El extraño

En medio de la noche, Lisa despierta encontrándose en la cama junto a un extraño. No sabe como ha llegado a esa situación y lo que más la asusta es que su hija, Michelle, se halla en la cama con ellos.

Este relato, con tintes sobrenaturales, es obra de Crysostomon y aparecío con el título "The Stranger" en la web "Erotic Mind Control Archive".

Espero sea de vuestro agrado.


Baker Street, Boston. 1980

Capítulo I

Aún estaba oscuro cuando Lisa se despertó. Despacio, se sentó en la cama y la sábana que la cubría resbaló dejando su pecho al desnudo. Rubia y con ojos azules, y a pesar de que sus abundantes senos estaban ya algo caídos, era aún una mujer capaz de despertar el deseo de los hombres.

Sintió como le escocía el culo, todavía adolorido por la sesión de sexo anal de unas horas antes y no pudo dejar de recordar cómo había dejado escapar unas lágrimas cuando él le metió aquella enorme polla en el culo. Dirigió su mirada hacia la cama y comprobó que él seguía allí, completamente dormido. Lisa ni siquiera recordaba cuál era su nombre, solo era capaz de recordar algunos de los apelativos con los que lo había llamado durante la noche. No pudo evitar mirarlo con odio. Un intenso odio nacido de todo lo que él le había hecho y de todo lo que la había obligado a hacer durante las varias veces en que se la había follado durante las últimas cuatro horas, pero, sobre todo, lo odió por lo que pasó con Michelle.

Michelle. Su hija de diecinueve años… La joven, en el otro extremo de la cama, también dormía y Lisa sintió como se apoderaba de ella la vergüenza de lo sucedido la noche anterior. La vergüenza causada por aquella velada de sexo depravado a la que no pudo oponerse. Aquella velada en la que “el extraño” la obligó contra su voluntad a hacer todo tipo de cosas a ella y a su hija.

Lisa se levantó y se vistió con sigilo. Luego rodeó la cama hasta colocarse junto a su hija.

  • ¿Michelle? -susurró mientras sacudía suavemente a su hija- ¿Michelle? -volvió a repetir, sacudiéndola esta vez con un poco más de fuerza.

La joven, parpadeando, se despertó.

  • ¿Mami?

  • ¡Shhhh! -suplicó Lisa a su hija-. No lo despiertes.

  • ¿Qué…? ¿Qué pasa, mamá?

  • Tenemos que irnos.

  • ¿Irnos? ¿A dónde tenemos que ir?

  • Lejos -contestó Lisa-. Antes de que él vuelva a controlarnos.

  • Yo… yo no quiero marcharme - dijo confundida Michelle.

  • Por favor, hija, tenemos que irnos ya.

  • Pero el Amo se enfadaría.

  • ¡No es nuestro Amo! ¡Es solo un pervertido enfermo! -gruño Lisa dándose cuenta de que estaba levantando la voz.

  • Yo quiero al Amo -protestó Michelle-. No me voy a marchar.

  • Por favoooor, bebé -suplicó Lisa.

  • ¡Amo! -gritó Michelle sentándose en la cama.

  • ¡No! ¡No! ¡No! -gritó Lisa horrorizada.

  • ¿Amo?

  • ¿Uhhh? ¿Qué pasa? -dijo él mientras se despertaba.

  • Amo, mi madre se quiere marchar.

  • ¿En serio? -dijo con una sonrisa mientras se sentaba-. ¿Es eso cierto?

Lisa, sin responder, comenzó a retroceder lentamente hacia la puerta.

  • ¿Te quieres marchar realmente? -volvió a preguntar de nuevo él-. ¿Y dejarías a tu hermosa hija aquí, sola, conmigo?

Lisa se detuvo. Las palabras de él le hicieron reconsiderar su acción. Él dirigió su mirada hacia Michelle.

  • ¿Me amas? -le preguntó a la joven.

  • Sí, claro, Amo -contestó riendo ella.

Él echó hacia atrás las sábanas, dejando a la vista una tremenda erección.

  • Ya sabes lo que quiero -dijo.

La muchacha sonrió y se inclinó sobre él dispuesta a chuparle la polla. A ella le encantaba hacerlo. Mientras se aplicaba a su labor, lanzó pequeños ronroneos de placer.

  • Por favor -suplicó Lisa-, déjala marchar.

