El esclavo del profesor (4.0 Deseo de esclavitud)

...Rivera bajó las manos y tocó la sensible piel de las ingles, entre el muslo y las bolas del joven, reforzando la erección con sus manipulaciones...

El esclavo del profesor

4.0 Deseo de esclavitud

Capítulo anterior: Diego ha caído en manos de un cómplice de su sádico profesor, el cual lo pone bajo control mental e inicia su preparación para convertirlo en un futuro sirviente sexual. En este capítulo, el experimento avanza, ahora que el profesor Rivera decide enfrentar a Diego directamente por primera vez.

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Han pasado apenas 2 semanas desde que Diego acudió a su primera cita con el doctor Mendoza. Desde el primer momento, las medicinas que este le dio surtieron un efecto inmediato, ya que desaparecieron sus pesadillas nocturnas, sus erecciones incontrolables y la obsesión masturbatoria que lo habían puesto en un estado de desgaste físico y mental abrumador. Al cabo de quince días, Diego había vuelto al consultorio de Mendoza. He aquí lo que pasó:

- Pasa, Diego. Cuéntame, ¿cómo te va?

-Excelente, doctor, estas dos semanas me han servido de mucho, ya puedo dormir y no me ha vuelto el "calor" nocturno.

-Eso es una buena noticia, pero creo que no debemos apresurarnos, muchacho. Por lo que parece, tu enfermedad no es tan sencilla como crees. Podría volverse crónica si no actuamos a tiempo. Por el momento deberás seguir tomando los medicamentos, mientras hago algunos estudios, ¿de acuerdo? Ahora, toma esta píldora, para que pueda hacerte un análisis.

Diego se sentía tan satisfecho con su reciente cura, debida totalmente al doctor Mendoza, que ya le tenía mucha confianza, así que se tomó la pastilla sin dudar. Lejos estaba de saber que su curación era falsa y que si había dejado de tener alucinaciones eróticas nocturnas era únicamente porque Rivera, su profesor, había dejado de administrarle el alucinógeno en sus alimentos y que por el contrario, los medicamentos de Mendoza habían estado actuando en su cuerpo esas dos semanas, fortaleciendo inconscientemente la parte obediente de su personalidad, envolviéndolo en una trampa para convertir al incauto joven heterosexual en un esclavo sumiso y ávido por complacer a su amo con su cuerpo, verga y culo incluidos. Así, Mendoza acababa de administrarle un detonador del fármaco, que sacaría a relucir los cambios en su personalidad, como una evaluación temporal de su progreso, de su camino a la abyección y a la humillación como futuro sirviente homosexual.

-En un momento empezarás a sentirte un poco mareado, pero no te preocupes, es normal, por ahora, quítate la camisa y recuéstate en la mesa.

Mendoza tomó un estetoscopio y lo posó sobre el pello velludo de Diego, como en un examen médico cualquiera. Luego, empezó a palparlo con las manos, tan mecánicamente como podía esperarse de un profesional. Sin embargo, de forma sutil, pasaba discretamente sus manos por los pezones del chico, los cuales se pusieron erecto sin que este se diera cuenta.

-Y cuéntame, ¿cómo van las clases?... Cuando yo estaba en la universidad, era seguidor del equipo de football, dime, ¿todavía son buen equipo?... Mendoza hacía plática a Diego, sin dejar de tocarlo, de excitarlo sutilmente. La droga empezaba a hacer efecto, el médico lo sabía porque Diego tardaba cada vez más en contestar. Diego, por su parte, escuchaba la voz cada vez más amortiguada, como si llevara puestos audífonos u orejeras. De pronto, escuchó una voz diferente a la del médico, una voz conocida de alguna parte… una voz fría, dominante… Trató de concentrarse y fue entonces cuando se dio cuenta de que tenía el cuerpo entumecido y la vista borrosa.

-Ya casi está listo, Maestro –la voz joven de Mendoza, teñida con un acento de admiración y respeto.

