El esclavo del profesor (9.0 Machos capturados)

Por fin llega el momento en que Rivera se encargará de convertir a Diego y de paso también a Clark en putos para su servicio sexual.

El esclavo del profesor

9.0 Machos capturados

Capítulo anterior: Aunque Clark ama a Diego, también tiene necesidades y aunque Arturo está ahí para ayudarle con esas necesidades, todo tiene su precio. Diego, por su parte, finalmente caerá en las manos de Rivera.

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Clark estaba caliente. No era para menos, desde que había conocido a Diego no había tenido sexo con nadie y de eso ya hacían varios meses. La razón era clara: A pesar de su aspecto conquistador y de macho sexualmente activo, Clark tenía principios morales un tanto incompatibles con su condición. Creía efectivamente en la fidelidad y ahora que tenía un compromiso con el joven estudiante, no podía darse a sus aventuras nocturnas, como había acostumbrado desde hacía mucho tiempo. Por supuesto, su cuerpo no sabía nada de compromisos. Una abstinencia tan prolongada aún con los desfogues que suponía el exquisito sexo oral que Diego le daba diariamente, hacían surgir de su interior los deseos más desbocados y así se sentía justo ahora. Mientras caminaba por las calles, podía intuir la dureza de su miembro contra el pantalón, sus pezones erectos dibujándose bajo la camiseta y su propia mente pensando cada 5 minutos en el maravilloso culo de su niño, al cual le había tomado una sola fotografía de incógnito en aquella ocasión en las regadoras, cuando Diego se arrodilló para recoger una llave. Clark sólo tenía que sacar su billetera para poder ver esa excitante imagen de un agujero virgen y apretado, pero en ese momento, ni siquiera necesitaba la fotografía, ya que en su mente la tenía más fresca y con más detalles, incluyendo aquellos que su lengua recordaba de todas y cada una de las veces en que el instructor había lamido, casi devorado el orificio de su amante.

Al entrar al bar, Clark pensaba en tomar unos buenos tragos, con la esperanza de que el alcohol aliviara temporalmente su malestar sexual. Mientras tomaba la primera cerveza, recorrió con la mirada el lugar, por supuesto, un lugar donde las mujeres brillaban por su ausencia, ya que ahí no eran solicitadas. Al volver la cabeza a un rincón, lo vio: Un esbelto y seductor muchacho de pelo castaño y ojos del mismo tono, con unos ajustados jeans que resaltaban unas piernas fuertes y un prominente trasero y una camisa medio desabotonada, que en conjunto le daban un aura de energía y travesura. Recargado contra la pared, el joven desconocido también lo miraba con una sonrisa divertida, luego, con un guiño del ojo, bajó su mano y la pasó rápidamente por su pantalón, como si buscara algo en sus bolsillos traseros. Clark supo que el mensaje estaba dirigida a él, ya que el muchacho sólo lo veía a él, entre la moderada concurrencia de hombres concupiscentes y lujuriosos, quienes desde hacía rato ya había reparado en el delicioso joven de ojos castaños. Clark se sintió halagado de que lo escogiera entre otros tantos y decidió acercarse. Después de todo, lo que quería era olvidar a Diego un rato y con este muchacho no tendría que pasar nada.

-Hola, yo soy Clark Randall, no soy de por aquí y quisiera saber si ayudarme.

-Claro, con gusto, Clark. Te ayudaré en lo que quieras. ¿Me invitas?

-Por supuesto, niño. ¿Cómo te llamas?

-Ramos, me llamo Arturo Ramos. Pero tú puedes llamarme "mi amor"

-¿No crees que es un poco pronto para llamarte así?

-¿Cuánto necesita usted para llamarme así?

-Deja eso. Y no me hablas de usted, me haces sentir viejo y no lo soy tanto. ¿Te invito algo?

Así había empezado la conversación. El muchacho que se había presentado como Arturo le aceptó a Clark una cerveza más, aunque al terminarla confesó que hubiera preferido algo más fuerte. Clark, quien ya iba por la cuarta para entonces, empezó a pedir whisky. Arturo bebía cautelosamente despacio mientras que Clark, emocionado por la prolongada abstinencia y por la complacencia con la que el chico dejaba que le pusiera la mano en el muslo, bebía con más velocidad y a mayor cantidad a la que estaba acostumbrado. Al poco rato, Arturo se acercó al rubio y le susurró al oído su deseo de ir a un lugar más íntimo. Clark sacó su cartera pero Arturo tuvo que tomar de ella la tarjeta de crédito y pagar la cuenta por él. Todavía con fuerzas para caminar, Clark salió del lugar con Arturo ayudándole lo necesario. Afuera, como mandado a traer, aguardaba un auto al cual Arturo hizo subir a Clark, apenas consciente de lo que pasaba

