El fin del mundo 4
Después de quedar con Eva (y con Bob) llegué muy muy excitada a casa. Qué me esperaba allí?
Llegué a casa con una mezcla de excitación y sentimiento de culpa. Por suerte no había nadie.
Llamé a Mario.
-Ya estás en casa? – me dijo.
-Sí, dónde andáis?
-Estamos dando una vuelta con Luis y su hijo. Luego tenía pensado dejar a las niñas en casa de tu madre. Qué tal con Eva?
-Bien, muy bien, ya te contaré.
-Entonces, esta noche quedamos con ellos?
-Sí, claro.
-Vale, vale. Luego nos vemos.
Mientras se llenaba la bañera de agua caliente me puse a recoger las compras. No podía dejar de pensar en Bob, en su boca, en sus pectorales… Venía a mi mente una y otra vez la imagen de su mano dentro de mis braguitas y la de su pene eyaculando sobre los pechos de Eva…
La excitación de esta nueva experiencia para mí se mezclaba con un montón de dudas y miedos. Eva se lo habrá contado a su marido? Y si comentan algo durante la cena? Debo contar a Mario todo lo ocurrido?
Me metí en la bañera pensando en que quizás lo mejor sería no quedar con Eva y Pedro.
Unas dos horas después llegó Mario. Venía animado.
-Qué tal las niñas? – pregunté.
-Muy bien, hemos estado en el parque un buen rato. Bueno, y tú qué tal?
-Bien, bien…
-Nos tienen preparada una encerrona para esta noche? – Me preguntó a la vez que se acercaba a mí y me cogía por la cintura.
-Es lo que quieres?
-Quiero pasármelo bien contigo. Eso es lo que quiero – Me miró fijamente a los ojos y me besó.
Qué beso más rico!!!!!! Aún lo recuerdo perfectamente. Nos aferramos el uno al otro en un fuerte abrazo y dejamos que nuestras bocas se fundieran en un beso apasionado. Mario paró y me miró a los ojos.
-No quiero que esta noche nos separemos ni un momento, de acuerdo?
Asentí y me lancé de nuevo a su boca. Se pegó a mí fuertemente y comenzó a tocarme el culo mientras notaba como su miembro se hinchaba.
-Dúchate – le dije sugerentemente – voy a ponerme una cosa que me he comprado para ti que sé que te va a gustar mucho mucho.
-Me encanta la idea – me dio un pico y se dio media vuelta.
Realmente estaba muy cachonda. Las caricias acumuladas de Bob, Eva y Mario habían conseguido desatar en mi un deseo de sexo excepcional. No me reconocía.
Me desnudé, me froté un poco el clítoris (no lo pude evitar), y comencé a ponerme el conjunto que compré en la tienda erótica.
Comencé con el corsé, de un precioso color rosa palo con bordados en negro. Además tenía unas rayas finas negras verticales que pronunciaban la forma del pecho y la cintura. Por suerte se abrochaba con unos corchetes en la parte delantera.
Una vez ajustado me puse las medias. Eran negras transparentes, con una amplia franja negra en la parte superior. “Me encanta cómo me queda”, pensé mientras me abrochaba el liguero. El tanga, a juego con el corsé, lo dejé a un lado.
Por último preparé un poco el ambiente. Puse un poquito de música sugerente, encendí una vela con olor a vainilla, que me encanta, y apagué la luz de nuestro dormitorio.
Enseguida apareció Mario completamente desnudo.
-Te gusta?
-Estás preciosa!!! Qué sexy!!!
Se acercó, me cogió del brazo y me giró para contemplarme detenidamente.
-Qué bien te queda! Estás guapísima!
Mario ya estaba empalmado y no pude resistirlo. Sin decir nada, sin mirarle a la cara, agarré su falo y me arrodillé delante de él. En ese momento comencé una de las mamadas más placenteras que he hecho en mi vida.
-Es la primera vez que me la chupas así – me dijo Mario.
No contesté. Yo seguía concentrada en la felación, en la misma postura que Eva se la chupó a Bob unas horas antes.
Aunque sé que a Mario le encanta, normalmente no hacíamos sexo oral, y menos en esa postura. Pero os juro que esa mamada la estaba disfrutando como si fuera lo último que hiciera en la vida. Introducía el pene una y otra vez en mi boca. Luego paraba y dejaba que mi lengua jugueteara con el capullo. Me sentía ardiendo, creo que nunca había estado tan cachonda antes y con tantas ganas de sexo.
Mario no podía aguantar más e intentó que parara.
-Como sigas así me corro – me advirtió.
En ese momento dejé de chupar, le miré a la cara y sonriente comencé a masturbarle.
-Quiero que te corras – le dije seriamente.
Me hubiera encantado que se hubiera corrido en mis pechos, como Bob lo hizo sobre Eva, pero no quería manchar el corsé nuevo.
Enseguida llegó el momento y Mario mandó a volar a su cálido semen.
Me levanté, empujé a Mario sobre la cama y le dije “métemela, no aguanto más”.
Mario se levantó rápidamente, me cogió de la cintura y me tumbó sobre la cama. Abrí las piernas deseosa de tenerle dentro de mi pero Mario tenía otros planes.
