El exorcismo de little lupe capitulo 1

El malévolo Sacerdote con sus ojos bien salidos de órbita observaba a la monjita tiene un culo exquisito–Que apretadito debe tenerlo está condenada chiquilla, -meditaba recorriendola e imaginando su cuerpo desnudo

LITTLE LUPE LA ARCHICONOCIDA ACTRIZ DE CINE PARA ADULTOS AQUÍ SUS COMIENZOS CUANDO DE PEQUEÑA SE CONVIRTIO EN UNA INOCENTE Y HERMOSA MONJITA DE CONVENTO…

Nuestra hermosa y ya conocida Lupita en sus comienzos con 18 añitos recién cumplidos, fue una verdadera preciosidad que hace muy poco había terminado su noviciado y que ahora estaba convertida en monjita, por las formas que se notaban en su cuerpo por debajo de su hábito se notaba que la exquisita religiosa ya estaba apta para merecer, era la misma que el lujurioso padre Ramón la espiaba a diario mientras ella se duchaba.

La angelical monjita que sin ser ella consciente se gastaba un cuerpazo de escándalo escondido debajo de sus oscuras y beaticas vestimentas, Así luego de terminar sus estudios con los conocimientos académicos mínimos en forma automática pasó a internarse ya en forma definitiva en un convento iniciando su noviciado en la más absoluta abstinencia de todo lo que tuviera que ver con los pecados de la carne, y del vicio del hombre mundano, en otras palabras la joven y casi beata hermanita Lupita estaba totalmente ajena respecto al Sexo y de vicios no sabía nada.

El grupo de monjas había escogido aquel solitario parque en el cual se encontraban para realizar su única salida anual del viejo edificio en el cual voluntariamente se encontraban enclaustradas por amor a Dios, en donde vivían solamente dedicadas a la contemplación del altísimo, a través del recogimiento y la oración. Las 5 religiosas se mantenían de rodillas leyendo en el pasto con un libro cada una, y muy concentradas en señal de espirtualidad.

La hermana María Escapulario mientras ordenaba la mesa de madera en donde se llevaría a cabo el santificado ágape, por pura casualidad puso atención en lo que hacía una pareja de enamorados que se encontraban en un lugar no muy alejado de donde estaban ellas.

Mientras sus compañeras de consagración ya tomaban asiento en el modesto mesón de madera quiso mirar un poco más, achicando sus ojillos dentro de su hábito para hacer más nítidas las imágenes, a lo lejos vio a una mujer rubia tirada en el pasto y acompañada de un hombre mucho más viejo que ella.

En un principio no entendía mucho por qué aquella mujer estaba con las piernas abiertas, eso lo encontraba raro. Luego descubrió que el sujeto que estaba recostado a un lado de ella, este tenía metida su mano en la altura de su estómago y que se reía de quizás que cosas, mientras la mujer se mantenía con sus muslos bien separados uno del otro y con cara de como si estuviera muy concentrada en algo, o como si de verdad padeciera de alguna dolencia.

La santa mujer no sabía cómo definirlo, solo notó que más debajo del estómago de aquella extraña mujer y como a la altura media de sus muslos algo se movía rápidamente por la forma en que subía y bajaba parte de su vestido, en ese momento y por la extraña expresión en su rostro de pronto y en forma escandalizada determinó que ellos estaban cometiendo pecado,

–Por la furia del altisimooooooo…!!, -exclamó la veterana religiosa a la vez que dejaba caer de sus manos una bolsa con galletas, llamando la atención de sus otras compañeras.

–Que pasa hermana…? porque pone esa cara de compungida?, -le preguntó una de las religiosas,

–Allá…!! Miren a esa pareja, e… es… es… tán… están haciendo cosas cochinas…!!!, -exclamó entrecortadamente a la vez que apuntaba con el dedo hacia donde estaba la mujer rubia con un viejo de mucha más edad que su compañera, mientras este último la seguía masturbando, según de a poco caían en cuenta.

