El Experimento: El comienzo de todo.
Os contaré el día en el que tuve aquel accidente de laboratorio y gané el poder de poseer los cuerpos de la gente. A partir de entonces mi vida nunca volvió a ser igual.
Mi historia comienza un miércoles de primavera. Era un día soleado y despejado en el que mi profesora de Ciencias había decidido torturar a mi clase con una excursión para visitar el famoso Laboratorio de Investigación Biológica y Experimentación, o "LIBE", como decía el cartelito gigante de la entrada.
Me presentaré: soy Daniel Connoly, un adolescente de 14 años rechoncho, de cabello castaño oscuro, no precísamente alto. Algo taciturno y de mirada triste. Soy el típico muchacho en el que los demás se fijan cuando no tienen nada que hacer y les apetece reirse de algo, asi que no me llevaba bien con mi clase, no me llevaba bien prácticamente con nadie; y eso había empeorado drásticamente desde el día en que me pillaron masturbándome a escondidas en la enfermería del colegio tras decir que me encontraba mal. No es que me arrepintiera de ello, desde que estaba en plena efervescencia hormonal, masturbarme a diario se había convertido en una costumbre(y por estadística me tenían que pillar alguna vez). Pero desde ese día, los chicos me empezaron a ver como un fantoche y las chicas a mirarme con cara de asco y ahora me veía obligado a mezclarme con todos ellos en una excursión inútil.
Mi grupo llevaba hora y media siguiendo al científico calvo con aires de guía turístico y yo tan solo deseaba acabar de una vez. La asignatura de Ciencias nunca me había interesado lo más mínimo y ese calvo de voz monótona no hacía sino empeorar las cosas. De repente alguien me sorprendió con una fuerte colleja en la nuca.
-Hey, pajero , deja de mirarle el culo a la profesora que nos conocemos.
Yo me llevé la mano a la nuca y me giré fulminando a mi agresor con la mirada. Era Erik Holmes, el capullo alfa de la clase que se metía conmigo cada vez que podía.
-Parece ser que no soy el único que se aburre. -dije para mis adentros mientras escuchaba las inevitables risas de los demás capullos integrales que componían mi clase.
-¿Qué estás mascullando? -dijo Erik con su sonrisa petulante y dándome un empujón que provocó varias risas a mi alrededor. Yo opté por encojerme de hombros y escogí la mejor defensa en esa situación: irme a la primera fila de alumnos para que no pudieran tocarme las narices sin que se dieran cuenta los adultos. Aunque fingir que prestaba atención mientras las chicas se apartaban de mí y cuchicheaban a mi alrededor no suponía una gran mejora.
En ese momento estaba realmente deprimido. Media hora después, el científico-guía pasó por una puerta pequeña y nos mandó seguirle en fila de uno. Yo me quedé atrás, cabizbajo con las manos en los bolsillos y, en lugar de entrar, me quedé apoyado en la pared. Unos segundos después escuché como las voces se alejaban por el pasillo; ni siquiera se habían percatado de mi ausencia. Aspiré hondo, disfrutando del repentino silencio de la sala, y decidí perderme por el complejo por mi cuenta, ya me reuniría más tarde con el grupo.
Tras 20 minutos andando distraído me paré a mirar una puerta que me llamó la atención. Era de un metal azulado rodeado de una franja negra y amarilla y marcada con un anorme símbolo blanco que no me sonaba de nada. Tras unos segundos, ésta se abrió y salió un científico moreno con gafas y unas ojeras bastante pronunciadas; portaba una gruesa carpeta llena a reventar y parecía tener prisa. De repente reparó en mí y uno de sus pies se trabó en el otro, lo que provocó su caída y el esparcimiento de todo el papeleo que llevaba encima. Yo oculté mi sonrisa mientras un objeto metálico parecido a una tarjeta se deslizó hacia mí y chocó contra mi zapato. El hombre masculló un "mierda" y empezó a recoger todo apresuradamente y a juntarlo como pudo en su carpeta. Yo tapé rápidamente la tarjeta con mi zapato y recojí una de las hojas del suelo.
-Se le ha caído esto -dije, ofreciéndosela.
El hombre me arrebató la hoja y me miró con mala cara mientras la amontonaba junto al revoltijo de papeles en el que se había convertido su carpeta. Se fué sin decir palabra.
