El fotografo

Dos muchachas que encargan cierto trabajo de fotografia interesante para cualquiera. Sacado de otro servidor.

Yo soy una persona tranquila, que no le gusta molestar, ni que me molesten. Me considero bastante inteligente, y me iba muy bien en los estudios. Nunca me gustaron las grandes fiestas, con mucha gente. Quizás por eso en la Universidad era considerado una persona seria y confiable.

Desde la secundaria había tenido la misma novia, pero ahora nos habíamos separado y estaba solo.

Una tarde estaba caminando por la cantina, retirándome de la Universidad, cuando se me acercaron Elena y Laura, unos veinte y pico años, dos chicas que conocía bastante porque habíamos cursado varias materias juntos. Si bien no las había tratado mucho socialmente, me parecían personas normales, hasta tirando a tímidas, que habían tenido uno que otro novio, pero que actualmente no salían con nadie.

Eran realmente dos hermosas mujeres, digo, no para la tapa de una revista o una pasarela, pero sí para ser dos mujeres comunes. Laura era más bien petisa, rubia, algo chueca pero como para darle personalidad, no como para afear su figura. Sus pechos no eran demasiado grandes pero estaban bien. A Elena le sobraban unos 5 kilos, pero hay que reconocer que, de todas maneras, estaban muy bien distribuidos. Como la mayoría de las gorditas, sus pechos pintaban muy bien.

  • Hey, vos estas estudiando fotografía, verdad? - preguntó Laura.

Yo había estado haciendo un curso de fotografía y revelado, inclusive había participado en un concurso interno de la Facultad y había recibido una mención honoraria.

Así que cuando le respondí afirmativamente me interrogaron acerca de sí era posible para mí tomar una fotografía y hacer todo el proceso de manera tal que nadie, salvo yo, viese esa fotografía.

  • Epa, ese tipo de preguntas suele dar paso a otro tipo de preguntas, interesantes seguramente, peligrosas tal vez - le respondí.

Caminaron un rato junto a mí sin decir nada, como juntando fuerza para hablar. Supe que cuanto menos el asunto iba a ser interesante. Después, muy nerviosa, con mucha timidez Laura dijo:

-Bueno, no es nada peligroso, es que queremos que nos saques unas fotos como estas -, y cuidando que nadie la viera, me mostró una revista de bondage. - Te lo pedimos porque sabemos que sos una persona seria, que no nos vas a causar problemas, confiamos en vos, cuánto nos costaría esto? -

La verdad es que ambas se pusieron rojas como un tomate, y a mí casi me da un infarto.

Así que nos sentamos en una mesa tranquila y me explicaron, con timidez y muchos carraspeos, que ellas no eran lesbianas ni nada parecido, pero que aunque no sabían por que, el tema del bondage las excitaba, y que querían unas fotos de ellas mismas en bondage. Entonces, como casi por casualidad habían descubierto que tenían la misma fantasía, habían decidido ayudarse para hacerla realidad, y después de pensarlo (y dudar) bastante, concluyeron que podrían consultarme para ver que pasaba. Es que no querían tener que depender de un extraño, por el miedo de tener algún problema después con las fotos.

Miré un poco la revista. Era una donde una rubia espectacular tenía a una morocha MUY BUENA, primero encadenada y esposada a un muro, después con las piernas bien separadas, debido a una spreader bar, una bola roja en la boca y las manos atadas juntas a la espalda, elevadas hacia el techo por medio de una cadena, con otra cadena entre un collar de cuero y la spreader bar, que la obligaba a inclinarse y poner el torso en posición horizontal, con las tetas colgando, y por último, atada en una cruz y con pesas en los pezones.

Lo pensé un rato, y me di cuenta que si hacía de fotógrafo, iba a excitarme un montón y después no tendría con quien "descargarme".

  • Bueno, el tema del dinero no es problema, porque el material de fotografía no es caro, - respondí, - pero mi precio es que yo quiero tener sexo con ustedes -, dije al rato, cuando pude hablar

Evidentemente no se lo esperaban y se miraron un rato entre ellas.

  • Que querés, acostarte antes con nosotras y después sacar las fotos? - preguntó Elena de no muy buena manera.

