El entrenamiento y despertar de Carolina. Día 2.I

Carolina alcanza su entrega total y es marcada por ama Rosa. final de esta historia que tiene precuela en el relato del mismo título publicado como carolina fetiche para quien quiera leerlo.

A partir de ama Abril, mi culo sería el protagonista y el más perjudicado a lo largo de la tarde.

La segunda ama, Inés, fue más afable y dulce conmigo.

“Cielo, me encanta que estés aquí. Estoy segura que harás muy feliz a tu ama, y serás una buena sumisa para nosotras. Me encanta tu clítoris y me encanta lo bien que luces así vestida, así transformada. Abril detesta todo lo que huela a testosterona, hasta las sumisas con aspecto masculino las rechaza, aunque sean mujeres de nacimiento. Pero tú, tú eres como la flor que nace entre la mala hierba, eres un regalo para nosotras. Aguanta hasta el final porque quiero que seas aceptada y cuando pueda, te pediré prestada a tu ama”.

Inés se corrió. Llenó mi culo de la leche de su falo rosa y dejó paso a la siguiente.

Después de la quinta ama, el dolor y lo impredecible de sus juegos, lo tenía más controlado. Sus corridas en mi culo ayudaban a mitigar el dolor, y el resto de mi cuerpo sufría con sus pellizcos, azotes, mordiscos, etc., nada que después de cinco amas, no fuese fácil de sobre llevar.

Hasta ese momento, el placer y el deseo estaban ausentes, pero creí que era lo mejor. Tenía que llegar hasta el final y aunque llevaba 10 amas que habían perforado mis entrañas, todo lo tenía controlado, o eso quería creer.

Ama Cristina, sería quien marcase el preludio de mi verdadera agonía.

Sabiendo que mi entrada estaría demasiado dilatada, su tortura comenzó soltando algunos chispazos que su falo electrificado impactaba en mi perineo, en mi recto, y donde ella rozase la punta de su polla.

“ooh! ¿Pero que pasa putita? ¿Qué estás dando saltitos de gusto? Lo sé pequeña, lo sé, tu culito está inquieto por que lo folle. Tranquilo cariño, disfruta de como mi polla da besitos a tu agujerito”.

“AAAAAAAH!, MMMMMMMMM!, AAAAAAAYYYYYYY! ¡Por favor pare ama Cristina!”.

Había cometido un error, no tenía que haberle dicho que parase, no tenía que haber hablado.

Las descargas aumentaron y el dolor también.

Me encontraba sudada, agotada. Mi cuerpo colgaba sin energía, sin ánimo y adolorida de tan insufrible sesión.

Su polla comenzó a entrar, y mientras lo hacía, las púas del tronco comenzaban a rotar, lo que provocaba un dolor constante, como si pequeñas agujas arañasen mis entrañas.

“AAAAAAAAAAAAAAAAHAAAAHAAAHAAAAH!”.

Las púas rotaban, el glande me daba calambres y el falo me llenaba casi hasta reventar. No conforme con esa tortura, ama Cristina masajeaba mi clítoris de tal forma que, al presionar sus dedos sobre la piel descubierta, sentía como la carne era magullada por sus dedos y el cuerpo de la cánula en su interior. Con otra mano, acariciaba la rosa de la punta, clavando las púas que enganchaban la rosa a la punta.

Comenzó a follarme. Cada embestida me hacía ver las estrellas ya que al entrar sentía calambres y las púas rasgándome. Al salir, el tronco rotaba y vibraba por lo que el dolor y los primeros indicios de placer me desquiciaban.

¡En algún punto en el que mi razón estaba por colapsar, su falo rozó con mi punto G. pasé del “noooooo por favooooorrrr, me duele!”, al “Nooooooo! ¡Por favor que no quiero correrrmeeee!”.

“Me corro en tu culo puta de mierda!”.

Ama Cristina se corrió y además de tranquilizarme porque su tortura había terminado, la siguiente sería mi ama, y aunque no tendría ningún miramiento en follarme con autoridad, estaba segura que no sería cruel porque tanto ella como yo, queríamos que fuese aceptada como sumisa.

Sí, tenía razón, mi ama fue tierna, dulce. Su falo me penetraba con calma, dejando que disfrutase cada centímetro de esa polla que me estaba partiendo en dos.

Las vibraciones del falo aumentaban de manera gradual, y mi ama se divertía acariciando mi clítoris.

Sus caricias, la lentitud con la que copulábamos, estaba siendo peor tortura que la anterior.

Me estaba entregando a ella y mi cuerpo estaba cediendo.

El grito de ama Abril me hizo reaccionar para intentar controlarme y llegar hasta el final.

“esa guarra está por correrse!, ¡mirad el capullo de la rosa!, qué asco me da su leche!”.

Sí, así era, mi clítoris había soltado unas cuantas gotitas de mis jugos. Mi ama me estaba poseyendo y mi placer estaba aflorando.

“tranquila putita mía o si no, no llegarás al final de la prueba”.

