El Extraño Caso de Joe Button

¡De repente¡ Ros sintió que no podía aguantar más y ...

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4

Los días pasaban rápido en la cabaña del bosque. Ros se había hecho al hábito diario de Joe y le ayudaba a dar de comer a las gallinas y las cabras, mientras que él se encargaba de los caballos.

A Ros, como chica le ciudad le daban miedo, pero Joe había conseguido que montase a una yegua vieja y mansa. Usando en el recinto vallado que tenía para que los caballos se esparcieran durante el día, antes de meterlos en los establos durante las frías noches del invierno.

En cierta manera se habían habituado a convivir y los días pasaban de forma sencilla y apacible, en una vida alejada delas prisas de la ciudad que Ros conocía y que en absoluto añoraba.

Así, aquella noche cenaron de nuevo el guiso de ciervo que Joe había cazado esa tarde. Gracias a esto tenían comida para varios días y como era su costumbre regaron el plato de guiso con un poco de whisky.

Tras la cena jugaron a las cartas, tras acostar al joven Pay en su nuevo moisés. Esta compra fue un alivio desde el primer día para la joven Ros, pues pudo esparcirse sin tener que tenerlo en brazos todo el rato.

Al final acabaron bebiendo un poco más de la cuenta y terminaron contando anécdotas subidas de tono.

—Me imagino que si llegas a dejar embarazada a la abuela en aquellos tiempos te hubiesen obligado a casarte a punta de rifle, ¿no Joe?

—¡Ya lo creo, menudo era mi suegro! ¡A fe que tenía un rifle de verdad! Tu abuela y yo nos las arreglábamos para hacer nuestras cosas a escondidas y con mucho miedo, recuerdo eso, ella tenía una mezcla de curiosidad y miedo, tal vez más lo último que lo primero.

—¿Y lo hicisteis…?  Ya sabes, antes de casaros —preguntó Ros a Joe.

—Bueno, tal vez no debería contarte estas cosas, pero ella ya no está y supongo que allá donde esté ya no le importará. Recuerdo que nos metimos en el granero una tarde. Éramos muy jóvenes e inexpertos. Yo la acariciaba bajo el vestido tan largo que ella llevaba y ella metía la mano en mi pantalón diciéndome que ni se me ocurriera sacar aquello —rio Joe.

De repente Ros estuvo super interesada en aquella sensual historia que le comenzó a contar Joe.

—El caso es que aquella tarde hacía calor y de repente ella se quitó el vestido por eso, yo la vi allí en paños menores y quedé como atontado, era como ver una chica en bikini ahora, pero un bikini completo, no te creas que se veía mucha carne desde el muslo hasta el cuello. El caso es que ella quedó tan avergonzada que me tiró del pantalón para desnudarme también a mí, con tan mala suerte que tiró demasiado y se llevó tanto éste como mi ropa interior y aquello quedó apuntándola erecto ante ella…

—¡Oh imagino que entonces la avergonzada debió ser ella!

—¡Efectivamente quedó ensimismada con aquello! Te puedes imaginar que estábamos muy excitados y entonces nos unimos, comenzamos a besarnos y a tocarnos por todo el cuerpo y aquel día tu abuela estaba desatada, así que le metí mano allí abajo y más allá y ésta me dijo que lo hiciera, que no esperase, así que lo hicimos en el pajar y consumamos, como suele decirse.

—¡Uf Joe, qué bonito! —dijo Ros sintiendo una gran excitación interiormente—. ¿Y se quedó embarazada?

—Pues tuvimos mucho miedo, pero no, ese día no pasó nada. Bueno pasó algo maravilloso pero no se quedó en cinta.

—¿Y después?

—Después volvimos a lo de siempre, al miedo y a los tocamientos, ¿acaso pensabas que íbamos a normalizar lo que hicimos aquella tarde? No Ros, antes las cosas eran de otra manera. No como hoy, con esos jóvenes practicando sexo, tomando ellas la píldora para no quedarse embarazadas.

Entonces Ros sintió necesidad de explicarle lo suyo a Joe… más que explicárselo, compartirlo con alguien.

—Yo también estaba muy enamorada de él, sentía que me quería por eso me entregué a él. Y un día, que no teníamos condón, pues decidimos continuar con la esperanza de parar a tiempo, pero él no paró, lo hizo dentro y con tan sólo una vez me quedé embarazada…

—Bueno Ros, esas cosas pasan, es suerte, o mala suerte, según se mire.