-De nada -dije con una sonrisa burlona. En cuanto hubo desaparecido en la esquina, levanté el zapato y cogí la tarjeta. Era la típica tarjeta de identificación con una banda metálica, la foto y los datos del tipo gruñón.- Tal vez si... -miré la pequeña consola al lado de la puerta metálica. Me podía meter en un buen lío si me pillaban... pero qué iban a hacer, ¿Castigarme? Sonreí al descubrir lo poco que me importaba. Me acerqué a la consola y pasé la tarjeta por la ranura; la puerta se abrió de par en par y unas luces tenues iluminaron la sala del otro lado. Entré en ella y las puertas se cerraron detrás de mí mientras contemplaba fila tras fila de mesas y estanterías llenas de viales con substancias sin identificar.
-¡O sea que he ido a parar en un enorme almacén de potingues y mierdas biológicas! -dije, sorprendido. Empecé a explorarlo y a leer algunas etiquetas, la inmensa mayoría de las cuales no entendía. De repente me llamó la atención un gran vial en forma de cono lleno de una substancia azul fosforito.- Parece una lámpara de lava -pero cuando lo cogí para verlo mejor derribé un vaso vacío por accidente y este se rompió contra el suelo.
-¡MIERDA!- grité, me agaché para recoger los cristales pero, para empeorar mi torpeza, me dí con la cabeza contra el borde de la mesa. Me encogí de dolor y noté otro fuerte golpe con un estruendo de cristal rompiéndose. Un lodo espeso de color azul me empapó y grité de agonía en cuanto este empezó a consumirme. Todo se volvió oscuro...
...
Cuando desperté, noté que estaba a la altura del suelo, rodeado de un charco azul con mi ropa caída justo al lado, como si el cuerpo que la sostenía se hubiera esfumado sin más. Estaba completamente en shock y, tras unos momentos de arrastrarme, agitarme y sentir el suelo frío, me dí cuenta horrorizado de que ¡Me había convertido en una espécie de lodo azul parecido al del vial!
Me arrastré hacia la puerta, quería gritar pero no tenía voz, sin embargo podía ver, tocar y oir el murmullo de las máquinas de la sala de al lado. Me acerqué a la puerta pero esta no se abrió, asi que empecé a dar vueltas por la sala, desesperado, hasta que me obligué a calmarme. Lo primero que hice fue ver qué podía hacer en ese estado. Me estiré y encogí, me hice una burbuja, subí y bajé por los muebles y por último traté de adquirir alguna forma, pero eso fué inútil. Me había convertido definitivamente en una espécie de moco azul.
En medio de mis lamentos, escuché el chasquido de la puerta al abrirse y por ella entró una mujer con bata, una científica según parecía. Joven y de pelo castaño recogido en una coleta. Al verla sentí una gran esperanza y mi primera reacción fué la de acudir a su encuentro buscando ayuda, pero me paré en seco. ¿Qué pasaría si me viera?¿Gritaría y saldría corriendo?¿Sabría lo que soy?¿Sería siquiera capaz de comunicarme con ella? o aún peor: ¿Acabaría pasando el resto de mis días en una probeta o como conejillo de indias? No, lo primero sería intentar salir de allí.
La chica iba vestida con una blusa negra debajo de su bata blanca, y ésta parecía tener grandes bolsillos. Además, portaba una bolsa de cuero negra colgada del hombro. Estaba seguro de que no me daría tiempo a salir por la puerta sin que se cerrara en mis narices, así que tal vez podría ocultarme encima de la científica, pero tenía que conseguirlo sin que se diera cuenta.
Mientras avanzaba, me acerqué a ella ocultándome por debajo de las estanterías, buscando una oportunidad. La encontré en cuanto ésta se paró delante de mis ropas tiradas.
-¿Qué es esto?- La chica se agachó y agarró mis pantalones. En cuanto su bolsa tocó el suelo, me subí a ella silenciosamente y traté de buscar una obertura para entrar. La mano de su propietaria me rozó sin querer y la retiró ante el tacto frio. Se dió cuenta de mi presencia y soltó un grito. Yo, evidentemente, me asusté; sabía que si la chica soltaba la bolsa y echaba a correr gritando estaba perdido, así que salté a la desesperada para tapar su boca y mi propia inercia provocó que acabara entrando en ella enmedio de un borboteo. Sentí como me deslizaba por su garganta y como ella luchaba por respirar y por impedir que entrara el resto de la extraña substancia que componía mi ser, pese a que sus esfuerzos no parecían tener ningún efecto.
Tras unos segundos de forcejeo, me ví en un espacio algo más amplio y cálido... su estómago... la idea me dejó paralizado unos instantes, pero no tuve mucho tiempo para pensar qué hacer a continuación hasta que todo se empezó a contraer violentamente.
