El extra de verano
Tuvimos que esperar un año para hacer realidad nuestro sueño
EL EXTRA DE VERANO
Como cada mañana a esa misma hora me hallaba sentada en el Café de siempre. Si era afortunada y la mesa estaba libre, elegía siempre la misma. La mesa del rincón, al lado del escaparate. Desde allí contemplaba la plaza, la avenida y el antiguo pero imponente edificio donde trabajo.
Pedí para desayunar lo que normalmente tomaba, descafeinado de máquina y tostadas. Era un día de lluvia a pesar de ser verano, uno de esos días de tormenta que dejan el ambiente cargado de humedad. Los cristales del escaparate estaban mojados y desde mi mesa sólo veía una multitud de paraguas de todos los colores y tamaños que se apresuraban a llegar a su destino con la mayor celeridad posible. El ambiente dentro del Café estaba enrarecido. Todo el mundo parecía estar de mal humor, concentrado en leer el periódico o simplemente en el café que tenían delante. Yo tenía pocas ganas de hablar y por mi cabeza cruzaban pensamientos extraños. Estaba pensando en él, en la sonrisa que todos los días me ofrecía, en cómo se acercaba a mi mesa ofreciéndome su producto, a pesar de saber que no le iba a comprar. Durante el último año, nunca le he comprado nada, pero él nunca ha dejado de acercarse hasta mi mesa para saludarme y desearme un buen día. Era extraño. La primera vez que lo vi, pensé que no le veía ninguna discapacidad física para estar trabajando vendiendo lotería y eso me hizo tener curiosidad. Su apariencia era muy agradable, sin ser guapo. Tenía ojos verdes, pelo abundante, tan crispado que a menudo debía llevarlo engominado, aproximadamente 1.76 de estatura y unas manos preciosas, manos para dar la suerte, manos amigables, manos para acariciar. Pero lo mejor de él era su sonrisa…cuando te sonreía, el mundo entero desaparecía, para concentrarte en esa boca jugosa, esos dientes perfectos y esa perilla cuidadosamente dibujada.
Lo vi entrar como todos los días. Saludaba a todo el mundo y todos parecían conocerlo. Vendió una buena cantidad de cupones pues era viernes y además la semana siguiente había un sorteo especial de verano. Así que tardó más de lo acostumbrado en llegar a mi mesa. Yo no podía apartar mis ojos de sus manos, observaba cómo se movían rápidamente, con esa apariencia suave y firme al mismo tiempo. Deseé que esas manos me tocaran por todo mi cuerpo y por un momento sentí una oleada de deseo abrirse paso desde mi entrepierna. Notaba cómo el calor ascendía hasta mis mejillas y rogué que no se notara, que al mirarme a los ojos no descubriera que por un momento lo había deseado con todo mi cuerpo.
Llegó hasta mi mesa y como siempre, me ofreció su mejor sonrisa, acompañada de un saludo de buenos días que me supo a beso. Lo saludé a mi vez con una sonrisa radiante también y se sorprendió cuando le pedí un cupón para el extra de verano. Me dijo que después de un año había perdido la esperanza de ser capaz de venderme algo y ambos nos reímos con ganas. Le pregunté si había desayunado y me contestó que no, a lo que le propuse que desayunara conmigo. No podía creer que de mi boca hubiera salido semejante invitación y por un momento temí que me rechazara, pero aceptó con entusiasmo. Me comentó que iba muy bien la mañana en cuanto a ventas a pesar de la lluvia y que podía sentarse conmigo un rato, que tenía algo de tiempo. De él sólo sabía su nombre, igual que él sabía el mío, pero no conocía ninguna otra información. Me había fijado que no llevaba anillo, pero eso no significaba que no tuviera pareja.
Cuando terminó de pedir el desayuno al camarero, me echó una de esas miradas suyas que me temblaron hasta las piernas. Me sentí como la única mujer en aquel Café, como si no existiera nadie más en el mundo, sólo él y yo y deseé que hubiera sido así. Me gustaba su conversación. Era divertido y me hizo reír. Desafortunadamente, yo debía volver al trabajo, ya me estaba retrasando, pero antes de marcharme, le anoté en una servilleta mi número de teléfono y le dije que los Viernes normalmente me quedaba sola en la oficina, ya que mis compañeros se iban más temprano que yo, y que me llamara si quería seguir con aquella conversación al mediodía, cuando él hubiera terminado también.