Mi ama me decía esto al oído, mientras con sus dedos, limpiaba el capullo de la rosa y los llevaba a mi boca, para limpiarlos.

Mi ama aceleró las embestidas para correrse ella y al ser tan sádica con su bombeo, yo perdí todo atisbo de placer.

“AAAAAAAAAAAAAAAYYYYYYYYYYAAAAAAAAAAYYYYYAAAAA!”.

Sus arremetidas me estaban destrozando por dentro, pero al menos de esa forma, yo perdía mi excitación y podría llegar hasta el final.

Mi ama se corrió. Mi culo estaba adolorido, dilatado, bastante lubricado, pero eso no sería suficiente para lo que vendría a continuación.

¿Cómo describir al unicornio mayor? No lo sé, aún no consigo describir aquel monstro en toda su plenitud.

El falo de ama Rosa no era una polla, no era un dilo común y corriente. Era un misil, eso era un arma de penetración masiva.

Medía 35 CM, eso me dijo mi ama.

Era un cuerpo perfectamente cilíndrico, con la punta de la misma circunferencia. El objetivo de aquel misil era que, de principio a fin, la invasión se sintiese igual tanto a la entrada como en lo más profundo.

A veces, el glande es de mayor grosor que el resto del falo. Se siente cuando está alojado hasta el fondo, pero a la entrada, el resto del tronco se siente, pero no con la misma magnitud.

En este caso, el cuerpo era uniforme y sí, tenía la punta redondeada para abrirse paso, pero solamente era la única diferencia o añadido a ese cuerpo rosa de dimensiones colosales.

El grosor era parecido al de una lata de refresco, un tamaño que hasta ahora no había entrado en mi agujero.

Ama Rosa lo acercó a mi boca para que chupase la punta e intentase tragarlo. Eso no me entraba y si acaso, solo podía paladear el gran orificio de la punta que, sin duda, me preñaría.

“Bien puntita, ha llegado mi turno. Relájate, disfrútalo porque con esto, verás las estrellas, ¡qué digo las estrellas, el universo entero!”.

Ama Rosa colocó la punta en mi entrada. Separando mis cachetes, comenzó a entrar. Despacio, muy despacio ya que, aunque estuviese dilatada y lubricada, el intruso era gigante y tarde o temprano, mi ano cedería de la peor forma.

“AAAAAAAAAAAAAYYYYYYYYYYYAAAAAAAAAAAAA!”.

Su intrusión se sintió diferente a las anteriores. ¡Un dolor nuevo sentía en mi entrada, y cuando ama Rosa dijo, “La he desvirgado!”, entendí de lo que hablaba.

Ama Rosa había desgarrado mi entrada y al hacer sangre, para ella era mi verdadera desfloración.

Todas se acercaron a mirar como la punta más cuatro centímetros de polla estaban alojados en mi orificio, y justo por debajo del tronco, la piel desgarrada y gotitas de sangre como muestra del logro conseguido por ella.

Lloraba, era todo lo que podía hacer.

No me había sentido tan indefensa, usada, lastimada y ultrajada como en ese instante. Ama Inés besaba mis mejillas y secaba mis lágrimas mientras me decía: “Tranquila Carolina, así tenía que ser. El dolor pasará, ya verás”.

Todas animando a ama Rosa, se mantenían expectantes viendo como introducía su falo en mi interior.

Mi gemido era un chillido constante, como de cerda en matadero. Tenía la boca abierta, la mirada perdida en el horizonte y mi razón, mi razón totalmente destrozada.

Cuando los muslos de ama Rosa acariciaron mis nalgas, sabía que lo había conseguido, su ariete estaba dentro de mí en su totalidad.

Bien Carolina, me has entregado tu virginidad, esta es tu verdadera virginidad. Tu sangre ahora cubre mi falo como señal de entrega y sumisión. Es como tu himen niña mía y aunque tengas mil y un amas en tu vida, siempre recordarás que yo he sido quien te ha desflorado, yo he sido quien te ha marcado como la primera que en verdad te ha hecho mujer. – Sí ama, lo sé ama. ¡Gracias ama!  – no hay más resistencia Carolina, no hay más barreras, entrégate y dame tu esencia de sumisa.

Ama Rosa comenzó a bombear muy lentamente. Sus embestidas iban de menos a más.

Cuando mi agujero se acostumbró al tamaño, su profundidad, la dilatación, y el dolor había desaparecido, algo en mí había nacido.

Comencé a sentir un cosquilleo que nacía en mi entrada y se convertía en una descarga de placer en el fondo.

Todas mis paredes internas se contraían y dilataban a la entrada y salida de su ariete.

Mi punto G se expandía en mi interior y sin darme cuenta, no hacía otra cosa que gemir de placer.

“más ama por favor más! Folléme ama, fólleme! ¡Soy suya!, ¡soy su puta!, soy su juguete! ¡Por favor no pare de follarme!”.

Estaba totalmente entregada.

“Bien putita!, ¡eso quieres?, eso haré!”

Se movía con más fuerza, más sadismo, más crueldad.

Su sadismo era mi placer, mi entrega, y no lo soportaría por mucho más tiempo.

