor que puede pasar?
Grace no entendía la insistencia de su amiga Vanesa por pedirle que se sacara unas fotos en un fotomatón. No entendía el motivo, ya que pudiendo sacarse selfies con el móvil veía muy viejo lo del fotomatón. Sabía que cuando a Vanesa se le metía algo en la cabeza seguía insistiendo hasta que lo conseguía.
Grace era una muchacha de aspecto dulce e infantil. Con el rostro en forma de corazón, unos ojos verdes muy grandes y el pelo de un vivo color anaranjado. Tenía el rostro salpicado de pecas. Cuando sonreía, mostraba unos dientes blancos y perfectos. Sólo con su cara ya llamaba la atención de cualquiera que mirase.
Su cuerpo no estaba nada mal. Era una muchacha menuda, de aspecto frágil, con un pecho bien formado, aunque no demasiado grande, pero con un culo grande que siempre había llamado la atención de todo el mundo.
Grace también había sido siempre muy ingenua y sus amistades se habían aprovechado de ella con facilidad. La petición de Vanesa no había sido la primera cosa rara que una amiga le pedía, y por eso tampoco le había dado demasiadas vueltas mientras se encaminaba al supermercado, donde estaba el fotomatón más cercano.
Estaba extrañamente nerviosa y no sabía por qué. Tenía la impresión de que la estaban vigilando. Cuando se puso los cascos y la música llegó a sus oídos se relajó un poco, Iba distraída y en su mundo, así que se olvidó de todo. Estaba alcanzando ya el fotomatón cuando se paró en seco. Alguien acababa de tocarle el culo. Es más, alguien LE ESTABA tocando el culo. Porque no había sido un simple roce. Había apoyado la mano y se lo estaba acariciando.
Grace tardó más en reaccionar de lo que esperaba, pero en cuanto se giró y se dio cuenta de que la había acariciando un pordiosero, un vagabundo, se puso roja de ira. Cogió su bolso y le pegó con tanta fuerza que lo tiró al suelo, donde aprovechó para darle una patada. Grace siempre había tenido la mecha bastante corta, y aquello la había enfadado de verdad.
_ ¿Tú quién te crees que eres para tocarme? _ Le gritó, con todas sus fuerzas.
El hombre estaba visiblemente desaliñado, debía llevar meses sin catar una ducha. Su ropa estaba destrozada, probablemente sacada de la basura, tenía una barba larga y blanca, que hacía juego son su pelo. Estaba visiblemente envejecido, y probablemente tuviera muchos menos años de los que aparentaba.
Pero sonreía. Incluso bajo aquella intensa paliza, estaba sonriendo, lo que asustó a Grace. No dijo nada durante la paliza, ni se defendió. Grace acabó agotada y respirando con dificultad. El hombre la miraba sin perder la sonrisa.
_ Ya nos veremos… _ Dijo, escurriéndose por un callejón.
_ Y una mierda vamos a volver a vernos. _ Exclamó Grace.
La muchacha se miró la faldita que llevaba, comprobando que no hubiera dejado una mancha en ellas. No había tenido mejor idea que vestirse de blanco. Pero por suerte, parecía que no le había dejado nada.
Suspiró, aliviada, se ajustó bien la falda y la blusa y se encaminó al super. Estuvo mirando las tiendas. Se tomó un tentempié y finalmente, antes de plantearse si ir o no al cine, se dirigió al fotomatón de una maldita vez.
Lo cierto es que no quería ir, pero aún menos quería tragarse la perorata de Vanesa si no iba. Se metió en el pequeño cubículo y metió el dinero. Una voz de mujer, muy agradable, comenzó a reproducirse junto a una música agradable.
_ Por favor, póngase en posición como se indica en pantalla.
Grace puso los ojos en blanco y obedeció, poniendo su dulce sonrisa y haciendo el símbolo de la victoria. Un fogonazo le dio en toda la cara. Y antes de que pudiera reaccionar, lo hicieron otros tres seguidos, golpeando su cerebro con tanta fuerza que acabó confusa.
_ ¿Qué?
_ Por favor, no se mueva.
Grace se encontró tan aturdida que obedeció. La pantalla ya no la reflejaba a ella, si no a una extraña espiral. De vez en cuando aparecían palabras en pantalla, pero lo hacían tan rápido que ella no podía leerlos. La música también había cambiado ligeramente, pero ella no era capaz de identificar el qué.
_ No aparte los ojos de la pantalla.
Uno tras otro, varios fogonazos la golpearon directamente tras ello. Grace no respondió, pero obedeció. Su mirada se había vuelto vidriosa, y no parpadeaba. La voz ya no sonaba dulce y complaciente, era autoritaria y firme.
