El fin de semana de Marta y Jesús (madre e hijo)
Continuación de mis últimos relatos escritos, en el que madre e hijo pueden disfrutar en soledad de su amor incestuoso.
Apenas habían pasado dos días desde que los cuatros, las dos madres y sus dos hijos, habían tenido su primera relación de sexo completo. Marta aún recordaba la sensación de tener a Jesús en su interior, el morbo que le producía follar con su hijo; ella que antes veía mal que su cuñada María masturbara a su propio hijo y ahora ella deseaba quedarse a solas con Jesús para tener su joven y vigorosa polla. Estaba en la cocina fregando algunos platos después del almuerzo, enfrascada en sus pensamientos, recordando el día que pasaron. Sentía como su coño se mojaba al recordar como la penetró su hijo, como el semen le ardía en su interior con fuertes chorros... se estaba poniendo caliente y pensaba en entrar en el baño para masturbarse.
Cariño, - la voz de su marido Enrique la sacó de sus lujuriosos pensamientos - mañana viernes iremos a Madrid a escuchar un concierto de música clásica...
¿Quienes? - Preguntó ella.
Enrique y yo... estaremos hasta el domingo que volvamos por la tarde.
¿No te llevas a Jesús? - Ella sabía que a Jesús, al igual que a ella, no le gustaba la música clásica y seguro que él no aceptaría; menos con la posibilidad de estar los dos solos en casa.
No le he preguntado, pero a él no le gusta la música clásica... Voy a preguntarle...
No, deja ya voy yo... - Le interrumpió Marta que dejó lo que estaba haciendo y salió de la cocina para buscar a su hijo.
Caminaba por el pasillo y su cuerpo temblaba por el nerviosismo que le producía el poder estar todo el fin de semana a solas con su amado hijo, sentía un calor en su interior fruto de la excitación. Encontró a Jesús en el despacho que tenían, sentado delante del ordenador, consultando cosas en Internet. Se acercó a él y le habló al oído.
Jesús, cariño, ¿quieres ir este fin de semana a Madrid con tu padre y tu hermano a ver un concierto de música clásica o prefieres quedarte a solas con mamá para darle cariño? - Su voz era provocativa y sensual.
¡Lo segundo! - Respondió el hijo con una gran sonrisa en la boca y sin dejar lo que estaba haciendo, como si no le importara, aunque por dentro se encendió el mismo fuego que consumía a su madre en ese momento.
Marta le pasó la lengua por la oreja como pequeño anticipo de lo que le esperaba en el fin de semana y se marchó a comunicarle la decisión de su hijo a su marido. Ahora estaba confirmado que los dos pasarían solos el fin de semana. Eso la puso más caliente y sentía que necesitaba desfogarse de alguna manera. Se lo dijo a su marido y se marchó al servicio. Cerró la puerta con el pestillo y sacó el gran consolador que tenía oculto allí. Empezó a masturbarse pensando en su hijo, en como la había follado el otro día, en como follarían cuando estuvieran solos... No tardó más de un minuto en sentir un fuerte orgasmo, intentando sofocar los gritos que le producía el placer. Cuando se levantó del inodoro había una gran mancha producida por los abundantes flujos que había salido de su coño. Ya estaba algo más calmada y bajó a reunirse con su marido e hijos de nuevo.
Por la tarde Enrique, el marido de Marta, salió a practicar un poco de deporte. Los niños salieron con sus amigos. Marta aprovechó para llamar a su cuñada María. Lo primero que le contó fue lo que le esperaba ese fin de semana. María la envidió, su marido volvía esa misma noche del viaje y durante el fin de semana se marcharían a la playa, a la casa que tenían allí, por lo que no podría hacer nada con su hijo Eduardo, eso sí, antes de la vuelta de su marido, madre e hijo habían aprovechado bien el tiempo para poder aguantar el fin de semana.
- ¡Ah, Marta! Ahora mismos nos has pillado echando un polvo.
Empezó a gimotear María. Al ver que era su cuñada no tenía que disimular. - ¿Quieres que deje el teléfono descolgado para que nos escuches?