Las 5 religiosas con Lupita incluida, todas con sus manos en la boca se quedaron mirando con estupefacción el escandaloso y mundano show que se estaban pegando la pareja de pecadores, ahora los veían besándose asquerosamente, como si estuviesen desesperados uno por el otro, ellas no estaban acostumbrados haber semejantes obscenidades, y cuando iniciaron este viaje a la capital nunca imaginaron que serían victimas en la observación de conductas tan mundanas y despreciables.

El viejo que la manoseaba quien ya se había percatado que estaban siendo observados por un grupo de hermanas religiosas por alguna extraña razón quiso hacer más rica la situación y se dedicaba a masturbar mas notoriamente a su joven y hermosa manceba quien ya casi entregada se daba a mover su cintura de atrás y hacia adelante como si de verdad a ella la estuvieran poseyendo, a la vez que se esmeraba en abrir sus muslos al máximo posible, todo esto siendo observado por las horrorizadas religiosas.

–Tenemos que hacer algo por esa pobre mujer, dijo la hermana Trinidad del Rosario, quien estaba dispuesta hasta en ofrecer su propia vida por salvar de la perdición el alma de aquella perdida mujer, así de estricta era la orden a la cual ellas pertenecían.

–Pero y que podríamos hacer nosotras…!!?? Pongan atención en la cara que pone ella… es de lujuria, esa mala mujer disfruta como una endemoniada de cómo le flagelan sus carnes…, -decía la hermana María Escapulario, a la vez que se persignaba…

–Que le están haciendo!?, -les consultó Lupita la religiosa más joven del grupo, una verdadera preciosidad que hace muy poco había terminado su noviciado y que ahora estaba convertida en monjita, y que en los actuales momentos con solo haber divisado que a una mujer algunos años mayor que ella le estaban tocando cierta parte prohibida del cuerpo, las extrañas palabras emitidas por sus compañeras espirituales le animaban a poner más atención aun de lo que estaba haciendo la pareja, y sobre todo de lo que le hacían a aquella pobre mujer. En su cristalina (y sin pecado alguno) mente pensaba en esas extrañas palabras y frases emitidas por ellas: “lujuria”; “esa mala mujer disfruta como una endemoniada de cómo le flagelan sus carnes”; “es… tán… están haciendo cosas cochinas…!!!”.

Esas inusuales frases y palabras las escuchaba por primera vez en su vida: –Pero qué tipo de cosas cochinas podrían hacer un hombre y una mujer juntos?. –Flagelación en sus carnes…!?, pero que era eso?, Lujuria…!?, -se preguntaba una y otra vez Lupita mientras seguía mirando las aberraciones que hacía la enardecida y desvergonzada pareja, situación que extrañamente a ella le iban formando un nudo de nerviosidad en su estomago que nunca antes en su vida había sentido, era extraña esa sensación se decía para sus adentros, además que le llamaba mucho la atención la forma en que la mujer abría sus muslos y de cómo se movía la mano del hombre por debajo del vestido negro, inconscientemente la joven religiosa abrió sus carnosos y rojos labios carmesí en señal de asombro mientras que sus preciosos ojos de color miel se cristalizaron enmarcados en la alba tela que forraban su exquisito rostro por debajo del negro hábito que escondían las bondades juveniles que a su tierna edad ya recién habían terminado en su desarrollo.

–Hermanas yo creo que deberíamos retirarnos…, -decía otra monja que en esos momentos volteaba su mirada para no ver aquellas atrocidades…

–Ustedes siempre andan apuradas…, además que ya no podremos salir en un año más… yo… yo creo que deberíamos quedarnos a mirar para ver lo que le harán a esa pobre mujer, para después ir a rezar por su alma, -decía la hermana Lupita sin quitar su vidriosa mirada de aquel mundano espectáculo que estaba presenciando y que en forma misteriosa le llamaban mucho la atención a pesar de no tener ni la más mínima idea de cuál era el significado de todo aquello.

