El fontanero de guardia (corregido)

Carne y sudor en tiempos de cuarentena

Hola, este es mi primer relato. Espero que lo leáis con una mano en la entrepierna... ;)

Dos semanas largas de confinamiento llevo ya solo en casa y sin poder teletrabajar. Soy fisioterapeuta y mi curro conlleva contacto directo y cercano con los pacientes, así que he sido de los primeros en tener que suspender mi actividad laboral a causa de la pandemia. Tengo que decir pero que, a pesar de vivir solo, lo llevo bastante bien. Las videollamas, los libros y el bendito Netlix son de mucha ayuda. Y lo que mejor me va es machacarme haciendo entrenamientos funcionales en casa. Por suerte youtube esta llena de chulazos chachas que estos días cuelgan sus vídeos de “entrenamiento completo en casa con el propio cuerpo”, etc. y, a la par que entrenas, te alegras un poco la vista...

El caso es que yo siempre he hecho deporte de forma regular y eso, y el maravilloso grindr, es lo que más echo en falta. Con respecto a lo primero, empecé a correr a los 14 años y desde los veinti-pocos también entreno en el gym. Así que ahora, a mis 34 años, puedo presumir de un buen físico. Mido1,78, cuerpo atlético, con las piernas y glúteos más musculados por las carreras pero también tonificado del tren superior, con la espada ancha, bien formada, los hombros y los brazos definidos, unos abdominales marcados, el pelo corto (casi rapado) y, como guinda del pastel, un pedazo de polla entre las piernas. Y es justamente ese rabote el que me permite “exprimir” el grindr al máximo y disfrutarlo a tope. Por eso lo extraño tanto ahora. Me da muy buenos momentos.

De cara soy un chico resultón, ojos grandes y verdes y bonita sonrisa, per sin más. Lo que realmente me ayuda a ligar es mi buen físico y, sobre todo, mi polla. No es que la tenga súper grande, 19 cm, pero es bastante gorda y bonita. Está muy bien hecha. Además de ir acompañada de un par de huevos también grandes. En gayumbos marco un paquetón. Muchos chicos cuando les paso las fotos guarras o me bajan los pantalones me dicen: “¡joder tío, qué polla más guapa!”. Por todo ello en el perfil de grindr tengo puesto XL, y eso, y que no es mentira como en tantos otros perfiles, me abre muchas “puertas”.

Bueno, pues resulta que esta misma mañana, estando yo por mi casa en Barcelona con mis libros, mis series, mis entrenos y mis pajas, atento a las noticias y esperando a que esto pase sin que suponga el fin del mundo, de repente escucho como agua cayendo en la cocina...

—¿Qué coño...?

Acudo corriendo y veo que por debajo del mueble de la pica de lavar los platos está chorreando agua y se está encharcando el suelo.

—¡Mierda!

Abro el mueble, me asomo, y veo que uno de los manguitos de debajo del grifo está reventado y suelta agua a borbotones.

Pego un salto y muevo la cabeza nervioso de un lado a otro intentando recordar donde narices está la llave de paso del agua del piso.

—¡Ah, sí! en la ventanita del aseo.

Dicha ventanita es un huequecito minúsculo situado encima del water al que hay que encaramarse para abrirla, sacar la cabeza y el tronco, después de mucho contorsionismo, y estirar el brazo todo lo que da de si para llegar a la maldita llave de paso que más lejos no la podrían haber puesto

—Joder... a ver si no me mato yo ahora...

Así que nada, me subo al water, meto la cabeza por la ventanilla y empiezo a retorcerme. Es tan pequeño el hueco que mi camiseta roza por todas partes y se engancha, y al ir estirando el brazo y el torso se me empiezan a escurrir los pantalones del chandal de algodón, algo holgados y con la goma dada, que utilizo para estar por casa. Total, que me quedo como con medio cuerpo fuera, tanteando para alcanzar la llave de paso, todo el culo al aire, en pompa. y rabo y huevos colgando y asomando entre las piernas, ya que me presiona todo el asunto contra el alféizar.

—Estoy para hacerme una foto, vamos...—murmuro mientras me imagino las vistas desde la puerta de entrada.

Me estiro más y más y me empiezo a chafar la churra contra el borde. Empieza a dolerme.

—Jodido arquitecto.

Por fin consigo llegar a la llave y la giro aplicando todas mis fuerzas.

—Uff.... conseguido. Ahora para abajo, a fregar y a llamar a alguien que venga a arreglarme la avería, si es que hay gente currando.

