El fantasista (2).
El chantajista continúa cumpliendo su lujuriosa fantasía sexual con una protagonista que cada vez encarna mejor el papel que le ha impuesto.
El fantasista (2) .
Recorrí la casa de playa filmando con mi cámara, desde la amplia piscina hasta el segundo piso, recorriendo el pasillo que me llevaba al dormitorio matrimonial. El cuerpo sensual de Bebé reposaba en la vasta cama y la manta que la cubría estaba echada a un lado, mostrando las curvas femeninas en la remerita y el pantaloncito corto que eran su pijama.
“El chantajista dejó dormir a la pelirroja como un domador deja dormir a su bestia antes del espectáculo”, pensé, como si leyera el guión de mi película.
Había dejado dormir a Bebé durante el viaje y después del almuerzo. La necesitaba descansada, recuperada y despierta. La quería fresca y sobre todo dispuesta el resto del día.
Rodeé la cama, tomando planos de la hermosa pelirroja, de sus voluptuosos senos subiendo y bajando al ritmo de la pausada respiración. La chica se despertó, sintió mi presencia. La presencia del acosador, del chantajista. Sin embargo, lejos de mostrar miedo, sus ojos sólo mostraron confusión.
¿Dónde estoy? –preguntó, desperezándose.
Estás en la playa, amor –le contesté.
Ella observó la cámara. Un mechó rojo cayendo sobre sus ojos turquesas.
- Toma 2 –dije para el registro-. Bebé en la playa.
Viernes: de Playa.
Afuera, el sol calentaba la tarde. Con mis lentes de sol respiraba el aire marino mientras esperaba. Bebé salió con sus anteojos oscuros y un bolso de playa al hombro. Como le había ordenado el tronco sólo era cubierto por el bikini en tonos rojos y anaranjados, adornado de lentejuelas doradas, dejando sus senos firmes “bailar” bajo la escasa tela. Una corta y blanca falda de vuelo y talle alto junto a unas sandalias bajas que hacían juego con la parte superior del traje de baño, completaban el conjunto. No era raro que aquella chica se viera hermosa, pero verla caminar con sensualidad a mi lado era una nueva experiencia.
Llevaba la filmadora escondida en un bolso pequeño, acondicionado para la ocasión. Así, podía registrar la reacción de los hombres al ver pasar a la hermosa y sensual mujer de Tommy por la calle. Además, llevaba un par de juguetes prestados, un par de “joyitas”. Una cámara de agua adosada a unos lentes de submarinismo y una cámara espía que había instalado en un collar budista negro. El resto de “mis herramientas” las llevaba en la mochila.
Nos instalamos en la medio de la playa de arenas blancas, frente a un mar turquesa como los ojos de la pelirroja. El cielo azul y el dorado sol parecían el complemento perfecto en aquel día de playa. Las miradas a “mi chica” no eran pocas. Casi podía escuchar los murmullos, aquellos comentarios acerca de las largas piernas y la cintura estrecha o el sensual trasero y los grandes senos. Claro, los piropos no serían refinados seguramente. Mientras “mi esposa” se sacaba la falda de vuelo y revelaba el pequeño bikini en colores carmesí-anaranjados, pude sentir que la playa se silenciaba. Un hombre dejó de raquetear, otro se detuvo en su camino al mar e incluso otro sacó una cámara para sacarle una foto a mi chica.
Sonreí mientras me sacaba la camiseta mostrando la musculatura de rugbista que me destaca. Con mi metro ochenta y tres podía espantar a la mayoría de los “tiburones de playa”, pero aquello no estaba más lejos de mis pensamientos aquel día. Cuando Bebé empezó a acomodarse sobre la toalla, empecé a enseñarle como usar mis juguetes. Primero como usar la cámara espía en el collar budista y luego el modo más fácil de ocupar la cámara de las anteojos de submarinismo. La chica era inteligente, no demoró mucho en entender como funcionaba todo, en especial mi mente.
Iré a comprar algo de agua, preciosa –le anuncié-. Cuando regrese quiero encontrar a algún chico echándote protector solar. No queremos que esa piel sufra en este hermoso día de playa.
¿Qué quieres de mí? –preguntó la bonita pelirroja tras los anteojos.
Sólo quiero que sigas las reglas –le dije-. ¿Las recuerdas?
Si –dijo en voz baja la mujer de Tommy-. Seguir tus indicaciones, estar siempre a la vista de tu cámara y tus ojos y, finalmente, comportarme como una estrella porno.
Se notó que le incomodaba sobre todo aquella última regla. Sin embargo, no tenía opción frente a mi chantaje, la destrucción de su matrimonio y el potencial escándalo de sus infidelidades la amenazaban.
- Lo has hecho de maravilla hasta ahora –le dije, recordando la visita al centro comercial.
Su hermoso rostro se sonrojó. Le sonreí para tranquilizarla.
Tranquila, Bebé –dije conciliador-. Es un bello día de playa. Pelirroja y con esos lentes es difícil que alguien te reconozca.
No estoy segura –contestó.
Relájate y toma un poco de aire marino –me levanté y miré la calle, más allá de unas dunas de arena blanca-. Iré por un poco de agua. Te dejo a cargo, marinera.
La preciosa chica se recostó en la toalla mientras observaba la playa.
Recuerda que fingimos que eres mi esposa –le recordé.
Por supuesto, cariño –Bebé entró en su papel de inmediato.
Entonces, ¿cuál es tu misión? –pregunté.
Buscar a alguien que me coloque crema para el sol y seguir las reglas –contestó.
