El Expreso Del Placer
Después de haber abordado el tren, el camarero nos indicó cual era nuestro camerín...Introduje a mi vagina mi dedo anular y me llené de...sentí un tremendo deseo de poner mi boca alrededor de su pene...y me dediqué a mamarle como si se tratara de la verga de un ángel cuya piel es hipersensible...Me percaté que su cuerpo chocaba contra mis nalgas violentamente haciendo un alto ruído de aplauso...
Aún recuerdo su aroma varonil de madera perfumada. Aún yace su presencia entre los rincones de mi memoria. Ruego para que ahí siga, ruego que al llegar a anciana aún pueda recordarlo como lo hago ahora, pues fue él con quien me sentí mujer por vez primera. He cuidado su recuerdo como algo sagrado; al grado que en momentos dificiles, me refugio en él.
Como muchas adolecentes, yo vivía a la orden del día. Tenía metas e ilusiones pero carecía de experiencia. Mi vida sexual no era la excepción. Desde la pubertad me había sumergido en un mundo de fantasías y la curiosidad por experimentarlo en carne viva me llevó a entregar mi virginidad a mi novio a la edad de 16 años. Fué en mi pueblo natal mientras cursaba la preparatoria. En aquel tiempo, el sexo me atraía como la respuesta no encontrada con palabras a las mil y una preguntas hechas a mi madre, a mis amigas y a mis maestras del colegio.
No entraré en detalles sobre mi iniciación. Solo mencionaré que después de tanto cachondeo con mi novio en las butacas del cine, los domingos en la plaza del pueblo después de misa, y tanta presión de Jorge, mi novio, me dejé llevar por mi curiosidad y un día de picnic en el rancho de uno de los tíos de Jorge, conocí el sexo por vez primera entre los matorrales de un barranco solitario.
Jorge era buen muchacho y creo que para el también fué la primera vez, aunque el siempre se empeñó en presumir que lo había hecho con su novia anterior. No veo caso entrar en detalles puesto que a pesar de las buenas intenciones de Jorge, el episodio solo me provocó un profundo dolor; al grado que tuvimos que suspender la follada para no reanudarla hasta semanas después. Tal vez fué mi nerviosismo e inseguridad. Tal vez los tabúes que cubrían mi carácter y definían mi personalidad. El hecho es que la desvirgada solo me dejó un tremendo dolor en mi vagina, una mancha de sangre en mis ropas, y un terrible miedo de ser descubiertos. A Jorge le dejó el orgullo de haberse llevado mi castidad, la verga llena tan solo de mi sangre puesto que no alcanzó a eyacular y el miedo de poderme embarazar.
Como dije, luego de unas semanas volvimos a intentarlo. Fué mejor, en el sentido que el dolor ya no estaba presente, pero Jorge era tan inexperto como yo. El pudo disfrutarlo más puesto que se previno con un par de preservativos y eyaculó dentro de uno de ellos mientras se meneaba dentro de mí. Yo seguía nerviosa e insegura.
Jorge y yo fuimos amantes cerca de un año. Tuve que terminar con él debido que para mí el sexo representaba algo fundamental del amor. Mientras que por un tiempo estuve enamorada de él, al final de nuestra relación yo me sentía usada pero no complacida. Se habían terminado los detalles cursis de un estudiante enamorado. Los "te amo" debajo de un árbol de la plaza central, habían pasado a "que buena estás" entre las sábanas de algún motel. Inclusive llegué a dudar si el sexo era para mí y a preguntarme por qué todo el mundo decía que era tan rico mientras que a mi me empezaba a parecer repulsivo sentir las manos de mi novio escurriéndose por todo mi cuerpo, su baba en mi cuello, su lengua en mis pechos.
