El examinador de la autoescuela (2)

Parte dos de "Memorias de una viciosa"

Pero, finalmente, no hubo callejón oscuro alguno por el que pasar. Salí de casa y anduve unos metros hasta llegar a la parada de autobús. No tenía coche, el examinador me suspendió porque le sugerí hacerle una mamada en pleno trayecto... Y aceptó. Lo que pasó, es lo siguiente.

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-Bien señorita, póngase el cinturón.

Le miré discretamente de reojo, mientras mis tetas, sin sostén, amenazaban con salirse de la blusa. Obviamente, se quedó mirándolas.

-Arranque el coche.

Le miré de nuevo, y, una mirada fugaz se posó en su entrepierna. Estaba un poco hinchada, lo que demostraba que era humano. Mis pezones comenzaron a reaccionar.

-Gire por esta calle, a la derecha.

Lo hice sin miramientos. Sabía lo que pretendía, aquella calle daba a un oscuro callejón desde el cuál, no existía salida alguna. Presentía lo que quería, y yo, se lo iba a dar.

-Pare el coche. Tengo que comentarle una cosa.

Paré el vehículo, y, antes de que él dijera nada, me desabroché dos botones de la camisa, y, con mi mejor sonrisa, le dije:

-¿Le gustan? Porque no ha parado de mirarlas desde que he subido - Dije, desabrochándome otro botón. Mis tetas salieron al exterior de aquel vehículo. Sus ojos estaban fuera de sus órbitas.

-No tengo todo el día - Le dije.

Y fue el resorte que le hizo reaccionar. Llevó su cara a mis pechos, y comenzó a lamerlos por el canalillo. Con dificultad, eché el asiento hacia atrás, y me acomodé como pude.

-Vamos, profesor, cómeme las tetas.

Su lengua fue hacia el pezón derecho, que succionó sin preámbulos, mientras su mano, masajeaba el otro, haciéndome soltar un gemido. Su otra mano, nerviosa, intentó desabrochar mi pantalón.

-Déjeme ayudarle - Dije, retirándosela.

Me desabroché el pantalón, y le dejé caer, inerte, a mis pies. Al ver que no llevaba ropa interior, sus ojos, de nuevo, se salieron de sus órbitas.

-¿Te gusta lo que ves? - Pregunté.

Antes de que contestara, llevé mi mano a su entrepierna, que amenazaba con salirse de su interior. Le desabroché la cremallera, y la saqué con mimo. Lo que tenía en mis manos, era un portento.

-Caramba, profesor. Buen tamaño.

Comencé a acariciarla, despacio, antes de posar toda mi mano en su longitud. Comencé a moverla despacio; él soltó un gemido. Mi otra mano, acarició mi clítoris, que comenzaba a mojar el asiento.

-Chúpala - Imploró.

-Encantada, profesor.

Me agaché entre sus piernas, y lo llevé, despacio a mi boca hambrienta. Al comenzar a lamer la punta, soltó otro gemido. Bajé despacio.

-Así, zorrita. Ni mi mujer lo hace tan bien.

"Casado". Pensé. "Ya me puedo esmerar".

Mi lengua recorrió su prepucio despacio. El, agarró mi cabeza, intentando que bajase más al fondo.

-Despacio, profesor. Disfrute el momento.

Bajé despacio la boca, intentando cubrir toda su longitud, pero me fue imposible. Una arcada me sobrevino, y tosí.

-Dios - Gemí, pasando a sus testículos, tan calientes como su falo.

Soltó un gemido que hizo retumbar los cristales del coche. Mi mano le masturbó, mientras mi boca, no cesaba en su empeño.

-Más fuerte.

Aceleré la masturbación. Mientras mi mano no dejaba de acariciar mi mojado coño. Estaba a punto de correrse. Y yo también.

-Quiero su leche en mi cara.

Gimió como un loco, mientras me bañaba con su semen, mojando en parte mi cuello, y mis mejillas. Mi coño, salpicó las alfombrillas, mientras no podíamos dejar de gemir como locos.

-Ha sido un placer, profesor. Espero que su mujer disfrute del momento.

Alargué la mano, y le mostré el móvil que había colocado en la parte de atrás, dispuesto en una posición privilegiada, para que lo grabase todo.

-Maldita zorra.

Sin darle tiempo a reaccionar, agarré mi ropa, y salí corriendo desnuda de dentro de aquel coche.