El Esclavo del Profesor (5.2 Orgasmos)

Arturo es un joven que perderá más que su libertad ahora que es víctima sexual de profesor Rivera. Inicia su camino como pasivo y futuro culo hambriento de vergas.

El esclavo del profesor

5.2 Orgasmos

Capítulo anterior: Arturo, el mejor amigo de Diego, descubre el plan del profesor Rivera para convertir a Diego en su juguete sexual. Rivera lo captura y de este modo, Arturo se ve irremisiblemente arrastrado al mismo complot depravado. En este capítulo, se hablará un poco más del "tratamiento" con el que Rivera convertirá al indefenso Arturo en un pasivo obediente y de culo hambriento

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Arturo abrió los ojos: Estaba en la misma habitación con espejos, sólo que se encontraba en un camastro, recargado contra uno de ellos. En el techo y el suelo se veían las argollas donde habían estado los grilletes donde lo colgaron al llegar ahí, cuando Rivera lo secuestró… Arturo se incorporó, estaba casi desnudo, sólo llevaba puesto un collar de cuero y en los genitales, la estructura en forma de dos anillos metálicos que le colocaron desde un inicio. ¿Cuánto tiempo habría pasado?... Recordaba cómo lo habían atrapado, en un ascensor, mientras intentaba huir del edificio de laboratorios de Rivera, con el expediente donde se revelaba el plan que éste tenía para su amigo Diego, donde se explicaba con lujo de detalles la forma grotesca en que pensaba someterlo a sus más abyectos deseos. Arturo lo descubrió e intentó ayudar a su amigo. Fracasó y ahora estaba ahí, igualmente sometido

Pronto vendrían a darle de desayunar, eso era una buena noticia. Pero todavía mejor, pronto sería hora de su estimulación anal matutina. Mientras pensaba en ello, tuvo una erección y los músculos de su culo se contrajeron, ansiosos por lo que vendría. Tenía las manos embutidas en una especie de guantes, de forma que no podía masturbarse ni mucho menos meterse un dedo al culo, como le hubiera gustado, para calmar el ansia que sentía, pero sabía que no tendría que esperar mucho, ya conocía la rutina… Ahh… como quería sentir ese dildo en su ano… Una verga sería mejor, pero todavía no le habían dado ese gusto, aún así… Él era hombre, ¿cómo podía ser que le gustara excitarse por el ano?... aun así… era demasiado placentero

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Arturo abrió los ojos. Estaba en la misma posición: Colgado de un par de grilletes que pendían del techo. Podría ver su imagen reflejada y multiplicada en las cuatro paredes de espejo. Se veía: Desnudo, exhausto, débil. Su cara reflejaba aún el dolor reciente. Le habían compuesto un poco el culo, pero por dentro aún sentía la violencia de la mano de Rivera, que le arrebató su virginidad anal sin contemplaciones. Al frente, podía ver sus genitales afeitados y sentir sus testículos, hinchados dentro de su escroto a causa de uno de los dos anillos que le habían colocado. Su verga colgaba inerme, parecía que sólo la sujetaba el otro anillo, que en conjunto con el primero formaba la estructura en forma de ocho que le había propinado esa tremenda descarga eléctrica justo cuando estaba a punto de llegar al orgasmo. No sabía qué hora era, ni donde estaba, sólo sabía que era cuestión de tiempo para que Rivera o alguno de sus esclavos volviera, listo para torturarlo. No se equivocaba. No pasó mucho tiempo cuando el espejo-puerta se movió. Rivera entró, imperturbable, con su inmaculada bata blanca y su sonrisa sardónica.

-Buenos días, querido Arturo. Espero que hayas tenido un buen sueño. La ves pasada tuviste una desafortunada reacción al tratamiento, pero es mi culpa ya olvidé advertirte cómo funcionaba. Lo haré ahora –lanzó una suave risa- Como te habrás dado cuenta, he colocado este dispositivo en tu falo y testículos. Yo lo llamo "acondicionador estándar". Su propósito es ayudarte en la difícil transición para convertirte en pasivo. Verás, los estudios que te he realizado han revelado una condición de desequilibrio psíquico-orgánico en ti, Arturo. Sucede que tú tienes toda la disposición física para ser pasivo.-diciendo esto, se acercó a él y le acarició las prominentes y firmes nalgas. Arturo no podía hacer nada para evitarlo y tampoco podía quejarse, ya que le habían colocado nuevamente una mordaza.

