El fin del fin del mundo. Cap 2: Blanca

Relato Z: Saul empieza a ser consciente del jaleo en el que se ha metido, pero blanca le tiene totalmente fascinado. ¿Podrán los zombies enturbiar esta historia?

ANOTACIÓN ANTES DE LEER.

Es recomendable, por no decir necesario, leer la primera parte antes de leer este capitulo, la idea es que sea una historia lineal separada por capitulos.

Por otro lado el nombre de la protagonista cambia por que Bianca no me terminaba de sonar bien, lo siento.

Sin mas, espero que disfruteis de la lectura.

Blanca acababa de tener un orgasmo y su coño abrazaba mis dedos con unas pulsaciones rítmicas que me estaban haciendo perder la cordura por momentos. Habia dejado empapado el borde de la mesa y sus muslos estaban brillantes y resbaladizos.

—Quiero repetir...

Susurró mientras pegaba su frente a la mía. Yo me pase una mano por encima de la polla, asumiendo el riesgo de correrme en los pantalones solo con el roce.

—Te juro que no creo que pueda repetirlo en estos momentos si no quieres que...

—No, no —sustituyó mi mano por la suya y empezó a desabrochar los botones de mi pantalón de camuflaje. — Quiero repetir lo que hicimos en la silla.

Apoyó los pies en el suelo y liberando mi pene se sentó sobre mis piernas. Le agarré las caderas atrayéndola hasta el centro de mi excitación, la muy cabrona se restregó dejándome el miembro resbaladizo y brillante de sus fluidos. Paso los dedos por las cicatrices de mi cuello y enterró los dedos en mi pelo tirando con fuerza para acercar mi cara a la suya.

Me devoro la boca con un ansia feroz, ni los muertos me habían asaltado con tantas ganas. Notaba su lengua por todos lados: enredada con la mía, lamiéndome los labios, repasando mis dientes...

Seguía frotando su sexo contra el mío con unos movimientos que me estaban volviendo loco por que necesitaba meterme dentro de ella con urgencia. Me pilló por sorpresa mi propio orgasmo, de mi boca tan solo salio una serie de vocales que se parecían sospechosamente a: “joder, me corro”. Le agarré el culo clavándole los dedos con tanta fuerza que debí hacerle daño. Ella sin embargo no pareció darse cuenta, igual ni siquiera sabía lo que acababa de pasar.

Se acomodo mejor y se clavó en mi polla sin darme lugar a réplica, seguía tan duro como al principio, ni en mis mejores momentos me habia sentido así de excitado. Blanca se movió y comenzó a gemir de una manera que hizo que me vibrase hasta el último hueso del cuerpo.

Al diablo con todo, con La Central, con las leyes, con el deber y con la mismísima raza humana. Solo podía pensar en su desnudez contra mí, en cómo su coño me envolvía con calidez y cómo su pelo me rozaba la cara.

Le estrujé las tetas mientras ella continuaba con su diabólica danza pélvica, admito que no fui delicado, solo quería sobar y estirar sus pezones hasta que gritase de gozo y dolor. No tardo en darme ese gusto haciendo resonar sus gemidos por toda la cocina.

Pude notar como frotaba su clítoris contra mi hueso púbico cada vez que balanceaba las caderas, pude notar como su respiración se hacía cada vez más superficial y como se le tensaban los músculos de los muslos. Pude notar sus dientes mordiendo en la base del cuello haciendo que se me pusieran los ojos en blanco y espoleándome a elevar las caderas para clavarme aún más hondo en ella. Y pude sentir su orgasmo llegar y el mio culminar, note como los espasmos de su vagina apretaban mi polla vaciando hasta la última gota de semen en su interior.

Hostia puta, follar era mejor de lo que recordaba.

Se levantó y enarcó una ceja al ver el desastre de fluidos que le escurría entre las piernas, mis dos corridas y la suya mezcladas gotearon en el suelo.

—Oh, vaya — dijo sorprendida.

Paso una mano entre sus muslos y la sacó completamente empapada y pegajosa. A continuación y dejándome totalmente flipado empezó a restregarse mi corrida por la cara a conciencia. Le agarré la muñeca para pararla.

—¿Qué haces? O sea... —me había quedado sin palabras— ¿Qué haces?.

— Leí en varias revistas que el semen era bueno para la cara.

Si me quedaba algo de tensión por todo lo ocurrido termine de descargarla en un ataque de risa que hizo que Blanca se sonrojara y me mirara con odio.