La angelical monjita que sin ser ella consciente se gastaba un cuerpazo de escándalo escondido debajo de sus oscuras y beaticas vestimentas, y que ahora movía su cabeza buscando el mejor ángulo para no perder detalles de lo que estaba haciendo aquella caliente pareja, no sabía por qué motivos ella deseaba seguir mirando lo que hacían el hombre con la mujer.

–Pero que cosas está diciendo hermana Lupe por Dios!!!, -bufó de pronto y con escándalo una de las monjas más viejas y que era la que andaba a cargo del grupo de religiosas, para luego ordenarle al oído y casi en cuchicheos a otra de las hermanas: –María Escapulario váyase en el acto a la Iglesia en que estamos pernoctando y llévese a la hermana Lupita, mañana mismo nos volvemos al Monasterio, no vaya a ser cosa que con semejante blasfemia ante sus impetuosos ojos de niña la vayan a despertar la comezón de la carne y la hagan caer en las garras del padre Ramón…!!!

Sor María Escapulario a sabiendas de lo que le podría ocurrir a su joven hermana recién llamada al servicio de Dios casi en el acto acató la orden de la monja superiora tomando a la joven Lupita de un brazo y sacándola del lugar lo más rápido posible, aquello no era apropiado para los ojos de semejante criatura solo entregada a los ojos y a la obra del señor, se iba diciendo mientras arrastraba a la bella criatura.

La erótica escena al otro lado del parque ya era tan escandalosa que al resto de monjas no le quedó más opción que renunciar a su salida anual y largarse del lugar lo antes posible para seguir los pasos de las hermanas Escapulario y Angelina.

Mientras se alejaban casi corriendo la única que volteaba con su semblante de interrogación y afirmándose el velo para que no se le cayera era Lupita la hermana más joven, a quien las monjas más viejas se la tuvieron que llevar casi arrastrándola, para que la consagración de la recién nombrada monjita no se les fuera a ir al traste con tanta lujuria en aquel pecaminoso parque.

Entre las 5 religiosas se daban a comentar y discrepar sobre lo ocurrido en el parque antes de retirarse descansar a sus celdas, siendo la superiora quien daba las órdenes de la discreción en que debían tratar aquel diabólico tema:

–Así que ya saben hermanas nada de lo observado en la capital se comentará dentro de los muros de este santuario, y por nada del mundo se lo deben mencionar a los demás clérigos que aquí residen… y por sobre todo al padre Ramón, les queda claro…!?

–Pero yo quiero saber qué era eso que estaban haciendo ese señor con la mujer?, el rostro de ella era extraño…, -dijo Lupita la joven monjita a la misma vez que miraba a la cara al resto de sus hermanas, casi todo el camino de regreso lo había hecho en el más absoluto silencio, pero ella tenía dudas y exigía que le dieran explicaciones: –Era como si de verdad a ella le doliera aquella parte de su cuerpo que le frotaban, pero de pronto se le veía una ligera sonrisa mezclada con preocupación, o un feliz sufrimiento… por favor no entiendo nada… explíquenmelo…!!!

Las 4 monjas ya todas cincuentonas y canosas se quedaron mirando con cara de asustadas por lo que estaban escuchando de los dulces y rojos labios de la joven novicia recién nombrada al servicio del altísimo, a la misma vez que ya tragaban saliva por lo enloquecedor que se estaba tornando todo aquello, hasta que fue la superiora quien se dio a poner paños fríos a la salida conversación:

–Usted no tiene que porque saberlo…!. –le dijo en forma cortante y con autoridad, –Lo que hacían ellos… es… es… obra del demonio, cosas innombrables y no apropiadas para el conocimiento de una joven religiosa como Usted hermana Sor Lupe… eso… eso es todo lo que Usted necesita saber, ahora vaya a la capilla y rece hermana, mediante el ejercicio de la oración es la única forma en que se calmaran esos imprudentes ímpetus de querer saberlo todo, y ya no quiero más preguntas, le queda claro hermana…!?, -terminó diciéndole la superiora quien la miraba fríamente y con sus manos bien agarradas al grueso crucifijo con cadena que colgaba de su cuello.

