El escritor y yo

Una charla aburrida pero un coge delicioso

Esta cuarentena me tiene re aburrida y Tinder es una de mis aplicaciones favoritas para distraerme un rato, cachondear y de paso aventurarme a algún encuentro que bien, puede resultar increíble o sumamente decepcionante; en esta historia fue un poco de ambos.

Conocí a un sujeto de nombre Ernesto; 40 años de edad, divorciado y medianamente interesante: al igual que yo le gusta escribir, pero él se dedica a los cuentos de terror; me mandó uno realmente bueno y con eso piqué la carnada para aceptar una tarde en su casa donde charlaríamos sobre nuestras obras… o eso pensé.

Pasó a mi casa en su carro blanco, uno de esos modelos recientes que no sé describir porque en el rubro soy totalmente ignorante, pero lucía hermoso, limpio y bien cuidado, como él. Lo esperé en el Oxxo debido a que primero quería comprar cigarrillos y al verle entrar quedé satisfecha con su físico: alto, fornido, con una pequeña barriga chelera, piel blanca, cabello corto y una sonrisa que podría derretir a cualquiera que tuviera corazón, yo no lo tengo.

Salimos de la tienda de conveniencia y me monté en su vehículo. Comenzó a preguntar sobre mi vida y yo le contaba fascinada todo el camino. Llegamos a su casa, yo continuaba hablando sin parar ya que él soltaba poca información de su vida y así un largo rato hasta que subimos a la planta alta donde nos echamos en el sofá.

Primero estaba decepcionada de que sólo habláramos, creí que nunca me cogería e incluso le mandé un mensaje a mi mejor amiga diciéndole que si las cosas no mejoraban pasara por mi mínimo para irnos a tomar una cerveza a su casa pero entonces él comenzó a acercarse con sigilo a mí acariciando mi rostro. “Tienes pómulos firmes, eso me agrada. Siempre te recordaré por tus pómulos”. Sonreí, Ernesto se acercó más a mi y me besó pasando su mano por mi rostro y luego mi pecho disimuladamente.

Acaricié su pecho también en señal de aprobación, se paró y me ofreció su mano para dirigirnos al cuarto donde no paramos el besuqueo al tiempo que desabrochaba sus pantalones; apenas pude sentir el enorme mástil (porque eso sí, la tiene bien grande el condenado) y no dudé ni un segundo en probarlo: me agaché y lentamente fui introduciendo su pene en mi boca, quería comprobar el tamaño y en efecto, no me cupo todo. Como me es costumbre lamí desde su tronco al grande como si de una paleta se tratase y luego me detuve en su cabeza para lengüetear cual beso francés haciendo círculos con mi lengua, escuchando sus gemidos de satisfacción. Tomé con mi mano su enorme verga, lo masturbé un poco más y volvió a mi boca, me detuve al cansarme tras unos minutos y me puse de pie para quitarle la camisa, él hizo lo mismo conmigo.

“¿Tienes condones?” Pregunté ya deseosa de sentirlo dentro de mí, el solo imaginar aquella polla tan grande me hacía mojar. “Sí”, dijo mientras se dirigía a su clóset donde los guardaba. Aproveché a quitarme la ropa y quedar totalmente desnuda, al verme sonrió pícaro, él también se había despojado de todo. Caminó un poco y me cargó al estilo “princesa” para acostarme en su cama. No dije nada, pensé que era demasiado romántico, pero quizá él se quedó con la idea de que yo solo escribía romance. Se puso encima de mío, besó mis labios una vez más y me abrí de piernas esperando a que entrara. Acomodó su anaconda y poco a poco entró despacio notando en mis gestos que me dolía un poco; como mencioné antes soy algo estrecha y una verga más grande del promedio me duele como pequeña virginal. Gemí, él comenzó un vaivén delicioso, pero a ritmo lento. “¿Podrías darle más fuerte?, pregunté ansiosa a lo que asintió con la cabeza para bombardearme una y otra vez de una forma sublime, sí, me encanta el sexo fuerte. Quería que me ahorcara, que me dijera que era su putita, que me escupiera, que me obligara a mamársela pero lamentablemente él lucía demasiado concentrado como para pedírselo así que disfruté un rato más de sus embestidas hasta que terminó.

No, no me hizo llegar al orgasmo y tras un rato de estar echados y luego salir a su terraza a fumar, me llevó a casa. No ha sido uno de mis mejores coges, en realidad le faltó acción pero esa polla jamás la voy a olvidar porque hay pocos en esto y me pregunto… ¿Así serán todos los maduros? Fue mi primera vez con un hombre que prácticamente me dobla la edad.