Además de la mirada vidriosa, era muy fácil percibir que, mientras respiraba, sus pezones estaban de punta, y se había formado una pequeña mancha de humedad en sus bragas. Ella seguía mirando la pantalla, escuchando la música y esperando a que la voz hablara mientras uno tras otro, los fogonazos iban golpeando su cerebro.
_ Felicidades, ha sido usted seleccionada para nuestro programa de reeducación. _ Anunció la voz, como si realmente hubiera ganado un gran premio. _ Muestre sus pechos para continuar.
Sin mover la cabeza un solo centímetro, para mantenerla fija en la espiral, Grace se abrió la blusa. Era una suerte que tuviera un sujetador con cierre delantero, porque lo más probable es que lo hubiera hecho trizas de no haberlo sido.
Grace finalmente podía ver los mensajes en pantalla, se habían vuelto mucho más claros. Se sintió reconfortada al notar sus pechos desnudos. Los mensajes hablaban de eso. De la libertad de la desnudez, de la felicidad que venía de obedecer. “Obedece, deja que te usen, disfruta”. Era la letanía que también acompañaba el hilo musical.
_ Acaríciese los pechos para continuar. _ Indicó la voz.
Grace, sin un ápice de duda, se llevó las manos a su bien formado pecho y empezó a acariciarlo, dejando que sendos gemidos salieran de sus labios.
_ Frótate el clítoris. _ Ordenó la voz, ya abandonando toda pretensión de respeto.
Grace, alargando su sonrisa hasta torcerla en una mueca, se metió la mano bajo las bragas y empezó a gemir desesperada. Los fogonazos seguían llegando, aunque poco quedaba ya de resistencia en la machacada mente de Grace.
_ Córrete.
Grace se corrió violentamente, empapando el asiento y dejando las bragas completamente anegadas, pero la voz parecía tenerlo en cuenta, porque se abrió un pequeño cajón en uno de los laterales y, con toda la tranquilidad del mundo, la voz dio otra orden.
_ Deposite aquí sus bragas.
Grace obedeció, se las quitó y las dejó en el casillero. Lo último que dejó la voz antes de marcharse en pantalla fue una dirección que se quedó profundamente grabada en la mente de Grace. Ya tenía un destino.
Se inclinó y limpió con la lengua el asiento, porque sería muy descortés no hacerlo. Con el destino en mente y una gran sonrisa en los labios se abrochó el sujetador y la blusa y salió, ignorando en reguero de flujos que le corría por la pierna.
Apenas llevaba un par de metros andados cuando una mano se posó sobre su culo y se lo estuvo sobando. Grace dejó escapar una risita, se dio la vuelta y miró al hombre. Era el mismo vagabundo de antes, pero Grace no dio muestras de acordarse de él. Ni siquiera le miró la cara, sus ojos bajaron directamente hasta su polla, que se notaba grande y dura bajo el pantalón ajado.
_ ¿Quería algo, señor?
_ Quería follarte hasta que se te quite la tontería. _ Dijo él.
Grace se rio, encontrando el acercamiento muy divertido.
_ Claro, como quiera. _ Sonrió. _ Me encanta que me follen. ¿Lo hacemos aquí mismo?
_ Descarada. _ El hombre sonrió. _ Ven conmigo.
La cogió de la mano y ella la siguió como una perrita obediente. Se la llevó a un callejón que Grace jamás habría visitado antes, y la escoltó hasta detrás de un contenedor, donde entre un par de cajas y una manta vieja debía vivir. Se tumbó y la miró.
_ ¿A qué esperas? Chúpamela.
Grace se echó a reír.
_ Claro, que tonta.
Grace tuvo dificultades para quitarle el pantalón al hombre, que no puso nada de su parte. Grace no era la primera chica que salía así de aquel fotomatón. El vagabundo no sabía lo que pasaba allí dentro, pero las chicas más dignas del mundo salían de allí deseando follárselo. Era cuanto necesitaba saber.
La pelirroja finalmente consiguió liberar la masa de carne del pantalón y sonrió, golosa. Aquella polla apestaba a orina, semen no limpiado y a mierda… aquel vagabundo había tenido sexo anal con la última chica que había salido del fotomatón y no se había limpiado después.
Pero a Grace no pareció importarle, porque de un solo envite se la tragó entera, provocando un gemido sonoro del hombre.