Entonces les expliqué que no entendían, y que eso de mirar pero no tocar no me gustaba nada. Que actualmente no tenía pareja, y que en la sesión fotográfica, seguro me iba a calentar, y eso me colocaría en una situación incomoda. Que lo que pretendía, era, comenzar la sesión fotográfica, y cuando el pulso me temblara tanto que ya no pudiera manejar la cámara, tener sexo, y después seguir.

Me miraron un poco mejor, se dieron cuenta que lo mío no era un intento de sacar ventaja, sino que mi actual soledad me obligaba a efectuar esa proposición para no pasar una situación incómoda.

Les aclaré, además, que la fotografía de desnudo era una técnica relativamente compleja, que no dominaba, y que no podía garantizar resultados.

Un par de semanas después me llamaron diciendo que aceptaban. Admito que el pulso se me aceleró bastante. A sugerencia mía, quedamos en reunirnos en tres semanas más, es que en ese entonces mis padres se irían de vacaciones y podríamos usar su casa, en la que hay una habitación muy grande, muy apta para convertirla en estudio fotográfico (además de sala de torturas).

Ellas dijeron que conseguían las cadenas, mordazas, esposas y artículos de cuero, y yo, que era técnico y tenía habilidades manuales, quedé en construir algunos "muebles".

Así que después de lo que me pareció una año, una tardecita de abril, Laura y Elena estaban en casa de mis padres, con dos grandes bolsos, en que traían los "juguetes". Yo por mi parte ya había acondicionado la habitación para su doble función.

Fuimos al estudio, y les indiqué que una de las dos debía desnudase y pararse delante de la cámara, así yo podía sacar unas fotos de prueba para ver cuales eran las mejores condiciones de luz y regulación de la cámara. Dudaron y comenzaron a mirarse una a otra.

Les dije que si querían, las dejaba solas, para ver si querían seguir con el asunto o dejarlo, que por mí estaba bien. O que si les resultaba más fácil, que al principio estaba bien si en ves de desnudarse totalmente, se quedase en ropa interior.

Elena se decidió de repente y dijo - vamos a hacer lo que vinimos a hacer -, y comenzó a quitarse la ropa. De todas maneras paró cuando estuvo en ropa interior.

Le indiqué donde debía pararse, le di instrucciones a Laura para acomodar unas luces, y mientras hacía varias tomas, con diferentes diafragmas y aperturas, admiré a Elena.

Elena tenía un cuerpo normal, pero muy agradable, realzado por la diminuta ropa interior de encaje que estaba usando. Lo suficientemente transparente como para insinuar sus pezones y monte de venus, y no tanto como para mostrar. Tenía una muy buena cintura, caderas un tanto anchas, un culo un tanto regordete pero muy interesante, durito, realzado por la bombachita que usaba, lindos muslos y piernas, que no eran espectaculares porque estaban un tanto fofos por el sobrepeso. Sus pechos, abundantes, estaban muy bien moldeados por el corpiño, no podía esperar a verlos libres, colgando, para ver que pintaban.

Al principio actuó con mucha timidez, pero por el segundo rollo ya se notaba que estaba un poco más cómoda. Cuando terminé el segundo rollo, les avisé que los iba a revelar, para ver que tal estaba saliendo la cosa, y que después podríamos empezar en serio.

Cuando volví, (unos 20 minutos después), las chicas se habían aburrido y ya se estaban preparando.

Estaban las 2 desnudas, salvo que tenían brazaletes de cuero en tobillos y muñecas, y un collar de cuero cada una. Laura, además, tenía una especie de arnés de finas tiras de cuero negro, que no cubría nada sino que le realzaba la cintura, y le ponía paraditos los glúteos y las tetas. Elena estaba terminando de esposar a Laura en posición de hogtie.

Cuando me vieron me pidieron que esperara hasta que Laura tuviera la bola roja en la boca, y que recién después la fotografiara. Así que, como mejor pude, comencé a hacer mi trabajo. Digo como pude porque entre la tremenda erección y el corazón que corría a mil, la verdad es que estaba fuera de mi. No es fácil tener a dos hermosas hembras enfrente, casi desnudas, y limitarse a sacar fotografías.