Me convenció que para que alcanzara el orgasmo con él, necesitaba sentir su semen en mi vulva. Decidí tomar la píldora para no correr riezgos de embarazo y una vez lista dejé que eyaculara dentro de mí. Tampoco funcionó y yo quede aún mas frustrada pues me hacía sentir que yo tenía algún problema. Intentó ayudarme a "llegar" frotando su lengua en mi vagina. Era torpe, yo sentía un cosquilleo repulsivo, no la excitación que te eleva, mas bien un raspado brusco, insensible.
Después de haber accedido a dejarlo venirse dentro de mí, me acusó de lesbiana y creo que éso fue lo que más me dolió. Ya empezaba a hablar de casarnos, y a mi me aterraba condenarme a compartir mi vida con alguien tan egoísta y tan pobre en la cama. Cada día era mas exigente, supongo que iba subiendo la curva de aprendizaje. Me pedía que se la mamara con el pretexto que las novias de sus amigos lo hacían cos sus respectivos novios. Yo siempre me negué, se me hacía sucio, anormal. No me excitaba para nada.
Lo curioso es que cuando yo me masturbaba, fantasiaba con su pene penetrándome y sus brazos rodeándome de caricias sublimes al rededor de mi estrecha cintura y mis pronunciadas caderas. Yo misma me acariciaba mis pechos, los cuales para entonces ya estaban totalmente desarrollados a mi talla 34C, y con apenas rozar mi clioris con un dedo, llegaba a los orgasmos mas estremecedores. Entre los espasmos de mis orgasmos oía su voz diciéndome: "Te quiero". Aún guardaba por esa razón, la esperanza de algún día encontrar la felicidad sexual, yo sabía que mi cuerpo podía responder al estimulo bien aplicado en el lugar indicado. Terminé convenciéndome que Jorge era el del problema.
Unos meses después de terminar con Jorge, yo seguía tomando la pastilla anticonceptiva. Supongo que por que en el fondo guardaba la esperanza de que mi exnovio madurara y las cosas entre el y yo algún día se arreglaran.
Yo había solicitado ingreso en la Universidad en donde cursaría la carrera profesional. Tuve que viajar a la Ciudad de México para presentar el examen de admisión y demás trámites. El viaje me cayó de perlas para retirarme de mi pueblo que a pesar de quererlo mucho, en esos momentos sentía que me asfixiaba.
Mis padres me consiguieron un camerín en el tren PULLMAN el cual viajaba de noche para arribar al Distrito Federal muy tempranito. Por ser menor de edad, una de mis tía maternas me acompañó en el viaje. Ella era solo unos años mayor que yo.
En este viaje es donde conocí a Ricardo. El hombre que me enseñó a descubrir mi sexualidad.
Después de haber abordado el tren, el camarero nos indicó cual era nuestro camerín. A pesar de ser un vehículo tan antiguo, estaba bien preservado y ofrecía bastante comodidad. Teníamos habitación de camas literas las cuales se desdoblaban tras de jalar una palanca en la pared. De día eran ocultas y este arreglo daba lugar a una acogedora habitación con lavabo y WC privados. También había una mesa convertible y por supuesto un amplio closet.
Abordamos pasadas las 9:00 de la noche. A decir verdad, había sido un día lleno de emociones fuertes puesto que yo nunca había salido de mi casa sola y mucho menos tan lejos. Entre las recomendaciones de mi madre, las advertencias de mi padre, la preparación del equipaje y la despedida de todas mis cuatachas, se me había ido el día y me había quedado sin comer. Así que persuadí a mi tía Margarita para que fuéramos al comedor a buscar un bocadillo. Yo tenía la esperanza de que mi tía no se pusiera ridícula y me dejara tomar una cerveza con mi cena. La muy canija, accedió.
Entramos al comedor y pedimos un plato de pozole. Estaba mas o menos. La cerveza ciertamente estaba mejor. Pedí una Negra Modelo, así que antes de terminármela, me sentía medio apendejada.
