El fin de las vacaciones
¡Sabes lo que tienes que hacer! Te amo mucho, eres mi mejor legado... (Las palabras de mi hermano antes de morir, este relato es en su memoria...)
Los días de verano estaban llegando a su fin, así como las horas que Jhon pasaría jugando en el PC. Los juegos de estrategia en línea le resultaban demasiado atrayentes; y no solo por lo fantasioso que resultase el hecho de crearse un alter ego, sino también por la satisfacción que le causaba el poder saciar su agorafobia encerrado en su cuarto, y, al mismo tiempo combatiéndola mientras se sumergía en su mundo digital.
Pero las vacaciones llegaban a su fin y se había prometido dedicarse de lleno al nuevo semestre que empezaría. No pudo tomar las tutorías que necesitaba y para remediarlo dejaría de lado su bien querido juego para darle más énfasis a sus estudios.
Antes tenía todo planeado, cada decisión se tomaba con días, incluso con semanas de antelación; pero como es de saberse, nadie está exento de los imprevistos. La condición de su padre empeoraba con el pasar de los días y al parecer los pocos médicos que aún le conservaban algo de paciencia parecían perder a ratos esa hermosa cualidad.
El dinero muchas de las veces no era el inconveniente, al menos no el principal. Puesto que los verdaderos profesionales de la salud eran muy pocos en el país en el que vivía, eran también pocas las veces que lograban acertar con cada nuevo problema que se presentaba en la débil columna del gran señor Chacha.
Los males nunca vienen solos. Su hermana se divorció a unos cuantos días de celebrarse las bodas de plata de sus padres. Pero más irónico resultaba el caso de Jhon y su hermano. Mientras nuestro protagonista gozaba de buena salud, el que compartía su sangre empezaba a sentir los primeros achaques del VIH.
Su vida ya no le pertenecía a él, sino a sus problemas. En esto pensaba en una tarde calurosa, mientras hacía lo de siempre en un juego que cada vez le ofrecía menos ratos de verdadera diversión. Lo siguiente… bueno, lo siguiente cambiaría todo…
—Hola —un mensaje apareció en la interfaz del videojuego.
—Hola —respondió algo acostumbrado a ese tipo de avisos.
—Unos amigos y yo estamos armando un grupo para hacer lo que sea, ¿te nos unes?
—Claro —la verdad no estaba tan entusiasmado, pero de todos modos no tenía nada que perder.
Pidió el número de canal para conectarse al chat de voz y una vez uniéndose al grupo virtual su sorpresa no fue para nada pequeña: El grupo que estaba formado había decidido que matarían a un jefe de área, lo curioso era que nadie, absolutamente nadie sabía cómo hacerlo…
Tal vez fue el orgullo de saberse superior, tal vez las ganas de estar con un grupo que no le exigiera ser todo un “friki” para poder jugar con ellos, o tal vez ambas. Pero lo cierto es que se alegró en sobremanera al poder enseñar lo poco o mucho que sabía sobre el mencionado objetivo.
Las risas y los comentarios de buen gusto no se hicieron esperar y pronto empezó a sentirse, de alguna manera, bienvenido. El mundo elitista que gobernaba aquel universo virtual había caído ante una sola excepción a la regla: El grupo al que se había unido.
Porque nadie pedía más de lo que podía dar, o exigía perfección. Todos en conjunto compartían un solo ideal: divertirse.
La alegría nunca viene sola. Y de entre todas las personas con las que logró hacer buenas migas una de ellas destacó. Era un chico más o menos de su edad, Adrián fue el que más había participado en lo social y no existían muchas bromas que ambos no hubiesen correspondido y que los demás no hubiesen captado y reído.
Y así pasa una tarde como pocas. Los problemas parecen desvanecerse y al desconectarse del PC una pequeña tristeza le invade. No dura mucho, pues su promesa de volver al día siguiente le hace imaginar y recordar todo lo que ha vivido y sonreído.
Al siguiente día lo vuelve a hacer, pero esta vez intenta centrarse más en el chico de la otra tarde. Es impulsivo por primera vez en su vida y alegrándose por ello le escribe con algo de prisa.
—Buenas noches Latinoamérica —empieza con una broma que ni él mismo se creería capaz de imaginar
— ¡Hola! —Le contesta el otro con emoticones alegres.
Pero no conversan sobre el juego de la tarde anterior. Ambos no quieren tocar el tema, en vez de eso empiezan a formularse preguntas, como si oficialmente se estuviesen conociendo en persona. A Jhon esto le fascina y a Adrián no podría gustarle menos, pues contesta cada mensaje con verdadero interés.
—Así que Ecuador —le comenta Adrián una vez que ambos entran al chat de voz.
—Sí, es la mitad del mundo. Vamos que tienes que conocerlo algún día.
—Ya, pero solo si me invitas tu. Además no tendría dónde quedarme.
Y un pequeño escalofrío le recorre la espalda, ¿qué debería decir? No piensa mucho y le propone la primera solución que le llega.
—Pues… te visitaré todos los días al hotel si es necesario.
—Ya.
El tema se pone un poco escabroso, así que ambos deciden dejarlo implícito.
—Me desconecto del juego —continúa Jhon— pero sigo conectado por el canal de voz.
—Ok
Y efectivamente, Jhon se desconecta y un poco de incomodidad rodea el ambiente. Al parecer la última conversación no tuvo el efecto que deseaba. Y vuelve a intentarlo, buscando sentirse como la noche anterior.
—Ya deja ese juego —intenta bromear un poco— que yo ya estoy acostado.
—Si si —responde Adrián apurado— solo mato unos cuantos bichos más y me voy.
—Aquí te espero, calientito…
Y ambos ríen de buena gana con la última broma. Adrian se desconecta al instante y con la misma rapidez le indica que el también quiere acostarse.
