El extraño

La infidelidad de una u otra forma se paga. A veces, la amistad te obliga a hacer cosas que uno no quiere. Lorena y su amiga Sandra se verán envueltas en una sucia trama que convertirá sus vidas en aquello que jamás hubieran imaginado.

El extraño entró por la puerta del Hotel Claris a eso de las 12 del medio día y se dirigió al ascensor. Vestía traje obscuro y una camisa blanca sin corbata. El sonido de sus pisadas se hacía más que evidente en el hall del hotel. No era la primera vez que visitaba la agradable terraza de la azotea. Se sentía bien en aquel sitio lleno de buen gusto y glamour. La estética le embargaba.

Aquella mañana soleada la terraza estaba concurrida. Echó un vistazo y vio una mesa libre con agradables vistas. Pidió un café solo con hielo, pagó la cuenta y abrió el periódico. Lo ojeaba por encima cuando vio entrar a dos chicas jóvenes, no más de 30 años. Una de ellas vestía más formal con un traje ejecutivo color marrón claro con ralla diplomática, era alta y delgada. Lucía una larga melena de pelo rubio liso y no carecía de cierto atractivo. La otra parecía más jovial, con un vestido claro ceñido en su parte superior y con una bonita falda de volantes. Sus rizos de color negro aderezaban su pelo corto a media melena que dejaba entrever sus bonitos hombros. Se sentaron en la mesa de al lado. Era la primera vez que las veía por allí.

Siguió pasando las páginas del periódico como si tal cosa cuando se percató de que estaban enfrascadas en una animada conversación hasta que llegado un momento bajaron el tono de voz y miraron a su alrededor por si alguien las escuchaba. El extraño disimuló frunciendo el ceño dando apariencia de estar muy interesado en una de las noticias de las páginas centrales. Agudizó el oído. Sabía que iban a hablar de algo realmente interesante y no de un simple cotilleo. Aunque moderaron el tono, el extraño podía escuchar la conversación que mantenían.

La bonita rubia trajeada se apartó el pelo rubio de la cara y comentó:

  • Tienes que tener mucho cuidado Lorena. ¡Es un compañero de trabajo! Jaime se puede enterar y tenéis la fecha de la boda para dentro de dos meses. Reconozco que lo que has hecho da cierto morbo, pero yo no arriesgaría mi matrimonio por un simple polvo. No sé.

  • Bueno, no ha sido un simple polvo Sandra. Es algo más. No sé cómo explicarte pero creo que siento algo especial por ese chico. Llevamos trabajando juntos casi dos años y de repente se ha liado todo.

La morena se giró en la silla dejando ver el perfil de su cara parcialmente oculta por los rizos negros y hurgó en su bolso. Sacó un iPhone 5s de color negro de su interior y se lo mostró cuidadosamente a su amiga. Las dos sonrieron. Hubo una mirada de complicidad. Dejó el teléfono encima de la mesa, muy próximo a ella y miró a su amiga:

  • ¿Ves? A que es una monada de chico -- la morena sonreía a su amiga.

  • Estás loca Lorena. ¡Realmente loca! Si yo fuese tú borraría inmediatamente esa foto, dejaría a ese chico tranquilo y me centraría en lo que es importante. Me centraría en Jaime, tu futuro marido. ¿Lo recuerdas?

El extraño observó a las dos chicas. Miró el iPhone 5s, miró al camarero, miró la puerta de salida y más allá al ascensor que en esos momentos cerraba las puertas. Volvió la mirada al periódico y escuchó a Lorena pedir la cuenta. Vio a su amiga Sandra levantarse y caminar en dirección al servicio de señoras. El traje le daba un aspecto de alta ejecutiva. Tenía un andar elegante (será puta pensó). Cerró el periódico y esperó disimuladamente a que volviera del servicio. A su vuelta recogieron sus cosas y las dos amigas se dirigieron al ascensor. El extraño las siguió de cerca. Se puso sus gafas de sol y se metió con ellas en el ascensor. Se situó detrás de Lorena y como en sus mejores tiempos de carterista en las Ramblas metió la mano en su bolso y sacó lentamente el iPhone de su interior. Lo guardó en su bolsillo derecho del pantalón. Cuando se abrieron las puertas se dirigió a la recepción del hotel como si tuviese que realizar una consulta y en cuanto vio que las dos amigas salieron por la puerta él hizo lo mismo. Paró el primer taxi que vio y se montó:

  • Carrer d'Andrade 170 por favor.

