El esclavo del profesor (12.0 Disciplina sexual)

Clark se verá sometido al rigor de Mendoza, quien lo convertirá en un obediente y servil esclavo sexual.

El esclavo del profesor

12.0 Disciplina sexual

Capítulo anterior: Clark fue sometido por primera vez a la rigurosa disciplina de Mendoza. Ahora continuará su proceso de domesticación sexual

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-YAHHHH, basta, por favor, detente...

-VAMOS DI LO QUE TIENES QUE DECIR.

-YA… ahhhhh basta… lo que quieras

-Sólo dilo, puto, grítalo para que todos sepamos lo que eres

-AAHHHHh… soy puto, soy puto… ahhh… no valgo nada… por favor… ahhhh… seré obediente… obedeceré todo lo que digas… pero ahhh, detente

Clark se retorcía de dolor, sujeto de manos y tobillos a una pesada silla de metal mientras un par de pinzas metálicas mordían furiosamente sus pezones. Sin embargo, no era eso lo que le representaba mayor tortura, sino el par de cables que salían de ambas pinzas y que llevaban a una fuente de voltaje. Era la segunda vez que sometían a ese tratamiento a Clark y sus torturados pezones ya no soportaban más el dolor intenso.

-Bien, así se hace puto, ya estás aprendiendo

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Varios días han pasado. Clark se mueve débilmente en su celda. Desnudo sobre el duro suelo, todo su cuerpo suda debido al intenso aire caliente que sopla por las ventilas en las cuatro paredes de la habitación. Sus manos están atadas a la espalda y sus afeitadas bolas siguen comprimidas por la siempre presente cadena. En su pecho, sus pezones aún están enrojecidos e irritados después de la última tortura con pinzas eléctricas. Ahora la tortura es distinta, más sutil, más insidiosa, novedosa de hecho, pero no por eso menos cruel. Esa mañana recibió su alimento, una pasta informe en un tazón, que tuvo que comer sin usar las manos, arrodillado a los pies de su domador Mendoza como un perro frente a su dueño. La cosa, normalmente insípida, contenía bastante sal en esa ocasión. Luego de comer, Mendoza lo dejó en ese cálido ambiente, explicándole con sádica satisfacción el nuevo método de dominación:

-Hasta ahora te hemos dado comida y bebida para mantenerte vivo, miserable puto, pero ya se te acabó ese regalo. A partir de ahora tendrás que ganarte ambas cosas con tu trabajo. Empezaremos con la bebida. Se nota que tienes buenas piernas y ya comprobé cuanto te gusta tener objetos en tu culo, así que he preparado este dispositivo para ti.

Frente a ellos, en la celda, había empotrado en la pared un panel. A la derecha, había una especie de manguera mientras que a la izquierda sobresalía un apéndice totalmente modelado en forma de pene, perfecto, surcado de poderosas venas y coronado por un glande bien formado. El objeto era de un material suave pero rígido, tenía cerca de 20 cm de largo y unos 4 cm de diámetro

-Desde hoy, cada vez que quieras tomar agua, tendrás que usar este aparato. Al accionarlo, saldrá agua de esta manguera. ¿Cómo lo accionas? Fácil, sólo tendrás que posar ese jugoso trasero en este interruptor anatómicamente correcto. Ya que te encanta tanto tener objetos en el culo, estoy seguro que disfrutarás mucho tener sed

Ahora Clark estaba ahí, sudoroso, acalorado y sediento y frente a él estaba el degradante dispositivo, listo para dispensarle un poco del vital líquido. Aún sin tener forma de comprobarlo, sabía que ya llevaba muchas horas sin beber y el calor lo había reducido a un estado de debilidad. La lucha en su interior había crecido por momentos, entre su torturado cuerpo, que clamaba por un poco de agua para saciar su sed, contra la mente, que se resistía a humillarse y a conservar su integridad como hombre antes que someterse a ese instrumento maquiavélico. Ahora sin embargo, ya no podía tenerse sin beber más y su propia consciencia parecía dividida. Por una parte, persistía cada vez más débil su postura inicial: Resistirse a ser controlado y domesticado, mientras que otra parte de su ser ya se había rendido, ya se consideraba dominado y en esa medida, pensaba que después de tantas humillaciones, castigos y torturas, un falo artificial en su maltratado culo era apenas un precio mínimo para poder beber algo de agua. Esa parte ganaba cada vez más dominio, mientras Clark empezaba a marearse por la deshidratación, con el sudor deslizándose a gotas por su rostro. De pronto, tambaleante, se incorporó del suelo y dio pasos vacilantes hacia el tortuoso aparato. Se sentó nuevamente frente a él, viéndolo, estudiándolo, analizando su rigidez, su cilíndrica y gruesa forma, el realismo de los pliegues de piel en torno a la cabeza, sus curvas, su textura. En su mente, un pensamiento retumbaba: El deseo. El deseo por agua, por aliviar su sed. Sin embargo, era tanta su debilidad física y su confusión mental, que en su interior ese pensamiento se tergiversaba y retorcía, haciendo que, inconscientemente, su objeto de deseo se desdibujara y cambiara: Clark veía la gruesa verga. Pasaba su seca lengua por sus labios algo agrietados. Su visión ocupaba toda su atención, esa rica y jugosa verga, que al tenerla en su culo le daría la satisfacción que reclamaba su cuerpo.