Grace nunca había sabido chupar pollas. Nunca lo había hecho. Y, sin embargo, de repente, sabía hacerlo a la perfección. En su cerebro habían aparecido todas las técnicas existentes y se empleó a fondo. El hombre ni siquiera se molestó en guiarla. Las chicas del fotomatón sabían perfectamente cómo comerla. Él sólo tenía que echarse atrás en su improvisada cama y dejarlas hacer. Era ya perro viejo y no tenía ganas de esforzarse, prefería que las chiquillas lo hicieran todo.
Grace la chupaba haciendo ruiditos, un sonido constante y placentero que reverberaba en el callejón. Para ella no existía nada más en todo el universo que su nuevo caramelo favorito. Siguió chupando y chupando hasta que el hombre le tiró del pelo y se la sacó de la boca. Grace intentó volver a metérsela en la boca. Ya había chupado toda la orina, semen y mierda, por lo que aquella polla… sólo sabía a eso mismo, y ese se había convertido en su nuevo sabor favorito. Se preguntaba por qué no había chicles con sabor a polla, los compraría todos.
_ Suficiente, niñata. Ahora el coño. Monta hasta que me corra.
_ Sí, claro. _ Respondió, sumisa.
A él le habría encantado llenarle la cara de semen, pero a su edad sólo tenía capacidad para descargarse una vez, y le daba un extraño placer morboso que todas aquellas chiquillas se fueran llenas con su semen. Le hacía gracia imaginar que se quedaban embarazadas y tenían que hacerse cargo del hijo de un vagabundo. Lo hacía con todas las que le habían pegado cuando las tocaba antes de que pasaran por el fotomatón, que eran la mayoría.
_ ¿De frente o de espaldas? _ Preguntó Grace, sacándolo de su ensimismamiento.
_ De espaldas, quiero ver cómo se mueve ese culo tuyo.
Grace asintió, solícita, y cogió la polla para llevársela a su gruta, justo antes de empezar a botar sobre el desconocido. Fue un festival de gritos y gemidos por su parte. Grace no era virgen, pero la estrechez de su vagina dejaba claro que no era precisamente una libertina. Él no comentó nada, simplemente aprovechó la oportunidad para azotarla, sobarla por debajo de la ropa que no había llegado a quitarse y desquitarse a gusto con ella.
Cuando se corrió, Grace lo hizo también, como hacían todas las chicas del fotomatón. El hombre se salió de ella y le dio un azote para que se apartara.
_ Buen trabajo. Y ahora lárgate puta, tienes mucho que follar. _ Le dijo, como despedida.
_ Gracias, me lo he pasado muy bien. _ Grace se puso en pie y comenzó a andar, sin importarle que el semen y el flujo corrían por sus piernas.
Llegó a una para de autobús abandonada y tuvo que esperar allí más de una hora. Hacía frío y lo notaba en las pares de su vagina al aire, pues su flujo se había enfriado. Se planteó tocarse más de una vez, pues parecía ser su nuevo hobby favorito. Pero no lo hizo. Finalmente, cuando llegó un bus con las lunas tintadas y el logo de “Yagami Industries” supo que era donde tenía que subirse.
El autobús lo conducía un señor que la saludó al verla. Era el único hombre y el único vestido del vehículo. El resto eran mujeres, si bien tenían toda una variedad de edades, eran todas muy atractivas físicamente. A mitad del autobús estaban sentadas Vanesa y su madre, pero ni Grace ni ninguna de las dos mujeres dieron señal de reconocerse.
_ Mierda… _ Dijo el chófer. _ Ya te han follado antes de venir, ¿Verdad?
_ Sí. _ Respondió Grace, sonrojada.
_ Desnúdate, siéntate ahí, y tú. _ Dijo señalando a Vanessa. _ Usa esa lengua que tienes y límpiale el coño.
Grace se quitó la ropa, la tiró a una papelera junto a la puerta y se dirigió al asiento junto a Vanessa. En cada uno de los asientos había un dildo. Como tenía el coño manchado, Grace hizo el esfuerzo de penetrarse el culo. Lo encontró estrecho y le costó un triunfo, pero el dilto estaba bien lubricado, así que entró. Vanessa se arrodilló frente a ella y estuvo un buen rato lamiendo su coño hasta dejarlo limpio mientras el bus continuaba su marcha. Había muchas paradas, y en todas ellas se subían chicas con la mirada ligeramente vidriosa y una gran sonrisa que se desnudaban, tiraban la ropa a la basura y se sentaban sobre su dildo correspondiente. De vez en cuando llegaba alguna a la que se habían follado y alguien debía limpiarla. A Grace le tocó dos veces. Ella no necesitaba saber a dónde iban. Sólo importaban el dildo en su interior y el ocasional coño que limpiaba.