—Así estamos en igualdad de condiciones —le explica tras una breve pausa.
—Pero yo duermo desnudo eh —a Jhon le divierte coquetear con su nuevo amigo.
—Jajá, ya, pero aquí hace mucho frío.
—Lo resolveríamos con un café, pero lastimosamente debería ser imaginario y además ya estamos acostados.
— ¿Tanta es la pereza?
—Pues sí, es que es mi pecado capital.
— ¿Y la lujuria?
—El segundo.
Es química, Jhon no entiende muy bien de eso y jamás se lo cuestiona. Lo único que sabe es que le gusta hablar con su nuevo amigo. Se siente bien conversando en el chat con él. Pasa más de una tarde esperando a que Adrián se conecte para poder jugar, y a veces, si tiene suerte, conversa un poco por la noche antes de dormir.
Pero los problemas en casa empiezan a escapársele de las manos. Intenta desahogarse en su juego, pero no puede evitar estar con sueño o demasiado huraño. El estrés de cuadrar cuentas a diario, intentar resolver los problemas de sus hermanos y tratar de seguir virtualmente las tutorías le impiden disfrutar de él y de su compañero de juego.
Y Adrián lo nota e intenta ayudarlo. A veces un completo extraño comprende mejor los problemas, la imparcialidad suele ser muy útil en este tipo de casos. Pero Jhon le cuenta solo una pequeña parte de sus problemas, decide que no quiere agobiar a su amigo y omite lo más fuerte y denso. Es la primera vez que alguien parece entenderlo un poco y por todos los medios intenta no arruinarlo. Tampoco quiere parecer demasiado duro y se enoja consigo mismo por ser tan complicado.
Por otro lado está su novio, las cosas tampoco van muy bien por allí. Alex lo quiere, pero hace tiempo Jhon descubrió que dejó de sentir lo mismo. El tierno afecto que los unió en un principio se deterioró con el tiempo y ahora lo único que los unía era la gratitud que Jhon le profesaba; porque no eran pocas las veces que Alex lo ayudaba en todo sentido: económico, moral, física y espiritualmente.
Alex es un tipo genial, “El mejor” como sus compañeros lo llamaban en la milicia. Jamás tuvo reparos en decirles a sus amigos que Jhon estaba con él. Las chicas lo perseguían y a nuestro protagonista esto le causaba gracia, pues el servicio militar había hecho de su novio un hombre dotado de un físico atrayente.
Y se sentía mal por todo lo que pasaba. Intentaba también volver a enamorarse de él y recuperar todo aquello que un día los unió. Pero a veces intentarlo solo lo agrava y al final del día, cuando los planetas se alineaban, Jhon terminaba teniendo sexo con su novio. La atracción sexual era una de las últimas cosas que aun podía salvar de su relación. Pero después, cuando el éxtasis terminaba, el sentimiento de culpabilidad aumentaba, aumentando también su amargura y afectando inclusive su autoestima.
Y es allí, en la penumbra, cuando su novio se ha marchado a su departamento, dónde se le ocurre conectarse al juego. Quiere olvidar todo lo que le aqueja. Busca a Adrián y trata de pasar bien con él. Lo intenta con uñas y dientes, haciendo inclusive cosas que en un día normal del juego no haría. Se frustra, no puede evitar mostrarse así. Todo está tan desordenado…
—Ey…—comenta Adrián preocupado— ¿estás bien?
—Si —amaga una sonrisa— solo necesito una ducha, me siento sucio…
Y la verdad es que se siente así, no puede corresponder el cariño que su novio le profesa con tanto ahínco. Y ni siquiera el sexo es capaz de remediarlo…
—Ok —continúa— ¿te parece si te duchas y luego hablamos por el chat de voz?
—Claro, muchas gracias, vuelvo en un par de minutos —por fin parece un poco aliviado, alguien que no quiere saber mucho más y sólo se limita a permanecer con él es lo que necesita.
—Volví Latinoamérica— saluda de nuevo Jhon con un poco de fuerzas recargadas— pero la verdad es que ya tengo un poco de sueño. ¿Te importa si me acuesto?
—Para nada.
—Ok
Cuando ya está entre las mantas, Jhon se da cuenta de que se ha equivocado de nuevo. Quiere que Adrián pregunte, necesita desahogarse un poco. Pero esta vez su amigo no parece estar para la labor.
—Venga ya —imita su broma de hace unos días— desconéctate de ese juego y acuéstate.
—Es que voy en la mitad de una misión.
—Pero la acabas y te acuestas —lo intenta de nuevo.
—Tal vez.
El silencio empieza a doler. Su cama, que hasta hace poco tiempo tenía acostado a su bien parecido novio le parece más fría que de costumbre. Adrían parece estar ocupado y Jhon intenta comprender que es así como debe ser. No tiene ninguna potestad para exigirle algo a su amigo y decide callar todo lo que tenía para decirle. Su cabeza es un lío y cuando Adrián se desocupa Jhon decide encerrarse un poco. Ambos preguntan cosas sin sentido, las respuestas son monosílabos en la mayoría de los casos y al final el sueño puede más. Jhon se desconecta de todo con un mal sabor de boca, no sabe si Adrián sentiría lo mismo…
En los siguientes días las cosas con Alex solo lograrían empeorar. En un último intento por no lastimarlo más, Jhon le cuenta a su novio como se siente. El resultado es terrible: rompieron por supuesto y Alex no lo toma para nada bien. Se refugia en el alcohol y a veces lo llama borracho, pidiéndole que regresen, prometiéndole que esta vez lo hará mejor, que puede cambiar y que hará lo que sea necesario para que funcione.