  • ¿De verdad quieres dejarme?

  • ¡Estás enfermo…!

  • Eso no es lo que me dijiste anoche… mientras te daba por culo… -dijo sonriendo él.

  • Yo… No sé cómo me obligaste a hacerlo… -replicó ella-. ¡Pero esa no era yo!

  • ¿Por qué quieres dejarme?

  • Tú…

  • Dime que me amas -la interrumpió él sonriendo.

  • Te amo -soltó ella de pronto-. ¡Joder! ¡No! ¡Deja de hacer eso!

  • Dime que quieres que te dé por culo otra vez.

  • Quiero que me des por culo -dijo, enfadándose consigo misma por haberlo dicho tan fácilmente-. ¡No! ¡Para!

  • Si quieres que te dé por culo, antes tendrás que quitarte el vestido- dijo él.

  • No… no quiero que… -comenzó a decir Lisa, percatándose de que se estaba quitando el vestido-. ¡No! ¡Por favor! -suplicó.

  • Acércate. Tu hija me ha dejado la polla muy bien lubricada.

  • Por favor… -volvió a gemir de nuevo, pero sin poder evitar dirigirse hacia donde se encontraba él. Michelle se hizo a un lado.

  • Quiero que le ensalives bien el culo a tu madre -le ordenó él a la muchacha.

  • Sí, Amo -contestó ella feliz de obedecer sus órdenes.

Michelle se levantó de la cama dejando sitio para que su madre se colocase junto al extraño. Luego, colocándose detrás de Lisa, le separó las nalgas y colocó la boca sobre el ano de su madre.

  • Por favor, no nos hagas esto -suplicó Lisa al sentir como la lengua de su hija se apoderaba de su esfínter.

  • Asegúrate de dejarla bien lubricada -dijo él dirigiéndose a la muchacha.

  • Mmm… mmmm… -asintió Michelle.

  • Pídeme otra vez que te folle -le volvió a decir él a Lisa.

  • Quiero que me folles.

  • Pídemelo otra vez.

  • Quiero que me folles.

  • No lo estás diciendo bien.

  • Quiero… Quiero que me folle, Amo -dijo Lisa.

La mujer se sintió repentinamente aliviada. Ya no necesitaba luchar, se había liberado del peso que la confrontación acarreaba. Ahora sabía que era lo que quería. Quería complacer a su Amo.

  • Te quiero, Amo -ronroneó.

  • Lo sé -Contestó él con una sonrisa.

Lisa avanzó hasta colocarse junto a él. Se sentó a horcajadas sobre él y con una de sus manos agarró aquella enorme polla y la dirigió hacia la entrada de su ano. Luego, se sentó sobre ella hasta que la sintió profundamente enterrada en su recto. Un estremecimiento recorrió su cuerpo. La penetración le resultó tremendamente dolorosa y era difícil acomodar aquel trozo de carne en sus entrañas, pero le llenaba de felicidad cumplir con su voluntad.

  • Mi mami está muy bien lubricada -dijo Michelle, que yacía junto a ellos.

La muchacha besó al hombre en los labios mientras su madre comenzaba a cabalgar lentamente aquella polla.

Era delicioso. Era delicioso obedecer aquellas órdenes. El clítoris de Lisa ardía de deseo, así que la mujer, sin dejar de cabalgar sobre la polla de él, se inclinó hacia adelante hasta que su palpitante clítoris se frotó contra el vientre de él.

Michelle abandonó la boca de él y besó a su madre. Arrodillada ahora sobre la cama, la muchacha se dedicó a juguetear con los pechos de su madre, que no dejaba de subir y bajar sobre la polla de él.

  • ¡Oh, sí! -jadeó Lisa-. ¡Oh, joder, sí!

Sin dejar de gemir, la mujer movió una mano hacia el culo de su hija e introdujo un dedo en el ano de la joven.

Con la esperanza de sentir como él se corría en su interior, Lisa apretó los muslos para hacer presión sobre aquella polla. Satisfacerlo era lo que ella más deseaba en aquel momento.

Finalmente. Él le regaló su semen. Disparó una ráfaga de caliente esperma dentro del recto de Lisa, que, con un estremecimiento, se corrió al sentirlo.

  • Como una buena chica -dijo él.

