El favor (1)
Pedro le pide un gran favor a su primo Toni. Debe tirarse a su mujer para dejarla embarazada.
El favor (1)
Pedro y Natalia vivían en un pueblo pequeño cerca de la costa. Ambos contaban con treinta y nueve años, era un matrimonio felizmente casado y sin hijos. Él trabajaba de administrativo en una inmobiliaria y ella de auxiliar en una clínica. Atravesaban ciertos apuros económicos porque unos años antes montaron un negocio que se fue al traste y quedaron endeudados hasta las cejas. Más de la mitad de ambos sueldos lo destinaban al pago de los préstamos, aunque iban tirando. Llegaban a fin de mes bastante apurados. Pedro era un hombre sencillo, muy deportista, iba diariamente al gimnasio y practicaba el ciclismo por lo que destacaba su tórax musculoso. Estaba enamorado de su mujer y procuraba complacerla en todo lo que quería, al fin y al cabo la familia estaba lejos y estaban el uno para el otro, sin intromisiones. Natalia era una mujer de bandera, un cuerpo fino y delgado, con un culito poco voluminoso aunque sí algo ancho, destacaban sus pechos grandes y blandos de erguidos pezones, algo caídos hacia abajo, su melena rubia y ondulada, sus labios gruesos y sus ojos verdes, una monada, una mujer ya madurita que provocaba las miradas de cualquier hombre que se cruzase con ella. Amaba a su marido y era feliz, pero se acercaba a los cuarenta y no veía cumplir su deseo de tener un hijo, de ser madre, algo que siempre había soñado. A ambos le gustaban los niños, se propusieron tenerlo nada más casarse, pero se habían pasado más de cinco años intentándolo sin éxito. Preocupados, acudieron a un especialista, quien lamentablemente dictaminó tras unos análisis, que Pedro era estéril. Más que por él, Pedro lamentó la enorme desazón de Natalia, que unida a las numerosas deudas, sufría diversas depresiones y casi siempre actuaba desanimada y sin ilusión. La monotonía hacía estragos en la relación. Pedro le propuso adoptar un niño, pero ella se negó, no le atraía la idea, por mucho que le cuidase y mimase, siempre sabría que no era su hijo. Más tarde le propuso acudir a un banco de semen y ella pareció ilusionarse con la idea, pero cuando les entregaron el presupuesto tuvieron que desecharla. El procedimiento era demasiado costoso y sus economías no estaban para semejantes gastos. Las posibilidades se esfumaban y el tiempo avanzaba. Pedro ya no sabía qué hacer. Se le ocurrió una idea, una idea descabellada que le trastornaba, pero la amaba tanto que estaba dispuesto a llevarla a cabo con tal de salvar su matrimonio, aunque era consciente del esfuerzo psicológico que iba a suponer. Estuvo dándole vueltas a la cabeza durante unos días hasta que decidió contárselo. Su primo Toni, de treinta años, podía ser la solución, a él estaba dispuesto a pedirle el favor más duro de toda su vida. Ambos se llevaban bien, como amigo, le consideraba el mejor, compartían todo, hasta salían en la misma pandilla, iban juntos de pesca, a jugar a los bolos y vivía en la ciudad. Estaba soltero y sin compromiso, era un tío independiente al que no le gustaban las ataduras y mucho menos los niños, de hecho tenía por ahí dos hijos y no sabía absolutamente nada de ellos, las dejó embarazada y pasó de ellas y del compromiso. Era un jeta, un despreocupado, pero precisamente en su despreocupación Pedro vio la luz.
- Él puede ayudarnos, mi amor, él confía en mí, nos quiere, nos hará el favor de prestarnos su semen, es la única posibilidad y encima llevaría mi sangre.
- Pero tú no lo has pensado bien, tendría que acostarme con él, con tu primo...
- Lo sé, madita sea, tendremos que soportarlo juntos la agarró de las manos -. Luego lo olvidaremos, junto lo olvidaremos. Sólo será un poco de sexo, sí, joder un mal trago, pero cuando llegue el momento sé dónde estaría tu mente. Hay parejas como nosotros que compran el semen, hacen lo que vamos a hacer nosotros. Vamos a hacer lo mismo, cariño, pero no tenemos dinero y, bueno... Nos queremos, Natalia, y te conozco. Será un esfuerzo grande, tuyo y mío, pero lo superaremos. Deseamos tanto ese niño...
