El Entrenamiento

Todo es cuestión de entrenamiento. Así lo demuestra el personaje.

El Entrenamiento

Autor: Ricardo Erecto

Acababa de publicar mi último libro "Consejos Útiles para una Meretriz" y lo estaba promocionando en un país del Caribe. Con este motivo me entrevisté con mucha gente relacionada con casas de putas, chulos y otros personajes similares. Era una continuación de mi anterior libro que había titulado "Comportamiento de una Puta Eficiente".

Previamente había publicado "Cómo Gozar al Máximo de las Putas"; "Metiéndola por Atrás" y "El Polvo Interminable". Todos estos libros se habían vendido muy bien en todo el mundo de habla hispana. Algunos han sido traducidos al inglés, al francés y al alemán.

Accidentalmente me comentaron que podía tener material para otro libro si me entrevistaba con Domingo Martínez. Para mí era un perfecto desconocido pero ustedes saben que los que hacemos periodismo de investigación no nos amilanamos fácilmente.

Quizás lo más destacado de los comentarios que recibí era su fuerza sexual. Podía mantener varias relaciones todos los días. Me pareció un poco exagerado pero no descarté la posibilidad de investigar. Fue así que conseguí el teléfono de Domingo y quedamos en encontrarnos en el bar del hotel dónde yo me alojaba.

Como de costumbre estaba con mi grabador y una cinta de 90 minutos que consideré más que suficiente. A la hora en punto entró un hombre cercano a los 35 años, que por las señas no quedaban dudas que era Domingo. Nos sentamos en una mesa, pedimos unas copas y comenzó nuestra plática.

En realidad fue un monólogo a partir de mi pregunta. ¿Cómo puede Ud mantener una actividad sexual como la que se comenta?

La historia que me relató es la que a continuación describo. Algunos de los hechos los pude comprobar posteriormente, por lo cual, por lo menos una parte, son ciertos.

Capítulo 1

Todo es cuestión de entrenamiento. Mi experiencia es que cuánto más se fornica, más se puede fornicar. Esto se remonta a cuanto cumplí los 21 años y adquirí la mayoría de edad, junto con una cuantiosa fortuna y una residencia en las afueras de la ciudad.

Para que Ud se ubique, le diré que mi casa cuenta con 24 habitaciones independientes y está rodeado de un parque de más de 100 acres.

Cuando cumplí los 21 y me mudé a esa casa comencé a frecuentar lugares de reunión de jóvenes. En una esas oportunidades conocí a Romina. Salimos algunas veces y tuvimos relaciones. Al poco tiempo le propuse que viniera a vivir conmigo pero con algunas condiciones.

Ella debía aceptar que yo tuviera otras aventuras e incluso que pudiera traer a otras mujeres a casa para convivir con ellas. Incluso ella debía hacer esfuerzos para conseguir las mujeres que yo quería. En principio no aceptó el ofrecimiento pero poco después se instalaba en casa.

Nuestra actividad sexual en esos días era intensa y no necesité buscar otras cosas afuera, pero a los 4 meses, me encontraba en un bar tomando una copa cuando entró una joven de muy buena figura y con claros signos de haber estado llorando. Me acerqué a ella y comenzamos a conversar.

Me contó que se había peleado con el novio ya que éste quería que se prostituyera para ganar dinero suficiente para los dos. Hacía solamente media hora se había producido la discusión y su ex novio la amenazó con colocarla en un prostíbulo como puta barata cuando fuera en busca de él.

Para calmarla llevé a Patricia, tal era su nombre, a casa y se alojó en unas de las habitaciones desocupadas. Romina comprendió de inmediato que mi intención era permanecer con esta joven también en casa y que debería compartir el lecho con ella.

A la mañana siguiente le comentó nuestro trato y la invitó a quedarse. Patricia preguntó cuáles serían sus obligaciones a los que Romina contestó, muy naturalmente, que debería acostarse conmigo cuando yo lo decidiese, pero no debería hacerlo con ningún otro hombre.

