El esclavo Griego

La historia de un señor griego y su esclavo, al que trata como a su hermano, que le ayuda a descubrir grandes cosas.

Desde que mi padre murió hace unos tres años la vida no me ha ido del todo mal. La hacienda familiar se ha multiplicado por dos y podré vivir holgadamente el resto de mis días.

Mi familia es una de las más poderosas de toda Atenas. Desde que recuerdo por mi casa han desfilado todo tipo de embajadores, senadores y demás personajes importantes. Sin embargo desde que mi padre murió esto ha dejado de suceder, pues yo no soy tan dado a los grandes banquetes y fiestas bacanales que mis padres gustaban ofrecer a la alta sociedad Ateniense. A él siempre le gustó la ostentación y el lujo, por eso me puso el nombre de Marco, pronosticando que sería un nombre que resonaría a través de los siglos.

Desde que el no está la casa está más silenciosa, pero noto un ambiente mucho más feliz. Los esclavos y esclavas trabajan con alegría y sin temor. Esto lo he instaurado yo, porque no creo en estos modos de vivir. Tengo que agradecérselo a mi padre también. Desde pequeño me envió a estudiar a la Academia, en donde junto con los mejores de toda Grecia estudié la filosofía y las formas de gobierno. Ahora las estoy poniendo en práctica. Allí es donde se forjó todo mi carácter.

Tengo que decir que siempre he sido un chico bastante inquieto, y a pesar de mis 27 años tengo bastante experiencia en la vida, sobretodo después de lo que voy a contar.

Mis años en la academia no los pasé solo. Mi padre no iba a consentir que estuviese solo en ese ambiente, por lo que dispuso a mi lado a un esclavo que compró expresamente para mí. Le puso por nombre Telémaco, porque siempre fue un admirador de Homero y le pareció ideal, sobre todo porque le colocaba a él en el puesto de Ulises, su padre. Telémaco tenía exactamente la misma edad que yo, con un carácter reservado y muy prudente. Años de convivencia estrecha con él me indicaron que prácticamente había nacido esclavo y que no conocía la libertad. Que Telémaco me acompañase a la Academia tenía un claro fin, y era el de preservarme a mi de los "tratos" que los profesores dedicaban a los alumnos. Allí era normal que después de clase, los profesores enseñasen a los alumnos artes amatorias, en donde sobre todo quedaba saciada la libido de los mismos. A mí nunca me tocaron, porque siempre Telémaco se adelantaba a ello. Jamás presencié ninguno de esos actos, pues me daba soberana vergüenza ver como mi amigo, porque siempre lo he calificado así, era sodomizado en mi lugar.

Así fuimos creciendo, y gracias a la estancia en la Academia, Telémaco también estudió a los grandes, pudiendo seguirme intelectualmente en todo. También practicábamos mucho deporte, pues no teníamos otra ocupación, destacando Telémaco en todos ellos. Mi padre siempre decía que los esclavos siempre destacaban el todo lo manual, a lo que yo siempre respondía que Telémaco destacaba también en el plano intelectual.

Fuimos creciendo y nuestros cuerpo se fueron cincelando a la vez que nuestras mentes, por lo que al concluir la etapa de crecimiento y comenzar la juventud nuestros cuerpos podía igualarse a los de cualquier estatua de dios griego. Telémaco se igualaba a Apolo, con una cabellera rizada de sedoso cabello rubio. En todo su cuerpo no se encontraba ni un solo bello, supongo que característica de su raza. Sus rasgos faciales bien cincelados hacían que todas las esclavas de nuestra casa se fijasen muchísimo en él. Yo por el contrario me parecía más a Hermes, mensajero de los dioses, mucho más ligero que Telémaco, le ganaba en las pruebas de velocidad, pero él siempre me ganaba en las de resistencia. Mi cuerpo también estaba bien labrado y gracias a ello comencé mis escarceos amorosos entre las hijas de los mismos embajadores que antes habían visitado mi casa.

Siempre hubo muy buen trato entre nosotros, Telémaco a la muerte de mi padre pasó a ser mi mano derecha, dejando a un lado al viejo eunuco de mi padre, que hasta ahora se encargaba de la administración de la casa. En una ocasión, mi padre quiso castrar también a Telémaco, a lo que yo me opuse tajantemente, alegando que nunca ocuparía dicho puesto, sin embargo tras su muerte no se me ocurrió mejor persona.

