El Escort 4: Sometida

Mi segunda cita con Carol fue en un discreto hotel, donde se me entregó por el completo y pude disfrutar de todos sus agujeros.

Dos días después de mi encuentro con Carol me envió un mensaje. Había disfrutado de lo lindo y estaba dispuesta a repetir. Quería quedar a la mañana siguiente para una sesión de sexo más larga que un polvo rápido en la cocina de su casa. Yo normalmente tenía las mañanas ocupadas con la universidad pero el dinero y el morbo merecían que me saltara las clases por un día.

Carol estaba casada y necesitaba de mucha más discreción que Doña Jacinta, que a pesar de ser una mujer pudorosa y recatada era viuda y no tenía que darle explicaciones a nadie. Por eso quedamos en un pequeño y disimulado hotelito donde se podían contratar las habitaciones por horas. Obviamente lo pagó ella, además de abonarme 150 euros por un buen rato de sexo.

Así que aquella mañana me pegué una buena ducha. Después me miré desnudo en el espejo. Mi cuerpo era esbelto pero fibroso y musculado: brazos fuertes, pecho duro, abdominales y abductores bien marcados,… entre las piernas colgaba el grueso y largo falo que tanto dinero me estaba procurando. El único vello corporal que no me depilaba completamente era el púbico, aun así estaba recortado y arreglado. Me peiné el pelo castaño corto y practiqué la sonrisa y la mirada de chico malo que tanto le había gustado a Carol. Los ojos verdes sabían transmitir una mezcla de deseo y malicia que derretiría a mi clienta.

Después me vestí con unos vaqueros y una camiseta y en lugar de coger el metro para ir a la universidad me dirigí al centro de la ciudad. Poco antes de llegar al hotel Carol me mandó un mensaje con el número de habitación y me preguntó con ansia si tardaría mucho en llegar. Por lo visto la cuarentona se estaba muriendo de ganas por un poco de polla. Le respondí que en un par de minutos llegaría y sonreí pensando en aquella pija aburrida que se había sometido a mi pene en la misma mesa donde acostumbraba a cenar con su marido y su hija.

No me equivoqué al pensar que Carol me estaba esperando con ansia. La puerta de la habitación del hotel estaba ajustada. La estancia no tenía de nada especial. Pequeño, con una cama doble en el centro, una neverita a un lado y una puerta que daba al cuarto de baño. Lo que más destacaba era la mujer que había venido a follarme y que me esperaba plantada en medio de la habitación.

La única ropa de Carol era un sexy conjunto de lencería de encaje. El sujetador, el tanga y el liguero eran de un color rojo chillón. Las medias eran de seda negra. Le sentaban de miedo a su cuerpo esculpido por las horas de gimnasio. A sus 44 años tenía unas formas impropias para su edad. Era esbelta y se notaba que estaba en forma, incluso en su vientre plano se medio percibían los abdominales y tenía los brazos algo más musculosos que lo normal. No era culturista ni nada por el estilo pero se notaba su obsesión por el culto al cuerpo. Lo mejor de su físico, al menos para mí, era su trasero subido, respingón y duro como una piedra. También los senos, operados y de talla 95, me ponían muchísimo. Prietos ahora por el sujetador parecían a punto de explotar. La melena rubia ondulada estaba suelta por su espalda. Sus ojos azules me tiraron una mirada lasciva, cubiertos a medias por las morbosas gafas de pasta blanca. Noté que se había quitado el anillo de casada. Era como un símbolo, como si aceptara consumar aquella infidelidad.

-Estás buenísima. - Le dije nada más verla y cerré la puerta de la habitación.

-Aquí te he dejado el dinero. - Me respondió. Quería solucionar el tema económico antes de empezar con la acción.

En una pequeña mesa que había al lado de la puerta había tres billetes de 50 euros. Me los guardé en el bolsillo del pantalón y empecé a desnudarme para igualarme a ella. Me quité los zapatos y los calcetines sin dejar de mirarla. Lo siguiente fue la camiseta. Me bajé los pantalones y me quedé en calzoncillos, unos slip azules. Caminé hasta ella y la abracé. La rodeé con un brazo para agarrarla por el culito respingón y otra se coloqué detrás de la cabeza, entre los ondulados bucles de su melena rubia. Respondió a mi beso con ansiedad y sus manos recorrieron también mi trasero y espalda. La buena de Carol iba caliente como una estufa.