Pues bajarme de la ventanilla me cuesta un cojón. La espalda se me queda medio atascada, tengo que agarrarme al marco y hacer fuerza con los brazos, que tienen poco margen de movimiento, mientras me va rozando la polla contra las frías baldosas del baño al ir escurriéndome hacia abajo. Finalmente consigo sacar el cuerpo pero casi me descalabro al bajar del water ya que llevo los pantalones por las rodillas.

—Mierda de llave de paso.

Me subo los pantalones y voy para la cocina. Lo friego todo y me pongo a buscar en internet un fontanero. "Fontaneria Paco e hijos” (Urgencias 24h) Es el primer resultado que me sale, con cinco estrellas y del barrio. Perfecto. Llamo: tuuu...tuuu...tuuu....

—#%*+\@&¥££ ¿Sí?

—Hola buenas, llamaba porque he tenido un rebentón en la pica de la cocina y he tenido que  cortar el agua de casa. ¿Están ustedes trabajando estos días?

—Hola, sí, tenemos el local cerrado de cara al público pero atendemos urgencias como la suya.        Aunque ahora mismo únicamente tenemos a un operario disponible, y justamente esta ocupado en otro servicio urgente. Hasta dentro de 3h como mínimo no podrá pasarse.

—No hay problema, estoy aquí en casa tooodo el día, je,je

—Claro, ya lo supongo. Pues dígame su nombre, dirección y teléfono y más tarde se pasa el operario

—Me llamo Marc, mi número es 656 xxx xxx y vivo en xxxxxxxx.

—Muy bien, pues quedamos en eso. Gracias por llamar.

—Gracias a usted.

Y ahora a esperar sin poder lavarme las manos, ni cocinar, ni nada. Suerte que me había duchado ya al levantarme. Son las 11:00 así que me pongo a ver una serie que me tiene muy enganchado y antes de darme cuenta del paso del tiempo pican abajo al telefonillo. Miro el reloj y son las 14:30h

—Ni tan mal —pienso.

Me levanto del sofá y caigo en que todavía llevo la camiseta rozada de la aventura de la llave de paso y los pantalones del chandal que no dejan nada a la imaginación ya que me marcan todo el paquete y se me mete la tela fina por la raja del culo. Por un momento pienso en ponerme otra cosa para estar un poco más presentable pero..—¡¡Riiiing!!

Están picando directamente a la puerta de arriba del piso así que deduzco que el operario se habrá topado con algún vecino saliendo a comprar.

—Bueno ¿Qué más da la ropa? Estoy en casa. ¡Ya va!

Me pongo corriendo la mascarilla que tengo en la entrada preparada para cuando salgo a comprar, abro la puerta y me encuentro a un monumento de tío vestido con un mono azul marino, botas de trabajo y mascarilla negra. Debe medir 1,80 de estatura, rubio, cachas y, aunque no puedo verle la cara completa, parece que muy guapo. Va rapado y tiene unos ojazos azules y juveniles que todavía llaman más la atención al ser lo único visible de su rostro. No le echo más de 24-25 años.

—Bingo —murmuro.

—¿Disculpa?

—Pronto, digo que has venido más pronto de lo que pensaba. Muchas gracias por acudir en estas circunstancias. Pasa, por favor.

—Nada, para eso estamos —me contesta amable mientras entra con su caja de herramientas, sus guantes de goma negros puestos y manteniendo la distancia de seguridad.

Yo me retiro un poco para que pueda pasar sin tener que acercarnos demasiado y mientras cierro la puerta y me da la espalda aprovecho para echarle una mirada furtiva a su culo. ¡Y vaya culo que se gasta el chaval! No sé si es que el mono le va pequeño o qué pero va bastante embutido en él y se le marcan un montón la espalda la cintura y los glúteos. Tiene uno de esos culos de mulato voluminosos y redondos. Duro, pero con cierto movimiento de carnes, y le siguen unas piernazas musculosas muy apretadas en la tela también. En medio de su espalda puede leerse “Fontanería Paco e hijos” con las letras bien estiradas debido a las estrecheces del mono. Todo un espectáculo de carne. Cierro la puerta del todo y me giro.

—Soy Marc, por cierto (M)

—Javier, encantado (J)

Y como acto reflejo los dos estiramos la mano para saludarnos y nos frenamos de golpe al caer en la cuenta de que no podemos tener contacto físico.

M- Qué situación más rara ¿eh? —comento bromeando—.Y complicada para los que tenéis que estar trabajando, sobre todo.

J- Ni que lo digas. Parece que estemos en una peli. Pero yo casi que prefiero estar currando tío, que vivo con mis padres y en casa todo el santo día me agobio—comenta Javier con un tonillo garrulo de chaval de barrio.

M- Claro, te entiendo. Aunque yo vivo solo y también se hace pesado. Supongo que es una putada para todo el mundo.