- Vamos a probarlo – una voz más madura, cruel, irónica… conocida. Diego empezó a asustarse, su corazón palpitaba rápidamente mientras se esforzaba por enfocar la vista, por moverse, por reconocer la voz. Pero parecía como si estuviera saliendo de su cuerpo, como si este adquiriera vida propia.- Diego, ¿me escuchas?

Diego escuchaba pero no sabía quién le hablada y a su vez, era incapaz de responder. Sus músculos se tensaron en un esfuerzo por moverse, pero fue en vano. Sentía calor. Una gruesa gota de sudor salió de su frente y cayó por su rostro. Como en cámara lenta, sintió la humedad recorrer su frente, bordear sus negras cejas y deslizarse por su mejilla a velocidad cada vez más lenta, hasta que dejó de sentirla.

-¡¡ Quítate los pantalones, Diego!! – la voz tenía un don de mando que hizo estremecer al chico. La orden lo golpeó como un hacha a un roble, que se partió en dos, al igual que la mente del joven estudiante. La más pequeña, una rama apenas de todo el árbol, parecía adquirir dominio propio y apoderarse del cuerpo físico del muchacho, con más agilidad cuanto que no era la primera vez que se liberaba del férreo dominio de una voluntad rebelde y juvenil, una nueva personalidad que por el contrario, se sentía más inclinada a obedecer y a servir. La otra parte de la consciencia de Diego, la más grande, se derrumbó como si se tratara de un tronco podrido, era él, Diego, consciente de que algo malo pasaba y que esa voz era odiada y que la orden emitida no debía ser cumplida, porque era indigno que le hablaran de ese modo y que le pidieran eso. Como en un sueño, Diego sintió como su cuerpo se movía por sí solo, quitándose la ropa conforme la voz se lo ordenaba. Pronto estuvo desnudo frente a sus dos captores (ahora sabía que eran enemigos, pero no entendía todavía de qué tipo, tan sólo sabía que no era dueño de sí y que un ente ajeno parecía controlarlo. Usando toda su fuerza de voluntad, se concentró y gritó:

-¡¿-Quien eres tú?!!

- Ja, ja, ja. Eso no te importa, todavía. Lo que importa en este momento es que TU me digas QUIEN ERES

Esa voz, conocida, odiada, conocida, odiada, ¿de dónde?, ¿de quién?

-¡¿-Quien eres tú?!! Dímelo ya

-Diego Soto –él no había hablado, lo había hecho ese intruso que lo controlaba.

-Tú no eres Diego Soto, ¿quién eres? –ya casi tenía la respuesta, mientras a su alrededor empezaba a formarse una valla de cadenas negras que lo rodeaban y cercaban cada vez más su "yo" real.

- ¿Quién soy? Yo… soy

-Te diré quién eres –ese tono, lo había escuchado demasiado, lo aborrecía-. Eres mi esclavo, ¿entendido? YO soy tu amo. Llámame Maestro y dime ¿quién eres?

- Soy… yo… Diego…Soto… Diego… soy -el muchacho se resistía a abandonarse. La voz… era tan familiar, tan cortante, tan sarcástica, tan burlona, sólo había una persona capaz de emitir ese silbido de serpiente

-Soy su esclavo, Maestro

¡¡¡RIVERA!!!

La revelación llegó en el preciso instante en que las cadenas que lo rodeaban terminaron de aprisionarlo, elevándose como una muralla negra y ocultando lo que pasaba a su alrededor, lo que pasaba con su cuerpo, convertido en una marioneta a las órdenes de su profesor, quien (ahora se daba cuenta) era un demente que había usado su ciencia perversa para colocarlo en ese estado de indefensión