Como dudaba de aceptar, yo me acerqué a ella y comencé a acariciarle el culo y a levantarle la pollera. Poco después toda la falda estaba a la altura de la cintura y una hermosa braga blanca quedaba a nuestra vista. Fue entonces cuando Romina me preguntó si prefería dejarnos solos a lo que le respondí que sí ya que quería intimar con Patricia. La joven lejos de molestarse comenzó a desabrocharse la camisa para mostrar sus firmes senos desnudos, sin corpiño.

Así quedamos un rato mientras le acariciaba todo su cuerpo, que estaba en ese momento completamente desnudo. Poco después la llevé a mi dormitorio y luego de un poco de juego la penetré.

Terminado el polvo me dijo que aceptaba provisoriamente quedarse en mi casa pero que si decidía irse, yo no pondría objeción alguna. Así lo prometí y le pedí la bombacha que estaba usando.

Hay algo que no he aclarado. Tengo una extensa colección de bragas. Corresponden a todas las mujeres que he cogido. Siempre la primera vez que me acuesto con ellas me quedo con sus bombachas, que tal como están las guardo en una bolsita de polietileno con una etiqueta con datos de la exdueña de las bragas: Nombre, edad y fecha del polvo. Tengo dos grupos, la de jóvenes que están conviviendo conmigo y las ocasionales parejas, muchas veces de una sola noche.

Cuidadosamente guardé sus bragas junto con las de Romina. Ahora tenía dos mujeres en casa, por lo que mi actividad sexual debió aumentar. Lejos de ser un problema, era una satisfacción saber que podía cogerlas muy por encima de sus propias expectativas.

La convivencia de ambas mujeres era inmejorables. Sabían que si había peleas entre ellas, las dos serían de inmediato expulsadas. Alternaba mis noches y mis tardes con una u otra, pero ambas eran muy apetecibles para mi gusto. Por mi parte no tenía necesidad de cogerlas cuando estaban con la menstruación. Siempre tenía una conchita disponible para penetrar.

Debo confesar que me sentía cómodo con dos mujeres a mi disposición. Sin embargo las vueltas de la vida puso otra mujer en mi camino. Yo había asistido a una exposición de pintura y estaba algunos trabajos de artistas locales. Entre los asistentes estaba una mujer que estaba sola. No vi a nadie que la acompañara. Era una morocha alta, de ojos negros muy grandes, pero lo que me llamó más la atención era sus tetas.

El corpiño que se transparentaba a través de la camisa era de una fina tela que permitía marcar muy bien los pezones. Continué con la inspección de las distintas partes y consideré que era verdaderamente apetecible. Ya en la hora del cierre me acerqué y comenzamos a conversar. Justamente en el cierre de la exposición la invité a cenar.

Estuvimos charlando larga rato. Me esteré que Andrea, tal era su nombre, había nacido en Italia pero había emigrado de muy pequeña. Le gustaba la pintura y ella misma pintaba. Cuando insinué acompañarla hasta su casa declinó enfáticamente. Propuse acercarla pero también rehusó. Quedamos en que otro día nos encontraríamos, pensando en pasar por su casa a buscarla.

Unos días después me llamó. La invité a cenar para luego ir a bailar. Prefirió que nos encontráramos en el restaurante. Luego de insistir un poco me confesó que vivía en algo así como un altillo, bastante pobre, y que le resultaba dificultoso poder mudarse a otro lugar. No hablé más del tema y nos fuimos a bailar.

En los temas lentos comencé a investigar su cuerpo. Una mano en el culo, primero por encima de la pollera, pero luego por debajo. El lugar era muy oscuro y se podía hacer casi cualquier cosa que no éramos vistos por los demás parroquianos. Palpé sus bragas. Eran de dimensiones muy reducidas con lo que podía sin dificultad llegar hasta la vulva que comencé a acariciar lo mismo que los cachetes del culo.

Por su parte Andrea bajó su mano hasta tocarme la picha que ya había alcanzado considerables dimensiones. Acaricié sus tetas, suaves, turgentes, hermosas. Estábamos en este punto cuando ella me pidió que fuéramos a algún lugar para follar. De inmediato nos dirigimos a una de las habitaciones que tenía el lugar donde estábamos bailando.

