El esclavo del profesor (3.0 Perversión Médica)

...Diego empezó a sentir el mismo calor que lo afectaba por las noches, una hoguera que incendiaba su verga, sus pelotas, hinchándolas de esperma ansioso por salir... Sigue el proceso de esclavización de Diego, esta vez con ayuda de un médico lujurioso

El esclavo del profesor

3.0 Perversión médica

Capítulo anterior: Rivera experimenta con Diego por segunda vez y obtiene resultados alentadores. Diego, sin saber aún nada de lo que le pasa ni de lo que le espera como futuro esclavo del sádico profesor, se encuentra con un amigo, quien lo recomienda a un médico por sus problemas de salud, sin saber que Rivera también está detrás de todo esto.

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A las 5 de la tarde, Diego terminó sus clases del día y se encaminó a la clínica del doctor Mendoza, el mismo que su amigo Arturo le había dicho que era un experto para enfermedades y cuestiones de sexualidad. El consultorio quedaba cerca del campus, de forma que caminando llegó rápidamente al lugar. Al entrar, lo atendió una recepcionista, quien tomó sus datos y le pidió esperar en tanto avisaba al doctor Mendoza. Al cabo de un momento, éste salió a recibirlo. En un primer momento, Diego se quedó sorprendido, pues había imaginado un médico de más edad, pero quien salió a recibirlo fue un hombre joven, de unos 25 o 26 años, a lo mucho, de complexión robusta y un tono moreno, casi negro, que contrastaba con la blancura de su bata, de sus dientes, que se dejaban ver a través de una cordial sonrisa, y de sus ojos, de un suave tono marrón. Diego creyó que lo conocía de algún lado, pero no supo recordar de donde.

El doctor Mendoza hizo pasar a Diego a su consultorio y cerró la puerta. Lo hizo sentarse en el escritorio y le preguntó cuál era el motivo de su visita. Diego estaba un tanto confundido por las circunstancias, así que por pedazos, empezó a decirle que venía por recomendación de Arturo, a quien ya había tratado por ciertas cuestiones "de hombres" y que le había dicho que era bueno. Sin embargo, cuando llegó el momento de contarle sobre sus sudores nocturnos, sus erecciones monumentales y cómo era que la fiebre sexual lo invadía hasta convertirse en una tortura erótica que sólo se solucionaba con una masturbación obsesiva y cada vez más desgastante (todo eso debido a la droga que el profesor Rivera le administraba en sus alimentos sin que Diego lo supiera, como parte de su complot para convertirlo en su juguete sexual), Diego se sintió algo cohibido. El doctor Mendoza se dio cuenta y quiso desviar la conversación para aligerar la tensión de su paciente. Entre otras cosas, le preguntó por su universidad y a su vez habló de él mismo, con lo que Diego se enteró de que Mendoza era de la región costera (por ello su tono oscuro de piel) y que tenía poco de haber terminado sus estudios en la misma escuela de Diego. De ahí la razón de que este lo recordara, ya que seguramente lo habría visto en el campus en algún momento. Lo que el muchacho no sospechaba, era que además, Mendoza era miembro del grupo de trabajo de Rivera y que estaba a punto de entrar en otra etapa de su perversa investigación.

A fuerza de conversar, Diego agarró confianza suficiente con Mendoza y finalmente le contó sobre su problema, sobre la forma en que cada noche le invadía un calor que le brotaba de los huevos y de la verga, asfixiándolo con ansia de sexo, deseando a toda costa un orgasmo que cada vez tardaba más, incluso horas. Hacía más de un mes que padecía ese tormento y se sentía más cansado cada vez. Mendoza lo escuchó paciente y respetuoso y a continuación le dijo que iba a examinarlo. Le pidió que se desnudara el torso y lo hizo sentarse en la camilla de exploración. Como en cualquier visita médica, le tomó los signos vitales y lo auscultó sin mayor novedad. Luego, le indicó que para tener un diagnóstico, le haría un análisis rápido, para lo cual le dio un par de tabletas. Diego debía tomarlas y esperar 15 minutos para que hicieran efecto y el médico pudiera hacer el estudio necesario. Mendoza salió prometiendo volver en cuanto los medicamentos hubieran hecho su trabajo. Diego se tomó las pastillas ingenuamente, sin saber que eran una versión diferente del gas Submission-4, un fármaco psicoquímico que lo dejaba temporalmente sin voluntad y a merced de los deseos de quien le diera órdenes. En este caso, sin embargo, el fármaco estaba en una dosis que, cumpliendo su función, no induciría un trance tan completo como en ocasiones anteriores, de forma que Diego tendría conciencia parcial de lo que estaba pasando, ya que eso era esencial en esta parte de su proceso de domesticación sexual.

