El fin del privilegio: Un Nuevo Renacer
María, o mejor conocida como Marian tiene un pasado ligado a la esclavitud. Tuvo que renunciar a personas importantes en su vida. Por suerte, se reencuentra con su antigua amante.
En nuestro hogar, Impra Oskria, ya había tenido que hacer alguna que otra cosa algo fea por lo que cuando nos hicieron esclavas, yo siempre lo llevé mejor que mi hermana. El truco con nuestra ama era fingir que la queríamos, y así con suerte nos trataba como personas. Mi hermana no era demasiado "receptiva" a su educación por lo que, su hija acabó quedándose con ella. Antes de que las sacerdotisas me comprasen, tuve que parir a un par de hijos suyos. Yo, que nunca desarrollé aprehensión hacia mis bebés, no me importó demasiado cuando fui comprada. La hija de mi antigua ama, me prometió que cuidaría de mi hermana. Mi nueva ama quería que amamantara a sus hijos, una sacerdotisa de alto rango que andaba todo el día ocupada. Esta me dió un atuendo de esclava de lujo, unas cadenas de oro en mis piernas, lo que me impedía moverme libremente, otra en el cuello, y unas pulseras de blanco puro, y un septum.
Como dije, me quería para dar de pecho a sus hijos por lo que no tocó mis pechos ni los modificó. Mi nueva ama se aseguró de que todos sabían a quién pertenecía. En cierta forma agradecí el cambio de los moratones en la cara por algo más visible.
–Cuando te compré, temí que tú recelo por tu vieja ama se viera reflejado en mí. Me alegro de que cuides de mis hijos, y me cuides como solo puede una esclava.–liberó mis piernas de mis cadenas.
–Es lo que soy, ama.–ella acarició mi rostro, yo le entregué a su hijo.–Lo he sido treinta años, como lo ha sido mi hermana.
Ella se sintió mal por mi durante un momento, la pobre perdió al amor de su vida en una batalla. Mi ama me trataba en muchas ocasiones como su antigua amante, como a su pareja y como a su confidente. Nunca me golpeó, nunca me azotó y nunca me forzó. Así que ese día estaba lista para declararle mi amor, le hice acostarse en la cama, y comencé a montarla. Ella agarraba mi cadera mientras yo recibía su polla.
–Ama, libérame, y hazme tu esposa. Te daré niños, muchos, todos los que desees.
Mi ama en aquel momento comenzó a romper toda la parafernalia de esclava que llevaba puesta. La follé con una pasión que nunca mostré en treinta años. La monté con verdadero deseo. Me sentía lista para entregarle mi corazón a mi antigua ama, y ella el suyo.
Sin embargo, ocurrió algo que me cambió definitivamente. Al recibir su semilla me desmayé, por accidente entré en comunión con los dioses, con los tres. Me encontraba en una sala oscura con tres tronos, me acerqué a uno y acabé en el hogar de la diosa que creó a las hermafroditas. La diosa se mostró muy sorprendida cuando le conté lo que ocurrió.
Yo me desperté rodeada de sacerdotisas, pensé que era para una orgía pero había hecho algo que se suponía imposible. Mi ama ya habiéndose liberado, me llevó desnuda con la Suma Sacerdotisa.
–Todas hemos sentido un escalofrío durante un momento. Tu esclava debe ser entrenada.
–Entrenaré a mi esclava para convertirse en una sacerdotisa.
Mi ama me marcó con magia, con una estrella y una espada. Al salir habló:
–En cuanto te convierta en una sacerdotisa, serás libre y te verás entregada al sacerdocio. Lo nuestro se habrá acabado, me obligarán a ello.
–¡No quiero ser una sacerdotisa! ¡Quiero ser tuya?
–No puedes, Marian. Si te libero, te asignarán a otra y las sacerdotisas no pueden ser esclavas.
–Si soy solo hermafrodita puedo seguir siendo esclava.
Yo le pedí que me liberase mientras follamos, pero era ella la que se había decidido a darme la libertad. No quería que fuera su esposa, ni que pariera para ella. Quería que tuviera una vida, y eso hizo. Me entrenó severamente durante años, me enseñó sus secretos, todos y cada uno de ellos. La última noche antes de mi conversión a hermafrodita, decidimos tener una despedida por todo lo alto. Por la mañana volví a ponerme el atuendo de esclava por última vez en toda mi vida. Mi ama y yo cumpliríamos con todas nuestras fantasías antes de que ella me dejase. Primero, me llevó a una tienda donde ella me masturbó mientras comprábamos ropa. Me pillé ropa interior negra, y una falda . Después me llevó al parque, donde se la chupé durante un buen rato. Sujeté mis pechos con mis manos mientras devoraba su polla.
–¿No te echas atrás? ¿No quieres seguir teniéndome como esclava?–me saqué un momento la polla de la boca.