A través de la ventanilla del asiento trasero del taxi vio como las dos amigas volvían alarmadas al hotel. Lorena rebuscaba en su bolso con el rostro desencajado. Pero ya era tarde. El iPhone 5s estaba en su poder. Sacó el teléfono del bolsillo y lo puso en "modo Avión". Se relajó en el asiento.

Se apeó del taxi y subió a su despacho. Hacía años que ejercía como detective privado. Salvo algunas personas desaparecidas y las típicas infidelidades de pareja su trabajo no le reportaba mayor satisfacción. Aunque rondaba los 50 años estaba en forma. Acudía al gimnasio con cierta asiduidad y le gustaba salir a correr dos o tres veces por semana. Sabía que a pesar de su edad era un hombre atractivo. Su mujer le abandonó hacía más de diez años por putero y él se refugiaba en burdeles y bares de mala muerte donde pasaba sus noches en vela. En los últimos años se había depravado aún más si cabe.

Se sentó en el sofá de piel marrón que había detrás del escritorio y examinó el iPhone 5s. No estaba bloqueado (esta chica es tonta pensó) y recorrió una a una todas las fotos de la galería. En ellas se veía a Lorena con sus amigos, haciendo deporte, con sus padres, con un chico en actitud más que cariñosa (debía de ser su novio pensó) y de repente llegó a la foto comprometedora. Lorena estaba sobre el pecho desnudo de un joven, los dos miraban a la cámara de lado, estaban tumbados en una cama medio tapados con las sábanas. Ella tenía cara de satisfacción. Seguramente habían estado follando toda la noche y ahora empezaban a sentir lo que les parecía que era amor o algo así.

Abrió la lista de contactos. Estaba especialmente interesado en uno: su amiga Sandra. En seguida la localizó. En su contacto ponía "Sandra Miller". La foto era clara. La bonita rubia posaba elegantemente para la cámara y sonreía. Aquella jodida puta estaba buena. Lo único que le inquietaba era su apellido. Le era extrañamente familiar.

El extraño encendió su portátil y abrió el buscador google. Escribió el nombre en la barra de búsqueda y pulsó Enter. Lo que devolvió la búsqueda era más que interesante: "Bufete de abogados Miller - Barcelona". Entró en la web y navegó en busca de Sandra. En una de las fotos del bufete aparecían 5 hombres relativamente jóvenes y una mujer. Posaban delante de una de las torres del centro de negocios. Todos vestían elegantes trajes obscuros. Se reconocía perfectamente a Sandra, situada en el centro de la foto rodeada de sus compañeros. Jodida puta. El extraño recordó uno de los numerosos juicios que había tenido a lo largo de su turbia vida. El abogado de la acusación era del bufete Miller. Las vueltas que da la vida. Sintió un extraño amargor en la boca.

Continuó la búsqueda en el iPhone 5s y rápidamente dio con el único Jaime de los contactos. Era él. El cornudo. Aunque el futuro marido en principio no entraba en sus planes, no descartó hacerle una llamada a ver de qué pie cojeaba. Pero eso más tarde. Primero lo importante. Llevaba demasiado tiempo jodiendo con putas sudamericanas y cascándose pajas en los sexshops. Ahora quería deleitarse con un coñito joven y terso. Quería probar el sabor de lo exclusivo, lo prohibido para un viejo de su calaña. Esta vez se haría a su forma. "Al César lo que es del César".

Descolgó el teléfono de su despacho para llamar a su viejo amigo Fermín. Se conocían desde finales de los 90 y habían estado mezclados en todo tipo de negocios sucios. Recordó la primera vez que fueron juntos de putas. Encontraron a una chica joven, no más de 19 años, decía ser de Eslovenia, con los ojos azules como el mar y una piel blanca y delicada. Era muy guapa, casi una modelo. La pagaron 200 euros por pasar la noche con los dos. Anduvieron follando hasta la madrugada y cuando la puta se quedó dormida desnuda sobre la cama el cabrón de Fermín se puso en cuclillas a su lado y se cagó en su cara. Aún recordaba como la puta se limpiaba la mierda de las mejillas gritando: ¡To je sranje! ¡To je sranje!