Y disfrutar de este hermoso día de playa –expresé con una sonrisa-. Recuerda las cámaras.
La pelirroja asintió. Yo me alejé, necesitaba dar una larga vuelta para encontrar un buen lugar para espiar a mi sensual “esposa”. Además, tenía un as bajo la manga. Compré agua embotellada y en la botella de Bebé eche una droga que un chico del gimnasio vendía y que me aseguró que “soltaba” a cualquiera.
- Quita las inhibiciones así –anunció, chasqueando los dedos-. Mi chica y yo lo usamos siempre. Vieras como se le quita la timidez y nos lo pasamos de lo lindo.
Al final, aquello podía ser la diferencia entre un video aburrido de una mujer muy guapa y la fantasía de la película porno que deseaba filmar, el verdadero motivo de aquel loco fin de semana. Espantando la culpa y la moralidad, me propuso llegar hasta el final. Entonces, busqué un lugar entre las dunas y observé con cámara en mano los movimientos de mi protagonista.
A Bebé no le costó encontrar un voluntario para embetunar de crema protectora su hermoso cuerpo. Resultó ser un tipo con el cabello cortísimo y grandes entradas a la altura de sus sienes, con rostro jovial y una altura parecida a la mía. Debía tener unos cuarenta, con un físico envidiable para su edad y aquella facilidad de palabra que sólo se tiene a esa edad. La pelirroja le escuchaba y reían, mientras el calvo pasaba sus grandes manos por su espalda.
Eso si va rápido, me dije. Tal vez no necesite la botellita con la poción mágica.
Esperé entonces. El tipo terminó de repartir el bloqueador solar por la espalda y continuó por las largas piernas de la pelirroja. Me sentía extraño dejando que un desconocido la tocara así, pero aquello era parte del mi plan. Por lo tanto, eliminé esos extraños sentimientos por mi víctima y recordé que Bebé era una putita más, la esposa infiel de Tommy. No era mi esposa.
El tipo acariciaba los pies de Bebé, ella parecía hojear una revista y mantener una conversación animada con aquel desconocido. Todo iba muy bien. Sin embargo, cuando el hombre estaba embetunando el abdomen de la pelirroja apareció una mujer rubia y empezó a armar un lío con el cuarentón.
Una lástima. El tipo fue apartado de mi chica entre gritos escandalosos de la que parecía seriamente su mujer o su novia. A pesar de todo, sentí alivio de que no pasara nada. Todavía era muy pronto.
Regresé entonces. La esposa de Tommy parecía molesta.
¿Realmente dejarías tirada a tu mujer por tanto tiempo en la playa? –preguntó Bebé.
A mi mujer no, pero… -empecé a responder, pero ella furiosa me interrumpió.
Soy tu mujer… mientras dure esta farsa al menos… ponte en el papel de esposo… al menos dame un poco de seguridad, malparido -me reclamó, con un lagrima de rabia asomando en uno de sus ojos-. Me moría de miedo con aquel desconocido acosándome.
Disculpa, pero la verdad es que no se notaba el supuesto miedo desde las dunas –contesté, sarcástico-. Todo lo contrario.
¿Querías que saliera corriendo de aquel pervertido? ¿Y si me hacía algo? Parecía muy fuerte –reclamó Bebé, con su voz cada vez más alto- La furia de la chica parecía sólo ir en alza-. Tuve que aparentar todo lo que pude mientras me comía con la vista y empezaba a decir cosas cada vez más fuertes mientras me tocaba. Era un pervertido. Es tu culpa por ordenarme aquella payasada infantil de dejar que me pusiera crema. Tuve la suerte que apareciera su mujer e hiciera un escándalo. No sabía dónde esconderme.
La chica empezó a llorar, escondiendo su rostro entre las manos.
Vamos, nena –traté de calmarla-. Sólo fue mala suerte.
Mala suerte fue el día en que acepté tus tratos –parecía que el llanto la desahogaba un poco.
Vamos ABB –dije llamándola por las iniciales de su nombre real-. En verdad, lo siento ¿Qué puedo hacer para que te sientas mejor?
Ella me miró, sus ojos estaban cubiertos de lágrimas.
- Sabes que esta no es una situación fácil –dijo la bonita chica de iniciales ABB, limpiando las lágrimas del hermoso rostro-. Sólo te pido que esta tarde te comportes como lo que supuestamente eres, un hombre protector, un esposo. Dejemos tus juegos para esta noche y el resto del fin de semana, por favor. Estoy agotada, estresada de todo.
Definitivamente en aquel estado no iba a lograr mucho aquella tarde, así que decidí ceder. De todos modos, aquella tarde sólo tenía planeado aquel juego tonto y juvenil de hacerla calentar a uno o dos tipos en la playa. Debería darme por satisfecho con la escena de la mañana en el probador, pensé. Además, era durante la noche en que realmente la necesitaba animada y dispuesta a todo.
Está bien –concedí-. Mientras comiences a jugar de nuevo según mis reglas desde esta noche, no tengo problemas.
Muy bien –dijo más tranquila Bebé, antes de sonreír maliciosa-. Entonces, durante la tarde jugaremos con mis reglas.
Pero, ¿Por qué? –pregunté suspicaz.
Vamos –pidió con un puchero sensual-. Necesito sentirme tranquila.
Ok, ¿Qué quieres que haga? –pregunté nuevamente.