Con torpeza, se puso de pie nuevamente, en medio de esa atmósfera quemante. Todavía al colocar la punta de esa verga en la entrada de su culo, un último resquicio de cordura le hizo detenerse, con la inútil intención de hacerlo resistir más. Sin embargo, la batalla estaba perdida, Clark necesitaba beber, necesitaba esa verga. Era una cadena lógica irresistible: Necesitaba agua, el aparato le daría esa agua, la verga le daría esa agua, necesitaba verga… Su cuerpo ansiaba esa verga en el culo, con la cual saciaría tanto la sed de agua como el hambre de verga que le había sido inoculada lentamente a través de torturas y castigos. Sus caderas empujaron y las dos nalgas se abrieron en su firmeza para darle paso al grueso cilindro, que se adentró en esas carnosidades hasta llegar al umbral mismo del orificio que, exhibiendo una calidad inigualable, aún se mantenía apretado a pesar de las violentas dilataciones de las que había sido objeto. Con un esfuerzo adicional, el falo artificial finalmente se adentró en esa oscura caverna, lentamente. Clark sufría sensaciones contrarias. Su cuerpo resentía la invasión, podía apreciar el dolor creciente mientras centímetro a centímetro era dilatado y penetrado, presionando contra las paredes de sus entrañas mientras que al mismo tiempo, todo su ser ya había aceptado la necesidad de tener ese objeto para saciar su tormento. El cilindro estaba seco, libre de lubricación, y su camino no era fluido, sino que friccionaba y aumentaba el dolor y aún así, Clark tenía que clavarse en él. Finalmente, estuvo adentro. Clark volteó a ver la manguera y nada salía.

Tuvo que empezar a sacar el miembro de su interior y una vez más introducirlo, para que algunas gotas empezaran a salir. El roce se había vuelto menos doloroso, aunque ahora daba algo de comezón, debido al extraño material del cual estaba hecho el falo. Poco a poco, con ritmo, Clark consiguió que saliera más agua de la manguera. Para poder tomarla, sin embargo, tenía que separarse de la verga interruptora, con lo que el chorro cesaba antes que pudiera alcanzarlo. Aumentó el ritmo, desesperado, ignorando el dolor y la humillación, ahora al ver que ya tenía tan cerca la victoria, cuando en realidad había perdido, se había dejado dominar pero ya no le importaba. Se penetraba a sí mismo con frenesí, hasta que por fin consiguió imprimir un ritmo suficientemente veloz para mantener el chorro de agua lo suficiente para beber un poco, tras lo cual volvía a clavarse en la verga. En medio de su euforia de por fin calmar su sed, no se deba cuenta que la verga artificial también se parecía a una de verdad en que tenía un canal interno del cual brotaba un líquido que subrepticiamente iba quedando en su interior, untándose en las paredes de su recto e iniciando los efectos ya conocidos, por tratarse de la misma sustancia que alguna vez Rivera usó en Arturo, ahora convertido en un adicto a las vergas. Finalmente Clark pudo saciar su sed y se sentó a descansar, entrando en un aturdimiento, en el que su parte racional intentó resurgir, haciéndolo reflexionar sobre lo que acababa de hacer, haciéndole ver que se había degradado y humillado voluntariamente a cambio de un poco de agua. Clark se sintió culpable e incluso ahí, tirado en el suelo, con el culo dilatado, los huevos todavía aprisionados y sus tetillas adoloridas se hizo la promesa de resistir el próximo castigo, aunque él mismo tuvo el humor para entender que sería casi un milagro que pudiera hacerlo… Una hora después, volvió a clavarse la verga artificial porque aún tenía sed

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A la mañana siguiente, Clark volvió a tomar su comida matutina, arrodillado y sometido como ya era costumbre ante su domador. El alimento ya no estaba salado pero tampoco era como antes. Había un resabio diferente, que Clark sin embargo, no notó. La tensión constante en que vivía no le permitía recordar que Mendoza ya le había advertido que tanto su bebida como su comida serían parte de su transformación. No sabía que ahora su alimento pronto le provocaría una nueva hambre. Pasaron varios días, cada vez más difusos, entre visitas a la regadera, donde Clark era colocado en el potro bajo el agua, a veces fría a veces caliente, mientras su intestino era invadido de líquido, y sesiones de tortura en sus pezones. En todos los casos, Clark trataba de resistir, pero el tiempo que tardaba en rendirse se hacía cada vez menor. De igual modo, se volvió costumbre usar el instrumento fálico para beber y Clark se resignó a ocuparlo para poder obtener agua, sin saber que de ese modo provocaba la sutil sensibilización de sus entrañas.

Tiempo después, llegó el momento del cambio decisivo, aunque Clark aún no lo sabía. Esa mañana, Mendoza se presentó a la celda del humillado rubio pero no vino solo. Tras él entró Rivera, el perverso científico responsable de todo ese lugar. El panorama era diferente al que se veía hacía algunas semanas. En lugar de un rebelde Clark, violento, que gritaba para que liberaran a su querido Diego y lanzaba insultos en todo momento, ahora Clark estaba arrodillado, esposado, con su cuerpo lampiño, sus testículos estrujados y su culo penetrado incontables veces con aparatos y sondas, sus pezones torturados y comprimidos, débil y con la cabeza agachada, sabedor de su derrota, de su degradación. Ignoraba que todavía sería víctima de una mayor dominación. Rivera se acercó a él y le levantó la cara tomándolo del mentón, hablándole al rostro

-Parece ser que Mendoza ha hecho un buen trabajo contigo, esclavo. Me informa que tu "proceso" ha avanzado notoriamente. Hoy veremos si es cierto que eres suficientemente dócil. La prueba de hoy nos dirá si ya estas suficientemente domesticado para convertirte en mi nuevo puto. ¡¡¡Esclavos!!! Traigan el soporte

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¿Qué le esperará a Clark? ¿Se volverá un esclavo sumiso y obediente de Luis Rivera? ¿Qué ha pasado con Diego? Pronto será el desenlace de esta historia, espérenlo y disculpen las tardanzas

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