El escote de mi chica

Después de las vivencias ocurridas con mi chica en el relato "Mi chica bailarinas", vuelvo a contaros otro suceso que tuvo lugar varios meses después.

Después de las vivencias ocurridas con mi chica en el relato "Mi chica bailarinas", vuelvo a contaros otro suceso que tuvo lugar varios meses después.

Mi chica había quedado en casa de una amiga suya para charlar y tomar café. Era un soleado día de otoño, por lo que optó por ponerse algo cómodo pero sin abrigarse mucho, pues tan sólo iba a la casa de su amiga. Se puso unos pantalones vaqueros pitillo, con lo que le marcaban bastante su precioso culito, y encima se puso una camiseta de las que más me gustan: de manga francesa, se ajustaba perfectamente a sus curvas, de una tela muy fina, y con un bonito escote redondo que mantenía bien apretados sus pechos y dejaba ver algo de canalillo, y lo más espectacular y morboso era una especie de cadenita que llevaba la camiseta cruzándole el escote.

Llegó a casa de su amiga y la recibió su hermano pequeño, de unos 14 años, al que ya conocía de alguna vez.

  • ¡Hola! ¿Cómo estás? ¿Está tu hermana?

  • Sí, ahora viene por aquí. ¿Me dejas tu abrigo y te lo cuelgo?

  • Qué amable, de acuerdo.

Mi chica se quitó el abrigo y, al hacerlo, descubrió la camiseta escotadita al chaval, el cual se quedó mirando un instante a la cadenita que cruzaba su escote. En ese mismo instante, apareció la amiga de mi chica.

  • ¡Cuánto tiempo sin verte! Entra, entra.

  • Gracias, sí que hace tiempo, por lo menos desde el año pasado.

  • Vamos al sofá, he preparado algo de café.

Las dos amigas hablaron largo y tendido de sus vivencias. El chaval estaba en su habitación jugando a la playstation, pero seguía acordándose del escote que traía mi chica. La verdad es que el escote no mostraba mucho sus pechos, tan sólo dejaba mostrar un poco del canalillo, pero aun así el chaval se quedó prendado de la morbosa cadenita que cruzaba de pecho a pecho y pasaba por el canalillo.

En un momento de la conversación, la amiga miró su móvil y dijo:

  • ¡Qué casualidad! Me vas a perdonar, pero tengo que ir un momento a casa de mis padres. A mi madre se le ha olvidado recoger unas cosas y tengo que ayudarla a subirlas al coche porque mi padre no está hoy. Vive aquí al lado, sólo serán unos 15 minutos.

  • Bueno, no quiero molestarte si tienes prisa, ya vendré otro día.

  • ¡De eso nada! Ya que hace tanto tiempo que no nos vemos, al menos quédate a cenar. Mira, ponte la tele mientras vengo, no tardo nada, ¿ok?

  • De acuerdo, como quieras.

La amiga le puso la tele a mi chica y se marchó. El chaval oyó que su hermana se había ido y escuchó la tele desde su habitación. Fue a asomarse y se encontró a mi chica allí sola, viendo la tele. No se la esperaba.

  • Ah, hola, creí que ya os habíais ido.

  • No, tu hermana volverá en un rato. Cuéntame, ¿qué tal las clases?

  • Bien, son un coñazo pero bueno...

  • Seguro que eres buen estudiante. ¡Uffff!

  • ¿Qué sucede?

  • No sé, estoy un poco nerviosa... tu hermana hace el café muy fuerte, me he puesto tensa de repente.

  • ¿Quieres que te traiga algo?

  • No, tan sólo necesito relajarme. Llevo mucho estrés últimamente. ¡Ojalá tuviera un masajista!

Entonces al chaval le dió un vuelvo al corazón. "Ésta es la mía", pensó.

  • Si quieres... esto...

  • ¿Cómo?

  • Que si quieres... yo te puedo hacer un masaje por los hombros.

  • Pues... te lo agradecería, tengo las cervicales destrozadas.

El chaval se acercó a ella y no sabía cómo ponerse, de los nervios que tenía también. Entonces, mi chica dijo:

  • Vamos a hacer una cosa, si quieres me siento yo en esa silla y tu te pones detrás de mi para hacerme el masaje, ¿vale?

  • De acuerdo.

Mi chica se levantó y se fue a sentar en una silla. El chaval se fue a poner detrás de ella, con lo que tuvo fácil acceso a sus hombros. Ella se puso con la espalda recta y el chaval empezó a tocarle los hombros por encima de la camiseta. Los masajeaba despacio.

  • ¿Así?

  • Sí, muy bien, lo haces muy bien.

De vez en cuando, las manos del chico llegaban a tocar un poco la piel cerca del cuello y notaba los huesos de la clavícula fácilmente, pues la tela de la camiseta era muy fina. Empezó a calentarse un poco y le dijo:

  • Ehm... parece como si te estuviera tocando directamente la piel, la camiseta que llevas es muy fina.

  • Sí, es que es muy elástica.

Mi chica se relajaba de veras. Tanto, que llegó a cerrar los ojos. El chico se dió cuenta y se asomó tímidamente por encima... desde ahí, a mi chica se le veía bien el escote: buena parte del comienzo de los pechos y bastante bien el canalillo. El chico se puso a cien al ver aquello. Pero con lo que no contaba fue con lo siguiente.