Otro estremecimiento de placer recorrió el cuerpo de Lisa al oír las palabras de aprobación de él. ¡Era tan placentero el saber que a él le había gustado! Sin embargo, ahora debía apartarse de él. Instintivamente sabía que era el turno de Michelle. La joven esperaba ansiosa.

  • Límpiala bien -le ordenó él a Lisa. La mujer asintió y uso su boca para limpiar aquel miembro, ensalivándolo y lamiéndolo con dedicación. Michelle, a horcajadas sobre él, inmóvil, esperaba impaciente su turno para empalarse sobre el miembro de su Amo.

  • Basta -dijo de repente él y Lisa se apartó, sentándose sobre sus talones mientras contemplaba como su hija deslizaba aquella polla en su interior. Orgullosa, pensó que era una suerte que su hija estuviese también allí para satisfacer a aquél.

Capítulo II

  • ¡Hola! -se oyó decir a una voz femenina.

Lisa la ignoró, pero la mujer propietaria de esa voz corrió hacia ella y la agarró del brazo. Con gesto de sorpresa, Lisa se detuvo.

  • ¿Soñando despierta? -preguntó jadeando Carol, tratando de recuperar el aliento.

  • ¿Perdona?

  • Te estaba llamando, pero me ignorabas.

  • Yo… -comenzó a decir Lisa sin saber que hacer a continuación.

  • ¿Estás bien? -preguntó Carol preocupada.

  • ¿Por qué no iba a estarlo? -preguntó Lisa a la defensiva.

  • Hace días que no te veo.

  • He estado liada.

  • ¿Y Michelle también? -preguntó Carol. Lucy, la hija de Carol, había sido compañera de colegio de Michelle, y habían llegado a ser tan buenas amigas que empezaron a ir juntas a la Universidad. Hasta que, de repente, Lucy había abandonado los estudios.

  • Las dos hemos estado liadas -contestó Lisa cortante. No deseaba ahora tener una conversación. Solo quería volver a casa con la compra.

  • Me hubiese gustado ir a tu casa a jugar al Bridge, como hacemos siempre -dijo Carol-, pero vi que estabas con alguien.

  • ¿Con alguien? -preguntó Lisa, todavía distraída. Su Amo la había mandado a la tienda a por víveres y le había dicho que regresase pronto. Ahora se estaba desviando de sus instrucciones y comenzó a sentirse presa del pánico.

  • Eh… sí… -dijo Carol- pero solo pude ver el disfraz que llevaba puesto.

  • ¿El disfraz?

  • Sí… un disfraz… -dijo Carol tratando de sonreír- Llevaba puesta una máscara de cabra.

  • Tengo que irme -dijo Lisa con cierta urgencia.

  • Pero…

  • ¡Déjame en paz! -soltó Lisa a bocajarro alejándose de la mujer.

  • ¿Lisa?

  • ¡Vete a la mierda! Espetó la mujer y se fue.

Carol se quedó de pie, inmóvil, observando a su vieja amiga como nunca antes la había visto. Estaba anonadada. Nunca, en todos estos años, había escuchado a Lisa hablar de aquel modo. ¡Jamás!

Vio como su amiga se alejaba y, tras un rato, decidió ir tras ella para averiguar qué era lo que sucedía.

Lisa era totalmente consciente de que su amiga la seguía, pero, sin embargo, inconscientemente, al entrar en su casa se dejó la puerta abierta.

Tras entrar en casa, Lisa se dirigió a la cocina y descargó las bolsas de la compra, guardando lo que había comprado. Por un momento se detuvo y sonrió al escuchar a su hija gritando desde el dormitorio. La excitación hizo que sus pezones presionaran con fuerza contra el top que llevaba puesto. Deseaba poder volver a la cama de nuevo.

Cuando Carol llegó a la casa de Lisa, encontró ligeramente entreabierta la puerta principal. Aquello tampoco era típico de su amiga. Dubitativa, empujó la puerta y entró, mirando a su alrededor intentando localizar a Lisa. Aunque no la vio, si pudo oírla gritar.

  • ¡Fóllame! ¡Fóllame! ¡Fóóóóóllame!

Carol, avergonzada por su intromisión, se sonrojó. Estaba a punto de abandonar la casa cuando oyó pasos. Deseando no ser descubierta, se escondió tras una columna.

