El falso piloto
Pero desde luego tengo muy claro que si eso fueron cuernos, me encantó ser un cornudo. De acuerdo, me la devolvieron muy follada, pero me la enseñaron de todo. La verdad, no me importa que volviera hecha una buena puta. Eso ahora lo disfruto yo.
El falso piloto
A mi esa historia me hacía mucha gracia, sobre todo porque me recordaba la canción esa del Último de la Fila que decía algo así como “piloto de aeroplano quiero ser” pero el caso es que aquellos cuernos, si fueron cuernos, me vinieron luego muy bien.
Después de que rompiéramos, enfadada se fue a vivir una temporada a Alicante. En menos de un año ya se lio con un tipo. Se conocieron en una cena de estas que te lleva la amiga de la amiga de la amiga, que al final, es, que como no tienes nada que hacer, y sobra una silla, te invitan, vas y punto.
Y él parecido: el amigo colgado… Pero estaba de buen ver.
Esa misma noche en la discoteca los primeros manoseos y los primeros morreos. Intercambio de teléfonos. El siguiente fin de semana quedaron. Cena. Copas. Lo de siempre.
Vamos a por el coche que te llevo a casa. Fueron agarraditos por la cintura entre risas. Algún que otro besito.
Y en el parking del Hotel donde él se hospedaba, se la cepilló. Si. Nada más montar en el coche que si un besito, que si música… Estaba clarísimo. Pudo negarse por supuesto y no hubiera pasado nada, pero se dijo ¿y por qué no? Y ya está. Manoseos, el incordio de la ropa, asiento reclinado… Bragas abajo y un tío encima a empujar. Ni se la vio. Por como la sintió dentro la pareció una polla normal. Nada del otro mundo, me dijo.
Eso sí, tomaron las precauciones adecuadas. Osease el condón de toda la vida. Los tenía en la guantera del coche. Precavido el chico.
El siguiente fin de semana repitieron cita. Esta vez, por si las moscas, ella fue algo más preparada. Unas braguitas más lindas, por si tenía que lucirlas, una falda más amplia, una blusa con botones delanteros... Vamos, más que preparada, fue predispuesta a facilitarle las cosas. En una palabra, fue preparada para que se la pudiera follar mejor. Y lógicamente, repitieron lo del coche, pero con más comodidad.
Y lo notó en “la calidad del polvete”. La gustó más. Con más confianza. Hubo más juegos en el coñito. Desde luego fue más fácil sobarla los pechos. Y por supuesto, cuando se la montó, fue más agradable.
Pero el sábado la cosa se subió un poco de tono. Morreos, manoseos, las tetas completamente fuera y una mano en la nuca que la “invita” con un poco de la fuerza a agacharse entre las piernas. La polla la estaba esperando. Dura, tiesa. Con su cabezota morada apuntándola.
La pareció más gruesa que la mía. No mucho más grande. Un par de segundos para contemplarla y zas. Ya está. Sin rodeos, se la metió en la boca. Vamos que le mamó el rabo. No fue mucho, pero lo suficiente para que él supiera que podía metérsela en la boca, que no le iba a decir que no. Vamos… que se lo permitía.
Luego prácticamente la despelotó, la abrió las piernas y de una sola estocada, hasta las bolas.
Más o menos al mes de conocerse, se fueron a hacer turismo rural. El viernes, salieron de la ciudad. Una pequeña excursión. Una casita de turismo rural. Y una habitación con una magnifica cama. Por fin. Desnuda del todo por primera vez.
Esa noche la hizo de todo. La masturbó, la hizo correrse varias veces… Jugó con su potorro hasta hartarse. Fue la primera vez que la comió el coño… Ella por supuesto tuvo que chupársela. Luego se la folló. Varias veces: al acostarse, el sábado al levantarse...