-A pesar de ello, psicológicamente creciste pensando equivocadamente no sólo que eras activo, sino además heterosexual. Pero no te preocupes, es algo que se puede, que se debe y que vas a cambiar con mi ayuda. Cuando termine, tu personalidad estará de acuerdo con tu cuerpo y podrás disfrutar del placer anal como te mereces. Claro, sé que eres un muchacho agradecido y consentirás en que sea yo quien te dé ese placer. También me encargaré de eso. Ahora bien, nuestro primer problema es este –Rivera tomó la verga de Arturo, la cual, dicho sea de paso, era un hermoso y suculento pedazo de carne viril, que alcanzaba unos 19 cm en plena erección y estaba coronado por una cabeza rosada y sin piel, ya que estaba circuncidado-.

- Sucede que tu discrepancia no podrá ser tratada mientras sientas y creas que tu placer proviene de este órgano. Para lo primero, me encargaré de insensibilizar tu pene, para que no vuelvas a sentir placer. Para lo segundo, usaré el "acondicionador estándar". Su principio es muy sencillo: Mediante retroalimentación negativa, con descargas eléctricas, tu subconsciente asociará la estimulación fálica con el dolor, con lo cual desplazará la errónea asociación falo-placer que tienes actualmente. ¿No te parece magnífico? – otra risa y nuevamente acarició el trasero de Arturo-. Es más, para ahorrar tiempo, iniciaremos al mismo tiempo la sensibilización de esta otra zona, ¿de acuerdo?

Rivera sacó del maletín que llevaba una serie de frascos, que colocó en la mesa que aún permanecía desde la noche anterior, así como una serie de jeringas. Arturo lo veía todo con verdadero terror. Sobra decir que ya estaba más que convencido de que Rivera estaba loco y que era capaz de intentar todo pero, peor aún, también ERA capaz de todo. En su interior, Arturo libraba una lucha entre su orgullo, que le alentaba a pensar que podría oponerse a Rivera y conservar su hombría a pesar de todo lo que este hiciera, contra sí mismo, que ya había visto lo que Rivera podía lograr con su pervertida ciencia. El profesor sacó a continuación un objeto metálico de cierto volumen y se lo mostro, para que se impactara de su aspecto grotesco y aún se lo explicó, para que el impacto fuera mayor:

-Hoy te colocaré este otro dispositivo. Su función es evidente, incluso para alguien tan lento como tú. Es un dilatador anal: Como verás, estos dos semicírculos de metal están unidos a un dispositivo de tornillo. Conforme se den vueltas al tornillo, los semicírculos se abrirán de forma anatómica para dilatar el orificio y también consta de un seguro, para dejarlo en posición. Vamos a insertarlo.

Arturo reaccionó a esta invitación sacudiéndose tanto como pudo. Vio como Rivera lo rodeaba y a continuación sintió sus huesudas manos tocando una vez más su trasero. Arturo apretó para evitar que Rivera tuviera acceso a su hoyo, todavía adolorido por su pasada intromisión, pero Rivera fácilmente ejerció fuerza, apartado con una mano ambas nalgas, para dejar expuesto el ojete del culo al artero ataque del dilatador. Arturo se preparó mentalmente, pero cuando sintió el objeto, frío y duro, forzar su entrada en su recién desflorado culo, no pudo contener un grito, que se perdió en gemidos. Podía sentir los aros metálicos fuertemente incrustados en el culo, ya que tenían rebordes especiales para evitar que pudieran salirse. La incomodidad era notoria, sin contar la humillación de haber sufrido una nueva inserción anal. En ese momento, Arturo creía imposible que alguna vez le llegara a gustar esas intromisiones, y eso que el dilatador estaba cerrado. Esperaba que en cualquier momento, Rivera empezara a girar el tornillo, pero esto no ocurrió.