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DIEGO POR DENTRO

La muralla negra era impenetrable. Diego caminaba, corría. Gritaba, o más bien, trataba de gritar, pero la voz no salía de su garganta, sólo un flujo impotente de aire. Tropezó y al levantarse, escuchó un susurro, como un soplo de viento entre los árboles. Se quedó quieto, escuchando, a la espera. De pronto, una mano, invisible en la oscuridad, tocó su muslo derecho desnudo. Diego reacción e intentó empujar al intruso, pero sólo encontró el vacío. Una vez más, otra mano, ahora en el costado, recorrió firmemente sus costillas. El codazo que Diego lanzó no dio blanco. Sucesivamente, la mano fantasma lo acariciaba por todo el cuerpo, no importando como se moviera Diego, siempre estaba ahí: Su espalda, sus inglés, las suaves y firmes nalgas, luego su miembro, que estaba duro como un fierro. Diego sentía sus fuerzas desvanecerse, cansado de pelear contra ese ser incorpóreo. Se dejó caer, todavía gritando, en una lucha futil por evitar la intromisión de esa sombra furtiva. Pronto jadeaba, tanto por fatiga como por la involuntaria excitación que le provocaban esas caricias, especialmente en su verga, la cual volvía a sentir como hacía semanas no recordaba: Caliente, ávida por ser frotada, por sentir el contacto piel con piel, ese contacto animal y salvaje que enloquecía y hacía que hirviera la sangre en cada uno de los 17 cm de ese pedazo de carne

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DIEGO POR FUERA

- Excelente, la droga está funcionando de maravilla – Rivera sonrió sardónicamente mientras veía ante sí a Diego, completamente atrapado por los influjos de esa sustancia que estimulaba su personalidad sumisa. La primera vez que lo había tratado con esa sustancia, la personalidad sumisa, Diego-Esclavo, apenas podía reaccionar, ya que nunca había podido manifestarse, impedida por el carácter rebelde y dominante de Diego. Sin embargo, ahora, luego de dos semanas de inducción, había adquirido más fuerza y ya tenía mayor independencia. Ahora, estaba de pie, totalmente desnudo ante su captor, el profesor Rivera, y el cómplice de este, el doctor Mendoza, quien no era más que otro de los fieles sirvientes del docente.

- Esclavo, dime quién es tu amo y cuál es tu deber.

-Usted es mi amo, profesor Rivera. Mi deber es servirlo y complacerlo, Maestro.

-¿Porqué? ¿Por qué debes servirme?

-Porque gracias a usted he podido despertar y liberarme de mi otro "yo". Si no fuera por su ciencia, yo seguiría atrapado en la mente de Diego y ahora soy libre gracias a usted, Maestro.

Rivera volvió a sonreír. Se acercó al muchacho y empezó a frotarle el muslo, luego, sintió sus costillas, sintiendo la turgencia de la piel, firme, joven. Ahora los brazos. Diego no era muy musculoso, pero eso no importaba, Rivera sabía apreciar toda la belleza masculina. Siguieron los pezones, pequeños y oscuros, se veían deliciosos y su dureza revelaba que eran fácilmente excitables. Acarició la espalda, deslizando su mano por su superficie ligeramente sudorosa. Todo el cuerpo de Diego se estremeció de placer e inició rápidamente una erección. Rivera bajó las manos y tocó la sensible piel de las ingles, entre el muslo y las bolas del joven, reforzando la erección con sus manipulaciones. A continuación, palpó las nalgas, comprobando su firmeza apretándolas, como si se tratara de catar la fuerza de las ancas de un caballo o de otra bestia cualquiera. La mano de Rivera acariciaba el rosado glande de Diego, que ya lubricaba intensamente. En el rostro del estudiante se reflejaba un gozo creciente.

-¿ Te gusta esto, esclavo? Si… veo que si te gusta. Es increíble lo excitable que tienes la verga. Pero no te preocupes, eso terminará muy pronto. Yo me encargaré de convertirte en un buen culo para mí. Después de que acabe contigo, el placer que te dé esta verga no será nada comparado con lo que sentirás mientras te inserto la mía en tu agujero. Pero para eso todavía falta tiempo, aún no tienes fuerza suficiente para convertirte en mi servidor.

-¿Qué debo hacer, Maestro? Aghhh… ahhh… ordene lo que quiera y yo lo obedeceré… -murmuraba Diego-Esclavo entre gemidos de gozo.

