El examen médico

Llegué a la consulta antes de tiempo. Estaba nervioso, no sabía lo que me esperaba pero sí sabía que me iba a gustar y que lo iba a disfrutar. Subí las escaleras y llegué a la puerta, tenía el corazón a mil.

Llegué a la consulta antes de tiempo. Estaba nervioso, no sabía lo que me esperaba pero sí sabía que me iba a gustar y que lo iba a disfrutar. Subí las escaleras y llegué a la puerta, tenía el corazón a mil.

Llamé, escuché unos pasos y me abrió la doctora. Llevaba una bata blanca (no podía saber todavía si con ropa o sin ella…) y tacones. Tras la mascarilla se intuía una bonita sonrisa, los ojos lo decían todo. Era perfecta.

- Hola, soy Fran, venía a la consulta.

- Hola Fran, adelante, te estaba esperando.

Pasamos juntos a la consulta. No podía quitar los ojos de la camilla, estaba deseando desnudarme y dejar que esas expertas manos recorrieran cada rincón de mi cuerpo.

- Muy bien, vienes a hacerte un chequeo completo, ¿verdad?

- Sí, estoy un poco nervioso…

- Tranquilo, todo irá bien. Lo primero que vas a hacer es desnudarte y darte una ducha, empezaremos ahora mismo.

Obedecí y me duché. Cuando volví, la doctora estaba en la consulta esperándome. Me acerqué y me puse de frente a ella, totalmente desnudo. Se puso unos guantes blancos de látex, el sonido cuando entraban en sus manos me volvió loco. Empezó a hacerme preguntas generales: fumas, bebes, haces deporte… Mientras, iba comprobando la garganta, los oídos. Siguió bajando y de repente me cogió los testículos con la mano.

- Tenemos mucho trabajo por delante. - Me susurró al oído

Noté como comenzaba mi erección, los nervios hacían que subiera mi calor, estaba ardiendo.

- Date la vuelta. - Me ordenó.

Me di la vuelta y la doctora repasó mi espalda. Me dijo que me inclinara hacia delante para poder ver si había alguna desviación, apoyándome en la camilla. Su mano enguatada siguió bajando por la espalda hasta mi culo. Al notar sus dedos acariciando mi ano un escalofrío me recorrió el cuerpo, era la antesala de lo que estaba por llegar.

- Abre las piernas. - Me dijo mientras estaba inclinado sobre la camilla.

Sus manos continuaron explorando la zona, cogiendo mis testículos por detrás y abriendo mis nalgas para ver mejor.

- Veo que vienes sin depilar, así no se puede venir a la consulta. Esto merece un castigo. - Me replicó mientras con sus manos me daba cachetes en el culo. Me estaba poniendo a mil. - Túmbate en la camilla, voy a depilarte.

Me tumbé, y observé como la doctora se quitaba los guantes y cogía la espuma de afeitar. La untó sobre mí y empezó a rasurarme toda mi zona genital, no dejando ni un pelo libre. Empezó por el culo, y tras terminar y darme la vuelta, mis testículos y pene quedaron totalmente depilados.

- Así mucho mejor. Vuelve a la ducha y limpias la zona. Mientras recogeré esto.

Me enjuagué toda la zona mientras ella guardaba los utensilios. Volví a la consulta y me estaba esperando con esa cara picarona.

- Vale Fran, ahora voy a darte un masaje. Veo que tienes alguna contractura y quizás así te relajes un poco. Túmbate en la camilla boca abajo.

Me tumbé en la camilla y escuché como la doctora se quitaba los guantes y cogía un aceite para echármelo por la espalda. Conseguí relajarme, aunque solo fuera temporal, y disfruté el masaje. Durante unos minutos, sus expertas manos y brazos recorrieron mis piernas y mi espalda deshaciendo las contracturas y nudos que se encontraban.

- Hemos terminado con el masaje. Gírate, que vamos a continuar con la exploración.

Me di la vuelta y quedé tumbado mientras observaba su espectacular cuerpo y su preciosa cara. Volvió a ponerse un par de guantes para continuar con la revisión, pero antes, se desabrochó la bata dejando al descubierto sus preciosos pechos. Observé que debajo de la bata solo llevaba unas braguitas de encaje negro.

Masajeó mi vientre en busca de algún dolor y poco a poco fue bajando hasta la zona en la que mi erección era más que evidente.

- Ahora voy a revisar esta zona, tienes que estar tranquilo. Abre las piernas y sube las rodillas.