Mi chica, tan relajada estaba, se puso más cómoda en la silla: se echó el pelo hacia atrás, e inclinó su cabeza ligeramente hacia atrás estirando bastante el cuello, con lo que dejaba ver totalmente su cuello desnudo y su escote quedaba todavía más descubierto. Ahora sus pechos se veían bastante bien desde la posición donde estaba el chaval y la cadenita se quedó tan estirada que colgaba por encima del canalillo. Fue lo más.

Ella no se dió cuenta de que le estaba enseñando sus bonitos pechos por el escotazo que se le quedaba en esa posición. El chaval masajeaba y miraba excitadísimo el escote, y, sin poder aguantarse más, comenzó a acariciar a mi chica por su desnudo cuello. El cuello lo tenía muy estirado, y al echarse el pelo hacia atrás, muy desnudo y apetecible. Mi chica se dejó hacer, pues le producía gran relajación que le tocaran el cuello, y el chaval se excitaba cada vez más al poder tocar ese cuello tan desnudo y tan sexy.

  • ¿Te gusta lo que te hago?

  • Sí.

  • Tienes un cuello muy bonito.

Mi chica se relajaba cada vez más, y estiraba el cuello todavía más, con lo que su escote quedaba todavía más descubierto. La mitad de sus pechos estaba al descubierto, y el chaval no pudo aguantarse más al ver semejante espectáculo: desde el cuello , y aprovechando que mi chica estaba casi dormida, fue bajando poco a poco hasta casi el comienzo de sus pechos, pero sin llegar a tocarlos. Tocaba todo lo que dejaba ver el escote menos los pechos. Mi chica estaba tan absorta que no le decía nada ante ese descaro. Volvió a repetir la operación, yendo desde su cuello otra vez hacia abajo, tocando su descubierto esternón pero sin llegar nunca a tocar el comienzo de sus pechos. Lo hizo hasta 4 veces, hasta que en la quinta se atrevió a ir más allá y llegó a rozarle la cadenita que cruzaba su canalillo. Mi chica seguía absorta, el chaval estaba empalmadísimo de ver lo que le estaba haciendo a mi chica, y ya no lo pudo resistir más.

Después de rozar la cadenita del escote, volvió a subir hasta su cuello, se lo masajeó un poco, volvió a bajar muy despacio por su desnudo esternón, tocó del todo la cadenita y, esta vez, le tocó el comienzo de sus pechos. Pasó el dedo pulgar un poco por el canalillo, y al ver que mi chica seguía sin decir nada, al volver a bajar desde su cuello, introdujo muy despacio sus manos dentro del escote de mi chica.

  • Mmmm... ¿qué estás haciendo?

  • Es que... te estoy viendo las tetas un montón y me aprovecho de tu escote para meterte mano.

  • Pero... ¿qué dices? ¡Me estás metiendo mano!

El chaval, ante esto, introdujo todavia más las manos dentro del escote, cogiendole las tetas a mi chica con fruición.

  • ¡Estás buenísima, me vuelve loco tu escote y tus tetas!

  • ¡Pero déjame, por favor no sigas!

  • No te voy a dejar, menudo escotazo tienes, ha sido facilísimo meterte la mano, me lo estabas poniendo a huevo.

  • ¡No, por favor ya basta!

Pero, a pesar del presunto enfado de mi chica, no intentó sacarle las manos del escote. En el fondo, le empezaba a excitar aquello. El chaval se dio cuenta y decidió chuparle el desnudo cuello mientras sobaba sus tetas por dentro del escote.

  • Me la has puesto durísima tía, ahora déjame que te meta mano porque estoy que no me aguanto.

Le sobaba tan fuerte los pechos que la cadenita que los cruzaba se soltó, dejándolos todavía más descubiertos. Mi chica seguía con el cuello totalmente estirado, con lo que el chaval tenía cada vez más fácil acceso a sus pechos y seguía chupándole el cuello.

  • ¡Ay! ¡Diosssss... ¿pero por qué me haces esto? Deja mis pechos en paz uffffff... mmmmm....

El chaval le sacó fácilmente los pechos por el escotazo, dejándoselos totalmente al aire, mientras le seguía chupando el cuello. Al sacarlos del sujetador, consiguió verle los pezones bien duros y comenzó a pellizcárselos.

  • ¿Por qué has tenido que venir con tanto escote? ¿Es que querías que te metiera la mano dentro, a que sí? Pues mira lo que te he hecho, te he sacado las tetas, ¡ja, ja! ¡Ha sido facilísimo!

En ese momento, la hermana del chaval abrió la puerta y vió un espectáculo que no se podía imaginar: su hermano de 14 años chupandole el cuello a su amiga, a la que le había abierto el escote y le había sacado los pechos.

La amiga no daba crédito a lo que le contó mi chica: lo del masaje por los hombros, su relajación, el masaje por el cuello y, después, lo fácil que le dejó sin quererlo el acceso a sus pechos. Cuando mi chica me lo contó, lejos de enfadarme, me excitó tanto que no paramos de hacer el amor al imaginarnos el morbo del suceso... y el chaval no paró de hacerse pajas recordando lo que había conseguido hacerle a mi chica.