No hace falta explicar cómo se siente Jhon por esto. Intenta por todos los medios aclararle a Alex que nadie tiene la culpa, o si no, pues que Jhon la tiene por ser tan necio. Alguien tan maravilloso como Alex no se merece algo así, intenta explicárselo pero jamás obtiene resultados. Un monstruo, así es como nuestro protagonista se califica al final del día…
Alex, cegado por el dolor, hasta la fecha sigue culpándose por la ruptura de ambos…
Jhon no vuelve a su juego por unos días, sus visitas son esporádicas y ya nada es como antes. Las conversaciones con Adrián se han quedado en el pasado y los buenos momentos cada vez son minúsculos e insignificantes.
Se retrae por completo del mundo. No quiere sentir nada, cada día que pasa es tomado como un día menos de vida. Su rutina es monótona: después del trabajo de su padre tiene que volver a casa para mirar a su familia resquebrajada. Esboza sonrisas hipócritas y logra mantenerlos a todos controlados después de varios esfuerzos. Habla con su hermana e intenta animarla. Bromea un poco con su hermano en la misma lid, quiere que el tabú de su enfermedad desaparezca y a veces logra sacarle un par de sonrisas, recordándole que la vida, después de todo, siempre continúa. Conversa con su padre sobre todo lo que el médico le ha hecho en el día y juega un poco con sus sobrinos, aplacando un poco el trauma que implica la separación de sus padres.
Se desgasta y al cerrar por fin la puerta de su habitación… llora silenciosamente. No culpa a nadie y hace mucho que dejo de creer en dios como tal. Se recuesta en su cama y tras varios sollozos logra quedarse dormido.
Al día siguiente se despierta, pero no se levanta de la cama. No sabe el cómo ni el porqué. Pero una idea, minúscula e insignificante empieza a crecer hasta transformarse en una decisión que se pone al frente de todas las que ha tomado en los últimos días. Le parece un idea totalmente descabellada en un principio, algo utópico y fantasioso. La propuesta más impulsiva y quimérica que su mente le ha brindado se abre paso entre la multitud de pensamientos que le azotan.
Quiere… ver a Adrián. Conocerlo es una realidad que necesita palpar. Con cada segundo que pasa los obstáculos empiezan a desaparecer. ¿El espacio?, sí, Chile está lejos pero no hay nada, hablando de viajes, que un avión no resuelva. ¿El dinero?, no representaba mayor problema si se lo planeaba bien. ¿El tiempo?, por supuesto que se puede dar un pequeño escape después de tanto trabajo, después de todo a su padre jamás le importaría que se ausentara por algunos días.
En definitiva no pudo encontrar un obstáculo mayor que su propio miedo. Nada, en lo práctico, le separaba de lo que podría ser su felicidad. ¡Ah! esa era justamente la palabra que necesitaba escuchar. Durante varios años vivió pensando que no necesitaba ser feliz para poder vivir; pero ahora, con la simple añoranza de conocer a la persona que tanto le agradaba se le erizaba cada vello del cuerpo y los colores parecían cambiar de matiz. Querer es poder, y él por su puesto quería. Sin más que decidir se levantó rápidamente y empezó a pulir los detalles de su viaje.
Eran las 7 de la noche y en Santiago hacía mucho frío, nada comparado al clima de su natal Latacunga, una ciudad escondida entre los Andes Ecuatorianos. Llegó allí un martes a inicios de agosto después de un viaje largo y un par de escaladas. Al dar el primer paso fuera del aeropuerto se lo pensó una y mil veces lo de adelantar drásticamente su vuelo de regreso. Dio más de una vuelta alrededor del desembarco intentando convencerse de que estaba haciendo lo correcto. Se obligó a sí mismo, cuando dieron las 8, a marcar el número de Adrian y decirle por fin que estaba a escasos kilómetros de él. Arruinaría por completo la sorpresa, pero siendo objetivos nunca la había planeado bien. Con lo excitado que estaba olvidó muchos detalles, entre ellos la dirección de su amigo y la disponibilidad que tenía para recibirle.
Mas confió en su propio instinto y se lanzó por lo natural: le llamaría para decirle la verdad, o mejor dicho eso intentó…
— ¿Aló?
—Si… aló.
— ¿Con quién hablo?
—Si… esto, mira… soy Jhon
— ¡¿Jhon?!
—Sí, ok, em…. estoy aquí visitando a un… —y el tono de voz se aceleraba, las palabras fluían demasiado rápido al igual que la sangre en su corazón— a un familiar, a mi tío, y…
— ¡No puedo creerme que estés aquí! —le interrumpe eufórico…
—Sí, yo tampoco —continúa rápido antes de que las palabras se le escapen— me preguntaba si… bueno, tal vez quisieras tomarte un café conmigo, o… algo, no sé
— ¿Me estás invitando a salir? —casi aseguraba Adrián un poco enternecido.
—Bueno, solo si quie…
—Eres lo mejor —y Jhon puede imaginárselo mientras se muerde un poco el labio—, mira, hagamos algo. Quédate dónde estás, pide a alguien que te diga la dirección exacta y yo salgo enseguida para encontrarte…
—No… no hace falta —dice Jhon agitándose un poco— mejor dame tu dirección y yo llego en nada. Vamos que no soy tan bobo como para no saber cómo utilizar un taxi…
—Jajá, ok, ok Señor Don Perfecto —responde Adrián entre risas— ¿tienes algo en que apuntar?
Y efectivamente, 20 minutos más tarde y con el peor de los climas Jhon consigue llegar a la casa de Adrián. Se siente algo extraño, todo es tan distinto, las casas, los tejados, el ecosistema en su totalidad parece tener formas diferentes y a veces le dan pequeños mareos que no sabe a qué o a quién atribuirlos.
Llega a una urbanización, los tonos fríos en los tejados le inspiran melancolía, el débil gris en los edificios intenta menguar sus ganas de estar allí. Pero su ánimo, esta vez, no se debilita ni por un segundo. Por fin llega a la dirección indicada.