Quiero que te comportes como un verdadero esposo –pidió Bebé, demasiado seria-. Quiero que seas protector, atento. Un caballero. Tal vez, sí dejas de tratarme como un objeto en tu “proyecto” logre sentirme más segura el resto del fin de semana.
La miré con exasperación, como si estuviera metiéndome un dedo en el culo. Sin embargo, no era gran cosa lo que pedía. Fingir ser el esposo de una chica bonita y sexy como Bebé no sería un sacrificio para ningún hombre, tampoco lo debía ser para mí. Al final, me rendí a sus encantos.
Aquello sería como una tarde aburrida con mi esposa en la playa.
La siguiente media hora la pasamos conversando, leyendo revistas y observando el mar. Yo aproveché para echarle una mirada más detallada al cuerpo de la esposa de Tommy. La chica tenía un rostro de ángel con labios de súcubo, carnosos y tentadores. Era lo que despertaría las fantasías de cualquier hombre si no le acompañaran aquellas curvas tan atractivas. Las doradas lentejuelas del sujetador del bikini parecían hacer notar aún más los senos grandes y firmes de la pelirroja, que reposaba de lado en la toalla. Sin duda, del lado contrario de donde me encontraba, los hombres estarían teniendo una buena visión de la curva sensual de su cadera y los voluptuosos y redondos glúteos. Bebé me había reclamado el hecho que no le hubiera permitido traer pareo o usar la faldita para proteger su “intimidad”, pero ella no era una mujer tímida. No se dejó amilanar por la piel al aire o las miradas de los desconocidos.
Estaba ensimismado observando el pezón contra la tela de su bikini cuando sentí que Bebé me tomó de la mano y me animaba a ponerme de pie e ir al mar.
Vamos a darnos un chapuzón, cariño –pidió, calzándose los lentes de submarinismo y un esnórquel-. Hace demasiado calor para continuar sobre la playa.
Pero, ¿nuestras cosas? Alguien podría robárselas –le recordé-. Uno de los dos se tiene que quedar.
Pero Bebé tenía otra idea. Llamó a dos chicos rubios de unos trece o catorce años que se sentados a unos seis metros de nosotros y les pidió con un sonrisa que nos cuidaran las cosas. Los púberes, cuyo descaro era superior a su timidez inicial, terminaron sentándose justo al lado de nuestras toallas.
- No se preocupe, Señora –dijo uno de ellos, con sus ojos azules mirando el ombligo sensual de Bebé-. Nosotros cuidaremos sus pertenencias.
Bebé le dio las gracias con un abrazo a cada uno de los chicos, rojos de la vergüenza. Pero felices.
Entonces, me dejé llevar al agua, de su mano. Los chicos y otros hombres nos miraban, incluso algunas mujeres. Una chica golpeó a su novio por seguirle los pasos a la pelirroja con demasiada atención. Aquello me relajó. Debía disfrutar un poco de la playa, me dije.
La verdad es que ese chapuzón me vino muy bien. Me quitó el calor y la tensión. Nadamos un poco y estuvimos jugando con la cámara submarina. Luego, comenzamos a tirarnos agua y correr entre las olas. Sin proponérmelo, empecé un forcejeo con la pelirroja. Podía sentir sus caderas contra mi cuerpo, mis manos en su cintura y luego, su trasero sobre mi pelvis cuando ella intentó liberarse. A pesar de la erección que empecé a sentir, continué el juego. Ella se liberaba, corría unos metros y me lanzaba agua con las manos. Yo la seguía, hacía lo mismo y luego trataba de tomarla mientras ella sonreía como una chica. En mis brazos otra vez, ella se debatía hasta liberarse. Yo aprovechaba para sentir su cuerpo. Un seno ya había pasado por mi mano y una de sus manos había rozado mi pene erecto más de una vez. Cada vez, nos alejábamos más de la playa y el agua nos llegaba a la cintura.
Forcejeábamos una vez más, pero yo la cogía con mayor firmeza, para sentir su cuerpo contra el mío. Esta vez, ella no trataba con tanto ahínco de liberarse de mis brazos alrededor de su vientre. Bebé me daba la espalda y podía sentir mi pene presionando en medio de su carnoso trasero. Sus glúteos parecían hechos a mano, con la firmeza justa para mantener todo en su posición sin parecer esos desagradables “culos artificiales” hechos por algún mal cirujano plástico y que abundan demasiado en la televisión y en especial en el porno.
En aquel instante, estaba demasiado excitado y cuando Bebé se dio vuelta con uno de sus grandes senos y espigados pezones fuera del bikini, en lugar de convidar a la pelirroja a devolverlo dentro de la tela carmesí, lo tomé en mi mano, acariciándolo con lujuria.
- Mmmmmmmmmnnnngggghhhh –fue la única respuesta de bebé, mientras cerraba los ojos.
Yo continué presionando aquel manjar, sentí aumentar la tensión de la piel del seno mientras la estrechaba un poco más contra mi cuerpo. Entonces, sentí la mano de la pelirroja bajar por mi vientre y tocar mi pene sobre el traje de baño.
Últimamente, ando tan caliente –dijo ella, con las gafas de submarinismo sobre los seductores ojos turquesas.
Lo sé –respondí, mi mano estiró un pezón, haciendo que Bebé se mordiera un carnoso labio.