La desnudé lentamente, mientras la ansiedad de Andrea crecía. Antes de quitarle las bragas le pasé la mano una y otra vez por el interior de los muslos, mientras le besaba los pezones. Por último le quité la bombacha y luego de algunas caricias más la penetré.

Cuando nos corrimos fue como una explosión. La fama de las italianas como efusivas y amorosas en la cama quedaba completamente comprobado. Estuvimos un rato más recostados hasta que recomenzamos el juego amoroso.

Luego de la segunda corrida y de disfrutar de la mutua compañía, Andrea se dispuso a vestirse, para lo cual tomo su bombacha.

-Esa bombacha es mía.- le dije. -Debes dármela para mi colección.-

Se sorprendió un poco y debí contarle que tenía una colección de bombachas de la primera vez que me acostaba con una mujer. Se sorprendió un poco y me la entregó, aunque estaba un poco avergonzada de salir sin bragas ya que su pollera era bastante corta. Aproveché la oportunidad para comentarle que en mi casa convivía con dos mujeres con la cual gozaba las noches que estaba allí.

Me hizo algunas preguntas respecto de la convivencia y le comenté detalladamente el trato que tenía con ellas. Quedó algo intrigada

Respecto de su falda corta, le insistí en que no se preocupara, que la llevaría a su casa, cosa que esta vez aceptó. Su rostro era verdaderamente de una mujer feliz. Pienso que hacía un tiempo que no calmaba su necesidad sexual.

Nos vimos varias veces luego de este encuentro, que siempre terminaban en la cama. Un día le propuse que viniera a vivir a mi casa. Podía ofrecerle una de las habitaciones para que trabajara en los cuadros. Aceptó de inmediato.

Ahora tenía tres mujeres a quiénes coger. Normalmente me acostaba con una de ellas en las noches y con otra por las tardes. Sólo de manera esporádica lo hacía con una tercera en la mañana.

Habían pasado unas semanas desde que Andrea estaba alojada en casa cuando invitamos a unos amigos a cenar. Pablo llegó acompañado de su hermana Anita, que en ese momento tendría unos 24 años.

Algunos de mis amigos sabían que las tres mujeres de la casa compartían el lecho conmigo pero no así Pablo y Anita.

Debo reconocer que Anita me impresionó, por lo que logré que los últimos que quedaran fueran ellos dos. Fue entonces cuando Patricia sacó el tema de conversación comentando lo que ocurría en la intimidad de la casa. A Pablo le pareció una excelente idea. Sin embargo él no podía darse ese lujo. Dirigiéndose a su hermana le preguntó cómo se vería ella en una situación similar.

Anita estaba un tanto incómoda con la situación, pero tanto Romina como Patricia y Andrea facilitaron las cosas. Romina me pidió permiso para levantarse la pollera y mostrar su cuerpo a los presentes. Además de asentir, le dije a Anita que era verdaderamente un placer disponer de ese cuerpo y acto seguido le pedía a la misma Romina que se quitara las bragas, cosa que hizo de inmediato.

Pablo estaba gozando del espectáculo mientras que Anita estaba cada vez más confundida. Casi de inmediato Patricia y Andrea me pidieron permiso para quitarse la ropa como Romina a lo cual accedí de inmediato.

Las tres mostraban sus culos y sus conchas tanto a Pablo como a Anita, aunque no se dejaban tocar por ninguno de ellos ni entre sí. El único que accedía a esos cuerpos era yo. Pablo en un arranque de emoción le pidió a Anita que imitara a las tres jóvenes que estaban allí.

Anita dudó un momento y luego casi de un golpe se quitó la falda y las bragas. Debo reconocer que tanto ese culito firme como el pubis y la entrepierna me subyugaron. Pablo, con muy buen criterio, decidió retirarse. Anita quedaba más expuesta aun.

A una sugerencia de Andrea se quitó las prendas que restaban, quedando totalmente desnuda. De inmediato la invité a mi dormitorio, mientras mis otras mujeres quedaron afuera esperando si yo requería algún servicio de ellas.