La más joven de las religiosas ahí reunidas casi se quedó convertida en estatua de sal con la fulminante mirada de la madre superiora en el momento en que terminaba de aclararle la mente y la mandaba a rezar a una de las capillas, cayendo en cuenta que su misión era la obediencia y sumisión al interior de aquellas grises y altas murallas que la separaban de los vicios y abominaciones mundanas, que ella sin ni siquiera poder imaginarlas sabía que no eran cosas de Dios, por lo que simplemente se dio a contestar ahora mirando al suelo y con sus manitas entrelazadas y tapadas por las mangas de su largo y negro hábito:

–Si… si me queda claro hermana superiora…!, -le contestó la joven Lupita con un hilillo de voz dándole a entender a su superiora su grado de humildad ante ella.

–Así está bien… y recuerde sor Lupe… recuerde que nuestras principales virtudes son la humildad y la obediencia, así que vaya y rece… rece para que vuelva a su estado normal, y ya no piense mas en esas imprecaciones demoniacas.

Una vez que las 4 monjas vieron entrar a una de las capillas a nuestra hermosa monjita llamada sor Lupe, se persignaron y se retiraron a sus claustros a rezar por el alma de aquella perdida mujer rubia que habían visto gozando de los placeres y del vicio de la carne en aquel escandaloso parque capitalino.

Lo que no sabían aquellas desprevenidas mujeres era que con su salida anual acababan de dar rienda suelta a los deseos más mundanos, carnales y perversos que se desarrollarían al interior de su santificado lugar de recogimiento espiritual, la situación era una verdadera bomba de tiempo.

El siniestro padre Ramón, había escuchado desde atrás de un árbol toda la conversación de aquellas 5 mujeres, tomando nota de las acaloradas apreciaciones de la más joven la hermana sor Lupe y que era objeto de sus mas inmorales sesiones masturbatorias, el perverso sátiro casi se había vuelto loco de ansiedad calenturienta en los tres días de ausencia de su admirada criatura, pero a sabiendas que ya la tendría encerrada nuevamente por un año entero, poco a poco su alterado estado iba volviendo a la normalidad.

Así que una vez que estuvo seguro que las monjas ya se habían retirado a sus claustros supo que debía mantener en observación a la hermanita sor Lupe, ya vería la forma en que lograría acostarse con ella hasta dejársela como su personal objeto de deseo sexual cogiéndosela una y otra vez por todo el tiempo que él lo quisiera, con estos depravados pensamientos se fue casi corriendo a la Iglesia principal, ya era hora de confesar a los esforzados creyentes que llegaban de a pie de los distintos puebluchos cercanos al antiguo monasterio.

En su trayecto el obeso y grasiento sacerdote que no se concentraba en su apaciguadora tarea de limpiar almas a través de la confesión notó que unos arbustos se movían misteriosamente solo a unos metros de donde habían estado hablando las hermanas, cayendo en cuenta en el acto de qué y de quien se trataba por lo que se dirigió en forma acelerada al lugar para poner orden en su congregación.

Entre fuertes patadas ciegas sacó de los arbustos a un extraño y flacuchento personaje que estaba vestido con una roída túnica café como las que usan los monjes, el hombre de unos 40 años por lo menos se bajaba la túnica tapándose una verga que la tenía temiblemente bien parada, obviamente el desequilibrado ser se había estado masturbando mirando a las religiosas.

–Anacleto…!, cuantas veces te voy a decir que no te pajees mirando a las hermanas hombre por Dios, si tantas ganas tienes de hacerlo perfectamente lo puedes hacer en tu casucha… o arriba en el campanario.

El delgado y huesudo hombrecillo solo miraba a su mentor con una ligera sonrisilla de idiota, claramente no tenía bien conectados los fusibles de la cabeza, si bien no era un loco de remate Anacleto sufría de severos desórdenes mentales.

–Entiendo…! –le dijo de pronto el padre Ramón, –Antes no lo hacías tan a menudo, pero desde que llegó a nuestra casa la hermana Lupita te he visto mucho más efusivo, tú también la encuentras hermosa verdad?.