Con el tiempo se enteraron de que lo que gritaba era "esto es mierda". Hay que joderse. Aquellos sí que eran buenos tiempos. Desapareció el amargor de su boca. Ahora sentía un sutil dulzor.

El extraño tuvo que insistir un par de veces hasta que Fermín cogió el móvil.

  • Hola Fermín. Tengo una cosita entre manos. ¿Sigues trabajando de vigilante nocturno en aquel garaje?

  • ¡Coño! Pues claro. Aquí estoy. Pudriéndome como una jodida rata. ¿Qué tienes?

  • Tengo a una pija llamada Lorena que va a casarse con un pijo mierda, pero es muy puta y le gusta follar con sus compañeros de trabajo. Creo que merecen un escarmiento. ¿Me entiendes Fermín?

  • Te entiendo a la perfección. ¡Cuenta conmigo coño! Cada día estoy más salido y necesito sacar la mala hostia del cuerpo.

Los dos rompieron a reír. Jodido cerdo. Fermín el cagón vuelve a las andadas. Era perfecto para el plan que tenía pensado. Quitó el "modo Avión" del iPhone 5s.

PRIMERA LLAMADA: Sandra Miller

El teléfono dio tres tonos. Descolgaron. Se oyó una voz femenina al otro lado.

  • ¿Lorena? ¿Has recuperado tu móvil? -- su tono era de sorpresa.

  • No. No soy Lorena.

Un incómodo silencio. Sandra habló al otro lado, nerviosa.

  • ¿Quién eres? -- preguntó la rubia.

  • Eso no importa. Lo que realmente importa es que yo sí sé quien eres tú puta. Y sé lo que está haciendo la puta de tu amiga Lorena. ¿Sois muy amigas?

  • Sí sí, somos muy amigas. ¿Qué quieres? -- estaba muy nerviosa.

  • Quiero saber si estás dispuesta a hacer algo por ella o tengo que destrozar su futuro matrimonio, su vida, la vida del cornudo de su novio y tu vida de puta abogada. ¿He sido claro?

  • Sí. Muy claro. Quieres chantajearme. ¡Eres un cerdo!

  • Lo soy. Y lo voy a ser mucho más. ¡Puta! ¡Que eres una puta! -- el extraño subió el tono de voz de forma amenazante.

Volvió el silencio. El extraño podía escuchar la respiración agitada de Sandra. Eso le reportó cierto placer. Sentía que llevaba el control.

  • Escúchame bien si quieres salvar el matrimonio de Lorena. Mañana a las 10 de la noche aparcarás el coche en un parking privado que hay en Carrer de Galileu. Está al lado del Gimnasio Metropolitan Galileo. Dile al vigilante de la puerta que eres Sandra Miller. Él te dará un sobre cerrado y te indicará el número de la plaza de garaje donde aparcarás. Cuando aparques el coche abre el sobre y sigue las instrucciones que encontrarás dentro. Si mañana no apareces o intuyo que se lo has contado a alguien o te siguen lo sabré.

  • Pero..... ¿Qué quieres de mí? -- la voz de Sandra se quebró al finalizar la frase.

  • Lo sabrás mañana puta. Pero tranquila, no va a pasar nada que tú no quieras que pase. No soy un violador ni un asesino, pero ahora estáis en mis manos.

El extraño colgó el teléfono. Se reclinó en el sofá y sonrió. Notó que tenía una erección. Volvió a poner el iPhone 5s en "modo Avión".

Al día siguiente Sandra fue a trabajar al bufete. La noche anterior no había pegado ojo. Se sentía ansiosa y asustada. Se le pasó por la cabeza llamar a su amiga Lorena y contarle todo, pero no estaba segura de si era lo mejor. Se conocían desde la infancia, habían estudiado juntas hasta la universidad. Habían compartido toda su vida, sus secretos, sus primeros amores, sus temores... Sandra era incapaz de hacer nada que pudiera hacerle daño a su amiga. Se sentía impotente ante este hecho. También sopesó hablar con la policía, pero no sabía exactamente qué les iba a contar y si realmente no sería peor el remedio que la enfermedad. ¿Les diría que un pirado había quedado con ella y no sabía muy bien porqué? ¿Les contaría que el desencadenante de todo era la infidelidad de su amiga? No acaba de verlo claro. Finalmente decidió acudir a aquella extraña cita y averiguar qué querían de ella. Aunque estaba intranquila con aquella situación también sentía curiosidad. Recordó que la curiosidad mató al gato.

