El Esclavo del Profesor (7.0 Dominaciones)

Diego y Arturo son sometidos al control respectivo de un apuesto instructor de natación y de un profesor pervertido. Lee cómo los chicos gozan con estos dos hombres.

El esclavo del profesor

7.0 Dominaciones

Capítulo anterior: Los planes, hasta ahora perfectos, que el profesor Rivera tenía para apoderarse de Diego, se han visto en peligro debido a que este se ha enamorado de Clark, aceptando implícitamente su condición homosexual. En este capítulo, veremos cómo de diferentes modos, dos jóvenes están siendo inducidos a placeres cada vez más perversos pero también más placenteros.

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La luz apenas entra por un resquicio que las cortinas dejaban sin ocultar, dando una sensual penumbra a la habitación. En el lecho, se escucha la respiración relajada de quien ha pasado una noche satisfecha. En la entrada, una figura envuelta en la sombras se aproxima a la cama, sin ruido. Se arrodilla en el borde y con una mano acaricia la pierna desnuda que asoma entre las sábanas: En los talones, la piel es firme, rasposa sin ser molesta. Los empeines y tobillos contrastan con su suavidad. Más arriba, la textura de los músculos se adivina por debajo de la piel y del vello. Un poco más y la mano recorre la sábana para descubrir el muslo y luego un poco más, retirando la tela de toda la mitad inferior del durmiente. El sigiloso explorador ya ha trepado al lecho y posa su rostro en la cavidad de la rodilla, que emana un vago aroma a masculinidad, que se incrementa conforme sube por la parte trasera de las piernas. Su lengua se aproxima y finalmente toca la piel a medio camino, ya casi para llegar a los dos carnosos lóbulos que quedaron al aire al retirar la sábana. El explorador ya no usa las manos, únicamente usa su lengua para subir, sentir, palpar la firmeza de la carne masculina que tiene ante sí. El suave suspiro de la respiración de hace unos momentos cesó de pronto, revelando que el hombre ha despertado. Ahora conforme la lengua recorre la superficie de ese par de nalgas, se escucha de nuevo un suspiro pero esta vez no es llano y regular, sino que aparece un poco agitado. La inquieta lengua ha aumentado la velocidad de su encuentro y ahora moja con abundante saliva la línea divisoria de ambos glúteos, como un minero que cava entre dos montes, buscando ansioso el tesoro que ocultan. Sin embargo, el explorador tiene que hacer más fuerza para llegar más adentro, por lo que se afianza en la cama y hunde su rostro con firmeza, pero sin brusquedad contra las nalgas del otro. Ahora sí, su lengua ha llegado al fondo del valle y puede tocar la sensible piel, humedeciéndola. Sube lentamente, pero antes de alcanzar su meta, es superada por la nariz, que halla un punto donde la piel cambia de textura, de color, de sensaciones y de olores. Descubre un olor limpio pero salvaje, con notas de fuerza, de vigor, de ansiedad. La nariz se hunde en ese punto misterioso, el cual se dilata muy ligeramente y tiembla al sentir el contacto. Ese temblor se expande hacia afuera, por la cadera, las piernas y hacia arriba, por el tronco y finalmente escapa en un gemido del recién despertado, un suspiro de placer in crescendo , ya que ahora la lengua traviesa sustituye a la calmada nariz y reinicia su trabajo minero, taladrando ese orificio, lubricando la excavación con saliva fluida y humectante. Ahora los gemidos se incrementan al ritmo de la lengua y se nota que el cuerpo entero está en tensión. Cada lengüetazo es un impulso al frenesí anal, estimulante de sensaciones sucesivas que se superponen hasta formar un solo y excitante continuum de placer Las sábanas han caído completamente y entre tanto, el sol que ha salido ya alumbra más a través de la rendija, permitiendo la iluminación suficiente para ver a Diego, desnudo, aferrándose con ambas manos a la cabecera de la cama, jadeando como animal en celo, mientras Clark, igualmente desnudo, se afana en devorarle el culo… ese dulce orificio que, créanlo o no, aún es virgen.