Le saqué de todos los ángulos en que se me ocurrió. En un momento dado Laura comenzó a tratar de decir algo, pero solo se escuchaba un apagado mmmMMMmmm. Nos hicimos los tontos un rato para ver como la saliva le corría por la barbilla y le mojaba las tetas, y luego la soltamos. Como dijo que quería descansar un poco, Elena le pidió a Laura que la ate en la posición que habían visto en la revista.

Varios minutos después, Elena estaba con las piernas bien separadas, su cintura doblada unos 90 grados, su torso en posición horizontal. Tenía una spreader bar de aprox. 1 metro fijo entre los brazaletes en los tobillos impidiéndole cerrar las piernas. Del centro de la barra iba una cadena hasta el collar, de manera tal que no pudiera enderezarse. Sus brazos estaban encadenados juntos detrás de la espalda, sujetos al techo mediante una cadena, la cual apartaba sus brazos de la espalda y la hacía inclinarse para adelante para no esforzar demasiado los hombros. Elena le había metido la bola roja en la boca, pero estaba oculta por la cabellera que debido a la posición de su cabeza, le ocultaba el rostro. Las tetas le colgaban y cada vez que Elena se movía, tratando de aliviar algo la incómoda posición, rebotaban de un lado para otro, al igual que sus carnosos glúteos.

Comencé a sacarle fotos, primero de frente, para apreciar sus piernas bien separadas, y los brazos incómodamente elevados hacia el techo. Después me fui hacia el costado, para que se viera bien como le colgaban las tetas, y se pudiese apreciar bien sus muslos, que debido a la forma en que debía pararse, estaban bien elongados, y quedaban preciosos.

Hasta ahí pude sacar las fotos más o menos. Pero cuando quise sacarle fotos desde atrás, fue demasiado para mí. Les cuento, vi una hermosa y joven hembra, con las piernas bien abiertas, y doblada por la cintura. Esto hacía que los glúteos, redondeados y carnosos, temblorosos, a su vez estuviesen bien separados también, permitiendo apreciar perfectamente el ano y la vulva. Los labios mayores le colgaban, haciéndolos más deseables, y exponiendo los labios menores. Además estaba toda mojada, los jugos no sólo le corrían por los muslos, sino que inclusive goteaban hasta el suelo formando un pequeño charco. Un poco más allá otro charco, bastante mayor, formado por la saliva que le goteaba por entre los labios y la bola de goma. Perdí todo el control. Atiné únicamente a bajarme los pantalones, ponerme el forro y penetrarla. No me importaba nada, solo quería tener sexo con esa mujer, tan sugerentemente expuesta. No voy a mentirles, estaba tan excitado que no duré nada. Adentro, afuera, adentro, afuera, adentro y me corrí. Pero por suerte ella estaba tan excitada como yo, y mientras yo estaba terminando, ella comenzó a su vez su orgasmo. AAAAhhhhaaa suspiraba atrás de la mordaza.

Laura no me dio tiempo a nada. Había quedado calentita de estar atada, y ver como tenía sexo con su amiga fue demasiado para ella. Se me tiró encima y empezó a lamerme la cara, el cuello, y a pedirme que la penetrara. Por suerte yo seguía duro como una piedra, así que me cambié el forro, la tiré al piso y traté de meterle la pija en la concha. Ella me rechazó y me dijo

  • Así no, quiero estar atada –

Yo no estaba como para andar dando muchas vueltas, así que manoteé lo primero que encontré, un par de esposas que estaban unidas mediante un candado a un gancho en la pared, y le esposé las manos a la espalda. La volví a acostar boca arriba en el piso y la penetré. Laura estaba muy excitada (se había estado masturbando mientras yo estaba con Elena), así que estaba toda mojada y no tuve problemas para meterle la pija en la concha.