Iba como a media cerveza cuando pasó a nuestro lado un hombre como de 26 años. Ante mi carcajada abierta, no pudo disimular su mirada sobre mí. Su mirada fulminante me jaló la miradad magnéticamente. Tras su paso dejó una nube con aroma a cedro perfumado. De momento me sentí anodadada. El olor tan masculino se penetró en mis poros y en mis neuronas. Al mirarme coquetamente, me sonreía con dulzura varonil. Parecía un muñeco sacado de un comercial de televisión. Complexión delgada, manos enormes, dientes blancos y perfectos. Vestía como ejecutivo con un portafolios de piel en su mano. Traía encima una chamarra de piel color negra la cual combinaba perfectamente con su pelo azabache y sus pobladas pero bien delineadas cejas, al igual que sus largas y abundantes pestañas.
Lo vimos girar su rostro hacia adelante para dirigirse a la barra. Mi tía no tardó en decirme:
-¡Que tipazo! Así me lo recomendó el doctor. A ella también le estaba afectando el alcohol de la cerveza.
Yo traté de disimular y hacerme la desentendida, pero ella insistió:
-¿Visté cómo casi te come con la mirada?
Sin querer, mi tía corraboró mi primera impresión.
De reojo seguí viéndolo. Mi corazón empezó a agitarse al notar que tras de hablar con el mesero, este se dirigió a uno de los refrigeradores y colocó dos cervezas y dos vasos en una charola y emprendió camino hacia nosotras.
-Señoritas, aquí les manda aquel joven que está en la barra.
Colocó el contenido de la charola en la mesa y muy amablemente se disponía a retirarse cuando sentí que mi tía golpeaba mi tobillo con su zapato. Par mi sorpresa, era la misma marca de cerveza que estabamos tomando, me agrado su audacia y atino.
Sin pensar y sin entender con precisión la señal de mi tía, le dije al mesero:
-Por favor dígale al joven que mejor venga a acompañarnos.
Al mesero empezar su recorrido para entregar el recado, mi tía agregó cuchicheando:
-Dígale que está bien bueno.
Sus palabras casi se pierden entre nuestras carcajadas. Tal vez la cerveza estaba haciendo mas efecto en la cabeza de mi tía pues a partir de entonces se puso intolerable. Por principio de cuentas, dijo que ya no aguantaba mas y que tenía que ir al tocador. Debido a la cerveza, yo tambien quería ir a orinar pero pudo mas el deseo de ver si el galán de la barra por fin se atrevía a venir.
Su fuerza carismática iba en aumento con cada paso hacia mí. Mi mirada buscaba con desesperación a mi tía pero ésta se demoraba en el baño. El latido de mi corazón se aceleró y no podía dejar de reir tenuemente.
Con gran porte llegó y su bella sonriza hacía que las palabras de formalismo salieran sobrando. Sin embargo, prosiguió a decir:
-¿Estás segura que no las incomodo? Porque de ser así puedo retirarme a mi camerín.
Lo tierno y educado de su voz no permitían que le hiciera esa grocería. En ese momento la sangre regreso a irrigar mi cerebro y mi pulso empezó a normalizarse.
-No, ¿cómo crees? Al contrario, gracias por las cervezas. Discupla a mi tía, tuvo que ir al baño.
Intercambiamos nombres y motivos de viaje. El regresaba a la Ciudad de México en donde radicaba. Venía de Guadalajara en donde había asistido a una exhibición de ingeniería industrial. Le comenté que precisamente yo había solicitado ingreso en la Universidad para cursar la carrera de Ingeniero Mecánico. Me dijo que ambas carreras tenían mucho en común y, tras el retorno de mi tía, pudimos platicar por un buen rato. Mi tía siguió bebiendo. Yo me abstube pues ya me sentía mareada y con la vejiga por reventar. Tras su ofrecimiento de acompañarnos a nuestro camerín, los tres emprendimos la retirada. Tuve que ayudar a mi tía a caminar pues se le habían pasado las cucharadas.