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La luz se extinguió de pronto. Esa era la señal. Cada día era lo mismo. Ya lo sabía. Ahora, podía facilitar las cosas o luchar inútilmente contra mis captores. Decidí cooperar. Cada día me resultaba más sencillo obedecer y aunque una parte de mi aún se rebelaba, esos residuos de dignidad y orgullo eran cada vez más débiles y mínimos. Me levanté del camastro de mi celda y me arrodillé, recargado contra el borde. Abrí ligeramente las piernas. Todo estaba en silencio, pero no me engañaba. No estaba solo. Sentía, adivinaba una presencia cerca de mí. ¿Quién sería esta vez? ¿Acaso el encapuchado de piel blanca y ligeramente pecosa? ¿O el que era más fornido y de piel negra como el ébano? ¿O ese otro, con un abdomen tan nítido y pezones sonrosados? En la negrura de mi encierro, no podía saberlo. Pero no era igual. En mi imaginación, prefería que no fuera ninguno de ellos, para mí, sería uno más, ese moreno de grandes testículos, que yo me imaginaba suaves, firmes y llenos de leche blanca y cremosa… La presencia se acercó, ahora podía sentir una mano que acariciaba mi espalda, bajando hasta la abertura de mis nalgas abiertas. Ahí, aún llevaba puesto el dispositivo de dilatación anal, con 15 vueltas de tornillo, lo que me dejaba un agujero bastante dilatado, a través del cual pasó fácilmente ese objeto, flexible y suave. Sentí su punta metálica rozar las paredes internas de mi recto, buscando hacia abajo y hacia adentro, hasta que llegó a la zona deseada. Aun antes, yo podía imaginar que ya estaba ahí y gozaba de antemano. Mi pene estaba duro, aunque seco y falto de toda lubricación, debido al aro metálico que constreñía mis pelotas, pero no me importaba, sabía que el placer vendría de otro lado, de adentro. En efecto, ahora el aparato ya tocó el punto indicado, lo sentí. No sabría describirlo, no era una vibración, al menos no tanto que me provocara movimientos, pero algo parecido. Claro, que en este momento no pienso en eso, no pienso en nada. Sólo siento. Todo mi cuerpo se vuelve un cúmulo de sensaciones mientras esa maravillosa máquina estimula mi ansioso ano, pierdo la conciencia y retrocedo a un estado semi-bestial, en el cual sólo me interesa el placer, sólo existe el divino gozo anal… Aún así, puedo imaginar al robusto moreno, lo tengo detrás de mí, montado e imagino esa hermosa verga, gruesa, bulbosa, penetrándome, estimulándome… Siento mi interior húmedo (otro truco de mi imaginación o quizá un efecto adicional de los exquisitos inventos de Rivera…) Sé que viene, lo imagino y casi puedo contar los segundos para su llegada. Ahhh… si… es tan delicioso, mi macho moreno me coge con intensidad y pasión… AHHHHH… puedo sentir esas bolas a la entrada de mi culo…1… 2…3… si… él dispara su leche en mi interior… AHHHHHH que generoso es… que semental… si… si…SI… SI… SIIIIIII… en la realidad mi propia verga se convulsiona como un reflejo al intenso orgasmo anal que estoy teniendo, lo que activa nuevamente el mecanismo del anillo exterminador, si bien ya no es necesaria la horrenda descarga inicial, sino apenas un hormigueo que recorre mi miembro de la base a la punta, como avisándome la forma en que atrofia mis nervios fálicos Si todavía tuviera dignidad o esperanzas, tal vez me angustiaría al recordar el comentario que Rivera me hizo hace un par de días: "El proceso que atrofia tu verga es reversible al principio, pero luego se vuelve permanente. Yo calculo que dentro de un mes, podrás quedar finalmente libre de placer fálico para siempre…" Un comentario así antes me habría angustiado, sufriendo por la pérdida de mi virilidad, pero hoy no, hoy incluso soy tan iluso que en lugar de recordar eso, recuerdo casi con anhelo la promesa que me hizo: "También te falta poco para ser capaz de recibir una verga de carne y hueso. Te prepararé para que cuando pierdas tu virginidad sientas el mejor orgasmo de tu vida" Mis huevos también se retuercen, aún tratan inútilmente de liberar su contenido seminal, incluso cada vez más fuerte… Hace tantas semanas que no han vaciado su contenido… eso aún me incomoda, ya que el dolor en mis bolas me dura algunas horas, pero estoy seguro que ese pervertido de Rivera lo ha previsto y lo utiliza como herramienta para seguir convirtiéndome en su esclavo… Si, pronto seré Arturo, esclavo de Luis Rivera