La respiración no obedece, el ritmo cardiaco aumenta a medida que se acerca a la puerta. Lentamente todo en su mente se vuelve blanco y muy pocas certezas se ciernen sobre ella. Hay miedo, inseguridad y pánico; pero también alegría, entusiasmo y júbilo.
Y así, con toda esa mezcla se aventura a tocar la puerta, y cuando el sonido de la perilla advierte su apertura es cuando todo su mundo se simplifica. Una figura sonriente y deslumbrante le saluda con la mano, pero Jhon está totalmente absorto, sus acciones ya no son suyas…
Porque rememora todo lo que lo ha traído hasta aquí. Es como un flash de recuerdos, cada uno ligado al otro, cada emoción aumentando cíclicamente; el vaivén de sentimientos tomando forma y sentido. Todo, lamentablemente, se reduce a una sola persona: a aquel que le mira con una gran sonrisa al otro lado del portal…
Va muy rápido, demasiado. Antes de que Adrián intente saludarlo…Jhon lo besa, desesperado por confirmar todo lo que cree no pide siquiera un solo permiso para hacerlo. Quiere olvidar, no quiere pensar en otra cosa. Alguna vez supo cómo se siente el amar con vehemencia y por dios que daría lo que fuese con tal de sentirlo de nuevo. Moriría con tal de sentir de nuevo el universo en su boca.
Sus labios queman al igual que su alma. En ese preciso segundo en el que Adrián le corresponde el mundo se vuelve pequeño y de repente todo es posible. Ya no hay dolor, no existen los problemas. Puede escuchar a su corazón latir, el olor de Adrián lo embriaga, todos sus sentidos empiezan a ceder. No tiene, no quiere y no puede pensar en algo que no sean los labios de Adrián. Su mente es un lío y entre todas las olas de emociones es capaz de diferenciar algo de… paz.
Sus manos se pasean tímidas por la nuca del que ahora quiere. Sus dedos tiemblan, su faz enrojece. El pulso se acelera y cuando el clímax de emociones se vuelve demasiado para él…empieza a llorar…
Sí, ni siquiera sabe porque llora pero las lágrimas no le obedecen. Sus ojos permanecen cerrados y desde allí el llanto brota, liberando las últimas dudas que aún le quedan.
Los pies de ambos los conducen hacia el interior de la habitación y tan pronto como la puerta se ha cerrado ambos se encuentran en la total oscuridad.
No hay palabras, a veces son innecesarias cuando las demás partes de nuestro cuerpo pueden explicar lo que con el habla es imposible.
Jhon no sabe dónde se encuentra, ni que pinta tiene el apartamento de Adrián. Sus sentidos están demasiado ocupados en sus labios. Su mente no quiere seguir volando, se da cuenta de que esta vez quiere quedarse en tierra, junto a la única persona que parece despertar un mundo en su interior.
Y cuando sus mejillas brillan en la penumbra de aquella habitación se da cuenta de que jamás se había sentido tan aceptado. Las máscaras se vuelven inútiles, ya no es necesario huir, esconder sus sentimientos, ser fuerte por todos. Rompe su gran barrera y esta vez quiere que alguien conozca lo que hay detrás de todos su escudos.
Adrián lo nota, y parece entenderlo. Su amigo está desnudando su corazón ante él. Jhon sabe que no hay prisas, así que intenta controlar sus impulsos. Los besos empiezan a apaciguarse hasta convertirse en pequeñas invitaciones de caricias que Adrián está dispuesto a complacer. El forastero lo abraza, pero no con ganas de conocer más, sino con la necesidad de aferrarse a algo; como si estuviese a punto de caer a un barranco.
Ambos se quedan así, abrazados. Un eterno minuto pasa, y al fin los labios se separan. No dicen ni una sola palabra, solo permanecen juntos en medio de la oscuridad. Tienen la misma estatura pero Jhon intenta esconderse en el hombro de su compañero. Éste se deja hacer y solo atina a sobarle la cabeza, esperando que se calme un poco para dar el siguiente paso.
—Lo siento —masculla ocultando su rostro en el hombro húmedo.
—No tienes… —suspira Adrián— no tienes de qué
— ¿Puedo preguntarte algo?
—Lo que quieras
— ¿Yo te gusto?
Y Adrián lo separa despacio, toma su cabeza entre las manos y le obliga a mirarlo a los ojos. Jhon lo evita y su mirada intenta escapar por el suelo.
—Me gusta tu cabello castaño —le dice un poco en broma
—Ya, pero eso no es lo que te pregunté —sus pupilas aun tienen miedo.
—También tus ojos —continúa medio sonriente— tengo la impresión de que tus labios pueden mentir, pero tus ojos no… es por eso que no me miras.
—No te salgas por la tangente por favor —parece triste, piensa que solo una respuesta negativa es digna de tantos rodeos.
Adrián no contesta, en lugar de eso toma con suavidad la barbilla del castaño y acerca sus rostros. Jhon se alarma, vuelve a enrojecer al instante y sus ojos ya no saben a dónde huir, así que los cierra instintivamente.
Un beso tan inesperado como aquel solo lograría incrementar el sentimiento. Un ligero roce que hace la sangre hervir es lo que siente nuestro protagonista. Después, todo se va intensificando, Adrián mueve los labios con maestría mientras a Jhon se le empiezan a caer los tornillos que tenían asegurada su cordura. Ambos avanzan torpemente por la estancia, tropezándose a ratos con los muebles y riéndose a destiempo por su fallida agilidad.
Hasta que llegan a un sofá y logran sentarse. Se ponen serios, y en la negrura se les dificulta mirarse, sin embargo a Jhon le parece una escusa perfecta para tocar suavemente el rostro del pelinegro. Lo hace y, aunque no lo pueda ver, Adrián le sonríe justo antes de besarlo. Se enzarzan de nuevo sin que alguno de los dos tenga una idea clara de lo que sigue. Las manos se vuelven curiosas y empiezan a tocar todo cuanto les es posible.