Su sorpresa fue mayúscula al ver a Michelle bajar las escaleras y entrar en la cocina completamente desnuda. La joven tenía arañazos en su espalda.

Michelle se detuvo en la cocina, sacó una jarra de agua de la nevera y se la bebió casi de un trago. Estaba completamente deshidratada. Tras beber, la joven se llevó una mano al culo y dejó escapar un pedo sobre su mano. Sus dedos se llenaron de una pegajosa mezcla de semen y heces que la joven lamió obscenamente.

  • ¿Michelle? -se oyó llamar a Lisa.

  • ¡Ya voy, mamá! -respondió Michelle mientras llenaba de nuevo la jarra de agua y volvía a colocarla en la nevera.

De repente, Carol escuchó pasos, pasos que parecían provenir de unos tacones. Girando la cabeza hacia la escalera, la mujer vio aparecer unas pezuñas bajando los escalones. A las pezuñas siguieron unas peludas piernas, luego una entrepierna coronada por una enorme polla colgante. El tronco y los brazos del ser que bajaba las escaleras eran los de un hombre, pero su cabeza… su cabeza era la de un macho cabrío. Lisa seguía a ese ser, casi saltando a su alrededor. Aterrorizada ante lo que estaba viendo, Carol se meó sin querer. Entonces, la criatura se detuvo, olfateando. Lisa, percatándose de que algo había llamado la atención de su Amo, comenzó a mirar a su alrededor.

  • ¿Quién anda ahí? -gritó.

Michelle abandonó la cocina y se reunió con su madre y la criatura en la escalera.

  • ¿Qué ocurre, mamá?

  • Hay alguien en casa.

Inmediatamente Michelle se movió hasta colocarse delante de su Amo, con la clara intención de protegerlo con su cuerpo de cualquier cosa que intentase dañarlo.

Carol temblaba de miedo, comenzando involuntariamente a castañear los dientes. Oyo ruido del golpeteo de aquellas pezuñas acercarse a donde ella se hallaba. Lentamente levantó la mirada para encontrarse con que aquella criatura la miraba fijamente a los ojos.

Carol gritó.

Capítulo III

Cuando recobró el sentido, Carol se encontró en la cama, aunque no en su cama. ¿Cómo había llegado hasta allí? Se incorporó hasta sentarse sobre la cama. Frente a ella, sobre un aparador, colgaba un cartelito con el nombre de “Stephanie” escrito en él. Aturdida, miró a su alrededor y se dio cuenta de que se hallaba en la habitación de Stephanie.

Escuchó un gemido ahogado y se levantó. Las sábanas que la cubrían cayeron al suelo revelando su desnudez. Observó que tenía arañazos en el cuerpo y, bajando la vista hacia su entrepierna, Carol vio que llevaba rasurado el sexo. Le dolía todo el cuerpo.

  • ¡Oh, no! -gimió al recordar lo que había ocurrido. ¡La criatura! ¡No! Era demasiado horrible pensar en ello. ¡La había violado! Recordó como le había dolido, como había gritado a causa del dolor y…, sí…, también de deseo. Había disfrutado de ello.

Recordó en cómo se había desnudado contra su voluntad mientras la criatura clavaba su mirada en ella.

De nuevo volvió a escuchar gemidos, pero esta vez acompañados del golpeteo del cabecero de una cama contra la pared. Sin lugar a duda supo que aquellos ruidos solo podían provenir de una relación sexual.

Carol tomó un vestido que estaba tirado en el suelo y se lo puso. Le sentaba bien. Acercándose a las ventanas trató de abrirlas una por una sin suerte. Todas estaban cerradas. A continuación, se dirigió hacia la puerta de la habitación, pero se detuvo. Algo llamó su atención. Sobre el aparador se hallaba un gran libro encuadernado en cuero. Estaba fuera de lugar en aquella femenina habitación rosa que Lisa había dispuesto para su hija. Carol se acercó al libro. Era viejo, mohoso y apestaba a azufre. Finalmente lo abrió.

¡Era horrible! Viejo como era, estaba lleno de xilografías de orgías y otros depravados actos sexuales. Mientras lo hojeaba, Carol lloró al recordar lo dispuesta que había estado a llevar a cabo algunas de las escenas representadas en el libro.