Se dio la vuelta y agarró el rifle otra vez. La chica le estaba cogiendo gusto a apuntarme con el arma, al menos consiguió que mi ataque de risa menguase.

—Tranquila, fiera. Mira, — le dije mientras me levantaba despacio con las manos en un gesto conciliador y me terminaba de quitar la ropa, tendría que lavarla toda— me da que eso que leiste eran mentiras que se inventaban los tios para que nos dejaseis corrernos en vuestra cara como en las pelis porno. Pero el semen no vale para nada salvo...

Sentí como la idea entraba abriendo una puerta de una patada. Joder, joder, joder. Si se quedaba embarazada no podría llevarla a La Central, si se sabía que habíamos follado, a ella se la llevarían de todos modos pero a mi lo mas amable que me harian seria meterme un tiro entre los ojos. Las mujeres eran nuestro activo más preciado, la supervivencia de la raza. Esta chica me estaba tan prohibida ahora como en los tiempos de antes de la guerra lo estaba el matar a alguien. ¿Cómo podía haberme liado así? A mi que no me tembló el pulso cuando tuve que delatar a compañeros que traficaban con medicamentos. Que me mantuve frío rodeado de muertos durante tres días en un camión hasta que llegaron refuerzos. Que me cosí una herida de un palmo en un muslo con una aguja lanera e hilo de hilvanar.

¿Cómo podía haberla jodido asi?

Bueno, la respuesta estaba clara: Por que después de tantos años y tantas guerras los humanos no cambiaban.Y en esos momentos, recién follado y con ella desnuda apuntándome con un rifle me habría muerto feliz.

Una segunda idea se impuso sobre la primera de forma sutil: igual no tendría por qué enterarse nadie. A fin de cuentas estaba retirado, ya no tenía que dar explicaciones frente a los altos cargos. Había luchado por mi vida y mi libertad. Podría quedarme aquí, podría marcharme. Podría follarla todos los días y a todas horas. Podríamos tener una retahíla de chiquillos y aquí no se enteraría ni Dios hasta que fuera demasiado tarde.

Por el momento tenía que centrarme y que dejase de apuntarme.

—Vale, lo siento, he perdido practica con las mujeres pero sé que no os hace gracia que nos descojonemos en vuestra cara después de un polvo, pero es que lo último que me esperaba era que hicieras eso, ni te imaginas la pinta que tienes ahora mismo.

Bajo el rifle un poco y me miró, estábamos los dos desnudos frente a frente, sudorosos y pringosos. Torció la boca y la nariz en un gesto que no supe traducir, pero se echó el arma al hombro y relajó la postura.

—Vamos a bañarnos, soldado. No te imaginas la pinta ni el olor que tienes ahora mismo.

Touché.

Bajamos por el camino largo al río, salía del pueblo y bajaba rodeándolo hacia el oeste. Era increíble lo mucho que habia proliferado la vegetación de la zona. El camino apenas se intuía, pero Blanca se movía como un perro de caza entre los grandes helechos y árboles.

Yo habia pateado a conciencia aquella parte del pueblo, pero lo que veía ahora apenas tenía que ver con lo que yo había conocido. Recordaba recorrer ese camino con la cuadrilla y un montón de cervezas, despreocupados e idiotas como todos los adolescentes.

El camino solo tenía cuatro kilómetros y tardamos muy poco en bajar, espoleados por el calor y las ganas de diversión, y mucho en subir, cansados y un poco bebidos. Dejábamos las latas en un pequeño recodo que hacía el río y así se mantenian frías. Seguí haciendo lo mismo con la cantimplora durante la guerra. Siempre que hubiese agua corriendo cerca tendrías agua fresca, aunque esta supiese a las pastillas de potabilización del ejército.

En aquel momento aquello me pareció irreal, era tan lejano. Ya no era el mismo chiquillo que salió del pueblo desesperado por algo más grande, por algo de reconocimiento y una vida mejor. Joder, no sabia si era mejor, pero al menos seguía vivo que a estas alturas de la pelicula era sinonimo de haber llegado muy lejos.

Blanca me guió hasta la zona que todos conocíamos como La Playa. Una zona donde el río formaba una media luna y el agua corría más lenta. Un ruido de chapoteo me alertó y eché la mano al cinto para encontrarlo vacío. Aquí la que llevaba el rifle era ella. Me había sacado de la casa de mis padres por delante y con el arma lista en las manos. Parece que se fiaba de mí para que le metiese la polla pero no para dejarme un arma. Muy bien, jugaría a su juego un poco más.