Al pasar por uno de los vagones, Ricardo se detuvo en un camerín y disculpándose entró en el para resurgir de inmediato sin su corbata y chamarra. Era evidente que éste era su camarote. Continuamos nuestro recorrido hasta llegar a la entrada de nuestro aposento. Mi tía se despidió de inmediato y me dijo descaradamente:
-No te tardes, que no quiero entregar malas cuentas.
La emoción del momento me había robado el sueño y no quería que mi nuevo amigo se retirara. Acercó su cuerpo al mío y besándome en la mejilla me dijo al oído:
-Si te aburres con tu tía, búscame en México. Que pases buenas noches Belle. Ha sido un placer conocerte.
Su cuerpo estaba demasiado cerca del mío. Sentí su barba nacida rozar mi rostro, haría mas de 12 horas desde que se había afeitado. Me sentí temblar. Inevitablemente, mis pechos se habían comprimido entre nuestro abrazo. Inevitablemente, el bulto se su pene también se había comprimido entre nuestras piernas. Me ruboricé y me alejé con urgencia.
Tras verlo salir del vagón, por fin, entré a mi camerín en donde encontré a mi tía en su litera profundamente dormida. Obviamente, había tomado de más. Saqué la cama en donde debía pasar la noche, dudé si quería meterme a la cama. Por unos minutos oí a mi tía roncar. La moví para que dejara de hacerlo pero era imposible. Pasarían horas antes de que despertara.
Entré al baño para por fin liberar la cerveza que se había acumulado en mi vejiga. Mientras reposaba en el toilet a obscuras, revivía el momento vivido en el vagón-comedor. El olor de Ricardo no podía retirarse de mi mente, tampoco ese abrazo de despedida. Al secarme con papel sanitario, mis dedos disimuladamente rozaron mis labios vaginales y mi cuerpo entero se estremeció. Me sorprendí de encontrarme a mí misma tan humeda. Introduje a mi vagina mi dedo anular y me llené de ansiedad. ¿Cómo quitarme este fuego que me consumía? En esos momentos rechazaba la idea de masturbarme por temor de despertar a mi tía con mis gemidos. Tras vestirme, salí de prisa del baño y me cepillé los dientes. La excitación no cedía.
El pensamiento que se empezó a fabricar en mi mente hizo que mi pulso volviera a coger velocidad. ¿Y si iba a buscarlo? ¿y si me atrevía a ir a su camerín? ¿y si mi tía se percataba? ¡Que nervios!
Temerosa, tomé mi cartera y salí del camerín todavía insegura de lo que iba a hacer. Tal vez tenía la esperanza de toparme con Ricardo en el comedor. No fué así. Al salir de mi vagón e ingresar al contiguo, ahí estaba él en el extremo opuesto del vagón. Se encontraba caminando hacia mí. Nos encontramos a medio vagón y poniendo sus manos enormes al rededor de mi cintura, me dijo:
-No podía dormir y te iba a buscar para invitarte a charlar.
-Yo tampoco podía dormir. . . acepto.- Le dije con mi mejor sonriza en mis labios.
Caminamos vagon tras vagon hasta llegar al carro en donde estaba su camarote. Al llegar a su puerta, nos detuvimos sincrónicamente. Ambos nos vimos a los ojos y nos echamos a reir. El me tomó de la mano al mismo tiempo que abría la puerta para invitarme a pasar. Yo entré apresurada por temor a ser vista.
En cuanto entramos, el cerraba la puerta mientras yo me dirigía a la ventanilla de doble vidrio para tratar de ver hacia afuera. La luz de la lámpara que iluminaba el camarote doble me lo impedía, forzándome a ver solamente mi propio reflejo. Hice un esfuerzo acuñando ambas manos al rededor de mi cara para bloquear la luz. De pronto mis ojos vislumbraron montes cubiertos de árboles bañados con la luz plateada de la luna llena. El cielo estaba estrellado y lucía bellísimo. Retiré mis manos para darme cuenta que lo que me permitía ver hacia afuera, era el hecho que Ricardo había apagado la luz. Me quede quieta disfrutando el espectáculo.