-He colocado el dilatador sin problemas, pero antes de abrirlo, necesitarás una ayuda –Rivera volvió al frente y tomó uno de los frascos, una de las jeringas y llenó esta con el contenido de aquel. En cuestión de segundos, había colocado la inyección en uno de los protuberantes y suaves glúteos de Arturo, quien de inmediato sintió el líquido penetrar en su cuerpo. En menos de unos minutos, Arturo sintió una extraña fuerza en la cadera, los músculos del área se contrajeron: Sus muslos, sus glúteos pero especialmente los esfínteres anales, que se cerraron con fuerza en torno al dilatador. Él había perdido el control de esta contracción, que era muy intensa y sostenida. Entonces, sintió la presión: Rivera giraba el tornillo, abriendo el dilatador contra su contraído esfínter. La sensación creció, de incomodidad a un dolor auténtico.

-Uno, dos, tres, cuatro vueltas serán suficientes por ahora. Así iniciaremos el fortalecimiento de la que se convertirá en tu región sexual exclusiva y te acostumbrarás a la dilatación cuando recibas vergas para complacerte. La inyección mantendrá el tono muscular, así podrás seguir presionando no importa cuánto te dilates. Ahora vamos al tratamiento contra placer fálico. Ese ya lo conoces.

Al igual que la primera vez, Rivera inyectó a Arturo en un brazo algún otro fluido. El muchacho sintió el calor conforme circulaba por su cuerpo, su verga se puso rígida y erguida, a pesar de la presión del anillo. Empezó a transpirar y muy a su pesar, sintió el éxtasis provocado por el afrodisiaco. Arturo se obligó a pensar, a ignorar las sensaciones placenteras que invadían su cuerpo. No prestó atención a sus pezones erectos, ni a las palpitaciones de su verga, ansiosa de ser acariciada. Se concentró: No ganarás, Rivera, no ganarás, seré más fuerte que tú, seré más fuerte que tú

Rivera se colocó algo de lubricante en las manos y empezó a sobar el falo de Arturo, que respondió agitándose y liberando un poco de fluido con las primeras jaladas. Ya le había quitado la mordaza, pues quería escucharlo suplicar.

-Ya sabes cómo es esto, niño, si te gusta, sólo tienes que pedir más.

-No me rendiré, maldito infeliz. No podrás conmigo

-Es inútil que te resistas, aunque quieras creer que puedes oponerte. La sustancia que te di es muy potente. Aumentaré un poco la velocidad y te darás cuenta cuán indefenso estás ante mí.

-No me rendiré, no me rendiré… ahh… ahhh… ahhhhh… no… no me rendiré… NO ME RENDIRÉ

-Serás mío, mi sirviente, mi amante, me adorarás a mí y a mi verga en tu culo

-NO… ME…RENDIREEEE… ahhh… ahhh… te venceré… algún día… y salvaré… a Diego

-No, no salvarás a nadie. Es más, tú me ayudarás a que Diego también sea mío. Me lo agradecerás, estoy seguro. Sé que te gusta Diego. No lo niegues, siempre te ha gustado, tu amigo… Lo amas y quisieras estar con él

-No… Diego… mi amigo…ahh… ahhh NO VENCERÁS… él es mi amigo… sólo… eso… yo lo salvaré

-Ríndete, Arturo, únete a mí y juntos dominaremos a Diego. Si eres obediente, tal vez te deje jugar con él de vez en cuando… -Rivera aumentó el ritmo

-NO… NO… ahh… ahhh

Arturo ya no podía articular palabras, el afrodisiaco ya nublaba sus pensamientos y ahora el muchacho percibía una realidad distorsionada. Diego… había escuchado el nombre de su amigo… su sensual amigo… cómo lo deseaba… nunca le había dicho

Rivera se detuvo y en un instante, le dio dos vueltas más al dilatador. El doble efecto: El dolor de la dilatación y el cese del placer masturbatorio, enloquecieron a Arturo:

-No se detenga, por favor, no se detenga

-¿Qué?