–No, vas a ser libre.
Mientras se la chupaba, se me escapó una lágrima. Ella recogió mi pelo, y secó la lágrima. Se corrió cuatro veces, todas en mi boca.
El siguiente punto de nuestro recorrido era un prostíbulo de eclipses, donde mi ama comería polla hasta hartarse. Se desnudó, renunció a todos sus ropajes y le pusieron un collar. Allí entendí que ella había tenido los mismos orígenes que los míos. La habían rodeado cuatro hermafroditas, se comía la polla de una y recibía el semen de las otras dos. Yo me arrodillé en ese festival de salchichas y ayudé a mi ama con las pollas.
Para terminar, fuimos a casa y tuvimos sexo hasta que su polla ya no se podía poner dura por más veces que utilizase mis pechos.
Al día siguiente fui convertida en sacerdotisa eclipse. Mi ama desapareció, ahora me di cuenta de que su último acto de amor fue rescatar a mi hermana.
Como sacerdotisa, mi atuendo pasó a ser muy peculiar. Mi típico atuendo de esclava, pero con un sujetador hizuno, unas bragas y una falda. Todo eso como representación de mi antigua vida.
De vuelta al presente, Amara me dió una palmada en la espalda.
–Recuerdas cómo vestía antes. Quiero volver a hacerlo.
Amara me lo quitó todo, y me dejó con la ropa interior, me pasó una falda y el collar de esclava. Además de unos guantes negros. Al sacar mis alas negras, el sujetador se rompió por lo que decidí usar magia para cubrir mis pechos. No volví a ocultar mis alas, iría así.
Mi hija se bajó el pantalón y se pajeó un rato. Aelia se adelantó y comenzó a echarle una mano. Mi antigua amante me besó.
–¿Vas a ir en topless?
–¿Se ha difuminado el hechizo?
–Si.
Volví a invocarlo y me alejé de ella. Se podía notar que había renunciado a mi estatus de hermafrodita. Cuando las dos acabaron, aparecimos en un bosque al anochecer.
–¿Dónde estamos?
–Cerca de nuestro objetivo, el problema es saber quién y cómo es.
–Marian y Myriana, necesito que intentéis entrar en comunicación con la diosa.
Ambas nos arrodillamos e hicimos un esfuerzo por concentrarnos. Durante un momento no sentí nada, pero tras unos segundos abrí los ojos y todo era oscuridad pura. Entonces aparecimos en unas cavernas.
–No es aquí donde deberíamos estar.–dijo Myriana
–No, dame la mano, no te alejes de mi. No queremos llegar al lugar inapropiado.
–¿Cómo?
–No queremos toparnos con la Hija Luna, es en extremo depravada.
–Dejaste preñada a mi madre, una sacerdotisa lunar.
–Tu madre y yo nos queríamos, o eso creía. Nunca me dijo que peligros corríamos, ella tiene razón, era muy tonta.
–No hay nada de tonto en no saber ver la maldad de las personas.
–Como sacerdotisas eclipse nos exponemos a mucha maldad, Myriana. Luchamos contra ella a diario, tendría que haber sabido escuchar según qué advertencias y señales de tu madre.
–Y no lo hiciste, pero eso es agua pasada. Tenemos que encontrar nuestro camino.
Las profundidades cavernosas estaban iluminadas por una antorchas casualmente puestas por alguien. De momento solo veíamos un camino que subía. Todo era muy silencioso por lo que quise conocer mejor a mi hija.
–Háblame de tí.
–Me crió mamá ella sola. No permitió que ninguna sacerdotisa la tocase mal, o por lo menos no permitió que yo viera esas cosas. Durante la adolescencia era una joven muy rebelde y pajera.
–Sigues siendo joven.
–Pero ya no soy adolescente. Mi mamá no permitía que la mirase desnuda, ni siquiera que pensara en ella de esa manera. Así que cada vez que lo hacía, me daba un buen puñetazo y me hacía llorar.
–Eso es pasarse.
–No, hizo lo que tuvo que hacer. Me enseñó a tener unos límites, a tener una moral y en cierto modo a ser más lunar de lo que ninguna otra hermafrodita sería. Me pareces hermosa mamá. Tu cuerpo parece un regalo de la Madre Creadora en persona pero nunca dejaría que me la chupases, ni que me hicieras una paja. ¿Y sabes por qué? Porque eres mi madre.
–Me alegro de que Amara te diera una buena educación. Mi ama nunca me educó de esa forma, me enseñó secretos, me enseñó a leer y a satisfacer pero nunca a cómo debería controlarme.
–¿Cómo era tu ama?
–Alta, rubia y con una gran presencia, pero en casa era triste y distante. La echo de menos.
–Pero fue tu…
–Lo se, hija pero cuando me liberó nunca volvió a verme más. Ni siquiera a su hija.