—Si, lo sé. De todas formas no me arrepiento, porque veo a Pay, con su carita de niño bueno y, ¡siento que he hecho lo correcto! —dijo Ros rompiendo a llorar.

Joe no sabía qué hacer, no era una persona muy expresiva en cuanto a sus sentimientos, así que Ros lloró y poco a poco se recompuso ella sola. Tomó un sorbo más de su whisky y entonces sintió punzadas de dolor en sus pechos y se quejó, al tiempo que sentía cómo estos estallaban por dentro y derramaban parte de su leche en el sujetador.

—¡Uf, me temo que Pay no ha tomado suficiente en su toma! Las tengo ya muy llenas —dijo Ros.

—A tu abuela a veces le pasaba con tu padre, ¿sabes qué? En esos momentos le aliviaba que, bueno, que yo se la sacasen —se atrevió a confesarle Joe.

—¿Qué se la sacasen? ¿Te refieres a que tú…?

Joe tal vez había hablado demasiado, tal vez demasiado whisky le había soltado la lengua, pero ya estaba dicho.

—Bueno sí, ya sé que es una grosería y no te estoy proponiendo nada… Pero la leche tiene que salir, si no duele. ¿Le puedes dar un poco a Pay?

—No me gustaría despertarlo, se pone de muy mal humor, creo que lo mejor es que él se despierte y tome cuando tenga hambre —dijo Ros.

—¡Oh, bueno entonces no hay mucho que hacer! —se lamentó Joe.

Pero entonces nuevas punzadas de dolor, esta vez más intensas, sacudieron los pechos de Ros y ésta se quejó visiblemente.

—¡Oh, nunca me habían dolido tanto antes! Las tengo super duras —dijo la joven—. Yo tampoco pretendo proponerte nada, pero es que me duelen mucho, ¡uf! No lo aguanto —dijo Ros quejándose.

—Bueno Ros, tal vez puedas darte un masaje y dejar salir un poco de leche, ¿no?

—Si, ¡lo intentaré! —dijo Ros y ni corta ni perezosa le pidió a Joe que le trajera un plato hondo de la cocina.

Joe se lo trajo y cuando Ros se sacó su pecho descubriendo el velcro que tenía su sujetador este apartó la mirada avergonzado al ver como su pecho estallaba delante suyo, soltando tres hilillos de leche en distintas direcciones.

—Bueno creo que te dejaré tranquila y subiré a acostarme —dijo Joe girándose para que así ella tuviese más intimidad.

—¡Oh, Joe no importa! Ya llevamos días aquí y no es la primera vez que me ves sacar los pechos para alimentar a Pay varias veces al día. No tienes que avergonzarte —dijo Ros.

—Es cierto, pero no sé si es mejor que te deje sola —dijo Joe apurado.

—¡Oh no es molestia! ¡Quédate por favor, me duelen mucho! Tal vez necesite tu ayuda—se quejó Ros.

La chica masajeaba su pecho pero la leche no salía, ante la mirada esquiva y avergonzada de Joe, que veía con cierta impotencia aquella enorme teta cargada de leche y los esfuerzos infructuosos de Ros por sacarla con su masaje.

—¡Es que me duele si me presiono! —dijo Ros desesperada.

—Tranquila Ros, sé que es molesto. Intenta apretar desde la base del pecho hacia el extremo —replicó Joe.

Ros lo intentó de nuevo, tal como le había sugerido Joe. Pero apenas sacaba unas gotas de leche del pezón con gran esfuerzo y molestias.

—¡No funciona! —dijo Ros finalmente—. No sé si tu podrías, ¿ya sabes? Intentarlo como con la abuela.

Joe la miró asustado pues, lo que ella le proponía, aunque hubiese sido idea suya, era sin duda pasarse de la raya…

—Sé que es mucho pedir Joe, pero me duelen y no se me ocurre otra cosa —insistió Ros.

—Bueno tranquilízate, probemos un poco —dijo finalmente Joe.

El viejo se acercó y se sentó junto a ella en el sofá del salón donde estaba la chimenea. Iluminados por la lámpara de gas y la lumbre de la chimenea, todo quedaba entre penumbras, por lo que tampoco era como tener la luz encendida…

Ros apartó su grueso jersey de lana y dejó su pecho libre con la abertura para dar de mamar abierta. De forma que Joe se acercó un poco más y sin atreverse a tocárselas, le pidió que se la sujetara ella. Esta aceptó y como si le ofreciera el pezón a Pay lo hizo con Joe. Pero su teta quedaba muy baja así que Joe se deslizó desde el sofá y se puso de rodillas a un lado de Ros.