Salí a la calle y la tormenta había amainado un poco pero aún llovía, así que abrí el paraguas y me agarré con fuerza a él, sin comprender muy bien qué había hecho. De repente, pensé que lo había puesto en un compromiso, que no sabía si él desearía tener algo conmigo, y que si no me llamaba, me moriría de vergüenza cuando lo volviera a ver el lunes en el Café. Intenté concentrarme en el trabajo, pues había varios temas pendientes que debía terminar antes del fin de semana, pero me resultaba difícil. Eran las 11 de la mañana y ahora habría de esperar aún 3 horas y media hasta saber si vendría. Me sentía incómoda, no sabía cómo había sido capaz de proponerle un encuentro…bueno, sí lo sabía…
Durante todo aquel año, cuando día tras día se acercaba a mi mesa, y me miraba a través de aquellas pupilas verdes, yo buscaba penetrar esa mirada igual que hubiera deseado que su polla me penetrara a mí. Deseaba besar esos labios, sentir esas manos sobre mi cuerpo y aunque durante aquel año yo tuve varias parejas más o menos estables, cada vez que lo veía entrar por las puertas del Café mi clítoris se hinchaba como si esperara ser lamido por su lengua.
Finalmente conseguí concentrarme en el trabajo y olvidarme del encuentro hasta que el móvil me sacó de mi ensimismamiento. Sonó tan fuerte que di un respingo. Miré y no conocía el número. Contesté nerviosa y su voz al otro lado preguntó: “¿Me esperabas?”. Me reí y le expliqué que me había concentrado tanto en mis cosas que las horas habían pasado volando y me había asustando el tono del teléfono.
Me dijo que en diez minutos pasaba a recogerme y que lo esperara en el portal del edificio. Me inquieté un poco por el cambio de planes, pero pensé que por una vez me dejaría llevar y dejaría que algo estuviera fuera de mi control. Rápidamente recogí papeles y despacho. Me retoqué el pelo y los labios y me perfumé levemente. Me miré al espejo y mis ojos brillaban con deseo. Estaba realmente apetecible.
Esperé abajo hasta que un coche pequeño de color dorado se situó a mi lado. Bajó la ventanilla del copiloto y me pidió que subiera. Al sentarme me besó en los labios. Debí poner cara de asombro porque se rió con ganas. Me dijo que me llevaba a una casa que había pertenecido a su familia desde hacía varias generaciones, que estaba situada a unos treinta kilómetros de allí. Yo conocía la zona, un lugar tranquilo, suficientemente lejos de la ciudad para desconectar al menos el fin de semana. Durante el trayecto charlamos de temas sin importancia, pero sirvió para romper el hielo. Me contó que durante todo ese año había deseado invitarme a salir con él, pero que me veía tan lejana y formal que nunca se atrevió. Le expliqué que siempre me sentaba en la misma mesa porque desde allí lo veía venir, con sus andares rápidos y algo desgarbados, y me preparaba para disfrutar de su sonrisa y sus ojos.
Pronto llegamos a la vivienda. Era una modesta construcción desde fuera, pero confortable y fresca por dentro, con un precioso jardín y una piscina que obviamente tenía menos años que la casa. Me sentí cómoda rápidamente, como si hubiera estado allí más veces y eso me ayudó a relajarme un poco.