Anita sabía muy bien cómo hacerlo y cómo dar placer. Estuve largo rato disfrutando de su cuerpo, hasta que finalmente nos quedamos dormidos.

Desperté antes que ella y acomodé su cuerpo boca arriba con las piernas separadas y comencé a acariciarle el clítoris, que se humedecía cada vez más. Finalmente despertó pero ya estaba en condiciones de ser penetrada nuevamente, por lo que, sin perder tiempo, la penetré de inmediato..

Luego comenzó una mamada como hacía tiempo no disfrutaba. Lo hacía muy bien y me excitó rápidamente. Tanto fue así que descargué otro chorro en su boca.

Luego de ducharnos nos vestimos y fuimos a desayunar. Romina, Patricia y Andrea estaban ansiosas por saber si Anita se quedaría a vivir con nosotros. Aproveché la oportunidad para indicarle las condiciones en que yo recibía mujeres en mi casa. Me sorprendió la rapidez con que aceptó. Guardé sus bragas en el lugar de las "Residentes". Creí que cuatro era un número suficiente. Sin embargo me equivoqué.

Solía comprar productos para la estancia en un local cercano. Un día fui, como de costumbre, encontrándome una asistente nueva. Era una joven , que luego me enteré tenía 18 años, de tez negra, labios gruesos, muy sensuales y unas curvas como para dejar perplejo a cualquiera.

Siempre me habían intrigado las negras, ya que las imaginaba unas verdaderas "fieras" en la cama pero nunca había tenido oportunidad de coger a ninguna. ¿Sería esta la oportunidad?

Como viejo cliente de la casa tenía ciertas libertades en este comercio, por lo que sencillamente me acerqué a Makina, tal era su nombre, y me puse a conversar.

Así me enteré que había roto con su novio hacía apenas un mes. Tenía varios hermanos y hermanas y por sus comentarios, en la casa era frecuente hablar de sexo. Para esas fechas yo tenía 26 años, algo menos del doble de Makina, pero me pareció que a ella no le importaba la diferencia de edad.

Justamente me contó que su padre le llevaba 15 años a su madre, por lo que finalmente me decidí a invitarla a cenar para esa noche, cosa que aceptó gustosa. Pasé a buscarla por la casa, dónde me recibió su madre, también una hermosa mujer.

Luego de cenar la invité a bailar, pero ella rehusó. Me dijo que no le gustaba bailar pero me proponía ir al cine, cosa que yo acepté. Mientras mirábamos la película deslicé mis manos debajo de vestido para comprobar algo que yo sospechaba. No tenía sostén, por lo que pude palpar y apreciar unos senos turgentes, firmes con unos enormes pezones.

Makina parecía que se sentía cómoda con las caricias, por lo que avancé algo más comenzando a acariciar sus muslos, comenzando por las rodillas pero subiendo cada vez más por las piernas, hasta que llegué a la bombacha.

En ese momento, muy suavemente me dijo que no avanzara más porque se iba a correr. Por su parte ella buscó mi verga abriéndome el pantalón y acariciándola a través del calzoncillo. Así estuvimos hasta la finalización de la película.

Cuando salimos pensaba llevarla a un hotel pero rehusó. Me indicó que por ser la primera vez estaba bien y que se sentía algo cansada. La llevé a su casa.

La segunda vez que la invité a salir, terminamos en un bosque cercano en el cual tuvimos nuestra primera relación. Tal como me lo imaginaba era una verdadera fiera en el sexo.

Salimos otras veces pero en esas ocasiones lo hicimos en un hotel, mucho más cómodos. Allí puede apreciar en todo su esplendor su cuerpo desnudo. Esos pechos firmes, ese culo bien formado, esos labios sensuales que besaban como pocas veces antes lo había sentido. En una ocasión, , luego de haber tenido sexo, le comenté con quiénes vivía y cuál era el trato con mis mujeres.

Al principio se sorprendió bastante pero luego de explicarle en detalle las cosas, admitió que si bien era algo que no había escuchado anteriormente, no dejaba de ser interesante. La puerta estaba abierta para que fuera la próxima integrante del grupo.

