El esclavo felpudo humano de Mara

Mara mí Ama, me muestra con todas mis habilidades a una amiga, Claudia que nunca ha disfrutado de un felpudo humano.

Mi ama Mara estaba sentada en la habitación de al lado esperando a su amiga Claudia. Como otras veces, yo iba a ser la sorpresa. Le dijo que tenia una sorpresa, un animal que trabajaría si quería para ella con mucho gusto. Un chasquido de sus dedos me indicaría que debía pasar. Sentí el timbre, el taconeo de ambas desde la puerta al comedor y luego comencé a escuchar la conversación. Mara inicia la parte más sustanciosa.

  • Claudia, tengo como sorpresa un perro muy particular, un perro alcahuete. Té limpia los zapatos a lametazos.

  • ¿Mara, no puede ser verdad, que exista un perro tan servil?. ¡Por mas perro que sea!

  • Ya vas a ver, este perro lamezapatos, como trabaja, y como lo hace hasta con gusto!.

  • No puede ser. ¡Es una broma, ni aun un perro hace esto, de lamer la suciedad de los zapatos para limpiarlos!¡ Porque tiene algo de dignidad!

Mara se rió, y continuo describiendo, mis funciones.

  • Pero además Claudia, lo puedes usar de alfombra, de felpudo, de lo que tu quieras y te lo va a agradecer. Y lo que más te va a sorprender es que es un perro de dos patas.

Antes de que Claudia respondiera a la frase que le sorprendió, Mara chasqueo los dedos. Era la indicación para que pasase al comedor. A cuatro patas me arrastre hasta ese lugar. Escuche, él "¡Y esto!", Y sin inmutarme presuroso me dirigí a mostrar mis respetos a Mara. Sus botas cortas y negras de altos tacones se hacían cada vez más grandes a mi vista. En un momento constituyeron toda mi visión y mi lengua empezó a recorrer la bota derecha. Me empecé a tragar el polvo con gusto. La puntera, el empeine, eran recorrida a lametazos.

Mara decidió demostrarle a su amiga todo su dominio sobre mí y comenzó a apurarme e insultarme.

  • Más rápido, lamebotas, más rápido inútil. No sirves ni para lamerme las botas.

  • ¡Y eso que te gusta hacerlo, reptil humano! ¡Quiero que brille, infeliz!

Cuando más me insultaba, mas me esforzaba en mi lamida. Las botas estaban gastadas y tras el cuero se adivinaban por los pliegues los pies de mi ama. Desesperado comencé a chuparla por la puntera. Sentí de repente un fuerte taconazo en mi cabeza, al tiempo que me indicaba que siguiera con la otra bota. La derecha había quedado reluciente, y ahora le tocaba a la izquierda. Nuevamente se agrando enormemente a mi vista y solo veía su puntera y el empeine que se me antojaba enorme y muy arriba mío visto los altos tacones de Mara, con su calzado numero 37. Mi mundo se reducía a esas botas sucias que estaba limpiando con satisfacción. Las dos mujeres siguieron hablando, pero Claudia me miraba de reojo. Hasta que al final le comento a su amiga.

  • ¿ Bueno, la actuación ya esta, cuanto le pagas a este desgraciado por esta forma de rebajarse tan indigna de una persona?. ¡Que le ofreces de beneficios para ser tan chupamedias!

Mara se rió con ganas, mientras retiraba la bota izquierda que ya estaba húmeda y limpia. Al tiempo que hacia eso levanto el pie derecho y me piso la cabeza en forma displicente. Sentí el peso del pie que me presionaba al moverlo para acomodarlo mejor.

  • Mira lo estas elogiando. No se merece ser chupamedias. Es en realidad un chupabotas. El único beneficio que tiene es seguir siendo un felpudo por siempre, para mí y para quien yo quiera. Esto es un premio para esta alfombra humana. ! Si quieres verlo puedes empezar a pisarlo cuando quieras. ¡Es tan alcahuete, que te va a dar las gracias!

