El espejo

Dos cuerpos desnudos frente a un espejo disfrutan del sexo sin condicionantes.

Después, pasarán unos minutos callados, exhaustos y relajados. Ella seguirá sentada con su polla dentro, le encanta sentir como se va poniendo flácida dentro de su coño. Él no dejará de abrazarla en todo ese tiempo.

Como es costumbre en ellos, ella se levanta para tumbarse sobre la cama. Boca arriba y con las piernas bien abiertas le deja el coño dispuesto para que él se lo deje bien limpio a

lametazos

. No quedará rastro de ningún fluido: semen y corrida vaginal entremezclados le otorgan un sabor a ese coño que puede compararse al mejor de los manjares.

Un coño grande y naturalmente peludo. Con una frondosidad ya poco vista entre las mujeres y que  a él le encanta sentir entre los labios mientras se lo come.

No dejará de disfrutarla hasta que ella llegue a su segundo orgasmo. Los días que le cuesta algo más alcanzarlo, él se ayuda de dos dedos para metérselos por el culo. Cuando ella se siente llena por ese agujero se pone muy perra y se corre rápido y más intenso.

Ella gime y le aprieta fuerte la cabeza, mientras le despeina con ternura. Gritos ahogados anuncian un nuevo orgasmo y él se esmera por mover la lengua aun más rápido sobre su duro clítoris. Temblores y espasmos acompañan el momento, mientras el hombre se bebe el ansiado líquido por el que tan duro ha trabajado.

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De nuevo, el silencio. De nuevo los abrazos y las caricias. Aun tienen tiempo para descansar, con un ligero sueño, con sus cuerpos desnudos y sudados sobre la cama antes de ducharse y volver a sus monótonas vidas. Unas vidas que sólo tienen razón de ser gracias a esos encuentros.