A media tarde Sandra volvió a su apartamento y se duchó. Se puso ropa de sport, como si fuera al gimnasio. No quería levantar sospechas. Se puso un pantalón ajustado de deporte Adidas de color negro, un top blanco ajustado y una chaqueta de chándal ajustada de color negro también Adidas. Llevaba ropa interior deportiva de color blanco ajustada. Se recogió el pelo dejando una bonita coleta de pelo rubio que caía ligeramente sobre su espalda. Cogió la mochila que habitualmente llevaba al gimnasio y bajó al garaje. Se montó en su Audi A3 de color azul scuba metalizado y se dirigió a su cita. Eran las 9 de la noche pasadas.

Conducía despacio por las calles de Barcelona. No puso la radio. Le gustaba el ruido de rodadura de su coche, el confort de cada giro de volante, el olor de la tapicería. Intentó concentrarse en todo eso pero su mente estaba en otra cosa. Notó que le temblaban las manos. Estaba nerviosa. Por primera vez sintió un miedo intenso. Su corazón latía rápidamente. Intentó controlarse. Sentía excitación. Un calor repentino inundó su cuerpo. Bajó la ventanilla un poco. El aire la despejó. Todo aquello le recordaba a las novelas policíacas que solía leer. Respiró hondo y se dejó llevar. La suerte estaba echada.

Llegó a las 10 menos 5 a la puerta del garaje de Carrer de Galileu. Había una garita iluminada a la derecha, no había nadie en su interior. La puerta estaba cerrada. Sandra esperó un par de minutos hasta que apareció un tipo alto y gordo. Tenía cara de bruto. Llevaba el pelo muy corto, casi rapado. Vestía el típico traje azul de portero de edificio algo desaliñado. Su aspecto era dejado, sucio. Se acercó a la ventanilla del Audi y Sandra se identificó.

  • Hola, soy Sandra...... Sandra Miller.

El vigilante no dijo nada. Entró en la garita y salió con un sobre marrón precintado en la mano.

  • Esto es para usted. Debe bajar a la planta -2 del garaje y aparcar al fondo. Plaza 227. -- la miró con desprecio.

La puerta se abrió y entró. Conducía lentamente por el interior del garaje, con cautela. Estaba prácticamente vacío. Debía de ser algún antiguo parking de oficinas en desuso. Bajó la primera rampa y el ambiente se oscureció. Continuó hacia la planta -2, lentamente, con sigilo. Finalmente se detuvo en la plaza indicada, la 227. Apagó el motor.....

Miró a su alrededor. El parking estaba vacío, sólo estaban ella y su Audi A3 azul. Aunque había algunos fluorescentes encendidos, prácticamente estaba en penumbra. Olía a humedad. No se oía nada.

Notó que su corazón palpitaba a un ritmo muy por encima de lo normal. Estaba asustada pero había algo en aquella situación que la intrigaba, casi rozando el morbo y la excitación. No sabía a qué se enfrentaba y eso la inquietaba. Decidió abrir el sobre que el vigilante le dio y ver qué había dentro.

Abrió la solapa del sobre y metió su delicada mano dentro. Había un antifaz de color negro, aterciopelado y una nota escrita a mano. Decía: "Mire a su derecha, verá una puerta oscura con un cartel que indica CUARTO DE CONTADORES. Entre en el cuarto y cierre la puerta. Quédese en ropa interior. Arrodíllese en el colchón que verá en el suelo. Póngase el antifaz y espere.".