- Pero, Pedro...
Tardaron días en tomar la decisión. El amor era fuerte, más fuerte que cualquier cosa, y deseaban tener un hijo a toda costa, aunque tuvieran que pagar un precio tan caro como una infidelidad consentida. Pedro se reunió con su primo Toni en una cafetería con la intención de tantearle. Pidieron unas copas. Pedro necesitaba algo de alcohol para serenar los nervios y allí estaba su primo, ciertamente era un putero, pero era la única persona en la que le confiaría una petición como la que estaba a punto de hacerle. Podían haber elegido un desconocido, pero la incertidumbre y el temor siempre les hubiese acechado y además seguro que hubieran tenido que pagar. Aunque se trataba de una abochornante situación, había mujeres y matrimonios que acudían a los bancos de semen, con el mismo objetivo, sólo que ellos debían superar el estrago del sexo. Toni trabajaba de mecánico y casi siempre iba hecho un asco, sin afeitar y con el mono manchado de grasa. Era algo bajo y regordete, destacaba su panza pronunciada y blandengue, sus piernas robustas, sus gruesas manos y su vello en el pecho porque normalmente siempre llevaba las camisas a medio abrochar. Su cabeza era cuadrada, iba rapado y poseía unos ojos saltones que llamaban la atención, un tanto deprimente para los gustos de una mujer pija como Natalia, pero el físico daba igual en este caso, la cuestión era otra, necesitaban su semen, conseguir que la dejara embarazada. Era bastante dicharachero y divertido y le gustaba todos los vicios, las mujeres, el tabaco y el alcohol.
- ¿Y Natalia? Hace más de un mes que no la veo.
- No está bien, Toni, sigue con las depresiones...
- Bueno, tampoco se termina el mundo porque no tenga un hijo...
- Bueno, verás, quería hablarte de eso -. Pedro se sonrojó y mostró una estúpida sonrisa -. Hemos estado hablando y, bueno, tú y yo, en fin, somos primos, pero yo confío en ti y bueno, ya que eres mi primo...
- Quieres que me haga una paja y te dé el semen adivinó sonriente -. Sin problema. Nadie se enteraría nunca y si hace falta os firmo cualquier documento como que renuncio al crío. No sería el primero. Llevará tu sangre. Somos primos hermanos. Yo paso...
Ciertamente, su primo le facilitaba la conversación y entonces Pedro decidió ser más explícito.
- Veras, Toni, no tenemos dinero para una inseminación -. Se pasó la mano por la cabeza, había empezado a sudar -. Tendrías que acostarte con ella, tendrías que hacernos ese favor. Eres la única persona a quien confiaría algo así.
- ¿Quieres que me folle a tu mujer? se sorprendió emocionado. Para Toni, Natalia estaba buenísima y en más de una ocasión se había masturbado pensando en ella. Inesperadamente, su marido se la ofrecía en bandeja.
- No hables así, por favor, voy a pasarlo mal, pero la quiero, tengo que hacerlo por ella. Ya lo hemos hablado. Confiamos en ti.
- No te preocupes, primo le atizó unas palmaditas en la cara -. Cuando tú digas. Habla con ella, por mí no hay problemas.
