El fontanero

Al levantarse por la mañana, le dije a mi marido que hoy vendría el técnico a reparar la lavadora y que me dejase el dinero en la mesa del comedor antes de irse...

El fontanero

Al levantarse por la mañana, le dije a mi marido que hoy vendría el técnico a reparar la lavadora  y que me dejase el dinero en la mesa del comedor antes de irse a trabajar ya que yo me había olvidado ayer de ir al banco a sacar dinero y ya no me daba tiempo por la mañana, además mi marido ya no volvería hasta la noche.

Cuando se marchó, yo aproveché para meterme en la ducha. Mientras me duchaba, empecé a tocarme, mi marido llevaba dos semanas que no me atendía, siempre ponía la excusa de que llegaba cansado del trabajo, y los fines de semana siempre teníamos cosas por hacer. Total que estaba un poco ansiosa y me relajé un poco acariciándome el sexo.

Salí del baño y me fui a mi habitación para vestirme. Abrí el armario y escogí un vestido de tirantes con flores, ajustado al pecho, holgado de la cadera a los muslos y por encima de las rodillas, lo coloqué sobre la cama y continué con la ropa interior. Unas braguitas blancas con  encajes y el sujetador blanco también y a continuación comencé vestirme. Primero las braguitas, me miré al espejo y me gustó como me quedaban y me coloqué el sujetador y el vestido, y me puse unas sandalias. De repente, sonó el timbre de la puerta.

Al abrir me encontré con el técnico, un hombre grande y fornido que, a simple vista se podía observar que era bastante peludo. Le calculé unos 40 años y en mi mente apareció la imagen de Bud Spencer. Lo primero que hizo fue repasarme con la mirada de arriba abajo. Lo invité a pasar y lo guie hasta la cocina sintiendo como me desnudaba con la mirada mientras caminaba detrás de mí. Eso me puso un poco nerviosa. Pero le mostré la lavadora y el procedió a examinarlo para ver de qué avería se trataba. No habían transcurrido ni cinco minutos cuando me llamó. Me acerqué y vi que estaba metido de cabeza en el fregadero y solamente se le veía de la cadera a los pies. Me pidió que le pasara una llave inglesa ya que no quería soltar un tubo. La busqué y me arrodillé para entregársela, sin darme cuenta que él, desde la posición que tenía, podía verme perfectamente toda la entrepierna. Al entregársela me dijo con toda la cara:

―No te levantes porque quiero seguir recreándome la vista.

Fue en ese momento que me di cuenta que le había estado mostrando mi coño, aunque cubierta por la tela de mis braguitas. Me levanté furiosa y me fui a la galería para aprovechar el tiempo, y sacar la colada de la lavadora para tender la ropa, cuando acabé me quede apoyada en el ventanal dejando que me tocara el sol un rato. Al cabo de unos minutos de estar allí, sentí unas manos que me agarran de la cintura y un bulto entre mis nalgas.

―Tienes dos opciones - me dijo sujetándome fuertemente - Una es que colaboras, haces todo lo que te digo y todo irá bien, o la segunda, te opones….pero acabas haciendo todo lo que te diga a base de ostias.

En ese momento, me puse muy nerviosa y solo me vinieron a la mente imágenes de películas donde violaban a una chica y está acababa en la policía toda amoratada. Temblando de miedo, me quedé muda y paralizada, lo cual hizo que el hombre entendiese que me había decantado por la primera opción. Tal vez la más sensata.

Así pues después de que el hombre volviese a formularme la pregunta, asentí con la cabeza  decidiendo por la primera opción, la cual era la de colaborar, el hombre me susurró al oído:

―Para que veas que no soy tan cabrón, te voy a dar la oportunidad de que me laves la polla, antes de que me la mames.

En ese momento pensé en que no hacía ni media hora me había estado masturbando en la ducha por la falta de sexo que tenía, y precisamente ahora se me presentaba la oportunidad  de tener sexo, pero sexo oral con ese desconocido hombre grande y grasiento que me daba miedo, y en cierta forma asco, pues no me apetecía ni me atraía lo más mínimo.

Me tomó del brazo y nos dirigimos al baño. Una vez frente al lavabo me pidió que limpiase la polla. El pantalón que llevaba era de botones, así que comencé a desabrochárselos. Al terminar introduje mi mano dentro de la bragueta para sacársela pero, para mi sorpresa, no llevaba ropa interior y me topé con un trozo de carne  que al sacarlo totalmente del pantalón pude comprobar que, en comparación con el de mi marido, este era inmenso, grande y grueso como su dueño. Pero para colmo aún no estaba dura.