El ruido que me habia puesto en guardia volvió a repetirse y por fin lo ubique. Eran nutrias. Al parecer no solo la vegetación habia recuperado su lugar en el mundo, a los animales les iba de puta madre sin nosotros. Blanca me miró y sonrió de lado, apenas habia hablado desde que empezamos el paseo.

—Muy bien, ya puedes empezar a desnudarte.

Vaya, vaya... la chica quería un espectáculo. He de admitir que mis artes de seducción habían quedado olvidadas tras mil pajas a solas en el frente, pero quitando las cicatrices he de admitir que todavía estaba en muy buen estado físico.

Me quite la camiseta sudada, estaba bien entrado mayo y empezaba a hacer calor, mientras ella me miraba bajarme la cremallera de los pantalones le puse una cara que esperaba fuese sexy y no ridicula. En el momento en que me agaché para desatarme las botas ella aprovechó para desnudarse a toda velocidad. Como si la estuvieran cronometrando acabó desnuda en menos tiempo del que me llevó terminar de descalzarme y se metió corriendo al río.

—Vamos, soldado. — Me gritó desde el agua — Pensaba que eras mas rapido, pillame si puedes.

Estaba jugando conmigo, había bajado la guardia por primera vez. El rifle quedó tirado junto a su ropa en la maleza... podría haber cambiado las tornas. Una pequeña carrera, apuntarle y obligarla a salir del agua. Podría dispararle en un sitio no letal y entregarla a La Central. Podría devolverle el trato recibido, atarla y follarla hasta que me aburra y entonces matarla y nadie sabría lo que habría pasado, adios problemas... Si, podría.

Pero me miraba y se reía desde la parte profunda del río, invitándome a nadar con ella. Podía ver sus pezones duros y la piel de gallina por el frío , el pelo se le pegaba a la cara mojada y creo que era la primera vez que sonreía de verdad.

El agua esta fría de cojones, al menos en aquella zona daba el sol y no nos quedamos helados del todo mientras jugábamos como críos y  nos lavabamos. Luego nos secamos sobre una gran piedra plana como un par de lagartos. Hablamos del pueblo, de la gente que conocíamos, de los viejos tiempos y de cómo había cambiado la naturaleza.

Hablamos de todo menos de reanimados o del tiempo que paso desde que el mundo cayó, cada vez que intentaba hablar de algún encontronazo con los no muertos Blanca cambiaba sutilmente de tema. Casi siempre me enfrenté a ellos en compañía de un montón de hombres formados y armados, ella se había enfrentado a los reanimados sola.

Teníamos tiempo.

—Saul, ¿que más podríamos hacer?— preguntó mientras se incorporaba y miraba directa a la media erección que no me habia abandonado desde que habíamos salido del agua.

La pregunta me pilló con el pie cambiado.

—¿Hacer de que?

—De sexo, claro.—Se había puesto seria la muy jodida. Soltó eso y se quedó esperando mi respuesta.

—Literalmente podemos hacer de todo, Blanca. —Estire la manos y le pase los nudillos por el canalillo. Sus pezones respondieron a mi contacto elevándose, reclamando una atención que me moría por darles. — Te puedo follar de cien maneras, puedo chuparte, puedo morderte, puedo follarte con la boca y puedo follarme tu boca. Podría hasta follarte por el culo. Pero eso ya lo sabes, porque eres una chica lista que ha leído mucho.

Suspiro cuando le agarre un pecho y encerré su pezón entre mis dedos.

—Así que no es que más podríamos hacer, sino que quieres hacer tu.

—Lo quiero todo.

—Pues lo tendrás todo.

Se tumbó y se estiró como un gato dejando que le masajeaba las tetas a conciencia mientras emitía unos sonidos que me endurecieron la polla en cuestión de segundos. Me lancé a por ellas pasandole la lengua por cada centímetro de piel que me iba encontrando, le chupe y estruje los pezones hasta dejarlos empapados y duros, quería que estuviera bien caliente para lo que tenía pensado hacerle.

Segui chupandola el canalillo y luego fui bajando por su esternón, jugando con la lengua en su ombligo mientras me colocaba entre sus piernas. Acaricie sus pantorrillas mientras lamía sus muslos y sus gemidos subían de volumen. No recuerdo haber tenido tantas ganas de comerme un coño como en este  momento, teniéndolo a un palmo de mi cara, tan tentador y tan exquisito.

Hundí con ganas mi lengua entre sus labios, sentí lo caliente que estaba y como la humedad iba creciendo a medida que la chupaba. Note sus manos en mi pelo y sus caderas moverse como si no supiera que hacer con ellas frente a mi ataque oral.