-¿Hoy también quieres un poco de sexo duro? - Le pregunté separando mis labios de los suyos con una sonrisa.

-Si. Eso me gusta, y… - Dudó unos instantes, así que volví a besarla con lengua para después decirle:

-Ya te lo dije el otro día, puedes pedirme lo que quieras. Me pagas para divertirte. - Mi sonrisa era seductora, canalla y mis ojos verdes la miraban con lascivia.

-Me gusta el sexo duro y me gusta que me hablen sucio. Quiero que me hagas sentir un poco… golfa. Eso me pone muchísimo. -Confesó.

-Bueno, eso es porque en el fondo eres una golfa. - Le dije con tono juguetón.

Caminé un par de pasos, empujándola conmigo hasta que no tuvo más espacio. Quedó con la espalda apoyada en la pared. Empecé la caricia por el cuello, lo apreté suavemente y bajé la mano hasta el pecho operado cubierto por el sexy sujetador de encaje. La otra mano resiguió su vientre plano y llegó a la entrepierna. Con la palma presioné un poco el sexo, frotándolo. Cuando la besé acabé mordiéndole y tirando del labio inferior. Mis atenciones y el deseo acumulado de la mujer surgieron efecto y noté como se estremecía, a cada momento más excitada.

-Estás de suerte Carol porque yo se tratar a las cuarentonas golfas como tú. - Mis dedos palparon la rajita. A través de la ropa interior sentí el calor que desprendía su coñito. - Sólo necesitan un poco de rabo…

-Si, quiero tu rabo. - Respondió frotando el paquete por encima mi slip. Los besos y manoseos también me habían excitado y la polla se definía dura y perfecta a través de la prenda. - Me encanta tu gran polla… - Repitió.

-Dime la verdad, la tengo más grande que tu maridito verdad. - Si quería que le hablara sucio y la hiciera sentir un poco zorra aquella me pareció la mejor táctica.

-Si… mucho más grande. Hace años que no me folla como tu lo hiciste el otro día. Joder, creo que nunca me ha follado así.- La voz se le notaba temblorosa y la razón no era otra que mi manos acariciando su sexo con habilidad y sobando sus pechos, ora uno ora otro.

-Pobrecita furcia. - Le dije burlón. - Ya te daré yo lo tuyo. - La besé otra vez con lengua.

Lo siguiente que besé fue su cuello. Le dí un poco de espacio para poder rodear su espalda y desabrocharle el sujetador. Tiré la prenda sobre la cama y dejé la garganta para ocuparme de aquellos pechos operados redondos como pelotas. Agarré los dos con sendas manos y los acaricié con los dedos. Incliné la cabeza y los lamí. Cuando mi lengua repasó uno de los pezoncitos pequeños, rosados y ahora empitonados se estremeció. Continué comiéndole la teta un poco más antes de arrodillarme.

Enfrente de mi cara quedaron sus sugerentes braguitas rojas. Posé la boca encima de ellas y presioné. Lamí por encima de la tela, siguiendo el contorno de su rajita. Las manos las tenía en sus muslos y los acariciaba. Tanto su piel como las medias de seda se sentían muy suaves.

-Me apuesto lo que quieras a que el picha corta de tu marido tampoco sabe comerse un coño como Dios manda. - Le dije mirándola a los ojos. Me daban mucho morbo, azules, grandes y con las gafas de pasta.

No me respondió, sólo me puso las manos en la cabeza y disfrutó de como mis labios besaban la cara interna de sus muslos. Había tenido la previsión ponerse las braguitas por encima del ligero así que no tuve ningún problema a la hora de bajárselas. Las deslicé por las medias negras y las dejé en el suelo. Le puse las manos en el culo y tiré hacia adelante su cintura. Mi cabeza quedó entre los muslos, con el coñito al alcance de mi boca. Lo tenía precioso, todo depilado, rosado, delicado e impropio de una mujer de su edad que encima había sido madre. Tan distinto al de Doña Jacinta pero igualmente apetecible.

Primero lo besé suavemente para a continuación reseguir con tan sólo de la punta de la lengua su rajita. Chupé suavemente los labios vaginales, disfrutando de ver como se hinchaban, abrían y mojaban. La segunda vez que le metí la lengua lo hice más profundo. La tercera directamente se la metí dentro de la cueva y la moví como si fuera un molinillo. Regresé a los labios vaginales para encerrarlos entre mis labios y tirar de ellos. Los chupaba como si estuviera sacando todo el jugo.

