El Extraño Caso de Mr. Bottom
El mástil de Joe estaba a punto para colocar la bandera, de modo que...
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Tras el incidente, ninguno de los dos volvió a mencionarlo. Tenían trabajo que hacer, iban varios días en los que no nevaba y las temperaturas del frío invierno parecía que comenzaban a ascender, por lo que el deshielo empezaba a llegar.
La yegua que montase Ros estaba en celo y Joe lo sabía, tenía que cubrirla con el semental que también estaba inquieto y así conseguiría aplacar a ambos y que la naturaleza siguiese su curso.
Para ello los sacó al recinto donde pastaban durante el día y avisó a Ros lo que estaba por ocurrir, pues una parte de aquel encuentro equino corría a cargo de Joe.
—Digamos que el semental es un poco viejo, así como yo y le cuesta acertar —dijo Joe sin especificar más.
Ros se sonrió desde la vaya de palos y entendió perfectamente el mensaje.
Así que mientras Pay dormía en su capazo, Ros fue testigo del encuentro amoroso entre una yegua joven y un semental viejo. Le pareció bonito, pues ella se hizo la remolona y él la rondó, luego se fueron acercando y en los momentos finales la mano experta de Joe ayudó a completar la fusión de ambos sexos.
Ros no perdió detalle y este último en concreto le pareció ciertamente extraño y raro. Pero dadas las circunstancias en que se encontraba el viejo semental, era necesario. Así que Joe cogió su enorme erección con una mano y la acompañó hasta la entrada de la yegua, hasta que esta entró y la ensartó con furia.
La yegua relinchó más alto y la cópula duró apenas unos segundos, luego él semental la desmontó y parte de su corrida fue a parar al suelo descongelado ya del recinto.
Según le dijo Joe, aquello era el principio, aún tendrían que esperar un rato más. Así que mientras los caballos siguieron “danzando” Joe estuvo atento a nuevos encuentros, en los que también ayudó al semental a ensartar a la yegua y así pasó parte de la mañana, Ros mirando y Joe ayudando.
Y lo cierto es que tanto encuentro terminó por afectar a la mujer, que recordó el orgasmo que tuvo de improviso mientras Joe le vaciaba las tetas sobrecargadas de leche.
Finalmente Ros fue a preparar el almuerzo y a dar su toma a Pay y mientras lo hacía notó su excitación interior. Después de todo no se ve un espectáculo de fornicación animal, un tanto salvaje y visceral todos los días.
Sentados a la mesa comentaron qué tal había ido y al parecer muy bien según dijo Joe.
Por la tarde cortó algo de leña, mientras Ros tomaba un poco el sol con Pay en sus brazos. Ya hacía mejor temperatura y hoy cayó en la cuenta de que Joe parecía tener mejor tino para partir los troncos y apenas se quejó de la rodilla mientras realizaba la tarea que el día anterior le vio completar con dificultad.
—Parece que hoy se da mejor la tarea Joe —dijo Ros viéndole cortar los troncos.
—Si, me encuentro bien, la verdad. ¡Muy bien! Hasta la pierna me duele menos.
—¿Cómo te pasó? Lo de la pierna digo…
—Pues fue con el viejo semental, hace años cuando ambos éramos un poco menos viejos, él se asustó y yo me caí. Tan simple como eso.
—¡Oh vaya! Cuanto lo siento, ¿puedo probar yo?
—¡Oh claro, pero ten cuidado con el hacha! —le advirtió Joe.
De modo que cambiaron las tornas, él cogió a Pay y ella el hacha y se dispuso a intentar cortar los troncos por la mitad. Y tuvo que convenir que aquello era una tarea dura y delicada al mismo tiempo, siéndole difícil asestar el golpe de manera precisa y con fuerza al mismo tiempo para que el hacha partiera la madera y no quedase atascada a la mitad del tronco.
Al final terminó sudando y pensó que le haría falta un baño.
La forma de bañarse allí en mitad del bosque en aquella cabaña también era un poco peculiar. Pues debían calentar agua en la lumbre con un caldero y después echarla en una bañera que tenía Joe en su cuarto para tomar ese baño. Así que prepararon temprano la chimenea y allí calentaron agua en una gran caldera de cobre que Joe empleaba para estos menesteres.
Luego Joe vertió el agua hirviendo sobre la bañera y con otro cubo de agua fría la fue mezclando hasta alcanzar la temperatura justa. Así una vez preparado el baño, madre e hijo se quedaron en la intimidad del cuarto y tomaron el necesario baño…
Al terminar ellos también Joe aprovechó para bañarse con ayuda de Ros, de modo que aquella noche todos cenaron limpios y frescos…
Tras la cena el joven Pay tomaba el pecho de Ros mientras Joe quitaba los platos y los llevaba a la cocina. Luego volvió y se sentó junto a ellos en el salón, frente a la chimenea, tras echar un par más de troncos para avivar las llamas.
La escena de la madre amantando al hijo enterneció al anciano, que había pasado de estar solo a tener compañía prácticamente de la noche a la mañana.