El cabello rojo y mojado lanzaba destellos con el sol cuando ella volvió a girarse para acomodar mi pene entre sus carnosos glúteos. Entonces, comenzó a masajear mi verga con ayuda de su sensual trasero y una mano traviesa que llevaba a su espalda. Miré alrededor, estábamos lo suficientemente alejados de la playa para que nadie notara lo que hacíamos. Mis manos probaron la carne de sus senos, esta vez cubriendo la piel del pezón con el bikini. No quería confiarme y que nos sacaran una foto. A lo que no renuncié fue al “tratamiento” que hacía Bebé a mi pene. La chica me masturbaba con el pene entre sus glúteos. Sentía un enorme placer, pero la chica me tenía otra sorpresa. Se giró y me miró a los ojos.
¿Te gusta tu esposa, amor? –su voz encendió aún más mi cuerpo.
Me encanta –le respondí, observando su rostro a centímetros del mío y sintiendo como sus senos presionaban contra mi pecho.
Entonces, después de lo que viene te va a gustar más –anunció.
Bebé bajó mirándome lentamente, con su cuerpo pegado a mi torso, podía sentir sus firmes senos presionar mi pecho, mi abdomen y mi pelvis hasta que sólo su rostro quedó sobre el agua, justo sobre mi pelvis. Luego, desató el traje de baño y lo bajó sin dejar de mirarme. Con una sonrisa se calzó las gafas de submarinismo y el tubo del esnorquel en la boca. Tomó aire antes de sumergirse y empezar una mamada bajo el agua. Aquello fue excitante, observar los movimientos de Bebé bajo las suaves olas, sentir sus labios apretar contra mi glande, sentir su mano coger mi pene y masturbarme mientras tomaba aire y continuar otra vez con la mamada. Era toda una nueva experiencia. Esa chica era oro puro, oro fundido en lujuria.
Bebé continuó, saliendo del agua para besar mi pelvis y lamer con su lengua mi abdomen, mientras sus ojos turquesas no perdían mi mirada. La pelirroja era una sirena, un animal de seducción, jugaba con sus tetas en mi pene también, antes de volver a calzarse mis lentes y retomar una mamada aún más salvaje. Estaba en la gloria, respirando con dificultad, enloquecido. Verla aguantar tanto bajo el agua y continuar la mamada me llevó a tomarla por los hombros a punto de correrme, no quería que parara.
Menos mal que estaba al borde de la lujuria absoluta, la solté mientras eyaculaba en el mar y la esposa de Tommy salía boqueando del agua. Se le veía agitada, le faltaba el aire, pero no enfadada. Rápidamente, una vez recuperada y sonriente, se acercó con mirada salvaje y lujuriosa.
¿Te gustó? –preguntó, acercándose.
Claro que me gustó –respondí, estrechándola para sentir la consistencia de sus curvas.
Ella estaba caliente, lo sabía. Jugueteó con mi pene flácido, que sorpresivamente se animó como si tuviera quince años nuevamente. Bebé tenía magia en los dedos, pensé. Esos dedos llevaron el pene a su entrepierna, podía sentir una mezcla de dolor y placer al contacto de las lentejuelas y la tela que me separaban de su coño. Ella inició un masaje de su coño con ayuda de mi verga y yo la estrechaba contra mi cuerpo, cada vez más.
Estaba a punto de echar a un lado su bikini para penetrarla cuando lo vi. El tipo se había acercado sin que lo notáramos, estaba a menos de veinte metros con una cámara filmando el mar, pero supe de inmediato que su intención era otra.
- Hay un maldito filmándonos –avisé a “mi chica”.
Bebé de inmediato me soltó, arregló sus ropas y aparentamos que sólo estábamos en un juego inocente en medio del océano. Salimos casi de inmediato del agua, tomados de la mano.
Cuando regresamos a nuestro lugar, los chicos nos recibieron sonrientes. No faltaba nada y como premio “mi esposa” dejó que los chicos le repartieran la crema protectora por el cuerpo. Lo hicieron lentamente, con cierta torpeza. Seguramente Bebé continuaba caliente, quizás por eso dejó que fueran un poquito más atrevidos de lo necesario. Claro, los chicos pasaron a tocar sólo un poco sus glúteos o sus senos. Sólo por “casualidad”, una o dos veces. Fue igualmente excitante, aunque sentí un poco de celos.
Bebé me observó tras sus anteojos de sol mientras los chicos la tocaban y yo grababa a mi mujer entregada a aquellos inocentes masajes. Al final, cuando nos retirábamos había sido una tarde más animada de lo que pensaba.
Viernes: de Fiesta.
Una vez en la casa de playa, comimos algo y nos preparamos para la noche. Miramos televisión e incluso Bebé me pidió que viéramos un poco los videos que habíamos conseguido esa tarde. La pelirroja era una chica más divertida que la esposa de Tommy que yo recordaba. Mientras repasábamos las eróticas escenas y bebíamos agua para hidratarnos, nos besamos como si fuéramos marido y mujer.
Me preguntaba si la esposa de Tommy era una mujer lujuriosa o simplemente trataba de sobrevivir con aquel juego de seducción a mi chantaje. No estaba seguro. Sin embargo, yo iba ganando. Sin duda. Mientras ella se masturbaba hasta correrse, yo sólo la observé, masturbándome a su lado. La culpa me hacía sentir incapaz de serle infiel a mi mujer.
Luego de eso, empezamos los preparativos para salir. Iríamos a una discoteca de un amigo con el que había reservado una mesa y un lugar privado. Me vestí con un pantalón de tela y una camisa crema que me quedaba bastante bien a opinión de la pelirroja.
Entonces, me senté a esperar a Bebé con una copa de brandy en la mano.