¡Eres una pervertida, María! ¡Pero yo también! ¡Voy a escucharos! - Marta se tumbó en el sofá del salón y podía escuchar como madre e hijo tenían su sexo incestuoso.
¡Estoy cabalgando sobre la polla de Eduardo! - Decía María para que la otra pudiese imaginar la escena. - ¡Me tiene, ah, ah, agarrada por las caderas y me clava su enorme polla entera en el coño! ¡Sigue hijo, folla a mamá!
Marta podía escuchar como la cama se quejaba por los movimientos de los dos amantes. Los gruñidos y gemidos de su sobrino eran inconfundibles, estaba en plena lujuria, disfrutado del sexo de su madre que no paraba de decirle cosas para provocarlo y estimularlo para que la follara con más fuerza.
- ¡Mamá, me gustan tus enormes tetas! - Decía Eduardo y el ruido de la cama no cesaba. - ¡Te voy a mamar tus pezones!
Los gemidos de María se hicieron más continuos y fuertes, sin duda estaba sintiendo un orgasmo al tener la polla de su hijo clavada en lo más profundo de su vagina y la boca mamando los pezones.
¡Ya no puedo más! - Dijo Eduardo. - ¡Me voy a correr!
¡Lléname por dentro! - María dijo entre gemidos. - ¡Córrete en el coño de mamá!
Marta estaba caliente al escuchar los alaridos que daba Eduardo al soltar los chorros de semen en el sexo de su madre, que a la vez gritaba y felicitaba a su hijo por el buen polvo que le estaba echando.
- ¡uf, uf, así! ¡Descarga todo dentro de mí! - María se corrió a la vez que su hijo. - ¡Me vuelves loca con esa polla!
Marta escuchaba a duras penas los jadeos de los dos amantes que habían terminado. Entonces María le habló con la respiración entrecortada.
¿Qué te ha parecido? ¿Te ha puesto cachonda?
¡Estoy a cien! - Dijo Marta. - ¡Verás cuando coja yo a mi hijo! ¡Lo voy a dejar seco!
Pues nada hija, que disfrutes del fin de semana, ya nos veremos para "hablar" los cuatro.
Adiós María y dale recuerdos a Eduardo, o mejor dale otro polvo para que no sufra el fin de semana.
¡Ojalá pudiéramos, pero ya va a venir su padre! Hasta luego. - María colgó.
Eran las diez de la noche de aquel jueves, estaba sola en casa y no tenía ganas más que de ser follada por su hijo. Se hizo algo ligero de comer y se tumbó en la cama a pensar. Mientras veía la televisión, pensaba en todo aquello. Recordaba la primera conversación con su cuñada, en cómo le confesó su relación incestuosa y cómo la invitó a unirse a ellos. Se preguntaba cómo podía haber acabado follando con su sobrino y más tarde con su hijo menor. Se estaría convirtiendo en una pervertida. Fuese como fuese, ya no le importaba. Había gozado de las delicias y el morbo que le provocaban el sexo incestuoso y ya no quería volver atrás. Sin embargo se preocupó por su marido. Cuando su cuñada le propuso que se uniera a ellos había tenido unas cuantas noches de desaforada lujuria con él, fruto de la excitación que le provocaba pensar en madre e hijo masturbándose. Pero desde que la folló Eduardo ya no tenía la misma fogosidad con su marido, incluso después de follar con Jesús no había tenido más sexo con él. Tal vez con el tiempo Enrique sospecharía que tenía algún amante ante el poco entusiasmo que mostraba con su marido. Tendría que provocarlo y fingir que se volvía loca al follar con él. Pero la verdad es que su marido tampoco le había pedido sexo en algún tiempo.
Mientras tenía estos pensamientos se quedó dormida. Tiempo después notó como Enrique entraba en su cama y se acostaba intentando no despertarla, no le había pedido nada de sexo. Pensó que al día siguiente él tendría que trabajar y estaba cansado. Ella estaba de vacaciones y no le dio más importancia, siguió durmiendo.