Ese mismo sábado, cuando volvieron de la excursión, nada más terminar de ducharse, allí mismo en la bañera se la cepilló. Pero claro, con el calentón del momento, no tenía allí los condones. Y ella, en justa correspondencia, llegado el momento cumbre, le sentó al borde de la bañera y se la chupó. Allí siguiendo sus instrucciones, se la fue chupando hasta que la dijo: prepárate cariño, y con dulzura, pero con firmeza, la sujetó la cabeza por la nuca.
La llenó toda la boca de leche. No se tragó todo dijo. Era la primera vez que lo hacía -a mí nunca me la había comido hasta el final-. Lo escupió como pudo y se manchó los pechos. Una sonrisa y un “no pasa nada ya te acostumbraras”. Luego la metió en la bañera y con mucha suavidad y ternura la limpió los pechos y la duchó.
Esa noche después de cenar subieron a la habitación volando. Los dos tenían ganas. Durante la cena estuvieron todo el rato calentándose el uno al otro. Por la escalera la metía mano y le sobaba el culo. Cerrar la puerta y otra vez en pelotas, otra vez a follar. Lo mismo. Manoseos, sexo oral, polvo nocturno, polvo matutino... y desayuno completo. Y esta vez, nada de escupir. Como una niña obediente se lo comió todo, todo: la corrida enterita. Alguna arcada, alguna nausea pero no pasó nada más.
Otro fin de de semana, dijo, era el aniversario: hacia tres meses que se conocían. Bueno más bien hacía tres meses que follaban. Él, muy romántico, fue a buscarla a la estación. Hasta con flores. La hizo mucha ilusión.
En el parking de la estación, en penumbra, morreos, toqueteos por arriba y por abajo, y entre risas, un “saluda a eso de las piernas”. Eso de las piernas acabó en su boca y de nuevo se tragó todo. Ya casi era una rutina.
Luego la llevó de compras. Un regalo, la dijo. Dejó que la llevara a una lencería. Una ropa interior carísima pero preciosa. Muy picante por supuesto. Jolines, parezco una “prosti”, le dijo.
Luego, aunque era pronto fueron a escoger restaurante. Es de suponer que no fuera casualidad. El conducía y conocía perfectamente la ciudad. Mira allí está el barrio chino. ¿Vamos a verlo?.
Alguna puta por la calle, alguna pinta rara y poco más. Era pronto. Lo que sí había era sex shops. ¿Has entrado alguna vez?. No dijo nada. Aparcó el coche. Algo ruborizada dejó que la empujara y entraron. Afortunadamente no era dependiente sino dependienta. Pasearon entre los pasillos. Muchas bobadas. Mucho trasto inútil. Películas, revistas… Acabaron frente a las cabinas. No se atrevió a entrar. Vámonos anda. Dirección a la salida, estaba el pasillo de los “juguetes”. La llamó mucho la atención. Tamaños, formas… algunos parecían de verdad. Muchos de los consoladores eran espectaculares.
Cogió uno. Por curiosidad más que nada. La pregunta indiscreta, pero hasta cierto punto esperada. Ella colorada como un tomate, dijo que no, que jamás, que nunca había usado uno. Se rió. Escoge uno. Ni hablar, me da mucha vergüenza. Venga no seas tonta. Sabía perfectamente dónde iba a terminar aquel trozo de plástico. La sola idea la avergonzó, pero la excitó. Cerró los ojos y adelante. La dependienta la miró sonriendo, con un guiño de complicidad, como diciéndola verás que bien te lo vas a pasar.
Esa noche tenían un juguete que estrenar. Sobra decir que volvió a haber de todo, y por supuesto a partir del regalito, también se incluyeron divertidos juguetes. A veces era él el que manejaba los artilugios. Otras, era ella la encargada de hacerlo delante de él. Tenía que hacerlo porque le gustaba mirar. Si, la daba vergüenza masturbarse metiéndose aquello delante de él, pero terminó por acostumbrarse.
Así estuvieron durante más de un año. Quedaban el fin de semana, follaban como locos y hasta luego. Alguna llamada entre semana. Algún te echo de menos. Algún juego con el “juguetito” narrado por el teléfono. Alguna escapadita...
