El espeto de Rebeca
Continúo mis andanzas y exploraciones en el terreno del sexo con mi fogosa y excitante novia Rebeca, amante impenitente del sexo anal, aunque en esta ocasión, no todo termina como yo esperaba, aunque sí de forma muy placentera y sorprendente
Aquella tarde se prometía deliciosa y placentera, ya que mis padres se habían marchado a la playa y mi casa estaba a mi entera disposición, igual que mi novia Rebeca, que no tardó en presentarse en casa, ataviada con un ajustadísimo vestido elástico y ajustado a su cuerpo, que contorneaba su espléndida figura, silueteando su espléndido y redondito culo y terminando poco más abajo de él. Era un vestidito que nos daba mucho juego cada vez que salíamos y ella lo llevaba puesto, ya que tenía que hacer auténticos malabarismos para no enseñar sus partes íntimas en público.
Rebeca venía ese día auténticamente en celo, no había más que ver el brillo de sus ojos y su cara de malicia, así que le dejé la iniciativa tras almorzar, expectante ante lo que se me venía encima: la fogosa Rebeca en pleno torbellino de excitación sexual.
Pronto Rebeca se despojó de su vestidito, pudiendo cerciorarme de que sus pequeñas pero desafiantes tetas no estaban aprisionadas por sujetador alguno, algo a lo que acostumbraba debido a la excepcional dureza de aquellos dos montículos que tanto me gustaba saborear. Rebeca quedó únicamente con una braguitas negras que rápidamente terminaron hechas un rollito y arrinconadas en el sofá a petición mía, que seguidamente también terminé desnudo, para encaminarnos sin dilación hacia el dormitorio de mis padres, pasando en primer lugar ella para poder admirar sin problemas aquel culito glotón que tanto placer me estaba proporcionando desde que accedió a entregarme la virginidad de aquel estrecho y ardiente orificio trasero.
- Mmmmm… cariño, ese culito viene pidiendo guerra, ¿habrá que dársela, no?
Enigmática me respondió:
- Hoy habrá que darle guerra a todo lo que lo pida.
Aquello marchaba, rápidamente comenzamos a besarnos ardientemente, a acariciar nuestros cuerpos con ansia, apoderándonos de todas aquellas partes que nuestras manos recorrían con avidez, quemando con nuestros labios y lenguas cada centímetro de piel besado o lamido, subiendo la temperatura de nuestros cuerpos hasta límites insoportables en aquella tórrida tarde veraniega.
Decidí tomar la iniciativa en darle placer a Rebeca, pues tan excitada como iba temí no satisfacerla plenamente si me limitaba a copular con ella sin antes proporcionarle al menos un orgasmo, así que la hice, entre sus protestas, acostarse boca arriba para inmediatamente dedicar unos minutos a chupetear sus erectos pezones, semejantes “al timbre de un castillo”, aguzados por la excitación, acariciando al tiempo sus muslos, demorándome en los alrededores de su entrepierna pero sin decidirme en ningún momento a llegar hasta su vulva, sabedor de que aquello elevaba su excitación y el deseo de ser follada.
Rebeca gemía y suspiraba pero se dejaba hacer, sin pedir lo que sus ojos demandaban: polla sin misericordia en su coño ardiente y desatendido, pues mi lengua seguía castigándole los pezones y mis caricias siempre quedaban a centímetros de sus labios vaginales.
Cuando consideré que Rebeca estaba suficientemente caliente, abandoné sus pezones y lentamente me demoré unos minutos en besar la cara interna de sus muslos, su Monte de Venus, enmarañado de vello púbico -pues en aquella época ni Rebeca ni casi ninguna mujer depilaban sus coños-, pasando mi lengua por sus ingles, recorriéndolas desde su unión con las nalgas hasta el inicio de sus aniñadas caderas, multiplicando el suplicio y la excitación de Rebeca:
- Ooooohhhh, por favor, no seas malo, fóllame ya, méteme tu polla, estoy muuuuuyyyy calienteeeeee….
- De eso nada, no pienso meterte mi polla en toda la tarde, te voy a sacar todo el jugo de tu coño sin follarte.
- Mmmmmm… pues luego prepárate para mi venganza.
Rebeca era terrible en la cama, la polla me estaba reventando sólo de pensar en la maldad que ella habría pensado para su ardiente venganza, pero decidí continuar con el suplicio. La hice levantar sus piernas hasta ponerla en la posición de “pollito asado”, lo que permitió un acceso sin problemas al tesoro más preciado por mí desde que fue descubierto: el ojete de su trasero.
