El entrenamiento y despertar de Carolina. día 2.

Versión completa de este relato de dominación femenina, erotismo y placer.

El entrenamiento y despertar de Carolina. Día 2. El ritual de los Unicornios rosas.

Quiero deciros que ha quedado una parte por publicar por un error mío al subir cada parte pero que no pude verificar hasta que todos los relatos de esta saga han sido subidos por el administrador.

El nombre del ama líder es en honor a una autora que me ha hecho ilusión ver que está de vuelta y que ha sido inspiración para mí desde hace ocho años.

Aquí el relato completo del día dos de Carolina, y su iniciación.

Me encontraba extasiada, complacida. Había encontrado a la mujer que realmente me hiciese sentir suya, saber que mi voluntad podría entregarla a ella y que yo estaría segura a su lado. Todo un mundo se abría ante mis ojos y mi ama, me llevaría de la mano hasta alcanzar y superar cada límite juntas.

Pringada de mi corrida, sudando, recuperando el aliento, con las manos de mi ama recorriendo mi piel, me encontraba tumbada en la cama a su lado.

¿Qué pasa cielo? – Estoy asimilando todo lo que ha pasado ama. Me encuentro satisfecha, feliz, me siento libre después de toda una vida intentando averiguar quién soy. – Lo sé cariño, eres mía, eso es lo único que debes tener claro a partir de ahora. Eres mía, has nacido para estar aquí, y haré de ti Carolina, la sumisa más entregada, complaciente. No habrá límites cielo. – No habrá límites? – No. Todo lo que ahora te da asco, rechazas o no imaginas que serías capaz de hacer, de vivir, a mi lado todo eso será posible. – Dejará que otras personas me usen? – No pienses en eso ahora cielo, no pienses en eso.

Un beso en la frente, ponía fin a nuestra conversación. No negaré que me hizo temblar tal afirmación por su parte, y me hizo recordar que al follarme decía que me haría la mejor puta para complacer a quien ella me dijese, que por mis orificios entrarían todas las pollas que ella quisiese. Todo aquello lo entendía como parte de la excitación del momento, pero ahora no sabía que pensar.

Cuando nos conocimos le había dicho cuáles eran mis límites y lo que estaba segura que no haría nunca. Supongo que fue una estupidez por mi parte ya que probablemente le abría la puerta a todas las humillaciones, vejaciones y prácticas de las que fuese capaz para vencer mi voluntad, rompiendo mis límites y despojándome de mi libre advendría.

Venga putita mía, que hoy te presento en sociedad. – En sociedad ama? – sí cielo, te llevaré a mi comunidad de amas de la provincia. Cuando tenemos una nueva sumisa, y la sumisa supera la prueba, es presentada al resto de amas. – bueno, yo soy una sumisa un pelín diferente. – Lo sé cielo, lo sé, eso es lo que lo hará más interesante. Eres una chica a la que habrá que moldear, darle forma, esculpirla y convertirla en una obra de arte. Eso eres para mí. Eres mi mariposa y quiero enseñarte a volar.

No os haré el cuento largo con los detalles de aquella mañana. fue un desayuno ligero, hablar de todo un poco y el resto del día, dedicarlo a mi arreglo.

La esteticista del barrio, mujer de confianza de mi ama, había llegado a casa a las 10:00. Tenía todo listo para hacerme ver una mujer espectacular.

Depilación, extensiones, tinte, manicura, pedicura, en fin, una intensiva sesión con el castigo de no verme en el espejo hasta el final y según mi ama, quedar maravillada por el resultado.

Después de ducharme, sobre la cama ya estaba listo lo que llevaría puesto ese día.

Un conjunto de sujetador y culote de satén blanco con encaje rosa a la cintura del culote, así como en la entrepierna. Una mariposa como decorado principal, estaba en el centro, justo debajo del ombligo.

El sujetador era precioso. Blanco sin aros de finos tirantes que, entre hombro y pecho, comenzaba una fina cubierta de encaje rosa, que bajaba hasta el final del pecho como si fuese el velo de las tetas, decoradas por una pequeña mariposa en el canalillo.

Por debajo del pecho el sujetador se complementaba con un elástico más grueso para resaltar la figura del pecho que era poco por lo que llevaba relleno (es lo que tiene ser una chica en proceso de formación a sus 25 años). Sentía como se ajustaba a mi cuerpo y estaba decorado por finas líneas de mariposas rosas y blancas.

Mis piernas resaltaban con las medias blancas con encaje rosa al inicio del muslo y una fina línea al lateral de cada pierna de purpurina rosa. Estas se enganchaban al liguero rosa que era un complemento perfecto con el diseño de la parte frontal del culote.

Los zapatos de tacón de 5 CM llevaban una casi imperceptible mariposa al inicio del empeine y dejaban los dedos al aire también de color rosa, el mismo tono de pinta uñas de las manos.

La amiga de mi ama solo había retocado mi color rubio, y había creado una melena a media espalda. Me excitaba sentir el pelo rozando mi cuello, hombros, columna, era una sensación indescriptible.

Sin poder verme al espejo, solo me quedaba mover mi cabeza con suaves movimientos para hacer flotar en el aire mi pelo y así, sentir su caricia.

“Casi lo olvidaba! Debo prepararte y no solo en la ropa o el maquillaje cielo, hoy tendrás que lucir como toda una nena”.

Me hizo abrirme de piernas, antes de vestirme con aquel conjunto. En su mano llevaba un bote como si fuese laca y me explicó su función.

“¡Cielo, con esto haré que tengas un chumino muy mono! Meteré los ovarios hacia dentro, estiraré la piel y plegaré para dar forma a los labios y tu clítoris lo pegaré de la piel que lo cubre para que abulte solo lo justo y parezca tu nueva cresta”.