En efecto, al cabo de algunos minutos, Diego empezó a sentirse ligeramente mareado y aletargado. Mientras esperaba sentado en la camilla de exploración, sintió que sus piernas y brazos se entumecían y por más que los moviera, la pesadez aumentaba en lugar de desaparecer. En ese momento entró Mendoza, quien con su eterna sonrisa caribeña, le preguntó cómo se sentía.

- Un poco mareado, creo que la medicina ya está haciendo efecto.

-Eso lo veremos pronto, ponte de pie.

Diego obedeció rápidamente, quizá más de lo que él hubiera querido. Mendoza lo volvió a auscultar, tomando su pulso y escuchando su ritmo cardiaco como si nada. Diego sudaba ligeramente, un sudor frío y nervioso.

-Si, parece que ya ha hecho efecto, ahora podremos hacer el análisis. Quítate la ropa.

-¿¿Qué?? –Diego preguntó porque creyó haber escuchado mal. Sin embargo, antes que Mendoza respondiera, él mismo empezó a quitarse los pantalones. Cuando se dio cuenta, estaba en calzoncillos frente al médico.

-Si, es necesario, tengo que examinarte por entero para saber que tienes. Vamos, te dije que te quitaras la ropa, también la ropa interior. Debes estar desnudo.

Diego asimiló la explicación y la orden en un instante y sin más, se terminó de desnudar frente al doctor.

-Muy bien. Ahora escucha muy bien: NO DEBES MOVERTE HAGA LO QUE HAGA.

Mendoza empezó a palpar el pecho de Diego, bajando rápidamente sus manos por los costados, hasta las caderas. Con los pulgares, masajeó su vientre cubierto de vello, bajando suavemente hasta abrazar sus muslos. Con sus dedos empezó a presionar la ingle con movimientos circulares en la región donde empezaba su pene, flácido en ese momento. Un poco más abajo, con un solo dedo, Mendoza palpó la región en torno al suave y lampiño escroto del muchacho, hasta llegar a un área en el perineo, justo en la base de los testículos, un tendón poco conocido que había sido sensibilizado a lo largo de 1 mes por la droga de Rivera. Al presionarlo, como un reflejo, la verga de Diego se irguió rápidamente, excitada por la fuerza en ese punto vulnerable. Diego se asustó de esa reacción y quiso retirar la mano de Mendoza, pero para su sorpresa, no pudo mover sus brazos ni ninguna parte de su cuerpo, ya que el médico le había ordenado no moverse. Mendoza ignoró la cara de miedo de Diego por ese descubrimiento y sólo sonrió mientras seguía masajeando el perineo con un par de dedos mientras que con la otra mano empezaba a masturbarle el generoso miembro, coronado por un glande brillantemente lubricado de líquido pre-seminal

-¿Qué es lo que me pasa? ¿Qué está haciendo?

-Es increíble, lubricas muy bien –dijo Mendoza con un tono distinto al tono funcional y médico que había usado hasta entonces, una voz más sensual y que reflejaba sus apetitos lascivos por la verga - Pero espera, que apenas empezamos.

Mendoza continuó la estimulación y Diego empezó a sentir el mismo calor que lo afectaba por las noches, una hoguera que incendiaba su verga, sus pelotas, hinchándolas de esperma ansioso por salir, sus piernas, su abdomen, su pecho… ¡su pecho! Los pequeños pezones de Diego se pusieron duros y paraditos, excitados por esa estimulación artificial a la cual se había acostumbrado sin que Diego lo supiera. Mendoza dejó de masturbarlo y tomó uno de sus pezones, frotándolo con firmeza.