Comencé a pasar mi lengua ensalivada por el anillo parduzco y prieto del culo de Rebeca, arrancándole gemidos cada vez más profundos y guturales, que se dejaba hacer placenteramente, abriendo con sus manos sus nalgas para que mi lengua tuviera acceso franco a su más recóndito rincón. Rebeca era muy joven pero ya apuntaba maneras de marranita desinhibida, un torbellino en la cama de atrevimiento y falta de pudor que daba y recibía placer sin pararse en pudores ni ambages, una bendición sexual que yo en aquella época disfrutaba pero no aquilataba aún en su justa medida.
Para subir un punto el dulce suplicio de Rebeca, comencé a alternar las pasadas de lengua que tenían completamente encharcado el ojete trasero de Rebeca con alternativas estocadas hacia el interior de su cada vez más dilatado culo, a la vez que mi mano asió ambos labios vaginales, muy abultados y enrojecidos por la excitación para tomarlos como si fueran un sándwich, aprisionando su clítoris entre ellos, lo que unido al movimiento de frotación que mis dedos imprimían a sus labios, proporcionaba un masaje que si bien no estimulaba directamente su clítoris, si lo frotaba suficientemente como para seguir subiendo su excitación.
Pronto abandoné las pasadas de lengua para pasar a únicamente follar el culito de Rebeca con mi lengua, penetrándola hasta que mis labios me impedían ahondar más en su dilatado esfínter. Ella disfrutaba con mi depravación y pedía más, dejando de vez en cuando de abrirse las nalgas para pellizcarse los pezones, que lucían más erectos que nunca.
Pronto separé sus labios vaginales y mi lengua abandonó su culo para terminar de abrir su vagina y comenzar una comida de coño frenética, no por ello abandonando las atenciones a su culo, pues sin tregua, el sitio dejado libre por mi lengua fue ocupado por mi dedo corazón, que merced a la lubricación de su ojete, pronto introduje hasta el fondo, comenzando a martillear su culo con un moviemiento de pistón que taladraba el culo de Rebeca y le arrancaba quejidos de dolor. Abandoné un segundo para preguntarle:
- ¿Te duele el culito cariño, quieres que te saque el dedito?
- UHF, me estás jodiendo bien el culo…. Pero no lo saques por nada del mundo, dame caña.
- Pero mira que eres guarrita, cómo te gusta que te folle el culo, aunque sea con el dedo.
- Siiiiiiiiiiiiiiii… eres un cabronazo, pero sigue follándome el culo y deja de hablar y cómeme el coño, que me voy a corrrer…
- Pues no pienso seguir comiéndote el coño, sólo te voy a follar el culo con el dedo.
- Cabróooooooooooon…
Me agarró del pelo y me hizo hundir la cara en su coño, refregándosela por su clítoris, mientras mi dedo taladraba su culito sin piedad. Ahora agarraba mi cabeza por los pelos con ambas manos y trataba de hacer coincidir mi boca con su clítoris, mientras aullaba de gusto y se precipitaba hacia el orgasmo, que no tardó ni un minuto en producirse, entre verdaderos alaridos y resoplando como si acabara de terminar un esforzado trabajo de horas, sudorosa y congestionada, mirándome con cara incrédula y arrebolada.
Tras unos minutos de recuperación, Rebeca me miró con una expresión en su cara que me produjo una mezcla de excitación e inquietud, pues claramente maquinaba su venganza, lo que me atraía y “asustaba” a partes iguales.
- Bueno, bueno… ¿Sabías que donde las dan las toman? Ponte boca arriba y no te quiero oír ni protestar ni desobedecerme…
Acaté obediente su orden y Rebeca se dirigió directamente a mi polla, comenzando una mamada profunda, ensalivada y fuerte, que mi miembro viril agradeció, pues el inicio de sesión lo había puesto en órbita y durísimo.
Tras unos minutos de mamada, me ordenó que yo también me pusiera en la posición de pollito asado, a lo que obedecí intrigado. Rebeca se dedicó a lamer mis huevos, que no a chuparlos, una caricia que me excitaba hasta el extremo, pues a la excitación sexual en los testículos se unían unas cosquillas casi insoportables, que comenzaron a arrancarme suspiros de placer. Pronto Rebeca abandonó mis testículos hinchados para dedicar los mismos lametones a mi perineo, una de las más sublimes caricias sexuales que dedicarse puedan a un ser humano, lo que me tenía transportado a un éxtasis de placer insospechado, el cual fue increíblemente aumentado cuando la libidinosa Rebeca abandonó mi perineo para separar mis nalgas y comenzar a chupar y ensalivar mi ojete, produciendo un encontronazo de sensaciones en mi interior: el pudor de dar acceso a esa zona vedada de mi cuerpo, el tabú masculino de recibir placer anal, la sorpresa… y por encima de todo el excepcional placer que mi guarrísima novia me estaba dando en el culo, que vencía cualquier prevención y me invitaba a seguir sufriendo su “dulce venganza”.