A cada movimiento, echaba el líquido sobre la piel, de esa forma todo quedaba pegado y no se podría mover. Además, me untó una crema que adormecía a mi ahora clítoris para que no se levantase y se notase por debajo de la ropa.

“Pero que mono está quedando todo! Tranquilo cielo que no te causará ninguna reacción en la piel ni mucho menos. También y como veo que mi niña se está excitando, te pondré esta fina compresa en el puente de tu ropita para que no pringues con tus flujos la hermosa lencería que llevas”

Veía como pegaba al puente y, sobre todo, en la zona frontal del culote, una compresa que quedaría a la altura del orificio de mi clítoris.

Lo siento ama, no puedo sentir que estoy soltando jugos. - Claro que no putita, eso significa que todo está dando resultado. Tu clítoris está dormido y no nos dará sorpresas desagradables hasta que sea la hora. – puedo mirar lo que ha hecho antes de vestirme? – claro amor. Con este pequeño espejo, mira como ha quedado tu pubis, tus labios y tu clítoris. ¡Ha quedado como la mía! Jajaja!.

El resultado era increíble, en verdad tenía labios, clítoris y aunque sentía una pequeña molestia por llevar mis ahora ovarios en las oquedades de la pelvis, todo esto bien lo merecía. Mis dedos tocaban con incredulidad la zona y acariciaba cada milímetro de piel para comprobar que aquello que veía, era cierto. Mis dedos acariciaban mi vientre, justo a la altura donde estarían alojados mis ovarios. Hice un poco de presión y sentí dolor.

“Qué pasa cielo? ¿Te duele no es así? Bueno, piensa que a las que son niñas de nacimiento les duele. Sobre todo, cuando les baja la regla, así que estás experimentando una cosa más de ser mujer”.

Nos dimos un beso dulce, tierno, casi eterno.

Después del ritual y de haber levantado mi poco pecho con un conjunto de tiras de cuero para dar forma a mis tetitas, comencé a vestirme.

Era todo un ritual. Coger cada prenda, sentir su tacto en mis manos para después sentirlo en mi piel, era algo único.

¿Y el vestido?

Solo llevaba la lencería y dudaba que mi ama quisiese que saliese así de casa.

“tranquila mi niña, aquí lo tienes. Es un tutú. ¿A qué es precioso?

Era un ceñido tutú con dos tiras anchas en blanco, decoradas con diminutas rosas desde el inicio del tirante en la espalda hasta el inicio del pecho.

En el pecho, un triángulo invertido de lentejuela rosa enmarcaba el inicio de los pechos terminando la punta al final del canalillo. Todo el fondo en color blanco hasta llegar a la cintura en la cual se simulaba un cinturón morado donde se ceñía aún más si cabe, sintiendo que no podía respirar.

Finalmente, una falda hasta la rodilla e color blanco y detalles en rosa como mariposas y rosas, decoraban el vestido.

Solo podía sentir el roce de la falda del vestido en la piel de los muslos que quedaba al descubierto de las medias y el liguero, pero el tacto era único.

“Para terminar cielo, quiero que chupes esto”.

Mi ama metió a mi boca un dilo de 10 CM que se hacía más grande hasta llegar a su base, la cual era una rosa, que evitaría que mi agujero se tragase del todo ese juguete.

“Esto es para mantenerte dilatada”.

Me hizo inclinarme hasta que mis pechos descansasen sobre la cama y haciendo a un lado la tira del culote, lo metió sin miramientos. Gemí por la molestia y mi ama me dio un azote en el culo para hacerme callar.

“Calladita zorra que ese agujero se ha tragado cosas más grandes.

Un bolso rosa más los pendientes, pulsera y anillo decorados con una pequeña mariposa, complementaban todo el conjunto.

“Ahora es el momento cielo”, ve al espejo de mi habitación y quiero que me digas qué es lo que ves”.

¡No lo podía creer!

Era yo, yo, pero mejorada. Mejor que cuando llegué a su casa, mejor que ayer antes de la cena, era yo, al fin era yo.

Lágrimas de felicidad, de satisfacción brotaban de mis hermosos ojos, pero no quería llorar porque no quería estropear el maquillaje.

Mi ama se acercó. Me abrazó y me besó.

“Carolina, juntas nos divertiremos y seremos muy felices, ya lo verás”.

Después de media hora en coche, llegamos a una casa a las afueras del pueblo.

Desde el interior del coche podía ver un extenso jardín con piscina, cámaras en trípode, así como una gran tarima en la que había quince sillas.

Cielo antes de entrar debo ponerte esto. No quise hacerlo en casa porque sería algo un poco violento y he preferido que sea aquí, así tendrás todo un coctel de emociones. – Es un collar? – Sí cielo, es rosa, porque estarás a prueba esta tarde y debo entregar a nuestra ama para que sea ella quien guíe el ritual de esta tarde contigo. – seré usada por otras mujeres? – Sí cielo, pero no puedo darte detalles. Te recomiendo que no pienses en nada y solo déjate llevar por la situación. Piensa que yo estaré presente en todo momento, no estarás sola ante ellas nunca. Debes dirigirte a todas ellas como señoras y a mí como ama. Solo al iniciar el ritual, solo llamarás “ama” a nuestra líder y al resto, incluida yo, “señora”. – ¿Ama, puedo preguntar algo?  – sí. – Me dolerá?

Mi ama me cogió de las manos y me besó muy profundamente y con ternura. No respondió a mi pregunta, o más bien, creo que lo hizo con ese beso de consuelo, ternura y para mí, de protección.

