El esclavo del profesor (10.0 La decisión)

Clark tiene que elegir entre convertirse en siervo sexual de Rivera o bien, permitir que Diego sea quien tome su lugar.

El esclavo del profesor

10.0 La decisión

Capítulo anterior: Clark fue seducido hábilmente por Arturo, Diego por fin terminó sus clases. Ambos han sido secuestrados por el pérfido profesor Rivera y sus servidores y ahora enfrentarán la lucha por su libertad. La alternativa es convertirse en adoradores del depravado científico, quedando reducidos al papel de meros juguetes sexuales, deseosos de vergas en sus ajustados culos.

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El eco metálico resuena por los pasillos desiertos. Poco a poco se hacen más fuertes. Al doblar una esquina, se observa una sólida puerta de acero, que al ser golpeada generaba ese sonido retumbante. Detrás de la puerta, en una celda de paredes y suelo de frío concreto, un solitario cautivo trata inútilmente de hacer escuchar sus gritos de ira. Descargaba su furia con golpes secos, dados contra la puerta de metal con los puños desnudos, como desnudo está el resto de su cuerpo. Su piel blanca y turgente sobre los firmes músculos está cubierta del sudor de varios días de encierro y en el rostro una barba incipiente le otorga un aspecto de varonil rudeza. Falsa ilusión cuando en realidad poco podría hacer ese hombre en el estado de dominación en el que se encontraba. No sólo estaba encerrado en esa prisión sino que, como medida adicional de seguridad y para mayor humillación de su hombría, le habían colocado un grueso anillo de metal en torno al escroto, del cual partía un cable de acero que lo ataba a una argolla en la pared, como una cadena ata a una bestia. Sus aprisionados huevos, constreñidos por el anillo, no hubieran resistido el dolor en caso de que el cable recibiera el menor jalón, lo cual aseguraba su sometimiento

-¡¡¡Maldito pervertido, déjame salir, no te atrevas a lastimar a Diego o yo mismo te arrancaré las bolas con mis manos…!!!

Finalmente, cansado de golpear, se dejó caer, recargado sobre la pared junto a la puerta y volteando a ver el monitor que, lejos de su alcance, colgaba de la parte superior de uno de los muros de su prisión. En él se veía a un muchacho igualmente desnudo, sentado en una silla y sujeto a ella mediante un par de grilletes en los tobillos y las manos esposadas en la espalda. Sus ojos estaban cubiertos por un antifaz y sus pezones ostentaban de forma dudosamente placentera un par de pinzas, que los presionaban. El muchacho también estaba amordazado, de forma que sus peticiones de ayuda apenas eran meros jadeos incomprensibles.

-Diego… Diego… ¿cómo puedo ayudarte?...- mientras observaba impotente la escena de su amante sometido, el que estaba aprisionado literalmente por los huevos fue vencido por el cansancio y la frustración y cayó en un sueño ligero e inquieto en el cual rememoró lo que había ocurrido en esos 3 largos y tormentosos días

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Al despertar de su narcotizado sueño, Clark sintió el cuerpo frío y entumido. Todavía confundido por el profundo sopor al que había sido arrojado, era incapaz de enfocar la vista, pero se daba cuenta de que estaba en el suelo, que estaba desnudo, que le dolían los testículos intensamente y que había alguien de pie frente a él. Los hechos adquirieron dimensión rápidamente, y fue cuestión de instantes para comprender que había sido secuestrado, para darse cuenta del cable que controlaba sus bolas y de que el hombre frente a él, su captor, era capaz de todo. Un jalón al cable dado por dicho hombre fue lo que le permitió deducir todo eso

-Bienvenido, Clark. Es un gusto ver que al fin has despertado, por un momento creí que te había dado una sobredosis de somnífero. Pero era necesario para poder traerte aquí

-¿Dónde estoy?, ¿quién eres tú? Déjame ir

-Estas en mis instalaciones de investigación… Mi nombre es Luis Rivera y temo que no puedo dejarte ir… QUIETO, NO TE MUEVAS. Te aconsejo que no intentes nada valiente o tus bolas podrían quedar seriamente lastimadas y eso sería muy poco benéfico para mis planes

Un nuevo jalón del cable hizo a Clark entender que no tenía sentido luchar. Se sintió como un perro al cual educan a fuerza de una cadena de castigo. La comparación lo humilló y no le cupo duda que ese era el propósito de ese sujeto, Luis Rivera, fuera quien fuera.

-¿Para qué me trajiste aquí? ¿Qué quieres?