-Joooooooooder… qué gustazo, qué guarra eres… sigue comiéndome el culo, Rebeca, que me estás matando de gustooooooooooooooo…
- ¿Te gusta, eh cerdito? Pues ahora te vas a enterar, date la vuelta y ponte a cuatro patas.
Al tiempo que obedecía diligente le pregunté:
- ¿Para qué quieres que me ponga así?
- Pues para ajustarte las cuentas, cerdito, no creas que lo que me has hecho va a quedar así…
Me puse en la cama a cuatro patas, en la postura en que tanto me gusta follar el coño o el culo de Rebeca, abierto de piernas y ofrecido a ella, que se puso a mi espalda y me ordenó hundir la cabeza en la almohada y abrirme las nalgas con mis manos, a lo que obedecí sin rechistar.
Rebeca introdujo su cara entre las nalgas de mi culo y comenzó a taladrar mi ano con su lengua, imitando el tratamiento recibido minutos antes, lo que me estaba elevando hasta una excitación sorprendente, pues jamás hubiera imaginado que me comieran el culo y que ello me proporcionase semejante placer. Tras unos minutos de annilingus, Rebeca separó su cara de mi culo, dejándome deseoso de más placer anal, por lo que protesté:
-Vamos, sigue, cariño… no me dejes así…
Pero mira que eres mariconcete… ¿te gusta que te chupe el culito, eh marrano?
No me gusta, me encanta, pero no pares…
Es que ahora te voy a follar como un putito.
¡¡Cómoooooo?
Cállate y muerde la almohada, cerdito, que te voy a follar el culo igual que tú me lo has follado a mi.
Paré de protestar y resignado y emputecido por Rebeca me dejé hacer, pues en ese momento estaba avergonzado y excitado a partes iguales… aunque para sre sincero, mi ansia de placer superaba con creces a la vergüenza que me producía la idea de ser sodomizado por mi novia, que sin dilaciones, se chupó el dedo corazón, obligándome a que la mirase a la cara mientras lo hacía, pasando a mi retaguardia e introduciéndolo sin miramientos hasta su segunda falange, lo que me produjo una sensación de agudo dolor y desgarro en mi hasta ese día virgen culo.
- Aaaaaaaaaaaaahhh, serás cabrona, me duele!
- Claro que duele, cariño, pero ya verás como te gusta…
Aquella marrana, continuando con la acción sus palabras, empujó su ensalivado dedo hasta el fondo de mi culo, abriéndolo sin compasión, forzando a mi esfínter para ceder paso a su dedo, que comenzó un vaivén acompasado pero muy firme, que se detenía cuando sus nudillos golpeaban mis nalgas y la raja de mi culo, para nuevamente retroceder hasta sacar las dos falanges, dejando introducida sólo la yema de su dedito castigador, para reiniciar el bombeo sin tregua, que me estaba rasgando el ano, aún no dilatado y preparado para semejante maltrato.
- Para, para, Rebeca, que me estás haciendo dañoooooooooo
- Aguanta, putito, relájate como tú me dices a mi… ya verás como te termina gustando que te folle.
Obedecí como una putita obediente a mi dominante Rebeca y mordí la almohada, concentrándome en relajar mi anillo para permitir el paso del dedo de Rebeca y que gradualmente se fuera dilatando, pero aquello era lento y ella seguía bombeando mi culo sin compasión.
- Coño, no seas así y al menos pajéame un poco…
- De eso nada, cerdito, sólo te follaré el culo. Además: concéntrate en recibir gusto por el culo porque te lo voy a follar hasta que te corras como un mariconcete, con mi dedo follándote.
Aquella perrita calentona me estaba poniendo como una moto con su lenguaje soez y, por qué no decirlo, con la follada de culo que me estaba propinando, que por otra parte me estaba poniendo el culo como un bebedero de patos, lo que comenzó a darme un placer insospechado, que ella inmediatamente advirtió.