—Así mejor —dijo.

Y echándose ella un poco hacia adelante, acercó su teta al rostro del viejo y este, temeroso, su boca al pezón…

En un primer intento apenas besó su pezón, no llegando ni a presionar. Luego volvió a engancharlo y como con miedo lo chupeteó sin mucha fuerza. Entonces Ros decidió animarlo a hacerlo más fuerte.

—Tranquilo Joe, no me harás daño, hazlo más fuerte, Pay aprieta más —dijo la joven.

—Si, es que es un poco complicado, la verdad —se excusó Joe, quien no podía creer que estuviese haciendo aquello.

Joe volvió a enganchar el grueso pezón con sus labios y chupó con fuerza esta vez, ahora sí que Ros lo notó. Teniendo que apretar los dientes ante el dolor que sintió por el chupetón.

Pero entonces ocurrió algo inesperado, como si estuviese atascado el pezón y el chupetón lo hubiese desatascado, un potente chorro impactó con la cara de Joe tras chuparlo y separarse pensando que le había hecho daño en el pecho a ella.

De repente su cara se cubrió de leche con los chorros que salieron y esta carga que soltó fue como un pequeño alivio para Ros.

—¡Oh, perdona, no pensé que fuese a salir tanta! —rio Ros dándole con una servilleta de tela que usaba para limpiarse cuando daba de manar a su hijo.

—¡Oh, creo que ha funcionado! —dijo Joe limpiando su cara.

—¡Si, parece que estuviese atascado! —dijo ella con alivio, ya lo noto un poco mejor—. ¿Podrías un poco más? —le pidió.

Joe volvió a contactar con su pezón y esta vez chupó con menos fuerza y más continuo. De forma que la leche materna entró en su boca y éste no tuvo más remedio que tragarla, pues le parecía que escupirla sería de mal gusto para Ros.

Hacía tanto tiempo que no saboreaba la leche materna que ya había olvidado completamente su sabor salado, algo que muy poca gente sabe…

Cuando se dio un descanso Ros le habló…

—¡Oh, ya lo noto mucho mejor! ¡Gracias Joe! ¿Está buena…? —preguntó con cierto reparo al ver cómo se la había tragado.

—Bueno, no es como la leche de la cabra precisamente, pero no importa —dijo Joe sin bromear, pues no le pareció apropiado.

—¡Si, está un poco salada verdad! —admitió Ros que parecía haberla probado anteriormente venciendo su curiosidad de madre—. ¡Uf, mucho mejor dijo ahora manoseándose el pecho recién chupado! Ya lo noto más flojo, ¿puedes probar con este otro? —añadió descubriéndose el pecho derecho ahora.

Cambiaron de pecho y ahora Joe volvió a repetir. En este caso el derecho no estaba atascado por lo que nada más comenzar, suavemente la leche salió e inundó su boca…

Pero entonces Ros notó que, al desaparecer el dolor que le provocaban los pechos llenos y atascados, inquietantemente comenzó a sentir un placer indescriptible…

—¡Oh Joe, sí ya noto cómo baja la presión! ¡Sigue un poco más! —dijo tratando que él no notase que le estaba afectando de esa manera.

De nuevo Joe chupó su teta y la leche corrió a su boca mientras ella tenía dificultadas para contener sus gestos por el placer cada vez más intenso que notaba. Así que pensó en que cambiase de pecho a ver si así se relajaba un poco.

—¡Ahora vuelve a este otro, creo que ya casi está! —dijo ella deteniéndolo cuando el placer ya comenzaba a ser casi insoportable.

Pero al contactar con la primera teta, la que desatascó en el primer intento, Ros notó que estaba muy sensible y el placer de sentir cómo le mamaba el pecho fue mayor aún. Con toda su boca rodeando su areola y la leche saliendo, con su lengua presionando la base del pezón. ¡Ros no podía creer que aquello le estuviese sucediendo a ella!

Por su parte Joe tampoco era de piedra, notó que poco a poco su erección crecía, allí arrodillado junto a Ros, chupando sus pechos y bebiendo su leche materna se excitó. De forma que una vez más cambio de pecho a voluntad suya y conectó de nuevo con la siguiente y siguió chupando y bebiendo su leche mientras Ros hacía todos los esfuerzos que estaban en su mano para disimular su gran excitación.