Silenciosamente, Ricardo se acercó a mí por detrás y puso una mano en cada uno de mis hombros. Puse mi rostro contra la fría ventanilla al tiempo que mi trasero se respingaba hacia su cuerpo como buscando el esimulo de su bulto. Sus manos empezaron a correr por mi piel bajando por mis brazos y luego encontrando mi cintura, mi abdomen. Sentí que me jalaban sus brazon hacia su cuerpo y yo quería que nuestros cuerpos chocaran. Entre mis nalgas sentí la erección de su miembro. Me estremecí completamente y girando media vuelta quedé súbitamente frente a el. Con una mano en mi cintura y otra en mi barbilla, acercó sus labios a los míos que los esperaban con ansias. Apenas rozó la carne de mis labios y perdí su contacto. Me paré en la punta de mis pies y busqué sus labios en pleno.
Acaricié sus cabellos entre mis dedos al mismo tiempo que apreté todo mi cuerpo contra el suyo. La dureza de su verga era impresionante. Nos besamos largamente hasta que nuestra repiración fué en aumento. Las caricias no se hicieron esperar. Sentí sus manos acariciando mi espalda y al bajar rodeaba mi cintura y masajeaba el filo de mis caderas. Me preguntaba por qué iba tan lento; acostumbrada a las exigencias y prisas de Jorge. Me dejé hacer disfrutando cada caricia. Tomé algo de iniciatiba y desfajé su camisa del pantalón. El debió tomar éso como señal de mi aprobación por que inmediatamente pasó las palmas de sus manos desde mi abdomen hasta mi cuello pasando y deteniéndose momentáneamente por ambos senos. Continué a desabotonar su camisa cuando sentí sus manos en mis nalgas. No pude evitar gemir, casi gritar. Al tiempo que las apretaba y las abría, frotaba su verga contra mi cuerpo. Mientras tanto yo había encontrado la desnudez de su pecho velludo y tibio el cual besé y mordisquié.
Habilmente desabrochó mi falda de mezclilla la cual cayó rodeando mis tobillos. Mientras la falda resbalaba por mis piernas, sus manos corrieronn por debajo de mi blusa hasta que la redondez de mis tetas sintieron la lucha entre sus dedos y mi brasier. Pasó sus manos a mis espalda y las liberó del estorboso sostén. Una vez libres, regresó a llenarme de sus caricias. Solo me soltó para desprenderse de su pantalón y calzoncillo. Mientras el se desnudaba, yo me despojé de mi pantaleta dispuesta a hacer el amor con él.
La cama que salió de la pared, era de tamaño mas grande que la de mi camerín. Tal vez tamaño "Full". Me sentí torpe. Esto era completamente diferente de lo que pasaba en la intimidad con Jorge. Ricardo se acercó a mí y cargándome entre sus brazos, me colocó suavemente sobre la cama. Yo lo abracé del cuello y busqué que llenara mi boca con su lengua.
Nuestros cuerpos desnudos cayeron sobre la cama y en seguida el continuó con sus caricias por todo mi cuerpo. Mi cabeza, mi cara . . . parecía que con sus dedos dibujaba cada una de mis facciones faciales. Una mano en mi cuello. Sus labios en mis hombros mordisqueándome y compartiendo conmigo su fuego.