Como única respuesta de Anacleto el padre Ramón obtuvo una serie de gesticulaciones entre enfurecidas y lujuriosas, en donde el insano se agarraba la verga apretándosela y haciendo movimientos de coito.

–Ni lo pienses estúpido… ya te he dicho en varias ocasiones que con ella nooooooooo…!!!!

El clérigo entendía perfectamente que su pupilo estaba pidiéndole a su forma la autorización para cogérsela, o más bien dicho violársela, tal como ya lo había hecho con varias novicias que estuvieron de paso por la antigua abadía, mientras el insano continuaba con una serie de gesticulaciones.

–Te he dicho que Nooooo…!!! Entiéndelo…!!!, en tres meses más tendremos novicias haciendo practica, ahí si quieres te las puedes tirar a todas juntas pero a esta Nooooo… y para que no se te olvide pedazo de mierda ahora verás, y tú tienes la culpa Ehhhhh…!!!

El padre Ramón de entremedio de sus sotanas sacó un grueso cinturón de cuero en donde procedió a darle una severa madriza para que al campanero le quedara bien claro que con la hermana Lupita tenía prohibición absoluta de tocarla, esta ya era la tercera vez que se lo zurraba para frenarlo de sus incontrolables ganas de coger o de masturbarse en que el pobre infeliz se veía atacado de vez en cuando, claro que al pervertido religioso le importaba una verga a quien se cogiera Anacleto, pero si le importaba que no le tocara un solo pelo a la más bellas de sus novicias y recién convertida a monjita de solo 18 añitos recién cumplidos.

Una vez que le dio su tanda de fuertes correazos por el lomo le impartió sus órdenes:

–Ahora ve a lavar las escaleras del campanario… una vez que yo termine de confesar te llevaré tus medicamentos.

El asustado seudo sacristán salió corriendo y casi llorando a cumplir con la misión encomendada por su protector antes de que este le siguiera pegando, por el momento a punta de correazos le habían bajado la calentura y hecho entender que tenía prohibido poner sus flacuchentas manos en el poderoso cuerpo de sor Lupe, pero el futuro de los acontecimientos por los últimos sucesos acaecidos ya eran verdaderamente inciertos.

A los días posteriores de lo ultimo sucedido el macabro religioso (que de religioso no tenía nada) se dio a estudiar las reacciones de tan encomiable criatura que tenía enclaustrada al servicio de Dios en su monasterio, (o convento, o Iglesia, o no sé, la cosa era que en el viejo y alejado edificio en que se sucedían estos hechos habían varios curas y monjas encerrados haciendo penitencia).

Desde su pulpito de donde el padre Ramón se encargaba de dar la buena nueva aquel día domingo este se daba a observarla. La monjita Lupita estaba sentada junto a otras monjas, todas feas y rollizas, en un ala lateral de las naves de la Iglesia principal, solo eran unas pocas familias de sectores cercanos las que habían concurrido a la misa.

El fauno y panzón sacerdote la veía pensativa y cuando las demás religiosas cantaban los coros de alabanzas, se percataba que ella ni siquiera lo hacía con las demás, solo se mantenía metida dentro de su hábito con sus rojos labios bien cerrados, por lo que el depravado sacerdote entendía que la hermanita quizás en que tipos de puteadas andaba pensando que no se lograba concentrar, seguramente lo visto en la capital solo hace un par de semanas aun la confundían, señal inequívoca para el pensar que ya su íntima y virgen rajadura de carne debía estar comenzándole a punzar de deseos placenteros, decidiendo así que ya era hora de actuar, si era precavido al fin podría lograr derrumbar sus convicciones sin hacerla sospechar en nada malo para terminar cogiéndosela tanto como él lo quería.

Tipo tres de la tarde de ese mismo día el calculador cura tras verificar que todas las hermanas se encontraban dadas a la oración al interior de sus celdas se pudo percatar que sor Lupe no se encontraba al interior de su claustro, rápidamente y al tener claro que esa era una perfecta oportunidad para que las demás monjas no notaran nada raro se dirigió a la sala de oración que estaba junto a la Iglesia principal.