La pelirroja se asomó desde las escaleras y quedé maravillado. El minivestido negro parecía calar perfectamente en las curvas sensuales de la mujer de Tommy. Las largas piernas estaban realzadas por las sandalias de plataforma de madera y el collar budista (con la cámara escondida) lucía bien en el amplio escote en el que asomaba sus juveniles y magnos senos. El cabello peinado y rojo caía hacia atrás, dejando el rostro pulcramente maquillado a la vista, con aquellos grandes ojos turquesas, la nariz elegante y los labios carnosos como centro de una armónica composición. Esa mujer derrochaba sensualidad como un mar tempestuoso derrama sus salvajes olas sobre la costa. Me sentí temblar con la cámara en mi mano cuando dije:
Toma 3: Bebé sale de fiesta –la esposa de Tommy sonrió, tomándome como un loco.
Estoy lista –dijo-. ¿Cuáles son tus instrucciones para esta noche?
Me gustó su actitud, se notaba más relajada.
Ok, seguiremos con “nuestro matrimonio” esta noche –dije, cambiando sólo ligeramente los planes-. Pero seré el típico marido que no le gusta bailar y que mira a su chica de lejos. Quiero que te la pases bien esta noche, bailes para atraer las miradas y dejes que te saquen a bailar si alguien te llama la atención o te atrae. Cuando encuentres a alguien especial, que de verdad te guste me avisarás y lo llevarás a un lugar especial que he preparado. No te preocupes, estaré observándote en todo momento.
¿Qué quieres que haga en ese lugar “especial”? –preguntó Bebé, tomando la pequeña cartera y examinando por última vez el maquillaje antes de salir.
Lo que quieras –le dije, sin querer presionar demasiado-. Coquetear o cualquier cosa que quieras a hacer. Yo estaré observando y cuidándote sin ser visto. Puedes estar seguro de ello.
Está bien, cariño –ya entrando en su papel de esposa -. Tú encárgate de mantener mi copa de champaña llena. Si voy a bailar, seguramente estaré sedienta.
Por supuesto, mi vida –le aseguré.
Era una noche calurosa. Las calles estaban despiertas y las luces de la ciudad costera parecían invitar al desenfreno. O quizás era sólo la visión de las piernas de Bebé, en el asiento de al lado, o su perfume que parecía brotar del esbelto cuello y el sensual escote. Al llegar a la discoteca, le tomé la mano y nos adentramos hasta la zona vip ubicada a un lado de la zona de baile.
- Este lugar es nuevo –me dijo al oído.
La música estaba animada y hacía difícil hablar en aquel lugar.
- Si, tiene un par de meses –le comenté-. Pertenece a un amigo. Tommy lo conoce también.
Aquello fue un error. De inmediato, noté que la mención de su esposo hizo mella en el animo festivo de Bebé. La iba a tranquilizar, pero justo llegó mi amigo Bernardo, el dueño del club, a saludar.
Así que ella es Lola, Gonzi –dijo Bernardo-. Vaya si es guapa tu esposa.
Si, Bernardo –traté de pasar por alto aquella confusión-. Lola, mi vida, éste hombretón es mi amigo Bernardo.
Se saludaron. Bebé me siguió el juego tratando de mostrarse interesada en el club para que Bernardo no le observara mucho el rostro.
- Bueno, cual es ese lugar privado donde podemos ir –le recordé a Bernardo para no incomodar a mi falsa esposa.
Bernardo me hizo seguirlo hasta un extremo del bar, lejos de la pista, donde había una puerta roja y una escalera metálica que subía hasta el área del DJ y una segunda área VIP. Tanto la puerta roja como la escalera estaban vigiladas por un hombre de piel oscura y musculatura fibrosa.
- Este es Ériko –dijo Bernardo, presentando al negro-. El estará aquí toda la noche.
El negro saludó, tomando especial atención en el cuerpo de Bebé. Mi chica parecía retraída y no prestó atención que el negro y mi amigo se la “comían” con la mirada.
Ériko –le dijo el dueño de club-, mi amigo Gonzi y su mujer necesitarán uno de los salones durante la noche. Quiero que cuando te lo pidan los lleves hasta el salón rojo, el del fondo. Los llevas y te regresas rápido a tu puesto ¿me entiendes?
Claro, don Bernardo –dijo el negro, observándome extrañamente.
Cualquier cosa me buscas, hermano –me dijo Bernardo al despedirse-. Un verdadero gusto, Lola.
Bebé se despidió con desánimo, parecía que el recuerdo de su esposo la había afectado. Aquello me animó a llevarla a la mesa y a poner algo de droga en su copa de champaña. Esperaba que la hermosa pelirroja se animara durante la noche.
Una hora después, Bebé parecía haber recargado energía y olvidado la tristeza. Bailaba divertida en la pista de baile mientras un tipo se movía a su lado con un extraño movimiento de sus brazos y un extraño ritmo. Sin duda, sería rechazado pronto, como los dos anteriores. No pasó mucho rato antes que mi suposición se hiciera realidad. Se dirigió a nuestra mesa, sonriente cuando le extendí la copa rebosante de champaña.
Gracias, mi amor –me dijo, dándome un besito, como buena esposa.
¿Te estás divirtiendo? –le pregunté, mientras la estrechaba contra mi cuerpo.
Estábamos sentados en sillones rojos y mullidos, lejos de los parlantes. Sin embargo, había que hablar muy de cerca.
Me estoy divirtiendo mucho –dijo Bebé, su voz empezaba a hacer notar el exceso de la bebida espumosa.
¿Te ha gustado el lugar? –pregunté, acariciando una de sus largas piernas.