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Tiempo atrás

Ha pasado tiempo desde que Diego y Clark se besaran por primera vez en los vestidores de la alberca. En la siguiente semana, ambos hombres se vieron en el mismo lugar, después de las sesiones de natación. Con timidez y nerviosismo, al principio, Diego esperaba a que todos salieran de los vestidores, regresaba a las regaderas, abría una de ellas y mientras se bañaba, recibía con estremecimiento el abrazo de Clark. Ambos se bañaban y Diego se estremecía al sentir la poderosa verga de su instructor frotándose contra su culo, mientras Clark lo abrazaba y jugaba con sus pezones. Luego de estar así un rato, Diego se volteaba y ambos se besaban con arrebato bajo el agua. Finalmente, Diego se arrodillaba y saboreaba el manjar carnoso que su apuesto instructor le ofrecía, hasta hacerlo gritar de placer y arrancarle la última gota de licor seminal, el cual tenía el cuidado de recibir con la boca bien cerrada, para evitar que el agua de la ducha diluyera su espléndido sabor y su cremosa textura.

Ese mismo viernes, luego de su ya acostumbrado ritual de felación, Clark le propuso ir a visitarlo a su departamento al día siguiente. Diego no dudó un instante en aceptar. El sábado por la mañana, Diego amaneció nervioso. Se encargó de limpiar todo el departamento y él mismo se dispuso a arreglarse. Puso algo de música, tratando de crear una atmósfera agradable. La rutina la conocía, anteriormente había hecho lo mismo para recibir alguna de sus escasas conquistas femeninas, pero nunca hubiera creído que llegaría a recibir a un hombre con el pleno propósito de tener sexo con él. Apenas ese pensamiento cruzó por su mente, se paralizó…Tener sexo con Clark… No había pensado en eso hasta ese instante. Hasta ahora, veía a Clark casi como un ideal. Era guapo, tenía un cuerpo exquisito y francamente le encantaba chupar su verga, dura, grande… Pero eso era diferente a tener sexo con él. Se imagino esa misma verga, que ya conocía en su boca, pero en otro orificio y se sintió incómodo al pensar en eso. Empezaba a pensar que todo era una mala idea cuando llamaron a la puerta. Se le ocurrió que podría quedarse callado, simulando no estar, no volver al club deportivo y hacer que Clark desapareciera una vez más. Pero también supo que no funcionaría algo tan simple, Clark ya sabía donde vivía y donde estudiaba y lo buscaría. Además… por más nervioso que se pusiera ante la idea de la penetración… No podía prescindir de la dulce secreción del falo de su instructor, tan blanca y abundante, ni tampoco de sus intensos y carnosos labios. Fue a abrir la puerta.

