El entrenamiento y despertar de Carolina. Día 2. I

Carolina es presentada ante el grupo de amas y es descubierta su naturaleza exterior. será castigada por ello?

“bien chicas, amas iniciadas, amas de medio y alto rango como yo y ama Cristina, y ama Rosa, nuestra guía y protectora. Quiero presentaros a Carolina, mi sumisa que, aunque yo ya la he aprobado y probado, ha sido traída ante vosotras para ser evaluada y si así lo decidís, que forme parte de nuestro grupo de sumisas”.

A nuestro alrededor las mujeres nos abrazaban, se presentaban y en mi caso, aprovechaban para tocarme y acariciarme, como si catasen mi cuerpo.

“Qué mona eres Carolina!”, “eres un sol!”, “Pero qué pedazo de putita nos ha traído tu ama!”, “es que te como Carolina!”.

Yo me sentía en la gloria. ¡Todas ellas eran tan atractivas, elegantes, sensuales y tan femeninas, esto era el Olimpo de las diosas!, y yo deseaba ser su sierva.

“Amas!, ¡iniciada!, es la hora. Comenzaremos nuestro ritual”.

Todas se sentaban de acuerdo a su color, de derecha a izquierda. Las cinco de cinturón rosa, las cuatro de cinturón fucsia, las tres de cinturón rojo, ama cristina y mi ama. Aún de pie y frente a mí, delante del resto de amas, Ama rosa comenzaba a hablar.

Aspirante a sumisa, Carolina:

Mirándome a los ojos, responde a mí como ama a partir de ahora. – Sí ama. – ¿Carolina, Estás aquí por tu propia voluntad?  – sí ama. – ¿Estás dispuesta a ceder tu voluntad, la que te ha traído hasta aquí a quien se nombra como tu posible ama y a quien ella decida? – Sí ama. – Estás dispuesta a enfrentar y vivir el ritual de hoy siendo probable tu aceptación o rechazo de nuestro grupo, asumiendo todas sus consecuencias como la de nunca volver a quien te ha presentado ante mí y ante todas las amas aquí presentes. – Sí ama. – Siendo esta tu decisión, doy comienzo al ritual de los Unicornios rosas.

Ama rosa deslizaba sus dedos sobre mi frente, mis mejillas, rozaba sus dedos en mis labios y los abría para tocar mi lengua, dientes, etc. Estaba siendo una revisión completa.

Secaba sus dedos acariciando mi cuello, mis orejas, mi nuca.

Me daba un dulce beso y en voz baja me decía:

“Por qué tiemblas zorrita?, ¿tienes miedo? Hoy eres mía, déjate llevar y entrégate a mí”.

Me tenía bloqueada, no podía pensar. Sus caricias, su voz, su imponente actitud, me sentía pequeña, insignificante ante ella.

Sus manos se deslizaban por todo mi cuerpo, sin hurgar en mi interior amasaba mis pechos por encima del tutú, sus manos se aferraban a mi cintura para atraerme hacia ella y besarme de nuevo.

“Me encantan tus labios putita, me vuelven loca”.

Sus manos acariciaban mi vientre y mis piernas temblaban, creyendo que en cualquier momento podría caer. Me aterrorizaba que fuese más allá. Sudaba, mi piel se erizaba, tenía miedo de lo que pudiese pasar.

No sabía en qué consistía este ritual y eso me tenía aún más nerviosa.

Sus manos levantaban la falda del tutú y poco a poco descubría mis piernas. Acariciaba mis muslos y con autoridad, arrastraba sus uñas sobre la piel de mi culo donde seguro había dejado marcas.

Amasaba mis nalgas, tiraba de la tira del culote, para encajarlo en mi recto. Azotaba mi culo de forma arrítmica, solo para comprobar y catar a su presa, así como su docilidad, obediencia y entrega.

Sus dedos comenzaban a hurgar mis bragas. Por encima del pubis, sentía como sus dedos tiraban del culote, comprobaba que estaba depilada y cuando sentía que aquellos intrusos se colaban entre mi piel y el culote, el pánico me desquiciaba.

Sus caricias me hacían gemir y, además, pensaba que probablemente estaría mojando mi compresa cada vez más.

“Qué ocurre cielo? ¿Te gusta lo que tu ama te hace?, te gusta lo que sientes? ¿Serás una buena putita y obedecerás en todo?”.

Sí, sí, sí. Eso era todo lo que quería decir, solo la palabra sí, estaba en mi cabeza y deseaba entregarme a ella, pero un golpe fulminante, me dejó paralizada de miedo.

Al golpear suavemente mis muslos para separar más las piernas. Llevó sus dedos a mis ingles y acariciando el puente de la braga me dijo:

“Mi niña está manchando? Esto me hace sentir aún más afortunada, no hay nada como desvirgar a una iniciada en los días que es más mujer, es más sensible y a veces, más caliente”.

Restregaba sus dedos entre la compresa y mis labios hasta que…

Un golpe seco, directo al perineo, a mi clítoris y un segundo a mi vientre. Creo que sabía lo que se alojaba en ese sitio y me hizo doblarme del dolor.

“¡¿Pero qué coño es esto?!”

Miraba a mi ama quien sonreía y caminaba hacia nosotras para aclararlo todo.

Ama Rosa, no se enfade con Carolina. Esto ha sido idea mía. – Te estás quedando con tus compañeras? – En lo absoluto ama rosa. Tan segura estoy de mi idea que quiero compartirla con vosotras. – Explícate ahora mismo o atente a las consecuencias?

“Amas, compañeras, Carolina no es una mujer normal, y tampoco es una aspirante a mujer que lo único que quiere es hacerse un coño de pega y que la follen como perra en celo. Carolina es distinta”.

Mi ama tiró de la cadena de mi collar para levantarme ya que me encontraba de rodillas, con mis manos en mi pelvis, intentando mitigar el dolor.

Mi ama me separó las piernas y bajó mis bragas hasta las rodillas, mientras sujetaba la falda del tutú entre el elástico del pecho y mi piel.

“Acercaros compañeras!, mirad lo que os he traído”.

Ama rosa la primera y el resto de amas después, todas admiraban el trabajo de transformación que mi ama había conseguido.

Lo acariciaban, lo pellizcaban y estaban sorprendidas del resultado. Algunas con expresión de asco, después de tocarme, limpiaban sus dedos en mis muslos ya que, sin pretenderlo, se manchaban por los jugos que estaba soltando.

“Es cierto que lo que has hecho con esta criatura, nos ha despistado a todas. Sabes que seres como Carolina, que no son de nacimiento, no pueden estar aquí. – Lo sé ama Rosa, pero ella es distinta. Carolina no quiere ser una de nosotras, ya es una de nosotras. Vive por y para la mujer porque ella, de algún modo lo es.

Además, con ella, podemos explorar otro tipo de diversiones, juegos, y otros menesteres. Ya me entiende. – Tu acto ha sido atrevido, inadvertido y has conseguido asombrarnos a todas. Si el resto de amas están de acuerdo, seguiré con el ritual.

Todas las amas asintieron y el ritual continuaría.

Ama Cristina se acercó a mi ama a la que le hablaba al oído.

¡Por eso me has dicho que trajese la rosa de ocho puntas! – Sí, Si Rosa se atreve a hacerlo al final y no se muere del asco, Carolina verá las estrellas con esa rosa, pero será aceptada, y con muy buena nota. – Confías mucho en ella. – Sí, es un encanto, es mi mariposa.

Continuará.