Se retorcía en el piso, me abrazaba con las piernas, se tocaba ella misma las tetas, y en seguida, entre grititos, tuvo un orgasmo. Pero yo estaba loco con Elena. No es que me gustase más que Laura, pero saber que estaba atada con las piernas bien separadas, con el culo y la concha bien abiertos, a mi completa disposición y sin poder hacer nada para impedir que la penetre, me trastornaba. De todas maneras conservaba algo de lucidez como para volver a cambiarme el forro, y mientras lo hacía pude ver como Elena se movía tratando de soltarse. Pero Laura la había encadenado bien y lo único que conseguía era girar en círculos, moviendo las piernas muy dificultosamente debido a la spreader bar, agitar las tetas, mover el abundante culo de acá para allá, babearse todas las tetas y la cara.

En uno de esos giros se puso completamente de espaldas a mi y pude ver otra vez, claramente, esa vista que debe ser la mejor que un hombre puede tener, una hembra hermosa, con las piernas bien abiertas, agachada, ofreciendo todos sus agujeros, unos glúteos preciosos que por la posición no alcanzaban a ocultar el ano, y más abajo la vulva, bien visible, toda mojada. Y para más, saber que se encuentra totalmente indefensa, a total disposición, sin poder decir palabra, humillada por la mordaza que no solo le impide hablar sino que la obliga a babearse, despojada de todo control sobre si misma, totalmente entregada.

Por la posición en que estaba, la vagina quedaba justo a la altura de mi pija, solo tuve que acercarme, apoyar mi glande en los labios mayores de ella, y penetrarla. Al mismo tiempo le acaricié las tetas, le pellizqué los pezones. Después, mi mano derecha tanteó su estomago, su ombligo, y cuando un poco después le acaricié el clítoris, por la manera en que se estremeció me dí cuenta que estaba tan o más caliente que yo.

Le dije:

  • No me interesa si te gusta o no, pero quiero que cuando mi pija llegue al fondo de tu vagina, grites como si te estuviera partiendo en dos -

La penetré, y como se mantenía en silencio le dí una buena palmada en el lado derecho del culo y le dije -Grita puta -. Laura comenzó a gemir apenas, con timidez. Así que le dí otra palmada, esta vez en el lado izquierdo, y gritó un poquito más fuerte. Después de un par de palmadas adicionales, tenía los cachetes del culo colorados, y gritaba atrás de su mordaza como si le estuviesen arrancando la piel.

Escupía saliva y se mojaba la cara, las tetas, mojaba el piso. Yo entraba y salía de ella, frenéticamente, mis manos recorrían su cara, cuello, tetas, le masajeaba el clítoris. Ella bramaba y bramaba y se retorcía para hacer más fuerte la sensación de mi pija adentro de ella, me apretaba con sus músculos vaginales. Y de repente tuvo un orgasmo, explosivo, que la hizo estremecerse, sus tetas rebotaron arriba y abajo, sus músculos tensaron las cadenas que la mantenían prisionera, gritó hasta quedarse sin aliento.

Yo estaba excitadísimo, pero como iba para mi segundo del día, pude controlarme un poco, y seguir entrando y saliendo de ella, estirando el placer al máximo. Cada tanto con una palmada y un - Seguí gritando puta - , la mantenía bramando como una yegua en celo. Y ella me obedecía y mis muslos y bolas golpeaban contra los muslos y culo de ella.

Pero parece que le gustó más que a mí porque tuvo uno, dos, tres orgasmos antes que yo me corriera, y eso que yo estaba excitadísimo.

Me pude dar cuenta, por como se estremecía cada vez que tenía un orgasmo, que Elena estaba teniendo los orgasmos de su vida. Con cada uno, se estremecía violentamente, en un suspiro infinito que le hacía expulsar un río de saliva, que le mojaba la cara, las tetas, los pies, el piso. Contraía los músculos de las piernas, brazos y torso, esforzándose contra las cadenas que la aprisionaban, marcando y estilizando sus músculos, haciendo aun más deseable su cuerpo.

Una vez que acabé, mientras soltaba a Elena, vi que Laura estaba frenética en el piso, tratando de soltarse para venir a mi, tratando de masturbarse cerrando las piernas, o tratando de tocarse la concha con el talón del pié, al haberse dado cuenta que al tener las manos esposadas en la espalda, éstas le eran inútiles. Me gritaba, me pedía que fuera con ella y la penetrara.

Iba a ser una laaarga y agradable tarde de Abril.