Un día la llamó. Ponte la ropa verdecita. Era la contraseña que se habían inventado: quería que se pusiera la ropa intima más atrevida, la lencería más erótica. Según estaba ya en el tren, la llamó por teléfono otra vez. No podía quedar. Le habían alterado el plan de vuelo y… Pero es que ya estoy en el tren…
Fue a la estación. Podían ir a un hotel, el del aeropuerto. Él tenía allí la habitación reservada. Era obligatorio que se registrase. Solo sería esa noche…
En teoría la habitación era individual, los pilotos no podían dormir acompañados. Tuvo que entrar por la puerta de atrás. Era frecuente que los pilotos y otro personal de vuelo lo hicieran así, sobre todo si venían acompañados de… ya sabes. Una pregunta muy ingenua. ¿De putas? Risas.
Accedió al final. Como no podían salir de la habitación pasaron antes por la tienda de “Dutti free” del aeropuerto. Cuatro tonterías para cenar y alcohol. No lo entendió muy bien porque si tenía que estar solo, se estuvieron paseando por todo el aeropuerto y mucha gente le saludó.
Subieron a la habitación de puntillas. Y nada más entrar directos al tajo. Sobeteos, morreos y a lucir la ropa interior tan bonita que se había puesto para él. En ese momento se dio cuenta de que no habían cerrado las cortinas. Nos van a ver… no digas bobadas anda. La hizo pasear otro poco por la habitación.
Un estás guapísima, joder que buena estás.. etc… y al final terminó con un mira como me has puesto, dijo bajándose la cremallera y enseñando la polla. Sabía lo que le gustaba. Y cuando hacía eso, sabía que lo que quería era que se la chupara. Se arrodilló y se la lamió hasta hacerle gemir. Vamos a la cama. Y se acabaron los juegos. Directamente a follar. Pero no la desnudó del todo. Dijo que estaba muy sexy con su ropita íntima.
Después del primer polvete, pusieron la tele para relajarse. Jugando, jugando, acabaron en un canal de adultos. Vamos uno porno.
Y jugaron a hacer lo que salía en la tele. Mamadas, folladas en posturas inverosímiles…. La masturbó metiéndola cosas en el coño… hicieron de todo.
A mitrad de la noche, ella algo más que pedo, se fueron a bañar. Dentro de la bañera siguieron jugando. Ella se subió encima de él y se le montó como en las películas que acababan de ver. Un poco solo. No era la primera vez que lo hacían a pelo. Les gustaba a los dos, pero estaba descansando de la píldora y no podía ser. Dijo que quería seguir. Le gustaba sentir el roce de la piel desnuda.
No puede ser. Si. No. Si. No…
Y se le ocurrió. ¿Y por qué no por detrás?
Los ojos como platos. Nunca lo había hecho. El alcohol tuvo mucho que ver. Cuando se quiso dar cuenta, estaba a cuatro patas en la cama. Apoyó la cabeza entre los codos y la cara en la almohada. El culo en pompa. Lo intentó, pero no resbalaba bien. No entraba. Espera, dijo se me ha ocurrido una cosa.
Fue al baño. Cogió el bote de champú y colocó la boca de la botella en el ojete. Apretó. Una sensación de frio. Luego… pues con algo de paciencia se la metió. Y la estrenó el culito. La estuvo dado por el culo hasta que se corrió. Se vació del todo allí. No la desagradó. Dijo que no la había dolido mucho. Una sensación muy rara eso sí.
Y repitieron. Ella gemía, hasta gritaba de vez en cuando. No pasaba nada. En la habitación de al lado se oía lo mismo. Pero ya a cosa de madrugada, sonaron unos golpes en la puerta. Deja ya de follarte a esa puta, joder que los demás queremos dormir.
Y lo más alucinante. En vez de callarse, respondió: vale ahora termino. Muerde la almohada cariño, la dijo arrogante y con el suficiente tono de voz como para el que estaba fuera lo oyera. La sujetó las caderas y empujó con todas sus fuerzas. Ahora si dolió. Sintió una penetración súper profunda. Intensa. Notó como los testículos la golpeaban los labios de la vagina. Hasta las bolas dijo en voz alta. Y apretó. Adelante atrás, adelante atrás. El ritmo era endiablado. Con energía. Algunas veces hasta violento. No paró hasta que volvió a correrse. La dejó el culo al rojo vivo.