Al entrar un grupo de mujeres de diversas edades nos recibían y nos saludaban efusivamente.

Podía ver que las más jóvenes, más que yo incluso, llevaban un vestido rosa claro con un cinturón de cuero en rosa más oscuro, el pelo suelto y una tiara dorada con una rosa en el centro.

Cuatro mujeres más, entre 30 y 40 años, llevaban vestido rosa claro también, pero con un cinturón de cuero fucsia.

Tres más, vestido rosa con cinturón en rojo.

¡Una más vestida rosa con cinturón negro, igual que mi ama!

Y finalmente, la mujer de más edad, de aproximadamente 50 años, llevaba un vestido blanco, con escote hasta el ombligo, sin sujetador, y cinturón morado. Deduje que al ser solo ella la que portaba ese color, y siendo el morado, el color del feminismo, ella era la líder del grupo y en segundo rango, mi ama.

Ahora entendía porqué mi ama se atrevía a presentarme ante ellas en mi condición, aunque no negaré que los nervios comenzaban a aparecer.

“bien chicas, amas iniciadas, amas de medio y alto rango como yo y ama Cristina, y ama Rosa, nuestra guía y protectora. Quiero presentaros a Carolina, mi sumisa que, aunque yo ya la he aprobado y probado, ha sido traída ante vosotras para ser evaluada y si así lo decidís, que forme parte de nuestro grupo de sumisas”.

A nuestro alrededor las mujeres nos abrazaban, se presentaban y en mi caso, aprovechaban para tocarme y acariciarme, como si catasen mi cuerpo.

“Qué mona eres Carolina!”, “eres un sol!”, “Pero qué pedazo de putita nos ha traído tu ama!”, “es que te como Carolina!”.

Yo me sentía en la gloria. ¡Todas ellas eran tan atractivas, elegantes, sensuales y tan femeninas, esto era el Olimpo de las diosas!, y yo deseaba ser su sierva.

“Amas!, ¡iniciada!, es la hora. Comenzaremos nuestro ritual”.

Todas se sentaban de acuerdo a su color, de derecha a izquierda. Las cinco de cinturón rosa, las cuatro de cinturón fucsia, las tres de cinturón rojo, ama cristina y mi ama. Aún de pie y frente a mí, delante del resto de amas, Ama rosa comenzaba a hablar.

Aspirante a sumisa, Carolina:

Mirándome a los ojos, responde a mí como ama a partir de ahora. – Sí ama. – ¿Carolina, Estás aquí por tu propia voluntad?  – sí ama. – ¿Estás dispuesta a ceder tu voluntad, la que te ha traído hasta aquí a quien se nombra como tu posible ama y a quien ella decida? – Sí ama. – Estás dispuesta a enfrentar y vivir el ritual de hoy siendo probable tu aceptación o rechazo de nuestro grupo, asumiendo todas sus consecuencias como la de nunca volver a quien te ha presentado ante mí y ante todas las amas aquí presentes. – Sí ama. – Siendo esta tu decisión, doy comienzo al ritual de los Unicornios rosas.

Ama rosa deslizaba sus dedos sobre mi frente, mis mejillas, rozaba sus dedos en mis labios y los abría para tocar mi lengua, dientes, etc. Estaba siendo una revisión completa.

Secaba sus dedos acariciando mi cuello, mis orejas, mi nuca.

Me daba un dulce beso y en voz baja me decía:

“Por qué tiemblas zorrita?, ¿tienes miedo? Hoy eres mía, déjate llevar y entrégate a mí”.

Me tenía bloqueada, no podía pensar. Sus caricias, su voz, su imponente actitud, me sentía pequeña, insignificante ante ella.

Sus manos se deslizaban por todo mi cuerpo, sin hurgar en mi interior amasaba mis pechos por encima del tutú, sus manos se aferraban a mi cintura para atraerme hacia ella y besarme de nuevo.

“Me encantan tus labios putita, me vuelven loca”.

Sus manos acariciaban mi vientre y mis piernas temblaban, creyendo que en cualquier momento podría caer. Me aterrorizaba que fuese más allá. Sudaba, mi piel se erizaba, tenía miedo de lo que pudiese pasar.

No sabía en qué consistía este ritual y eso me tenía aún más nerviosa.

Sus manos levantaban la falda del tutú y poco a poco descubría mis piernas. Acariciaba mis muslos y con autoridad, arrastraba sus uñas sobre la piel de mi culo donde seguro había dejado marcas.

Amasaba mis nalgas, tiraba de la tira del culote, para encajarlo en mi recto. Azotaba mi culo de forma arrítmica, solo para comprobar y catar a su presa, así como su docilidad, obediencia y entrega.

Sus dedos comenzaban a hurgar mis bragas. Por encima del pubis, sentía como sus dedos tiraban del culote, comprobaba que estaba depilada y cuando sentía que aquellos intrusos se colaban entre mi piel y el culote, el pánico me desquiciaba.

Sus caricias me hacían gemir y, además, pensaba que probablemente estaría mojando mi compresa cada vez más.

“Qué ocurre cielo? ¿Te gusta lo que tu ama te hace?, te gusta lo que sientes? ¿Serás una buena putita y obedecerás en todo?”.

Sí, sí, sí. Eso era todo lo que quería decir, solo la palabra sí, estaba en mi cabeza y deseaba entregarme a ella, pero un golpe fulminante, me dejó paralizada de miedo.

Al golpear suavemente mis muslos para separar más las piernas. Llevó sus dedos a mis ingles y acariciando el puente de la braga me dijo:

“Mi niña está manchando? Esto me hace sentir aún más afortunada, no hay nada como desvirgar a una iniciada en los días que es más mujer, es más sensible y a veces, más caliente”.