-Ahora me toca a mí. – dijo. – Recuerdas lo que te gustaba que te atara cuando éramos novios?
-Hace mucho de eso.
Rápidamente Mario me vendó los ojos. A continuación cogió mis brazos y los puso en cruz. Con un fular para cada mano ató mis muñecas a la cabecera de la cama. Y ahí estaba, toda deseosa de sexo, completamente abierta de piernas, a la espera de ver qué haría mi marido conmigo.
Con algo muy suave, como una pluma, empezó a acariciar mi cuerpo. Comenzó por el cuello, muy despacio. Luego siguió por entre mis pechos hasta el ombligo… Yo estaba completamente excitada, necesitaba caña, pero mi marido había decidido jugar lentamente.
A la vez que Mario comenzó a acariciar mis pechos con la pluma empecé a mover mis caderas en círculos y adelante y atrás. Sentía como el interior de mi cuerpo estaba totalmente empapado. “Date prisa”, pensé.
No pude evitar dar un bote al sentir de repente las caricias en mi excitado clítoris.
-Métemela – supliqué.
Mario me ignoró y continuó acariciándome mientras yo no paraba de mover mis caderas. Necesitaba tenerle dentro!
Por fin retiró la pluma. Por sus movimientos debió dejarla en la mesilla. Se levantó y salió. “Dónde coño va ahora, pensé. Será capaz de dejarme así?”.
Se me hizo eterno, pero en realidad no tardó en volver. Subió a la cama y cogió uno de mis pies. Lo levantó y empezó a besar el tobillo mientras con la otra mano acariciaba mi pierna. Lentamente sus labios fueron subiendo por la espinilla a la vez que su mano se acercaba a mi sexo. Sus besos subieron por mi muslo. Sabía dónde iba a terminar su boca, estaba claro. Apoyó mi pie en la cama y con una mano en cada muslo me abrió de piernas. De nuevo volvió su boca a besar mi cuerpo, esta vez debajo de mi ombligo. Nunca jamás me había sentido tan excitada como en ese momento. Era evidente: el fin del mundo no había llegado cuando lo pronosticaron los mayas, pero sí había cambiado algo dentro de mi. Algo que me pedía sexo, sexo y sexo.
Pensando en la antigua profecía llegó el momento en que la lengua de mi marido acarició mi clítoris por primera vez. Me dio un escalofrío que me recorrió todo el cuerpo hasta hacerme brotar un profundo gemido de placer. Animado por mis movimientos y mis suspiros, Mario se recreó en recorrer mi clítoris con su lengua. Primero por el centro, luego por los laterales… Si antes me sentía húmeda ahora estaba completamente empadada. Si antes estaba deseosa de tener a mi marido dentro de mí, ahora quería que no parara. Estaba disfrutando como nunca.
Mario paró.
-Métemela – grité.
Mi marido se incorporó. Me agarró mi pierna derecha y se acercó a mi. Me preparé para sentir su penetración, pero seguía queriendo jugar conmigo.
De nuevo sentí un escalofrío al sentir su capullo acariciar mi clítoris. Mario me agarraba fuertemente y apenas podía moverme. Aún así intentaba oscilar mis caderas a la vez que él seguía acariciándome con su pene. Eché mi cabeza hacia atrás, como para coger fuerzas, pero no conseguía levantar mis caderas.
-Fóllame, joder!!!!! – grité desesperada.
-Jamás me has pedido que te folle – por fin habló.
-Métemela, métemela, métemela. Estoy deseando sentirte dentro.
Mario por fin apuntó al centro de mi vagina e introdujo la punta de su capullo lentamente. Vasculando mis caderas intenté que se metiera más adentro, pero no lo conseguí ya que apenas podía moverme. Mario jugó con su capullo dentro de mi. Lo metía un poco, lo sacaba, lo volvía a meter. Yo estaba como loca, quería su rabo hincado hasta el fondo, sí, eso era lo que deseaba.
Mario salió de mi, soltó mis piernas y volvió a besarme el clítoris. Ahora, liberada, dejé que mis caderas se movieran adelante y atrás con energía. Sentía la lengua de Mario acariciándome ardientemente y no pude evitar el orgasmo. Qué placer!!!!! Fue la primera vez que me corría con sexo oral. Fue maravilloso.
Mario no dijo nada y esperó a que me recuperara dándome besitos por todo el cuerpo.
Estaba extasiada. Estaba en la gloria.
En eso, Mario volvió a la carga. Me abrió las piernas y esta vez sí metió su miembro hasta el final de una embestida. Suspiramos a la vez. Mario se quedó parado, sintiendo mi calor.
-Estás preciosa – me dijo.
Me dio un pico y comenzó a penetrarme una y otra vez, cada vez con más rapidez e intensidad. No pude hacer otra cosa que abrir bien las piernas y disfrutar de lo que estaba deseando desde hace ya un buen rato. Fue un polvazo maravilloso.
Mario añadió sus fluidos a los míos y se desplomó a mi lado, rendido.
Una vez desatada y sin la venda en los ojos, quedamos fundidos en un cariñoso abrazo hasta quedarnos dormidos.