-"¡¿Qué está pasando?!"- pensé, alarmado. -"¡Joder, está intentando vomitarme!"- seguramente se había metido los dedos en la boca en un intento desesperado para echarme fuera. Pero yo estaba dentro de ella, tal vez pudiera...
Me apreté contra las paredes de su tracto digestivo y fuí rapidamente absorbido por su sangre y de ahí viajé por todo su cuerpo hasta detenerme en brazos, piernas, cerebro... sentía como mi substancia se fusionaba con la suya, y como su cuerpo se agitaba hasta que escuché un fuerte pitido y todo se volvió borroso. Tras unos momentos y mi visión se fue aclarando. Me encontré observando unas manos apoyadas en el suelo mientras temblaba. Parpadeé un par de veces y me reincorporé, mareado. Me sentía... mejor, más consistente. Me miré las manos de nuevo -delgadas y suaves con uñas pintadas de blanco- y flexioné los dedos, luego me toqué la cara.
-No puede ser, ¿eh?- mi voz me sonaba extraña, más aguda. Bajé la mirada y contemplé dos bultos generosos que sobresalían de mi torso cubiertos por la blusa negra. Los palpé notando una sensación completamente ajena.
-¡No me jodas, JAJAH! ¡La he poseído! ¡¡Estoy dentro de su cuerpo!!- Procedí a desabrocharme los botones para tener una mejor perspectiva pero me detuve en seco... ¿Y si habían cámaras? ¿Y si venía alguien? Tenía que salir de allí, buscar un sitio más privado.
Caminando apresuradamente me detuve en la puerta y me puse a buscar mi identificación hasta que me dí cuenta de que sí sabía donde estaba. Accioné la consola y la puerta se abrió con un chasquido. Miré a los alrededores, temiendo que de alguna forma me descubrieran.
-Ahora he de encontrar un lavabo... oh, espera- también sabía donde estaba el lavabo -lo se todo(me empecé a reir descontroladamente)- me abracé a mí misma y me froté los brazos de forma inconsciente, acaparando mi nuevo cuerpo e intentando dejar de temblar por la adrenalina -Me llamo Sarah Greenwood, tengo 26 años, grupo sanguíneo B, soy experta en biología molecular, uso sujetador de la talla 34C tengo un lunar en la nalga izquierda y un novio con la picha muy corta- mis risas se redoblaron y me tuve que sujetar el vientre mientras me apoyaba en una columna, esperaba que nadie me viera en ese estado. Es difícil describir el cúmulo de emociones que surgieron de mi primera posesión.
-Veamos...- dije en cuanto empecé a respirar con normalidad -el baño está en el tercer pasillo a la derecha, o quizá podría ir a mi habitación. -me lo pasaba en grande tan solo escuchando mi propia voz aflautada- ¡Espera! ¡¿Estos tipos tienen habitaciones?! Si, ¡Vaya! -iba divagando mientras mi mente me daba todas las respuestas surgidas directamente de la memoria de Sarah- Entonces he de ir por estas escaleras...
10 minutos después llegué a un edificio aparte del complejo principal, donde los científicos residentes tenían sus habitaciones. En cuanto localicé la mía(la de Sarah), la abrí con sus llaves y cerré la puerta de una patada mientras tiraba la bata al suelo para dirigirme corriendo al baño, necesitaba un espejo urgentemente.
Me detuve frente al cristal y contemplé mi reflejo, jadeando. Una sorprendida Sarah me devolvió la mirada desde el otro lado. Era una chica menuda de facciones delicadas y ojos profundos de color marron oscuro. Pasé la lengua saboreando mis labios carnosos y palpé mis mofletes algo rosados por el maquillaje; me encontré sonriendo como un tonto. Era muy guapa. No del nivel de una modelo, ya que quizá tenía la nariz algo grande, pero para mí, que las chicas me evitaban como a la peste, era increíble. Me sorprendí metiéndome un dedo en la nariz y realizando una mueca infantil mientras me daba otro ataque de risa. Seguía siendo preciosa aun pareciendo estúpida.
Paré al advertir una ligera presión en mi pecho, me dí cuenta de que tenía los pezones duros y se distinguían perfectamente a través de la blusa negra... al menos desde mi perspectiva. Hundí mi dedo encima del pezón izquierdo y dí un gritito involuntario al sentir un cosquilleo, como un pequeño calambre. Se parecía ligeramente a lo que sentía al tocarme la punta de mi pene.
-No esperaba que fueran tan sensibles- exclamé, sorprendido. -vamos a verlas directamente.
