El estacionamiento-Epilogo

Todo termina alguna vez y yo necesitaba saber el origen de mis cuernos.

EL ESTACIONAMIENTO ( EPILOGO)

No diré que la situación era desagradable. Unas cuantas veces más aprovechamos los encuentros de nuestras parejas para " vengarnos". Algunas veces en su departamento y otras en el mío. Pero había llegado el momento de poner las cartas sobre la mesa. Me intrigaba saber como mi esposa que siempre había sido fiel, y que criticaba tanto a los infieles, había caído en las garras del estereotipo de todas sus aversiones.

Por fin, consideré que el momento había llegado .

Mi esposa subió como siempre, luego de su encuentro en el estacionamiento. Esta vez pude ver que fue en el auto de él. Ella bajó, miro hacia todos lados para asegurarse que nadie la viera y subió a su auto. El ya etaba en el asiento de atrás esperándola. Ella le desabrochó el pantalón y comenzó a mamarlo como siempre. No quise ver más y volví a nuestra casa a esperarla.

  • Hola querida, dije inocentemente, mucho trabajo?
  • Como siempre, mi amor, ya preparo la cena, dijo tratando de meterse en la cocina.
  • Espera un momento, y siéntate que quiero preguntarte algo.
  • Después hablamos
  • Por favor, es solo un segundo, dije insistente. Me miró y se sentó en una silla
  • Que quieres saber?, preguntó
  • Dime, ¿ El sexo se disfruta más en un auto estacionado?, pregunté mirándola a los ojos.

El mundo cayó sobre su cabeza. Se puso pálida, abrió su boca como para decir algo, pero quedó allí sin decir nada. Bajó la cabeza.

  • ¿ A qué viene esa pregunta?, balbuceó
  • Querida, te pido al menos, que ya que me haces cornudo, no me hagas pasar por imbécil, le dije tranquilamente.
  • ¿ Desde cuando lo sabes? Preguntó.
  • Desde hace tiempo, le dije
  • ¿ Y recién ahora me lo preguntas? Dijo mirándome sin comprender.
  • Querida, entiendo que tu falta de experiencia con otros hombres te pueda haber llevado a querer probar cosas nuevas. No te culpo. Si me molesta tu reacción cuando hablábamos de Emilio y tu oposición a las infidelidades. Me molesta más la hipocresía que el engaño, le dije.
  • Cuando yo decía esas cosas era lo que sentía, pero luego todo cambió.
  • Cuéntame como empezó esta historia, le dije, reclinándome en el sillón.
  • No vas a querer escuchar esto, dijo
  • Con todos los detalles, por favor, si quieres que empecemos a tratar de resolver esta cuestión, dije poniéndome serio.
  • Esta bien, dijo, y levantándose de la silla se sentó en uno de los sillones al lado del mío.

" hace unos seis meses, habíamos estado comentando el comportamiento de Emilio ¿ Te acuerdas?. Bueno yo me sentía muy enojada con el y con todos los hombres que son siempre capaces de engañar ante cualquier par de piernas que se abra ante ellos.

  • No es nuestro caso, te recuerdo
  • Ok. me acuerdo, no te preocupes.

" Solía cruzarme con Emilio en el ascensor por la mañana. Nunca te lo comenté. Sabes que los sábados lo dedico a lavar la ropa y luego voy a la terraza a tenderla. Ocurría que al pasar por el tercer piso, muchas veces subía Emilio que iba a la terraza a hacer ejercicios. Eran unos minutos. El me saludaba muy atentamente, y aprovechaba para desnudarme con la mirada. Yo le respondía y me quedaba mirando la puerta del ascensor. Su olor me invadía y no podía evitar mirarlo de reojo. Es particularmente atractivo y todas esa historias que se cuentan sin dudas lo hacen aún más interesante. El trataba de hablarme, pero yo apenas contestaba y me bajaba del ascensor rápidamente.

