El feriante

Aquel feriante no hacía más que desnudarme con la mirada, y lo malo es que eso no me disgustaba.

El feriante

Aquel feriante no hacía más que desnudarme con la mirada, y lo malo es que eso no me disgustaba.

Vamos con las niñas a la feria, no se como a la gente puede gustarles estas diversiones cochambrosas. Polvo, ruido, olores de aceitazo, y sobre todo los feriantes, con sus aspecto de desarrapados. Pero no hay manera, todas las criaturas se ven irremediablemente atraídas por las lucecitas cual polillas, y allí vamos ellas y sus padres.

Se han montado en unos cochecitos que dan vueltas, han tenido tiempos mejores estos cochecitos, pero al menos parecen poco peligrosos. Desde luego en absoluto les dejaría motarse en la noria o en esas barcas oscilantes. A saber quién las ha montado, seguro que esos gañanes medio alcoholizados que pululan entre las atracciones.

Mientras las gemelas dan vueltas y vueltas, el simple de su padre les hace fotos y cucamonas, yo me entretengo horrorizada en el paisaje humano, chavales y chicas adolescentes gastándose los cuartos en tonterías, padres en pantalón corto intentando cumplir como padres, mujeres tetonas y sonrientes, que se han abandonado para dar toda su vida a sus maridos e hijos, que inefablemente repetirán el ciclo vital de la cochinilla. Argg, un horror, no se que pintamos aquí entre toda esta chusma.

Estoy deseando que las niñas crezcan para que empiecen con la equitación, la catequesis, y el ski, así podrán formarse en un ambiente adecuado y correcto. Mira, ahí están los vecinos, a estos también los han arrastrado sus hijos a este muladar. Habrá que sonreír, je, je. Hola cariño, ¿Qué tal? etc.

Ese feriante como me mira, que descarado. Esto me pasa por ponerme esta camisa, es demasiado clara, y se me transparenta el sostén, que apuro. No, esto me pasa por venir a este sitio. Nos vamos hijas, que ya anochece, y tenéis que cenar. Bueno, dos vueltas más.

Con la noche, ya vienen personajes todavía más cetrinos y el olor a chorizo frito aún es mayor. No se como el Ayuntamiento permite estas ferias. Debería saber que este pueblo la mayoría somos gente de orden, pero claro hay que contentar a todos, incluidos a los emigrantes y a sus hijos. Desde luego, que futuro nos espera. El feriante se me ha acercado y me ha dicho una grosería, algo sobre mi culo, esto es demasiado, y mientras mi marido haciendo el tonto con las niñas.

Al no responderle el tío este se ha envalentonado, y me esta rozando, aprovechando que hay gente, ¡Ay Dios!, que esto acaba mal. Menos mal que las niñas ya se han bajado. Vamos, vamonos a casa. Cuando estamos ya saliendo del descampado donde están instaladas las atracciones, no puedo evitar girar la cabeza. Allí esta el feriante, mirándome fijamente, una mano puesta en el paquete y con la otra haciendo gestos de cómo se si se estuviera masturbando. Las gemelas y mi esposo ni se dan cuenta de que me he quedado algo retrasada, están entretenidas con unas repugnantes golosinas de azúcar y en que no se les escapen unos globos. Por un lado me he sentido humillada, pero un ligero escalofrío no del todo desagradable me ha recorrido el cuerpo.

Hemos logrado bañar a las niñas, de cenar para que hablar, ni lo hemos intentado, con todas las guarrerías que han comido en la feria ya van servidas. Mi marido se ha puesto a leer un libro y yo he tenido tiempo para bañarme. He puesto abundantes bolitas de olor en el agua, quiero olvidar ese abominable hedor de la feria, tengo arena en los pies y estoy molida. Me voy relajando y vuelve a mi la imagen de ese tosco feriante, atraído por mi figura. Me lo imagino en ese momento vendiendo entradas, apretando tornillos oxidados y entre dos casetas cascándose una paja pensando en mis tetas. Casi lo puedo ver, mis manos al tiempo se van a la entrepierna, me empiezo a acariciar, mis dedos van despertando mi sensibilidad, mis pezones se ponen tiesos, cuanto le gustaría al tipejo ese verme así. Me he quedado casi dormida en la bañera, el agua se ha quedado fría, salgo y me pongo un albornoz, mi marido ahí esta en el sillón, dormido con el libro en las manos. El domingo se ha acabado, mañana será otro día.

Lunes, todo de nuevo en marcha, niñas al colegio, marido a la oficina, y yo a hacer los numerosos recados que tengo que hacer, con lo poco que me gusta conducir, menos mal que desde que tengo el todo terreno, lo veo todo mejor, y además la gente se aparta cuando hago los cambios de carril, este coche es una bendición.