Apenas entrar, Clark tomó a Diego por la cintura con ambas manos, lo empujó suavemente contra la pared más cercana y le plantó un beso en la boca. Diego se dejó ir, disfrutando el varonil aroma de la respiración de Clark en su rostro, encantando una vez más por su fuerza delicada y por la fluidez de sus labios contra los suyos. Había cerrado los ojos y al abrirlos topó con el azul profundo de los de Clark y eso bastó para acallar sus temores de antes. Se desprendió del rubio y le sonrió:

-Bienvenido. Oye, si siempre me saludarás así, te voy a invitar más seguido.

-No hace falta que me invites para repetir esto, basta que lo quieras, niño.

Diego volvió a sonreír. Los ojos de Clark brillaron al ver ese gesto, pues reconocían la mezcla de ternura y lujuria en él. Durante el rato siguiente, Diego le mostró su departamento, le explicó cómo es que su familia se había mudado a otra ciudad y que él había regresado ahí a estudiar. Siguieron platicando de diversas cosas. Diego hubiera querido pasar a algo más íntimo, aprovechando que ya se había tranquilizado y que ahora, incluso, empezaba a recordar sus extraños sueños y casi quería convertirlos en realidad. Sin embargo, Clark no parecía impaciente. De hecho, Clark quería tomarse su tiempo para conocer a Diego. Tenía mucha más experiencia que él y sabía cómo comportarse para sacar mejor provecho de la situación. Al cabo de un rato de plática, decidió finalmente tomar la iniciativa. Estaban sentados en la sala, uno enfrente del otro. Clark se cambió al lado de Diego con toda la naturalidad del mundo, empezó a acariciarle el brazo y a mirarlo con complicidad. Diego no fue tan espontáneo. Se calló ante esta insinuación, quedó en silencio un momento y sin más se lanzó sobre Clark. Éste rió para sus adentros, divertido por esa hambre adolescente, pero supo ponerse a la par. Entre besos, cayeron sobre el sofá y luego al piso alfombrado. En un instante, Clark supo desabotonar la camisa de Diego y quitársela y luego él mismo se desnudó el musculoso torso. La pasión inicial se calmó un poco y pronto estaban ahí los dos, cuerpo a cuerpo, Diego bajo Clark, disfrutando sus labios mientras que las manos del rubio acariciaban el vello en su abdomen o por tiempos, acariciaba sus tetillas. Le gustaba la situación y fue tomando confianza. Extendió su mano y alcanzó la entrepierna de Clark, presionándola por encima de su ropa. La dureza que esperaba encontrar ya estaba ahí. Consiguió abrir la cremallera de los jeans del instructor y cuando esperaba enfrentarse a la ropa interior, descubrió con agradable sorpresa que no había nada más: Clark sólo llevaba puestos los jeans y debajo de ellos, el camino estaba libre para sentir su potente virilidad. Diego lo asió con la mano y empezó a acariciarlo.