Restregaba sus dedos entre la compresa y mis labios hasta que…

Un golpe seco, directo al perineo, a mi clítoris y un segundo a mi vientre. Creo que sabía lo que se alojaba en ese sitio y me hizo doblarme del dolor.

“¡¿Pero qué coño es esto?!”

Miraba a mi ama quien sonreía y caminaba hacia nosotras para aclararlo todo.

Ama Rosa, no se enfade con Carolina. Esto ha sido idea mía. – Te estás quedando con tus compañeras? – En lo absoluto ama rosa. Tan segura estoy de mi idea que quiero compartirla con vosotras. – Explícate ahora mismo o atente a las consecuencias?

“Amas, compañeras, Carolina no es una mujer normal, y tampoco es una aspirante a mujer que lo único que quiere es hacerse un coño de pega y que la follen como perra en celo. Carolina es distinta”.

Mi ama tiró de la cadena de mi collar para levantarme ya que me encontraba de rodillas, con mis manos en mi pelvis, intentando mitigar el dolor.

Mi ama me separó las piernas y bajó mis bragas hasta las rodillas, mientras sujetaba la falda del tutú entre el elástico del pecho y mi piel.

“Acercaros compañeras!, mirad lo que os he traído”.

Ama rosa la primera y el resto de amas después, todas admiraban el trabajo de transformación que mi ama había conseguido.

Lo acariciaban, lo pellizcaban y estaban sorprendidas del resultado. Algunas con expresión de asco, después de tocarme, limpiaban sus dedos en mis muslos ya que, sin pretenderlo, se manchaban por los jugos que estaba soltando.

“Es cierto que lo que has hecho con esta criatura, nos ha despistado a todas. Sabes que seres como Carolina, que no son de nacimiento, no pueden estar aquí. – Lo sé ama Rosa, pero ella es distinta. Carolina no quiere ser una de nosotras, ya es una de nosotras. Vive por y para la mujer porque ella, de algún modo lo es.

Además, con ella, podemos explorar otro tipo de diversiones, juegos, y otros menesteres. Ya me entiende. – Tu acto ha sido atrevido, inadvertido y has conseguido asombrarnos a todas. Si el resto de amas están de acuerdo, seguiré con el ritual.

Todas las amas asintieron y el ritual continuaría.

Ama Cristina se acercó a mi ama a la que le hablaba al oído.

¡Por eso me has dicho que trajese la rosa de ocho puntas! – Sí, Si Rosa se atreve a hacerlo al final y no se muere del asco, Carolina verá las estrellas con esa rosa, pero será aceptada, y con muy buena nota. – Confías mucho en ella. – Sí, es un encanto, es mi mariposa.

Reanudado el ritual, ama Rosa tiró de la cadena de mi correa para llevarme a la tarima.

Un segundo tirón me indicaba que debía arrodillarme teniendo frente a mí a las 15 amas, a las que intentaba mirar de reojo ya que debía adoptar posición de sumisión de inmediato.

Piernas separadas, mirada al suelo y manos a la espalda.

“Bien sumisa, Te pondré el antifaz del ritual. Todas cambiaremos de sitio y comenzarás a complacernos con tu lengua. Una vez terminada esta prueba, tendrás que indicar qué pies son los de tu ama”.

El antifaz me impedía ver del todo. Escuchaba como se cambiaban de sitio, y estaba a la expectativa, esperando que me dijesen que comenzase.

Ama Rosa tiraba de la cadena, lo que significaba que tenía que andar. A cuatro patas me acercó a los pies de la primera ama a la que tendría que complacer por primera vez.

Una a una fue masajeada y agasajada por mi lengua, mis labios. La primera ama tenía pies pequeños. Su aroma era solo floral, eran una delicia y fue necesario que me empujase con el pie para que yo parase, me tenía obsesionada con sus pies.

La segunda ama fue todo lo contrario, su sabor salado, textura viscosa y un olor penetrante, contrastaba con la primera ama. Arrastrar con mi lengua la suciedad acumulada entre los dedos casi me hace vomitar, pero pude soportarlo.

Las siguientes amas fueron más limpias y afables. Me decían frases como:

“qué bien lame la putita!”, “Me encanta sentir tu lengua en mis dedos perrita!”, entre otros elogios.

Casi hacia el final, un ama posó sus pies en mi nariz e inmediatamente comencé a toser y quería estornudar. Había impregnado sus pies con polvo de guindilla y cayena, lo que me estaba agobiando, y me fastidiaba el olfato y el gusto.

“Venga putita, mis pies también quieren sentir tu dulce e inocente lengua.”.

Salivaba como perra intentando calmar el picor de mi boca. Era un verdadero suplicio pasar mi lengua por aquellos pies picantes que provocaban fuego en mi boca.

Al final, con la boca seca y mi lengua maltrecha, ama Rosa alzaba el antifaz y me preguntaba:

“Bien sumisa, puedes decirme quien fue tu ama?”.

En verdad que quería acertar, quería que mi ama estuviese orgullosa de mí, pero no supe qué pies eran los de mi ama.

“Ama Rosa. Los pies de mi ama han sido los de la quinta ama”.

En cuanto lo dije sabía que me había equivocado, la sonrisa con maldad de ama Rosa me lo confirmaba.

“No putita, no. Los pies de tu ama han sido los pies de fuego. - ¿Enserio?, ¿es cierto? – sí putita. Aunque los pies de tu ama huelan a rosas o a mierda, es tu deber identificar los pies de tu ama, porque son los pies a los que siempre debes estar postrada. Su tamaño, textura, forma, la longitud de los dedos, cada hueso, cada milímetro de los pies de tu ama dan información valiosa a la sumisa. – Lo siento ama. –No lo sientas. Aprende de tu error y acepta el castigo.

