El extraño medico

Mateo es un amigo al que le pasan cosas. Es gay. Esta es una de sus aventuras.

EL EXTRAÑO MEDICO

Enseñar nuestro cuerpo desnudo es cuestión de costumbre. Cuando somos pequeños nos muestran en cueros hasta una edad en la que aun no sabemos que lo estamos. Después, quizá para enseñarnos a hacer nuestras necesidades, empiezan a utilizar palabras más o menos extrañas para señalar nuestros órganos genitales, el "felipe", el "chistu", cualquier palabra vale, menos la picha, la polla o el pene, si se quiere utilizar una palabra técnica para nombrarlo.

Es normal mear en la calle, delante de cualquier persona extraña, a una edad inferior a los ocho años.

Después se desarrolla la etapa en la que empezamos a tener conciencia de nuestra distribución de género en masculino y femenino, por lo menos en cuanto a los órganos externos y al conocimiento de que esos órganos sirven para otra cosa, además de para expulsar nuestra orina al exterior.

Es cuando empezamos a esconderlos. Nos enseñan a que los conocimientos que adquirimos sobre esa materia sean tabúes. Hay que adquirirlos mediante frases medio dichas por las personas mayores, con una sonrisa cómplice de algún amigo que lo ha aprendido antes y cuyo conocimiento lo comparte contigo, aunque ahora tenemos la televisión como la mejor escuela de aprendizaje e internet.

Como nuestros conocimientos han sido secretos, no los compartimos con los parientes que viven cercanos y vamos adquiriendo la costumbre de no enseñar nada de nuestro cuerpo, que se relacione con aquello que nos presentaron misterioso. Con la excepción de los amigos, con los que nos gusta medir el tamaño de nuestro "cacharro" y la potencia y cantidad de semen que expulsamos, como hacíamos antes en los concursos, que ganaba el que meaba más lejos.

Cuando comienza la pubertad los hay de todo, el exhibicionista, el recatado, el que porque hace deporte tiene que desnudarse ante muchos y lo encuentra normal y la mayoría, que solo lo hacemos cuando nos vemos necesitados a ello.

Cuando se es mayor, no lo sé aún, pero viendo a esos miles que aguantaron en pelotas, en las calles de Barcelona, pasando frío, desde las cinco de la mañana, a que les retrataran así, pienso que para resarcirse de lo que no enseñaron cuando pudieron hacerlo. Porque exhibir aquellas "cosas" tan arrugadas, tanto hombres como mujeres, en medio de la calzada, hay que tener un valor . . .

¿A qué viene toda esta disertación sobre las costumbres de quitarse la ropa? Pues a lo siguiente.

Mateo, creo pertenece a las personas normales, no le importa enseñar lo suyo a los amigos, que como él, tienen los mismos instintos sexuales. El cabrón sabe que lo tiene muy bonito, Hemos disfrutado viéndoselo en algunas instantáneas recientes.

  • Para que no me lo estén pidiéndome cada vez que me conectan – nos dio de explicación ante preguntas sobre ello.

Lo que no sabía entonces, era que el destino le preparaba una exhibición masiva de sus "encantos". Adri, yo y muchos, hemos pasado por idénticos lugares y aunque lo que teníamos que enseñar a los médicos era la otra cabeza, nos han desnudado, lavado, perfumado y tocado la del prepucio y el culo, siempre que han querido.

Mateo me decía.

  • Por el número de fotografías, que han hecho de mis cojones en el Centro Médico, ampliadas, pueden preparar varias "exposiciones genitales" en las salas de arte y sobran instantáneas para repartir, con vistas diferentes de los mismos, en calendarios, de esos en forma de tarjeta, a todos los clientes de la mayor cafetería de Oviedo.

Fíjate después las que llevan en Madrid. Creo que nunca unos huevos, junto con lo que tienen al lado, han sido tan retratados, mirados, tocados y manoseados como los míos.

- Mateo no todos los testículos - yo hablo muy bien cuando quiero - que han pasado por sus expertas manos, son tan maravillosos . . .redondos. . .duros. . .húmedos. . sexuales . . . gordezuelos . . . insinuantes. . . como los tuyos y no digamos de lo que tú dices los acompaña, porque ese resto, que tienes la suerte de poseer anima y enerva "los bajos" de cualquiera que los contempla.

Lo que está al lado de tus cojoncitos - le seguía diciendo yo en contestación de lo anterior – es sensual . . . turgente . . caliente. . .ardiente . . . chupante . . amante.. .

¿Se nota mucho que me gusta Mateo ?, ¡¡ Joder, creo que me he descubierto demasiado !!.