Así, los dos, gracias a nuestra formación y nuestro trabajo conseguimos que el capital familiar se multiplicara. Yo, en agradecimiento, dejaba que Telémaco viviera felizmente, casi en libertad, a lo que no me atrevía, porque estaba gravemente penado. Sabía a ciencia cierta la libertad que se estaba tomando con las esclavas de mi casa. el eunuco siempre tuvo debilidad por las esclavas bellas, y él se estaba aprovechando de tanta belleza junta.

Una noche, le invité a que me acompañase en una de mis salidas amorosas. Tenía que encontrarme en la playa con la hija de un importante senador y no me daba buena espina, como pensé, al llegar no la encontramos a ella, sino a toda una trupe de guardias de su casa. Casi no nos dimos cuenta y los teníamos encima. Solo esforzándonos al máximo y gracias a nuestros bien entrenados cuerpos logramos vencerlos a todos. Malhumorado y con una calentura de campeonato, volvimos sobre nuestros pasos.

Al llegar a casa, me retiré a mis habitaciones, y asomado a la ventana, vi como Telémaco se encaminaba hacia una de las barracas. Pensé que quizás, dado la amistad que nos unía no tendría inconveniente en dejarme a solas con alguna de sus "amigas".

Llegué a la puerta de la barraca justo en el momento que comenzaban los gemidos. Eran escandalosamente altos, y no pude resistir la tentación de asomarme por la ventana. Es espectáculo era impresionante. Era como ver a los dioses copular. El, majestuoso, empujaba una enorme polla dentro de una bellísima esclava de rasgos africanos. Ella, tumbada de espaldas sobre un jergón jadeaba y resollaba como una yegua en celo. Allí, escondido, me olvidé de mi propósito durante unos instantes, sobre todo al ver el tamaño de la picha de mi esclavo. Jamás lo había visto desnudo, pues siempre jugábamos vestidos, a pesar de ir en contra de la costumbre de mi país. Y a los baños públicos nunca había accedido a entrar, porque se prohibía la entrada a los esclavos.

De repente reaccioné, me di cuenta de lo empalmado que estaba y de lo que estaba haciendo. A mi amigo, al que desde pequeño habían sodomizado por mí, era en realidad un gran macho y a mí me estaba gustando. Pensé que a él le gustaban las mujeres, a pesar de todo el trato recibido en la Academia, pues podría haber elegido a cualquiera de los jóvenes que trabajaban en el servicio de la casa. Decidí alejarme, y olvidarme de este hecho. Sin embargo, cuando llegué a mis habitaciones, encontré a una bella sirvienta, que me esperaba en mi cama, ataviada con delicadas sedas y bien perfumada. Me dijo que me esperaba desde hacía rato. Sin pensármelo dos veces la despojé de sus vestidos y la follé como nunca antes lo había hecho. Estaba superempalmado, mi polla palpitaba y deseaba más. Ella se sorprendió de su tamaño, y auque no es tan grande con la de Telémaco, si se sale de la medida estándar con sus 18 centímetros. La follé como cuatro veces, sin contemplaciones, saltándome todo el protocolo de caricias y besos. A pesar de eso, ella debió tener por lo menor cinco orgasmos, gritando como una loca que por favor no parase.

Cuando desperté, lo hice desnudo en mi cama, y a mi lado estaba Telémaco con una media sonrisa en la cara. De repente lo comprendí todo. Él la había enviado para contentarme y calmar mi calentura dado el fracaso de mi salida la noche de antes. Me cubrí instintivamente, al recordar el tamaño de la polla de mi amigo. El se extrañó, pues nunca lo había hecho antes, pero no dijo nada. Pasaron lo días y no podía apartar de mi mente ese pedazo de carne unido a ese cuerpo de dios; y tenía que verlo otra vez. Así que idee un plan. Con pretexto de agradecerle el detalle de la noche anterior, le regalaría un rato con una de las mejores prostitutas de la cuidad. El aceptó encantado y la cosa quedó concertada. Lo visitaría en las habitaciones de mi casa, en donde yo podía observar a gusto sin perderme ningún detalle.

Se bañó y le presté un traje típico de aristócrata, consistente en una túnica envuelta alrededor del cuerpo, dejando las piernas y los brazos al descubierto. Estaba impresionante. Con sus macizas piernas bien marcadas por la túnica y sus impresionantes brazos, casi me corro de la impresión. Para entonces ya intuía lo que fluía por mis venas, aquello que mi padre siempre temió y por lo que Telémaco me acompañaba a la Academia.