-Oh Lucas… Joder… que rico…. - La escuché gemir y noté como crispaba los dedos que tenía en mi cabeza.

Decidí darle el primer orgasmo. Para eso me ayudé de las manos además de la boca. Con una le separé bien los labios vaginales para descapullar el clitoris. Le metí dos dedos de la otra mano dentro del coño. Lo saqué y metí varias veces, muy rápido. Lamí, sin parar, el expuesto botoncito del clítoris. Carol no lo resistió. Las piernas le temblaron y suerte que tenía la espalda apoyada en la pared si no creo que se hubiera caído. Llegó al clímax y se deshizo en mi boca como si fuera un azucarillo en el café caliente.

-Oh… sí… Lucas...Lucas… - Gimió mi nombre en el momento que se corría.

Una vez alcanzado el orgasmo me puse de pie. Le agarré la garganta con una mano y apreté suavemente, lo suficiente para que le costara coger aire. Mi rudo gesto la sorprendió y abrió mucho los ojos azules. Intentó respirar a grandes bocanadas.

-Mira como me has dejado los dedos… te has corrido como una cerda. - Le dije sonriendo.

Le puse los dedos que antes habían estado en su interior en la boca. Automáticamente los chupó con vicio, saboreando el fruto de su propio coño. Los dejó lustrosos, llenos de saliva donde antes había estado su flujo vaginal. También mis labios estaban empapados de su esencia. Saqué los dedos de su boca y la besé con lengua sin soltarle el cuello ni dejar de presionarlo. Lo solté para poner las manos en sus hombros y obligarla a ponerse de rodillas con la cara frente de mi falo. En los slip se notaba el enorme bulto de mi verga. Ella abrió la boca y la puso encima de la erección, en el tronco de la verga.

-Te mueres de ganas por comertela. -Afirmé.

-Si. Quiero tu polla en mi boca. - El tono de voz era ronco y lascivo. - Quiero tu polla en mi coño. - Sacó la lengua para lamer el bulto del calzoncillo. - Y la quiero en mi culo.

Carolina me ofrecía todos sus agujeros. Pensé que iba a gozarlos uno a uno e iba a comenzar por su boca. Ella me estaba ya bajando los calzoncillos para descubrir mis 22 cm. Agarró la base de la verga y lamió el glande varias veces. Se lo puso entre los labios y lo mamó ayudada por el movimiento de la mano. No lo hacia nada mal… pero decidí llevar la iniciativa. Al fin y al cabo mi clienta me había pagado por un poco de sexo duro.

-Eso es zorra… comeme el rabo. Ya que tenías tantas ganas te vas a atragantar con él. - Le aparté la mano del pene, le puse la mía detrás de la cabeza y la empujé contra mí.

Toda la verga entró en su boca, hasta la campanilla. Ella no intentó apartarse, al contrario, gozó como la polla la ahogaba. Le zarandeé la cabeza un poco, obligándola a hacerme una garganta más que profunda. Comenzó a babear de manera exagerada. Se le escapaba la saliva por las comisuras de los labios y le caía a los pechos. Estuve un par de minutos así, follándole la boca sin ninguna piedad.

-¿No querías polla?… pues toma polla. - Gruñí.

Agarré un mechón de pelo y lo tiré hacia atrás, obligándola a sacarse la babeada verga de la boca. El segundo tirón de pelo fue hacia arriba. Así la puse de pie. Su cara tuvo un rictus de dolor pero no se quejó. Al contrario, buscó mi boca para que se la besara, le metiera la lengua y le mordiera el labio inferior.

Con otro tirón de pelo la llevé hasta la cama. La empujé para tenderla sobre ella. La coloqué tumbada boca arriba. Le levanté las piernas y me las apoyé una en cada hombro, poniéndome de rodillas sobre la cama. Encaré la verga y se la metí. El orgasmo la había lubricado de tal manera que la polla se deslizó hasta el fondo de su estrechito coño con una increíble facilidad. Dejé caer el peso de mi torso sobre sus piernas y empecé con las embestidas. Su chochito acogía mi miembro como un guante caliente y húmedo.

-Ya te he dicho que sabía ocuparme de las golfas como tú. - Le dije al ver su cara desencajada por el placer de tener mi grueso falo dentro.