-Vaya, tu si eres una persona sensata, te diste cuenta que no puedes lograr nada con la fuerza y rápidamente has optado por razonar como dos adultos. En verdad eres más prudente que la mayoría… Bien, te traje aquí para hacerte una propuesta, una que seguro no podrás rechazar, quiero que te conviertas en mi sirviente, pero no en cualquier sirviente, para nada, lo que te propongo es el privilegio de formar parte de mi séquito de esclavos sexuales

Clark estudio a su captor: Un hombre muy alto y esbelto, de estructura ósea, enjuta. Su cuerpo fibroso parecía perderse en esa bata blanca que llevaba pero un vistazo a sus nervudas y huesudas manos le hizo ver que era más fuerte de lo que aparentaba. Su rostro era anguloso, de mentó afilado y cejas finas y definidas. Todo en él denotaba una seguridad absoluta y un poder ejercido con la costumbre que daba su uso continuo. Sin eliminar su imagen vagamente andrógina, su sonrisa sarcástica y sus ojos fríos le daban un aire de crueldad masculina imposible de soportar largo rato. Pensaba en la clase de demente en cuyas manos había caído, que le hacía esa "propuesta" como si él, en sus 5 sentidos, pudiera pensar siquiera en aceptarla… esclavos sexuales

-Estás loco si crees que aceptaré esa estupidez, yo nunca seré esclavo de nadie, mucho menos sexual y todavía menos tuyo. Eres sólo un demente

-¿Demente? ¿Acaso un demente tendría la genialidad para montar la trampa en la que tú has caído tan inocentemente? ¿Podría un demente haber mandado a su más reciente esclavo a seducirte con tanto éxito?... Si, no me mires así, yo fui quien mandó a Arturo a cazarte en ese bar y lo hizo con gran eficiencia. Si guardas silencio un momento alcanzarás a escuchar los gemidos que lanza en este momento… ¿lo oyes?... si, esos gemidos son de Arturo, quien justo ahora está recibiendo su premio por un trabajo tan bien hecho… Para que estés bien informado, te diré que su premio mide 23 cm de largo y pertenece a otro de mis sirvientes, uno de los más leales… Escucha, escucha cómo goza mientras su culo es penetrado… Lo tiene muy apretado, ¿sabías?… Claro que lo sabes, tú ya sentiste y gozaste su culito apretado en torno a tu falo y por culpa de ese hoyito ahora eres mi prisionero. Ahora, volviendo al tema que nos concierne, esperaba esa respuesta de ti… así que preparé ciertos incentivos que estoy seguro te harán reconsiderar mi propuesta

Rivera jaló brutalmente el cable, junto con las indefensas bolas de Clark, quien lanzó un fuerte grito de dolor. Cayó de rodillas y luego de costado, agarrándose los huevos en un inútil intento de aliviar su tortura. El científico aprovechó ese estado de debilidad para arrodillarse con toda seguridad e inyectarle en la pierna una de sus sustancias especiales, un paralizante muscular. Clark sintió rápidamente cómo todo su cuerpo se contraía y quedaba en una posición rígida e inflexible. Por supuesto, también su verga resintió los efectos y quedó dura y erguida. A continuación, entraron un par de esclavos. Uno de ellos era un hombretón corpulento, quien levantó a Clark como si fuera una tabla y lo recargó en el muro, al cual ató con un arnés en su cintura. El otro, era un muchacho apenas mayor que Arturo, sólo que moreno y sin embargo, con unos ojos claros que le daban un aire de exótico erotismo. Su cuerpo delgado era ágil y su prominente culo era una invitación al placer. Ante la mirada burlona de Rivera, el muchacho se dedicó a erotizar al paralizado instructor, haciendo uso de su boca para besar, lamer y mordisquear sus sensibles tetillas. Bajando lentamente por el cuerpo, besó el marcado abdomen hasta llegar al borde de los vellos púbicos, que frotó contra su rostro con lujuria. Se prendió de su verga y empezó a mamar con pericia, provocando sensaciones deliciosas en Clark, quien todo ese tiempo había sentido todas y cada unas de las caricias del niño a pesar de estar paralizado. El joven devoraba la verga con maestría, presionándola con los labios y acariciando el esponjoso y sensible glande con el fondo del paladar y su parte baja, aún más sensible, con la lengua. Ocasionalmente se sacaba el miembro para dedicar su atención a lamer los castigados testículos que, aprisionados por el cable dominador, se veían excitantemente hinchados, como cargados de semen y listos y deseosos por descargarse. En efecto, al poco tiempo, Clark eyaculó abundantemente sobre el rostro del muchacho. Clark estaba doblemente preso de emociones: Por un lado, sentía la frustración de ser un guiñapo inmóvil incapaz de defenderse pero por otro, la mamada que había recibido había sido exquisita.

Luego de esto, los esclavos se retiraron y Rivera volvió a inyectar a Clark con un antídoto para el paralizante. El instructor de natación recuperó la movilidad rápidamente, si bien los músculos le dolían y estaban entumecidos. Rivera observó cómo el otro intentaba recuperar la compostura y se divertía especialmente viendo cómo se frotaba los huevos, tratando de aliviar el dolor que aún le atenazaba.