Me tomó de la mano y me preguntó si me apetecía un baño. La verdad es que a pesar de las tormentas veraniegas que ese verano estábamos padeciendo, todavía hacía calor, mucho más a esa hora del día. Antes de que pudiera responderle, se había despojado de la camisa y los pantalones. Llevaba unos bóxers negros ajustados y aunque no quería mirarlo directamente, noté que su sexo estaba deseoso de un buen polvo. Me sacó con cuidado la camiseta y me desabrochó la falda dejándola caer a mis pies. Mi cuerpo voluptuoso sólo quedó cubierto por una ropa interior blanca y mínima. Mis pechos exuberantes rebosaban en las copas del sujetador y mi culo se mostraba a través de mis braguitas de encaje. Me miró con tanto deseo que toda mi piel se erizó y agradecí haberme depilado cuidadosamente la tarde anterior, mostrando una piel sedosa como el pétalo de una rosa. Puso sus manos sobre mis nalgas y me atrajo hacia él, hasta notar mis tetas sobre su pecho. Acercó sus labios a mi cuello y despacio empezó a besarme. Me mordía suavemente el cuello, los lóbulos de las orejas, los hombros, mientras sus manos seguían firmemente apoyadas en mi culo, apretando con fuerza. Bajó con la lengua hasta mis pechos y me sacó las tetas del sujetador. Me mordía los pezones con ansias, pero con suavidad al mismo tiempo y me succionaba como si quisiera beber mi leche. Yo seguía dejándome hacer, notando cómo oleadas de placer recorrían mi cuerpo de la cabeza a los pies, mis manos en su pelo, guiando su cabeza una y otra vez hacia mis pezones endurecidos que pedían más. Me arrancó el sujetador y mis pechos se mostraron libres en toda su inmensidad. Siempre había notado cómo miraba mi escote y lejos de incomodarme me complacía. Sabía que él los mordería y degustaría con fruición, tal y como estaba haciendo. Metía su cabeza entre mis tetas y aspiraba mi olor, tanto tiempo añorado.
Ambos seguíamos de pie, pero él ahora se arrodilló. Agarró mis coulottes con su boca y me los bajó poco a poco. Separó mis piernas y metió su cabeza entre ellas. Con su lengua húmeda recorrió el interior de mis muslos, mis ingles, mis labios vaginales, saboreando todo con deleite. Yo gemía de placer y mis piernas temblaban, casi incapaces de soportar más mi propio peso. Seguía subida a mis tacones, agarrada a su pelo, dejando que su boca y su lengua recorrieran y humedecieran cada recoveco de mi cuerpo. Cuando yo estaba a un paso del éxtasis, metió 3 dedos en mi coño y con su lengua empezó a lamerme el ano. Me giró y me apoyé en el respaldo de un sofá, mientras él se recreaba en mi culo. Cuando notó que estaba muy excitada, se quitó los bóxers, mostrando un miembro poderoso, erecto, que me apetecía comer y saborear, tragándome todos sus jugos, pero él me tumbó en el suelo, boca arriba y con cuidado me penetró analmente, mientras 3 de sus dedos entraban y salían de mi coño casi al mismo ritmo que su polla me follaba el culo. Yo gemía sin parar y me agarraba a su espalda mientras le clavaba mis uñas boca le mordía el cuello. Me corrí salvajemente con sus dedos dentro de mí y su polla dándome fuertemente una y otra vez por el culo, y al notar mis contracciones de placer él estalló por fin en un orgasmo potente que llenó mi ano de leche caliente . Cuando terminó de correrse, salió despacio de mí y se tumbó a mi lado. Me besó suavemente en los labios y me abrazó con dulzura, mientras me decía que había fantaseado muchas veces con tener un encuentro como ese conmigo. Yo acerqué mi cabeza a su pecho y me refugié en sus brazos y así nos quedamos unos minutos hasta que el deseo se apoderó otra vez de nosotros y nos fuimos hacia la piscina. Hacía tanto calor que estábamos sudando. El agua fresca serviría para hacernos sentir mejor y en el agua podríamos seguir jugando y disfrutando de nuestro deseo.
El agua estaba perfecta de temperatura. Me metí deseando notar su frescor por mi cuerpo pues estaba realmente acalorada. Me mojé entera, dejando que mi largo pelo se sumergiera completamente debajo del agua y absorbiera parte de su humedad. Mis rizos casi desaparecieron y noté un estremecimiento por mi cuerpo…quería volver a tenerlo dentro de mí, quería correrme de la forma que me había corrido antes, quería comerle la polla y que se corriera en mi boca, quería explorar todo su cuerpo y hacerlo mío al menos por esa tarde.