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No sabía qué me pasaba. Claro que el muchacho era hermoso y sensual, pero no acostumbro perder la cabeza por un culo tan fácilmente. Supongo que sería que en los últimos días no hacía sino pensar en eso… Diego es un niño maravilloso, me encanta sentirlo entre mis brazos, desnudo e inerme, su piel tan suave y a la vez tan caliente, como su espíritu. Lo amo y debo respetarlo pero también soy humano, por más que quiera no puedo pasar sin restregar mi verga en un culo de vez en cuando, es lo natural, lo justo y necesario para cualquier hombre. Será por eso que este chico me descontroló. ¿Cuánto he bebido? No sé… Mañana amaneceré con una cruda de mil diablos. Aquí viene de nuevo… ¿Qué me susurra?... ahh… un lugar más íntimo… No… no debería, no está mal venir y tomar algunos tragos, hablar con alguien, pero si voy con él… eso sería engañar a Diego… pero aquí está, ese firme culo, bien paradito, se ve tan apretado, se ve que este chico está ansioso de comer verga… ¿porqué no la mía? Si, vamos a un lugar más íntimo

Vaya, estoy más tomado de lo que creía, incluso fue Arturo quien tuvo que pagar… Espero poder llevarlo a mi casa… Ahh, un taxi, que fortuna… Maldición, este muchacho está caliente, tan solo ver como se ha sentado en el asiento trasero, casi me ofrece el culo… Bueno, vamos a hacerle caso… ahh, tal como lo pensaba, lo tiene duro como roca… tan delicioso, me muero por poner mi lengua entre estos dos bultos de carne, seguro tiene un culito rosado y sin pelos

Mientras Clark se entretenía metiendo tocando el culo de Arturo, el automóvil los conducía a un destino desconocido. Finalmente llegaron a un edificio, del cual no sabemos por ahora su dirección. Arturo se apeó y ayudó al alcoholizado Clark a hacer lo mismo. Lo introdujo y lo condujo tambaleante por pasillos y escaleras. Finalmente, llegaron a una habitación donde había un gran diván de cuero negro, donde el muchacho, ya cansado, arrojó al maltrecho instructor

No me puedo tener en pie, que bueno que por fin llegamos… Aquí viene, ya sabía… que bien besa… umm… y también sabe cómo prenderme acariciando mis pezones… que bien lo hace

Arturo le había quitado la camisa a Clark y lo besaba continuamente mientras sus manos jugueteaban con las sensibles tetillas del rubio, arrancándole gemidos de gozo. Pronto le había despojado de toda su ropa, salvo la sensual prenda interior de licra, que moldeaba toda su masculinidad erecta. Luego, con suaves movimientos, empezó a acariciar su cuerpo firme y atlético, desde las axilas, el voluminoso pecho y los perfectos músculos abdominales, hasta los muslos y las ingles. Ocasionalmente se acercaba y soplaba o besaba alguna parte de ese cuerpo de macho que, sin embargo, estaba a merced de sus tentadoras caricias. Ajeno a lo que lo rodeaba, Clark ni siquiera se dio cuenta de que el chofer del auto que los había transportado había bajado con ambos y ahora estaba en esa misma habitación, haciendo preparativos. En un momento, el desconocido le dio a Arturo una copa con alguna bebida, y este se la ofreció al incauto Clark.

Clark empezó a sentirse ligeramente mejor, en tanto que volvía a ver las cosas con nitidez, aunque la cabeza le daba más vueltas. Pudo enfocar la vista y observo a Arturo, quien ya desnudo, se encontraba sobre él, cuerpo con cuerpo, restregando sus mutuas vergas una con otra. La fricción excitó todavía más a Clark, quien empezó a rezumar una intensa lubricación, cosa que aprovecho Arturo para masturbarlo. Aunque no lo hizo mucho tiempo. Estimulado por la visión de esa larga y atractiva verga, el muchacho no resistió más tiempo y se sentó con fruición y placer en el miembro lubricado, clavándolo en su ajustado culo. Al instante empezó a montarlo, como un niño sobre un potro de juguete, con ese mismo gozo pintado en el rostro, mientras que Clark se maravillaba de la exquisita forma en que el culo de Arturo se tragaba su falo y lo aprisionaba como si no quisiera soltarlo jamás. Estimulado por este apetito y por la larga abstinencia, Clark se corrió a los pocos minutos, lanzando su abundante semen a chorros potentes en el interior del joven puto, quien agradecía las descargas comprimiendo aún más el miembro de Clark, tratando de sacarle hasta la última gota.