-Por favor, siga, no se detenga, haré lo que quiera, por favor… seré su esclavo, seré suyo y le ayudaré a capturar a Diego, pero no se detenga… jálela

-Llámame amo y pídeme que siga con respeto

-Sí, amo, lo que diga. Le suplico que me siga masturbando, lo necesito… por favor…ahhh si… así, gracias, gracias amo… ahh… es tan delicioso… muchas gracias

Rivera reanudó la masturbación. Arturo no había notado que ahora el dilatador tenía un total de 9 vueltas, concentrado totalmente en la fricción placentera de su verga. El orgasmo se acercaba velozmente. Un poco más, más… más… AHÍ

En dos movimientos unísonos, Rivera retiró la mano del pene del muchacho y liberó el seguro del dilatador, que se enroscó hasta su tamaño inicial, los músculos anales se cerraron violentamente en torno a él, aún bajo el efecto del contractor muscular. Al mismo tiempo, el aparato en los genitales detectó la señal eléctrica en los nervios de la verga de Arturo, la señal que produciría el orgasmo y la eyaculación y con precisión electrónica lanzó su descarga mientras el anillo escrotal se comprimía para bloquear los conductos eferentes e impedir la descarga del blanco líquido masculino. Arturo se convulsionó por el choque, pasando desde una euforia total ante la proximidad del delicioso orgasmo fálico, el mismo que había experimentado y buscado en toda su vida sexual activa como heterosexual y que ahora se le negaba, convirtiéndolo en un dolor insoportable. Su mente, sin saberlo, ya se hacía a la idea, asociando el orgasmo fálico a un sentimiento negativo y, aunque esto no lo había dicho Rivera) también, momentos antes, había asociado el placer masturbatorio con la dilatación anal, en un preludio de lo que sería su migración al disfrute del placer pasivo… Arturo volvió a desmayarse

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Pasaron varios días, bajo el mismo tratamiento. Arturo estaba confinado en esa celda. Un esclavo venía a alimentarlo dos veces al día, le afeitaba los genitales y le lavaba el cuerpo con esponjas. Al caer la noche, aparecía Rivera con sus instrumentos. El dilatador anal lo llevaba colocado permanentemente, y sólo se abría cuando Rivera llegaba. El proceso era el mismo: Primero el fármaco contractor, para estimular el esfínter del culo, y luego, el afrodisiaco, la masturbación y el suplicio voltaico final. Arturo opuso toda la resistencia que pudo, pero su espíritu y su cuerpo se debilitaban mientras que Rivera se presentaba cada vez más triunfal. Al quinto día, Arturo pedía clemencia aún antes de iniciar. Lloraba, suplicaba a Rivera que se detuviera, le ofrecía su sumisión, le juraba ser su esclavo con tal de que no lo torturara de ese modo. Rivera hacía oídos sordos o decía sarcásticamente lo exitoso que era su tratamiento, ya que Arturo había empezado a hablar como el puto que era. Le había exigido y había conseguido que Arturo reconociera que le gustaba Diego, lo cual era cierto. Sólo habían pasado 13 días.

Al día siguiente, Rivera no se presentó. Si hubiera tenido energías, Arturo se habría alegrado, pero era sólo un despojo humano, exánime y cansado. Sin embargo, un esclavo le inyectó algo, una sustancia que junto con la ausencia del tratamiento, le hizo recuperar algo de su energía durante ese día y esa noche. A la mañana siguiente, Arturo ya se encontraba un poco mejor y se preguntaba la razón de ese cambio en la sádica rutina. En cierto momento, Rivera entró a su celda.

-Te tengo una noticia, que puede ser muy buena. Hoy hemos acabado la primera fase del tratamiento. ¿Recuerdas? Te dije que te ayudaría a curar el enfermizo placer en tu pene y creo que vamos por buen camino. Veremos los resultados.