Y yo, yo solo quería que se muriera de gusto y se corriera en mi boca.

He de admitir que me volví un poco loco, le metia la lengua, los dedos, frotaba mi cara mojada y rasposa por todo su coño, chupaba su clítoris haciendo que se retorciera y se le cortase la respiración, me faltaban manos para darle todo lo quería. Quería estar dentro de ella y comerla a la vez. Pegue mi boca sorbiendo y moviendo la lengua con fuerza de lado a lado.

—Joder... ¡Joder! — Ahí la quería, a punto de correrse. La mire sin separar mis labios de su sexo y la pillé espiándome con la boca y los ojo abiertos, las mejillas rojas y una expresión entre excitada y sorprendida.

Echó la cabeza hacía atrás y gritó mientras restregaba su coño de arriba abajo contra mi boca derramandose en un brutal orgasmo. No paré de lamerla suavemente hasta que sentí que se convulsionaba un par de veces más antes de quedarse laxa y jadeante.

Me puse de rodillas con la barba y la barbilla chorreando la mezcla de saliva y fluidos que hacía tanto que no probaba, los recogí y esparcí por mi polla hasta dejarla resbaladiza y brillante.

No la dejé recuperarse de su orgasmo y me clavé de un movimiento hasta el fondo, penetrándola con fuerza mientras la besaba y su lengua se llevaba los restos de su sabor de mi boca.

Aquella playa de ribera se convirtió en un lascivo escenario mientras nos follábamos como animales, tirados en el suelo, mordiéndonos y arañándonos, gimiendo y gritando. No se cuantas veces se corrió antes de que me llegase a mi el orgasmo, llenando su interior de semen, dejando el suelo mojado.

Me quedé tumbado sobre ella unos instantes, con la cara en sus tetas, recuperando la respiración mientras ella me pasaba las manos por la espalda como su acariciase un animal.

—Creo que vamos a tener que volver a lavarnos.

Yo solo queria seguir con la nariz en el hueco entre sus pechos, aspirando su olor a sudor y sexo. Sintiéndome en la puta gloria.

—Si, ahora estoy aun mas asqueroso que antes de meterme en el río. Pero es que estabas tan apetecible que...

—Saúl — su tono de voz había cambiado y dejó de dedicarme atenciones. Me levanté a regañadientes sobre los codos pero ella me hizo rodar apoyando el pie y elevando la cadera con un movimiento seco y violento haciéndome dar un golpe contra el suelo.

—¿Pero ahora que coño te pasa?

Salió corriendo hasta donde habíamos dejado la ropa y el arma y, con unos movimientos tan perfectamente coreografiados que dejaban a alguno de mis compañeros soldados al nivel de un principiante, quitó el seguro, apuntó y disparó una vez asumiendo con fluidez el retroceso de un arma de ese calibre, movió el cerrojo para recargar  y disparó una segunda vez sin titubear. Ahora, con calma, bajó el rifle y volvió a colocar el seguro.

Me había quedado tan absorto mirándola que tardé unos instantes en entender que debía haber algún reanimado. Que gran actuación por mi parte no caer en eso, menuda cagada mas grande. Bajó el arma y me miró.

—Vamos, soldado. Se acabó el recreo. Hemos hecho demasiado ruido...

Nos aseamos y secamos en tiempo record y nos vestimos sin decir gran cosa. Su ánimo había cambiado visiblemente y ahora estaba concentrada. Echó a andar río arriba hasta encontrar una zona donde el caudal se estrechaba y las rocas permitían pasar a la otra orilla.

—¿A dónde vas, Blanca?

—¿Tú qué crees? Voy a buscarlos y quemarlos.

—¿Siempre haces eso con los que matas? — pregunté. Las órdenes de La Central eran esas mismas: neutralizar y eliminar. Ella había sobrevivido sola y sin embargo había llegado a nuestras mismas conclusiones.

—Claro que sí, que sean caminantes no significa que antes no fuesen personas, se merecen un final digno y no quedarse ahí tirados como si fueran animales.

Se notaba que ella no había estado rodeada de esas cosas y justo de munición. Aquí había sido todo mucho más fácil, un lugar apartado y relativamente fácil de defender. Así se lo hice saber y su respuesta me sorprendió una vez más e hizo que la viese con otros ojos.