Por un momento dudó, pero finalmente se decidió a salir del coche. Respiró la atmósfera de aquel garaje. Extrañamente era relativamente cálida. Entró en el cuarto de contadores. Un fluorescente que emitía una tímida luz dejaba entrever un colchón en el suelo. En la pared del fondo había varias cajas de contadores. Se fijó en las paredes y el suelo, estaban sucios. El polvo y la suciedad le daban al cuarto un tono grisáceo. A excepción de aquello nada más había. Se quitó la ropa y la dejó como buenamente pudo en en suelo sucio. Era consciente de que se mancharía. Se quedó con su tanguita ajustado de color blanco y el sujetador deportivo. Se arrodilló en el colchón y se puso el antifaz. Inmediatamente un escalofrío recorrió su columna vertebral. El corazón se le iba a salir del pecho. Esperó.....

Pasaron un par de minutos y la puerta se abrió. El extraño entró al cuarto y la miró. Aquella puta tenía un cuerpo perfecto, un culo perfecto. Decidió comprobar el género. Se acercó y la agarró por la coleta. Sandra se quejó cuando el extraño tiró de ella y la expresión de su cara cambió. Tensó su cuello y admiró su perfección. Jugó con los dedos en su boca, recorriendo su interior. Metió sus manos bajo el sujetador y pellizcó sus pezones. Estaban duros como piedras. Sandra no decía nada, sólo se dejaba hacer. Eso le gustó. Dio la vuelta para admirar su culo. El tanga ajustado dejaba sus delicadas nalgas al aire. La dio un par de azotes en cada nalga dejando su mano marcada. Sandra volvió a quejarse frunciendo el ceño, pero no dijo nada.

El extraño estaba satisfecho. Dijo:

  • Eres una verdadera diosa, pero ahora estás en mis manos. Voy a hacer muchas guarradas contigo.

Se quitó los pantalones y los tiró en el suelo. Sandra escuchó la hebilla del cinturón golpear en el suelo. Sabía lo que iba a pasar.

El extraño se acercó a ella y le restregó la polla por toda su cara, jugaba con ella. En seguida se le puso dura. Apuntó directamente a su boca.

  • Pon los brazos detrás. Abre la boca y chupa. ¡Puta!

La abogada obedeció. Empezó a mamar su polla. No la veía pero sabía que era una polla gorda. Le costaba meter aquel capullo en la boca. Lentamente iba metiéndosela y profundizando en su garganta. Notó una ligera arcada pero continuó chupando. La puerta se volvió a abrir. ¡Había otra persona! Se quedó parada con la polla en la boca.

  • Sigue chupando. Ni se te ocurra parar.

El extraño sabía dar órdenes. Sandra volvió a la mamada. Fermín se quedó mirando, asombrado con el cuerpo de la abogada. No dijo nada. Se sacó la polla y empezó a meneársela viendo el espectáculo. El extraño se fijó en la polla del cabrón de su amigo. El muy cerdo seguía teniendo un buen pollón. Le hizo una señal para que se acercase.

Sandra notó que se aproximaban a ella. Una mano cogió su coleta y giró su cara. Una nueva polla entró en su boca de golpe. Una nueva arcada le sobrevino. ¡Aquella polla era más grande que la del anterior! Movían su cabeza arriba y abajo manejando la mamada. Notó que su garganta era dilatada.

El extraño le quitó el sujetador y lo tiró en el suelo. Fermín empezó a tocar aquellas duras tetitas como un loco. Llevaba tiempo sin poder tocar a una mujer en condiciones. Se obsesionó con el pezón de la teta derecha. Lo atenazó y empezó a tirar de él sin ninguna contemplación. Sandra empezó a emitir quejidos y gemidos de dolor con su polla en la boca. Eso hizo que rompieran a reír los dos hombres a la vez.

Le bajó el tanga de dos tirones, dejando a la vista su hermoso culo. El extraño abrió las nalgas y vio que estaba totalmente depilada (como una muñeca, pensó). Metió dos dedos en su coño y dijo:

  • Serás puta. Así que te gusta que te traten duro eh? Fermín no te vas a creer esto, la muy cerda está empapada.

Tenían razón. Hasta la propia Sandra se había sorprendido cuando una fuerte excitación invadió su cuerpo al ser tratada tan rudamente por unos extraños. Se sintió sucia mientras el extraño exploraba sin ningún miramiento su coñito. El muy cabrón lo dilataba duramente. Notó que se iba a correr e intentó no hacerlo, pero le fue imposible.