Rivera se acercó y retiró los dos anillos de las bolas y la verga de Arturo, a pesar de la resistencia de este, temeroso de que intentara masturbarlo. Al retirar el anillo testicular, Arturo lanzó un grito ahogado, ya que sus pelotas, libres otra vez, cayeron al fondo de escroto, con el dolor debido a la prolongada compresión. Entonces, sin inyecciones, sin preámbulos, Rivera empezó a masturbar a Arturo. Este empezó inmediatamente a suplicar que se detuviera, apoderándose de él una angustia tremenda por el dolor que se avecinaba. Rivera lo ignoró y siguió frotándole la verga. El tiempo pasaba y la angustia crecía, Arturo sabía que Rivera era malo, sabía que frotar su pene era malo, frotar era malo, su pene era malo… Odiaba que Rivera le tocara el falo, odiaba que cualquiera le tocara el falo, incluso él mismo… NO QUERÍA meter su falo en nada, que nada lo tocara

De pronto, sin previo aviso, Arturo eyaculó. Tras 15 días de estimulación y bloqueo, sus testículos estaban repletos de esperma, de forma que lanzó un potente y abundante chorro de leche, blanca y densa, directo a un vaso que Rivera había previsto para tal fin. La reacción orgánica fue la que sucede a toda eyaculación, la verga perdió fuerza rápidamente y Arturo jadeaba, todavía expectante. Tardó unos segundos en darse cuenta que había eyaculado. Sin dolor. Había eyaculado sin dolor. HABÍA EYACULADO Y NO HABÍA SENTIDO DOLOR… Su mente confundida se permitió un instante de euforia y alegría. HABÍA EYACULADO SIN DOLOR PERO… pero sin nada más. No había sentido nada, no se dio cuenta porque no había sentido nada… NADA… no hubo orgasmo. Arturo se percató de este hecho con lentitud, mientras su mente se enteraba de la noticia con tristeza… con vacío… con furia… Gritó, se revolcó en sus cadenas, lanzando denuestos y maldiciones contra Rivera. Su furia se mezclaba con la tristeza de haber fracasado y con el vacío de la pérdida. Rivera había ganado. Le había quitado su virilidad. No era impotente, pero ya no sentía placer en su verga, en su exquisita verga, que tantas veces le había hecho estremecerse a la luz de orgasmos increíbles. Lo había despojado de su posesión sexual más preciada. A partir de ese momento, su verga podría erectarse, podría penetrar (NO, NO, NO… que nada toque mi falo… gritó su subconsciente). OK, de acuerdo, su verga podría erectarse, y eyacular, pero no tendría motivación para hacerlo, su miembro era un trozo de carne muerto e inútil

Rivera reía mientras Arturo gritaba y lloraba. Cerró el puño y golpeó fuertemente en el abdomen. El chico se dobló y se quedó sin aire.

-Todo un éxito. Había olvidado mencionarte otro punto del tratamiento. El afrodisiaco, ¿lo recuerdas? Funciona estimulando los receptores nerviosos del placer en tu verga, haciéndolos particularmente sensibles pero también más delicados. La descarga eléctrica los afecta con mayor intensidad y los atrofia rápidamente. Así conseguimos este magnífico resultado en muy poco tiempo. Un verdadero prodigio médico, pero es natural, siendo yo quien lo inventó. Muy bien, mañana iniciaremos la segunda etapa. Que no te importe haber perdido tu orgasmo fálico, Arturo, tu cuerpo pronto aprenderá a disfrutar como pasivo y es cuestión de tiempo antes de que verdaderamente anheles servirme como mi siguiente esclavo sexual. Es irónico en cierto modo, que todo esto sea gracias al amor que le tenemos a Diego. Debido a este amor, tú terminarás adorándome

Rivera volvió a reír y salió...

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Con esto acaba esta desviación de la historia, en la próxima entrega, volveremos a la historia principal y veremos cómo los planes de Rivera se ponen en peligro debido a un factor inesperado en la vida de Diego.

Gracias a mis lectores, particularmente los mexicanos, pues son mis compatriotas pero también a todos los demás, por sus comentarios y por seguir esta historia, la cual, recalco, es completamente ficticia, pero que se alimenta de las fantasías y morbo de todos ustedes.

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