—Me alegra que estéis conmigo —dijo en un arranque inesperado.
Ros lo oyó y su alma se conmovió por dentro de alguna manera…
—¡A nosotros también nos alegra que nos hayas acogido en tu casa Joe! —dijo Ros en respuesta—. Cuando más falta nos hacías demostraste estar ahí, como siempre que papá os necesitó.
—Si, Nel debería estar aquí y ver a su nieto en lugar de yo —dijo con una punzada de dolor el viejo Joe.
—Bueno esas cosas pasan Joe, no podemos controlar nuestro futuro, yo pensé que acabaría los estudios y mira donde estoy ahora…
—Pues estás con un hijo que es un regalo aunque no lo pidieses por Navidad —dijo Joe.
—Sí, papá nunca pudo tener hijos propios con mamá, pero yo lo quería como si fuese mi padre.
— La vida nos lleva a veces por caminos insospechados. Nel ciertamente te quería como a su propia hija, cuando os conoció a tu madre y a ti, no paraba de hablar de vosotras. Le trajisteis luz donde sólo había oscuridad.
—Sí, le queríamos mucho tanto mi madre como yo, se portó fenomenal con nosotros. Lo mismo que tú y la abuela —dijo Ros recordando cómo se conocieron.
Por aquellos tiempos Nel estaba perdido, había estado alistado en el ejército y había vivido los horrores de la guerra. Así que cuando volvió e intentó rehacer su vida, se dio a la bebida y en esas circunstancias tan extremas conoció a Sue una guapa enfermera del hospital para veteranos de guerra con la que congenió casi de inmediato y que viuda, vivía con su hija pequeña Ros, la que acabaría siendo la nieta política de Joe tras casarse su madre y su hijo.
Desde el primer momento la familia fue feliz, pero a veces la felicidad dura poco y sus padres murieron en un accidente de coche al ir Ros a la Universidad, dejándola huérfana de nuevo. Y como la vida a veces es un ciclo, Ros comenzó a beber en exceso e ir a fiestas de universitarios y ahí conoció a un chico que a la postre la dejó tirada con su pequeño Pay en el vientre durante el embarazo, no queriendo saber nada ni de la una, ni del otro, al que realmente no llegó a conocer…
Con estas cavilaciones en la mente de Ros, cuando quiso darse cuenta Pay se había quedado dormido con su pezón en la boca, derramándosele un hilillo de leche por sus pequeños labios…
—Se ha quedado dormido —dijo entre susurros a Joe, quien miró la carita del bebé en brazos de la madre—. Voy a acostarlo —dijo y levantándose lo llevó y lo acostó arriba en su cuarto. Luego bajó y se volvió a sentar a la mesa con Joe.
Este ya había quitado los platos, limpiado la mesa y servido un whisky.
—¿Quieres uno? —le preguntó desde el sofá.
—Bueno, ya he dado el pecho a Pay, ¡así que vale!
—Sírvete tu misma Ros —dijo Jon.
De modo que Ros se sirvió un poco en un vaso y se sentó junto a Joe en el sofá de piel de ciervo junto a la chimenea.
—¡Hum Joe, este sofá es un poco tosco pero muy suave! —dijo Ros tras tomar un sorbo de su bebida.
—Si, lo hice yo mismo con la piel de los ciervos que cazo —admitió Joe.
—Pues se te da bien. Aún recuerdo cómo el semental ha cubierto a la yegua esta mañana, ha sido un poco impactante la verdad. Especialmente cuando le has ayudado a entrar —sonrió Ros.
—Si, imagino que para ti que vives en la ciudad, habrá sido toda una novedad —rio Joe.
—¡Si! ¡Ha sido emocionante! —exclamó Ros con entusiasmo.
—A tu abuela también le gustaba verlo, es más luego le sentaba mal —admitió Joe.
—¿Mal en qué sentido?
—Pues, digamos que ella también reclamaba a su semental.
—¡Oh, Joe! ¡Qué pícaros!
—Si, la verdad es que el día que teníamos espectáculo, la noche era más caliente de lo normal. Amy se ponía muy melosa y hacíamos el amor hasta bien entrada la madrugada.
—¡Oh qué bonito! —admitió Ros.
—Aquí en invierno no hay mucho que hacer, como has podido comprobar, así que pasábamos las noches calientes haciendo el amor y así transcurrían los días.
Ros sentía cómo uno de sus pechos estaba cargado de leche, pues no le había dado tiempo a cambiar a Pay y que le vaciase ambos durante su toma nocturna.
—¡Oh Joe, me temo que tengo un problema! —dijo Ros de repente.
—¿Qué problema?
—Que Pay no me ha vaciado este pecho y se me derrama la leche —dijo Ros frente a Joe—. A ti no te gustaría aprovecharla, mejor eso que tirarla, ¿no? —dijo una risueña Ros.
—No sé Ros, tú mandas —dijo Joe mirando sin poder evitarlo sus hermosos pechos bajo su grueso suéter de lana.