Minutos después, la escena había cambiado. Ahora estaban en la recámara de Diego. Las ropas de ambos quedaron atrás. Diego se encuentra boca arriba y Clark encima de él, montados los dos en un 69. Hasta ese día, ningún hombre le había dado una mamada a Diego y estaba claro para él que Clark superaba todo lo que conocía. Con su propia boca llena por la carne fálica del instructor, de vez en cuando le era imposible retener un gemido de gozo ante la excitación que recibía. Un poco después, invirtieron posiciones, Diego sobre Clark y aunque todo parecía ir como antes, lo cierto es que Clark ya no chupaba directamente la verga de Diego, sino que parecía concentrarse más en sus huevos, cosa que al muchacho no le importaba en absoluto, ya que también le arrancaba suspiros así. De pronto, dio un respingo al sentir la lengua de Clark en otra parte, más atrás. Sin darle tiempo a tratar de impedirlo, Clark usó sus manos para bajar la cadera de Diego, de forma que su culo quedó al alcance de esa lengua voraz. Con las primeras lamidas, Diego sintió un placer inesperado, las piernas le fallaron brevemente y se dejó caer un poco más sobre el rostro de Clark, facilitando el beso negro. Diego se sentía totalmente abandonado al éxtasis que le provocaba la lengua de Clark, pero cuando éste intentó introducir un dedo, inmediatamente sintió su esfínter contraerse y todo su cuerpo se replegó en huida. Clark sí se sorprendió de la reacción, pero pudo disimularlo. Como si nada hubiera pasado, volvió a tomar la cadera de Diego y lo regresó con firmeza pero sin brusquedad a la posición anterior y siguió devorándole el culo. Con todo, sintió la tensión en los músculos contraídos pero no se fijó. Diego había dejado de mamarlo pero tampoco hizo nada que demostrara enfado. Luego de unos minutos, Clark cambió de posición: Volvió a echar a Diego en la cama, le hizo levantar las piernas y siguió lamiéndole el virginal y nervioso orificio mientras que lo masturbaba con una mano. Supo que su técnica funcionó cuando volvió a sentir toda la dureza en la joven verga y escuchó de nuevo los excitados gemidos de Diego. Poco después, el muchacho se corrió con efusión. Clark le lamió el semen derramado sobre su abdomen y conteniéndolo en la boca, le dio un beso. Sus salivas y el esperma se mezclaron. Cuando se separaron, un hilillo de semen corrió de la fresca sonrisa gozosa de Diego, Clark volvió a maravillarse de ese hermoso rostro juvenil y de un lengüetazo, le limpió ese derrame

Ese fue el primer encuentro en el departamento de Diego. Desde entonces, ambos se vieron cada dos o tres días, ahí o en la casa de Clark. Las actividades sexuales eran variadas pero cuando se trataba de cuestiones anales, Diego no pasaba del beso negro, tanto darlo como recibirlo. Clark tuvo que esforzarse mucho para aceptarlo hasta que un día, luego de un intenso faje en el baño de Diego, Clark se fijó en el frasco con supositorios que Diego tenía ahí. Sin darle muchas explicaciones sobre los síntomas, Diego le explicó que tenía que ponerse uno dos veces al día. Sobra decir que Clark se ofreció a ponérselos, lo cual fue aceptado por el chico. Pronto esa actividad se convirtió en una más del repertorio sexual de la pareja. Ninguno de ambos sabía los efectos que esos "medicamentos" causaban pero lo descubrirían muy pronto

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Tiempo atrás

Durante dos días lo dejaron descansar… Luego de las intensas sesiones de masturbación que culminaban con las dolorosas descargas eléctricas, el miembro de Arturo había sido insensibilizado al placer y ahora pendía sobre él la amenaza del profesor Rivera, quien había dicho que lo convertiría en un pasivo adicto a los falos. Hoy, luego de ese periodo de descanso, Rivera volvía a su celda con todo preparado para un nuevo y perverso tratamiento contra el joven.

-¿Cómo te encuentras, Arturo? Espero que en estos días hayas reflexionado en tu situación y ya estés dispuesto a darme las gracias por lo que hago por ti, eh?... ¿No? bueno, aún es pronto para que puedas darme las gracias, pero justo hoy empezaremos. Voy a iniciar con tu dilatación de costumbre, ¿vale?

Rivera le inyectó la sustancia que contraía sus esfínteres y se apresuró a abrir el dispositivo que le había colocado en el ano con el fin de "entrenarlo". Lo ajustó en 7 vueltas. Arturo sintió el efecto de inmediato, incómodo.