Fui llevada a un caballete. Una vez atada, veía como todas las amas cogían un látigo que comenzaron a ondear en el aire para hacerlo más terrorífico.

Dos azotes por ama sobre mi culo que estaba al descubierto ya que ama Rosa cogía la falda del tutú para dejar mi culo al aire y que mi piel fuese grabada a golpes por cada azote.

La siguiente prueba consistió en complacer el culo y coño de cada una de las amas.

Después de beber agua como perita, en un plato de perro especial para la ocasión. Ama Rosa me colocó el antifaz de nuevo, y comencé a chupar.

No puedo decir que haya sido agradable con una sola ama. Ningún coño era perfecto para mí. Los que estaban depilados, o sabían a regla, o a pis.

Los que estaban impolutos, no estaban depilados y eso dificultaba mi tarea, odiaba tragar alguno que otro pelo que mi lengua arrancaba o se quedaba en mis labios.

Al terminar, ama Rosa alzó el antifaz, y me hizo la misma pregunta que en la prueba anterior.

Y dime putita, ¿cuál ha sido el coño de tu ama? – lo sé ama Rosa, lo sé. – estás segura puta? – sí ama, ha sido el número 13. – Por qué estás tan segura? - Es cierto que solo he probado su coño una vez, y ha sido justo después de ducharse. Mi ama ha estado sentada conduciendo, hace mucho calor y creo que ha hecho pis justo antes de salir de casa. Sin embargo, como usted ha dicho en la primera prueba. La piel de sus labios, el tamaño de su clítoris, la longitud y simetría de su entrada, todo eso me ha hecho identificar el coño de mi ama. – Eres una puta muy lista! – sí Carolina, y es la primera vez que te llamo por tu nombre!, tu ama ha sido el número 13. En esta prueba has demostrado, no solo saber identificar a tu ama. Has demostrado aprendizaje, que me has escuchado y has aprendido de tus errores. Enhorabuena putita. – Gracias ama Rosa.

Ama rosa sonreía y con un azote en mi culo, me demostraba que le había gustado cómo lo había hecho.

La siguiente prueba consistió en fijarme al suelo y a una barra que colgaba del tejado.

Estaba con las piernas abiertas y los brazos extendidos al máximo.

La cámara estaba frente a mí, por lo que entendía que quedaría grabada la siguiente prueba.

“Esta es tu última prueba putita. Tendrás que mostrar resistencia, sumisión, y lo que más me divierte, ver cuánto tiempo tardas en gemir como perra en celo y no aguantar más tu orgasmo. Además, ama Cristina ha traído algo para ti”.

Ama Rosa le indicaba a ama Cristina que me mostrase lo que había traído para mí, algo que nunca hubiese imaginado que existía.

“Ves esto putita? Esto es una rosa para vestir a tu clítoris en este ritual. Entrará en el orificio de tu clítoris y será el símbolo, si es que lo consigues, de la entrega de tu voluntad y tu placer a ama Rosa, quien será la última en probarte”.

Ama cristina llevaba a su boca la punta de casi dos Centímetros de la rosa que me mostraba. Es una rosa con una punta como cánula que se introducía en el orificio de mi clítoris. El capullo y los pétalos de la rosa, formaban una cúpula que cubría la punta del clítoris y se fijaba como un guante al cuerpo visible de mi puntito de placer.

“aaaaaaaaaaah”. Ama Cristina introdujo la punta de la rosa en mí, lo que me hizo chillar. Mi uretra no estaba lubricada y me causaba mucho dolor tener eso metido en mí.

“No chilles putita, demuestra que soportas el dolor”. Me decía ama Cristina mientras miraba a mi ama con compasión, pero ella no hizo nada para ayudarme.

Estaba tan concentrada en mi dolor, que no presté atención a que todas las amas, se quitaban sus vestidos y cinturones. Ante mí se mostraban quince amas totalmente desnudas, con un arnés pegado a su pelvis.

Las amas más jóvenes llevaban pollas gruesas, pero con una longitud que calculo no era de más de 10 CM.

Supongo que su misión era dilatarme.

Las siguientes cuatro llevaban pollas de 20 CM, aunque más finas que las primeras y texturizadas. Algunas con estrías, otras con púas, anillas alrededor, etc.

Las siguientes tres llevaban pollas de 20 CM, pero del mismo grosor que las primeras cinco. Además, veía un pequeño recubrimiento en la base por lo que supuse que serían los botones para activar el vibrador.

Ama Cristina y mi ama, llevaban dos arneses que cada uno eran la suma de todo lo anterior:

Medían alrededor de 25 CM, más de cinco centímetros de grosor, ambos con púas y anillas intercaladas a lo largo del cuerpo de cada polla, y por supuesto, con distintos niveles de vibración.

Finalmente ama Rosa se mostraba frente a mí. Lo que sostenía entre sus manos, me dejó impactada y muy asustada.

“Como podrás ver putita, todas somos los Unicornios rosas. Diferentes tamaños, texturas y funcionalidad, pero todas nuestras pollas son de color rosa. El rosa de nuestro símbolo, se teñirá del escarlata de tu entrega, y del blanco de tu placer.

Las quince te someteremos y tendrás que resistir desde la primera hasta la última. Además de soportar cada embestida, cada perforación, tendrás que aguantar tu placer hasta el final. Al principio sufrirás, pero querrás correrte casi de inmediato, como la perra que eres.

También podrás elegir cuatro de nosotras, que lubricarán su arnés. Elige bien porque de eso dependerá que duela menos”.