A la mañana siguiente, cuando despertó su marido ya se había marchado. Se levantó y durante toda la mañana ella y Jesús se comportaron normalmente, aunque ella sentía en su interior el deseo de que las horas pasaran más rápidas hasta que llegara el momento de la marcha de su marido y su hijo mayor. Su coño se mojaba pensando en el sexo que tendría esa misma noche. Se preguntaba la razón por la que tener sexo con su hijo la volvía tan loca. La polla de Jesús era algo mayor que la de su propio marido, pero no como para sentir aquello. Tal vez lo prohibido de aquella relación era lo que la tenía encendida durante todo el día. Fuera como fuera, la única verdad es que tuvo que ponerse un salva slip para no tener que tirar las bragas por todo el flujo que estaba emanando de su sexo al tener tanta excitación.
- ¡Cariño, son las ocho, nos marchamos! - Marta escuchó la voz de su marido. Estaba en el patio de la casa distrayéndose para no pensar en la lujuria que la poseía. Corrió para despedir a su él y a su hijo mayor. - ¡Ya volveremos el domingo! - Le dijo y la besó para montarse en su coche.
Su hijo Enrique se despidió de ella con otro beso y se montó en el coche. Estaba de pie en la puerta de la casa cuando Jesús se colocó a su lado para despedir a la pareja que se marchaba. Sentía como la excitación se apoderaba de ella haciéndola vibrar por dentro. Sintió entonces como la mano de él le tocaba el culo mientras el coche iniciaba la marcha. Ella apretó el culo para ponérselo duro, mostrándole lo que dentro de poco iba a tener sólo para él. Entraron los dos en casa cuando el coche dobló la esquina.
¡Eres un pervertido! - Le dijo a su hijo, abrazándolo mientras le ofrecía su boca para que la besara. - ¡Tu padre podía haberse dado cuenta!
¡No, estaba mirando para delante! - Él hundió su lengua en su boca.
Durante unos minutos estuvieron besándose y acariciándose en la entrada de la casa. Sin decir nada, Marta agarró la mano de su hijo y lo llevó a su habitación. Junto a la cama volvieron a besarse y poco a poco se iban quitando la ropa mutuamente. Ya estaban en calzoncillos y bragas. Jesús agarró uno de sus pechos y empezó a besarlo hasta llegar a su endurecido pezón que mamó con pasión. Marta gimoteaba y acariciaba la cabeza de su hijo. Con una mano, ella buscó el sexo de su hijo y lo acarició por encima de la fina tela que lo contenía. Buscó el filo de la prenda y liberó su polla, la agarró y la acarició con delicadeza. Ahora su hijo había agarrado su otro pecho y chupaba los pezones pasando de uno a otro a placer.
Marta lo separó y lo empujó contra la cama para que cayera en ella. Él quedó sentado en el filo y su madre le quitó la única prenda que vestía. Separó sus piernas y su endurecida, erecta y hermosa polla, junto con sus testículos quedaron expuestos para que ella pudiera hacer lo que quisiera. Marta cogió una gomilla que había en la mesita de noche y se recogió el pelo en una cola para que no la molestara. Mientras lo hacía miraba a los bonitos ojos de su hijo y le insinuaba lo que le iba hacer sacando su lengua y pasándola por sus labios.
- ¡Házmelo ya mamá! ¡No puedo esperar más! - Le dijo Jesús que estaba apunto de correrse con la sensual visión de su madre que se preparaba para hacerle la ansiada mamada.
Jesús vio como su madre agarraba la polla con una mano y cerró los ojos echando la cabeza hacia atrás cuando sintió como el calor de la boca de ella envolvía su glande. Marta daba grandes chupadas a la cabeza henchida de la polla de su hijo mientras su mano se movía delicadamente arriba y abajo por toda la longitud del grueso pene. Él gimoteaba y gozaba. Entonces ella hundió la polla todo lo que pudo en su boca hasta que sintió que la punta tocaba su garganta.
¡No puedo aguantar mucho! ¡Quiero correrme, mamá! - Le dijo él.