Carol cerró el libro. “Nada positivo voy a sacar de aquí”, pensó. Abrió la puerta de la habitación y salió al pasillo con la esperanza de escabullirse sin ser vista y recuperar su libertad.

  • ¡Fóllame! ¡Fóllame! ¡Fóllame! -escuchó mientras se escabullía por el pasillo. Era Lisa gritando de placer- ¡Oh, sí! ¡Fóllame!

Entonces el golpeteo contra la pared incrementó de ritmo.

  • ¡Sí! ¡Sí! ¡Sííííí…!

La puerta de la habitación de donde provenían los gritos estaba entreabierta y Carol no pudo evitar la tentación de asomarse a ver lo que sucedía dentro. Allí, en la habitación, sobre su cama, Lisa estaba siendo tomada desde atrás. El olor que provenía de la habitación le provocó a Carol arcadas. Todo estaba hecho un desastre, con las sábanas manchadas con colores extraños.

  • ¿Hola? -dijo Michelle que salió en esos instantes del baño.

  • ¡Mierda! -exclamó Carol-. Me has asustado.

  • ¿Vas a alguna parte?

  • Por favor, deja que me valla.

  • Pero el Amo te ha elegido para que lo sirvas.

  • Por favor… -rogó Carol.

Súbitamente la puerta del dormitorio se abrió de par en par dejando paso a la criatura. Él estaba parado allí, con su polla colgando, pero aun amenazante. La criatura sonrió cuando su mirada cayó sobre la de Carol.

  • Por favor… ¡No! -gritó ella mientras, contra su voluntad, comenzaba a caminar rumbo al dormitorio-. Por favor… deja que me marche.

La criatura se colocó detrás ella y Carol pudo notar su caliente aliento contra su nuca.

  • ¡No…! ¡No! -volvió a gritar mientras se despojaba del vestido.

Deseaba tanto echar a correr… pero una parte de ella actuaba de forma autónoma, conduciéndola hacia la cama, haciendo que se arrodillase, que se inclinase y expusiese su trasero.

Carol lo sintió moverse detrás ella. Era consciente de que, aunque la sodomizase, no iba a ofrecer resistencia.

  • ¡Oh! ¡Oh! ¡Oh! -comenzó a gruñir. Carol sabía que aquello era un acto depravado, pero era tan placentero…

  • Ahora es una de nosotras -le dijo Carol sonriendo a su hija mientras ambas observaban a Carol gritar de placer.

  • ¡Fóllame! ¡Oh, sí! ¡Dame por culo! -gemía Carol.

El demonio se volvió hacia Michelle, que, adelantándose a la orden de su Amo, se situó detrás de él y, apartando a un lado su cola, comenzó a lamerle el culo. La criatura comenzó a balar y, golpe, se corrió abundantemente en el recto de Carol, tanto que logró que el vientre de la mujer se dilatara.

Rápidamente Carol se apartó de él. Su ano estaba dilatado, como en un bostezo. Dándose la vuelta, tomó la polla de su Amo en la boca. Lisa se unió a ella, devorándola por turnos.

Capítulo IV

Lucy apenas podía entender las confusas y entrecortadas palabras que su madre le decía a través del teléfono. Preocupada, se volvió para mirar a Sally, su esposa.

  • Tal vez deberíamos visitarla -dijo Sally. Lucy mantenía una relación fría con su madre, pero la sangre era la sangre.

Resultaba raro que fuese quien se mostrase más dispuesta a visitar a Carol, porque ella era la razón del distanciamiento entre Lucy y Carol. Carol no podía soportar el que su hija fuese lesbiana. Y tampoco ayudaba mucho el hecho de que Sally no fuese una buena cristiana, en todo caso era bastante anticlerical. Se consideraba a sí misma como una Wiccan, una bruja.

Carol siempre había pensado que, mediante hechizos, Sally le había lavado el cerebro a su hija. Después de todo, Lucy siempre había sido una buena chica. Lo que Carol ignoraba era que Lucy había empezado a explorar su sexualidad con Michelle, y mientras que para Michelle el lesbianismo había sido tan solo una fase, para Lucy se convirtió en su vida.

Michelle había puesto fin a su relación por lo que resultaba irónico que ahora estuviese comiéndose un coño. Lisa se retorcía de placer mientras la joven mordisqueaba la lampiña rajita de su madre. Carol, cerca de ellas, las observaba embelesada mientras el Amo le mamaba de sus pechos, alimentándose. Él le había modificado su cuerpo, el de todas ellas, para cubrir sus necesidades. La lengua del Amo era áspera como papel de lija.