Decidí que, si solo cuatro podrían lubricarse, pensé en las dos primeras, la primera del segundo grupo de amas, y mi ama.

“empezad!”.

Ama Rosa daba inicio a esta orgia a costa de mis orificios.

La primera ama separó mis nalgas y colocando la punta de su polla, comenzó a penetrarme. Yo, chillaba porque no estaba acostumbrada a ese grosor que me invadía. Cuando me había metido todo su falo. Comenzó a azotar mis muslos, pellizcar mis pezones, y a castigar mi clítoris. La rosa que me habían puesto, contaba con pinchos en la circunferencia que envolvía la punta. Estos pinchos se clavaban en mi piel, lo que me hacía gemir.

“Qué pasa putita?, ¿acaso no te gusta? Tranquila, deja que tu orificio se acostumbre a mi polla. ¿Sabes? Odio lo que llevas entre las piernas, pero creo que con este castigo me quedo satisfecha. ¿Crees que si aprieto un poco más tu clítoris sea como del tamaño del mío?, el de una mujer real?”.

El ama imprimió más fuerza sobre la rosa, lo que me arrancó un grito desgarrador.

“anda Abril! ¡No te la cargues a las primeras de cambio!, esta putita tiene que aguantar por lo menos hasta la mitad de jornada.”.

Ama Cristina intentaba parar el sadismo sobre mi clítoris.

Ama Abril comenzó a moverse. Me embestía sin soltar mis pezones o azotarme el culo.

Cuando comenzó a excitarse, desee que fuese lo antes posible y parar esa tortura.

Ama Abril me mordía, me azotaba, su sadismo era excesivo sobre mí.

“me corro puta de mierda! ¡Me corro en tu vagina de putón de pega! ¡Ni siquiera un coño de puta tienes para follar! ¡Te voy a llenar tu agujero de puta insignificante!”.

Ella se corrió y lo más extraño, aunque beneficioso para mí, es que su polla soltaba líquido en mi interior, esto me ayudó como pude comprobar más tarde, que sus arneses eyaculaban y hacían más llevaderas, las posteriores penetraciones.

A partir de ama Abril, mi culo sería el protagonista y el más perjudicado a lo largo de la tarde.

La segunda ama, Inés, fue más afable y dulce conmigo.

“Cielo, me encanta que estés aquí. Estoy segura que harás muy feliz a tu ama, y serás una buena sumisa para nosotras. Me encanta tu clítoris y me encanta lo bien que luces así vestida, así transformada. Abril detesta todo lo que huela a testosterona, hasta las sumisas con aspecto masculino las rechaza, aunque sean mujeres de nacimiento. Pero tú, tú eres como la flor que nace entre la mala hierba, eres un regalo para nosotras. Aguanta hasta el final porque quiero que seas aceptada y cuando pueda, te pediré prestada a tu ama”.

Inés se corrió. Llenó mi culo de la leche de su falo rosa y dejó paso a la siguiente.

Después de la quinta ama, el dolor y lo impredecible de sus juegos, lo tenía más controlado. Sus corridas en mi culo ayudaban a mitigar el dolor, y el resto de mi cuerpo sufría con sus pellizcos, azotes, mordiscos, etc., nada que después de cinco amas, no fuese fácil de sobre llevar.

Hasta ese momento, el placer y el deseo estaban ausentes, pero creí que era lo mejor. Tenía que llegar hasta el final y aunque llevaba 10 amas que habían perforado mis entrañas, todo lo tenía controlado, o eso quería creer.

Ama Cristina, sería quien marcase el preludio de mi verdadera agonía.

Sabiendo que mi entrada estaría demasiado dilatada, su tortura comenzó soltando algunos chispazos que su falo electrificado impactaba en mi perineo, en mi recto, y donde ella rozase la punta de su polla.

“ooh! ¿Pero que pasa putita? ¿Qué estás dando saltitos de gusto? Lo sé pequeña, lo sé, tu culito está inquieto por que lo folle. Tranquilo cariño, disfruta de como mi polla da besitos a tu agujerito”.

“AAAAAAAH!, MMMMMMMMM!, AAAAAAAYYYYYYY! ¡Por favor pare ama Cristina!”.

Había cometido un error, no tenía que haberle dicho que parase, no tenía que haber hablado.

Las descargas aumentaron y el dolor también.

Me encontraba sudada, agotada. Mi cuerpo colgaba sin energía, sin ánimo y adolorida de tan insufrible sesión.

Su polla comenzó a entrar, y mientras lo hacía, las púas del tronco comenzaban a rotar, lo que provocaba un dolor constante, como si pequeñas agujas arañasen mis entrañas.

“AAAAAAAAAAAAAAAAHAAAAHAAAHAAAAH!”.

Las púas rotaban, el glande me daba calambres y el falo me llenaba casi hasta reventar. No conforme con esa tortura, ama Cristina masajeaba mi clítoris de tal forma que, al presionar sus dedos sobre la piel descubierta, sentía como la carne era magullada por sus dedos y el cuerpo de la cánula en su interior. Con otra mano, acariciaba la rosa de la punta, clavando las púas que enganchaban la rosa a la punta.

Comenzó a follarme. Cada embestida me hacía ver las estrellas ya que al entrar sentía calambres y las púas rasgándome. Al salir, el tronco rotaba y vibraba por lo que el dolor y los primeros indicios de placer me desquiciaban.

¡En algún punto en el que mi razón estaba por colapsar, su falo rozó con mi punto G. pasé del “noooooo por favooooorrrr, me duele!”, al “Nooooooo! ¡Por favor que no quiero correrrmeeee!”.

“Me corro en tu culo puta de mierda!”.