A continuación, Rivera sacó de su acostumbrada maleta un nuevo dispositivo: Una especie de recipiente con una manguera adosada. También sacó un trípode, lo armó y acopló el recipiente en este. El recipiente contenía un líquido transparente ligeramente azulado. Rivera tomó la manguera y la introdujo por el ano dilatado de Arturo. No lo hizo muy profundamente. A continuación, pulsó un interruptor y de la manguera salió un disparo breve del líquido, que inundó la cavidad rectal del chico. Arturo sintió al instante el frío líquido penetrando sus tejidos, evaporándose como si fuera alcohol. Unos segundos después, el aparato volvió a lanzar otra descarga, que se absorbió con igual rapidez. Luego otra, otra y así

-Ya me di cuenta que eres un muchacho aprensivo, así que te diré lo que hago para que puedas estar calmado. Ahora que hemos tratado el problema de tu verga, tu cuerpo se ha quedado sin un centro de placer sexual. Es necesario crear uno y con este tratamiento lo lograremos. Este líquido es un neuroestimulador, lo que hace es propiciar el crecimiento de terminaciones nerviosas, pero no cualquier tipo de terminaciones sino las que tienen que ver con el placer, justo las mismas que este otro aparato se encarga de eliminar -y tocó el anillo que aprisionaba sus genitales-. Curiosamente, el cuerpo es muy adaptable. Al notar que tu placer disminuye, conforme eliminamos tus nervios fálicos, el cuerpo genera sustancias para crear nuevas terminaciones pero lo hace de forma muy difusa. Con ese líquido, ese esfuerzo se concentrará en la región que nos importa. ¿No crees que es un excelente tratamiento?... Te veré en unos días para evaluar tu progreso.

Arturo se quedó así, sin poder hacer nada mientras su culo era lentamente convertido en su nuevo centro de placer. Al anochecer, un esclavo acudió a rellenar el recipiente. Pasaron 3 días, durante los cuales sólo fue atendido por los esclavos, quienes lo alimentaban, lo aseaban y le afeitaban invariablemente los genitales. Aunque Arturo no había recibido una explicación, le parecía evidente lo que hacían: Todos los esclavos tenían los genitales libres de vello. Seguramente la loción que usaban al término de sus depilaciones tenía el efecto de inhibir el crecimiento del vello. Luego de esos 3 días de irrigación casi ininterrumpida, Arturo ya casi no sentía las descargas pero calculaba que le habrían metido cerca de 12 litros de esa cosa.

Al cuarto día, reapareció Rivera, con su maleta y su sonrisa de serpiente. Iba silbando y no le dirigía la palabra. Le retiró el aparato irrigador y luego le colocó un antifaz para impedirle ver. También le quitó la mordaza, pues quería saber que podía decir Arturo.

Arturo esperaba, atado y ciego. ¿Habría funcionado el tratamiento? ¿Estaría ya condenado a ser pasivo? Rivera había dejado de silbar y todo era silencio. No sabía qué pasaba. Sintió la mano de Rivera sobre sus glúteos… nada fuera de lo normal, nada excitante. La sintió en su verga, erecta… nada, ahí no sintió nada, maldita sea… de pronto sintió tensión en el culo: Rivera había dado un par de vueltas más al dispositivo dilatador.

Más que sentirlo, lo presintió . Rivera estaba detrás de él, empuñando un objeto que introducía lentamente a través del orificio dilatado. No sabía qué era. Finalmente lo sintió. Una superficie ligeramente rasposa, dura pero flexible, que raspaba la cara frontal de su recto. Podía sentirla… no dolía… pero tampoco era placentero… Arturo suspiró y pensó:

-Falló, el tratamiento falló. No me volveré pasivo

La cosa no dolía, pero tampoco daba gozo. Arturo volvió a suspirar aliviado. En su fuero interno, estaba contento de su sutil victoria contra la perversa ciencia del profesor. Frente a sus numerosas derrotas, acababa de vencer a Rivera de la mejor manera… Se sentía muy alegre. La cosa no dolía… Un suspiro más, luego otro. Estaba tan contento que todo su cuerpo a pesar de su debilidad, se agitaba de gozo… el objeto seguía frotando y no dolía. Arturo incluso lanzó una risa. La cosa seguía frotando, cada vez más y más y Arturo se sacudía de euforia, su verga estaba dura. Incluso pensó que esa erección era una prueba de que el tratamiento anterior también había fallado. Si… eventualmente él recobraría la sensibilidad en el pene ahora que Rivera había fallado… Había fracasado ya que no sentía dolor… la sensación era agradable, pero no dolorosa. Es más, era placentera, pero no había dolor… Pensó que podía engañar a Rivera, diciéndole que quería más, haciéndolo creer que le gustaba un dolor que no existía, al contrario, ahora se sentía franca y abiertamente bien.