Mucho… -su boca buscó mi cuello y empezó a darme besitos mientras su mano se estacionó en mi muslo-. A ti ¿Te gusta más que tu mujercita esté en la pista o aquí, junto a ti?
La miré a los ojos. No sabía que decirle a esa sensual mujer. Supuestamente, ella debería estar en la pista de baile buscando a alguien para ligar y así yo poder filmarla. La idea de todo ese viaje era llevar a cabo mi fantasía de filmar una película porno. Pero en ese momento sentía el deseo de retenerla conmigo.
Quédate un rato –le pedí-, luego sales a bailar y seguimos el plan ¿te parece?
Me parece perfecto –dijo sensualmente Bebé, buscando mi boca.
Nos besamos, estrechando nuestros cuerpos, olvidándome de los planes y de la música. Rato después, luego de un breve manoseo y unos largos besos de despedida, la pelirroja salió a bailar nuevamente. Su femenino y voluptuoso cuerpo se puso en movimiento con la música, era una mujer muy hermosa y sentía un extraño sentimiento al verla sola en la pista. A mi verdadera esposa, Lola, jamás la hubiera dejado hacer eso. Era demasiado celoso. Quizás por eso, cuando el primer tipo empezó a bailar a su lado, sentí una emoción similar. Sin embargo, recordé que aquella no era mi esposa. Era la infiel esposa de Tommy que yo había chantajeado para que estuviera ahí, bailando y coqueteando con cualquier tipo.
Bebé volvió dos veces más a la mesa por una copa. Era su forma de deshacerse de los tipos que no le gustaban antes de volver a la pista. En su tercera parada, luego de ir al baño de mujeres, la noté mareada y cansada. Se lo hice notar.
¿Sabes lo que necesito? –me dijo.
¿Qué? –le pregunté.
Un poco de coca – me contestó.
Un poco conmocionado de que ella usara cocaína, le pregunté si hablaba en serio. Me dijo que sí.
Quizás tu amigo sepa de alguien que venda un poco de coca en la discoteca ¿no? –sugirió.
No, estás loca. No podría preguntarle eso a mi amigo –soné escandalizado, como lo estaba.
Entonces, preguntémosle al chico negro –me dijo.
Sin esperar mi reacción, Bebé empezó a caminar hasta la puerta roja donde éste se encontraba. Tuve que seguirla. La chica se ponía terca cuando estaba borracha.
Hola –me adelanté a la pelirroja, hablando con el negro.
¿Quieren entrar al salón? –preguntó.
No… La verdad es que queremos otra cosa –me encontraba nervioso.
Nunca había comprado droga a un desconocido. La única vez había sido aquella droga recomendada por el tipo del gimnasio y la había comprado para este viaje, por los efectos de desinhibición que producía en su chica. Ni siquiera sabía que era lo que había comprado. Ahora, en menos de una semana estaba preguntando por cocaína, esta vez a un desconocido.
- Oye guapo –dijo la mujer de Tommy a mi lado, consciente de mi nerviosismo- ¿Sabes de alguien que venda cocaína en la discoteca? Mi esposo y yo queremos divertirnos un poco.
El negro, la miró con intensidad, como apreciando si hablaba en serio. Una vez que estuvo seguro y de mirar alrededor, tratando de evitar ojos ajenos, contestó.
- Hoy tienen suerte –dijo-. Don Bernardo no deja que esa mierda entre en el local, pero hace una hora un tipo me dijo que tenía una mercancía especial.
Miró para todos lados y llamó a un tipo al que dijo que necesitaba ir al baño. El tipo se quedó en la puerta mientras el negro pasaba a nuestro lado con dirección al baño de hombres.
- Síganme –nos dijo.
Cerca del aquel baño, el negro habló con un tipo de gafas y gorra negras. Luego, despejó el baño antes de entrar él, el tipo de las gafas, Bebé y yo. Bebé me dio el dinero y yo hice la transacción. Estaba nervioso, seguro que la policía entraría por la puerta y nos encarcelaría a todos. A mi lado, Bebé parecía relajada y sonriente mientras miraba al negro orinar frente a ella. La escena era impactante, el tipo tenía una verga enorme. Lo más sorprendente era que aquel monstruo estaba lejos de estar erecta. Ériko sacudió su miembro con orgullo y luego lo guardó en el pantalón.
Tengo la coca. Salgamos de aquí –le dije a mi distraída “esposa”.
Súper bien –dijo Bebé, mirando a Ériko-. Muchas gracias, campeón.
De nada, preciosa –dijo el negro-. Estoy a sus órdenes para lo que quiera, señora.
La seductora y tonta sonrisa de Bebé fue toda su respuesta al negro.
Luego que la chica aspirara algo de coca, salimos del lugar. De inmediato, noté el cambio de actitud de la esposa de Tommy. La pelirroja salió a bailar como se hubiera dado una larga siesta. Volvía de la pista cada cierto rato sólo para tomar un sorbo de champaña y besarme melosa antes de volver a bailar. Al final, luego de varios coqueteos, de pegarse un buen rato a un tipo alto y de hombros anchos y a una morena hasta el punto de darse un buen morreo con ambos, alternativamente. Pensé que haría un trío, pero eligió para mi sorpresa a la guapa chica de cabellos negros que usaba un sensual vestido azul metálico, desechando al tipo alto. Se notó que había complicidad en su baile, en la forma en que se miraban y en la forma en que se tocaban mientras bailaban.