Ama Cristina se corrió y además de tranquilizarme porque su tortura había terminado, la siguiente sería mi ama, y aunque no tendría ningún miramiento en follarme con autoridad, estaba segura que no sería cruel porque tanto ella como yo, queríamos que fuese aceptada como sumisa.

Sí, tenía razón, mi ama fue tierna, dulce. Su falo me penetraba con calma, dejando que disfrutase cada centímetro de esa polla que me estaba partiendo en dos.

Las vibraciones del falo aumentaban de manera gradual, y mi ama se divertía acariciando mi clítoris.

Sus caricias, la lentitud con la que copulábamos, estaba siendo peor tortura que la anterior.

Me estaba entregando a ella y mi cuerpo estaba cediendo.

El grito de ama Abril me hizo reaccionar para intentar controlarme y llegar hasta el final.

“esa guarra está por correrse!, ¡mirad el capullo de la rosa!, qué asco me da su leche!”.

Sí, así era, mi clítoris había soltado unas cuantas gotitas de mis jugos. Mi ama me estaba poseyendo y mi placer estaba aflorando.

“tranquila putita mía o si no, no llegarás al final de la prueba”.

Mi ama me decía esto al oído, mientras con sus dedos, limpiaba el capullo de la rosa y los llevaba a mi boca, para limpiarlos.

Mi ama aceleró las embestidas para correrse ella y al ser tan sádica con su bombeo, yo perdí todo atisbo de placer.

“AAAAAAAAAAAAAAAYYYYYYYYYYAAAAAAAAAAYYYYYAAAAA!”.

Sus arremetidas me estaban destrozando por dentro, pero al menos de esa forma, yo perdía mi excitación y podría llegar hasta el final.

Mi ama se corrió. Mi culo estaba adolorido, dilatado, bastante lubricado, pero eso no sería suficiente para lo que vendría a continuación.

¿Cómo describir al unicornio mayor? No lo sé, aún no consigo describir aquel monstro en toda su plenitud.

El falo de ama Rosa no era una polla, no era un dilo común y corriente. Era un misil, eso era un arma de penetración masiva.

Medía 35 CM, eso me dijo mi ama.

Era un cuerpo perfectamente cilíndrico, con la punta de la misma circunferencia. El objetivo de aquel misil era que, de principio a fin, la invasión se sintiese igual tanto a la entrada como en lo más profundo.

A veces, el glande es de mayor grosor que el resto del falo. Se siente cuando está alojado hasta el fondo, pero a la entrada, el resto del tronco se siente, pero no con la misma magnitud.

En este caso, el cuerpo era uniforme y sí, tenía la punta redondeada para abrirse paso, pero solamente era la única diferencia o añadido a ese cuerpo rosa de dimensiones colosales.

El grosor era parecido al de una lata de refresco, un tamaño que hasta ahora no había entrado en mi agujero.

Ama Rosa lo acercó a mi boca para que chupase la punta e intentase tragarlo. Eso no me entraba y si acaso, solo podía paladear el gran orificio de la punta que, sin duda, me preñaría.

“Bien puntita, ha llegado mi turno. Relájate, disfrútalo porque con esto, verás las estrellas, ¡qué digo las estrellas, el universo entero!”.

Ama Rosa colocó la punta en mi entrada. Separando mis cachetes, comenzó a entrar. Despacio, muy despacio ya que, aunque estuviese dilatada y lubricada, el intruso era gigante y tarde o temprano, mi ano cedería de la peor forma.

“AAAAAAAAAAAAAYYYYYYYYYYYAAAAAAAAAAAAA!”.

Su intrusión se sintió diferente a las anteriores. ¡Un dolor nuevo sentía en mi entrada, y cuando ama Rosa dijo, “La he desvirgado!”, entendí de lo que hablaba.

Ama Rosa había desgarrado mi entrada y al hacer sangre, para ella era mi verdadera desfloración.

Todas se acercaron a mirar como la punta más cuatro centímetros de polla estaban alojados en mi orificio, y justo por debajo del tronco, la piel desgarrada y gotitas de sangre como muestra del logro conseguido por ella.

Lloraba, era todo lo que podía hacer.

No me había sentido tan indefensa, usada, lastimada y ultrajada como en ese instante. Ama Inés besaba mis mejillas y secaba mis lágrimas mientras me decía: “Tranquila Carolina, así tenía que ser. El dolor pasará, ya verás”.

Todas animando a ama Rosa, se mantenían expectantes viendo como introducía su falo en mi interior.

Mi gemido era un chillido constante, como de cerda en matadero. Tenía la boca abierta, la mirada perdida en el horizonte y mi razón, mi razón totalmente destrozada.

Cuando los muslos de ama Rosa acariciaron mis nalgas, sabía que lo había conseguido, su ariete estaba dentro de mí en su totalidad.

Bien Carolina, me has entregado tu virginidad, esta es tu verdadera virginidad. Tu sangre ahora cubre mi falo como señal de entrega y sumisión. Es como tu himen niña mía y aunque tengas mil y un amas en tu vida, siempre recordarás que yo he sido quien te ha desflorado, yo he sido quien te ha marcado como la primera que en verdad te ha hecho mujer. – Sí ama, lo sé ama. ¡Gracias ama!  – no hay más resistencia Carolina, no hay más barreras, entrégate y dame tu esencia de sumisa.

Ama Rosa comenzó a bombear muy lentamente. Sus embestidas iban de menos a más.

Cuando mi agujero se acostumbró al tamaño, su profundidad, la dilatación, y el dolor había desaparecido, algo en mí había nacido.

Comencé a sentir un cosquilleo que nacía en mi entrada y se convertía en una descarga de placer en el fondo.