He pasado cerca de la feria, esta muerta, las atracciones despojadas de sus lucecillas y estrepitosas músicas parecen menos horribles, simplemente muestran lo que son, hierros y maderas viejas. No he podido por menos de ir lentamente bordeando el solar. He divisado a mi feriante, la misma ropa, la misma cara mal afeitada, esta desmontando una especie de andamiaje. Me ha visto, y sonríe, me señala su entrepierna. No aguanto más, voy a aclarar este asunto. Aparco el coche, me bajo y con mis zapatos de tacón recorro rápidamente la distancia hasta donde esta ese bruto. El feriante se ha quedado un poco pasmado, este no sabe con quien se las gasta. Balbucea despectivamente algo como disculpándose, pero sus ojos están fijos en mi pecho. No le doy opciones.

Vamos cabrón, ¿Qué es lo que quieres? ¿Follarme?, pues vamos fóllame, pero ya.

El feriante ha abierto su boca, hasta se le cae un poco de baba. Me ha gruñido que le siga, y yo le sigo. Alguna mujer de los feriantes, sucia y desgaliñada pasa a mi lado y me mira con sorna, pero calla prudente. Hemos entrado en una roulotte, la deben emplear varias personas, desordenada, sucia, huele a cerrado, ropas por el suelo, y las superficies de formica no han visto un estropajo hace tiempo.

En un colchón de espuma, verde, sin cubrir, ahí es donde este cabrón me va a joder. Me quito la falda negra y las medias, cuando me voy a quitar las bragas, el feriante que hasta ese momento estaba como parado me lo impide. Me mete la mano en la entrepierna y me aprieta fuerte. Me hace ponerme con el culo en pompa, y mete su cara en mi trasero, su cara sin afeitar irrita mis muslos. Mi boca, mi nariz están enterradas en ese colchón sucio, que huele a tabaco y a culos de botella de cerveza. A saber cuanta gente se habrá masturbado en este asqueroso lecho. Noto que me humedezco.

Me he dado la vuelta y he buscado la polla del feriante, este apenas ha logrado desabrocharse el pantalón y bajarse la cremallera, tienen que ser mis manos las que le saquen del encierro. Me he metido esa polla en la boca, una polla oscura, rodeada de pelos, que seguro que no esta muy limpia, de hecho huele mucho a polla, retiro el prepucio y con mis finos dedos, casi pellizcando, voy retirando de la base del glande los restos de secreciones que este guarro no se ha limpiado. El feriante me agarra de la cabeza y me hace tragarme de una puta vez su pene. Venga para adentro, mientras le sobo los cojones, que los tiene grandes.

Cuando ya me he hartado del sabor a polla rancia, me he quitado las bragas y me he puesto de nuevo como una perra, y le incitó a que me monte, muevo el culo lascivamente para los lados, y para adelante y atrás. El tipejo se ha despelotado, es feo, aunque joven tiene ya tripa, y es peludo, muy peludo. Sin más preámbulos se ha montado encima de mi, su polla no ha dudado y ha entrado en mi vagina fácilmente, con una mano me agarra por la cintura y con la otra me aprieta las tetas, noto las yemas de sus dedos a través de la tela de mi blusa, de la tela de mi caro sostén, mis pezones reaccionan. El tío bombea como loco, se va a correr en seguida a este paso. Me dice farfullando algo de mis hijas, que cuando crezcan que se las presente, que el las desvirga, que si mi rico marido no me folla bien. Serás cretino, pienso mientras muevo mis caderas, mi marido folla mucho mejor que tú, y a mis hijas las desvirgará algún niño pijo en alguna fiesta cara, en que haya coca y no en una pocilga como esta. La barra de su polla se mueve rápida dentro de mi, noto como me llena. También noto su aliento a tabaco y a vino barato, esto aún me excita más.

Al final se ha corrido, esta derrengado, se ha tumbado en el sucio catre, con la polla fláccida, quiere darme por culo, y yo le dejaría, pero su polla no se le pone tiesa. Me he masturbado abriendo bien las piernas delante de él, me he quitado la blusa y el sujetador, para que me tocase las tetas, a ver si se animaba, pero ni la visión de mi vulva abierta, con mis dedos empapados en mis mocos y en su semen le ha animado. Cuando ya me he corrido, me he chupado los dedos, me he puesto las bragas y el resto de la ropa. Tengo prisa, hay que recoger a las gemelas.

Las niñas han insistido, quieren montar de nuevo en los cochecitos, su padre ha venido pronto, allí vamos de nuevo la feliz familia. Además es el último día que están los feriantes, de hecho ya muchas atracciones están recogidas. En los cochecitos, en la destartalada taquilla esta mi feriante, le compro cinco viajes, o sea diez, cinco para cada niña, él ya no me mira con esa cara de obseso, de hecho ni me mira, ni siquiera se atreve a levantar la cabeza, me regala unos viajes más, le agradezco con la mirada el detalle, y contoneando el culo me vuelvo a mis niñas y les hago subir en el coche de bomberos.¡Tocad, tocad la campanita al pasar!