El calor aumenta, la ropa empieza a sobrar y Adrián toma la iniciativa de quitársela. El forastero lo secunda y en un par de segundos ambos solo están vestidos de la cintura para abajo. Adrián lo abraza con fuerza, Jhon le devuelve el gesto. El simple contacto con la piel del otro les abre nuevas sensaciones.
¿A dónde lleva todo esto a nuestro personaje principal?, ¿Adrián realmente hubiese querido algo más con él, aparte de lo físico?, ¿Aquel cuarto y aquel sofá eran los lugares donde realmente debía estar?
El castaño se lo preguntaba mientras Adrián iba casi corriendo al baño. Le había pedido, con un poco de dificultad, tiempo para arreglarse… o algo así le entendió mientras se separaban.
Alejó sus pensamientos, arrojó sus interrogantes. Pero algo lo interrumpió durante su pequeña revolución de pensamientos.
Cosa curiosa, el móvil de Adrián sonó desde el mueble contiguo. Se lo pensó un segundo y luego lo tomó para pasárselo, quién sabe y era una llamada de emergencia.
Carlos, ése era el nombre del remitente. Bueno, podía ser su hermano o algún amigo… no le competía a Jhon menoscabar sobre aquello. Tocó la puerta del baño y se lo entregó no sin un pequeño reclamo de Adrián por no esperarlo hasta que salga. Le entregó el teléfono y adjudicó a su locura temporal el nerviosismo que imagino ver en el rostro de su… amigo.
Regresó al sofá, le picó un poco de frío pero no consideró necesario ponerse de nuevo todo. Solo se cubrió con la chaqueta.
—Siento haberte hecho esperar tanto —se disculpaba Adrián en voz baja mientras se acercaba a paso lento.
—No hay problema… ¿pasó algo?
—No… bueno sí… lo que pasa es que dentro de poco tendré visitas
No dijo nada en un principio, tampoco intentó que su rostro le delatara, quiso optar por la opción menos dramática.
—Entonces supongo —dijo casi son un suspiro— que nos veremos después. Bueno, un café no es mala idea después de todo. Quién sabe, yo no conozco mucho esta ciudad y tal vez tu podrías…
—Es mi novio —le interrumpió de lleno y sin pausas.
En el silencio, Jhon pudo responder a todas sus preguntas: No había ningún propósito que cumplir en medio de aquel cuarto que de repente le pareció demasiado frío. Adrián, si el castaño tenía suerte, solo habría querido algo de calor en aquella noche helada; al parecer lo obtendría después de todo. Y por último: aquel lugar, aquella ciudad y aquel país no iban a ser nunca el lugar donde Jhon debería estar… Con todo, consideró innecesario el tono cruel con el que se le había informado. Pero a esto ya estaba más que acostumbrado, concluyó en un instante que casi nada separaba a Adrián de los tipos con los que ya había salido, o eso se dijo a sí mismo para suavizar en lo posible la grosería que le habían proferido.
—Vaya… —dijo ya sin poder ocultar el dolor en su voz, hizo una mueca para poder tragárselo— entonces será mejor que me vaya.
Instintivamente se abotonó la chaqueta y se levanto casi de golpe.
—Mira, siento haberte incomodado… si deseas puedo conseguirte un taxi.
—No… en serio… muchas gracias… —respondió tropezándose de nuevo a pesar de que Adrián ya encendió la luz— yo tomo un taxi como sea, ya te dije que no soy tan bobo… ¿la calle principal está a un par de metros verdad?
»—Discúlpame tu a mí… —continuó cuando ya estaba en la puerta y nervioso intentaba abrirla— creí que tu… o sea que yo… ¡bah!…soy tan idiota a veces…
—En serio… lo siento mucho —repitió Adrián con pena.
—No tienes de que —rió nervioso
El cuerpo semidesnudo de Adrián intentó acercarse un poco, el reflejo hizo que el castaño se acorralara en la puerta.
—SI no tuviese novio, en verdad yo…
— ¿Tu? —la última esperanza se abría paso
Se lo pensó de nuevo, pareció corregirse y la duda se asomó entre sus facciones.
—Lo que quiero decir es que… no, —se reprimió— mejor olvídalo.
—Creo que será lo mejor… —asintió por fin vencido— ha sido un gusto conocerte después de todo —ultimó mientras abría la puerta.
Nadie más habló, el seco ruido de la puerta al cerrarse anunció el fin de su conversación. Al salir, el forastero empezó a caminar sin rumbo fijo…
Rápido y fácil, como todas las cosas a las que estaba acostumbrado. Pero esta vez era especial, nunca había bajado la guardia como ahora… No era de extrañarse entonces que sintiera tanta vergüenza por haber demostrado sus sentimientos. Se culpó una y mil veces por no ser tan sensato y prudente como siempre había sido.
La reprensión tocó a su puerta y pronto se vio intentando pensar en dónde se alojaría hasta el día siguiente, cómo pediría el adelanto de su vuelo, los recuerdos que le llevaría a su familia… por todos los medios quería obligarse a pensar en todo menos en lo reciente. Intentaba con todas sus fuerzas no dejar que el recuerdo le punzara de nuevo, se sentía cansado, abatido, como un total extraño en tierras desconocidas… con una palma se retiró el sudor de la frente, miró al cielo y simplemente deseó que existiera un dios para pedirle que le ayudara en aquella hora tan amarga…
Siempre supo el valor de su apuesta, la ganancia hubiese sido alta así como la pérdida. El saber que esta vez arriesgo todo en lugar de huir le consoló un poco. Pero las calles eran tan largas y el aire tan frío que resulto fácil caer presa del remordimiento. Había muchas dudas, las verdades eran pocas, y al final todo quedaba en nada. Quería que todo se quedara en un pasado que jamás quisiera recordar y del que tuviese mucho que aprender.
