El fin de mi vida

Como mi vida dejó de ser la de una estudiante y, tras ser detenida en una inocente manifestación, acabé en las terribles salas de tortura de la policía de mi país.

Le dolía mucho, estaba seca y sentía la porra del policía introducirse de nuevo en su vagina, empujaba brutalmente, igual que antes lo había hecho en su desgarrado culo. Un dolor insoportable subía hacia su barriga cada vez que la brutal mano empujaba el trozo de madera dentro de ella, como si la fuese a atravesar.

¿como había llegado hasta allí? una tontería, una pequeña manifestación universitaria, pero no estaban los esbirros del régimen para manifestaciones. Sus compañeros solo pedían la liberalización de los contenidos que aprendían, que no estuviesen intoxicados por las ideas totalitarias del aparato del partido, ese partido que había llevado a su querido país a la más absoluta miseria. Cuando llegaron los policías ni siquiera preguntaron, los arrollaron, los aporrearon por todas partes y los fueron introduciendo como sacos de centeno en los furgones policiales, malolientes de orines por la chusma que solían transportar habitualmente.

Cuando los bajaron a todos los contaron, veintitrés jóvenes universitarios, quince chicas y ocho chicos. A los chicos los separaron, los vieron marchar hacia una puerta que daba a otro patio, los llevaron a ritmo de porra, golpes por todas partes y ración doble para el que se entretenía por el dolor o, peor, caía al suelo zancadilleado por algún policía. La puerta se cerró tras de ellos, y a partir de ahí solo oímos gritos, golpes, gritos... que se fueron perdiendo en la distáncia mientras a nosotras nos hacían pasar por una puerta lateral hacia un estrecho pasillo. No nos pegaban, pero a la que nos descuidábamos cualquiera de los guardias aprovechaba para sobarnos a placer. Uno me agarró un pecho y, al gritar y retroceder, otro detrás de mi volvió a empujarme hacia el primero que me clavó la rodilla en mi ingle. Caí al suelo y aprovechó para darme una patada en la espalda que me hizo aullar de dolor. Luego me arrastraron por los pelos detrás de mis compañeras de desgracia.

Nos llevaron a una gran sala, húmeda y fría, donde nos dijeron lo que éramos. Según ellos eramos peligrosas anarquistas revolucionarias, terroristas contra el orden establecido, y nos dijeron que mejor que confesásemos ya, que así quizá tendrían compasión de nosotras, pero que si no confesábamos sería peor, que tendrían que arrancarnos la confesión y eso, con unas chicas tan bonitas como nosotras, iba a resultar muy... "interesante"

Nadine protestó. Era una chica de intercambio de Francia, decía que ella no tenía nada que hacer allí, que la soltaran porque desde su país provocarían un conflicto diplomático.

Un policía, Eugenio Valdes nos enteramos después que se llamaba, se acercó a ella y, sin preguntar, sin más miramientos, de dió un puñetazo en la cara y, mientras caía al suelo, aún tuvo reflejos para agarrar la camiseta de la pobre Nadine, que se desgarró y quedó en las manos del policía.

-Mira bonita- Dijo el policía - Aquí no eres nada, ni una estudiante de intercambio ni nada, ni siquiera una francesa, aquí eres una presa revolucionaria y nos pasamos las leyes de tu país por aquí- dijo cogiendo a Nadine por la entrepierta, agarrando sus bragas y rasgándolas de un tirón.

Nadine quedo muda, no comprendía que estaba pasando, su cabeza se bloqueó y quedó con la mirada perdida mientras el policía terminaba por desgarrarle la falda y, de golpe, metió tres dedos en su vagina. -Que ensanchada está esta- Dijo a sus colegas, -Se ve que está acostumbrada a recibir-

Rieron los otros policías.... -no te preocupes francesita, cuando salgas de aquí te cabrá el doble-

De repente Eugenio se volvió hacia mi... -¿y tu que, princesa? ¿que hace una pollita como tú entre tanto pichon?-

No me atrevía a mirarle, mantenía mi cabeza baja hasta que, de una cachetada, me la volvió del revés y me gritó que le mirase cuando él hablaba.

  • No hago nada- dije, -solo estaba con mis compañeros hablando cuando nos han traído aquí-

-¿y de qué hablábais bonita? ¿de derrumbar el glorioso gobierno de nuestro canciller verdad?, ¿buscábais la forma de organizaros para destruir el régimen establecido?-

-No, señor- dije - solo queríamos tener libertad para estudiar-

-Bueno, pues tú lo has querido, te he dado una oportunidad de confesar y la has desaprovechado, así que tú serás la primera-

Me metieron a empujones por otro pasillo y me llevaron a una pequeña habitación con una luz muy potente pegada al techo, del que colgaban también unas argollas metálicas.

Me hicieron meter las manos en las argollas y las aseguraron con cuerdas muy fuerte, me hacían daño.

Yo estaba tan asustada que no sabía donde mirar o que pensar, el terror bloqueaba mi capadidad de razonar.