-No, detente… AGHHHHHHH, OOOOHHHHH, -Diego emitió un suspiro de éxtasis al sentir la caricia en su pezón. Hasta ese momento, en sus noches de afiebrada obsesión sexual, nunca había tocado sus pezones ni mucho menos ese punto en su entrepierna que Mendoza presionaba, atizando su tormento, de forma que fue una sorpresa el enorme place que sintió con el masajeo en su pecho. Mendoza pellizcaba y frotaba alternativamente cada pezón, sin dejar de estimular su entrepierna, arrancando gemidos de placer a su paciente, quien contemplaba horrorizado y a la vez totalmente dominado cómo el otro lo erotizaba sin escrúpulos

-No, no AHHHH… déjame, déjame… no hagas esoooooOOHH… porque???aaahhHHH –el cuerpo y la cara de Diego estaban inundados de sudor, que caía dando brillo a su bien formado torso. Su verga, aún sin ser manipulada, permanecía erecta, en dolorosa erección que sólo se calmaría al ser jalada hasta explotar en un mar de leche. El sufrimiento en su miembro sólo era contrarrestado por las explosiones de placer en sus tetillas, un placer nunca antes probado pero que lo arrastraba a nuevos horizontes en el universo del sexo, casi llegando a la locura.

-Tranquilo, muchacho, disfrútalo. Déjate llevar y no opongas resistencia. El doctor Rivera tenía razón cuando te eligió, eres delicioso. Pero algo rebelde. No importa, nuestro Maestro ha domado a fieras más salvajes que tú. No podrás hacer nada ante nosotros ni ante él. Disfruta ahora que puedes porque PRONTO TE ATRAPARÁ –Mendoza hablaba a Diego directamente en la cara, lanzando su aliento para remarcar cada una de sus palabras. Diego escuchaba la revelación del plan de Rivera con creciente pánico, incapaz de reaccionar ni de defenderse-. ¿Acaso crees que tu "enfermedad" es natural? Estúpido. El Maestro Rivera te puso bajo su control desde hace tiempo. Sólo un genio como él podría haber desarrollado una droga tan versátil, que te sensibiliza, que te hace adicto cada vez más al sexo. Pero claro, tú eres heterosexual, ¿no? ¡¡¡¡FALSO!!!! Eres como cualquier ramera, cualquier puto, jajaja, sólo que aún no lo sabes. El Maestro Rivera se encargará de enseñarte. Te convertirá en su instrumento de placer, tu culo, tu verga, todo tu cuerpo estará dedicado a servirle, serás su esclavo. Pero no sólo eso. No sólo tu cuerpo, eso no sería digno de su ciencia. Él se encargará de que también seas su fiel seguidor, devoto y servil. Vas a querer complacerlo, vas a pelear con sus otros esclavos por su verga, por tenerlo clavado dentro de ti, por chupar su exquisita verga y servirlo, como todos nosotros.

Diego se sentía a punto de desmayar, por las terribles revelaciones que escuchaba, por el ardor creciente en su pene y el intenso gozo en sus pezones, duros y oscuros. El rostro de Mendoza estaba a escasos centímetros del suyo, su boca a la misma altura, a punto de darle un beso, ese puto negro. Se acercó, más, más. Sus labios se aproximaban. Pero no, Mendoza también era un servidor de Rivera y cumplía las órdenes de su Maestro. Ignoró la tentación de corromper ese cuerpo que debía ser estrenado en todas sus formas por Rivera y pasó a la siguiente fase de la "revisión médica". Ordenó a Diego a que se recostara en la camilla, con las piernas abiertas. El cuerpo de Diego obedeció a pesar de los esfuerzos de su dueño. Entretanto, Mendoza sacó de una gaveta una cámara de video y la montó en un trípode, para grabar lo que vendría a continuación.

-Muy bien, quiero que te masturbes hasta eyacular. ¿No es así como te calmarás la calentura? Con la otra mano, te pellizcarás un pezón, para que no dejes de complacerte.