Empecé a perder la calma. ¿Cuándo iba a empezar a follarme? Sin embargo, esa misma desesperació e incertidumbre, hacían que mi excitación fuera cuesta arriba. Sus besos bajaron a mis pechos. Mis pezones inflamados demandaban su estímulo. Cuando por fin los tocó con su lengua, de mi garganta salió un chillido. Se detuvo y siguió dándome placer en ambas tetas. Prosiguió a besar mi abdomen y sentí sus dientes entre mis cabellos púbicos. Sentí vergüenza confesarle que no disfrutaba el sexo oral en mi vagina. En mi mente rogué para que encontrará satisfacción pronto y regresara a mis tetas. Sentí un ligero calorcito en mis labios vaginales; a la vez, un agradable cosquilleo. Nunca había sentido algo similar, era claro que no eran sus dedos pues sentía ambas manos dar masaje a mis caderas y muslos. Ante la satisfacción, decidí abrir mis piernas y dejarme hacer.
El se reacomodó invirtiendo su cuerpo de posición. Su cabeza apuntaba hacia mis pies y viceversa. Extendí mis manos para ofrecerle mis caricias. En cada momento estaba presente su aroma.
Magistralmente, con su lengua llenó de caricias mi clitoris y mis labios vaginales sin meter la lengua dentro de la vagina. Lo hacía tan suave y rítmicamente que eso no solo me gustaba, me estaba volviendo loca. Mi mente se obsesionó con el deseo de ser penetrada. Pero el tenía su plan, sabía lo que hacía, y lo hacía muy bien.
Entre los rayos de luz que se colaban por la ventana, alcancé a ver la plenitud de su verga erecta. Era de similar tamaño que la de Jorge, solo que por mi exictación la ví mucho mas hermosa. Me atreví a tomarla entre mi mano lo que por unos segundos detuvo a Ricardo en su faena de mamarme. Después de unos momentos de masturbarlo mientras hacia un trabajo espectacular con su lengua, labios y dientes, sucedió lo que jamás hubiera imaginado: sentí un tremendo deseo de poner mi boca alrededor de su pene. Comprendí que así como yo disfrutaba de su calor bucal, debía corresponder con lo mismo. Solo quería que el sintiera todo el placer que yo pudiera ofrecerle.
Insegura de cómo lo iba a tomar, acerqué mis labios y dulcemente besé el glande. El correspondió frotando suavemente su lengua en mi clitoris pues a estas alturas ya me había estudiado y descubierto mis puntos sensibles. Después de detectar un sabor indefinido entre salado y agrio, metí medio pene en mi boca y lo succioné con fuerza varias veces hasta la punta de la cabeza como si se tratara de un helado. En algún lugar escuché que así se hacía. Con mucho tacto, Ricardo me dijo:
-Mmm . . . que rico, pero hazlo mas despacito.
Comprendí que venía contagiada de la brusquedad de Jorge. Lo tomé como reto y me dediqué a mamarle como si se tratara de la verga de un ángel cuya piel es hipersensible. Mi vagina seguía buscando ser penetrada. El abría con sus dedos mis labios vaginales y chupaba mi clitoris suave pero firmemente. Sintiendo la respuesta de mi cuerpo, pegó su boca a mi monte y con lengüetazos hacia bailar a mi clitoris a cien por hora. Apreté su cabeza con mis muslos y por un momentito dejé de chupar para dedicarme a disfurtar cada espasmo de mi primer orgasmo.
Girándose, su cuerpo quedo acostado boca arriba con su estupendo palo apuntando hacia el techo. Me incorporé y me dediqué a mamarlo como una desesperada. Ricardo cuidaba que mi cabello no se me viniera a la cara. Las venas que rodeaban su viril miembro estimulaban mis labios y mi lengua. El me tomó de la cabeza y con firmeza intentó que me la comiera toda. Yo sentí que me llegaba hasta las amigdalas y las ganas de vomitar me obligaron a retroceder. Con su paciencia, me dejó hacerlo a mi propio ritmo. Mientras yo le mamaba la verga, el me chupó cada uno de los dedos de mis pies. Era increíble su habilidad y su capacidad de proveer placer. Evitando que sus dientes rozaran mi piel, con sus labios froto al rededor de cada uno de mis dedos. No se si disrutaba mas el placer en mis pies o el placer que su verga emitía en los tejidos de mi boca. Me di cuenta que estaba disfrutando mamarle la verga a este hombre que aunque recien había conocido, me trataba como una reina y se esforzaba por buscar mi placer. Aun no podía meter mas de la mitad de su tronco en mi boca sin que las ganas de vomitar se hicieran presentes. A pesar de eso, frotaba mis labios con mucha suavidad y con la lengua friccionaba le suave piel de su glande. Me hice la determinación de hacerlo eyacular en mi boca para corresponderle por el orgasmo que me había regalado lleno de perfección erótica.