¡Hazlo dentro de mi boca! - Le dijo Marta soltándola un momento para seguir después con mamadas más rápidas e intensas.
Marta sintió al momento como la polla de su hijo se tensaba preparándose para lanzar su descarga. Siguió mamando y al momento notaba como el semen subía por la polla y salía en un fuerte chorro que le daba en el fondo de su garganta. Le costó esfuerzo tragárselo y aguantar el resto de semen que salía de aquella fuente en que se había transformado el sexo de su hijo. Jesús la miró cuando aún soltaba algo de semen y su polla daba espasmos de placer. Ella no había parado de mamarle y veía como parte de su semen salía por la comisura de su boca.
¡Ven mamá, ahora te haré yo lo mismo con mi boca! - Le dijo Jesús separando a la madre.
¡No hijo, estoy muy caliente y necesito tu polla dentro de mí! - Marta mostraba lo enloquecida que estaba por sentirse llena por su hijo.
Le indicó a él que se tumbara en medio de la cama. Su polla estaba algo flácida, pero cuando Marta se sentó encima de ella y frotó su coño, sin meterla dentro, entre sus labios, tomó de nuevo la dureza que a ella le volvía loca y necesitaba en ese momento. Ella restregaba su clítoris contra la dura carne de la polla de él y sentía que un primer orgasmo estaba a punto de llegar. Así fue, poco tuvo que moverse para sentir como una descarga eléctrica recorría su cuerpo, desde su sexo, por la espalda y hasta su cabeza. Se estaba corriendo masturbada por la polla de su hijo que la sujetaba por las caderas y la apretaba contra él para hacer más intenso el roce entre ellos.
No dijo nada, cuando se sintió satisfecha con aquel primer orgasmos se levantó levemente y agarró la humedecida polla por acción de los flujos de su vagina, dirigió el glande a la entrada de su sexo y se sentó de una vez en ella. Cerró los ojos y echó la cabeza atrás hundiendo sus uñas en el pecho de su hijo al sentir como su deseado hijo entraba hasta el fondo de ella, separando, dilatando al máximo su vagina. Se sentía llena de él y lanzón un largo y profundo suspiro de placer por tener a Jesús de nuevo dentro de ella. Se movía enloquecida por el placer y la lujuria, podía sentir como él recorría todo su interior cada vez que subía y bajaba. Estaba gozando como nunca antes, nunca había sentido algo así y no tardo mucho en tener otro orgasmo. Él de nuevo la agarró para clavarle la polla todo lo posible. Ella se aún se movía dificultosamente sintiendo placer teniéndola totalmente metida. Marta paró y la polla de su hijo aún estaba dentro, sintiendo leves descarga de placer.
- Mamá, llevo pensando desde el otro día en follarte por detrás, ver tu culo redondo mientras mi polla entra en ti.