Al día siguiente desayunaron en la cafetería del aeropuerto. Dos señores uniformados se acercaron. Se saludaron. Uno le venía a buscar para ir al control de vuelos. Eran compañeros de trabajo. Sentaros, tomad un café. Los dos la miraban de arriba abajo. El más moreno la devoraba con los ojos. Mal educado, descarado, no paraba de mirarla a los pechos.
La hora. Ni un beso al despedirse. La extrañó.
¿Es esta la guarra de anoche? ¡Menudo concierto nos distes!, cabrón. Le oyó preguntar al moreno cuando se iban. El otro más fue más discreto. Esperó a que estuvieran algo lejos. Indagó un poco. No, no soy su novia, dijo. Un movimiento reflejo, instintivo, algo la llevó a decirlo. Ya… lo suponía.
Suavemente preguntó cuánto costaba pasar una buena noche, o un buen rato vamos. Él tenía libre hasta medio día.
Le miró en silencio, sin saber qué decir. Estaba claro que la estaban confundiendo con una chica de compañía. El otro seguía a su bola. Se puede decir que hablaba solo. La preguntaba, la decía cosas, comentaba que en ese el hotel iba casi todo el personal del aeropuerto. Era un buen hotel… y les hacían muy buen precio. Si a todos los de las compañías….
Anda, si me ha dicho que era obligatorio para los pilotos…
Y sin saber muy bien cómo, se encontró con que la estaba contando que el que ella creía que era su noviete, el piloto, no era piloto. Era un simple auxiliar de vuelo. Si tenía el título de piloto de ultraligeros, pero todo el mundo sabía que lo había aprobado porque su mujer era la que examinaba. ¿No lo sabía? Pues su mujer era la directora de no sé qué academia de vuelo. De todo lo que la había contado nada era verdad, ni su nombre.
Obviamente estaba allí porque él había querido. A lo mejor la había llevado para presumir de chica. Enseñar su conquista a sus colegas. Y empezó a tener la sensación de que la había estado engañando. En todo.
Fue como un puñetazo que la dejó K.O. Engañada. Burlada. Usada de mil formas. Comparada con una puta. Tratada incluso peor que a una prostituta. Y desde lejos por un cristal le vio despedirse con una estúpida sonrisa y lanzarla un besito con la mano. La mirada del otro y las risitas entre los dos lo dijeron todo.
Salió del alma. Soy cara. ¿Cómo? Sí, que soy cara. ¿No has preguntado cuanto cuesta pasar un rato?.
Silencio. La miró de arriba abajo. ¿Cara? Sí.
¿Y eso? Pues… porque puedes hacerme de todo. ¿Te importa el precio?
No, si te lo montas bien no pasa nada.
¿te importa que haya estado con….? ¿Y qué nombre iba a decirle?. No, no me importa… Pues vámonos.
Pasaron tranquilamente por la entrada. No pasaba nada, estaban muy acostumbrados. Lo de entrar por la puerta de atrás… Pues para no pagar el suplemento de la habitación. Otra mentira más pero esta vez la resultó hasta cutre.
Si con el piloto había hecho de todo, con este, herida, humillada, cabreada, etc. hizo más, pero con una diferencia. No necesitó un mes para hacerlo. Todo lo que había aprendido, lo hizo todo en unas cuantas horas.
Luego ya fue el destino. O el vivir en una ciudad pequeña. Volvimos a vernos. Nos reencontramos. ¿Qué tal te va la vida? …y todo eso.
Volvimos a salir. Ninguno preguntó qué había hecho durante este tiempo. Los dos dábamos por sentado que ya mayorcitos habíamos tenido nuestras aventurillas. Y pasó lo que tenía que pasar, volvimos a acostarnos.