Aquella tarde y durante los días siguientes Toni no paró de masturbarse electrizado por la posibilidad de follarse a la mujer de su primo. A Pedro y Natalia les costaba dar el paso. Estaban desesperados. Tardaron más de un mes en decidirse. No iban a hacer nada malo, la gente en su misma situación compraban semen en las clínicas, sólo que ellos debían utilizar el sexo, el sexo con otro hombre. La vida les había jugado una mala pasada económica y psicológicamente. Pedro telefoneó a su primo un sábado por la mañana y se citaron para cenar esa misma noche. Sería la primera vez que estarían los tres juntos. Toni, que iba en vaqueros y con una camisa de cuadro, con una barba de tres días, saludó a Natalia como si tal cosa, con un par de besos en las mejillas y rodeándola por la cintura con el brazo, forzándose en aparentar normalidad, por nada del mundo permitiría que se echaran atrás. La examinó de arriba abajo, los enormes pechos tras el jersey blanco que lucía, unos pechos que tendría la oportunidad de saborear, y aquel culito tras los ajustados tejanos, tan rico y maduro, estaba dispuesto a romperlo follándola. Cenaron animadamente, aunque Pedro estaba bastante cabizbajo. Para él iba a ser una experiencia muy desagradable. Ni siquiera sabía como serían los detalles del encuentro sexual, no lo habían hablado. Toni llevaba la voz cantante, se esforzó en divertir a Natalia para que se sintiera cómoda con la situación que se avecinaba. Aunque procuraba serenarse, Natalia también estaba nerviosa. Tendría que acostarse con aquel hombre de físico ciertamente repelente, todo por conseguir el deseo de ser madre, pero sabía que Toni era el mejor amigo de su marido y la única persona en quien confiar algo semejante. Tras varias copas y una velada que se alargó hasta las tres de la madrugada, Pedro, con la voz temerosa, sugirió ir a casa. Fruto de los nervios, Natalia había bebido bastante alcohol, a conciencia, necesitaba serenidad para afrontar la delicada situación. Ya en casa, se acomodaron en el salón y Pedro alargó más el tiempo sirviendo otra copa, con síntomas de arrepentimiento en su mirada. Toni temió que su primo se echara atrás y se anticipó a él. Se levantó de repente, soltó la copa y le tendió la mano a Natalia. Pedro, sentado junto a su mujer, se quedó atónito y sin palabras, muerto de celos. Natalia, nerviosa, tragó saliva.
- Bueno, vamos, Natalia. No le demos más vuelta. No pasa nada, coño. Perico, tu mujer y yo vamos a pasar un rato a solas -. Natalia, envuelta en una insulsa sonrisa, miró a su marido y se levantó -. No pasa nada hombre, nadie se enterará de nada.
Los celos lo ahogaban. Su mujer permanecía junto a su primo, ambos agarrados de la mano. Toni tiró de ella y juntos se dirigieron hacia el dormitorio. Pedro sufrió un agudo dolor en la frente y frío por todo el cuerpo. Iba a permitir que su mujer hiciera el amor con otro hombre. Sólo era sexo, pensó asfixiado. Se asomó al pasillo. Su esposa marchaba delante y claramente su primo iba comiéndosela con los ojos. No había sido una idea apropiada, pero permaneció inmóvil cuando les vio entrar en el dormitorio. Sonó un portazo y el ruido del cerrojillo. Desesperado, regresó al sofá y cerró los ojos con una lágrima escapando de entre sus párpados. Los celos le abrasaban las entrañas.
Ya en el dormitorio, Natalia se dirigió hacia el tocador sin saber cómo actuar. Toni se acercó a ella y le acarició la cara achuchándole suavemente las mejillas.
- Lo pasaremos bien, tranquila -. Ella asintió nerviosa -. Vamos a divertirnos un poco. El sexo es eso, diversión. ¿No?
- Claro, sí...
- Míralo de esa manera, coño. ¿Vale? Natalia volvió a asentir cuando él le pellizcaba la barbilla a modo de niña buena. La miró de los pies a la cabeza -. Estás muy guapa. Anda, ponte cómoda.
Obediente, Natalia se dirigió al cuarto de baño que había en la habitación y cerró la puerta tras de sí. Antes de comenzar a desnudarse, se miró al espejo y cerró los ojos para reflexionar. Luego comenzó a quitarse la ropa hasta quedarse completamente desnuda. Descolgó un camisón de la percha y se lo metió por la cabeza. Era un camisón corto de volantes en la base y en los tirantes, de muselina color negro, con escote a pico, muy suelto, semitransparente. Volvió a calzarse con los tacones y volvió a colocarse frente al espejo. Estaba muy provocativa, dispuesta como una puta para complacer al primo de su marido. Cerró los ojos, suspiró y abrió la puerta para irrumpir en el dormitorio. Encontró a Toni de espaldas junto a la cama, desnudo, sólo con unos slip blancos apretujados en sus carnes amondongadas. Vio su culo respingado y su cintura con pronunciados michelines. Enseguida se giró hacia ella. Se quedó boquiabierto al verla. Natalia se fijó en su enorme y fofa barriga, en su pecho peludo y en el impresionante paquete que abultaba el slip. Acostumbrada al aspecto musculoso y depilado de su marido, aquel cuerpo la impresionó. Toni apenas parpadeaba. Estaba para comérsela. Se le transparentaba todo, el coño con la forma triangular del vello y las dos enormes tetazas que se vaiveneaban con lentitud al más mínimo movimiento, con gruesos y erguidos pezones en el centro. Se fijó en su vientre liso y en sus piernas finas y delicadas. Los tacones y la melena rubia, que destacaba con el negro del camisón, ofrecían un aspecto de prostituta, una prostituta a su disposición.