Marta no dijo nada, se levantó y le indicó a su hijo que se apartara. Se colocó a cuatro patas en medio de la cama y apoyó su pecho contra el colchón para que su raja quedara expuesta a la voluntad de los deseos de su hijo. Jesús se levantó y se colocó detrás de ella. Acarició su redondo culo, contemplándolo y admirándolo. Agarró su polla y la pasó por la entrada de la vagina de su madre. Estaba totalmente mojada, al igual que su polla, en el último orgasmo de su madre había soltado más cantidad de flujos de lo que lo hizo la última vez que tuvieron sexo, sin duda ella estaba demasiado caliente. Sintió que su glande se acomodaba en la entrada de la vagina y empujó para penetrarla. Se deleitó en ver como se perdía en el interior caliente de ella. Cada vez sentía más placer por tener en tal postura a su madre que sintió aún más excitación. Se estaba preparando para tener un orgasmo. Agarró las caderas de ella y continuó empujando con más fuerza. Le entraba hasta el fondo, sintiendo como sus testículos la golpeaban al llegar al final. Marta sentía como si se la estuviera clavando en la barriga. La larga polla de él estaba tocando partes a donde nunca otra polla antes le había llegado ni siquiera su marido que aún follándola en la misma postura, no lo había sentido igual. Empezó a sentir que se iba a correr de nuevo con la vigorosidad de su hijo que se afanaba en clavarla más adentro, aunque esto no fuera posible. Con aquella violentas penetraciones y sentir los testículos de su hijo golpearla le empezó a surgir la necesidad de tener otro orgasmo y estaba a punto cuando Jesús la clavó por completo, con todas sus fuerzas en su coño y empezó a lanzar chorros de semen en su interior. Eso hizo que el tercer orgasmo llegara arrancando un gran gemido de placer, temblando todo su cuerpo con el placer que le daba cada vez que hundía su polla en ella para lanzar más chorros de semen que la llenaban por completo. Perdió las fuerzas y fue cayendo lentamente sobre la cama, con su hijo pegado y dentro de ella que me movía cada vez más débilmente al perder las fuerzas por el placer que estaba sintiendo. Quedaron madre e hijo tumbados boca abajo en la cama, él sobre ella y unidos por el joven pene que fue menguando después del placer hasta salir de ella. Esta vez se había corrido tan en lo profundo de su madre que aunque salió parte de los flujos del interior de ella, no había ningún rastro del su semen, todo se había quedado en su interior para alimentar tan lujurioso, caliente y hambriento sexo maduro. Se separaron y descansaron un poco, uno junto al otro, dándose leves besos de cariño y caricias de agradecimiento por el mutuo placer que habían sentido.
Ya eran las diez de la noche cuando habían satisfecho sus ansias de sexo y habían descansado de tanto placer. Decidieron comer algo para reponer fuerzas y después volver a la cama. Así lo hicieron, y después de dos horas volvían a estar acostados en la cama, desnudos y dispuestos para lo que surgiera del deseo de cualquiera de ellos. Tuvieron otra ración de sexo algo menos intensa que la que habían tenido durante la tarde y poco después los dos se quedaron dormidos.
Cuando Marta despertó eran las nueve y algo de la mañana. La luz del sol entraba por la ventana y miró a su alrededor. Allí estaba ella, desnuda, sentía su sexo pegajoso por los flujos que había lanzado durante la última sesión de sexo que había tenido con su hijo, medio secos en la raja de su insaciable coño. Miró a su hijo que aún dormía y se sintió confusa. Cómo podía tener sexo con aquel adorable niño de apenas quince años, que además era su hijo. Todos los acontecimientos de las últimas semanas la habían llevado a acabar follando con su hijo. Y allí estaban los dos desnudos y satisfechos de sexo. Por un momento dudó de aquello y se sintió sucia, decidió bañarse para limpiar su cuerpo y en parte su alma.
Se levantó, con cuidado de no despertar a su hijo, y se metió en la ducha. Mientras se duchaba seguía pensando en la nueva situación en la que estaba inmersa. No quería causarle daño a su hijo, pero cuando pensaba en él sólo sentía la necesidad de poseer en su interior tan maravillosa polla. De nuevo empezó a sentir excitación al recordarlo, agarrado a su culo y clavando su polla en los más profundo de ella. Cerró los ojos y pensó que ese fin de semana se abandonaría a los deseos de su joven y caliente hijo, después esos días decidiría que hacer, ahora gozaré todo lo posible de su juventud. Acabó de secarse y se miró en el espejo. Su maduro cuerpo mostraba los cuarenta y cinco años que tenía. Sus pechos estaban algo caídos, su culo y muslos mostraba una gran cantidad de celulitis, en su algo prominente barriga se marcaban las estrías producida por los embarazos que había tenido y empezó a preguntarse cómo podía despertar tanta lujuria y desenfreno en un chaval de la edad de su hijo. ¡Hoy me pondré hermosa para él! Se dijo.