Desde luego había cambiado, y en este terreno una barbaridad. Se notaba desde el primer momento. Su forma de moverse en la cama. Gemía, no se cortaba. Su orgasmo algo escandaloso… Pero lo que más me sorprendió fue el que su antaño súper peludo coño, no tenía ni un pelo, estaba completamente depilado. ¿Y esto? Y como si fuera el lobo de Caperucita: ¡¡¡Es para que me lo comas mejor!!!….
La encontré más desinhibida. Más experta o más segura de sí misma, más madura tal vez. Desde luego mucho más abierta a todo. No solo se podía hablar y bromear sobre el sexo sin tapujos, sino que ya se podía hasta bromear. En lo demás se había vuelto más liberal, ya no era la chica vergonzosa… ¡si hasta hacía top less en la playa!, algo completamente inimaginable tiempo atrás.
La ropa interior una monada. Los escotes, los tangas, las minifaldas… Antes lo de follar, como suele decirse, a oscuras y con camisón. Ahora, literalmente te comía la polla en cualquier sitio. No la daba vergüenza nada. Y en la cama una máquina. Podías follarla cuándo, dónde y cómo quisieras.
Un día me la estaba follando a cuatro patas. No quiero ni contarte la sorpresa que me llevé cuando sin querer acerqué mi polla a su ojete, le rozó y me dijo sigue, no te cortes. No hubo resistencia. Colocarla a la entrada, un empujoncito y ya está. Entró como un misil. Hasta adentro. Evidentemente no había perdido el tiempo. Ese agujero ya estaba estrenado, y por lo que estaba viendo, bastante usado, pero no dije ni mu. La di por el culo todo contento y a callar.
Años después, no recuerdo muy bien cómo salió este tema. Si me había puesto o no cuernos. Dijo que no, que de casados no, pero que cuando no estábamos juntos, pues había tenido algún que otro escarceo. ¿Muchos? Algunos, dijo riéndose ocultando la cara en la almohada. Venga, de verdad, ¿muchos?. Bastantes dijo.
Me contó la historia del piloto, y la aventura del hotel. ¿En serio te lo hiciste cobrando? Asintió con la cabeza. ¿Y luego? ¿Qué paso? Nada, me pagó y nos vestimos. Volvimos a la cafetería y antes de despedirnos me dijo que se lo había pasado muy bien. Yo le dije lo mismo. Y era verdad. Ese chico follaba muy bien. Me dijo si podía repetir, ya sabes lo que te cuesta, le dije y le di mi teléfono.
Fuiste… estuviste… (No sabía ni cómo decirlo) trabajaste de… ¿puta?
¿Puta? No, no fui puta... ¡¡¡Fui putísima!!! Los dos nos echamos a reír. ¿En serio? ¿Fuiste puta de verdad?. De nuevo risas… “Y de las carísimas”… Y supe que no me estaba mintiendo. Recuerdo como al principio, antes de volver a salir, me comentaba que algún fin de semana tenía que irse por temas de curre.
No es que lo encajara ni bien ni mal lo de que hubiera sido puta, es que eso, eran historias pasadas, de eso hacía ya mucho tiempo.
Lo cierto es que el polvo que se echó en aquella habitación fue el que la cambió. No sé si estuvo haciéndoselo así durante mucho tiempo o si se lo montó con muchos. Creo que sí, aunque no me lo dijo abiertamente, sí mencionó que su teléfono había circulado por todo el aeropuerto. Lo que sí me dijo, y lo dijo riendo, es que hasta que se cansó, su coño fue “el coño mejor pagado de todas las aerolíneas”.
¿Qué si fueron cuernos? No, no creo que se pudieran llamar cuernos. No estábamos ya juntos, aunque luego volviéramos a salir y termináramos casados.
Pero desde luego tengo muy claro que si eso fueron cuernos, me encantó ser un cornudo. De acuerdo, me la devolvieron muy follada, pero me la enseñaron de todo. La verdad, no me importa que volviera hecha una buena puta. Eso ahora lo disfruto yo.
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