- Estás muy guapa.
- Gracias.
Toni se bajó el slip y exhibió su miembro. Natalia tragó saliva al comprobar el tamaño de aquella grandiosa polla rodeada de un denso vello, aún algo fláccida, gruesa y bastante larga, casi doblaba en tamaño y volumen a la de su marido, con un glande enrojecido y carnoso. Jamás vio algo parecido. Se fijó en sus testículos, grandes, ásperos y muy peludos.
- Echa una copa le ordenó él.
Natalia dio media vuelta para servirle un whisky y entonces él pudo disfrutar de cómo se contoneaba aquel delicioso culito de nalgas ligeramente abombadas, con una raja profunda y unas curvas impresionantes. Los tacones y examinar aquel culito a través del camisón electrizaban el momento. Toni se sentó en el borde de la cama, ya con la verga bastante empinada. Natalia se acercó a él y le entregó la copa, procurando no mirar aquel pene.
- Siéntate -. Ella se sentó a su lado y enseguida cruzó las piernas. Toni le dio un trago a la copa y la soltó en la mesilla. Su fragancia era muy masculina, la colonia y el sudor se mezclaban, vio unas gotas resbalando por sus sienes. Él le miró las tetas con descaro y bajó la mirada hacia la vagina -. ¿estás nerviosa?
- Un poco, sí, también por Pedro, va a pasar un mal rato...
- Olvídate de él, coño, y disfruta un poco. ¿Le has puesto los cuernos alguna vez?
- No, no...
- Por una canita al aire no pasa nada. Seguro que alguna vez se habrá ido de putas. Tú también tienes derecho. Vas a probar otra cosa diferente y te va a gustar. A mí no me gustan las depilaciones y las mariconadas esas de mi primo. ¿Sólo has follado con él? asintió abochornada -. Pues hoy vas a probar un hombre de verdad. Iremos despacio. Tranquila le acarició la cara con la yema de los dedos y le cogió la mano para conducirla hasta su pecho -. Tócame.
Natalia, obediente, deslizó con suavidad la palma por aquel pecho peludo de piel grasienta y sudorosa. Él echó los brazos hacia atrás, relajado, examinando las transparencias del camisón. Pasó la mano por el vientre haciendo círculos con lentitud, volvía a subir hacia el pecho y pasaba por encima de las tetillas. El hijo de perra la estaba calentando, sabía cómo hacerlo, su vista se clavaba en aquella verga tiesa y empinada.
Fuera, Pedro recorrió a hurtadillas el pasillo y pegó la oreja a la puerta del dormitorio. Apenas oía nada, sólo algunos murmullos de vez en cuando. Se estaba volviendo loco. Con las manos a la cabeza y muerto de celos, regresó al salón. Se sentaba y volvía a levantarse desesperado Reconoció que actuaba como un maldito cobarde. En el dormitorio Natalia continuaba sobándole el pecho y el vientre. Él se irguió y ella le miró a los ojos.
- ¿Estás cachonda?
Natalia apartó la mirada avergonzada, pero él le sujetó la barbilla y la obligó a mirarle.
- Bueno, un poco...
- ¿Te gusta mi polla?
- Sí contestó con una sonrisa idiota.
- ¿Quieres tocarla? -. Ella se mordió el labio y respiró hondo. Por las formas, había conseguido ponerla cachonda y que por momentos se olvidara de su marido. Aquella verga era realmente apetecible, ciertamente más apetecible que la de su marido. Cerró los ojos y lanzó un bufido, inquieta por el momento -. Mastúrbame.