Recuerdo haber acabado con el sexo, y que ella estuviera en el borde de la cama, con lágrimas en el rostro. La abracé por detrás, aplastando mis pechos contra su espalda y agarrando su polla con mi mano. Como muchas otras veces, solo se secaba las lágrimas y disfrutaba de la paja. Cuando conseguía una eyaculación ya había dejado de sollozar.
–La amas.
–Ojalá no me hubiera dejado, pero cuando me liberó me dió vida como una madre al parir. Creo que mi forma de verla cambiaría mucho, ya no sería mi primer amor, sería una madre.
–Cuando toda esta mierda termine podríamos buscarla.
De milagro encontramos una puerta. No había otra así que la abrimos. El olor a naturaleza que me llegó era inconfundible, era el olor de las flores de la diosa Eclipse. Encontramos a una sacerdotisa hermafrodita recibiendo una mamada, de lo que debía ser una imagen desnuda de la diosa pero hecha para servir.
–Ahora voy ayy, sigue.
La rubia agarró del pelo a esa cosa y guió sus movimientos hasta que eyaculó en su boca.
–Quereís buscar a la diosa, lo sé. Me dijo que tendría que hacerlo si se encontraba en peligro.
De la tierra emergió una fuente a la que las tres nos acercamos. La imagen esclava de la diosa se colocó detrás de mí. Mientras comenzaba a recitar sus hechizos, la imagen esclava bajó mis bragas hasta el suelo. Yo me sonrojé y seguí atenta a la fuente. Puso su polla contra mi culo.
–Esa cosa está creada para reconocer las fantasías sexuales y las necesidades de quienes entran aquí.–apoyé mis manos en la fuente mientras ella jugaba con su polla en mis glúteos.–Te da lo que necesitas, cuando lo necesitas por cuánto tiempo necesites.
–Lo cierto es que necesito una buena enculada. Agárrame las tetas, putita divina.
Me aferré a la fuente y esperé a la penetración. La esclava abrió mis glúteos e introdujo su polla en mi culo. Una vez dentro inició sus movimientos, bajé la cabeza y comencé a gemir mientras ellas hacían lo suyo. El lugar era muy silencioso por lo que las palmadas que hacían sus testículos contra mi culo se debían oír mucho.
Podía notar como sus movimientos eran automáticos, me follaba el culo al mismo ritmo sin parar.
–A Aelia le va a doler el culo esta noche.
–La diosa está usando su poder para romper uno de los bloqueos que le impiden tomar el control. Se encuentra en un templo, en una cueva cercana a vosotras al norte.
Yo me sentía en la gloria con esa polla llenando mi culo. Tras haber pasado unos cuantos minutos sentí como me llenaba el culo con semen. Ella salió de mi ano, y pasó a mí vagina.
–Tienes que darte prisa, el equipo de la usurpadora se acerca a capturarla. Gozan de apoyo de los solardiente.
–Yo también voy.–dije jadeando y recuperando el aliento.
La imagen de la esclava sacó su pene y se alejó. Estuve un buen rato apoyada en la fuente.
–Diosa bendita, no me follaban tan bien en mucho tiempo.
–Siempre puedes quedarte y yo puedo ocupar tu cuerpo mientras no pueda ocupar mi propio cuerpo.–sonreí con picardía. Mi hija ya volvió al mundo real.
–Volveré por la noche la próxima vez que descanse.
Me desperté apoyada en un árbol, sentía todavía mi culo llenado por el semen, algo me chorreaba por la pierna. Me levanté a pesar de esa sensación que tenía.
–Vamos, tenemos que darnos prisa.
Con el culito bien caliente por los fluidos corporales fuimos corriendo hacia donde teníamos que ir. Me quedé con el pensamiento de que tendría que haberme quedado, y haberme follado a ese ser toda una eternidad. Ahora iba corriendo con las bragas y el culo manchado en semen. Se me olvidó que a veces puede suceder eso, y más cuando no es la diosa la que lo hace.
Nos alertamos cuando oímos una explosión, lo cual nos sirvió de guía. Nos adentramos en el bosque, y seguimos los gritos que se escuchaban. Eran gritos de furia. Se escuchó otra explosión. Me adelanté volando, y usé una lanza mágica contra una de las tipas. Concentré en mi mano magia de oscuridad, que convocó una espada negruzca. Luché contra ellos como no hacía desde mis días de sacerdotisa. Aelia llegó a ayudarme y juntas con nuestros poderes, liberamos a la diosa, la cual había sido encadenada con un metal ardiente. La diosa se acercó a una de las supervivientes, y la levantó por el cuello.
–Soy vuestra diosa, la hija de la Madre de toda Enandrar. ¿Por qué hacéis esto?
–La Suma Sacerdotisa dice que estás corrompida, como lo estaba la Luna.