La vez siguiente que salimos le propuse directamente que viniera a vivir a mi casa. Podría continuar con su trabajo si así lo quería, pero no debía ni estar celosa de las otras mujeres ni reprocharme que tuviera relaciones con otras desconocidas. Me pidió unos días para pensarlo, luego de los cuales aceptó.

Se incorporaba así la quinta mujer que tendría a mi disposición, con dos características especiales. Era muy joven (la más joven de todas) y negra, cosa que siempre me había gustado.

Las cogidas con Makina eran espectaculares. A medida que pasaban los días su comportamiento en la cama era cada vez mejor. Efectivamente esta morena era verdaderamente un hallazgo. Manejaba muy bien la felatio lo que me permitía acabar dentro de su vagina tres veces en una noche.

Como tú podrás ver todo es cuestión de entrenamiento. Yo cuanta más frecuencia en las corridas tenía más podía hacerlo.

Poco antes de cenar (lo hacíamos todos juntos y luego yo elegía quién me acompañaría en la noche), encontré a Makina que estaba llorando. No era frecuente encontrarla triste, muy por el contrario, era la más alegre y dicharachera de las cinco. Me acerqué a ella y le pregunté qué pasaba.

No quería compartir su tristeza pero finalmente me confesó el motivo. Hacía ya más de dos meses que estaba en casa y no se la había metido por el culo.

Le comenté que nunca había penetrado a una mujer por el culo, entre otras cosas, porque me perecía humillarla, porque teniendo una hermosa vagina en la cual descargar la leche, era un desperdicio hacerlo por el culo. Su réplica me sorprendió y me lo explicó así.

"Ya te he dicho que en casa se ha hablado mucho de sexo. En particular cuando decidí venir a vivir contigo, he mantenido una larga plática con mi madre quién me insistió en que debo hacer mis mayores esfuerzos para complacerte. Entre las cosas que me recomendó estaba en ser cogida por el culo."

"Según me comentó, mi padre se la metía por atrás dos veces por mes y ella había logrado gozar mucho con esa penetración. Me advirtió que la primera vez me iba a doler un poco pero que me acostumbraría y que tú gozarías penetrándome por tan estrecho agujero. Como dije antes, a pesar del tiempo que llevo aquí ni siquiera me has insinuado abrirme el culo con tu verga, por eso estoy tan triste. ¿No te gusta mi cuerpo? ¿No te apetece usar mi culo para tu satisfacción? ¿Qué debo hacer para que uses todo mi cuerpo?"

Debo reconocer que esta declaración me sorprendió. Le aclaré me gustaba todo su cuerpo y prometí que esa noche la llevaría a la cama para usar todo su cuerpo. Su rostro se iluminó y volvió a ser la de siempre, viéndosela relajada y contenta. Entonces invité a Makina a mi dormitorio. Todas las demás dieron las buenas noches y nos retiramos del salón comedor.

Ya en el dormitorio, Makina me preguntó si quería que se desnudara o lo haría yo o qué otra cosa prefería para complacerme. Le fui quitando la ropa lentamente hasta que quedó totalmente denuda. Acaricié una y otra vez su trasero, llegando con mi dedo índice a penetrar ligeramente en el esfínter.

Fui en busca de un pote con vaselina sólida y unté la entrada con el lubricante. Mi pene estaba durísimo, ya que iba a hacer algo totalmente nuevo para mí. Ella se acomodó y separó sus nalgas con las manos para dejar el agujero bien accesible. Apoyé la glande y mientras que la mano derecha acariciaba sus tetas con la derecha la excitaba en el clítoris. Lentamente fui empujando.

Si bien notaba algo tenso el cuerpo de Makina, ella hacía los mayores esfuerzos por relajarse. Poco a poco se la metí toda adentro. Con lentos movimientos de entrada y salida ambos nos fuimos excitando hasta que finalmente yo descargué mi leche en el recto. Por otra parte las caricias en el clítoris hicieron su efecto ya que poco después ella también se corrió.