Durante la hora siguiente madre e hija siguieron follando entre ellas. El demonio se los permitió porque esos actos depravados las degradaban aun más. Durante un tiempo, permitió también que Carol se uniese a ellas.

Mientras las mujeres follaban entre ellas, Lucy y Sally llegaron a la casa. Lucy llamó a la puerta y la encontró abierta.

  • ¿Mamá? -llamó sin recibir respuesta. Miró entonces a su esposa.

  • No pasa nada -dijo Sally-. La nota dice que entremos.

Lucy había encontrado la nota en el dormitorio de su madre, y en ella Carol le decía que acudiese a casa de Lisa.

Las dos jóvenes, cogidas de la mano, entraron en la casa. Sally cerró la puerta y fue la primera en percatarse del olor que impregnaba el ambiente.

  • ¿Qué coño es eso? -preguntó tosiendo Lucy.

Sally dudó unos instantes.

  • Creo que deberíamos irnos  -dijo finalmente.

  • ¡Fuiste tú la que dijo que viniésemos! - exclamó incrédula Lucy.

  • Vámonos.

  • ¿Lucy? -se oyó decir a Carol-. ¿Eres tú, querida?

  • ¿Mamá?

  • Lucy, por favor, sube aquí.

  • ¡Deberíamos irnos! -insistió Sally.

  • ¿Lucy?

-¿Mamá?

  • Lucy, ¿por qué no subes?

  • ¡Vámonos! -volvió a decir Sally tirando ahora del brazo de su mujer.

Súbitamente, Carol lanzó un grito desgarrador.

  • ¿Mamá? -gritó Lucy, alejándose de Sally para comenzar a subir las escaleras a toda prisa.

Sally quería marcharse corriendo de allí, pero, como había prometido en sus votos, “hasta que la muerte nos separe”, así que, de mala gana, subió las escaleras tras su esposa.

Otro desgarrador grito se oyó en la casa, ¡solo que esta vez provenía de Lucy!

  • ¿Lucy? -gritó Sally echando a correr escaleras arriba.

La muchacha se detuvo ante la puerta de uno de los dormitorios. El olor que salía de él casi la hizo vomitar. Ante ella se mostraba una infernal escena compuesta de sábanas manchadas, heces en el suelo, sangre y velas encendidas que hacían que la visión de la habitación fuese borrosa.

Lucy se hallaba de pie en la habitación, inmóvil.

  • ¿Lucy? -preguntó Sally sin obtener respuesta-. ¡Lucy! -gritó ahora agarrándola de los hombros y sacudiéndola. Pero Lucy seguía como congelada.

Entonces, desde las sombras donde se ocultaba, apareció el demonio.

  • ¡¿Qué coño…?! -exclamó Sally antes de volverse hacia Lucy-. ¡Lucy! ¡Por favor!

  • No puedo abandonar a nuestro Amo - dijo de repente Lucy, volviéndose hacia Sally, con una sonrisa. Su cara parecía extrañamente sereno, como si estuviese en trance.

  • Lucy, ¿qué coño te pasa? -dijo Sally mientras se giraba para comprobar que Carol trataba de bloquearle la salida. La muchacha no pudo evitar fijarse en su suegra. Estaba desnuda, sucia, ¡y un reguero de semen resbalaba lentamente por la cara interna de sus muslos!

Sally trataba de evitar en todo momento el contacto visual con el demonio con cabeza de cabra.

  • No te resistas -dijo Carol-. Quiero amarte.

  • ¡Déjame! -gritó Sally al tiempo que le propinaba un empujón a Carol. Sin embargo, no pudo evitar que esta la agarrase de la ropa rasgándosela.

  • ¡Quédate y sirve a nuestro Amo! -gritó Carol.

Sally le propino un puñetazo, lo suficientemente fuerte como para hacer que su suegra la soltase. Echó a correr, pero al final del pasillo dos mujeres, Michelle y Lisa supuso Sally, aunque no las concia, le bloqueaban el paso.

  • ¡Joder! -maldijo Sally, que se dio la vuelta y corrió en dirección a otra habitación, la que supuso pertenecía a Michelle.