Ella llegó acompañada de una esclava y los dejó solos. Yo observaba desde detrás de un tapiz. La acompañó amablemente hasta unos sillones y allí ella comenzó a besarlo muy despacio. Recorriendo todo su cuello, que era fuerte como el de un toro. Después lo acarició por los muslos, dejando entrever una descomunal erección debajo de la túnica. Él se dejaba hacer, pero con maestría la rozaba allí donde ella menos se esperaba, disimulando cambios de postura para ponerse más cómodo. De repente ella le despojó de la túnica, dejándolo completamente desnudo, y un gritito de excitación se escapó de sus labios al contemplarlo. Despacio se abalanzó sobre su polla, introduciéndola despacio en su boca. Esto le constaba trabajo, dado el tamaño de la herramienta, que debía medir por lo menor 21 centímetros. Quedaban de perfil respecto a mi situación, así que no me perdía nada del espectáculo, mientras me pajeaba de lo lindo, en mi asombrosamente dura polla.

Se la estuvo chupando durante diez minutos, hasta que él, super excitado la tiró sobre la cama y sin contemplaciones la penetró bruscamente. Ella gemía de placer, y supuse que de dolor también. La estuvo bombeando durante un cuarto de hora, hasta que finalmente se corrió en su boca. Ella se levantó con la intención de lavarse para continuar, y de repente, dejándola a ella y a mí sorprendidos, la besó, chupando su propia leche de los labios de ella. Ella se quedó sorprendida de que un macho así reaccionara de ese modo y antes de que se diese cuenta la había despedido y se encontraba camino de su casa.

A mí me sorprendió la acción de Telémaco, y esperaba que se marcharse para salir de allí y terminarme mi paja. Ensimismado en mis pensamientos, de repente corrieron el tapiz, y me encontré semidesnudo, con mi pija en la mano frente al dios de los dioses, también desnudo mirándome. No supe reaccionar y me quedé mudo, me guardé la polla y salí de mi escondite. El me miraba a los ojos, y sin cubrirse, me dijo que no tenía que avergonzarme y que estaba en mi derecho de hacer lo que había hecho. Me habló incluso de la noche en que lo vi en la barraca, y que si me divertía mirar, que él podía ayudarme a ello. Le dije que no, y que se fuera. Me asustó que no se moviese, ya que siempre respondía prontamente a mis órdenes. Le miré la picha y observé que estaba comenzando a ponerse morcillona.

Lo miré a los ojos, y me dijo que si lo deseaba que podía poseerlo, que no había ningún problema, y que sabía que no sería la primera vez. Le contesté que yo no era de esos y que se marchase.

Lo miré y me di cuenta de que lo deseaba, que era impresionante y que quería saborear esa enorme polla que ya se alzaba enhiesta frente a mí. Sin decir una palabra, me abalancé sobre ella, la chupé, la saboreé y escuchaba como él gemía de placer. La ensalivé para que después la metiese en mí. Nunca lo habían hecho, pero me calentaba ante esa posibilidad, además, era algo que se reconocía públicamente y que era bien visto entre los aristócratas. Lo dejé hacer, y se puso detrás de mí, noté como su experta lengua lubricaba todo mi esfínter para tener menos resistencia a la hora de penetrarme, y a eso se dispuso, lentamente fue introduciéndome toda su enorme polla, mientras de mi boca salía el mayor grito de placer y dolor a la vez de jamás de haya escuchado. Le dije que no parase, y que siguiese a pesar de todo y así lo hizo. Desde fuera el espectáculo debió ser impresionante, ver como Apolo follaba con Hermes, ver a dos dioses en plena cópula, y esa imagen se reprodujo en mi mente, calentándome aún más.

Se corrió abundantemente en mi interior, y después, fue él el que me chupó mi polla, que no tardó en liberar enormes chorros de leche en su boca. Así, con ella en la boca nos fundimos en un gran beso, para sellar de esta manera nuestra nueva amistad, una amistad que ha durado hasta ahora. Telémaco se folla de vez en cuando a alguna esclava, y yo lo miro, y yo hago lo mismo, mientras el mira también. Aunque lo que más nos gusta es follarnos entre nosotros, y alguna vez hemos invitado a esa amiga suya del mejor prostíbulo de la ciudad, para que esté con nosotros y ella está encantada con la idea.

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