Eugenio se acercó a otro guardia y le dijo que llamase a Valeriano. El guardia salió por la puerta con una sonrisa en la boca, y esa sonrisa me sonó tan mal que, de imaginar lo que supuso después, habría preferido morir.

A los pocos minutos, de lado, porque no cabía de frente, entro en la habitación una mole de músculos y pelo mas propia de gorila que ser humano.

-¿esta es la zorrita con la que me voy a divertir?-

-Toda para tí- dijo Eugenio, -pero recuerda, si te pasas como la otra vez no podré taparte, así que ve con cuidado.-

-Siiiii, con todo el cuidado del mundo- dijo Valeriano -Esta me durará toda la noche, te prometo que no cascará antes de haber firmado el papelito. Luego ya dará lo mismo-

Salieron los demás de la habitación y me dejaron a solas con ese mono a medio evolucionar. Se acercó a mi, de un bolsillo de su guerrera sacó una pequeña botella de wisky y me la acercó a los labios. Yo escupí, y entonces él agarró mi mandíbula y apretándola me obligó a abrirla y vació en ella buena parte de la botella. Me quemaba ese licor barato, mas alcohol que otra cosa, y al llegar a mi estómago me provocó tal arcada que vomité lo poco que había desayunado esa mañana.

Valeriano miró su uniforme, sucio con todo lo que había salido de mi estómago, y enfurecido me golpeó en el estómago, lo que me volvió a provocar mas arcadas.

-Sucia perra, ahora vas a limpiar todo esto-

Soltó mis manos de las argollas, y casi me dolió más que los puñetazos cuando la sangre volvió a circular por ellas, pero un nuevo puñetazo en la barriga me derribó.

Desde el suelo vi como se quitaba el uniforme, y sin ropa interior debajo quedó desnudo ante mi. Una tremenda polla, aún fláccida como estaba, me miraba desde la altura.

-Y ahora límpia el uniforme perra, hasta que quede reluciente-

Lo miré asustada... -¿con qué?- pregunté

-Con tu puta lengua, zorra, o lo haces con la lengua o te destrozo, aunque te voy a destrozar de todas formas, pero así al menos ganarás algo de tiempo-

Asustada y asqueada me acerqué a las prendas militares y empecé a limpiarlas con la manga de mi camiseta...

Enfurecido, el guardia me levanto del suelo con una sola mano, agarró mi camiseta y mi sujetador al mismo tiempo y, de un solo tirón, los arrancó. Después bajó mi falda de un tirón y arrancó tambien mis bragas.

-Que depiladita vas, zorrita, como me gustan a mi, para poder ver bién cuando trajino-

Después me tiró al suelo de nuevo y me gritó -Te he dicho con la lengua, zorra, empieza a limpiar toda tu mierda de mi uniforme- y acompañó el grito con una patada en mi espalda que me cortó el aliento.

Tuve que limpiar mis propios restos, lo mejor que pude, comiéndolos de nuevo, y lamer lo que quedaba hasta que el bruto estubo satisfecho y me permitió levantarme.

-Bueno- dijo - ahora vamos con la parte seria, tienes que firmar estos papeles en que reconoces que eres una terrorista insurgente, que pretendías organizar un grupo armado para derribar al gobierno y que apoyas al grupo subversibo "democracia limpia", esos perros que no quieren más que volver a la anarquía que había antes de que nuestro canciller nos convirtiese en lo que siempre hemos merecido ser, una nación poderosa y dispuesta a defenderse de todos los que pretenden apoderarse de nuestro país-

Lo dijo de corrido, sin parar, como si fuese lo único que podía haber entrado en toda su vida en la media docena de neuronas del cerebro de aquél semihombre.

-Deme, lo firmaré- dije asustada

-No, mujer no, aún no, no te veo muy convencida aún, así que voy a convencerte para que lo firmes con todas las de la ley-

El bruto me volvió a colgar de las muñecas, se puso por detrás mia y, pasando las manos por mi pecho, tiró de mis pezones, matándome de dolor, hasta que creía que los arrancaría. Grité mucho, todo lo que el aire de mis pulmones me permitió, y cuando ya no salía mas, cuando mi grito murió por el dolor, paró de tirar y, cogiendo mis pechos con sus manos, los aplastó, amasó y apretó con toda su fuerza, volviendo a crecer en mi el insufrible dolor.

Cuando menos me lo esperaba soltó, se fué para atrás y, de su uniforme tirado en el suelo cogió la porra, una porra de madera basta, astillada de mil golpes a todo lo que se había puesto a tiro. Se acercó por detrás sentí el golpe, sobre mi espalda, mis costillas, no sé si me rompió una de ellas ya entonces, pero si no fué así faltó poco, y volvió el dolor, más dolor.

El bruto, entonces, abrió con su manaza los cachetes de mi culo y sentí la punta de la porra rozándolo, buscando la entrada. -No- grité -No, por favor, por ahí no-

Pero le dió lo mismo. Apretó la punta de la porra y, con mil alfileres clavándose en mi mientras avanzaba, la fué introduciendo en mi ano, poco a poco, hasta que casi la mitad de ella se perdió dentro de mi.