Me empecé a desabrochar los botones de la blusa, revelando un bonito escote sostenido por unos sujetadores color gris. Dejé caer la blusa y me sopesé los pechos un momento, muy nervioso.
-Y ahora... ¿Como se desabrocha esto?- me pregunté llevándome las manos a la espalda y trasteando con el cierre del sujetador -¡Oh! Así.
El sostén cayó con un par de movimientos más y enseguida noté el peso añadido de mis pechos, que se balancearon un momento antes de detenerse. Yo seguí sonriendo encantado al mirarme al espejo. Mis tetas eran algo más pálidas que la piel que las rodeaba, coronadas por unos pezones duros y rosados rodeados de una pequeña aureola.
-Son muy bonitas, JAJA- Me incliné un poco hacia atrás y hundí un par de dedos en mis pezones. Solté un jadeo al notar de nuevo el calambre y entonces empecé a estrujar mis pechos con las manos -¡AH! Joder... se, ¡Aaah!- casi sin darme cuenta había empezado a gemir. Era una sensación completamente ajena, no se me ocurre una palabra mejor. No tenía ni idea de que los pechos de una mujer pudieran ser tan sensibles.
Seguí jugando con mis tetas durante dos minutos hasta que advertí una extraña humedad entre mis muslos. Me quedé paralizado con los ojos muy abiertos durante unos instantes. Había estado con la mente en blanco durante todo el camino hasta las habitaciones, dejando que las memorias de Sarah me dijeran qué hacer; e incluso en el momento de desnudarme no me había hecho a la idea de que algo me faltaba entre las piernas. Me moví, incómodo. De repente el simple hecho de llevar esos pantalones tejanos se me hizo raro; ya fuera por la ausencia del molesto pero bien acostumbrado bulto de mi pene, el espacio entre mis muslos o el ligero cosquilleo justo debajo del culo. Me reí un poco, nervioso.
-Vamos a ver el lugar íntimo de Sarah- Me fuí a la habitación y me quité los zapatos para pisar la moqueta descalza, cogí un largo espejo de cuerpo completo que la chica tenía al lado del armario ropero y lo acerqué a la cama; luego procedí a desabrocharme los pantalones, me los quité y los tiré a un lado. Posé un momento para mí mismo frente al espejo. Caderas estrechas y piernas largas y fuertes, con unas nalgas firmes y redondas que me encargaba de pulir cada vez que iba al gimnasio... detuve un momento mi inspección y chasqueé la lengua al darme cuenta de que me estaba metiendo demasiado en la memoria de Sarah, empezaba a pensar en ella como en mí mismo. Tiré con fuerza de sus bragas blancas como autocastigo y me volví a reir. Me quité la prenda con presteza y abrí las piernas frente al espejo. Su(mi) pequeño coño rosado pareció sonreirme desde el reflejo, totalmente húmedo y ligeramente abierto, coronado por una pequeña mata de vello púbico de color oscuro.
Me llevé un dedo entre los labios y empecé a masajearlo lentamente y luego más rapido. Me sorprendí soltando gemidos ahogados. Era... diferente... poco después incliné la cabeza para verlo mejor y hundí el dedo en la estrecha cavidad provocando un sonido húmedo. Mis hombros temblaban y notaba una sensación de debilidad por todo el cuerpo, como la que tienen los hombres después de un orgasmo pero en este caso mucho antes de llegar al clímax.
Me llevé el dedo a la boca, saboreando los jugos de Sarah y tomándome unos momentos para chuparlo bien antes de volver a la faena. Esta vez metí dos dedos, mucho más hondo que antes; abrí la boca, jadeando y me llevé la otra mano a uno de mis pechos, estrujándolo con fuerza.
-¡¡AH, AAAAHHHH!!- Empecé a gemir con más fuerza, disfrutando de las oleadas de placer que inundaban mi cuerpo. Mis dedos se movían descontroladamente dentro de mi vagina cada vez más rápido. Caí hacia un lado y me encontré gimiendo en posición fetal con las piernas muy juntas, casi podía distinguir el vaho de mi aliento delante de mis ojos.
Giré hacia un lado y separé mis muslos.
-Qui... aaAAAhhh... qui, quizá si- dejé de tocarme el pecho y dirigí la mano hacia el bultito que sobresalía ligeramente de mi coño, el clítoris. En cuanto empecé a masajearlo, una oleada de placer mucho mayor que todas las anteriores sacudió mi cuerpo. Tenía la mente en blanco y ya casi ni advertía mis propios gemidos. Me encontré elevando las caderas al aire de forma involuntaria. El placer persistió y sacudió cada fibra de mi ser, me dí cuenta de que estaba teniendo un orgasmo.