—Bueno, tu te has visto en situaciones difíciles, no lo dudo. Pero por aquí ha sido muy diferente. Cuando te fuiste del pueblo dejaste atrás a todos: familia, amigos, amantes... Yo no pude dejar a nadie atrás, yo me quedé junto a otros tantos conocidos. Tenía amistades y mis padres también, de este y de otros pueblos. ¿Crees que fue fácil, Saul? ¿Te piensas que fue fácil disparar a viejos conocidos cuando fueron mordidos? Te cambio tus miles de zombies anónimos por uno solo de esos niños que tuve que matar siendo yo solo unos pocos años mayor que ellos, delirantes por la fiebre, vomitando sus órganos y llamando a gritos a una madre que ya habíamos tenido que enterrar el día anterior. A ti te dieron un arma y un uniforme y te mandaron a matar caminantes bien pertrechado, has sufrido mucho, no lo dudo, pero aquí las cosas fueron por lo personal y eso es mucho más doloroso. Que tengas las cicatrices más visibles que yo no te hace mejor superviviente.

No pude más que darle la razón y seguir buscando en silencio a los reanimados que habia eliminado. Sin duda Blanca me daba mil vueltas en muchas cosas, tendría que intentar recordarlo antes de abrir la bocaza y cagarla otra vez.

Encontramos los cadáveres a unos metros de la orilla. Eran dos hombres en relativo buen estado, todos los procesos de putrefacción se detenían en su cuerpo por culpa de la infección, ningún otro organismo era compatible con el bicho que provocaba la enfermedad zombie.

Si no se han congelado, quemado o sufrido mutilaciones muy extremas estas cosas tenían una duración infinita. Quedaban muchos activos aún y haber bajado la guardia de esa manera por un polvo, por muy bueno que este hubiera sido, era un error que podría habernos costado la vida. Debía dejar de pensar con la polla y recuperar un poco la concentración.

Los disparos de Blanca fueron perfectos, entre los ojos. Se acerco a ellos y los contempló largo rato, se agacho y escudriñó sus rostros, a uno le faltaba gran parte de la piel de la cabeza y la frente y tenía un gran agujero negruzco donde debería estar su ojo. El otro solo tenía la típica mueca desencajada y amoratada que tenían todos.

Después de su reconocimiento ocular empezó a hacer un cortafuegos alrededor de los cuerpos, nos pusimos a buscar ramas y algo de hierba seca para que prendiese todo. En pocos minutos los zombies se consumían y la acompañe en un silencio respetuoso que no había prodigado antes a ninguno de los reanimados que habia eliminado.

Para cuando acabaron de quemarse habia empezado a atardecer y regresamos al pueblo caminando a buen ritmo. Según nos íbamos acercando empecé a sentirme tenso. ¿Qué cojones iba a pasar ahora? ¿Se iría a su casa hasta mañana o volvería dejarme inconsciente y a atarme para que no le hiciera nada? Aun me dolía el hostión y notaba hinchada la zona donde me atizó,  así que era una posibilidad muy alta.

Sin embargo entro a mi casa como si fuese la suya, se puso a encender un fuego y me insto a que sacase algo de la comida que habia traido. No me sorprendió saber que habia fisgado en mis cosas.

—Blanca, ¿qué vamos a hacer?

Ella me miró como si no entendiese el potencial lío que teníamos entre manos.

—Vamos a cenar. Vas a preparar una cama aquí y me vas a demostrar todo lo que puedes enseñarme.

Me acerqué a ella y la obligue a que me mirase.

—De verdad, tenemos que hablar de todo esto. Es un pitote que te cagas. Si nos encuentran los de La Central a mi me ejecutan y a ti te llevaran a un gueto solo para chochos para que te pongas a criar como una vaca. ¿Eso es lo que quieres?

Se sonrió haciendo que algo me palpitase, no sé si el corazón o la polla.

—Vamos a ver, soldado. ¿Crees que me pillaste de sorpresa cuando llegaste aquí? Conozco cada sonido, controlo cada camino. Nada entra ni sale de aquí sin que me enteré. Ahora además, gracias a ti, estoy sobre aviso de que las cosas están cambiando y va a empezar a haber movimiento. No pienso renunciar a lo que he creado aquí. Y si me quieren llevar a algún sitio será con los pies por delante. Este es mi hogar y ha sido solo mío durante mucho, mucho tiempo— un pequeño ramalazo de emoción cruzó su cara—. Ahora... igual estoy preparada para empezar a compartirlo. Ya veremos.

El fuego empezaba a calentar en el hogar y yo me permití relajarme un poco. Si un cabrón como yo habia sobrevivido lo suficiente para poder volver a casa tras el fin del mundo y esta mujer habia conseguido salir adelante sola no podía imaginar de lo que seríamos capaces juntos. Eso si no me mataba mientras dormía.