Salió desnuda del baño y buscó en el dormitorio un tanga que tenía en un cajón. Pasó junto a su hijo que dormía boca arriba. Su polla estaba semi erecta y su deseo se encendió. Lo admiró mientras cogía el tanga y salió reprimiendo el deseo de ponerse sobre él y hacerle otra buena mamada. Bajó y en el trastero buscó unos pantalones vaqueros y una camiseta vieja que sabía que tenía guardados por si algún día los necesitaba. Y hoy lo necesitaba. Encerrada en el aquella habitación, tomó unas tijeras, cortó los pantalones muy cortos, después calculó la altura a la que debería de cortar la camiseta. Se puso las prendas y marchó al baño que tenían en la planta baja. Se miró al espejo. Los cachetes de su culo sobresalían un poco de la tela, sus pechos quedaban casi apunto de salir por la parte baja de la camiseta y el generoso escote mostraba el inicio de sus pechos. ¡Tal vez sea mejor que me suba un poco las tetas! se dijo. Salió y buscó un sujetador que le oprimía un poco y le levantaba los pechos. Se volvió a mirar y ahora asomaba las dos redondeces que formaban sus pechos. ¡Veremos cuanto resiste mi fogoso hijo! Se maquilló un poco para parecer más bella de lo que ya era.
Ya eran casi las diez y media cuando estaba preparando el desayuno en la cocina. Estaba embebida en sus pensamientos, imaginándose lo que su hijo pensaría al verla. Tal vez la vería como a una fulana vestida de tal forma y medio maquillada. Dudó en cambiarse de ropa. Pero y si le gusta y se muestra más apasionado que ayer, ¡cómo disfrutarían con aquello! Su mayor miedo era que él la viera como una vieja a la que no deseara nunca más. Estaba junto a la encimera preparando las tostadas absorta en sus pensamientos.
¡Pero que rica que estás, mamá! - Jesús le habló bajito al oído a la vez que sus manos acariciaban el culo de Marta. - ¡Mira cómo se me ha puesto al verte así! - Agarró una mano de ella y la llevó a su polla que volvía a estar totalmente erecta y endurecida.
¡Dame un descanso! - Le contestó dándose la vuelta y besándolo cariñosamente. Las manos de él agarraban cada cachete desnudo de su culo. Nunca antes había notado tanto que su hijo había crecido como ahora que o abrazaba, era algo más alto que ella, pensaba mientras miraba sus ojos claros. - ¡Vamos a desayunar! ¿Quieres una tostada?
Yo ahora me comía una madre bien caliente... - Dijo a modo de broma.
Déjame descansar que aún me duele todo de lo que me diste anoche. - Marta besó la cabeza de su hijo.
Pues prepárate para lo que te espera hoy... - Le comento él y ella lo miró poniendo cara de sorprendida. - Soy joven y no sé cuantas veces puedo hacerlo en un día... ¡Me ayudarás a descubrirlo!
¡Dios, hijo! ¡Vas a acabar con tu madre! - Marta sintió que su sexo volvía a humedecerse con la arrogancia de su joven amante.
Desayunaron entre bromas e insinuaciones. Cuando acabaron, Marta recogía la cocina y Jesús se marchó para darse una ducha. Casi había acabado de recogerlo todo cuando escuchó la voz de su hijo que lo llamaba desde la ducha de arriba. Marta lo dejó todo y corrió para ver que era lo que ocurría. Entró en el baño y podía ver la figura de Jesús tras la mampara.
¿Qué te pasa hijo? - Preguntó preocupada.
¡Mamá, tengo un problema! - Jesús desplazó la mampara y se giró para mostrarle su polla totalmente erecta. - ¡Mami, no la puedo bajar! ¡Ayúdame!
¡Eres un pervertido! ¡Me has asustado! - Marta sonrió ante el requerimiento de su hijo. - Prepárate que te voy a hacer un tratamiento que sé que es muy eficaz. - Entró en la ducha con la ropa que llevaba.
¿Mamá, no te quitas la ropa? - Le preguntó.
¿Qué piensas que te voy a hacer, guarro? - Le dijo mientras se arrodillaba delante de él y agarraba su polla con una mano, mostrando una perversa sonrisa que puso más caliente al niño que veía como las ropas de su madre se mojaban y se marcaban los oscuros pezones de sus tetas sobre la húmeda camiseta.