De nuevo, la mujer de Tommy me sorprendía con algo nuevo. Ahora, resulta que era medio lesbiana. En medio de la pista, tras moverse bajo las luces y sombras, la pelirroja besaba a la chica mientras esta la tomaba de la cintura. Unas cuantas canciones después se acercaron a la mesa.
- Hola, amor –me dijo Bebé, mientras yo le ofrecía su copa de champaña-. Ella es Ángela.
La chica estaba de la mano de Bebé y parecía evaluarme con la mirada. Era una chica de ojos claros y piel cenicienta. Me dio la impresión de ser una rubia con el pelo teñido de negro. Vestía ese vestido metálico de color azul y unas sandalias altas a juego con el vestido, que la hacían ver muy deseable. Era muy guapa, de senos grandes y caderas generosas.
- Así que eres el guardaespaldas de Bebé –aseguró la chica-. Al principio pensé que eras su esposo, pero ella asegura que eres su protector. Su toy-boy.
Me reí de las ocurrencias de Bebé. La invité a sentarse, pero la pelirroja me hizo pararme antes. Ellas me observaron sentadas muy juntas.
- Ya no te necesito, Guerrero –me dijo Bebé, llamándome por mi apellido-. Búscanos un lugar para que Ángela y yo estemos tranquilas. Avísame al celular, no quiero verte más.
Un poco sorprendido, le seguí el juego. Mientras me alejaba pude ver que las chicas comenzaban a besarse. Llegué hasta donde estaba Ériko y le pedí que me dejara pasar al salón, antes de despedirme le anuncié que mi esposa venía en camino, que la dejara pasar con su amiga. Ériko asintió y volvió a su lugar.
Mientras observaba algunos sillones, una mesa de vidrio pequeña y un sofá en medio de lo que era un estudio de música. Genial, la acústica era espectacular. Ni siquiera se escuchaba la música de la discoteca. Aquella grabación no sería lo que yo había pensado, primero por el lugar y luego por que había esperado captar la escena entre un hombre y una mujer, pero al final terminaría siendo una escena lésbica al parecer. En el cuarto de sonido, separado por una puerta y un vidrio polarizado, Bernardo había dejado su cámara.
Bebé pensaba que esa noche sólo contábamos con la cámara escondida del collar budista, pero la verdad es que el club estaba lleno de cámaras de seguridad, algunas de alta definición, que habían seguido a la pelirroja toda la noche. Además, Bernardo me había dejado aquella cámara ahí, ya que aquel sector no tenía cámaras de vigilancia.
Una vez estudiado el lugar, encendí un par de luces tenues y en tonos rojizos. Envié un mensaje a Bebé.
Esperé que su amiga y ella aparecieran pronto, pero se demoraron.
- Gracias, precioso –escuché la voz de la chica morena-. Me encantó ese negro ¿Y a ti?
Las chicas entraron riendo y observando el lugar. Llevaban unas copas y una botella de champaña.
- No sé –dijo Bebé, risueña-. Nunca me había imaginado teniendo sexo con alguien como él, pero después de verle en el baño ya no estoy tan segura de que no me gusten los negros.
Las mujeres rieron mientras recorrían el lugar de la mano. No tardaron en acomodarse en el sofá y continuar bebiendo en medio del coqueteo. Yo comencé a grabarlas escondido en la pieza de sonido, tras el vidrio que escondía mi presencia. Las chicas se besaban y susurraban cosas al oído. Parecían dos modelos liándose en un estudio de grabación, sacaron coca y aspiraron un poco antes de seguir la fiesta, cada vez más apasionadas.
La chica morena, Ángela, parecía querer devorar los carnosos labios de la pelirroja y sus manos acariciaban sus piernas, subiéndole el vestido negro. Bebé estaba como ida, disfrutando de las caricias de la chica que comenzó a bajar dando besitos por su cuello hasta las preciosas tetas de “mi esposa”. Sentí que mi pene respondía a la escena, pero me concentré en filmar cuanto podía.
Mientras Ángela le empezaba a besar los senos, Bebé reaccionó y llevó su mano a la entrepierna de la morena, levantando el minivestido azul metálico. Sin dudarlo, empezó a juguetear con el coño de la chica sobre una tanga minúscula de color negro. Las chicas iban despacio, no había prisa. Cuando una sacaba un seno y lo chupaba, la otra respondía llevándose un dedo del pie a la boca y empezando a besar la pierna hasta llegar a la entrepierna y juguetear con el coño. Luego, dejaba que la otra fuera la que dominara un rato.
Los vestidos hacía rato que descansaban en el piso y las manos conocían bien la firmeza de la otra. Bebé utilizaba lencería negra, el pequeño y sexy conjunto de media copa y push up que tanto me había gustado. En tanto, su nueva amiga usaba un conjunto pequeñísimo del mismo color, si creí que el calzón de Bebé cubría poco, el de aquella chica era casi invisible en comparación. Además, tenía un buen par de tetas, no tan grandes como las de la pelirroja, pero se veían firmes como las de mi mujer, pensé.
- ¡Vaya par de guarras! Si que están buenas –susurré.
Continué filmando. Ángela parecía más agresiva y había hecho a un lado el calzón de mi pelirroja, lamiendo el clítoris y metiendo un dedo en el coño. Bebé gemía muy bajito, mientras sus manos acariciaban el cabello negro de su amante. Así, hasta que cambiaron de lugar. Esta vez le tocó comerle el coño a Bebé, que se encontró con una matita de bello rubio con la forma de un pequeño corazón en la pelvis. Una cosa que jamás había visto.