El malévolo hombre apenas ingresó a la vieja edificación que como ya se dijo estaba ubicada en un ala del edificio principal observó que la joven hermana se encontraba tendida en el suelo y con su cara contra el piso, con sus dos brazos extendido se daba a susurrar oraciones que no se alcanzaban a escuchar del todo, por lo que el caliente cura desde su posición solo se daba a observar con sus ojos bien salidos de sus orbitas, a pesar de las oscuras y santurronas vestimentas de la monjita, esa hermosa y redondeada protuberancia que ella tenía levantada un poco más abajo de su cintura: –Tiene un culo exquisitoooo…!!!, –Que apretadito debe tenerlo esta condenada chiquilla, -meditaba recorriéndola e imaginando su cuerpo desnudo según tantas veces ya lo había visto estando escondido en su cubículo secreto.

Pero a sabiendas que esta era la ocasión perfecta para comenzar a corromperla se puso manos a la obra para ver si lograba obtener algo de ella en aquella calurosa tarde de día domingo.

–Hermana Lupe…!, -le habló con autoridad estando de pie a un lado de ella.

La monjita al escuchar esa gruesa voz masculina que tantas veces la había escuchado cuando el buen padre Ramón oficiaba la misa poco a poco fue levantando su mirada hasta que sus caras se quedaron mirando fijamente.

Los negros ojos del maduro sacerdote la miraban en forma penetrante, mientras los de la joven religiosa se daban a estudiarlo, veía esa regordeta cara enmarcada por la tupida barba del religioso que así se veía.

A parte de esto y desde su posición la hermanita lo veía grotescamente panzón ataviado por su negra sotana con capucha, el cordel de esta que se ubicaba a la altura de su supuesta cintura estaba que se cortaba por lo tirante que le quedaba al amarrársela, hasta que ella recordando su posición de religiosa humilde, sumisa y obediente lentamente se fue poniendo de rodillas para quedar mirando al suelo, mientras se daba a responderle:

–Padre Ramón… le pido su perdón por no encontrarme en mi celda en estas horas de oración pero…

–Le entiendo… y es por eso que la estaba buscando…, -le cortó rápidamente el envalentonado hombre.

–Me… me entiendeee…?, -le consultó en respuesta a lo que él le decía, siempre mirando a las ásperas baldosas en las que estaba arrodillada.

–Si hija te entiendo… y te entiendo porque se lo atormentada que debe estar tu alma al haber presenciado hace un par de semanas lo que hacían aquel hombre con aquella mujer en el parque ese día que estuvieron en la capital…, -el seudo religioso le hablaba versificando sus frases para que la hembrita le entrara en confianza.

–Pa… padre Ramón…!, y como lo sabe…!?, si la hermana superiora dijo…

–Yo lo sé todo hija mía…, -le volvió a cortar astutamente, –Así que no temáis y siéntete en confianza para que abordemos y tratemos ese tema que tantas aflicciones le ha traído a tu alma.

–Pero padreee…, y Usted como sabe eso, si yo después de lo ocurrido no le comentado con nadie…

–De verdad lo ha notado… y a estado orando por mi sufrimiento…?, -la monjita Lupe se sorprendía con las palabras de la máxima autoridad de aquel monasterio.

–Claro que si hija… es por eso que me vi en la obligación de venir a buscarte para que juntos nos dediquemos a sacar de tu interior esas fuerzas malignas con las que has luchado tu sola en todo este tiempo…, -al caliente sacerdote hasta se le secaba la garganta al ir inventando todas esas falacias con las cuales pretendía confundirla y corromperla, como tu superior es ayudarte… siempre y cuando tu lo quieras claro…, -le dijo finalmente mirando al techo del edificio haciéndose el santurron para ver cómo reaccionaba la joven hermanita.