La dejó ahí y, poniéndose frente a mi me dijo -Si se te cae te la meto por la boca hasta que te llegue a la barriga, así no se te caerá más-

Muerta de miedo, con un dolor terrible, intenté apretar mi esfinter para no dejar resbalar aquel palo maldito.

Entonces el bestia se puso delante mía, y empezó a sobar mis pechos, cada vez mas fuerte, cada vez con mas dolor para mí, y mientras los amasaba veía como su polla se ponía cada vez mas tiesa, como crecía hasta un tamaño descomunal, como no había visto nunca otra.

Cuando ya estaba totalmente erecta, roja de sangre almacenada, sin mas, apuntó con ella la entrada de mi coño y la metió de golpe. Estaba seca, así que me volvió a parecer que me partían en dos. El bruto me dijo que le gustaban así, sin mojar, que así se sentía más rico. Y empezó a meter y sacar ese pedazo de carne de mi, cada vez mas deprisa, cada vez con mas daño en mi vagina, hasta que de un golpe de cadera volvió a ensartarme hasta el final y se corrió dentro de mi. Sentí su sucio semen llenar mi vagina, y cuando sacó su polla de mi, lo sentí correr por mi pierna, una cantidad increíble.

-Y ahora vamos con lo mejor- Dijo el burro.

De un tirón sacó la porra, que segúia alojada en mi culo, y volví a sentir mil alfileres clavándose en mis intestinos. Salió sanguinolienta, y al verla la acercó a mi boca y me dijo que la limpiase.

Miré la porra sanguinolienta, manchada con restos de mi intestino y miré a otro lado, asqueada, y entonces levantó la porra y un terrible golpe en la cabeza me hizo perder el sentido por unos segundos.

Cuando lo recuperé tenía la punta de la porra metida en la boca, con la mandíbula casi desencajada, y el animal intentaba meterme cada vez mas pedazo de porra en la garganta.

No podía respirar, el aire no salía ni entraba de mis pulmones y, cuando ya creía que no aguantaba mas, sacó la porra, y respirando con ansia y a medio atragantar oí que decía -pues ahora que sabes lo pasa, hala, a limpiar- Y volvió a acercar la porra a mi boca, y esta vez si, saqué la lengua y limpié a conciencia todas las inmundicias que la ensuciaban.

-Bueno, pues ahora que ya estas limpita por dentro... voy adentro- y se rió el miserable de su pobre juego de palabras, que para su obtusa mente debía resultar el colmo de la originalidad.

Entonces apuntó su miembro a la entrada de mi ano e, igual que antes, sin contemplaciones, lo insertó de un golpe de cadera, haciendo casi que perdiese el sentido de nuevo, ya que era mucho mas grueso que la porra.

Notaba la sangre correr por mi ano mientras bombeaba dentro de mi, y mientras con sus manos apretaba mis pechos hasta la extenuación, como si quisiese arrancarlos.

Fué bajando una mano y, mientras me daba por culo, empezó a meter uno, dos, tres dedos en mi coño, urgaba con ellos intentando hacer más espacio, y así, poco a poco, consiguió meter sus cuatro dedazos en mi vagina, ensanchándola hasta que creía que iba a reventar.

Sentía su polla entrar y salir de mi maltrecho culo mientras sus dedos tiraban de las paredes de mi vagina, y cuando ya me parecía que no podía hacer mas, apretando, consiguió meter toda su mano dentro de mi. Si creía que hasta ahora sentía dolor, ahora ya no había palabras para describir lo que sentía, me moría, eso debía ser lo más próximo a la muerte.

El bruto estuvo así mucho tiempo, perdí la noción del tiempo, pero se hizo eterno, hasta que finalmente volvió a eyacular en mis intestinos y, finamente, salió de mi.

Cuando sacó su mano de mi coño sentí el vacío, me parecía que faltaba algo, como si hubiese arrancado mi matriz y que el hueco había quedado irremediablemente hecho.

Respiré por fin, pude tomar algo de aire.

Entonces la bestia aquella me soltó las manos, me llevó ante el papel de la mesa y, sosteniéndome, me hizo firmar lo que había, que no pude ni me atreví a leer.

Esa noche terminó todo. Me sacaron de aquel cuartucho, me echaron a un camión blindado, como los que se usan para recoger el dinero de los bancos, con otras seis compañeras más de la manifestación, en igual deplorable estado que yo, y tras viajar toda la noche, por la mañana paramos a las puertas de la prisión central de Aguanaco. La peor prisión del pais, de la que había oído historias increíblemente terribles de mis compañeros estudiantes.

Me empujaron adentro y allí terminó mi vida como la había conocido hasta entonces.

Quizá algún día tenga el valor de contar lo que nos hicieron a todas las chicas que pasamos por aquel monumento al odio y la maldad humanas.

Hoy aún no estoy preparada para hacerlo.