-Ahora escucha, mi propuesta es bastante atractiva: Quiero que te conviertas en mi esclavo sexual, pero entiende que aún entre sirvientes yo tengo categorías, tú tienes suficiente calidad para poder gozar de vez en cuando de algunos placeres. Si aceptas ser de mi propiedad, tendrás derecho al placer que puedan darte muchachitos como ese o cómo Arturo, al cual también ya probaste. Dime, ¿aceptas?

Clark no lo pensó dos veces: Claro que no, no podrás comprar mi dignidad como persona y mucho menos como hombre. No seré tu juguete para que me trates como quieras. Nunca obtendrás mi consentimiento. Ya sé que estoy a tu merced, podrás controlar mi cuerpo pero nunca mi voluntad.

La risa de Rivera se dejó oír con su ironía acostumbrada. No me provoques, si yo quisiera, podría anular tu voluntad fácilmente, pero en este momento no lo necesito. Tu cooperarás conmigo y serás mi puto por tu propia voluntad. Supuse que no sería tan fácil así que me vi obligado a tomar una precaución adicional. Estoy seguro que después de que veas esto, estarás ansioso por cooperar

Fue entonces cuando Clark observó por primera vez en el monitor de su ominosa prisión a su querido muchacho, Diego. En ese momento estaba atado a un potro en forma de dos estacas en X, amordazado y vendado y se veía que luchaba por soltarse.

Clark quedó atónito y apesadumbrado. Rivera sumó al dolor de ver a su niño en esas condiciones con el dolor físico, con un buen jalón del cable que lo tumbó por los suelos.

-¿Creías que no lo sabría? Estoy al tanto que has adoptado a ese como tu puto de cabecera, que te devora la verga todas las noches así como tu su culo… ahh si… su culo, que por cierto todavía es virgen. Dime una cosa, imbécil, ¿acaso todavía se te antoja meterte en su culo? Apuesto a que ardes en deseos por quitarla la virginidad. Lástima que eso no sea posible. Ya que no quieres ser mi esclavo, él tendrá que serlo en tu lugar. Estoy seguro que disfrutaré su apretado hoyito noche tras noche, puedo imaginarlo clamando de éxtasis como Arturo hace un momento

Clark, aún sin fuerzas para levantarse, con el rostro crispado por el dolor, miró a Rivera con odio:

-No te atrevas a tocar a Diego, pedazo de mierda-. Rivera se limitó a sonreír

-Te daré tiempo para que reconsideres mi propuesta, mientras tanto, espero que disfrutes tu estancia en esta celda

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Eso había sucedido hacía 3 días. El día siguiente, Rivera se había presentado reiterando su oferta, ante lo cual Clark volvió a negarse, cada vez más impotente al ver a Diego sometido, pero todavía sin ceder a la humillante propuesta de ser el esclavo sexual del demente profesor. Ahora, Clark despertó de su sueño, sintiéndose acaso más cansado que antes, con el cuerpo helado por el piso. En ese momento, se abrió la puerta y apareció Rivera, quien le preguntó cínicamente como se sentía:

-Vengo nuevamente a hacerte mi propuesta. Como veo que las cosas no progresan, he decidido forzarlas un poco, ya que mi paciencia tiene límites. Observa allá

En el monitor, aparecía Diego como lo había visto Clark antes de quedar dormido: atado a una silla, sin poder ver y con sendas pinzas en los pezones. Sin embargo, le había retirado la mordaza y ahora un par de cables estaban conectados a un extremo de ambas pinzas. Entonces, Diego se retorció y lanzó un gemido. Gritó pidiendo ayuda. Rivera explicó con toda la calma a Clark que estaban pasando corriente eléctrica por los pezones de Diego, quien reaccionaba de esa forma tan llamativa. Dijo que la corriente iría subiendo lentamente y que dependería de Clark que se detuviera. Clark observaba impotente como Diego poco a poco iba sacudiéndose y gritando con más fuerza, mientras era torturado por la electricidad. Aún así, su orgullo se resistía a aceptar doblegarse ante su captor. Sufría y sus pensamientos luchaban entre la perspectiva del dolor que seguramente experimentaba ese muchacho al cual quería tanto y con el hecho de acceder a convertirse en el puto de un demente y pervertido. Luego de esos segundos que se hicieron minutos, Diego dejó de convulsionarse y quedó exangüe sobre la silla cuando apagaron la corriente.

-Vaya que eres difícil de convencer. Tal vez necesites mayor incentivo.

Rivera dio una orden a través del radio que llevaba y en la cámara se vio a un esclavo que, encapuchado como siempre, se cercaba a Diego y luego mostraba lo que llevaba: Una argolla unida a un cable eléctrico

-Ese es otro electrodo, sólo que ese se coloca en el pene. ¿Te gustaría ver cómo se contorsiona de dolor tu putito mientras le electrocuto el miembro?