No me importa, porque somos muchos los que le amamos en silencio, algunos no tan en silencio, perdónanos Bollín, pero mira bien lo que comes, porque algún día vamos a envenenarte, para que nos lo dejes para nosotros. Más ahora, que le están poniendo los "huevines", como nuevos.

Como siempre, perdonarme, pero me aparto del tema principal que pienso escribir.

Decía que Mateo estaba durante estos últimos tiempos tan acostumbrado a enseñar la parte de "abajo" de su cuerpo que una mañana le ocurrió lo siguiente.

      • o o o - - -

Normalmente, el médico principal que llevaba su caso, cursaba visita sobre las doce del mediodía, pero a veces, antes de esa hora, algún otro de los que estaban de guardia o ayudantes, pasaban por su cuarto a preguntarle datos, a hacer exploraciones o simplemente a saludarle.

  • ¿ Cómo estas chaval?.

Pero todos los días la limpieza de su cuerpo la hacían las enfermeras a las diez de la mañana aproximadamente.

Le quitaban el pijama, le dejaban en cueros sobre la cama y con unas esponjas especiales, mojadas en una jofaina que llevaban con agua, le enjabonaban todo él, principalmente las zonas que suelen sudar o se manchan de noche por . . .

Después le daban unas friegas de colonia fresca y si los necesitaba, unos polvos de talco, por las partes donde el cuerpo produce sudor, entre los huevines y en la rajita del culo que extendían con la palma abierta.

- Debiera tener, este establecimiento tan moderno, enfermeros para hacer esta labor – sé que Mateo había pensado más de una vez.

Durante la sesión de limpieza corporal aquella mañana, sonó "el busca" de la enfermera que estaba atendiendo a Mateo. La chica salió hacia el pasillo a mirar quien la llamaba, dejando a mi amigo esperando, tumbado en la cama como vino al mundo, pendiente de las friegas y lo que venía detrás.

Seguramente la llamada a la enfermera fue importante, porque dejó lo que tenía en la mano, junto a la puerta y marchó pasillo adelante.

Mateo se entretenía mirando al techo a la espera de que le terminaran lo que habían iniciado, pero se dio cuenta por el rabillo del ojo, que entraba alguien en su habitación. Comprobó que vestía una chaquetilla blanca y esperó que le saludara, se presentara, porque la cara le era desconocida sería nuevo y esperó iniciara las preguntas que esperaba.

El recién llegado, no le dijo nada, dio la espalda a Mateo y se acercó directamente hacia la parte de abajo de su cuerpo.

Notó que sus manos agarraban su pene, lo levantaban y descubrían su glande. A pesar de la costumbre de estar en esa postura y de se lo tocaran al auscultarle, esa parte de Mateo tenia una especial sensibilidad, por lo que comprobó, que sin desearlo se le empezaba a excitar y a endurecer.

El chico que había entrado en la habitación, seguía tocándosela y moviendo su pellejito arriba y abajo descapullándosela. Después inició un movimiento, con la polla de Mateo, harto conocido por este.

  • Joder parece que me esta haciendo una paja – pensó – es la primera vez que me ocurre eso aquí.

Como ya lo que le podría ocurrir en un hospital, no le extrañaba, no dijo nada, solamente pensó que necesitaban su semen para algún control

Lo que sí se dijo fue.

  • ¡¡ Leches !!, Me lo podían haber pedido a mí y no sacarlo ellos por su cuenta.

El de la chaqueta blanca, siguió moviendo la polla de Mateo, arriba y abajo, cada vez con más velocidad, de manera, que mi amigo, comenzó a moverse casi a la vez acompañando el movimiento de la mano sobre su picha, porque sentía, dentro de sí, las sensaciones que esta acción produce.

No tardó mucho en correrse y lo que no pudo comprobar, debido a la postura, si el de la chaquetilla blanca, recogía parte del jugo que había expulsado su miembro.

Solo vio que mientras salía, siguió manteniéndose de espaldas a él para que no le viera y desaparecía por la puerta.

Al cabo de un rato, menos mal que su "chisme" había vuelto a su estado normal, volvió la enfermera y aunque Mateo notó, que le lanzó una mirada muy extraña, cuando tuvo que tomar de nuevo la esponja para limpiarle la zona genital, no hizo ningún comentario al respecto.

Mateo estuvo toda la mañana muy mosqueado por lo que había pasado y más cuando, en el momento en que se levantó para salir un poco al pasillo a pasear, mientras arreglaban la cama y limpiaban la habitación, vio desde una de las ventanas, a un individuo que atravesaba el jardín, que se parecía al que había penetrado en su cuarto, vistiendo una chaquetilla blanca, que llevaba una escalera al hombro y en sus manos un bote de pintura y varias brochas.