Mis embestidas eran poderosas. Al principio no le daba muy rápido pero si que le sacaba casi toda la polla y se la metía otra de vez con un golpe seco. Poco a poco aument

é

la velocidad del mete saca. Con ello también me apoyaba más en sus piernas. Las rodillas acabaron pegadas en su pecho y era como si yo estuviera tumbado sobre sus muslos. Los rostros acabaron muy cerca el uno del otro y podía sentir su aliento cada vez que gemía. Tenía los ojos azules turbios y las facciones deformadas en una expresión de puro placer.

-Que pasa Carol… - Gruñí, hablándole de manera sucia y humillante. - … ¿Tu marido no te folla así?… ¿No sabe tratar a las zorras como tú como se merecen?… ¿Por eso me tienes que pagar por… un poco de polla?… pero sabes una cosa… la autentica puta… eres tú…

-Si… no… - Carol jadeaba sin parar y le costaba articular las palabras. -… ogh… soy una puta...

-¿Vas a correrte otra vez? ¿Vas a correrte en mi polla? -Le pregunté y después le escupí, dos veces. La primera acerté dentro de su boca y la segunda se estrello contra sus mejillas y en el cristal de las gafas.

-Si…

sí…

Gimió

.

Oh… Lucas… no pares.

-Después me correré yo… en tu carita de guarra.

Continué en esa posición un rato más. Encima de ella, con sus piernas en mis hombros y taladrando su coñito con un constante y vertiginoso martilleo. Las paredes interiores de la vagina envolvían el falo y podía notar las contracciones. Su cuerpo se estremecía debajo del mío y al final llegó a un segundo clímax. Lo noté en esas violentas contracciones en su sexo y por una nueva oleada de caliente humedad. Mientras se corría no paraba de susurrar mi nombre entre gemidos.

-Oh… Lucas sí… Lucas… Lucas… -

Le saqué el falo del coño. Me desplacé por la cama para poder ponerle la polla al lado de la cara. Esta me la sacudí con fuerza, ansioso por llegar al orgasmo.

-Te lo he prometido… voy a correrme en tu carita… -

-Si, correte en mi cara. - Dijo abriendo la lengua y lamiendo el glande mientras yo me pajeaba.

Los chorros de esperma salieron disparados en todas direcciones. Acertaron en su boca y lengua, en sus mejillas y en los cristales de las gafas de blanco. Parecía un cuadro abstracto, toda manchada de goterones de blanco y espeso esperma. Ella recuperó parte de ese semen limpiándose con los dedos y llevándoselos a la boca.

-Que leche tan sabrosa. - Dijo con vicio, levántandose de la cama. - Me has dejado las gafas perdidas. - Se las sacó y comprobó el estado de los cristales llenos de mi semilla. - Voy a limpiarlas y a limpiarme un poco. - Añadió caminando hasta al baño. Su culito desnudo y la melena rubia y ondulada cayendo por la espalda eran un visión sumamente erótica.

-No tardes… que empezaremos el segundo asalto. -

(…)

Carol quiso tomarse un pequeño descanso cuando regresó del baño. Sus gafitas de pasta volvían a estar limpias, al igual que su rostro. Se recostó en la cama. Se encendió un cigarrillo y fumó en silencio. Yo estaba tumbado a su lado. Verla fumar, desnuda, sólo con las medias negras y el liguero, era también una visión muy erótica. Alargué la mano y acaricié su vientre. En seguida la subí para hacerme con uno de los pechos. El siliconado seno parecía una montaña esférica. Lo apreté suavemente, frotando el pezoncito rosado.

-

¿No has tenido suficiente? - Preguntó complacida al ver mis ganas de seguir disfrutando.

-No, las maduritas guarrronas como tú me ponen demasiado. - Le respondí con mi mejor sonrisa y una caída de mis ojos verdes. -

Además, estás demasiado buena para controlarme. - Ninguna mujer es inmune a los piropos y el mío le gustó. -

Deja el cigarrillo y ven aquí.

Nada más dejó el cenicero con el cigarrillo en la mesita de noche la agarré por las brazos para sentarla a horcajadas sobre mí. La abracé y la besé. Ella respondió al beso y las dos lenguas estuvieron unos minutos danzando juntas. Mis manos recorrieron su espalda y sobre todo sus respingonas nalgas, que apretaron y amasaron. Enseguida notó como mi polla volvía a la vida y se recuperaba después del orgasmo. Ella coló una mano entre nuestros cuerpos y la agarró.

-

M

e encanta tu polla. Te la voy a poner dura… -

Susurró.