—Anda sí, toma un poco, no vaya a ser que me duelan como anoche —dijo Ros y Levantándose se puso de rodillas en el sofá junto a Joe.
Subió su suéter de lana y soltó el velcro del pecho que tenía lleno, éste fue iluminado por la luz centelleante de la leña ardiendo y nada más salir brotaron unas gotitas de leche de la punta.
Joe lo miró con asombro, como aquella noche, Ros se lo acercó y ofreciéndoselo como hiciera con Pay, Joe lo capturó con su boca, comenzando a chuparlo. Casi de inmediato Ros sintió como la leche fluía a chorro hacia la boca de Joe y al mismo tiempo su excitación se incrementaba por momentos.
—¡Oh Joe, qué bien, ya siento como se vacía! —dijo Ros mientras ofrecía el pecho a viejo Joe.
Tras unos minutos de chupeteos y ricas sensaciones tanto para ella como para él, Ros estaba desatada.
—¡Oh creo que el otro aún le queda un poco! ¿Por qué no lo acabas? Así los dos estarán igual de leche por la mañana —dijo y acto seguido descubrió su otro pecho y Joe chupó la poca leche que había dejado Pay en él.
Al chuparle el otro pecho Ros estaba a punto de caramelo, notaba la excitación correr por sus venas y en ese recordó cómo el semental penetró a la yegua. Rememoró cómo esta dio un respingo al sentirse penetrada y llenada por aquella enorme estaca animal. Este zafio recuerdo la puso aún más caliente.
Y en su excitación se tambaleó y para no caerse apoyó la mano sobre los muslos de Joe, pero antes rozó algo y no supo exactamente qué hasta que se fijó mejor en la penumbra centelleante iluminada únicamente por la hoguera.
El mástil de Joe estaba a punto para colocar la bandera, de modo que su mano lo rozó antes de tocar su muslo para no caerse.
—¡Oh Joe, no sabía que tú aún…! —dijo ella con sorpresa.
—Yo tampoco —admitió Joe tras la interrupción fortuita por su pérdida de equilibrio—. Te ruego que perdones a este pobre viejo no he podido evitarlo, lo siento —dijo para disculparse con ella.
—¡Oh tranquilo, no pasa nada! —dijo Ros sonriendo—. Imagino que eso también es bueno para ti, ¿no? Te confieso que yo tampoco puedo evitar sentir cosquillas cuando lo haces —añadió sentándose a su lado y tapándose ya los pechos.
—Lo sé, a Amy también le gustaba cuando le sacaba la leche —confesó el viejo Joe.
—Me parece que el viejo semental y tú tenéis más en común de lo que pensáis —bromeó ella.
—Tal vez tengas razón —dijo él sin ofenderse por su comentario.
—¿Bueno pues creo que tendrás que resolver el problema —dijo ella levantándose para despedirse de él.
—¡Oh no, es no un problema! Te lo digo yo —respondió Joe sin darle más importancia al hecho.
Entonces ella le deseó buenas noches y se fue a su cuarto, donde secretamente se masturbó con el recuerdo del semental mientras pensaba si esa noche, Joe resolverá su problema frente a la chimenea…
El Extraño Caso de Mr. Bottom es una novela erótica diferente y original. Esta idea es la que tenía en mente cuando comencé a idear su historia y que creo que he conseguido plasmar capítulo a capítulo, si te interesa está publicada en Amazon:
Joe vive en un pueblo de la América profunda, tiene una cabaña en el bosque, donde cuida caballos, más que nada para entretenerse y de vez en cuando vende algún potro, con el que complementa su escasa pensión.
Aislado, vive solo desde que murió su mujer, la abuela de Ros. Una buena mujer que dejó a Joe solo con su soledad.
De carácter reservado, es hombre de pocas palabras, a veces un poco gruñón, tal vez por llevar tanto tiempo viviendo solo.
De vez en cuando va al pueblo y bebe para recordar el contacto humano con algún amigo que aún le queda.
La llegada de su nieta y su bisnieto supondrán un punto de inflexión en la vida de Joe, al principio sentirá rechazo, pero poco a poco demostrará que es un buen tipo y cuidará de ambos hasta el punto de defenderlos con su vida si es necesario.
La gente del pueblo cuchichea a sus espaldas, debido a su carácter huraño y teoriza que le niño es suyo y que la jovencita es en realidad una puta a la que dejó embarazada. En la américa profunda todo el mundo mira a la casa del vecino y se mete en sus asuntos creyéndose en el derecho de hacerlo…
Algo extraordinario ocurrirá y el abuelo de setenta y ocho años comenzará a sentirse más fuerte y vigoroso. La gente arreciará en sus críticas mientras él, indiferente, verá el cambio de su propia imagen mirándose al espejo. Espantado descubrirá que está rejuveneciendo, lo que en realidad le ocurre será un misterio al principio, luego sabrá la causa de tan extraño suceso, algo que también inquietará a su nieta y que juntos descubrirán…