Comenzaba a colgar la ropa, y el se dedicaba a sus ejercicios, quedándose solo con un pequeño short, lo que le permitía exhibir su cuerpo. Yo me agachaba y me levantaba de puntillas para hacer mi trabajo, y notaba como el no perdía detalle de mis movimientos. Esta situación me excitaba, pero creí que tenía la situación controlada. Sin embargo, noté como esperaba encontrarlo todos los días, y mi decepción cuando no coincidíamos . Comencé a vestirme de manera mas sensual esperando encontrarlo.

Un día, no me crucé con él en el ascensor y llegué a la terraza. No estaba Emilio como siempre, lo que me sorprendió, pero pensé que habría tenido algo que hacer. Comencé a colgar la ropa, y cuando había terminado me pareció escuchar unos suspiros provenientes de un pequeño galponcito que hay en la terraza donde el conserje guarda trastos y herramientas. Dejé lo que estaba haciendo y me acerqué con curiosidad. Desde una pequeña venta miré hacia adentro y veo a la jovencita del 7º, ¿ te acuerdas?, la rubiecita hija del médico.

  • Si me acuerdo, muy linda chica, comenté.

" Bueno, la linda chica estaba desnuda, apoyada en una mesita, y detrás de ella Emilio montándola. La bombeaba lentamente entrando hasta el fondo y saliendo casi hasta afuera. La jovencita estaba con las piernas abiertas aferrada soportando los embates y Emilio con una mano la tomaba de los cabellos, tirando su cabeza hacia atrás, y con la otra magreaba sus tetas.

Me quedé petrificada frente a la escena, y comencé a excitarme. Me imaginé estar yo en lugar de la niña. En ese momento Emilio giró la cabeza y me miró. Sentí que el calor subía a mi rostro y mi cara de sorpresa debe haber sido extraordinaria. El mantuvo su mirada en mí, una sonrisa marcó su rostro lleno de lujuria. Me dio toda la sensación que la escena estaba preparada justamente para que yo la viera, pensando en el efecto que podia hacerme, y debo confesar que lo consiguió. Luego de unos minutos, la jovencita le pidió que la llenara mientras acababa, y el acelerando su bombeo, y sin dejar de mirarme, como si me dedicara a mi su orgasmo, acabó dentro de su pareja. Rápidamente me alejé, tomé mis cosas y me fui sin hacer ruido.

El sábado siguiente, al entrar yo al ascensor, el me saludó y me besó en la mejilla, de manera muy inocente, diciéndome " que alegría verte de nuevo", pero no te imaginas como me descontroló ese acercamiento. Mi cuerpo tembló y el por supuesto lo notó. Se sonrió y se quedó parado a mi lado hasta que llegamos a la azotea. Evidentemente lo que había visto nos había dado una mayor intimidad. Me tenía realmente descontrolada. Hizo sus ejercicios como siempre, y nos mirábamos de reojo. Los sabados por la noche cuando hacíamos el amor estaba realmente caliente por esta situación. Lo habrás notado, supongo"

  • Si debo reconocer que te volviste mucho más puta, dije sonriendo.

" Todo el día estuve dando vueltas sobre lo que había sentido, y por fin pude borrarlo de mi cabeza.

Pero al otro fin de semana subo al ascensor y allí estaba él en el fondo del cubículo. Lo saludé como siempre y cerré la puerta. En ese momento se acercó por detrás y acarició mis hombros. " ¿ Te hubiera gustado estar en su lugar? , me preguntó al oído, mientras sus manos se deslizaron hacia mis pechos, mientras su cuerpo se pegaba al mío y sentí su verga rozando mi culo. Me quedé paralizada. Mis pezones se endurecieron bajo su mano. " Veo que sí te hubiera gustado", me susurró. Tan rápido como se había acercado se alejó al llegar a la terraza, sin decir palabra. Esos segundos fueron suficientes para que me excitara como hacía tiempo que no lo hacia. Creo que nunca me había excitado así. Tal vez por la situación, el lugar, que se yo. Pero ese día no pude concentrarme en nada. Estaba tensa y nerviosa como nunca había estado.