Me lo han hecho con láser –afirmó Angela.
Genial –dijo Bebé, antes de lanzarse a comer el coño de la chica de nuevo.
Aquella comida fue alucinante. Si en el mar, bajo las olas, Bebé me había mamado la verga como una experta, en medio del sofá, comerle el sexo a esa chica y hacerla acabar dos veces fue un trabajo sencillo. Alucinante. Mi pene parecía de piedra cuando la pelirroja llevaba a la morena directo al tercer orgasmo.
¿Sabes que me vendría bien? –dijo Angela, besando a la pelirroja para agradecerle las caricias.
¿Qué? ¿Un poco más de coca? –preguntó la ninfómana esposa de Tommy.
No, una buena verga –dijo la chica- ¿Por qué no llamamos al negrito de afuera?
No creo que venga –respondió mi chica, besándola y enredando sus lenguas-. Pero creo que tengo una solución.
Bebé se puso de pié y caminó directamente a la puerta donde yo estaba escondido. La puerta se abrió y Bebé me observó risueña.
- Sabía que estarías escondido ahí, querido Guerrero –dijo en voz alta-. Ven con tu camarita y sígueme.
Aquello estaba fuera de todos mis planes. Sin embargo, la seguí como impulsado por un resorte.
- Recuerdas a Guerrero, Ángela –anunció la pelirroja.
La voluptuosa morena, semidesnuda, sólo sonrió.
Así que te gusta grabar los encuentros de tu jefa –dijo sensual con cara de chica mala-. Que guardaespaldas malo eres ¿Puedo castigarlo, Bebé?
Puedes –respondió Bebé, quitándome la cámara e invitándome a avanzar hasta la semidesnuda morena.
Con la verga a punto de explotar en mi pantalón, me dejé llevar. Me paré frente a la chica de ojos claros y cabellos oscuros, que con una sonrisa maliciosa comenzó a acariciar mi entrepierna. No se entretuvo demasiado con sus dedos sobre mi pantalón. Desabrochó el cierre, liberó mi verga y, luego de menearla un par de veces, se la metió a la boca.
El calor acorraló mi pene y sentí tensarse la piel y los músculos de mi sexo. Las manos de Ángela jugueteaban con mis testículos mientras su lengua bailaba en la punta del glande. A mi lado, Bebé filmaba la escena con una mano mientras la otra retozaba en su coño, masturbándose. Estuvo la chica con mi pene en la boca hasta que encontró que estaba duro y listo para la acción.
- Vamos, chico malo. Métemela -la chica se puso de perrito en el sofá.
La pelirroja a mi lado se acercó y meneó mi verga, invitándome a follar a su nueva amiga. Bebé me besaba mientras me acompañaba en el corto viaje hasta el coño de Ángela.
- Fóllate a esta puta –me susurró-. Dale la verga que espera.
La pelirroja acarició el coño de Ángela y luego tomó mi verga, masturbándome de tal forma que la hacía rozar contra el clítoris de la chica, penetrándola con la punta y repasando sus labios vaginales. Arrancando los primeros gemidos de la caliente morena.
Con aquellas dos hermosas mujeres me era difícil controlarme, lo único que deseaba hacer era follármelas una y otra vez. Entonces, tomé de la cadera a la morena y empecé a follarla, no había vuelta atrás.
- Así, amor… fóllate a esa perra… dale más fuerte, cariño –decía Bebé a mi lado, con la cámara en la mano.
La pelirroja nos rodeaba, grabando cada gemido de la morena, dándose un tiempo para alternativamente besarnos y luego acariciar nuestros cuerpos. Se acercaba enfocándome la cara, invitándome a lamer sus firmes pezones mientras hacía un acercamiento para mostrar como mi lengua recorría su pezón o mi pene entraba y salía del coño de su amiga.
Era una locura, pero yo estaba excitadísimo. En un momento, Bebé se colocó con las piernas abiertas en el sofá para que Ángela le comiera el coño mientras yo continuaba embistiendo su vagina. Estaba en el cielo. No podía más.
- Me voy a correr –avisé.
Aquello fue como el santo y seña para que ambas chicas se arrodillaran a mis pies y comenzaran a lamer mi pene. Bebé me había pasado la cámara y podía filmar como mi verga era atacada por sus bocas y lenguas. Frente a mí, las bocas se encontraban una y otra vez, deteniéndose para besarse y luego continuar a poner sus labios alrededor de mi pene. Aquello fue demasiado para mi cuerpo y mi mente, eyaculé. Un chorro fue directo a la mejilla de Bebé y otro al labio y mentón de Ángela. El resto cayó en los hombros y senos de las sensuales mujeres. Entonces, caí al suelo mientras sentía que ellas caían sobre mi pene, hambrientas por finalizar su tarea.
Continuamos, la fiesta en la casa de playa. Aquella noche, tuve que ayudarme con algo de coca o jamás hubiera podido con aquellas dos ninfómanas. Lo gracioso, es que Bebé no me dejó follarla esa noche y tuve que conformarme con sus mamadas o follar a Ángela salvajemente.
- Queda mucho fin de semana para disfrutar del postre, cariño –fue una de sus evasivas respuesta.
Sólo me dejó más caliente. La deseaba cada vez más. Podía esperar, tenía sábado y domingo por delante y aún tenía que cumplir mi fantasía.
Sin duda, el fantasista había logrado una nueva fantasía. La magia estaba en el aire. Sin duda, iba a lograr una espectacular película porno aquel fin de semana.