–Si, si padrecito necesito de su ayuda…, -le contestaba inocentemente la joven sor Lupita, –He… he… he… estado muy confundida, sabe?, también he orado mucho para sacar de mi mente lo que ese hombre con esa mujer hacían y no he podido lograrlo, además que mis hermanas no quisieron hablar más del tema…

–Ellas no quieren hablar de ese tema porque han sido víctimas de la envidia hija mía, así que en el más absoluto silencio deberás perdonarlas.

–Envidia?, -le consultó ahora mirándolo en forma extrañada, para luego volver a bajar su vista en señal de humildad y sumisión.

–Si hermana Lupe… envidia…!, porque ellas se han dado cuenta de tu fuerza interna y de la integridad que posees al intentar saber y quizás hacer actos a los cuales ellas han sido incapacitadas para realizar, -las primeras reacciones de la verga del cura ya se lo hacían notar, ya que irremediablemente para el al estar pronunciando tales vilezas a tan casta e inmaculada criatura sencillamente ya se le comenzaba a parar.

–No vayas tan rápido hija mía, te das cuenta…?, tus ansias por obtener la sabiduría de la carne amenazan con superarte.

A medida que el malintencionado religioso dejaba salir sus salidas palabrotas en forma solapada, al mismo tiempo se le seguía parando la verga, por lo que en forma disimulada se la tenía que esconder debajo de la sotana para que la monjita no sospechara de nada, o al menos por ahora, para él era casi demencial estar diciéndole semejantes blasfemias calenturientas a la semejante y joven religiosa que hasta ese día su corazón era pura bondad, amor al prójimo, y solo entregada a la obra de Dios.

–Sabiduría de la carne?, -la jovencita con hábito de monja lo miraba de soslayo al estar ella pronunciando por primera vez en su vida esas villanías ocultas en palabras tan sencillas.

–Si hija… la sabiduría de la carne…!, a la cual tú has sido elegida para conocer y enriquecerte con ella…

Tras unos segundos de meditar en todo aquello y siempre puesta de rodillas la hermana Lupita se daba a darle a conocer lo extraño que era todo eso para ella.

–No se…! no le entiendooo…!!

Y de verdad que la angelical monjita no sabía de qué mierda le hablaba el padre Ramón, pero de lo que si ella estaba segura es que estaba dispuesta a entender y a conocer todo lo que él quisiera explicarle, ese extraño nudo de nerviosismo que se le había formado en el estomago cuando sus castos ojos veían al hombre y a la mujer hacer cosas extrañas, ahora nuevamente se le instalaban al estar en tan inusual conversación con el viejo sacerdote de su monasterio. Por su parte el desvergonzado cura seguía con sus salidas explicaciones para confundirla hasta lograr enviciarla.

–Dime dulce criatura de Dios… de verdad que quieres tener el conocimiento de lo que tus propios ojos vieron allá en el mundo terrenal, y los motivos del porque de tu martirio…!?

–Si querido padrecito, de verdad que deseo adquirir ese conocimiento que Usted dice, como también el porqué de mi sufrimiento…

–Lo que pasa hermana Lupe es que después de Usted haber sido una simple observadora allá en el mundo, su cuerpo a reaccionado a tales visiones… y sencillamente le dieron ganas. –El aprovechador vejestorio le dijo este ultimo poniendo un tono de pesar en su voz, ahora solo era esperar a como se irían dando las cosas.

–Me dieron ganas…!?, -ahora sí que la joven no entendía nada, –Cuáles eran esas ganas de las que le hablaba el buen padre?, -se preguntaba, pero era este mismo quien seguía aclarándole las cosas.

–No es sencillo para ninguno de los dos abordar tan importantes y complicados detalles hija mía, pero al estar guiado por la divina providencia solamente te puedo adelantar es que yo soy el único que posee los conocimientos y los instrumentos necesarios para poder ayudarte a entender esas extrañas ansias en las que te has visto atormentada en todo este tiempo… Ahora si tu prefieres mantenerte en tal estado…, -el astuto cura hizo como que iba a darse vuelta para marcharse, en eso la joven religiosa lo tomó fuertemente de su sotana impidiendo que este se fuera así como así.