Todas mis paredes internas se contraían y dilataban a la entrada y salida de su ariete.

Mi punto G se expandía en mi interior y sin darme cuenta, no hacía otra cosa que gemir de placer.

“más ama por favor más! Folléme ama, fólleme! ¡Soy suya!, ¡soy su puta!, soy su juguete! ¡Por favor no pare de follarme!”.

Estaba totalmente entregada.

“Bien putita!, ¡eso quieres?, eso haré!”

Se movía con más fuerza, más sadismo, más crueldad.

Su sadismo era mi placer, mi entrega, y no lo soportaría por mucho más tiempo.

“ama me corro! – córrete conmigo puta!

Mi ama me dijo que cuando ama Rosa había dicho aquella orden, todas las amas se miraron incrédulas ante esa frase. Era la primera vez que ama Rosa, no solo permitía que la sumisa se corriese tan pronto, sino que quería correrse con la sumisa a la vez.

Sentía como mi placer estaba por estallar desde mi interior hasta mi clítoris. Ama rosa también estaba por correrse así que mientras mantenía el movimiento de sus caderas embistiéndome, sus manos presionaban la rosa para causarme más dolor sobre mi clítoris, pero ese dolor, era la primera vez que formaba parte de mi placer.

“Ama me corro ama!, ¡me corro! Aaaaaaaaaaah!, aaaaaaaah!, aaaaaaaaaaaaaaaaaaah joder!, me corro!”.

Ama Rosa vaciaba su polla en mis entrañas. El líquido caliente de su misil me bañaba por dentro y mantenía un chorro constante, fluido, caliente, y muy excitante.

Mi agujero era una fuente inagotable de placer. Se contraía alrededor de ese falo que se vaciaba en mí. Su eyaculación era la lluvia dorada de ama Rosa y del resto de amas que llenaron el contenido de aquel ariete antes de comenzar el ritual.

Su esencia me impregnaba por dentro y para ellas era a partir de aquel momento, su depósito de fluidos.

Mi orgasmo era eterno y me dejaba sin aliento.

Mis jugos brotaban como fuente del capullo de la flor haciendo que mi vestido, piernas, suelo, las manos de ama Rosa, todo se cubriese de mi corrida.

Ama Rosa arrancó de cuajo la rosa, haciendo sangre en la punta de mi clítoris, ya que las púas habían perforado, aunque superficialmente, la piel de mi punta.

Ama Rosa se pegaba a mi espalda, y podía sentir sus pechos descansando sobre mí, su aliento en mi cuello y sus dientes en mí oreja derecha.

“qué buena putita eres!, ¡qué buena putita eres!”.

Ama rosa me elogiaba casi sin aliento ya que también se había corrido y su orgasmo fue tan potente y demoledor como el mío.

Sus manos pringosas de mi corrida, acariciaban mi estómago, mis pechos, mi cuello. Sus dedos dejaban rastro de mi leche hasta que sus manos se posaban en mis labios para que mi lengua las limpiase.

Poco a poco, ama Rosa salía de mi orificio. Sentía el vacío que su aparato dejaba dentro de mí y lo mucho que lo echaría de menos.

A la vez, ama Cristina liberaba mis muñecas de la barra que me sujetaba desde arriba para dejarme caer sin fuerza y totalmente exhausta de tan gran esfuerzo que había hecho por superar la prueba.

Por un momento desconecté de la realidad, hasta que la caricia del pie de mi ama en mi coño, me hizo volver.

Tumbada en el suelo, miraba hacia arriba, y veía a todas las amas con sus falos rosa a mi alrededor.

Ama Rosa situada entre mis piernas, me mostraba su ariete manchado de sus líquidos, mi sangre, y todos los jugos que las anteriores amas soltaron dentro de mí para lubricarme.

Mi ama era la única que estaba de cuclillas y se había posicionado a la altura de mi cabeza.

Todas en silencio y expectantes, prestaban atención a las palabras de ama Rosa.

“Carolina, yo, siendo quien te ha marcado y he sido testigo de tu entrega, pongo fin al ritual de los unicornios rosas. Quien te ha entregado a nosotras para este ritual como prueba de iniciación, tomará posesión de ti, y será solo ella quien disponga de tu voluntad, tu placer, tu vida”.

Mi ama como símbolo de esta concesión, lentamente avanzaba desde mi cabeza hasta mis pies, soltando su lluvia para marcarme definitivamente.

En mi clítoris, posaba una compresa con su regla para marcarme como añadido a mi femineidad despierta a partir de aquel momento. Al llegar a mis pies, las últimas gotitas se perdían entre mis dedos, siendo el final de esta iniciación.

“Lo que he marcado yo en el interior, ha sido refrendado por tu ama en el exterior y también, en tu mente Carolina. Bienvenida a la comunidad de los Unicornios rosas”.

Ama Rosa así me daba la bienvenida y sonriendo las dos asentimos con la cabeza.

Inmediatamente después, ama Cristina me cubría de agua templada con una manguera a la distancia. Estando limpia de cualquier rastro de mi ama, entre todas me llevaron a una aromática bañera en la que el vapor del agua y las burbujas eran el escenario del ritual más placentero y relajante que había experimentado.

Ama Rosa y mi ama, me despojaban de cada prenda que aún quedaba en mi cuerpo. El resto de amas, dentro de la gran bañera, me recibían con caricias y mimos para relajarme y entre todas, vivir el baño más erótico y placentero de mi vida.

Ama Rosa disfrutando de mi clítoris en su boca, y mi ama besándome, me hacían correr una vez más mientras me perdía entre las caricias, las burbujas y mi último orgasmo.

Fin.