–Decía que...–enfadada, aplastó el cráneo de esa sacerdotisa.–Hay una laguna cercana, acompañadme, las que no quieran bañarse, volved al prostíbulo.
Ninguna nos atrevimos a hacer preguntas. Yo que tenía que lavarme, la seguí. Myriana se fue. Reinó un silencio incómodo hasta que llegamos a la laguna. Aelia invocó un orbe de luz, que iluminó las inmediaciones. Yo me quité la falda, y metí mis bragas al agua.
–¿De dónde te ha salido toda esa leche?–preguntó Aelia
–He sido yo.–dijo la diosa
Lavé mis bragas y las dejé en una rama. La falda también, y me metí al agua.
–Te ayudo, con el culo.
Permanecí en la orilla, donde Aelia metió su dedo en mi ano y me ayudó a limpiarlo. Nadé hasta el centro del lago, donde había una piedra grande.
–He echado de menos mi época de esclava, todo era más fácil con mi ama buena.
–Y yo echo de menos nuestro amor.
–Una parte de mí sigue añorando a mi ama pase el tiempo que pase.
–Eso no lo suelen decir mucho.–dijo la diosa
–Intenté tener dos esclavas, e incluso un amor, pero no salió bien. No sirvo para dominar. Quiero volver a mis orígenes, y ser de alguien. Acercaos, quiero que seáis las primeras en probar la nueva versión del hermafroditismo.
Nos acercamos obedientemente a la diosa. Me imaginaba que me devolvería el hermafroditismo pero puso su mano en la entrepierna de Amara. Se llevó sus manos a sus entrepierna y comenzó a gritar de dolor. Su dolor duró unos segundos. Cuando apartó las manos, tenía una polla.
–A ti te devolveré tu capacidad de poder de sacerdotisa, sin la necesidad de ser una hermafrodita. A no ser que desees recuperar tu pene.–negué con la cabeza.–Regresaré al prostíbulo, que disfrutéis del regalo.
Desapareció de nuestra vista, y Aelia pronto salió del agua. Usó su magia para secarse y se despidió de nosotras.
–Myriana me está esperando, tengo que acudir a su llamada.
–¿Por qué no has querido recuperar tu miembro?
–Quiero experimentar cómo se siente recibir. Además, así podrás preñarme.
–¿Entonces hemos vuelto?
Nadé hasta la orilla donde me senté fuera.
–Hazme tuya, conviérteme en tu esclava.
–Tranquila, yo te daré lo que buscas.
Seguí retrocediendo hasta que me arrodillé en un árbol. Amara me siguió, hasta estar frente a mí. Acaricié sus huevos hasta que su polla se puso dura, y entonces abrí la boca. Amara metió toda la polla en mi boca, sabía que podría con ella. Cerré la boca y comencé a darle lamidas, no se sentía como la polla de una eclipse, de alguna forma se sentía como chupar una polla normal.
–¿Recuerdas que yo siempre te la chupaba? Gracias por renunciar al hermafroditismo.
Su polla me llegaba hasta la garganta. Dió comienzo a sus movimientos de pelvis, me agarró de la cabeza y me dejé manejar. Con su mano en mi cabeza, guiaba sus movimientos, metiendo la polla dentro y fuera de mi boca. Yo lamía la polla pero ni hacía nada más.
–¿Quién es una buena puta?–dijo mientras tragaba pene bien fresco.–¿Quién es una zorrita bien obediente?–levanté mi mano.
Con los labios cerrados en torno a su polla, Amara siguió moviéndola en mi boca. La volvió a meter al fondo cuando sentí que se iba a correr. Amara orgasmeó cuando eyaculó en mi boca, como no solían hacerlo las hermafroditas. Me tragué el semen, y limpié el miembro de mi antigua amante.
–Cómo cambian las cosas. Antes era yo la que tragaba tu polla siempre que la sacabas, y ahora eres tú la que hará eso.
–¿Te cuento un secreto? Tú tenías el poder todo el tiempo. Estaba loquita por tí, podrías haberme utilizado sexualmente de mil formas distintas. No obstante, elegiste dejarte manejar por mi.
–¿Te cuento otro secreto? Me gustaba eso, lo único que se me olvidó fue evitar embarazos pero no cambiaría ese detalle por nada en el mundo.
–Si estamos confesando secretos, durante mi época como novicia tenía una hembra alfa como compañera, su trabajo era enseñarme y vaya si me enseñó. Me convirtió en su putita personal, y fui su mascota casi al mismo tiempo que nosotras amantes.
–Cuéntame más sobre ella.
–Su aura de dominación era tan fuerte que solo podía entregarme a ella y obedecerla ciegamente. Nunca pedí ayuda porque nunca forzó mi mente, y además me gustaban esos juegos. Te daré detalles más tarde, cuando este miembro esté adolorido de tanto eyacular.