Carol, ya recuperada, se acercaba peligrosamente a ella. Cuando estaba a punto de alcanzar a la muchacha, Sally logró entrar en el dormitorio de Michelle y cerró la puerta tras de ella, atrapando entre la hoja y el marco de la puerta el brazo extendido de Carol. Esta lanzó un grito y retiró el brazo gimoteante permitiendo a Sally atrancar la puerta.

  • ¡Perra! -oyó Sally gritar a Carol, que, ayudada por Lisa y Michelle, aporreaba la puerta.

Lucy, desnuda y rezumando semen de su ano, caminaba tranquilamente por el pasillo en dirección a ellas. Una vez llegó junto a la puerta, Carol, Lisa y Michelle se retiraron.

Mientras tanto, en el dormitorio, Sally trataba en vano de encontrar una salida.

  • ¿Sally? -llamó Lucy.

Por un momento, Sally detuvo su búsqueda pensando, durante unos instantes, en abrir la puerta.

  • ¿Lucy?

  • Por favor, Sal -gimió Lucy-. No es tan malo… servir al Amo.

  • ¿Qué diablos es eso?

  • Él es nuestro Amo -respondió Lucy.

  • Abre la puerta -suplicó también Lisa.

  • Nuestro Amo solo quiere amarte -dijo Lucy.

  • Ha sido convocado desde el infierno -intervino Michelle-, y ahora nosotras le servimos.

  • Por favor, Sal -dijo de nuevo Lucy-, déjalo entrar en ti.

  • ¡DEJADME EN PAZ! -gritó Sally.

  • Por favor, Sal -volvió a intentarlo Lucy-. Si no abres la puerta él me hará daño.

  • ¡Cállate! -gritó Sally, tratando de ordenar sus ideas.

  • ¡Ay! -gritó Lucy-. Por favor… me está haciendo daño.

  • ¡Déjala en paz! -suplicó Sally.

  • ¡Ay! ¡Ay! ¡Ayyyyyyyy! -gritó Lucy de nuevo-. Haz que pare, por favor.

Sin dejar de sonreír, Lucy miró a su Amo. Luego, volviéndose hacia la puerta, se golpeó con ella la cabeza tan fuerte como pudo. La madera se agrietó y la sangre comenzó a correr por la cabeza de la muchacha.

  • Por favor, Sal -volvió a suplicar Lucy sin conseguir nada. Entonces volvió a golpearse contra la puerta, quedando aturdida por un momento.

Desesperada, Sally comenzó a mirar a su alrededor buscando un arma con la que defenderse. Sabía que, tarde o temprano, la puerta acabaría cediendo. Entonces vio el libro e, irremisiblemente, se sintió atraída por él. Sus conocimientos sobre ocultismo hicieron que lo reconociese de inmediato.

Otro golpe sobre la puerta hizo aparecer una nueva grieta.

Nerviosa, Sally abrió el libro. “Si encuentro el nombre del demonio tal vez pueda enviarlo de nuevo al infierno”, pensó. Sus dedos se deslizaban con rapidez sobre el texto. Estaba en latín, pero ella conocía las frases clave. Entonces vio una ilustración: cuatro mujeres, dos madres y dos hijas, estas últimas embarazadas, y también leyó algo sobre que las hijas eran una puerta de entrada de más demonios a este mundo. Encontró también algo sobre un fascinante encantamiento. Siguió leyendo. Ahora más apurada, pues parte de la puerta había cedido y la criatura había pasado su brazo a través de ella intentando abrir la cerradura.

Por fin lo encontró justo en el momento en que el demonio abrió la puerta.

Entonces Sally se giró y pronunció el nombre de la criatura, que se tambaleó hacia atrás como si estuviese atrapado entre cadenas mientras gritaba.

  • ¡Nooooo! -gritó Lucy-. ¿Qué has hecho?

El demonio, presa de un dolor inimaginable se encogía sobre sí mismo.

  • ¡Nooooo! -gritó Lisa corriendo hacia él tratando de protegerlo.

  • ¿Qué coño…? -preguntó Michelle presa también de la angustia.

La criatura parecía ahora fundirse. Como si fuese una vela y el suelo estuviese caliente. Gritando de dolor, comenzó a disolverse.

Las mujeres lloraban y Lucy, llena de ira, miró a Sally.