El esclavo colocó la argolla en el pene de Diego, quien luchó y gritó al sentir la operación. Rivera se dirigió a Clark:

-Esta es tu última oportunidad: Aceptas mi propuesta o tu putito sufrirá como nunca…10…9

Clark volteó a la pantalla: Ahí estaba Diego, ese muchacho que había robado su corazón con su rebeldía aparente y su inocencia interna, con ese cuerpo delicioso. Podía imaginar el calor de su abrazo, la suave caricia del vello en su pecho, el gozo de sus húmedos labios en su glande y oler el arrebatador aroma de su limpio y masculino hoyo justo antes de lamerlo con delicia. Era lo que Clark había imaginado cuando lo conoció siendo todavía niño y ahora que era un hombre, su amante, no podía verlo sufrir así.

8…7…6

Clark sabía que lo haría. No por su gusto. Él era hombre, estaba orgulloso de ser independiente, fuerte, atractivo. No presumía pero sabía que era un excelente amante en la cama, pues había arrancado suspiros metiendo su verga en los culos de incontables muchachos, desde su primera vez cuando tenía apenas 15 años y había desvirgado a conciencia a su hermano, y eso que él era mayor, con 17 años. Desde entonces, su activa vida sexual lo había satisfecho pero siempre había querido tener a un muchacho a quien cuidar proteger y del cual gozar, justo como Diego. Ahora, se entregaría a la lascivia de un hombre cruel y enfermo, que lo convertiría en su puto personal pero al menos salvaría a Diego de ese destino.

5…4

-¡!!!ESTA BIEN, ACEPTO!!!

3… ¿eh? ¿aceptas? ¿qué es lo que aceptas?... 2

- Basta ya, detente, por favor, acepto tu propuesta.

-¿Cuál propuesta?... 1

-…Yo…. Yo… acepto… yo acepto ser tu…. ¡¡¡ACEPTO SER TU PUTO!!! ¿Escuchaste? ACEPTO A SER TU PUTO, ENTIENDES TU PUTO… TU PUTO… PERO POR FAVOR DEJA A DIEGO EN PAZ

Clark se arrodilló, frustrado y humillado por lo que hacía, obligado a aceptar a ser el esclavo de otro. Las palabras aún resonaban, más en la consciencia del instructor que en el aire, convencido de que se sacrificaba para salvar a su amante. El monitor se había apagado y Rivera había dado algunas órdenes por el radio. Cuando Clark levantó la cabeza, habían traído una mesa, donde había algunos papeles. Rivera hizo además a Clark para que se acercase.

-Me parece que has tomado la mejor decisión. Estaba seguro que podría convencerte para ser mi esclavo. Ahora por favor, firma estos documentos para que podamos proceder.

El primero era una carta, en la que Clark renunciaba a su empleo. Los siguientes eran varios documentos a través de los cuales Clark traspasaba sus propiedades, incluido su departamento y su auto a Rivera. Clark no dejó de sorprenderse al comprobar que Rivera verdaderamente lo había investigado a fondo, ya que los documentos incluían todos los detalles necesarios. También había otro papel, que era un pagaré según el cual Clark habría pedido a Rivera una suma bastante alta y en la cual accedía a someterse a los procesos penales y civiles que ameritara en caso de que se negara a pagarla. Por supuesto, Clark nunca había pedido ese préstamo ni recibido el dinero, pero era una forma más para asegurar el control de Rivera sobre él. Rivera le explicó que todos esos documentos eran legales y que serían certificados ante un notario amigo suyo y que además contaba con conocidos que sabían cómo hacer valer la ley para castigar a Clark por incumplir esos contratos así como incluso inculparlo por cosas más graves. Clark se daba cuenta que Rivera era un astuto jugador, que no dejaba nada al azar. Con pesar, firmó todos esos documentos, con lo cual se convertía de facto en propiedad de Rivera. A continuación, Rivera le tendió otro papel.

-Este es un documento más local, pero creo que es el más importante. Debes leerlo de pie y en voz alta, por favor.

Clark echó un vistazo al texto y enseguida comprendió porqué Rivera quería que lo leyera en voz alta. Era un "contrato" donde estipulaban su nueva condición como propiedad sexual de Rivera, redactadas en términos degradantes. Al pedirle leerlo en voz alta, Rivera humillaba aún más a Clark, al hacer patente su inferioridad de ahora en adelante

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Esperen la lectura del humillante contrato de esclavitud sexual con el cual Rivera somete a Clark, así como la descripción del "entrenamiento" al que se vería sujeto para convertirse en un buen siervo en la próxima entrega.

Como siempre, disculpas por si tardo en seguir escribiendo pero ya saben que vale la pena, jaja

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