Marta movía la mano sobre la polla de su hijo y tiró para que el glande saliera fuera. Delante de ella tenía la hinchada y deseosa cabeza de aquel pene que quería hundirse dentro de su boca. Sacó la lengua y jugó con él, rodeándolo, intentando entrar en su agujero. Jesús sentía gran placer con lo que su madre le estaba haciendo y puso una mano en su cabeza para acariciarla y mostrarle el placer que le daba. Sobre todo cuando la boca se tragó toda su polla entera, sintiendo como succionaba para intentar sacarle toda la leche que tenía en su interior. Él gimoteaba con aquella mamada. Marta estuvo varios minutos mamando, pero él no se corría, no quería correrse en su boca. Entonces la paró, la levantó y le quitó la camiseta. Besó sus pechos y bajó las copas de su sujetador para liberar los endurecidos pezones de su madre. Los chupó, los mamó, los mordisqueó levemente mientras la mano de ella seguía agarrada a su polla sin dejar de acariciarlo. Otro buen rato disfrutaron de aquello hasta que él se separó de su madre.
Caía el agua por el cuerpo de ella cuando Jesús empezó a desabrochar el pequeño pantalón de su madre. Se los bajó y delante de sus ojos tenía el coño de ella cubierto por el diminuto tanga. Puso un dedo sobre la raja y comenzó a frotarla. Ella abrió un poco las piernas para facilitarle la labor. Marta sentía un profundo placer por las caricias de su hijo y deseaba sentir su lengua en su clítoris. Sacó los pies del pantalón y lo echó atrás, puso una pierna encima del filo de la bañera y le ofreció su coño al hijo que aún lo acariciaba. Él apartó la diminuta tela a un lado y los labios de su coño quedaron expuestos a la acción de su dedo. Veía los cuidados pelos de su coño y su dedo buscó el camino para meterse entre los labios y entrar en su vagina.
¿Deseas que te lo coma? - Le preguntó mirándola a la cara desde abajo.
¡Enloquezco de deseos por que lo hagas! - Ella lo miró a sus dulces ojos. - ¡Dios que buenos! - Exclamó cerrando los ojos y echando la cabeza atrás al sentir la lengua de su hijo que acariciaba su endurecido clítoris. Los flujos comenzaron a brotar de aquel deseoso y maduro sexo.
Marta gimoteaba y se retorcía mientras Jesús pasaba su lengua por toda la raja. A veces lamía su clítoris, castigándolo con fuertes succiones; otras intentaba follarla con su lengua, metiéndola todo lo posible en su vagina, sintiendo el sabor de las intimidades de su madre. Al poco las piernas de Marta empezaban a temblar a sentir que se iba a correr, puso sus manos en la cabeza de él y lo empujó contra su coño.
- ¡Chúpame más, más fuerte! ¡Me voy a correr en tu boca! ¡Quiero que te comas mis flujos! - Marta estaba enloquecida por la lujuria que la poseía. - ¡Dios, qué bueno! ¡Me voy a desmayar de placer! - Sus piernas se convulsionaban en el momento de sentir el gran orgasmo que su hijo le había proporcionado. - ¡Fóllame ya, hijo! - Le ordenó.
Marta se giró y le ofreció su culo para que la follara por detrás como el día anterior. El culo de su madre estaba delante de la cara de Jesús. No lo pudo evitar, con una mano apartó el fino cordón del tanga y separó los cachetes de su culo. Marta apoyó las manos en el filo de la bañera para poner su culo más en pompa y ante Jesús aparecieron los dos agujeros de su madre, su ano y su coño. Hundió la cara en el culo y su lengua comenzó a acariciar el esfínter de Marta que botó levemente al sentir aquella sensación. Él sentía la dureza de aquel anillo y lamía por todo lugar. Marta gemía y sentía que iba a perder las fuerzas por el placer que le estaba dando su hijo que no se cansaba de chuparla por todos lados. Sentía su lengua en su ano mientras dos de sus dedos entraban en su vagina y la masturbaba. Levantó una pierna y la apoyó en el filo de la bañera, ahora su hijo estaba debajo de ella y mientras sus dedos la penetraban, su lengua recorría su ano y su coño, pasando de un lado a otro, haciéndola aullar como una perra en celo que era en lo que se había convertido. No sabía dónde podía haber aprendido aquellas cosas su joven hijo, pero le agradecería eternamente que se lo hiciera a ella.