Las manos expertas de la doctora abrieron mis piernas y subieron mis rodillas, dejando mi zona íntima a su disposición. Masajeó mis testículos depilados para la ocasión, despacio, con contundencia pero con suavidad, buscando alguna anomalía. No tenía prisa, fue recorriendo toda la zona mientras yo lo disfrutaba. Unos minutos después pasó al pene, con una erección difícil de disimular…

- Esto no está bien, no se pueden tener erecciones en la consulta del médico.

- Lo siento, doctora… - balbuceé.

- No es suficiente, te llevarás unos azotes después!

La doctora cogió aceite y continuó masajeando mi pene, igual que con los testículos, despacio, explorando que todo estuviera bien. Bajó el prepucio hacia abajo y con los guantes lubricados jugueteaba con el glande, era una sensación brutal. Lo acariciaba con una delicadeza que solo una experimentada doctora puede tener. Paró, porque unos segundos más y no habría podido aguantar…

Mientras me hablaba, empezó a masajear con sus dedos la zona de mi ano, aprovechando que mis piernas estaban abiertas. Pero todavía faltaba lo mejor…

- Esta zona está bien, vamos a explorar la próstata. Date la vuelta y ponte a cuatro patas.

- ¿Es necesario doctora? ¿Me dolerá?

- ¡Claro que es necesario! Te dolerá, pero tienes que aguantarlo.

Esa orden me volvió a subir las pulsaciones. Obedecí. Me puse a cuatro patas con el culo cerca de ella. Noté como echaba aceite sobre mi ano que estaba deseando ser penetrado. Mientras con una mano empezaba a aplicar el lubricante, con la otra me dió algunos cachetes en el culo.

- Así aprenderás.

Me puso a 100. Estaba totalmente a su merced, desnudo, mientras ella me azotaba y empezaba a profanar mi culo… Empezó a introducir un dedo, suavemente, y antes de continuar me dijo que había que aplicar un enema.

- Voy a aplicarte unos enemas para limpiar la zona. ¿Vas a estar relajado?

- Sí, doctora, seré bueno.

- Así me gusta, sigue a cuatro patas.

Escuché como se retiraba para coger el enema. Volvió y antes de que pudiera darme cuenta, introdujo la cánula en mi ano. Noté como mi interior se llenaba de agua, poco a poco, lo que aumentaba mi excitación.

La doctora lo notaba, y lo mismo me daba un azote que me apretaba levemente los testículos. Volvió a llenar el enema varias veces hasta que no aguanté más y fui al baño.

Cuando volví, me estaba esperando con su sonrisa picarona, ya desnuda, sin rastro de bata, pero con los guantes. En ese momento me di cuenta que su actitud ahora era dominante. La imagen me excitó todavía más mientras me señalaba la camilla.

- Ven campeón, queda lo mejor…

Sin llegar a subirme otra vez, la doctora empujó mi espalda para que apoyara mis brazos sobre la camilla. Abrió mis piernas de tal manera que mi culo quedó a la altura de sus manos, y así poder jugar conmigo como quisiera... Lubricó sus guantes y me introdujo primero un dedo, con delicadeza pero con contundencia. Mi espalda se dobló del placer. Fue entrando poco a poco, mientras lo disfrutaba ella y yo, hasta llegar a la próstata. La acariciaba suavemente, mientras yo me retorcía del gusto. Primero con un dedo, luego con dos, despacio, viendo cómo disfrutaba mi cuerpo.

Continuó un buen rato, con mi ano totalmente dilatado, con varios dedos, mientras que me azotaba con la mano y me cogía los testículos con fuerza. Estaba disfrutando como nunca.

- Sube a la camilla y abre las piernas.

Volví a subirme y me tumbé en el borde de la camilla boca arriba con las piernas abiertas hacia la doctora. Mientras, se puso un arnés con un consolador de látex que lubricó con sus manos.

Muy despacio me lo introdujo en el ano con el movimiento de su cadera. Mis piernas, temblorosas, se agarraban a ella para no perderse aquellos movimientos. Con sus manos, enguatadas y lubricadas, cogió mi pene erecto y bajó el prepucio, acariciándolo, suavemente, en unos movimientos indescriptibles. Lo masajeó de arriba a abajo, primero despacio, después subiendo el ritmo, hasta que no pudo más y explotó.

Un enorme orgasmo me recorrió por completo, y entre gemidos, la abundante eyaculación manaba de mi pene en cada espasmo. Poco a poco, mi cuerpo iba quedando exhausto hasta que quedó totalmente inmóvil, después de haber disfrutado del mejor examen médico de la historia.

La doctora, me acarició por última vez los testículos.

- Muy bien Fran, hemos terminado, puedes vestirte.