A pesar de sentir mis brazos cansados, me dispuse a mamar sin parar hasta tener su semen en mi boca. Mentiría si dijera que mis intensiones eran tragármelo puesto que jamás lo había probado y si bien es cierto que la experiencia de mamar me estaba gustando, tragar su fluído era punto y aparte. Mas bien tenía pensado escupirlo y masturbarlo hasta vaciarlo por completo.
Sin embargo, Ricardo dispuso que las cosas fueran diferentes. Se levantó casi de un brinco. Al tiempo que se bajaba de la cama, me pidió que me recostara boca arriba y me acercara a el. Me acosté de tal forma que mis piernas colgaban de la cama. Abrí mis piernas deseando que mi amante por fin se decidiera a penetrarme. Ricardo me sujeto por debajo de mi cintura y levantando mi cuerpo me atrajo hacia sí. Mis tobillos estaban sobre sus hombros, mientras los míos se apoyaban en la cama. Yo mordía el nudillo de mi doblado dedo índice y con los ojos cerrados me dedicaba a esperar que me embutiera con su deliciosa verga y vaciara su leche.
Sentí por fin la punta de su pene en la entrada de mi cavidad. Hizo algunos movimientos suaves pero solo entraba la mitad del glande. Me estaba volviendo loca.
-Quiero ser tuya
Me atreví a decirle.
-Yo también- me dijo con voz de desesperación e impaciencia- solo que no te esperaba esta noche y no estoy prevenido . . .no tengo condones, murmuró con tristeza.
-No te preocupes por eso le dije con comprensión tomo pastillas.
Lo noté confundido pero sentí que su cuerpo se relajó y volví a sentir el contacto de su fierro en mi vulva. Me aferré a sus hombros e intenté lograr que su pene se hundiera dentro de mí. El lo movía habilmente como una dos centímetros hacia adentro y hacia afuera. Yo lo quería todo. El lo sacaba y volvía a provocar mis instintos.
-Ya dámelo le dije en un suspiro ya no me hagas sufrir.
Soltó mi cuerpo y lo dejó caer sobre la suavidad de la cama al tiempo que se apoyaba sobre sus brazos con sus manos empuñadas.
Fué ese el momento en que descubrí el deseo y el placer en plenitud. Me tenía a su merced y él sabía que ese juego levantaría mi excitación hasta niveles desconocidos. El estaba en control, yo solo me dejaba hacer, deseosa cada segundo más de sentir toda la longitud de su carne dentro de mis entrañas.
Tras unos minutos de juego, su pistón entraba hasta la mitad. Mete y saca, con suavidad y luego con frenesí. De pronto, de un solo golpe me penetró toda. Sentí que me dejaba sin respirar. La sensación superaba a todo lo que hasta entonces había sentido. Grité de placer. Las paredes de mi vagina estaban escurriendo de mis líquidos. Traté de contraer mis músculos vaginales pero me fué imposible. El placer era demasiado. Gozaba cada milímetro y cada vena. Sentí sus testículos en mi ano y me dí cuenta que por fin la tenía toda adentro. Moví mis caderas en forma circular pero volví a perder fuerzas al Ricardo dedicarse a metérmela y sacármela incansablemente. Su verga estaba durísima, debió medir unos 17 cm en erección y como 4 cm de diámetro en la base que era la parte mas gruesa.