Le sujetó la polla con la mano izquierda y comenzó a meneársela muy suavemente, como queriendo gozar de aquel tacto. Los huevos se movían ligeramente y entonces acercó la mano derecha para sobárselos con leves estrujamientos. Permanecía sentada hacia él, algo inclinada para poder masturbarle. Sus tetas se balanceaban ligeramente tras el camisón. Toni la agarró por las mejillas y le acercó la cara para babosearle los labios con la lengua fuera. Sus pechos se apretujaron contra aquel tórax sudoroso. Pasaron a besarse enrollando las lenguas. Él le tenía una mano en la nuca y la otra apoyada en el colchón. Ahora se la sacudía un poco más fuerte con la mano derecha y había dejado de sobarle los huevos. Dejaron de besarse. Ella se apartó, concentrada en masturbarle. Un tirante se deslizó por el hombro y el escote se bajó de un lado dejándole media teta a la vista, pero continuó meneándosela.
- ¿Te gusta así?
- Lo haces muy bien.
Cada vez aceleraba más las sacudidas. Toni había comenzado a emitir débiles jadeos y ella gozaba haciéndole la paja. A veces se detenía, le pasaba la mano por los huevos y reanudaba la masturbación. Con la mano izquierda le acariciaba la espalda peluda e impregnada de sudor, que ya le abrillantaba todo el cuerpo. Él sabía que estaba muy cachonda, sólo había que verle sus ojos desorbitados y su ceño fruncido. Las tetas se vaiveneaban al son de los movimientos del brazo y un pezón ya asomaba por encima de la tira del escote.
- Chúpamela le ordenó.
Cesó la masturbación, sujetó la verga por la base con la mano izquierda y se echó sobre su regazo lamiéndole el glande. La derecha la utilizó para sobarle los huevos. Quería hacerlo bien. Permanecía con la cabeza pegada en la barriga, moviendo la cabeza lentamente para lamerla de arriba abajo, recostada de lado. Primeramente, Toni la sujetó por la cabeza con ambas manos para ayudarla a mamar, pero antes tiró del camisón hacia la cintura y la dejó con el culo al aire. Con la izquierda la agarró de los pelos y con la derecha le acarició todo el culo de una pasada antes de asestarle un cachete. Luego metió la mano bajo el camisón, pasó por su vientre y le achuchó con rudeza una de las tetas. Se las zarandeó con rabia, estrujándolas, pasando de una a otra. Ella permanecía afanada en chupar y no paraba de mover la cabeza con la verga dentro de su boca, sin cesar de manosearle los huevos.
En el pasillo Pedro oyó los murmullos y el ruido de la palmada. Pegó la oreja a la puerta y sólo oyó unos chasquidos. Se arrodilló y trató de mirar por el hueco de la cerradura. La visión fue espeluznante para él. Lo primero que vio fue el culo de su mujer elevado del colchón unos cuantos centímetros, lo suficiente para diferenciar la raja del coño en los bajos, el vello de la entrepierna y el fino y enrojecido ano en el centro de ambas nalgas. Mantenía el camisón arrugado en la cintura. Le estaba haciendo una mamada, echada de costado sobre su regazo, aunque no podía verle la cara, tan sólo apreció los movimientos de su cabeza. Su primo estaba sentado en el borde, con los ojos cerrados, manoseándole el cabello y ayudándola a mamar. Vio que Toni se escupía en la mano y extendía el brazo derecho para sobarle el culo y embadurnarlo de saliva. Le pellizcó las nalgas y a continuación introdujo los dedos en la entrepierna para agitarle el coño presionándolo y moviendo la mano en círculos. Ella lo contrajo y lo meneó al sentir los dedos hurgando entre sus labios vaginales. Pedro se levantó ofuscado. Le temblaban las manos y sentía escalofríos en el pecho. Se apoyó en la pared con la cara oculta entre sus manos.
Natalia continuaba mamando a la vez que le agitaba el coño. Notó que se corrían en la mano de Toni. Toni le tiró de los pelos y la obligó a levantar la cabeza. Numerosas babas colgaban de los labios y se unían a la punta de la polla. La besó rudamente retirando la mano de su culo.
- Mastúrbame con tus tetas...