–Padre… padrecito… de verdad que yo no quiero seguir en este limbo… necesito saber eso de las ganas que Usted dice que yo tengo… por favor ayúdeme a salir de este estado,

–Está bien…!, está bien…!!, yo te ayudaré hija mía, pero antes debes prometer ante Dios y ante mí el más absoluto silencio en los temas y acciones que abordaremos antes de iniciar el antiguo ritual con el cual deberé purificarte.

–Un ritual para mi purificación?, -le consultó aun manteniéndolo agarrado de su sotana, esta se la mantenía tirante.

–Si hija mía, con el ritual de purificación es la única forma de que se te quiten las ganas en las cuales te estás viendo asaltada, pero no te preocupes que de a poco iras entendiéndolo todo y para cuando llegue el momento del ritual tu ya estarás preparada para recibirlo.

–Lo entiendo…, -le dijo finalmente la monjita quien le encontraba sentido a las palabras del sacerdote, –Y cuándo comenzará la preparación para eso que va a hacerme para que se me quiten las ganas…?

–Para tu suerte hermana Lupe… comenzaremos mañana en la noche…

–Mañana en la noche?, -sorsita Lupita no sabía que pensar, si se suponía que ellas las monjas de su disciplinada orden ya a las 6 de la tarde estaban encerradas y orando hasta el siguiente día.

–Si, será en la noche… y escúchame con atención, tu bien sabes que las demás hermanas se encierran en sus claustros muy temprano, al igual que tu, la única diferencia será que mañana después que terminen sus actividades y se enclaustren, te las deberás de arreglar para salir de tu celda y te dirigirás a mi habitación que es la más alejada del pabellón del segundo piso.

–Será en su habitación…!? Pero porque…!? Si siempre los rituales se hacen al interior de la Iglesia, o al aire libre…

–Inevitablemente debe ser así hija mía… tu preparación debe comenzar al interior de mi habitación ya que para este milenario y ancestral ritual debemos contar con el uso de una cama, -el caliente cura llegaba a traspirar por el inmenso morbo que le causaba estar diciéndole todo ese tipo de cosas a la hermosa monjita Lupita, su corazón le latía a mil por hora y su erecta verga ya se mantenía levantándole la sotana la cual el ya no se preocupaba de esconder, por lo que seguía explicándole e intentado confundirla aun mas, –Recuerda hija mía que para que esto resulte se debe mantener en la más estricta reserva, además y dependiendo del empeño que le pongas hay muchas posibilidades que para esa misma noche te tenga lista para dar inicio al ritual.

–Ohhh… mi buen padre Ramón me esforzaré mucho para que eso así sea y Usted me pueda practicar ese solemne ritual que tanto dice para alejarme de mis aflicciones…

–No te preocupes hija mía… con la muy buenota que estas… ejemmm…!! Perdón, es que tengo la garganta seca, -el caliente clérigo estaba muy caliente y ya casi no contralaba sus impulsos y palabras, por lo que casi se le salen los primeros improperios en que este ya quería comenzar a tratarla, pero lo corrigió al instante, –con lo buena y pura que eres del alma no costará mucho trabajo tenerte en las condiciones necesarias para que puedas someterte al acto de sacrificio carnal con lo que culminará tu purificación… así que recuerda… mañana en la noche sin falta.

El caliente y degenerado sacerdote no encontraba la forma de ocultar su erección, la chica en vez de apaciguarlo más lo excitaba con sus preguntas y Sor Lupita con su carita de inocencia en que lo miraba, hasta que ya entregándose a los hechos se dio a comenzar ahora mismo a lo que ya casi era inminente.

CONTINUARA…EN EL PROXIMO CAPITULO EL CURA PERVERTIDO LLAMADO RAMON, LOGRARA QUE LA JOVEN MONJITA LUPITA SE AGASAJE CON SU BIEN DOTADO MIEMBRO CABALLUNO.