Cuando retiré mi pija había lágrimas en los ojos de Makina. Eran lágrimas de alegría pero también de dolor. Alegría porque finalmente la había cogido por el culo y de dolor porque la dilatación le había dolido. Nos higienizamos y ella comenzó con una de sus chupadas a la que me tenía acostumbrado. La penetré nuevamente pero esta vez por la vagina.

Fue a la mañana siguiente cuando nos despertamos que luego de un poco de juego sexual, ya estaba en condiciones de clavarla nuevamente. Se me ocurrió en ese momento que lo haría nuevamente por atrás. Makina me dijo que a pesar que todavía le dolía bastante por la entrada de la verga en el culo, estaba ansiosa de ser penetrada nuevamente por allí. Se acomodó nuevamente y otra vez mi picha ocupaba su culo hasta descargar la leche otra vez.

Cuando bajamos a desayunar, la cara de Makina revelaba que estaba contenta. Las otras mujeres le preguntaron el motivo y ella respondió:

"Anoche he tenido el privilegio de ser cogida por el culo. Según me ha dicho Domingo nunca lo había hecho por atrás y, afortunadamente, ha descubierto algo nuevo que las mujeres podemos darle. Les recomiendo a todas ustedes que le ofrezcan sus culos para que las coja por allí."

Preguntaron si no le había dolido, cómo lo hacía y otros detalles que Makina gustosamente les dio. Respecto de la dilatación de su ano, dijo que efectivamente le dolió un poco, pero que su madre le había insistido en ser penetrada por allí.

También inquirieron si no le resultaba humillante ser cogida por el culo.

"¡Al contrario!. Es un verdadero honor y me siento una mujer completa que puedan disponer también de mi culo. Humillante me resultaba ser acariciada en los glúteos y que nunca siquiera se intentara cogerme por allí.".

Sin duda se abría un nuevo capítulo en la relación con las cinco mujeres que ahora habitaban la casa. Desde ese día usé los tres agujeros de mis mujeres, aunque Patricia no disfrutaba mucho de ser penetrada por atrás. Sin embargo accedía ya que en caso contrario, debía abandonar la casa y otras cosas la unían a esta pequeña comunidad.

Así pasaron unos tres meses hasta que accidentalmente conocí a Ingrid, una sueca de 30 años. Quién diga que las suecas son frías es que no las conoce o no sabe tratarlas. Ingrid es no solamente fogosa en la cama sino que además una estudiosa del sexo, buscando nuevas posiciones, productos y todo aquello que aumente nuestro placer. Pero volvamos a los comienzos.

La encontré en una alejada mesa de un bar mientras bebía un licuado de frutas. Su cara revelaba que la cita concertada había fallado.

Cuando se disponía a irse, cosa que advertí por algunos movimientos previos a su partida, me acerqué a su mesa y le pedí compartirla. Me dijo que ya se iba pero le pedí que me acompañara unos minutos.

Comenzamos a charlar y me enteré que estaba sola en la ciudad y que no conocía a casi nadie. Le propuse que viniera a cenar a casa que se encontraría con cinco adorables mujeres. Sin dudarlo aceptó.

Por supuesto ya estaban acostumbrados a que llegara con alguna mujer por lo cual ninguna se sorprendió. Luego de cenar le propuse que bailáramos un rato en mi estudio, en la planta alta, cosa que accedió de inmediato.

Justamente en el estudio estaba mi colección de bombachas que luego de bailar algunas piezas me dispuse a mostrársela. Quedó muy impresionada y en un momento me dijo que suponía que quería que la bombacha de ella agrandara mi colección, a lo que le respondí que sí.

De inmediato nos dirigimos a mi dormitorio y gocé de esta sueca al máximo. ¿Quién dijo que eran sin sustancia? Por el contrario me encontré con una mujer dulce y muy directa, que le gusta disfrutar de su cuerpo y que otros disfruten también. Por la mañana, muy seriamente, me preguntó en qué grupo pondría sus bragas.

Le respondí que pensaba ubicarla en la de las mujeres ocasionales, a lo cual muy seriamente me preguntó qué debía hacer para que la pusiera en el otro grupo, en el de las mujeres permanentes. Quedé sorprendido.