Su culo se movía algo inquieto en el sofá de piel, mientras Joe continuaba chupando sus pechos. Ella los sujetaba y se los ofrecía a él y éste se apoyaba en el sofá con sus manos a uno y otro lado de Ros, sintiendo ésta tal inquietud que no paraba de moverse adelante y atrás levemente y Joe acompañaba estos movimientos sin parar de mamar.

¡De repente¡ Ros sintió que no podía aguantar más y un potente orgasmo se disparó como la espita de una olla a presión que ha alcanzado su punto máximo, apretando esta los dientes trató de que Joe no lo notase, pero su cuerpo implosionó primero y luego explotó hacia fuera, arqueando la espalda y sintiendo como las piernas le temblaban mientras los estertores de placer le recorrían todo el cuerpo. Comenzó a resoplar con fuerza por la nariz mientras mantenía la boca cerrada.

—¿Te pasa algo Ros? —preguntó Joe alarmado dejando de chupar desde el momento en que ésta arqueó sus espalda y comenzó a experimentar el orgasmo.

Ella no respondió en un primer momento, ya que estaba tan concentrada en disimular las sensaciones tan fuertes que sentía, que si abría la boca saldría disparado un tremendo alarido así que aguantó como pudo, manteniendo la expectación de Joe frente a ella. Quien se preguntaba qué le ocurría.

—¡Oh Joe, lo siento, no pasa nada, es que ahora me ha dolido un poco más, pero creo que ya se me está pasando. ¡Y las noto los pechos mucho mejor, gracias Joe! —dijo Ros mientras se guardaba sus pechos en el sujetador de lactancia sintiéndose muy avergonzada tras su orgasmo en directo.

Lo cierto es que no esperaba tener un orgasmo mientras amamantaba a Joe, pero éste la había sorprendido y no pudo evitarlo. Así que soltó un último resoplido mientras se bajaba el grueso jersey de lana y se levantó dejando allí de rodillas al viejo Joe.

—¡Oh, creo que estoy ya muy cansada! —dijo Ros para disimular—. Será mejor que vaya a acostarme.

Y sin esperar contestación de Joe se giró y se marchó en dirección a la escalera que subía a la segunda planta.

—Tranquila Ros, a tu abuela también le pasaba a veces… —afirmó Joe a su espalda.

—¿Si? Estos dolores me habían preocupado la verdad, pero ya estoy mucho mejor… —dijo Ros sin querer girarse para no verle la cara de lo avergonzada que se sentía.

—No hay de qué, me alegro de que al final hayas quedado más relajada —replicó Joe mientras ella salía del salón ciertamente avergonzada.

¿Lo había notado? ¿Sabía de su orgasmo? Probablemente sí, ¡lo sabía!


El Extraño Caso de Mr. Bottom es una novela erótica diferente y original. Esta idea es la que tenía en mente cuando comencé a idear su historia y que creo que he conseguido plasmar capítulo a capítulo, si te interesa está publicada en Amazon:

Joe vive en un pueblo de la América profunda, tiene una cabaña en el bosque, donde cuida caballos, más que nada para entretenerse y de vez en cuando vende algún potro, con el que complementa su escasa pensión.

Aislado, vive solo desde que murió su mujer, la abuela de Ros. Una buena mujer que dejó a Joe solo con su soledad.

De carácter reservado, es hombre de pocas palabras, a veces un poco gruñón, tal vez por llevar tanto tiempo viviendo solo.

De vez en cuando va al pueblo y bebe para recordar el contacto humano con algún amigo que aún le queda.

La llegada de su nieta y su bisnieto supondrán un punto de inflexión en la vida de Joe, al principio sentirá rechazo, pero poco a poco demostrará que es un buen tipo y cuidará de ambos hasta el punto de defenderlos con su vida si es necesario.

La gente del pueblo cuchichea a sus espaldas, debido a su carácter huraño y teoriza que le niño es suyo y que la jovencita es en realidad una puta a la que dejó embarazada. En la américa profunda todo el mundo mira a la casa del vecino y se mete en sus asuntos creyéndose en el derecho de hacerlo…

Algo extraordinario ocurrirá y el abuelo de setenta y ocho años comenzará a sentirse más fuerte y vigoroso. La gente arreciará en sus críticas mientras él, indiferente, verá el cambio de su propia imagen mirándose al espejo. Espantado descubrirá que está rejuveneciendo, lo que en realidad le ocurre será un misterio al principio, luego sabrá la causa de tan extraño suceso, algo que también inquietará a su nieta y que juntos descubrirán…