  • ¿Qué has hecho, puta? -gritó lanzándose sobre Sally. A pesar de que la sangre corría por su frente y de que, obviamente, estaba herida, Lucy deseaba hacerle daño a su esposa.

Y entonces, el demonio desapareció.

La habitación quedó en silencio.

Las mujeres sollozaban

Lisa consolaba a su hija

Y Lucy se desmayó.

Epílogo

Sally contempló como la ambulancia se llevaba a su esposa. Luego fue tras ella. Trauma craneocefálico con pérdida de sangre, diversos traumatismos leves en ano y desgarro vaginal, dictaminaron los médicos. Signos evidentes, estos últimos, de violación de ambos orificios.

Finalmente, y muy despacio, Lucy acabó recuperándose, aunque pasó una semana antes de que pudiese volver a casa. Durante todo ese tiempo, paciente, Sally le sirvió de apoyo. Pero aquello fue algo para lo que ninguna de las dos estaba preparada y Sally tuvo que volver a trabajar. Las facturas no se iban a pagar solas.

Un día, tras regresar temprano del trabajo, encontró a Lucy al teléfono. Esta, al verla, colgó rápidamente.

  • ¿Quién era? -preguntó Sally.

  • Nadie -mintió Lucy sonriendo débilmente.

Sally siguió siendo comprensiva con su mujer y Lucy, finalmente, acabó volviendo a hacer el amor con ella.

Entonces, una mañana, Lucy se levantó temprano sintiéndose mareada.

Sally se preocupó bastante, aunque Lucy le aseguró que no era nada. Por otro lado las llamadas telefónicas continuaron.

Por lo general, Sally no era celosa, pero tras varios meses de llamadas a escondidas, decidió investigar. Fingió ir a trabajar como hacía siempre, pero se quedó para espiar a Lucy. Instantes más tarde, Lucy abandonó la casa que ambas compartían. Había mentido cuando le aseguraba a Sally que no sentía deseos de salir a ningún lado.

Sally la siguió. Lucy la conducía hasta un lugar familiar: Baker Street.

Vio como Lucy subía corriendo las escaleras que la llevaban hasta la puerta de una casa familiar. La casa de Lisa, que le abrió la puerta para después besarse amistosamente.

Entonces apareció Michelle en la puerta. Su vientre estaba abultado a causa del embarazo. Michelle besó a Lucy que hizo un gesto hacia la abultada barriga de Michelle. Sally se quedó sin aliento cuando Michelle acarició el ligeramente abultado abdomen de Lucy.

Aunque Sally había notado ya que Lucy había subido de peso y se levantaba mareada por las mañanas, fue en ese momento cuando se percató, horrorizada, que Lucy, como Michelle, estaba embarazada. Y sabía bien quien, o más bien qué, era el padre.

Sally saltó fuera del coche y corrió calle arriba, hacia ellas, cuando las tres entraron en la casa. La puerta se cerró tras ellas, pero Sally subió corriendo las escaleras y la abrió.

  • ¡Sally! -exclamó sonriendo Lucy dándole la bienvenida-. Ya les dije que me venía siguiendo -le dijo a las otras mujeres.

  • Bienvenida a casa, hermana -dijo Michelle mientras se acariciaba, ante los ojos de Sally, su pronunciado vientre.

  • Lucy, vámonos.

  • No voy a ir a ninguna parte.

  • Y tú tampoco -apostilló Michelle con dureza mientras su madre cerraba la puerta detrás de Sally.

La joven oyó el clic de la cerradura y se giró para ver como Lisa se interponía entre ella y la puerta, bloqueándole la salida.

  • No hagas eso -dijo desafiante Sally-. Ya te vencí una vez y puedo hacerlo otra más.

  • No vas a ir a ninguna parte -ronroneó Michelle-. Deseas quedarte aquí.

  • ¡Cállate, joder! -gritó Sally girándose, airada, hacia Michelle. Pero entonces vio algo en los ojos de Michelle, algo que brillaba con una extraña calidez.

  • Yo… -comenzó a decir.

  • Servirás al Amo -volvió a ronronear Michelle mientras se acariciaba su abultada barriga.

  • Bienvenida a casa, hermana -intervino Lucy, cuyo vientre también comenzaba a crecer.

  • Yo… -Sally intento en vano decir algo.