Reptó por mi cuerpo, besando mi pecho, mis abdominales y mis muslos. Cuando se quedó con la cabeza entre las piernas sujetó el falo y se lo puso en la boca. A estas alturas ya estaba bastante morcillón y sus labios y lengua acabaron de hacerlo crecer. Mientras mamaba me miraba a los ojos con su morbosa carita, con las gafas que tanto me ponían y una expresión viciosa en el rostro.

Chupó el glande como si fuera un caramelo, lo cubrió de lametones y besos. Resiguió todo el tronco con los labios y no se olvidó de los testículos. Agarró la verga, la pajeó y se puso uno en la boca. Lo chupó y succionó. Aquella hembra era una excelente mamadora.

-

La chupas muy bien

. - Le dije, agarrándola por

los hombros y sacándola de entre mis piernas. - Eres una zorra de primera.

-Si, lo soy. - Dijo con voz lasciva. - ¿Vas a castigarme por ser una zorra? -Preguntó provocativa.

-No, voy a darte lo que te mereces. - La besé, con lengua, mordiendo sus labios y la coloqué a cuatro patas sobre la cama. - Seguro que te mueres de ganas por que te la meta por el culo… ¿Eso te gustaría?

-Si,… me encanta que me den por detrás. - Ya me lo había dicho antes en la pasión del momento. - Pero nunca me han metido una polla tan grande como la tuya.

-Mejor. - Le respondí. - Así estará más estrecho.

La coloqué a cuatro patas sobre la cama y con el culito en pompa. Yo me puse detrás de ella para preparar aquel agujero para el grosor de mi polla. Lo mejor sería empezar con un húmedo y profundo beso negro así que me dispuse para darle una lenta comida de culo. Comencé besando las nalgas antes de separarlas y repasar con la lengua la raja del trasero. Volví a la nalga para morderla. Era durísima.

-¡Agh! - Escuché su quejidito.

-Tienes un culo delicioso. - Me justifiqué antes de volver a hundirme en la raja.

Me centré en el agujero del ano. Escupí en él y lo chupé. Me tomé mi tiempo pero finalmente metí la punta de la lengua en aquella entrada trasera y penetré. La carne del ano cedió un poco y pude meterla un poco más hondo. Mi lengua parecía una serpiente excavando un agujero en la tierra. Reptaba, introduciéndose dentro una y otra vez. Usé mucha saliva, consciente de que no tenía más lubricación a mano.

Durante un buen rato estuve degustando el saladito ano de Carol. Empezaba a estar más abierto, perfecto para seguir la dilatación con un dedo. Apenas penetré con la falange y ella dio un respingo. Debía notar la presión de mi dedo empujando, hurgando, abriendo,… Primero lo metí y saqué varias veces para acostumbrar de mi presencia a la carne. Después lo moví en círculos, dilatando un poco más. Escupí varias veces y probé suerte con un segundo dedo. Me costó meterse-lo pero al final pude hacerlo. Jugué un rato con ambos dedos en el ano de Carol. Los saqué para poder volver a hundir mi boca en el culo. Lo devoré, la penetré con la lengua y volví a depositar una generosa dosis de saliva. Cuando de nuevo la perforé con los dos dedos entraron con bastante más facilidad.

La otra mano no la había tenido ociosa. La tenía entre los muslos de Carol y le acariciaba el coñito. De la misma manera que su ano estaba dilatándose y abriéndose a marchas forzadas su sexo se calentó, hinchó y mojó. Las yemas de mis dedos acariciando sus labios vaginales y mis otros dos dedos entrando y saliendo de su coño la hacían calentarse más y más por momentos.

-Metémela ya. Quiero tu polla en el culo. -Carol creía que ya estaba lo suficientemente dilatada y lo que era seguro es que volvía a estar cachonda perdida. -

-Suplica… quiero escucharte suplicar.

-Te lo suplico. Por favor. -

-Eres una zorra insaciable. Voy a partirte en dos. - Me escupí en la mano y me pajeé para aumentar un poco más la lubricación.

-Si parteme en dos. - Estaba ansiosa por ser sodomizada por mis gruesos 22 cm.

Me afiancé con las rodillas sobre la cama. Puse el glande en la entrada trasero de Carol. Presioné un poco y penetré un centímetro. Ella se agitó y soltó un resoplido de dolor. No me extrañaba. A pesar de la dilatación previa la carne luchaba por expulsar la barra de acero que era mi polla. Empujé un poco más, introduciendo dos centímetros más de verga.

-Agh… duele… -Se quejaba pero no me decía que parara.