Diego hizo lo que Mendoza le ordenaba. La cámara registró casi 30 minutos antes de detenerse, pero el muchacho se prolongó durante casi 3 horas, entre gritos de dolor y gemidos de placer. A un lado de la cámara, Mendoza observaba la escena, con la lujuria pintada en el rostro y su verga formando una carpa de considerables dimensiones debajo de la tela de su pantalón. Cuando finalmente Diego logró eyacular, se desplomó exhausto sobre la camilla, mientras su verga, como un ser autónomo y viviente, disparaba un chorro incontenible de esperma muy líquido, manchando su cuerpo y las áreas circundantes

Diego soñaba… soñaba que viajaba por la selva, en una balsa por río cenagoso. A ambos lados, se veían los oscuros manglares, llenos de ruidos, de sombras, de inquietudes. Cerraba los ojos por un momento… De pronto, estaba atrapado entre los árboles acuáticos, las lianas colgabas de sus ramas y enredaban sus brazos y piernas. Frente a él, un hombre negro, casi desnudo, cubierto sólo por un taparrabo de tela basta, estaba arrodillado. Con sus manos jalaba la verga de Diego, que no paraba de sacar semen. Lo ordeñaba como una bestia. El aborigen tomaba la leche entre sus manos y la acercaba a Diego, quien se oponía, gritaba pero sus gritos no tenían voz, sentía el cálido semen, su semen, en sus ojos, cegándolo. Intentaba abrirlos ojos, intentaba gritar. Al fin lo conseguía, sus párpados se levantaban pero se cerraban inmediatamente por la fuerte luz que veían. Cuando pudo acostumbrarse, todo se borró, salvo la luz

El doctor Mendoza retiró la luz de los ojos de Diego.

-Listo, con eso terminamos el examen. Ya podemos hacer un diagnóstico inicial, Diego… Escucha, te voy a mandar este medicamento y veremos cómo reaccionas. Por lo que pude ver, no es nada grave, sólo una especie de reacción hormonal exagerada de tu organismo.

Diego escuchaba a medias. ¿Había sido un sueño? ¿Acaso había alucinado por el fármaco que le había dado el médico? Recordaba haber ingerido las pastillas… Nada mas… ¿Era normal? ¿Qué había pasado?

-La blanca la tomarás en la mañana y la azul al acostarte, diariamente. ¿Alguna pregunta? Si no es así, te programaré una cita en dos semanas para ver como sigues.

Definitivamente era un sueño, él no podía haber creído estar en la selva con el doctor Mendoza como un aborigen frente a él… Si, seguro era un sueño… Diego agradeció al doctor, quien lo acompañó a la puerta. Apenas se fue, Mendoza se apresuró a preparar la cinta con la escena de masturbación que había hecho de Diego así como el reporte para su Maestro Rivera. Sin embargo, la cinta no se la enviaría a Rivera, esa la conservaría para inspirarse con el guapo Diego, mientras éste aún no fuera propiedad de su Maestro.

Diego salió de noche del consultorio pero no se dio cuenta de cuánto tiempo había pasado. Al llegar a su departamento, tomó la píldora azul como le dijera Mendoza. Esa noche, durmió profundamente, sin calentura, sin erecciones, sin alucinaciones selváticas, todo un milagro… En su organismo, la nueva droga empezó a ser absorbida por sus neuronas, empezó a acumularse lentamente, para apoderarse de él, como en un asalto, para despojarlo de su voluntad y de su deseo, para esclavizarlo a su poderoso y perverso amo, Luis Rivera.

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Reporte de caso HE344-D-Soto

Sujeto: Diego Soto

Edad: 19 años

Grupo objetivo: Esclavo tipo A1e

Fase 3. Segunda etapa de disociación psíquica.

Objetivos: Inducir la personalidad sumisa del sujeto mediante la droga 4-épsilon Tiempo estimado: INDETERMINADO

Día 47: El sujeto fue tratado con una dosis de Submission-4 para aletargarlo y evaluar el efecto de la sustancia 2-beta. El resultado fue el esperado: El sujeto ha alcanzado las dosis más altas, con una sensibilización óptima en perineo y pezones. A partir de ahora, se discontinuará el uso de esta droga y sólo se le someterá a refuerzo periódico del estímulo captor sexual. Asimismo, se han establecido condiciones para administración del fármaco 4-épsilon de forma continua, para inducir la personalidad de Diego-Esclavo de forma gradual. Se espera una asimilación inconsciente, reforzada de terapia de choque ocasional.

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Aquí viene la siguiente parte de esta historia. Perdón por la tardanza, pero he estado ocupado en otras cosas. Para los que leen esta historia por primera vez, consulten las partes anteriores:

Esclavo del profesor 1.0 Drogado sin saberlo

Esclavo del profesor 2.0 Violación mental

Esclavo del profesor 2.1 Sumisión al desnudo

Espero sus comentarios y hasta luego.