Bajó de la cama y se arrodillo entre sus robustas piernas. Él echó los brazos hacia atrás para adoptar una postura más cómoda. Se colocó el tirante, agarró sus tetas y atrapó la polla. Enseguida comenzó a menear el tórax para masturbarle. Toni notaba el roce del camisón y su verga presionada entre aquella carne blanda. Jadeaba emocionado ante aquella postura tan provocativa. Se miraban a los ojos. Ella se esforzaba en presionar la polla y deslizar las tetas a lo largo de todo el tronco. Las babas del glande impregnaban la muselina del camisón. Toni, con el placer desorbitado, se dejó caer hacia atrás y quedó tumbado boca arriba mientras la mujer de su primo le masturbaba con los pechos. Por iniciativa propia, liberó la polla y acercó la cabeza para lamerle los huevos mediante lengüetazos, como una perra olisqueando en la basura. Ahora las tetas le colgaban hacia abajo por fuera del escote. Toni se sujetó la verga para sacudírsela él mismo. Natalia se hallaba fuera de sí. Tras ensalivarle los huevos, le obligó a elevar ambas piernas. Entonces bajó la lengua hasta el ano peludo para lamerlo nerviosamente, intentando introducir la lengua en el interior. Le abría la raja y hundía la boca escupiendo y esparciendo la saliva alrededor del ano. El cosquilleó al chuparle el culo acrecentó el placer de Toni, que ahora se la sacudía velozmente.
- Me voy a correr jadeó nervioso elevando el tórax.
Ella apartó la cabeza del ano y permaneció arrodillada. Él se puso de pie sin parar de sacudírsela. Algunas finas babas colgaban de los huevos y el culo. Natalia miró hacia arriba acariciándole las piernas. Toni dirigió la punta de la verga hacia la cara y a los pocos segundos varios escupitajos de un semen viscoso y amarillento se esparcieron en el rostro de Natalia.
- Chúpala...
Sujetó la verga y la lamió como si fuera un helado, limpiando y saboreando el semen que aún brotaba de la punta. Unos segundos más tarde, la agarró del brazo y la obligó a levantarse. Ambos permanecían de pie junto a la cama, cara a cara. La empujó rudamente contra la pared, se abrazó a ella subiéndole el camisón hasta la cintura y pegó las manos en su culo. Ella se colgó de su cuello, con las tetas aplastadas contra su pecho sudoroso. Toni se agarró la verga y la dirigió hacia el coño. Rebuscó entre los labios vaginales con la punta y se la metió hasta el fondo con un golpe seco. Natalia gimió con los ojos desorbitados. Enseguida Toni comenzó a follarla velozmente meneando la cadera para ahondar al máximo, apretándole las nalgas para mantener el equilibrio. En segundos, ambos jadeaban alocadamente.
Pedro, en el pasillo, oyó los jadeos de su mujer mezclados con los de su primo. Estaban follando. Su mujer gemía como una descosida. Era horrible. Los alaridos retumbaban en su cabeza. Se arrodilló para mirar a través de la cerradura. Les vio de pie al fondo del dormitorio. Vio su primo de espaldas, envuelto en sudor, sacudiéndole aligeradamente mientras la besuqueaba por el cuello. Ella mantenía la cara apoyada en su hombro con el ceño fruncido y gritando de placer. Vio las manos de su mujer plantadas en el culo de su primo, como ayudándole a empujar. Cada vez gemían más nerviosos y las sacudidas eran más veloces. Clavaba las uñas en aquellas nalgas peludas y asquerosas. Cómo había permitido semejante hecho. De pronto, su primo le asentó un golpe seco y mantuvo el culo contraído con la verga dentro del coño. Ella cerró los ojos con fuerza subiendo las manos hacia la espalda. Cesaron los jadeos. Toni se retiró unos centímetros, aunque se mantuvo de espaldas a Pedro, y le permitió ver a su esposa con el camisón transparente, con las tetazas en reposo y el coñito que aquel hijo de puta acababa de perforar. Un grueso hilo de semen viscoso le colgaba del vello. Seguro que el muy cabrón la había obligado a vestirse así, seguro que bajo amenaza, que la había obligado a hacerle una mamada. Había sido un grave error.
- Nos tomamos un respiro le oyó decir a su primo -. Voy por un cigarro.
Fin Primera parte.
gracias por vuestros comentarios