- Ya tienes fuerza suficiente para dominar a Diego en sus sueños, Esclavo. Te ordeno que lo debilites mientras duerme, para que tú te fortalezcas y puedas liberarte de él. Serás libre para adorarme, libre para servirme, libre para complacerme y para ser mi esclavo por siempre. ¿Te gusta la idea?

-Sí, Maestro, me gusta esa idea, mi sueño es llegar a ser tuyo ahh… ahh.., sólo tuyo, servirte y complacerte.

-¿Me complacerás con tu culo?

-Sí, Maestro, seré todo tuyo y te complaceré dándote mi culo, ah… por favor, más… más… ah

Diego-Esclavo estaba a punto de venirse gracias a la constante masturbación de Rivera. Éste se detuvo a tiempo para evitarlo, ya que no era oportuno darle ese gozo a un vil esclavo. En cambio, le ordenó que volviera a vestirse, pues el efecto de las drogas terminaría pronto. Diego-Esclavo obedeció sin réplica, a pesar de haber sido privado de un orgasmo que prometía ser magnífico, ya que iba a darse gracias a la mano de su Maestro. Rivera salió del consultorio, no sin antes instruir a Mendoza, quien todo ese rato había estado observando la escena, excitándose sin poder participar, ya que así lo había ordenado el profesor.

Mendoza colocó a Diego-Esclavo una mascarilla y le ordenó inhalar fuertemente. Era el gas que anteriormente había usado, el Mnemotech que borraba la memoria del verdadero Diego y lo mantenía ignorante del complot que surgía a su alrededor. Luego de inhalarlo, el estudiante cayó en un sopor

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Diego reaccionó al escuchar la voz del médico.

-Listo, muchacho, ya tengo el resultado

¿Cuánto tiempo había pasado desde que había tomado la medicina? Diego no recordaba qué tipo de análisis le había hecho Mendoza, pero no parecía importante… claro, no era importante, ya que Mendoza únicamente le había tomado una radiografía y lo había auscultado… si… sólo eso… nada mas… tenía calor, pero era natural, en un sitio como ese, sin ventanas

-Puedo decirte que afortunadamente tu enfermedad no parece tener complicaciones pero aún así deberás seguir tomando los medicamentos, ¿de acuerdo? Recuerdo, la blanca en la mañana y la azul en la noche. Te daré una cita en dos meses y estoy seguro que entonces podré darte de alta

Diego salió del consultorio plenamente convencido de que pronto se liberaría completamente…, si, se liberaría de esa enfermiza compulsión sexual. Llegó a su departamento y se tomó la pastilla azul… Mientras caía dormido, volvió a pensar me liberaré… seré libre… seré libre… y no habrá nada que pueda hacerse…Diego…no podrás hacer nada

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Reporte de caso HE344-D-Soto

Sujeto: Diego Soto

Edad: 19 años

Grupo objetivo: Esclavo tipo A1e

Fase 3. Segunda etapa de disociación psíquica.

Objetivos: Inducir la personalidad sumisa del sujeto mediante la droga 4-épsilon Tiempo estimado: INDETERMINADO

Día 62: Tratamiento de prueba con la droga 4-epsilon, luego de 2 semanas de inducción. Velocidad de disociación de 80%. La proporción psíquica de la personalidad sumisa, Diego-Esclavo, aumentó a 31:69, conforme a lo esperado. La proporción física en estado de disociación es de 98:2. Las probabilidades de éxito del proyecto son del 89.2%. Inicia el periodo de sugestión homoerótica nocturna. Siguiente evaluación en 8 semanas.

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Una vez más, agradezco todos y cada uno de los comentarios de quienes se toman la molestia de leer mis relatos. Para aquellos que me piden adelantos, creo que es mejor mantener el suspenso. Aun así, muchos están hartos de que Diego aún no sepa nada y que falte acción a la historia, pero descuiden, pronto, muy pronto cambiará eso y verán más pasión y morbo, que al fin y al cabo a todos nos gusta. Por favor, sigan mandando sus comentarios a través de todorelatos o bien a mi correo electrónico city_in_shadows@hotmail.com