- ¡No puedo más! ¡Por favor, clávame tu polla hasta el fondo de mi coño! - Le gritó Marta cuando un nuevo orgasmo la invadió.
Jesús se levantó y agarró su polla con la mano. En la postura que estaba su madre, su sexo estaba totalmente al alcance de él y abierto por la excitación que tenía. Acercó la polla a su coño y empujó un poco para que le entrara. Agarró las caderas de su madre y comenzó a follarla. Marta gemía y movía la cabeza, se sentía al borde de la locura, tanto placer hacía que sus fuerzas flaquearan, pero tenía que aguantar, no se podía perder tanto placer. Gemía, chillaba, cómo podía aguantaba las tremendas embestidas que su hijo daba en su coño, hundiendo en ella aquella polla que la estaba volviendo loca. Aquella mañana comprendió el termino multiorgásmica, ella no sabía ya cuantos orgasmos había tenido, ni siquiera era capaz de decir si había sido uno sólo que le había durado tanto tiempo. Jesús seguía empujando su polla contra ella y los testículos volvían, como el día anterior, a golpearla, una y otra vez, en un ritmo frenético e incansable que le proporcionaba su juventud.
¡Mamá, me quiero correr ya! - Le dijo con una especie de alarido.
¡En mi boca, en mi boca! - Pidió Marta, apartándose de él y ofreciéndole de rodillas delante de él su boca. - ¡Necesito tomar mi ración de leche diaria! - Le dijo mientras acariciaba sus testículos suavemente. - ¡Vacía tus huevos en mí! - Le pidió cuando la mano de él agarró la polla para masturbarse delante de su madre.
Marta miraba a su hijo. Le encantaba ver la cara de placer que tenía mientras agitaba su polla buscando placer. Tenía los ojos cerrados y todos sus jóvenes músculos estaban tensados, aún no tenía desarrollado por completo el cuerpo de un hombre, pero la tensión del momento hacía que se le marcasen mucho los músculos. Sacó un poco la lengua de su boca y rozaba levemente la punta de su polla, su mano seguía masajeando sus huevos. Entonces Jesús se tensó y quedó inmóvil por un momento. La corrida ya llegaba. Marta acercó su boca a él y salió un gran chorro que le cayó por toda la cara y el pelo. Los ojos de él se abrieron de par en par y su mueca estaba retorcida por el placer, movió un poco más la mano y otro chorro ahora sí cayó sobre la lengua de su madre que permanecía esperando más aún. Dos o tres chorros más cayeron en la lengua de Marta. Después, un poco más relajado Jesús, moviendo la mano y apurando la eyaculación, salió algunas gotas de semen que él depositó en la lengua de la hambrienta madura en que se había convertido su madre. Marta metió la lengua y se tragó todo el semen que su hijo le había regalado. La polla empezaba a flaquear y ella la agarró y la lamió un poco más para limpiarla completamente. Desde abajo Marta miró la cara de su hijo que se había echado atrás para que el agua de la ducha corriera por su cuerpo aliviando el cansancio de aquel maravilloso polvo.
Se abrazaron y besaron. Los sabores del semen y de los flujos del coño de Marta se mezclaron en aquel beso. Después de un rato de descansar bajo el agua y de darse caricias, se acabaron de duchar y salieron para secarse para volver a la vida normal del amor incestuoso que estaban viviendo. Marta cogió toda la ropa que tenía mojada y la colocó sobre el lavabo.
¿Y ahora con que me visto que te guste? - Dijo ella.
No sé mamá, sorpréndeme.
CONTINUARÁ...