Para el instructor, la explosiva liberación de su fluido viril fue una catarsis que lo dejó sin fuerzas. Apenas eyacular, se sintió extremadamente cansado, sus piernas y brazos exánimes y sus ojos pesados. Aún antes de caer dormido, muy difusamente escuchó una voz fría y ligeramente burlona:

-Excelente trabajo, Arturo. Ahora nos encargaremos de este tipo y de Diego al mismo tiempo

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Pocas horas antes de que Clark se enfrentara al problema de saciar el culo hambriento de Arturo, Diego había terminado de presentar el examen final con Rivera, 2 horas de problemas tortuosos e imposibles. Cuando la mayor parte de los alumnos ya había terminado, Rivera lanzó una noticia que fue recibida con hastío por todos: Antes de irse, tendrían que pasar a su oficina uno por uno para discutir los términos de la calificación, ya que no sólo el examen contaba para la nota final. Diego se molestó al igual que el resto del grupo, pues de uno en uno tardarían bastante en salir de ahí

Efectivamente, cuando llegó su turno, uno de los últimos debido a su apellido (Soto), Diego se encaminó a la oficina de Rivera, desde la sala de espera donde se habían reunido los alumnos, al interior de los laboratorios del investigador. Entró y se sentó frente al conocido escritorio.

-Soto, ¿así que después de todo no dejaste el curso? En verdad me sorprende pero ni siquiera por eso se salva tu desempeño. Has tenido notas bajas y no creo que el examen te ayude suficiente. Creo que tendrás que repetir el curso, y en ese caso te recomiendo que lo hagas con un profesor tal mediocre como tú. ¿Qué tienes que decir?

-Yo no puedo decir nada, ya lo sabe. ¿De qué serviría? Mejor deje de perder su tiempo y el mío y dígame si paso o no el curso y ya. Usted será el favorito de la universidad pero ya estoy harto de sus insultos, si nunca se los devolví fue por pura conveniencia, pero ya me harté.

-Vaya, siempre creí que eras majadero, pero ahora veo que también estúpido. A mí nadie me habla así y créeme que te daría tu merecido, si no fuera porque tengo que ir a recoger a una persona muy importante. Sin embargo, tengo algo para ti que puede hacerte callar.

Rivera se dirigió a un archivero y sacó una carpeta. Regresó a su escritorio, se sentó y se la tendió a Diego

-Quiero que veas esto y espero que entenderás porqué debes comportarte mejor conmigo

Diego miró al profesor con desconfianza y luego tomó la carpeta. Al abrirla, se quedó inmóvil de la sorpresa, de la vergüenza y de la ira que sintió: Toda una serie de fotografías de él mismo, desnudo y en posiciones obscenas y humillantes, tomadas en lo que parecía ser un consultorio médico. En algunas, aparecía mostrando el culo e incluso metiéndose uno o dos dedos. Diego no sabía qué clase de mala broma era esa ni quien habría podido hacer ese ridículo montaje, aunque no podía recordar que en realidad no había ningún truco y que realmente era él quien posaba en esas fotos, controlado por las drogas del profesor. Cerró la carpeta, rojo de furia y poco le faltó para irse sobre el profesor. En cambio, le gritó exigiéndole una explicación. Rivera lo tomó con calma

-No hay ninguna explicación, ese eres tú y más te vale comportarte si no quieres que esas fotos aparezcan en todo el campus mañana por la mañana. Ahora que si no quieres cooperar, tal vez alguna en la que aparezcas acompañado podría generar mayor interés en la comunidad estudiantil

-¿Acompañado? ¿De qué coño habla?

-Sé muy bien de tu discreta relación con ese instructor de natación, Clark Randall. ¿No te gustaría que todo mundo viera con cuánto gusto le comes la verga?... Parece que la idea no te gusta demasiado. En ese caso, podemos negociar algo a cambio

-No hay nada que negociar, me das estas fotos ahora mismo, cabrón, o lo lamentarás…-Diego se incorporó parcialmente de la silla

-No quieres cooperar, bueno, eso cambiará con el tiempo

Un brazo fuerte rodeo a Diego por atrás mientras una mano le ponía en la nariz y boca una gasa con una sustancia aromática y dulzona. Diego alcanzó a distinguir el tono oscuro de la piel de su captor antes sumirse en la inconsciencia. Sin embargo, lejos de desmayarse, simplemente se dejó caer en la silla mientras el psicotrópico hacía efecto.

-¿Me obedecerás, Diego? ¿Harás lo que diga?

-Sí, amo, lo obedeceré. Haré todo lo que me diga.-El prolongado tratamiento había hecho efecto y ahora Rivera podía manipular a Diego sin siquiera tener que ejercer coerción

-Excelente, sigue al doctor Mendoza, él te preparará para recibir a nuestro próximo visitante, tu amigo Clark

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Todo está listo. Rivera está a punto de someter a Diego y Clark al reto final y convertirlos en sus sumisos esclavos. Pronto sabremos si tiene éxito o si ambos hombres saldrán bien librados de sus trampas y experimentos.

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