J- Ya ves. Aunque no sé qué es mejor. Tengo todo los días la comida en la mesa y estoy acompañado pero...

M- ¿Pero...?

J- Nada, cosas mías. Que siempre me enrollo mucho hablando, jaja —ríe simpático—. Me ha dicho mi padre que se te había roto el grifo de la cocina ¿no? Vamos a echarle un vistazo.

M- Ok,Sí claro. Es por aquí. Sígueme —este se ha cortado de golpe, pienso.

Y llevo a Javier hacia la cocina y le explico lo ocurrido. Él entra, deja la caja de herramientas en el suelo y lo primero que hace es agacharse, apoyarse en sus rodillas y sus codos y mirar debajo del fregadero. Al hacerlo todo su tremendo culazo queda en pompa y yo no puedo evitar resoplar...

M- Pufff....

J-  ¿Decías? —y Javier gira la cabeza para mirarme con cara de interrogación.

M- No nada, que espero que tenga fácil solución. Es una faena si ahora me quedo sin agua para poder cocinar, ducharme y tal —respondo cambiando rápidamente la expresión de vicio de mi cara a la preocupación para disimular.

J- Tranqui, seguro que tiene solución.

Y Javier vuelve a meter la cabeza debajo del fregadero para seguir con lo suyo. Inmediatamente yo vuelvo a poner mi expresión de pervertido. No hay nada que me ponga más cerdo que un buen culo de tío en pompa. Siempre ha sido lo que más me a gustado de los hombres. Comerme primero, con esmero y dedicación, un culazo y luego follármelo bien duro y hasta el fondo con mi rabo gordo. Prefiero mil veces que un hombre tenga un buen tren inferior, con piernas musculosas y bonitas que no justo al revés (los típico tíos de gym que sólo entrenan el tren superior y tienen pechotes pero piernas de pollo). Mi tipo son más como los futbolistas o los atletas. Tíos bien hechos y proporcionados con buenas piernas. Y, por suerte para mi, Javier era justo mi tipo: jovencito, rubiales y fuerte de arriba pero más fuerte de abajo. Qué fortuna la mía en medio de esta encierro, oye!

El caso es que yo opto por aprovechar esta oportunidad caída del cielo y sigo mirando con deleite las tremedas posaderas de Javier cuando me doy cuenta de que el mono, que ya se ve muy usado, tiene un agujerito del tamaño de una moneda de cinco céntimos de euro justo en el centro del culo de Javier, a la altura del ojete. Abro los ojos como platos y miro con mas atención a ver si consigo vislumbrar algo... pero el agujero es demasiado pequeño y desde donde yo estoy, apoyado en el marco de la puerta de entrada, no se ve nada de carne, sólo un punto negro entre las dos costuras. Además, por mucho agujero que tenga el mono luego están los calzoncillos detrás. Pero, de todos modos, la situación me da un morbo que me muero. Tanto es así que mi polla reacciona y empieza ponerse morcillona.

En eso que Javier vuelve a girar la cabeza hacia mi para decirme algo y, por un segundo, veo que se fija en mi cintura antes de mirarme a los ojos.

J- A ver—empieza javier—, tengo buenas y malas noticias. La buena noticia es que no es una avería grave, es sólo cambiar el manguito reventado por uno nuevo. Y la mala es que parece que las juntas, las conexiones, son muy viejas y están deterioradas y tiene pinta de que me va costar un huevo —vuelve a desviar la mirada hacia mi cintura unas décimas de segundo— sacar la pieza rota y poner otra nueva —me dice mirándome a los ojos de nuevo con el ceño algo fruncido.

M- Bueno, pues a ver que se puede hacer —contesto como automáticamente mientras pienso intrigado en esas dos miradas furtivas que ha echado Javier a mi cintura y, de repente, caigo en la cuenta... miro hacia abajo y veo que se me marca mucho el paquete. Sigo llevando el pantalón fino de algodón que es como una segunda piel y al empezar a crecer mi nabo, de considerables dimensiones, se me marca todo de forma un tanto escandalosa— Oye, si necesitas ayuda o algo me dices que yo estoy por aquí por casa —le digo con urgencia mientras me dispongo a salir pitando de la cocina para calmarme y que el chaval no piense que soy un viejo verde.

J- Sí, tranquilo yo te aviso con lo que sea.

Y Javier se incorpora, abre su caja y coge varias herramientas a la vez, demasiadas. Con la mala pata que se le resbalan de las manos, como si estuviese nervioso. Viendo que se le van a caer se agacha de golpe, rápidamente, y aunque el destornillador cae al suelo repiqueteando contra las baldosa consigue pillar al vuelo la llave inglesa que es más grande y pesada.