Este juego, con variantes se repitió varias veces. Siempre haciendo algún comentario sobre bien que lo ibamos a pasar, y de todo lo que tenía para darme. Yo entraba al ascensor y me colocaba de espaldas a él esperando su aproximación. Algunas veces se acercaba. Otras no, y conseguía que lo deseara cada vez más. Para mí, se transformó también en un juego perverso, porque estaba convencida de que jamás le daría ninguna oportunidad de avanzar mas allá, ya que solo teníamos oportunidad de vernos unos minutos en el ascensor. Estaba segura de que mi fidelidad no corría riesgos. Pero todo cambió.

Un sábado, sus caricias fueron particularmente íntimas. Aprovechando que tenía un vestido, sus manos se deslizaron entre mis piernas. " Estás mojada. ¿ Cómo aguantas?". Las sensaciones fueron indescriptibles. Se separó y bajamos en la terraza. Cada uno siguió con sus actividades, pero nos mirábamos de reojo y nuestras miradas se cruzaban cada vez más.

En un momento Emilio dejó sus ejercicios, y con su cuerpo brillante de transpiración se dirigió hasta el cuartito. Se paró un segundo en la puerta y me miró. Sentí como que me llamaba con su mirada y fue suficiente. Terminé de colgar la ropa, y me dirigí decidida hacia ese escondite. Era el lugar donde atendía a las mujeres del edificio, eso estaba muy claro.

Entré. En un costado, sentado sobre la mesa, estaba él. Transpirado, semidesnudo y mirándome con sus penetrantes ojos. Me acerqué sin decir palabra. Me detuve frente a él. Me tomó de los hombros, y bajó el bretel de mi vestido, dejando expuesto mi corpiño, el cual levantó para liberar mis tetas. Me acercó a su boca para comenzar a besarme suavemente, como jugando con sus labios sobre los mios.

  • Te gustó lo que viste el otro día ?, me preguntaba entre beso y beso.
  • Eres un degenerado, pude decir entre suspiros.
  • Te contaré un secreto, me decía al oído mientras me acariciaba, me gustan todas las mujeres bonitas, pero me dan un placer especial las putitas casadas y fieles como tú, y su mano se metía entre mis piernas, ¿ Que estará haciendo tu maridito ahora, mientras yo atiendo a su esposa? Tengo mis huevos llenos de leche para vos, y no veo la hora de dártela toda, me decía en voz baja, mientras jugaba con mis tetas y mi culo.

El calor de su cuerpo me invadía y me mareaba. Mis manos tocaban su cuerpo mojado y me enloquecía. Luego de un rato, y cuando ya me tenía en su poder, y sus manos comenzaban a disponer libremente de mi cuerpo, me pareció escuchar ruidos afuera, con un último esfuerzo de control, conseguí evitar mi derrota total, que te aseguro deseaba, me despegué de él y salí rápidamente. Tome mis cosas y volví a casa. En la escalera me crucé con el conserje que subía. Me miró. Sin dudas mi aspecto indicaba mi descontrol, y se sonrió, mientras me saludaba muy atento.

Era demasiado. No podía poner toda mi vida en peligro por un minuto de excitación. Decidí cambiar mis horarios de lavado para evitar encontrarme con él nuevamente. Evidentemente no tenía control sobre mi cuerpo. Pero todos los sábados escuchaba el ascensor subir y me volvía totalmente loca de deseo. Para colmo, en mi inocencia yo usaba la terraza para la ropa, pero al verme subir tan seguido, todas pensaban que a mi también me atendía Emilio. Los saludos con doble sentido se hicieron habituales por parte de las otras mujeres del edificio que estaban al tanto de las actividades de las terrazas, de oídas o por haber participado alguna vez. " No la ví este sabado subir a la terraza. ¿estuvo ocupada?, me preguntaban sonrientes. Sin dudas el conserje estaba al tanto del uso que Emilio le daba a su galponcito. Cuando nos cruzábamos me saludaba y en su mirada se notaba un gesto cómplice.

Mas vigilaba y mas ganas tenía de sentirlo dentro mío, aunque sabía que no debía hacerlo. Luego de unas semanas me fui tranquilizando y creí que todo estaba superado.