  • No puede ser. Si no le pago, no lo va a hacer. Mira Claudia, lo va a hacer por que se lo ordeno y le gusta. Le gusta que le pisen. ¿Quieres que empiece yo? Date la vuelta perro.

Me di vuelta como me ordenaba y desde el suelo las observe. Mara se incorporo y me apoyo el pie en el pecho. Se afirmo y sentí el filoso tacón de su bota. Me miro sin verme y se dirigió a su amiga.

  • Párate y písalo, que es un trapo, ¡un felpudito!.

Dudando todavía se paro y apoyo tímidamente su pie derecho en mi pecho

  • Párate Claudia y písalo con ganas. Vamos pisotéalo.

Claudia calzaba un par de guillerminas negras con talón cerrado y con tacones muy altos. Estaban sucias por la lluvia y yo percibía cierto olor de su zapato que estaba a unos centímetros de mi cara. De a poco comenzó a alzar el pie y golpearme con el tacón. Empecé a gemir con cada golpe y Claudia mientras notaba eso veía como me ensuciaba la camisa con su pisoteo.

  • Mara, ¡lo estoy ensuciando con mis suelas sucias y le duele!
  • Claudia, le gusta y te va a limpiar ahora los zapatos y las suelas. Siéntate ya. Sigamos conversando de lo que estábamos. Ya vas a ver que al rato ni te das cuenta lo que te hace este lamezapatos. Y tu felpudo dale las gracias.

Entre gemido y gemido comencé a darle las gracias. Como podía. Claudia se había sentado y puesto a conversar con Mara de hombres. Estaban en la mesa y hasta ahí me arrastre para acercarme a los zapatos. Cada vez se hacían más grandes a mi vista. Él arrastrarme me hacia jadear, pero igual llegue rápido al zapato derecho de Claudia. Ella estaba entusiasmada en la conversación y me había dejado de prestar atención. Comencé a lamer en forma desesperada. La puntera y toda la capellada estaban algo mojadas, con olor a humedad y polvo. Mi lengua pasaba una y otra vez. A los cinco minutos mas o menos ya estaban relucientes y me había comido todo el polvo. No me anime a lamerle el pie, porque tal vez le daba cosquillas y además lamer el pie de una mujer es un premio aun inmerecido para un reptil humano como yo. Igualmente le di un beso casi con ruido, pero ella interesada en la conversación si se dio cuenta ni dijo nada. Me dirigí al zapato izquierdo y comencé a repetir la operación. La lengua parecía que se me secaba pero seguía igual. Este estaba aun más sucio y el olor era a humedad y a pie. Me trague las briznas de hierba y el polvo y las motas de barro. La desesperación por servir me hacia hacer ruido. En un momento, ya llevaba quince minutos. En ese instante hablo Mara.

  • Claudia te das cuenta que estamos hablando hace veinte minutos, y hace mas de quince que no le prestas atención a tu lamezapatos. ¡Té estas acostumbrando! Vamos dile algo, vas a ver como reacciona. Prueba a insultarlo. Por mas duro que sea el insulto igual va a seguir haciendo este trabajo servil. ¡Prueba, te va a divertir, o al menos vas a ver él limite de la alcahuetería humana!
  • Tienes razón, Mara. Hace ratos que este chupazapatos, me los esta limpiando y ni me doy cuenta. Realmente es repulsivo. Nada ni nadie puede ser tan servil. Es un perro, es sabes que, un lameculos, un verdadero lameculos.
  • Claudia, ahora tiene que dejarte lamer las suelas de los zapatos. Levanta los pies, dale una patada en el hocico antes para que te los deje, esta desesperado lamiendo, y el solo se va a acomodar debajo de ellos para seguir con su trabajo de felpudo limpiasuelas.