“ama me corro! – córrete conmigo puta!

Mi ama me dijo que cuando ama Rosa había dicho aquella orden, todas las amas se miraron incrédulas ante esa frase. Era la primera vez que ama Rosa, no solo permitía que la sumisa se corriese tan pronto, sino que quería correrse con la sumisa a la vez.

Sentía como mi placer estaba por estallar desde mi interior hasta mi clítoris. Ama rosa también estaba por correrse así que mientras mantenía el movimiento de sus caderas embistiéndome, sus manos presionaban la rosa para causarme más dolor sobre mi clítoris, pero ese dolor, era la primera vez que formaba parte de mi placer.

“Ama me corro ama!, ¡me corro! Aaaaaaaaaaah!, aaaaaaaah!, aaaaaaaaaaaaaaaaaaah joder!, me corro!”.

Ama Rosa vaciaba su polla en mis entrañas. El líquido caliente de su misil me bañaba por dentro y mantenía un chorro constante, fluido, caliente, y muy excitante.

Mi agujero era una fuente inagotable de placer. Se contraía alrededor de ese falo que se vaciaba en mí. Su eyaculación era la lluvia dorada de ama Rosa y del resto de amas que llenaron el contenido de aquel ariete antes de comenzar el ritual.

Su esencia me impregnaba por dentro y para ellas era a partir de aquel momento, su depósito de fluidos.

Mi orgasmo era eterno y me dejaba sin aliento.

Mis jugos brotaban como fuente del capullo de la flor haciendo que mi vestido, piernas, suelo, las manos de ama Rosa, todo se cubriese de mi corrida.

Ama Rosa arrancó de cuajo la rosa, haciendo sangre en la punta de mi clítoris, ya que las púas habían perforado, aunque superficialmente, la piel de mi punta.

Ama Rosa se pegaba a mi espalda, y podía sentir sus pechos descansando sobre mí, su aliento en mi cuello y sus dientes en mí oreja derecha.

“qué buena putita eres!, ¡qué buena putita eres!”.

Ama rosa me elogiaba casi sin aliento ya que también se había corrido y su orgasmo fue tan potente y demoledor como el mío.

Sus manos pringosas de mi corrida, acariciaban mi estómago, mis pechos, mi cuello. Sus dedos dejaban rastro de mi leche hasta que sus manos se posaban en mis labios para que mi lengua las limpiase.

Poco a poco, ama Rosa salía de mi orificio. Sentía el vacío que su aparato dejaba dentro de mí y lo mucho que lo echaría de menos.

A la vez, ama Cristina liberaba mis muñecas de la barra que me sujetaba desde arriba para dejarme caer sin fuerza y totalmente exhausta de tan gran esfuerzo que había hecho por superar la prueba.

Por un momento desconecté de la realidad, hasta que la caricia del pie de mi ama en mi coño, me hizo volver.

Tumbada en el suelo, miraba hacia arriba, y veía a todas las amas con sus falos rosa a mi alrededor.

Ama Rosa situada entre mis piernas, me mostraba su ariete manchado de sus líquidos, mi sangre, y todos los jugos que las anteriores amas soltaron dentro de mí para lubricarme.

Mi ama era la única que estaba de cuclillas y se había posicionado a la altura de mi cabeza.

Todas en silencio y expectantes, prestaban atención a las palabras de ama Rosa.

“Carolina, yo, siendo quien te ha marcado y he sido testigo de tu entrega, pongo fin al ritual de los unicornios rosas. Quien te ha entregado a nosotras para este ritual como prueba de iniciación, tomará posesión de ti, y será solo ella quien disponga de tu voluntad, tu placer, tu vida”.

Mi ama como símbolo de esta concesión, lentamente avanzaba desde mi cabeza hasta mis pies, soltando su lluvia para marcarme definitivamente.

En mi clítoris, posaba una compresa con su regla para marcarme como añadido a mi femineidad despierta a partir de aquel momento. Al llegar a mis pies, las últimas gotitas se perdían entre mis dedos, siendo el final de esta iniciación.

“Lo que he marcado yo en el interior, ha sido refrendado por tu ama en el exterior y también, en tu mente Carolina. Bienvenida a la comunidad de los Unicornios rosas”.

Ama Rosa así me daba la bienvenida y sonriendo las dos asentimos con la cabeza.

Inmediatamente después, ama Cristina me cubría de agua templada con una manguera a la distancia. Estando limpia de cualquier rastro de mi ama, entre todas me llevaron a una aromática bañera en la que el vapor del agua y las burbujas eran el escenario del ritual más placentero y relajante que había experimentado.

Ama Rosa y mi ama, me despojaban de cada prenda que aún quedaba en mi cuerpo. El resto de amas, dentro de la gran bañera, me recibían con caricias y mimos para relajarme y entre todas, vivir el baño más erótico y placentero de mi vida.

Ama Rosa disfrutando de mi clítoris en su boca, y mi ama besándome, me hacían correr una vez más mientras me perdía entre las caricias, las burbujas y mi último orgasmo.

Fin.