Volví una tarde de trabajar. Llovía a cántaros. Estacioné el auto y traté de llegar al edificio pero me mojé bastante y volví a sentarme en el auto. No podía bajar hasta que no parara de llover. Luego de unos minutos de estar allí, entró Emilio con su auto. Estacionó al lado del mío, y se bajó para tratar de entrar al edificio. La lluvia se lo impidió como a mí. Quedó allí de pie al lado de su auto, hasta que en un momento me vio sentada en el mío. Sonrió y se acercó al vidrio del acompañante y lo golpeó. Dudé un segundo, pero desgraciadamente, le abrí la puerta, y sin pedir permiso se sentó al lado mío. No tuve en cuenta que estábamos solos y aislados del resto de la gente. - disculpa, me dijo, pero me estaba mojando, mientras acomodaba su cabello que chorreaba agua.- No hay problema, le dije. Lo miraba de reojo. Su atractivo comenzaba a alterarme. Hacia rato que había entendido el porqué de su éxito con las mujeres. Sin darme cuenta comencé a sentirme mas sexy, como si fuera un juego. Prendí la radio y una música suave invadió el auto.

  • Mira Emilio, no se que me pasó el otro día, pero esto no puede seguir, le dije tratando de poner límites, aún en contra de mi voluntad.

  • Eres una mujer muy hermosa, me cuesta mucho controlarme cuando nos encontramos, dijo de manera muy sensual. - Gracias, pero te estoy evitando para impedir un escándalo . Nunca he sido infiel . No pierdas tu tiempo conmigo, dedícate a las jovencitas que no tienen nada que perder y que se mueren por estar contigo, y no pongas en riesgo nuestras parejas, dije tratando de parecer cortante.- No pierdo mi tiempo, al contrario, con las jovencitas me entretengo, pero ya te dije, son las mujeres con experiencia las que realmente me calientan, y disfruto mucho pensando en lo que vamos a hacer, dijo, reclinando un poco el asiento y colocando sus manos detrás de su cabeza. Esa posición me permitió ver lo que el quería mostrar. El bulto en su pantalón era impresionante. Sentí como empezaba a mojarme. La lluvia, la música, la situación me estaban descontrolando.- Y veo que tu , aunque lo niegues, también estás disfrutando, mientras miraba de reojo mis pechos. Allí me dí cuenta que al bajar del auto mi blusa se había mojado y estaba casi transparente. Las puntas de mis pezones delataban mi grado de excitación de manera imposible de disimular. Se acercó a mi butaca. Una de sus manos acarició mi cabeza, bajó por mi cuello y comenzó a jugar con uno de mis pezones, que estaba realmente duro. - te gustó lo del otro día?, me preguntó al oído - Por favor, termina con esto. Pueden vernos, le dije sin demasiada convicción. Mi cuerpo temblando decía claramente otra cosa.- ¿ Con esta lluvia? Imposible, además lo que quiero es justamente terminar lo que empezamos en la terraza, y que hagas realidad tus fantasías, y las mías, dijo acelerando sus caricias. Tomé su mano para que dejara mi pezón pero aprovechó para asirla y colocarla sobre su pedazo. Estaba recaliente. La retuvo unos segundos allí, hasta que notó que ya no iba a retirarla, y entonces volvió a tomar mis pechos. Pellizcaba mis pezones, metía su mano por el escote de mi blusa, y apretaba mis tetas. Yo cerré los ojos y comencé a apretar su herramienta. El ruido del cierre me sobresaltó, y su mano tomó la mía y la obligó a envolver su vara caliente y suave.- Así nena, así, mastúrbame un poquito, decía incitándome. Despacio comencé a deslizar mi mano descubriendo su glande. Era como una ciruela, roja y brillante. Luego de unos minutos, pasó su brazo por mi cuello, y me acercó hacia el.- Cométela, dijo forzando mi cabeza a acercarse a su verga. La frotó en mi cara. Su olor y sus líquidos terminaron de perderme. Separé los labios y bese la punta de su verga y de a poco fui absorbiéndola. El aprovechó el momento y con un golpe de cintura me la hundió en la boca hasta el fondo. Tu sabes que nunca fui una fanática del sexo oral, pero pude tragarla toda a pesar de su tamaño y lo disfruté. Sentí su vello contra mi nariz. Retiraba y empujaba mi cabeza obligándome a que lo masturbara con mi boca. Me sentí un objeto sexual, una puta, y lo peor era que la sensación me gustaba horrores. De pronto sentí algo que nunca había sentido. Sosteniendo mi cabeza me dijo " Tragate todo". La verga en mi boca se endureció, se tensó, y comenzó a escupir borbotones de semen en el fondo de mi garganta. Luché para escapar pero me tenía aferrada y solo pude tragarme todo lo que me daba. La situación tan bizarra me descontroló y alcancé un orgasmo devastador, mientras tragaba y tragaba semen. Cuando terminó, seguí chupando y para mi sorpresa, su verga no se ablandó, y a pesar del orgasmo mi excitación tampoco se redujo. En ese punto el sacó su verga de mi boca y me besó profundamente. A continuación, metió sus manos bajo mi pollera, arrancó mi tanga y me ayudó a levantarme para que me sentara sobre su verga. Me negué.- ¿ Tienes preservativos ? Pregunté. -No necesito, me hice una vasectomía, para no correr riesgos, dijo. Le creí de inmediato. En realidad quería creerle. Necesitaba que me poseyera. Despacio fui empalándome hasta tenerla toda adentro mío. El volvió a colocar sus manos detrás de su cabeza y mirándome sonriente me dijo " Ahora soy todo tuyo" y se dedicó a disfrutar de verme rebotar sobre su verga. Nunca me moví tanto, realmente quería que me partiera con su herramienta. Luego de un buen rato, alcancé otro orgasmo, y luego haciéndome girar me colocó de espaldas a él y jugó con mis tetas hasta que unos minutos después sentí una exhalación salir de su boca y un líquido caliente que nunca había sentido golpeó el interior de mi cuerpo. Me asusté. Temí quedar embarazada."