Comencé a lavarle la polla. Lo hice con mucha dedicación ya que sabía que, muy a pesar mío, iba a tener que hacer uso después de él. Al concluir mi tarea, la verga de ese tipo empezaba a ponerse morcillona. Me volvió a coger por la cintura y me llevó al salón. Se sentó en el sofá, me pidió que le quitara las botas y le sacara los pantalones, cosa que hice al pie de la letra. No podía apartar mi mirada de esa tremenda picha.

El hombre se quitó la camisa y pude confirmar lo que ya había intuido. Parecía un oso de lo peludo y grandote que era. Tenía vello en los hombros, en la espalda, en el pecho y por todo el cuerpo.

―Quiero buena una mamada zorra, que me haga estallar ―me dijo.

―No tengo mucha práctica, casi nunca hago sexo oral y no sé cómo hacerlo con esa cosa ―le contesté con la voz entrecortada por los nervios señalando su polla.

― Jajaja….No te preocupes, que no se necesita ir al colegio para aprender ―me replicó.

Tomé su pene con mi mano, sentí un poco de asco cuando lo acerque a mi boca pero, cerrando los ojos, me lo introduje. Con mi lengua recorrí la punta, tenía una gruesa piel que le cubría el prepucio, así que metí la pintita de la lengua en ella para alcanzar el glande y lamer el agujerito del pene. El agarró su polla con la mano y retiró la piel que cubría el prepucio, y ante mi apareció un enorme y rosado capullo.

―Empieza, zorra…―me dijo.

Comencé a succionar y chupar, su polla empezó a crecer y aumentar de tamaño entre mis manos y pronto se convirtió en un salchichón de carne magra tiesa y dura como un bate de béisbol, al cabo de un rato de estar con su glande en mi boca lamiéndole la polla,  oí sus gemidos de placer.

―¡Aaaah... así...!. ¿Ves putita, ves como ya estás aprendiendo? ―me dijo.

Colocó su mano por detrás de mis nalgas y comenzó a sobarme con un dedo la vagina por encima de la tela mis braguitas, notaba la tela húmeda pegada a mí coño. Sentía una sensación de placer y, para no pensar en lo que realmente estaba sucediendo, intenté poner mi mente en blanco. No podía creer que este hombre tan poco atractivo y rudo me fuese a excitar, pero a medida que su dedo se introducía en mi vagina, yo succionaba con mayor fuerza su pene.

No lo podía creer, estaba sintiendo placer. Entonces sentí los espasmos del técnico y pensé que se iba a correr en mí boca. Yo también estaba casi a punto. Así era, me sujetó la cabeza para que no la retirara y se corrió dentro de mi boca, teniendo que tragarme toda su leche. Al cabo de unos segundos, yo también tuve un gran orgasmo, producto del dedo y la tela de mi braguita que tenía dentro de mi vagina. Me pidió que le limpiara el resto del semen con mi lengua, cosa que hice, y acto seguido me dijo:

―Ahora te voy a premiar por esa mamada que me has dado... ¡Quítate el vestido!

Hice lo que me dijo. Me quedé desnuda, solo con mi ropa interior y él me contempló detalladamente y dijo:

― ¡Coño, estás buenísima, tienes el mejor culo que he visto en las últimas semanas!

Me tumbó en el sofá y de un tirón me bajó las bragas, sentí como salía la tela pegada de mi raja trasera.

Posó sus manazas en mis senos y los apretó, mis pechos abultaban por encima de las copas del sujetador. Pude sentir como metía sus manos por debajo de la blanca tela de las copas y sus mugrientos y gordos dedos pellizcaban mis pezones. Sentí su boca devorando uno de mis pechos y el roce de su áspera barba de tres días en mi piel. Su lengua comenzó un baboso descenso, con sus manos separó mis piernas y comenzó a lamerme la vagina y mamarme el clítoris. Su lengua recorría cada rincón de mi coño hasta que, de repente, sentí su lengua también en mi culo, aún virgen. Jamás me habían hecho lo que este hombre me estaba haciendo con tanta maestría y vulgaridad al mismo tiempo. Me introdujo el dedo en mi vagina, lo humedeció con mis jugos y luego lo sentí tratando de meterlo en mi ano, cosa que al final logro. Al principio sentí algo de molestia pero al rato mi cintura se movía al mismo ritmo que su mano. De pronto noté algo más grueso en mi ano. Era otro dedo. Tenía dos dedos dentro de mi culito y su lengua haciendo remolinos en mi vagina.