Claudia no lo dudo. Me dio un puntapié en mi rostro no muy fuerte pero que me dolió mucho. Retire la cara instintivamente y ella aprovecha para levantar los pies. Me acomode debajo de la suela del zapato derecho y comencé a lamer. Estaba muy sucia, con barro y con un chicle pegado. Desesperado me comí todo el barro. No es lo mismo lamer la capellada, el empeine de un zapato que la suela. Esta siempre esta mucho más sucia y siempre hay mas polvo. El olor a humedad era enorme y rancio. Me llevo como cinco minutos mascar todo el barro. Para ese momento, mi cielo estaba constituido por la suela del zapato de una mujer que ni siquiera conocía y que me estaba usando de felpudo. Mejor dicho, yo voluntariamente le servia de felpudo comiendo lo que había pisado. Continué tratando de quitar el chicle. Al final pude sacarlo en buena parte el resto debía continuar lamiendo. Claudia sintió el esfuerzo y le pregunto a la amiga.

  • ¡Mara se rebela el esclavo, ahora me esta mordiendo la suela de los zapatos!

Riéndose con ganas Mara le contesto:

  • ¡Este infeliz lo que hace es comer el chicle que vos pisaste! ¡Se alimenta de lo que yo y mis amigas pisamos!
  • No puede ser tan servil. No tiene limites realmente. ¡ Voy a probar, tiene que rebelarse en algún momento!

Y diciendo esto comenzó a pisotearme la cara y la boca con su zapato. Me aplasto la nariz que me comenzó a doler mucho mientras movía el pie de un lado a otro como quien aplasta un cigarrillo. Yo hice lo que tenia aprendido, empecé a gritar

  • Gracias ama, gracias ama, gracias ama...

Algo sorprendida, y asqueada me piso aun más fuerte, mientras yo sentía que me explotaba la nariz. Al mismo tiempo me puso el otro pie en el pecho y me apretó. Se afirmo y se paro encima de mí, mientras me refregaba fuerte la cara con su zapato, mientras yo intentaba, con escaso éxito lamerle la suela.

Me dolía toda la cara, y ya gemía. Mientras tanto me seguía insultando,

  • Perro, lamesuelas, infeliz, alcahuete, felpudo, lameculos, no sirve ni para lamerme la suela de mis zapatos!
  • Ahora me vas a limpiar la otra suela, desgraciado, que esperas, que te aplaste, cucaracha, gusano, arrastrado, reptil, hijo de puta, alfombra humana!

Mientras decía esos insultos yo le seguía agradeciendo,

  • Gracias ama, gracias ama, si ama, si ama...

Se sentó, cansada de pisotearme, y ahora estiro su pie izquierdo que apoyo sobre mi garganta con su tacón afilado, mientras la suela se movía ligeramente de izquierda a derecha. Constituía todo mi universo, el que debía limpiar ahora. Ante mi sorpresa cierto olor a excremento me llegaba. Tenia restos de excremento de perro en la suela!. Y debía limpiarla!

Comencé a lamer por los alrededores pero el hedor de la caca era penetrante y lentamente me la empecé a comer. Era lo que correspondía, limpiar la mierda que había pisado mi dueña a lengüetazos.! Me la deglutí como pude. No era mucha, y la humillación enorme. Mi cabeza se movía un poco de lado a lado para acompañar la sucia suela que se movía frente a mi boca. Me desesperaba y luego que comí y chupe la mierda hasta sacarla de la suela me dedique a lamerla en el lugar para dejarla bien limpia. Me llevo cerca de diez minutos esta tarea, mientras, indiferente Claudia seguía conversando con Mara e indolente movía el pie sobre mi cara. Esta ultima le dijo, mirándome de reojo:

  • Ya te las debe haber limpiado, es un buen lamesuelas. ¡Viste algo tan asqueroso como este infeliz, alcahuete!
  • No, Mara. Te agradezco que me hayas permitido conocer algo tan repulsivo. No tiene limites para ser servil. ¡ Y además le gusta!. Mira como le doy su premio.

Diciendo y haciendo, bajo el zapato sobre mi boca, me la piso, se apoyo en ella y paso por encima de mí, riéndose. El dolor y la presión fueron indescriptibles. Se me hundió toda la cara. En un momento quede completamente mareado.

Sentí luego las risas y el taconeo de las dos amas alejándose.

Mañana seguramente Mara volvería con otra amiga para que experimentara el placer de humillar, pisotear y aplastar un seudo ser humano.