Se corregiría, eso era claro. El impulso de su sentimentalismo le llevó hacia la desdicha. La débil fuerza de voluntad ignoró por completo los obstáculos básicos como el tiempo y el espacio, los mismos que de haber sido sensato los hubiese sorteado sin mucho esfuerzo.
Un novio, eso los separaba a ambos. Algo tan natural como una relación jamás fue visto por su alma tan necesitada de afecto. El dolor de saber destrozados sus intentos amenazaba con destruirlo, su fé en sí mismo flaqueaba a ratos.
La culpa era algo que asumió desde el principio…
Alex, su nombre le sorprendió entre la angustia. El desgarro le indicó la forma en la que Alex sufrió, o quién sabe seguía sufriendo. Una y otra vez encontraba el mismo punto de comparación, sintiéndose responsable y merecedor de todo el dolor que sentía. El rechazo de Adrián era, así lo pensaba Jhon, únicamente la consecuencia de no haber valorado mejor a aquel ser que tanto lo había querido.
En esto y mucho más pensaba hasta que sus pies se dieron cuenta de todos los recodos que doblaron. Sus ojos divisaron una arcaica estructura levantarse al final de una calle. Las enormes letras de neón indicaban que era una especie de hotel. No se lo pensó nada, pasaría la noche allí. No tenía ropa para cambiarse y el equipaje debería estar, a esta hora, en “objetos perdidos”; lo recogería a la mañana siguiente. Solo pagó y subió despacio con un par de toallas entre las manos.
El añil de las paredes, la luz tenue y moribunda, el olor a húmedo y el polvo en el velador complementaban su destrozado ánimo. Se desnudó y acostó con esperanzas de dormir. Un último recuerdo le asaltó justo antes de cerrar los ojos…
«Te visitaré todos los días al hotel si es necesario…»
El día que siguió no cambió mucho. Para ser verano el cielo estaba parcialmente cubierto. Dio un pequeño paseo por los alrededores, incapaz siquiera de disfrutar del nuevo ambiente. Comió lo que pudo durante el desayuno y antes de almorzar hizo un par de llamadas para arreglar lo de su vuelo y asegurarse de que su equipaje aún seguía intacto. Unas cuantas horas más tarde ya se encontraba de nuevo en aquel lugar del que había salido con un manojo de sueños e ilusiones.
Mientras contaba los minutos se acercó a las tiendas de suvenires para comprarle algo a su familia. Había pensado en adquirir postales, o tomarse algunas fotos, pero la verdad es que no estaba de ánimos para sonreír con hipocresía mientras alguien le hacía una foto. Unos cuantos caramelos, camisetas y adornos varios le parecieron suficientes. Al final de su pequeño trajín busco una cabina telefónica para llamar a su padre y anunciar su llegada.
El sitio estaba casi vacío. Solo un par de clientes se asomaban por las cabinas. Si se ponía atención, se podía escuchar como su voz era la única que resonaba mientras hablaba:
— ¿Aló?, si padre, soy yo. Esta tarde regreso… ¿los niños?, bueno, les he comprado algunos dulces. Dígales que los quiero…
»—Es… ¿es en serio? —y apretó los puños— ¿ella ha vuelto con su esposo?, mire, mejor no me cuente más, estaré allí en cuanto pueda… sí, señor, averiguaré sobre nuevos retrovirales para él cuando regrese… sí padre, usted no se preo—
Dejó caer el auricular de repente, los nervios se le crisparon al instante. Un pequeño escalofrío le cruzo por la espalda, sus pupilas querían correr, esconderse, no mirar el cuadro que tenía ante sí…
Era Adrián, y estaba mojado al igual que el papel envolvente de sus flores. El abrigo no sirvió de mucho al parecer; las gotas de agua que resbalaban por su rostro buscaban caminos para avanzar por el cuello y esconderse por el pecho agitado. Su rostro jadeante y enrojecido le miraba con una mezcla rara entre angustia y gratitud.
Los pocos que pasaban por allí le miraron como a un lunático, y más aún cuando se percataban del pequeño charco de agua que crecía alrededor de sus zapatos.
—Buenas tardes Latinoamérica —comenzó casi tartamudeando, quizá por el frío….
—Hola —se limitó a contestar Jhon.
—Yo… —y tomó impulso— yo he venido a…
—Despedirte de mí, —se defendió— siento mucho no haberte llamado pero no lo consideré prudente, ya sabes, con todo lo que pasó la otra noche…
Calló de repente, quería decir más pero esta vez no quería errores, desde cualquier perspectiva en que se mirase, lo que había pasado parecía ser una herida limpia. No quería ensuciarla con promesas de amistad baratas o infectarla con disculpas tontas. Pensó que tenía cosas más importantes en qué pensar e intentó recobrar la cordura. Colgó adecuadamente el teléfono y se dispuso a pagar el valor de su llamada.
Sin nada más que lo obligase a permanecer se propuso salir. Pero Adrián le bloqueó el paso… su mirada estaba confusa.
—No puedo pasar, ¿puedes moverte por favor?
—Eso… ¿eso es todo?
— ¿A qué te refieres? —preguntó Jhon con fingido desinterés.
—Todo, o sea, todo lo que tienes que decirme… antes de irte.
—Ah… bueno, espero que te encuentres bien y pues si puedo te llamaré algún día— logró ladearlo y con paso apresurado intentó alejarse.
—Eres increíble… —profirió mientras la distancia aumentaba.
Jhon se detuvo, miró hacia arriba, controlo sus nervios lo más que pudo, moduló su voz con dificultad. Se giró sólo cuando sintió que estaba preparado.
—No entiendo que más necesitas oír —dijo sin emoción.
— ¿Por qué viniste hasta aquí?