Sandra logró sacar la polla de su boca y se agarró a las piernas de Fermín. Dijo:

  • Ahhhhhhhhhh.............. Cabrones.......... Cabrones...........

El extraño empezó a meter y sacar rápidamente sus dedos en el coño. La muy guarra se estaba corriendo viva. Fermín seguía machacando sus pezones.

El extraño le atizó un par de duros azotes en su nalga izquierda. El cuerpo de Sandra vibraba mientras seguía agarrada a las piernas de su amigo.

  • Así me gusta guarrona. Que te corras como lo que eres, una buena puta......

Se arrodilló detrás de ella y le metió su gorda polla en el coñito. Al principio costó un poco. La abogada era muy estrecha. Empezó el mete saca. Fermín la agarró de la coleta y volvió a follarla la boca. Se fijó en sus pezones, los había dejado rojos e hinchados. Esa visión le gustó.

Sandra gemía a cada envestida del extraño. La follaba muy duro, cada metida hasta los huevos, se sentía muy llena. Le costaba respirar por la polla que estaba chupando, se le clavaba muy hondo. Estaba empalada por dos cerdos a los que ni siquiera había visto la cara. No entendía cómo aquello la hacía sentir ese gusto tan intenso. Notó que un nuevo orgasmo estaba de camino.

El extraño también notaba que se iba a correr. Dijo:

  • ¿Te gusta mi polla guarra? ¿Te gusta como te jodo?

  • Sí cabrón........ Sí...... -- Siguió chupando.

  • Te voy a llenar...... Te voy a llenar guarra...... Ahhhhhhhhhhhh

El extraño se corrió en su interior dejando toda su polla metida en el coñito de la abogada. Sandra se corrió en cuanto notó la leche de aquel cerdo salpicar su interior. Cuando se salió de ella notó un tremendo vacío. Le ardía por dentro el coño.

Inmediatamente Fermín ocupó su lugar. La abogada se puso a cuatro patas en el colchón, esperando al próximo perro salido. No se hizo esperar. Aquel cabrón tenía la polla mucho más grande que el anterior.

  • Ahhhhhhhhhhh... Joder qué grande joder............ Qué grande la tienes. -- la abogada se quejaba.

  • ¡Toma guarra toma! ¡Folla como una perra!

Fermín metió de golpe su pollón. Vio que su amigo había dejado el coño de la abogada encharcado de leche pero no le importó. Empezó a follarla fuerte desde el primer momento. Le daba igual si la jodida puta disfrutaba. Él era así, un verdadero hijo puta follando. El extraño les miraba. Parecían dos perros jodiendo. Ella parecía una muñequita al lado de aquel mastodonte.

  • Qué buen coño.... Me gusta me gusta............ ¡Hasta los cojones!

  • Ahhhhhhhh.... Ahhhhh.... ¡Qué grande la tienes joder!

Ante aquel espectáculo, el extraño volvió a empalmarse. Vio como Fermín le clavó la polla entera a la abogada mientras la sujetaba por las caderas. El muy cabrón se estaba corriendo.

Sandra sudaba, le dolían los brazos de las embestidas de aquella bestia. Notó que la leche de aquel cerdo inundaba su interior. Parecía un caballo. Nunca se había sentido tan llena. Cuando sacó aquella polla de su interior notó como se vaciaba por dentro. El semen bajaba por el interior de sus piernas hasta manchar el colchón.

El extraño ocupó rápidamente el lugar de Fermín. Separó las nalgas de Sandra y se fijó en su coñito totalmente abierto inundado de leche. No le importó. Se la clavó de un golpe.

  • Jodida perra... ¡No te vas a poder sentar en tu puta oficina mañana!

Empezó a follarla duro. Ahora era Fermín quien observaba. Se oía el plof plof a cada metida. Sandra gemía y soplaba como loca.

Fermín dijo:

  • Me están entrando ganas de mear. Menos mal que aquí tengo un buen retrete de lujo.

Se acercó a la abogada, la sujetó por la coleta obligándola a subir la cabeza, metió su polla flácida en la boca y empezó a mear.

  • Uf. Joder qué gusto, tenía la vejiga llena hostias. Bébetelo todo que tienes que estar sedienta puta.