- Sí, más por favor… Se siente bien, dame más, más rápido… ahhh… sí, sí… sí… ahhh… más fuerte… así

Rivera aceleraba el ritmo por momentos, presionando diestramente en puntos específicos. Arturo gemía de placer, pidiendo más, confundido, sin darse cuenta lo mucho que estaba disfrutando con algo que poco tiempo atrás hubiera encontrado asqueroso y humillante para un hombre como él. En cierto momento, Rivera concentró su esfuerzo en un área específica del recto, detrás de la cual se encontraba directamente la próstata del muchacho. Al frotar y presionar en esa zona, Arturo experimentó una sensación muy intensa de placer y de su verga erguida salió un chorro de líquido incoloro, semen sin esperma. Rivera siguió dando contra ese punto. Arturo temblaba y seguía lanzando palabras entrecortadas. Discretamente, Rivera presionó el botón que se encontraba en los anillos y ambos, el que sujetaba la verga como el que sujetaba los testículos del muchacho se liberaron. Con su mano libre, Rivera tomó un vaso, luego reanudó la fricción. El líquido del muchacho empezó a teñirse de blanco, conforme el esperma tanto tiempo contenido en sus pelotas era liberado al fin. Entonces, Arturo explotó en un delicioso orgasmo que le hizo aullar de placer, mientras su verga eyaculaba toda la leche dolorosamente almacenada, dejándola escapar con éxtasis nunca antes sentido. El pene sacó y sacó y sacó la leche, ordeñándose hasta quedar exhausto. Rivera esperó a que la eyaculación terminara y dejó que Arturo se recuperara.

-¿Y bien? ¿Cómo te sientes?

-Jajajajaja, eres un imbécil, Rivera. Te he ganado… Gané… TE GANɅ tu tratamiento no sirve… TE GANɅ respondía el muchacho entre jadeos. Rivera lo veía casi con conmiseración. Dejó que Arturo siguiera burlándose de él y disfrutando su ilusorio triunfo, hasta que le quitó el antifaz

-¿Crees que has ganado? El estúpido eres tú. Mira por ti mismo.

Frente a Arturo, habían colocado una pantalla donde transmitieron lo que había ocurrido hace unos minutos. El muchacho pudo verse ahí: retorciéndose de placer mientras Rivera lo sodomizaba con una especie de dildo. No podía creerlo, una vez más, Rivera lo había engañado y nuevamente, era el ganador… En su interior reinaba la furia, la impotencia y la humillación de verse sometido y pidiendo que lo degradaran de ese modo

-Te ves tan contento… -comentó burlón Rivera-. Pero espera, todavía podrás gozar más.

Rivera ordenó a sus esclavos desatar a Arturo, quien estaba muy débil después de la prolongada captura. Introdujeron un camastro en la celda y lo depositaron ahí. Luego, le colocaron al muchacho una especie de guantes que le impedían usar los dedos. También le recolocaron los anillos en los genitales.

-Esta parte del tratamiento también fue un éxito, querido niño. Te veré mañana para repetirlo. Descansa mucho

La risa de Rivera se quedó en la habitación como un eco depravado mientras se iba y apagaba las luces

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Ahora decidí combinar las historias de Diego y Arturo, cada una muy característica. Una vez más, perdón por tardar tanto. Esperen las próximas entregas en esta semana. Comentarios y propuestas a city_in_shadows@hotmail.com