- No me digas que ya te está gustando, putito, te lo noto en la cara… ¡vamos, confiesa! ¿Te está gustando? –preguntaba mientras aumentaba el ritmo de bombeo de su dedo en mi culo tragón y sumiso-.
- Siiiiii…
- ¿Cómo que sólo sí! O me dices ahora mismo qué es lo que te está gustando tanto o te saco el dedo del culo y dejo de follártelo. ¡Vamos, contesta!
- Me gusta que… que me folles el culooooooo ¡Ooooooohhhhhh siiii!
Mi respuesta había provocado que Rebeca retorciera su dedo en el interior de mi culo al tiempo que continuaba con el bombeo, lo que acentuaba la estimulación y el placer que me estaba proporcionando. Yo gemía y mordía la almohada, mientras engarfiaba mis dedos en las sábanas, retorcía mis pies en el aire, el placer anal me estaba volviendo loco, jamás hubiera imaginado que estar en aquella situación fuera tan placentero. Además, Rebeca cumplía su promesa y no consentía en tocarme la polla, ni falta que hacía, pues me estaba volviendo loco de gusto sólo follando mi hasta ese día virgen y prieto culito.
Sacó el dedo un momento para, antes de que yo protestara por la interrupción de la enculada, escupirme saliva en el ojete para lubricarlo un poco y continuar con la follada aún más salvaje.
-Uuuuufffffff… sigue así, pero…
- ¿Pero qué, putito?
- No me pongas más saliva… ya no hace falta…
- Serás mariconcete! Ahora te gusta que te castigue el culo, verdad cerdito?
- Me vuelve loco, fóllame fuerte Rebequita, que me corroooooooooo
Mi polla comenzó a convulsionarse, rígida como un poste, hinchada y amoratada, mirando desafiante a mi cara, que la contemplaba con la almohada clavada en la frente. El primer y segundo golpe de semen me alcanzó limpiamente la cara, el tercero el pecho y barriga, para seguir escupiendo mi grumosa leche sobre las sábanas, de forma abundante e interminable, mientras Rebeca aminoraba el bombeo en mi culo para dejarme disfrutar el orgasmo, sacando el dedo hasta el exterior para volverlo a introducir lenta y profundamente, sin barrenar mi maltrecho esfínter para no perturbar con más dolor el placer que me embargaba.
Agradecido giré mi cabeza para mirar a mi marrana querida, para intentar transmitirle el agradecimiento que sentía por haberme descubierto un placer insospechado y genial, sin recordar que mi cara estaba surcada por dos surcos de mi espesa leche, que al derramarse hacia mi boca, intenté limpiar, impidiendo Rebeca dicha acción:
- Quieto, putito, quiero verte así, con la cara llena de leche, como a ti te gusta verme cuando te corres en mi cara. Estás divino de maricón así, putito… me encantaría poder hacerte una foto para que te vieras.
A todo esto no dejaba de follarme el culo, lo que continuaba dándome gusto, a pesar de que mi polla, exhausta, se negaba a seguir regando con denso esperma el lecho, aunque los espasmos placenteros continuaban sucediéndose desde mi culo hacia mi polla, que poco a poco perdía su desafiante esplendor.
Tras un minuto de bombeo, cada vez más delicado, en mi culo, Rebeca consintió en sacar su dedo follador de él, usando ese mismo dedo que poco antes me había horadado, para recoger la leche de mi cara, introducirla en su boca sensualmente y a renglón seguido darme un apasionado beso que sirvió para que nuestras lenguas se entrelazaran, obligándome a saborear mi propia leche de los labios de la cada vez más desatada y emputecida Rebeca.
Tras el frenesí, Rebeca trajo una toallita y solícita limpió mi encharcado y desvirgado culo, secándolo con ternura, mientras sonreía y me llamaba putito y maricón. Luego me puso bocabajo, abrió mis nalgas y me aplicó una cremita que su comprensivo médico le había recetado “para las hemorroides”, muy usada por mi novia para recomponer su orificio trasero después de mis alocadas intrusiones en él.
- Tranquilo, putito, ya verás como no te escuece y te alivia… además: no quiero que se te quede el culito hecho un desastre para el próximo día que te lo folle, quiero que siga prieto y lindo para disfrutar mientras te lo enculo.
Me giré para protestar, pero no puede por menos de sonreír como un verdadero mariconcete en ciernes, deseando nuestro próximo encuentro sexual en el que sin duda ambos nos follaríamos nuestros culitos glotones para darnos y recibir placer anal.