  • Nunca quisiste hacerlo sin preservativos, como pudiste ser tan puta.

  • No hay problema, el me aseguró que no podía quedar embarazada, y es verdad, porque hasta hoy no ha pasado nada, a pesar de que lo hicimos varias veces.

" A partir de ese momento en cada encuentro fijamos el siguiente, y cada dos o tres días me posee en el estacionamiento. A veces en mi auto, a veces en el suyo. Ahora ya a perdido el atractivo de las primeras veces, y empieza a cansarme porque el riesgo es muy grande, así que estoy dispuesta a dejarlo", dijo agachando su cabeza.

Era extraño. Yo debía estar enojado, pero en realidad, estaba excitado. Me dolía el engaño, pero por otro lado, siempre había sido una mujer fiel, nunca había estado con otro hombre hasta ese momento, y comprendí que era una experiencia que ella necesitaba. Lo entendía a partir de haber tenido sexo con la mujer de Emilio. Aunque sea una vez, una persona necesita sentirse deseada y probar una relación distinta.

  • tienes razón, ya probaste, ahora debes ponerle punto final, aunque no se lo nuestro como quedará, le dije recostándome en el respaldo del sillón.
  • No se lo que me pasó, pero te prometo que las cosas serán diferentes.
  • ¿ Como serán diferentes? Pregunté
  • Haré lo que tu quieras, solo quiero compensarte y que seas feliz.

  • Arrodilláte, le dije

Me miro asombrada y sin decir nada lo hizo.

  • Acércate en esa posición, le ordené

Ella se deslizó hacia donde yo estaba quedando entre mis piernas.

Desabroché mi pantalón, y mi verga enfurecida saltó fuera de mi ropa. La tomé con la mano y la apunté hacia su rostro. Ella entendió de inmediato y tomándola con la boca se la tragó toda. Cerré los ojos y me limité a disfrutar. Sentí como mi calentura iba subiendo y sin decir nada llegué hasta el final. Un chorro de semen ardiente trepó por mi mástil y a este lo siguieron otros que, con fuerza volaron hasta el fondo de su garganta. Sus manos apoyadas en mis piernas se tensaban con cada chorro que la invadía, pero sin decir nada se tragó todo lo que le di. Seguimos hasta que mi verga se endureció nuevamente. La situación era tan especial que la reacción fue más rápida que de costumbre.