-Pero si te encanta furcia. - Le dije, la agarré por la cintura con las dos manos y metí un poco de más de pene. - Querías mi rabo en el culo y lo tendrás.

Poco a poco fui abriéndome pasó, usando el pene como un ariete que quiere rendir la fortaleza. Ella continuó resoplando y quejándose pero aparte de dolor se notaba que disfrutaba. Apoyó la cabeza en la almohada y se metió la mano entre las piernas. Se masturbó mientras yo iba empujando hasta meterle toda la polla en el culito. Una vez ya la tenía clavada empecé a moverme. Primero poco a poco para acostumbrar el ano. Yo también tenía que acostumbrarme a tener la polla apretada por aquella caliente y muy estrecha carne. Me envolvía de una manera sublime.

-Oh si… que rico… que rabo… oh… Lucas… - Gimió.

La respuesta fue aumentar el vigor de las embestidas. La agarraba por las caderas con fuerza y comencé a darle de verdad, con velocidad y toda mi energía. Más o menos medio pene salía y entraba. Seguro que le dolía pero gozaba como una perra. No había dejado de masturbarse y los quejidos se alternaban con toda una sinfonía de jadeos y gemidos de placer.

Solté una mano de las caderas. La melena rubia estaba desparramada por su espalda. Agarré una buena porción y tiré de ella hacia atrás. Ella gritó, sodomizada y sometida, con el pelo tirado y el cuerpo tenso. La levanté así y puse en la boca en su oreja. Le chupé el lóbulo y después se lo mordí.

-Dime zorra. - Le susurré. - ¿Que diría ahora el picha corta de tu marido? ¿Que dirían tus amigitas pijas si vieran lo que gozas mientras un niñato de 19 años te encula?

-Oh… eres un cabrón… eres malo… - Respondió.

Le solté el pelo. Una mano la mantuvo agarrada, pero por el cuello. La asfixié un poco, apretando la garganta. La otra mano se hizo con una de las tetas. Clavé los dedos en la silicona con fuerza. Mi polla no paraba de martillear su culo una y otra vez. Ella seguía masturbándose, moviendo la mano en círculos sobre su clítoris.

-Venga furcia… dime la verdad. - Continué. - ¿Sabe el cornudo de tu marido lo puta que eres?… ¿Le has contado a tus amiguitas que me pagaste 50 euros para que te echara un buen polvo en la cocina? -

-No… no he dicho nada… -Susurró. Apenas la dejaba respirar, apretando su garganta con la mano.

-Perfecto… una putita bien discreta. - Yo también jadeaba por el esfuerzo constante de perforar su trasero con virulencia con que lo hacía. - Pero una putita al fin y al cabo.

La solté y la empotré contra la cama poniéndole una mano detrás de la cabeza y empujando. Apoyé casi todo el peso en su cuerpo. Mi falo se deslizaba por su culito con suma facilidad ya. La violenta sodomía le había abierto el trasero. Con la otra mano le aparté la suya de la entrepierna para ser yo quien la masturbaba. Estaba tan caliente que decidí frotar su clitoris con las yemas sin demasiada delicadeza. Era una manera de torturarla con el más puro placer.

-¡SI...OH LUCAS… SI! - Gritó.

-Venga zorra… correte… con mi rabo… en tu culo… que después te lo llenaré de leche… - Le dije.

-¡Si! … Llenáme de leche… damela… oh…. Me corro… me corro… ¡ME CORRO! - No hacía falta que lo chillara pues lo noté perfectamente en las convulsiones de su cuerpo.

El orgasmo la dejó casi inherte sobre la cama. Aparté la mano de su entrepierna y me relajé. Una vez conseguido el placer por el que me había pagado y la había dejado satisfecha era hora de concentrarme en mí. Antes de su orgasmo había estado centrado para aguantar las carnes palpitantes de su ano pero ahora pude disfrutarlas en su total plenitud. No aguanté mucho y descargué mi segunda salva de la mañana dentro su culo. Los chorros de semen debían de haberle llegado hasta el intestino por la violencia de la corrida. Exhausto le saqué la polla del trasero y me tumbé en la cama. Ella se acomodó a mi lado, también exhausta, sudorosa y sobre todo convencida que los 150 euros habían valido la pena.

(…)

20 minutos después ambos salíamos de la habitación, duchados y vestidos. Carol me despidió el parking del hotel y me prometió que no tardaría en volver a llamarme para solicitar mis servicios.

Continuará…