El entrenamiento de Rugby

De como un hijo y su madre se convierten en amantes.

EL ENTRENAMIENTO DE RUGBY. De cómo una madre y su hijo se convierten en amantes.

Llamadme Ismael. Hace algunos años, no importa exactamente cuantos, me sucedió lo que me dispongo a narrar... Por aquel entonces, yo tenía diecinueve años -era un joven corpulento e impetuoso, desordenado, y, como es natural, un grado de permanente excitación sexual...-, y vivía con mi madre, María José, sólo con ella, pues ella había sido una madre soltera. Mi madre tenía 41 años, pero realmente aparentaba menos. Morena, y ocasionalmente pelirroja, mi madre era no muy alta, 1\'60 como mucho, delgada, y con un par de senos que luego supe eran dulces y firmes a la vez. Nunca se vestía demasiado provocativa, pero aun así, no eran pocos los que se giraban para mirarla, cuando iba por la calle. Un día, llegué a casa del entrenamiento de rugby, pues yo jugaba en el equipo del barrio, con bastantes moratones y una gran contusión en el hombro. Mi madre, al verme, me obligó a sentarme en el sofá, y me dio linimento en los moratones. Después, me dio un masaje en el hombro. Era muy agradable, pero de repente empecé a notar como uno de sus pechos, me tocaba regularmente la nuca, acompasado con el movimiento de sus manos. Sin poder evitarlo, tuve una erección, y como estoy espléndidamente dotado, mi madre no pudo menos que darse cuenta; no obstante, en ese momento no dijo nada, y poco después se fue a preparar la cena, momento que aproveché para ir al baño a hacerme una paja para aliviar la tensíón. Mi madre no hizo, como digo, ningún comentario, y yo mismo olvidé el asunto. Pasaron un par de semanas, y un día, al volver yo de la universidad más temprano que de costumbre, aprovechando la enfermedad de un profesor, me encontré con que mi madre estaba en la ducha.

Ella no me oyó entrar, y yo fui a mi cuarto para dejar los libros y la cazadora. Mientras colocaba los cuadernos en mi escritorio, la oí salir del baño y entrar en su habitación. Fui hacia allí, con la idea de explicarle porque había llegado pronto a casa, pero, antes de abrir su puerta, entreabierta ya, me di cuenta de que mi madre se estaba probando, tras haberse secado, varios juegos de lencería que se había comprado hacía poco. La espié mientras lo hacía, y la observé subirse las medias, ponerse los ligeros... Tuve que hacerme una paja allí mismo, mientras la veía probarse la ropa... Hasta que finalmente me corrí con un gemido ahogado. Me pareció que mi madre no lo había notado, pero no podía estar seguro. Los días siguientes las cosas fueron subiendo de tono, pues yo no podía evitar que se me pusiera dura cada vez que la veía, y mi madre me miraba de una forma extraña. Ella tenía por costumbre acudir a ver los entrenamientos del equipo donde yo jugaba, y así lo hizo aquella tarde. Por una estúpida discusión con el entrenador, me vi obligado a quedarme quince minutos después de que el resto se hubiese ido, realizando carrera continua. Pasado ese tiempo, el entrenador se marchó, diciéndome que me fuese a la ducha. Cosa que hice mientras me preguntaba dónde estaba mi madre, pues me di cuenta de que no se la veía por ningún lado. Al acabar de ducharme estaba sólo en el vestuario, y comencé a secarme. Al acabar, tire la toalla hacia la bolsa y me encamine hacia la misma. Cual no sería mi sorpresa al comprobar que mi madre estaba allí, con la gabardina marrón que había llevado al entrenamiento.

"-Hola, Ismael..." dijo ella observando mi cuerpo desnudo.

"-¡Mamá!¿Qué haces aquí?" casi grite, sorprendido "-¿No puedo ver a mi hijo después del entrenamiento?", preguntó coqueta, mientras pasaba una mano por mi pecho, suavemente. Tragué saliva, y pese a la sorpresa, pronto tuve una enorme erección en marcha.

"-Vaya, vaya..."Dijo acercándose más a mí."-Parece que ya eres todo un hombre..." Susurró en mi oído a la vez que se tiraba del cinturón de la gabardina, dejando que ésta resbalase al suelo y revelando que nada tenia puesto debajo de ella. En ese momento, mi madre me acarició los cojones, y decidí aprovechar la situación, y comencé a masajearle las tetas. Mi madre sonrío, lasciva, y nos besamos; ella me sorprendió metiendo su lengua en mi boca. Después se arrodilló y pasó la lengua por mi polla erecta. -¿Quieres que tu madre te coma la polla, cielo?- Me preguntó. -¡Oh, sí!

Entonces empezó a chuparme la polla muy despacio, lamiéndome el capullo como si fuese un caramelo, hasta que me corrí en su boca abierta. Después se levantó, y le dije

-Te voy a follar... -¡Sí, vamos, metele la polla a tu madre, cabrón! Y así lo hice. Empezamos a follar en el suelo, con mi madre boca arriba y abierta de piernas. Era estupendo, y ella empezó a jadear:

-¡oh, sí! Vamos, jódeme, más...Vamos, hijo mío, fóllate a tu madre, vamos, metemela más...Ahh, sigue...

Cuando me iba a correr, quise sacarla para afuera, pero mi madre giró hasta ponerse encima mía y siguió saltando encima de mi polla, hasta que me corrí. Después nos fuimos a casa, y ella me lo dejó bien claro:

-Si no me follas, no comes. Así de simple hijo... Otro día contaré cual era la fantasía secreta de mi madre, y como la cumplimos...

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