  • Devísteme, ordené, mientras me ponía de pie.

Ella obedeció mansamente. Se levantó y desabrochó mi camisa y me la quitó, para seguir luego con mi pantalón y mi boxer, y luego agachándose me quitó zapatos y medias. Volvió a levantarse y yo me senté en el sofá.

  • Ahora quiero ver como te desnudas, y trata de que me caliente, le dije.

Se desabrochó su blusa mientras me miraba a los ojos, y al caer su soutien pude ver algunos moretones en sus tetas, producto del encuentro de hacía un rato con Emilio. Su falda cayó y nada tenía debajo. Un hilillo de semen corría por sus piernas. Esto me excitó aún mas. Me levanté y tomándola de los hombros la arrojé sobre el sillón. Al caer separó sus piernas, colocando una sobre el respaldo. Cuando me lancé sobre ella, prácticamente mi verga se enterró hasta el fondo.

  • Ayy, no seas animal, dijo al sentirse tan brutalmente penetrada.
  • Callate puta, que no vi que en el auto gritaras cuando te la enterraban hasta el fondo, dije mientras comenzaba a bombearla.
  • Por Dios, me estás matando, dijo mientras trataba de escapar de la posesión, cosa totalmente imposible.
  • Quedate quieta y goza, le dije tomándola del cuello, y mirando con furia su rostro.

Me miró sorprendida, y se quedó quieta. Mi verga entraba y salí prácticamente toda en cada pistoneo. Tiramos así un largo rato.

  • Ahora ponte en cuatro patas, que he visto que te gusta esa posición, dije desensillando. Ella obediente giró y tomándose del respaldo me ofreció su trasero. Refregué mi verga en su concha y en su culo, y le metí un dedo en su ano, lo que la hizo gritar.
  • Esto recién empieza, le dije tirándole los cabellos y obligándola a quedarse quieta. Luego fueron dos los dedos que entraron en su culo. Después de un rato, cuando ya se había acostumbrado, me levanté y tomé un pote de crema que había sobre el mueble del living. Lubriqué su culo y mi verga. Ella nada decía, sólo se limitaba a suspirar ante mis manoseos. Apoyé la cabeza de mi verga en su ano, previamente lubricado y despacio, fui introduciendo mi herramienta en su culito vírgen. Ella nunca había querido hacerlo así. Cuando se sintió empalada comenzó a sollozar, pero sin miramientos seguí aflojando y empujando hasta que nuestro acople fue total. Una vez dentro tomé sus tetas y comencé a amasarlas sin moverme.
  • Por favor, muévete, muévete, pidió, y recién allí comencé el mete y saca. El pasaje era estrecho y al principio realmente me dolía un poco, pero luego de un rato, comenzó a surgir una sensación de placer único, que le llegó a ella también, por la forma en que comenzó a suspirar.
  • Te voy a regar, puta, dije y metiéndome hasta el fondo comencé a vaciarme. Ella al sentir mi venida alcanzó un ruidoso orgasmo, y caímos uno sobre el otro agotados. La sensación era tan abrasadora que pensé que ibamos a quedar soldados como perros sin poder sacarla de su culo, pero cuando se ablandó fue saliendo sola.
  • Ahora lo llamas a Emilio y le dices que yo me enteré y todo acabó, le ordené.

Ella tomó el teléfono y la escuché hablar mientras iba hacia el baño a pegarme una ducha.

Cuando volví ella fue a ducharse y luego cenamos sin comentar nada sobre lo ocurrido.

Hoy, nuestra vida es tranquila. Tenemos relaciones varias veces por semana, donde hacemos de todo lo que se nos ocurre. Ella está tomando pastillas, así que montamos a pelo, y la riego con mi semen siempre.

Volvimos a encontrarnos en el ascensor con nuestros amigos del tercer piso. Mi mujer no lo miró en ningún momento, a pesar de que Emilio buscaba su mirada y evitaba la mía. Lucrecia se veía feliz con su pancita de tres meses. Sus tetas habían crecido y eran realmente impresionantes. Debe ser toda una experiencia coger con una embarazada así que en cualquier momento suspendemos las pastillas y preño también a mi mujer.