Ya no aguanté más y le pedí, no, no se lo pedí…recuerdo que le supliqué, que me la metiera. El hombre me separó las piernas. Yo contemplaba el tamaño enorme del pene que pronto iba a estar dentro de mí coño. Lo acercó a la puerta de la vagina y vi como poco a poco iba desapareciendo y sintiendo como me llenaba todo el sexo, dilatándome las carnes. No podía creer que todo ese trozo de rabo estuviese dentro de mí.

Cuando comenzó a taladrarme, me agarré a su cuello como cuando te subes a una moto y te agarras a la cintura del piloto. Mi cintura se movía a un ritmo que nunca lo había hecho. Comencé a acelerar, sentía que se acercaba otro tremendo orgasmo, el tercero, pues unos minutos antes me había corrido por segunda vez, con su lengua en mi vagina.

―¡Aaaah....! ―grité corriéndome.

Acabé mi corrida pero él no había ni empezado a joderme. Me la sacó, me colocó boca bajo, con mi vientre sobre uno de los brazos del sofá, de forma que mi culo quedaba levantado e pompa y me dejó allí unos minutos mientras me recuperaba de mis espasmos, tiritando de placer como una hoja. Fue a la cocina y se vino con una cerveza en una mano y el tarro de mantequilla que estaba en la nevera. Mientras iba bebiéndose la cerveza, engrasó un dedo en la mantequilla y me lo introdujo en el culo, di un respingo al sentir la mantequilla helada, pero en nada se derritió entre mis nalgas. Para mi sorpresa su gordo dedo entró sin dificultad y entonces le supliqué:

―Si me vas a follar por detrás hazlo despacio y con cuidado, jamás me lo han hecho por ahí y tu polla es muy gorda, me vas a partir.

Sin darme respuesta, me empujo sobre el respaldo del sofá, y me dio una sonora nalgada, que me arrancó un gemido. Apuró la cerveza y se engrasó su pene de mantequilla. Yo sentía excitación y nervios al mismo tiempo. Noté su gordo capullo en la puerta de mi culito, como si quisiera llamar a la puerta antes de entrar.

―Mmm…estas muy tensa mamita ¡¡¡…relájate, mujer….esto hay que disfrutarlo. No vas a tener muchas oportunidades de disfrutar de una polla como esta todos los días.

El tipo tenia parte de razón, aunque muy nerviosa, estaba super excitada y deseando ser penetrada por esa tremenda tranca que el hombre calzaba. Ni por asomo la de mi esposo era una tercera parte de esa. Y supe que era o ahora o nunca, y que si quería saber lo que era sentir un rabo como ese follándome el ano, tenía que armarme de valor. Sentí como me agarraba ambas nalgas y me las separaba, tensándome la piel. Supe que ya había empezado la cuenta atrás, me estaba penetrando… y me estaba doliendo, se lo hice saber, pensando que la iba a sacar, pero él hizo todo lo contrario, empujó fuerte y tiró de mis caderas, me penetró hasta la mitad de un golpe. Lancé un grito tremendo. ¡Cómo me estaba doliendo!

La dejó sin moverla un rato dentro de mi culo, esperando que mi esfínter se relajara un poco y volvió a empujar, esta vez sentí sus testículos contra mis nalgas. Un tremendo escozor me invadía el ano. Y entre mis piernas se escurría la mantequilla líquida,  por el calor de nuestros cuerpos. Comenzó a sacarlo y meterlo, era como un enorme trabuco, al cabo de unos minutos  comencé a sentir algo de placer por lo que me acoplé al ritmo y cuando sus dedos comenzaron a hurgar mi vagina, la cosa empezó a mejorar, y mucho.

Sin esperarlo, tuve otro tremendo orgasmo mientras él seguía inmune a mis gritos de dolor y jadeos de placer. Metía sus dedos en mi coño y frotaba mí sexo sin desfallecer. Y yo no podía controlar mí placer, era un orgasmo continuo, que se enlazaba uno detrás de otro. Tenía que morder el cojín para no gritar tanto….mis chillidos eran como aullidos, así que el hombre puso su otra manaza sobre mi nuca y me apretó contra el tresillo para amortiguar mis chillidos. Mientras sentía sus bufidos y jadeos de placer en mí oreja. Y como de vez en cuanto me soltaba palabras soeces e insultos que no hacían más que excitarme.