-¡¡¡Oh, AAH, AH, AAAAAAAaaAAAAAAHHHH!!!- Los jugos de Sarah me empaparon las manos y recorrieron los muslos hasta acabar en la sábana de debajo. Acabé rendido, mirando el techo de la habitación; me temblaba todo, desde la espina dorsal hasta los dedos de los pies.
-Me... me he corrido... aahhhh... ejejejejeeee- Me había corrido por primera vez en el cuerpo de una mujer -es... mucho mejor...(jadeo)... que cuando era un hombre.
Seguí tumbado un buen rato en esa misma posición, hasta que decidí incorporarme, con pereza. Empecé a pensar en mi situación de forma objetiva. Me había convertido en una especie de lodo azul y había poseído el cuerpo de una científica... ¿Habría alguna forma de volver a ser como antes, de recuperar mi antiguo cuerpo? Sopesé uno de mis pechos, pensativo... ¿O es que de verdad quería volver a ser como antes? ¿Quería recuperar mi mierda de vida? Sonreí. No... lo cierto es que estaba encantado con mi situación y la infinidad de posibilidades que me podía ofrecer; pero si de algo estaba seguro es que no quería, no podía quedarme en esos laboratorios. Si existía alguna forma de que me descubrieran era precísamente quedándome en las instalaciones. Tenía que escapar.
Me levanté de la cama y empecé a vestirme. -"¿Pero a donde escapar?"- Pensé. Esa ciudad me resultaba extraña, prefería ir a un sitio que me fuera familiar... -"¿Quizá mi vecindario?"- Tal vez pudiera poseer a alguien de mi propio barrio. Sería un sitio tan bueno como cualquier otro para descubrir mis capacidades y además podría vigilar a la policía, ya que seguramente me darían por desaparecido. Cogí la bata sel suelo y salí por la puerta. Me planteé por un momento ir con el cuerpo de Sarah en su propio coche, pero no estaba seguro de poder conducir a pesar de tener sus memorias. Entonces recordé a mi propio grupo de clase y miré la hora... -"Todavía no deben de haber acabado la visita"- pensé. Decidí dirigirme al vestíbulo mientras me distraía trasteando en la mente de Sarah.
Me paré en seco. ¡La chica recordaba perfectamente el lodo azul que se encontró en el almacén y que se metió por su boca!. Me concentré un poco y me masajeé las sienes, tal vez podía cambiarle los recuerdos. Me concentré aún más en esa memoria y traté de arrebatarsela, entonces algo extraño pasó y cuando volví a mirar ¡Ya no estaba!, había borrado sus memorias del suceso.
-Me eché a reir, encantado por el descubrimiento, y me dirigí de nuevo a las estanterías del vestíbulo, donde los estudiantes habían dejado sus mochilas.
Me las quedé mirando y escogí una al azar, una grande de color azul con dos bolsillos principales. Comprobé que no había nadie en los alrededores, ni cámaras de vigilancia y abrí la cremallera para descubrir varios papeles y apuntes desordenados y abrí la boca.
Concentrándome un poco, noté como mi substáncia se separaba del cuerpo de Sarah, como ésta fluía a través del torrente sanguíneo y se volvía a concentrar en el tracto digestivo. Luego fuí hacia arriba y me vomité a mi mismo dentro de la mochila. Escuché un fuerte golpe, como el de un cuerpo cayendo inconsciente, entonces me apreté a mi mismo contra el fondo de la mochila, pero no sin antes cerrar la cremallera desde dentro, lo que resultó sorprendentemente facil. Volvía a ser el lodo azul, me dediqué a esperar.
Pasado un buen rato, escuché unos pasos y charlas que sonaba bastante a mi clase, una sacudida me dijo que alguien había agarrado la mochila en la que me encontraba.
Entre los murmullos escuché alguna conversación de protesta, sobre algún "imbécil" desaparecido y algunos insultos aislados; luego se hizo el silencio y escuché la voz de mi profesor, claramente irritado.
-Yo me tendré que quedar por aquí y estos señores me ayudarán a buscar a vuestro compañero, vosotros acompañaréis a la señorita Gladis al autobus que os llevará a casa, os veo mañana en clase.
Las conversaciones reanudaron, acompañadas de varias risas. Yo escuché una voz justo encima mío, probablemente del propietario/a de la mochila.
-Probablemente se la esté cascando en algún laboratorio mientras lo buscan.- Si hubiera tenido boca, habría soltado un grito. Me había metido en la mochila de Erik Holmes.