Sandra notó un potente chorro de pis golpeando su paladar. Empezó a tragar como pudo todo el pis que salía del pollón de aquel cerdo. Su sabor amargo hizo que una fuerte sensación de asco la inundara. Aquella fuente amarilla no paraba de manar. Lo menos meó medio litro dentro de ella. Mientras, el extraño seguía follándola por detrás.

Cuando Fermín sacó la polla de su "retrete personal", todavía seguía agarrándola de la coleta. Miró con cara de satisfacción a la abogada que tenía un gesto de asco en su cara. Le daba igual. Dijo:

  • Eres una buena perrita. No has dejado ni gota. Así me gusta.

Se inclinó y la escupió en la cara. Sandra sintió el impacto del salivazo en la mejilla derecha. Una fuerte arcada hizo que le saliera parte de la orina bebida por la comisura de los labios. Pero a pesar de aquella cerdada, un nuevo orgasmo hacía aparición en su coñito. No podía comprender cómo le podía estar pasando a ella.

  • Ahhhh..... Me voy a correr cabrones.... Ah.... -- la orina goteaba de su boca.

Su cuerpo temblaba mientras el extraño se corría de nuevo en su interior. Cayó rendida en el colchón, de lado, todavía temblando. El extraño y su sucio amigo la miraron mientras permanecían de pie a su lado. Volvieron a reír. Aquello les satisfacía sobre manera.

El extraño le dijo a su amigo:

  • Me están entrando ganas de mear Fermín.

  • A mí también. Ya me conoces. Soy muy meón.

Se colocaron uno a cada lado y en aquella postura se mearon encima de ella. Mientras los chorros de orina impactaban sobre el cuerpo de la abogada vieron como ésta se metía la mano entra las piernas y se tocaba el coño. La muy puta se estaba haciendo un dedo. Separó las piernas para que la pudieran mear. Ambos dirigieron los chorros hacia el coño de la abogada. Sandra volvió a correrse delante de ellos, así de sucia, meada por aquellos cabrones. Se sentía la más puta de las putas. Jamás se había sentido así.

Los dos amigos se guardaron las pollas. El extraño dijo:

  • Vístete y recoge todo esto un poco. Te has portado muy bien. Adiós puta.

Sandra oyó la puerta cerrarse. Se quitó lentamente el antifaz. La luz del fluorescente la cegó por un momento. Sentía la humedad en su cuerpo. Miró a su alrededor y vio su ropa pisoteada y meada en el suelo. El colchón estaba amarillento por la orina de aquellos cabrones. Se levantó despacio. Le dolían sus pechos y el coño. Miró hacia abajo y vio semen seco en sus pantorrillas. Todavía salía semen entre los labios de su coñito. Se puso la mano encima y lo notó dolorido. Se vistió con la ropa húmeda. Olía como un baño público, descuidado y meado por unos extraños. Salió del cuarto sigilosamente, y se dirigió a su coche. Una vez en su interior cerró las puertas. Se sintió segura. Notó que sus pezones le dolían al contacto con el sujetador ajustado. No podía creer lo que había hecho para salvar la boda de su amiga. Se sentía una vulgar puta.

Arrancó el motor y salió del parking. La puerta estaba abierta, no había nadie en la garita. Supuso que uno de los cerdos que la habían follado era el vigilante. El que la tenía más grande (pensó).

Una vez en su casa metió toda la ropa en la lavadora y se preparó un baño de agua caliente. Se metió en la bañera y se sintió en el paraíso. No podía quitarse de la cabeza lo que le había sucedido. Se sintió extrañamente excitada. No podía creerlo. Ella, una mujer con carácter y entereza meada en un cuarto oscuro. Recordó el calor y el olor de la orina salpicándole el coñito y no lo pudo remediar. Se metió despacio los deditos en el coño, le dolía. Empezó a tocarse. Lentamente el orgasmo se acercaba. ¿Qué le habían hecho aquellos cerdos? Se estaba pervirtiendo por momentos. Se corrió en silencio, temblando dentro del agua cálida. Por primera vez en aquel día sonrió. Acto seguido se meó en la bañera........

PROXIMA LLAMADA: señorita Lorena.