—Tenía un familiar al que quería visitar y…
—Ya, eso ya me lo dijiste, ahora si no te importa me gustaría que me dijeras la verdad.
“Lo que faltaba”, pensó Jhon, al parecer a Adrián no le bastaba con dejarle en claro la imposibilidad de una relación entre ambos; también quería la satisfacción de saberse deseado. Jhon no pudo tolerar semejante descaro…
—Ok, ¿quieres la verdad? —Explotó—, pues sí, vine por ti, vine sin saber exactamente que quería… y todo ha sido un desastre. Porque ha sido verte… —se remordió con fuerza antes de continuar— ha sido verte y volverme loco. Ha sido tenerte cerca y dejar de pensar en todo… es patético, lo sé y la verdad no me arrepiento.
—Yo tampoco…
—Pues entonces no tenemos más que decir…
—Lo he dejado —exclamó al instante—, y si te preguntas, sí lo he dejado por ti.
Callaron, Jhon hizo una mueca de desapruebo, ladeó un poco la cabeza, le dio la espalda y empezó a caminar.
— ¿No me preguntas por qué lo he hecho?
—No quiero ser parte de esto —se detuvo para decirlo con frialdad.
—Pues ya lo eres.
—No tienes idea de lo que estás haciendo.
—Oh por supuesto que la tengo —continuaba mientras lo perseguía.
Y Adrian lo alcanzó, porque en realidad Jhon caminaba despacio con el deseo ferviente de que Adrian lo tocara. Y lo hizo, puso la mano sobre su hombro, intentando voltearlo.
—Por favor —le dijo con la voz rota— no te vayas…
El forastero se sorprendió en sobremanera, Adrián lo atacaba cada dos segundos y ahora parecía derrumbado. Se volteó movido por su propio deseo de ayudarlo, lo último que podía imaginar era a Adrián inseguro de sí mismo.
Y sí, en efecto Adrián lloraba, un par de gotas le recorrían las mejillas, mas al ver el rostro de Jhon su rostro esbozo una pequeña sonrisa.
—Por favor —repitió— no te vayas.
Le extendió la mano en la que tenía unas cuantas flores maltrechas. Sus dedos fríos temblaron ante el contacto con los de Jhon.
—Son para ti… disculpa que estén tan dañadas.
¿Qué importaba ya si alguien resultó herido?, Ambos eran adultos y entonces Jhon comprendió que era mucho más sano quedarse con un buen recuerdo que llevarse el rencor de una mala experiencia. Ya no podía concebir una relación con Adrián, pero por lo menos conservaría su amistad…
—Son las mejores que me han regalado, —respondió con una media sonrisa—
—En verdad siento mucho todo lo que ha pasado…
—Yo también lo siento, pero… en verdad —mintió—, es mejor que nos alejemos.
— ¿Por qué sigues diciendo lo mismo?... acaso no… ¿acaso no te gusto?
—Tú sabes que me gustas, pero no tienes idea de lo que es hacerle daño a alguien que te quiere con el alma. Y parece que tu novio es igual a mi ex —una pequeña sonrisa culminó con la paradoja.
— ¿Y entonces qué?, ¿Vivimos infelices por siempre sólo por el miedo a hacer daño?
—No tengo la respuesta a eso, solo puedo decirte que no arruines lo que tienes por una probabilidad de obtener algo con otra persona.
—Vaya, veo que estás decidido a rechazarme.
—Bueno, dijiste que él era tu novio. A mí no me gustaría que jugaran conmigo.
Adrián calla, piensa un momento, retrocede cuando está a punto de decir algo y tras varios intentos al fin se da por vencido.
—Es una mierda todo esto —clama frustrado— ¿verdad?
—Es lo que tenemos…
—Puedo pedirte un último beso al menos.
No le contesta con palabras sino con el cumplimiento de su petición. Lo besa con cariño, aunque en el fondo sabe que es más bien un beso lleno de frustración por lo que pudo ser y no fue. Una caricia llena de afecto e incertidumbre por lo que vendrá a continuación…
—Entonces esto es un adiós —dice rendido el chileno.
—Es un hasta pronto —asegura el ecuatoriano.
Y se alejan mientras Adrián agita su mano con fuerza, despidiéndose de Jhon con toda la alegría que es capaz de emitir su dolencia.
El castaño toma la maleta con su ticket, no fue para nada un lío recuperarla después de casi un día de estancia. Toma su chaqueta y se dirige por fin hacia la zona de pasajeros. Entrega su boleto y la sensación de estar haciendo lo incorrecto le sigue asaltando a pesar de convencerse de que fue lo mejor para ambos.
Muy pocas veces sucede que nuestro instinto se equivoca y las cosas que pensamos que son las más sensatas y prudentes en realidad solo nos dirigen hacia una existencia sosa y monótona. Este era el caso de Jhon, juzgó y pesó todo, su sentencia era justa pero olvidó involucrarse en el resultado que más beneficiaba a todos. Era una suerte que Adrián estuviese para recordarle su error…
Porque Jhon, desde su cómodo asiento en la sala de espera pudo presenciar como un joven corría en su dirección, burlando a los policías que intentaban frenarle el paso por no tener boleto ni autorización para estar allí.
Ya no necesitaba más, todas las señales estaban descubiertas, él mismo se encargó de romper su escudo de cristal. Dejó su equipaje en el piso y se acercó a la entrada, dónde varios uniformados habían logrado frenar al intruso. Sabía a la perfección de quién se trataba, pero esta vez no diría nada, escucharía cada palabra que el ardiente corazón de Adrián quisiera decirle…
— ¡Ey!... ¡Jhon!... ¡aquí!, ¡aquí! —gritaba mientras se zafaba de los vigilantes, su cabello y chaqueta aún estaban mojados.