Sin darme cuenta estaba yo gritando de placer. Al darse el cuenta de mi estado de excitación bombeó con fuerza. Mis tetas se mecían como volcanes en erupción. Me imaginé su leche bañando mi útero y perdiendo el control de mi cuerpo y de mis sentidos, me corrí de nuevo. Gritaba ensordecedoramente, y Ricardo no dejaba de culearme.
-Gózame
Lo oí decir y un nuevo orgasmo no se dejó esperar. Cuando reaccioné ya llevaba cuatro orgasmos en esa posición. Noté que sus brazos se cansaban y el ritmo de sus embestidas bajaba. Me preguntó con dulzura si ya me había cansado, refiriéndose a la posición. Le mentí para que el descansara. Quería darle placer y volverlo loco. Me puse en cuatro; apuntando mi culo hacia él. Sin rodeos, resvaló su verga entre mis muslos encontrando el camino hasta mi mojada conchita la cual gustosa lo recibió. Me tomó por las caderas mientras me bombeaba con fuerza.
-Si . . . si . . . si
Le decía, mientras me inundaba en otro orgasmo al tiempo que presionaba mi rostro conta el colchón y arqueaba mi cintura moviendo mis caderas.
Sentirme suya era increíble. Me percaté que su cuerpo chocaba contra mis nalgas violentamente haciendo un alto ruído de aplauso. Seguramente era el aplauso que nuestros cuerpos nos otorgaban para celebrar semejante culeada. Sus huevos chocaban contra mi clítoris dándole un gran placer.
Volví a estirar mis brazos para apoyarme sobre ellos poniéndome a gatas. Sentí sus manos encontrar mis tetas que debajo de mi torso se columpiaban tras cada embestida. De repente sentí ambas manos tomarme de los hombros y una aceleración salvaje en el ritmo de su forma de culearme. Debía estar por estallar pensé y me dejé culear para dar recibimiento a su esperma.
El cacheteo de mis nalgas contra su cuerpo aumentó y la respiració de Ricardo empezó a entrecortarse. Sentí en mi vagina que su verga pulsaba y se encontraba durísima, parecía un palo, con la excepción de la suavidad y lo caliente. Mientras sentía las pulsasiones de su instrumento sexual, y oía como ese macho bufaba de placer, no pude evitar que desde mi vagina hasta cada poro de mi cuerpo, corriera una serie de espasmos que casi hacen que se me pare el corazón. Era su semen, que tras tanto trabajar, el pene de mi hombre me llenaba los interiores de mi feminidad.
Estaba feliz. Lo dejé que se vaciara todo, no quería desperdiciar ni una sola gota. La espera había valido la pena. Eyaculó chorros de semen los cuales sin demora empezaron a escurrir por mis muslos.
Todavía con su miembro dentro de mí, me ayudó a levantarme hasta quedar hincada de tal forma que sus labios pudieron besar mi boca. Me apretó ambas tetas mientras nos hundíamos en un profundo beso.
Salió de mí y me ayudó a acostarme a su lado. Me recosté sobre su pecho y me dediqué a embriagarme del olor de su cuerpo.
Eran las 4:00 de la mañana cuando desperté y con urgencia me vestí y regresé a mi camerín. Mi tía seguía dormida y nunca me preguntó nada que me hiciera sospechar que se había dado cuenta de mi escapada.
Al llegar a la Ciudad de México, Ricardo y yo intercambiamos números de teléfono y cada quien partió por su propio camino. La vida me permitió el privilegio de volver a estar con ese hombre tan especial por lo que mi visita al DF sería mas que divertida, un verdadero despertar a mi vida de mujer.
Desde entonces he viajado en muchos trenes y he aprendido muchas cosas sobre el sexo y sobre el amor. Pero Ricardo, su perfume, y lo que me hizo sentir aquella noche, siempre vivirán en mi memoria.
Ricardo: gracias, amor mío.