Nunca me había sentido tan guarra y a la vez tan feliz y liberada disfrutando del sexo por el sexo. Sin más connotación, sin amor, ni cariño. Era sexo animal en estado puro. Y me estaba gustando. Ya no sentía dolor, ni escozor, ni nada negativo. A pesar de que sabía que mí ano estaba recibiendo un severo castigo y que seguramente esa polla me había producido un desgarro.

Siendo presa de mis pensamientos, él, entonces sí, también se vino, corriéndose copiosamente como antes había hecho en mi boca,  dentro de mi desflorado culo. Sin darme tiempo a reaccionar, pues estaba completamente desmadejada con el vientre sobre el respaldo. Sentí como algo frio se metía en mi ano. No sentí dolor, pues lo tenía tremendamente dilatado. Pero noté como algo hacia tope entre mis nalgas.

― Vamos zorra escupe todo lo que tienes en tu jodido culo de zorra ama de casa.

Llevé mi mano hacia atrás y lo sentí. El hombre, me había incrustado el cuello de la botella de cerveza por el ano, y pretendía que la llenase con la corrida que había descargado en el interior de mi recto. Hice la acción de empujar como cuando haces de vientre, y unos sonoros ruidos se escaparon entre la botella y mis nalgas. Pronto empezó a salir el semen por mi culo y la botella se fue llenando lentamente. Sentí parte del semen correr por mis muslos. Me dijo.

― Aún no te la saques ―y poniéndose frente a mí me hizo limpiarle la polla con la lengua. Se inclinaba hacia adelante y me metía toda la polla gorda y morcillosa en la boca, casi no podía respirar, mientras alcanzaba con sus manazas mis nalgas y me daba caricias y cachetadas suaves y alguna de más fuerte, y miraba como expulsaba su semen de mi culo llenando la botella.

Cuando consideró que estaba lo bastante llena me la quito del culo, y me la acerco poniéndomela delante de los ojos.

―Mira perra, ¿has visto que corrida he descargado en tu precioso culito? ―observe el culo de la botella y estaba llena hasta la base de la etiqueta, había unos tres dedos de semen. Joder nunca había visto tanta leche en una sola corrida.

Sacó su miembro de mí boca, y me restregó la polla por las mejillas y la frente, tenía sus cojones apoyados en mí barbilla y su glande por encima de la frente, sobrepasando mi cabeza, y su polla estaba flácida!!!

― Anda guarra, bébete el desayuno, que se te va a juntar con la hora de la comida. ―y agarrándome por la barbilla me metió el cuello de la botella en la boca y me dijo.

―Traga, no quiero repetirlo. Cuando te digo que hagas algo, lo haces sin rechistar. ¿Lo has entendido?

― Si ― asentí con la cabeza, agarre la botella y bebí todo su contenido de un solo trago. Cuando acabé de apurar las últimas gotas que quedaban golpeando el cuello del botellín sobre la palma de mi mano. Me lamí la mano lascivamente, mirando a ese hombre a los ojos mientras pasaba mi lengua entre los dedos.

Él agarró su ropa, y se vistió sonriendo, tomó su caja de herramientas, me dio una tarjeta y me dijo:

― Llámame cuando necesites otra reparación, la de hoy va por mi cuenta. Por cierto, la lavadora no tiene nada, pero cambia de detergente, porque este te tapona el desagüe y no deja que se vacíe el aparato. Hay que usar productos de calidad.

Sé que ese último comentario iba con segundas, porque mientras lo hizo me metió el dedo en el coño y me lamió los labios.

Cuando se marchó, me quedé un rato acostada sobre el sofá haciendo un recuento mental de los acontecimientos. Un hombre muy poco atractivo, que amenazó con golpearme si no colaboraba con él, me hizo mamarle la polla, me folló y me desvirgó el culo y para colmo, disfruté.

En el fondo quien ha salido ganando he sido yo, pues, hechas las cuentas. Ya no protesto si mi marido no me dice nada  durante días, me basta con llamar al técnico y este me limpia las cañerías.

Además me quedé con el dinero que me dio mi marido, y me he comprado un conjunto muy sexy de lencería, para cuando vuelva mi técnico la semana que viene.

FIN


Puedes ver el relato original con ilustraciones  en http://1drv.ms/1wHZkmh**