Lo miré mientras nadaba, y le pedí que saliera del agua y se sentara en el bordillo de la piscina. Me acerqué hasta él y le acaricié la polla, la tomé entre mis manos despacio y empecé a frotarla con mi mano, arriba y abajo cada vez más rápido, cuando lo noté excitado la metí en mi boca y con ansia la chupé y la besé sin tregua, la lengua pasando de arriba abajo, haciendo presión en la punta de la polla con mis labios para darle más placer y él gemía mientras hundía mi cabeza entre sus piernas para que todo su pene entrara profundamente en mi boca húmeda. No paraba de lamer y chupar, de tragar sus fluidos, de comerme su polla entera, me encantaba, me gustaba escuchar sus gemidos y ver su cara de placer, hasta que noté cómo se contraía su cuerpo entero y sentí su leche caliente entrar en mi boca, lo noté explotar dentro de mí, noté las contracciones de su polla mientras derramaba su semen y lo miré a los ojos cuando me lo tragaba…Fue espectacular, el sabor dulzón de su semen en mi lengua, notar cómo se corría cerca de mi garganta, el calor de sus jugos explotando en la profundidad de mi boca y esas pupilas verdes suyas llenas de pasión y de placer...me parecía estar soñando pero no era un sueño, estaba con él, y esa tarde no la olvidaría nunca.
Metí mi cabeza bajo el agua para refrescarme de nuevo y cuando salí no lo vi, me giré y lo busqué y de repente salió de debajo del agua, situándose detrás de mí, agarrando mis tetas con sus suaves manos y apoyando su cabeza en mi hombro. Nos quedamos abrazados dentro del agua un rato, jugando, riendo y charlando sobre todo el tiempo que habíamos fantaseado con tener un encuentro como éste y no habíamos sido capaces de dar el paso. Bañarnos desnudos y estar tan cerca reavivó de nuevo el deseo y nos tumbamos sobre el césped. Yo ya estaba muy cachonda, así que directamente me folló el coño, con mucho ímpetu, empujando fuerte, sacando y metiendo su polla con fuerza, y yo gritando ¡Más! ¡Sigue y no pares! ¡Dame más fuerte! Mientras, él me besaba hundiendo su lengua en mi boca, mordiendo y succionando mis labios, mirándonos a los ojos, chupando mis pezones, mordiéndolos suavemente, deleitándose con todo mi cuerpo. Yo acariciaba mi clítoris mientras sus movimientos eran cada vez más fuertes. Me sentía penetrar hasta el fondo, notaba sus huevos contra mi coño, golpeándolo y dándome más placer aún, notaba su polla rozando mis paredes y lo veía contraer su cara con gestos de placer. Me puse a cuatro patas, que es con diferencia mi postura favorita y me agarró de la melena mientras empujaba. Me azotaba el culo y me decía que le encantaba verme así de cachonda, que había merecido la pena esperar un año para verme disfrutar como una perra del sexo que me estaba ofreciendo. Me gustaba sentirme así en aquella situación con él porque sabía que luego me abrazaría y se convertiría en el ser más dulce que había conocido pero mientras me follaba, me hacía sentir la mujer más deseada del mundo y mejor follada. El orgasmo que sacudió todo mi cuerpo fue increíble, me estremeció cada músculo y cada órgano de mi cuerpo. Después de correrme, él siguió dándome fuerte, agarrado a mis tetas que se movían libremente al ritmo de sus empujones y cuando finalmente se corrió, sentí cómo se abrazaba a mi espalda y me mordía con fuerza mientras su semen regaba mis entrañas.
Fue una experiencia increíble, una tarde para no olvidar, una aventura que no me defraudó y que hemos seguido repitiendo con asiduidad. El sexo con él es cada vez mejor y me encanta esperarlo en el portal del edificio mientras viene a buscarme porque mientras lo espero sé que la tarde va a ser maravillosa y mi ropa interior ya se moja sólo con la expectativa de saber cómo me va a follar.
No me tocó el cupón del Extra de Verano, pero lo que gané con aquella inversión fue mejor que cualquier lotería.
GRACIAS POR VUESTRAS LECTURAS. ARDIENTE11.