J- Uff, por los pelos! Casi te jodo el suelo. Disculpa.

M- No te preocupes hombre. Has tenido buenos reflejos. Bueno, lo dicho, yo voy a lo mío.

J- Ok —contesta Javier.

Así que el fontanero cachas se agacha de nuevo para seguir con su trabajo y yo no puedo evitar volver a girarme y mirar de soslayo una vez más ese culazo antes de salir de la cocina y.... ¡sorpresa!. El “agujerito” del mono se ha convertido en agujerote. Se entiende que al agacharse de golpe a coger las herramientas las costuras del mono, ya al límite, han cedido y ninguno de los dos ha escuchado el típico sonido que hace la tela al desgarrarse debido al ruido provocado por el destornillador al chochar contra el suelo. El caso es que se ha abierto un hueco en el mono (que sigue apretadísimo) de unos 5 centímetros de diámetro y que deja a la vista el ojete del fontanero buenorro. ¡El muy cabrón no lleva gayumbos! Y vaya ojete que se gasta el chaval: rosado, cerradito, del tamaño de una moneda de un euro y completamente lampiño. No lo puedo ver del todo bien porque, al ser tan culón, sus nalgas hacen algo de sombra sobre su orto. A todo esto yo noto como mi entrepierna vuelve a reaccionar y lo de mi pantalón ya empieza a ser un show así que decido salir de la cocina para no verme comprometido en una situación embarazosa.

Me siento en el sofá y me pongo la tele para intentar distraerme pero no puedo dejar de pensar en el espectáculo que me estoy perdiendo en la cocina. Además, escucho el sonido de las herramientas y la cancioncilla que va silbando el muchacho mientras trabaja como si tal cosa.

Pasados 5 interminables minutos decido que no puedo desperdiciar semejantes vistas. Así que me quito las zapatillas y me acerco sigilosamente a la cocina para observarlo a escondidas. Con mucho cuidado asomo la cabeza por el marco de la puerta y veo como Javier sigue a lo suyo. El ojete también sigue al aire y él no para de trastear una y otra vez en esa postura tan incómoda.

J- ¡Mierda! —exclama de golpe.

Yo doy un respingo y me vuelvo al comedor silenciosamente tan rápido como puedo. Ya en el sofá grito:

M- ¿Todo bien Javier?

Y me encamino de nuevo hacia la cocina con una sonrisilla en los labios y haciendo notar mis pasos. Ahora no me iba a hacer falta esconderme. Entro en la cocina y me encuentro a Javier en cuclillas, rebuscando entre su caja de herramientas y algo acalorado. En esa posición sus cuádriceps se ven enormes, por no hablar de el bultaco que marca entre las piernas. Qué bien parido está el jodido. Al verme entrar me dice:

J- No, nada. Es que no consigo sacar una maldita rosca que se ha quedado atascada. A ver si con este cacharro puedo —sosteniendo una especie de pico de loro en alto.

Y acto seguido se vuelve a poner a cuatro patas, con las rodillas juntas, los pies cruzados uno sobre otro y la cabeza y los brazos bien metidos hasta el fondo del fregadero. Su fantástico ojete vuelve a quedar expuesto.

J- Ngghhh, nghhh

Sonidos de esfuerzo salen por debajo del fregadero al tiempo que contemplo embobado como la tensión en la musculatura de javier hace que el mono vaya cediendo punto por punto en las costuras y se vaya ensanchando el desgarrón del trasero. Tris-tris-tris... Conforme más aprieta más puntos se van soltando y más carne queda a la vista. A parte, Javier ya está un poco sudado del trabajo y ese fina capa de humedad también baña su trasero que aparece ante mi brillante y lustroso. ¿Pero no se da cuenta que tiene todo el ojal al aire? —pienso asombrado. ¿Le aviso o me cayo?

Pero Javier sigue aprieta que te aprieta, yo mira que te mira y la costura cede que te cede...tris, tris, tris... El agujero se está haciendo tan grande que ya empieza en el coxis y está a punto de sobrepasar el perineo.

La respiración del chaval se acelera, máxime teniendo en cuenta que sigue con la máscara puesta, y ahora ya se puede decir que tiene el culo todo sudado. Manchas de humedad empiezan a aparecer en torno a la tela que circunda el agujero, apretadísima contra los glúteos como está. Yo estoy completamente empalmado y, antes de que Javier vuelva a girarse, me cojo el rabo, lo pego contra mi estómago y lo intento sujetar todo con la goma del pantalón, dejando que mi camiseta caiga por encima.

M- ¿Seguro que no necesitas ayuda?

Gracias a tod@s por leer hasta el final. Si os ha gustado decírmelo y escribo la continuación. Un saludo!