Los uniformados intentaron sacarlo, pero al ver que Jhon se acercaba y recibiendo de él la petición de que le concedieran un minuto, lo soltaron un tanto malhumorados.
»—Se muy bien —empezó agitado—, sé muy bien todo lo que dijimos. Y… que seríamos prudentes, 2 adultos tomando las mejores decisiones…
»—Pero he visto a una familia despedirse de su hijo —continuó acercándose a la baranda—, he visto el dolor que implica… y… todo… todo ha sido tan rápido. Una pregunta me empezó a dar vueltas por la cabeza: ¿Cuándo te volveré a ver?… puedes llamarme como quieras, pero ha sido el miedo, el miedo a perderte el que me ha hecho correr hasta aquí como un loco…
»— Y lo siento, lo siento muchísimo —sollozó al tomarle de la mano y posarla sobre el frío metal que los separaba—, jamás fue mi intención lastimarte como lo hice anoche. ¿Quieres la verdad sobre lo que pasó?
El extranjero solo asintió.
—Sí, en ese preciso momento en el que mi novio entró solo pensaba en que desaparecieras. Y cuando te fuiste me sentí aliviado. Pero lo que pensé se iría con las horas nunca desapareció. Primero fue inquietud por saber sobre tu paradero. Todo lo demás… bueno, solo sirvió para angustiarme más. Rompí esa misma noche con él, la verdad es que ya había muerto desde hacia tiempo, pero intenté creer lo que tu dijiste sobre conservar lo que ya tenía…
»— Lo siguiente que recuerdo es que corría por todos lados, intentando averiguar en dónde estabas, no pude dormir, llamé a todos los hoteles que estaban cerca. Quería decirte todo lo estúpido que fui por dejarte ir. Odié tanto la guía telefónica por darme al último el número de ese viejo hotel en el que te quedaste… Salí a buscarte pero cuando llegué esta mañana ya no estabas. Supe entonces que deberías estar aquí, solo lo intuí si es que me lo preguntas.
»— Y mierda —se limpió las lágrimas con su manga mojada— nada de esto tiene sentido… y ahora que estoy aquí lo único que llega a mi mente es esta loca idea que besarte, de poder abrazarte y sentirte cerca, tan cerca de mí como anoche. Debes creer que estoy demente…
El castaño lo miró tranquilo, comprendía muy bien a lo que se refería. Un pequeño desnivel en el piso hacía que Jhon pareciese más alto. Aprovecho su artificial altura y le paso la mano por la mejilla, limpiándole parte del llanto…
—Yo nunca he comprado flores —sonrió Adrián con ironía— esto es tan nuevo para mí como para ti… pero ahora es solamente decisión tuya, ¿quieres darnos una oportunidad?
Jhon acercó su rostro como respuesta. Sus labios rozaron, y a Adrián le pareció un beso de despedida, pero para Jhon era más bien uno de bienvenida.
—Le hemos hecho daño a algunas personas, Latinoamérica —susurró tranquilo—, y quién sabe merecemos estar juntos. No sé siquiera si esto va a funcionar, sólo sé que no podría perdonarme el dejar plantado a un excelente guía turístico…
— ¿Te refieres a mí? —preguntó emocionado.
—Me refiero a mi novio.
— ¿O sea yo? —parecía no entenderlo muy bien.
—Eres un idiota —bromeó antes de besarlo de nuevo.
—Un idiota que quiere decirte que te ama —sonrió al final Adrián
Un 11 de junio del año 2013, por la mañana, El gran señor Chacha recibió un e—mail. Jhon decidió enviarle uno en vez de algo más… moderno. Sabía de antemano que su padre no solía llevarse muy bien con la tecnología. El mensaje en cuestión decía lo siguiente:
“Espero que lea esto apenas le llegue, sé que es muy flojo para revisar su bandeja de entrada. Ayer tuve que colgar el teléfono de improviso porque tuve un pequeño… percance. Sé que no se enojará por ese detalle.
Espero que haya obedecido todo lo que el quiropráctico le dijo, recuerde que muy pronto tendrá citas con el traumatólogo y el fisioterapeuta… es mejor que no se desmande ya que no estaré por allí para jalarle las orejas por un tiempo, bueno, un par de días para ser exactos.
Sí, creo que le tengo malas noticias: acabo de encontrar al que podría ser su hierno. Vamos, que para usted esto no es nuevo, recuerde lo bien que solía llevarse con Alex, eso si es que aún no siguen siendo compinches. Ya bastante los conozco a ambos como para pensar siquiera en que dejarán de lado sus partidos de fútbol o las cervezas del domingo. Bah, para que me preocupo, si ya sé de antemano que ambos se harán muy buena compañía.
Lo siguiente son los niños, sé que preguntarán por mí. Solo dígales que estaré allí muy pronto y que les llevo muchos dulces, los que compré hace poco se terminaron. Resultó ser que Adrián es un adicto a los caramelos (sí, ya sé, le aconsejaré que piense en la diabetes). En todo caso, dígales a todos que los quiero un montón y que siempre están en mis pensamientos. Lo demás, bueno, creo que es hora de que mis hermanos hagan todo lo posible por sobrevivir mientras no estoy por allí. Volveremos a la lucha diaria cuando regrese. Por hoy (me da gusto decir esto) tengo mis vacaciones bien merecidas ¿no cree?
Me despido con un fuerte abrazo, el más grande de todos.
Con cariño:
Elvis
PDTA: Que no se le ocurra agobiarme con lo del nuevo semestre. Bien sabe que soy un adicto a los videojuegos; así que cuando regrese no se enoje si paso mucho tiempo en el computador. Ahora tengo más motivos para estar conectado. No se preocupe, de todos modos prometo seguir yendo a la piscina con mis amigos. Bueno, eso si es que me sobra algo de tiempo, el verano se está acabando y con él los días que pasaré jugando en el PC…”