Fue entonces cuando se me ocurrió decirle que para que una mujer integrara ese selecto grupo debía demostrar que estaba dispuesta a quedarse por mucho tiempo y que respetaría las reglas de la casa.

"Haré lo que quieras. No me importa lo que pidas, pero déjame estar aquí, contigo. Si debo servir a las otras mujeres, lo haré pero quiero quedarme."

Le respondí que de ninguna manera iba a aceptar que se quedara sin estar seguro que disfrutaría con su cuerpo y que no era condición de servir a las otras mujeres. Me insistió en que le pidiera lo que quisiera.

¿Qué puedo pedirte para que me demuestres que estás dispuesta a todo? No tardó en responder.

"Puedo salir a la calle y dar una vuelta manzana completamente desnuda, si eso te agrada".

No acepté y la acompañé a su casa. En todo el trayecto me estuvo rogando que la dejara convivir en mi casa. Quedamos que dos días después nos encontraríamos en un bar.

Estaba esperando cuando entró Ingrid. Vestía una falda muy corta y una remera muy escotada que apenas le tapaban los pezones. Todos se dieron vuelta a mirarla.

"Todos éstos darían cualquier cosa por follarme y tú no me dejas ir a tu casa."

Está bien, te dejaré estar en casa luego de dos semanas de follarte, incluso por el culo y alguna cosa más que te pediré

No tengo inconveniente que me folles por el culo, la raja o te la chupe. Ya te he dicho que haré cualquier cosa por ti. ¿Qué otra cosa quieres?

Que logres en estas dos semanas que otra joven negra también integre el plantel de mujeres que me atienden.

Me miró un poco sorprendida pero Ingrid no es de esas mujeres que se amilanan por cualquier cosa. Me respondió que en dos semanas tendría una negra en mi casa conviviendo como lo hacían las demás.

Nos fuimos a un hotel donde disfruté de todo su cuerpo, incluso el culo. Descubrí que lo hacía muy bien por atrás también.

Seguimos viéndonos y en menos de dos semanas se presentó en el bar que nos habíamos citado con Claudia, una mulata con alta proporción de sangre negra en sus venas. Tenía 23 años y quería demostrarme sus habilidades en la cama. Ingrid la había puesto al tanto de todo y aceptaba estar en mi casa luego de que pasáramos una noche juntos.

Ingrid aceptó quedarse esa noche sin coger y se fue a su casa mientras yo me llevé a Claudia a un hotel del suburbio. Pasé una noche excitante. A pesar de su juventud era una experta, en especial en la felatio. ¡Cómo la chupaba!. Para probarla a fondo también le propuse clavarla por el culo, cosa que aceptó de inmediato.

Cuando terminamos, exhaustos de tanta actividad sexual, le pregunté qué sabia de mi para aceptar venir a vivir a mi casa con sólo una noche de lujuria. Para mi sorpresa me dijo que mucha gente sabía que había varias mujeres en casa y que todas estaban contentas con el trato recibido. Uno siempre recibe sorpresas...

Quedamos entonces que tanto Ingrid como Claudia al día siguiente se instalarían en casa. Atender siete mujeres no era poca cosa, por lo que nos reunimos los ocho para analizar cómo se distribuirían los polvos. Quedó claro que sería yo quién eligiera a quién coger y en qué momento, siendo la decisión inapelable.

Lo que sí concedía era que la joven que pasaba la noche en mi cama, no sería usada al día siguiente. Propuse entonces atender a tres mujeres por día. Una por la noche, otra en la hora de la siesta y utra a antes de cenar. Por supuesto que esto exigía una gran actividad sexual por mi parte, pero, como ya dije antes, todo es cuestión de entrenamiento y podía correrme sin dificultades en los momentos previstos.

Los dos meses siguientes fueron de una actividad muy intensa. Las siete estaban contentas con su situación. Con cierta frecuencia salíamos a cenar o al cine y de a una las llevaba a bailar. Por mi parte ya no salía en busca de nuevas jóvenes.

Se podría pensar que tenía una para cada día de la semana, pero no era así, ya que eso las obligaría a tener poco sexo. Consideramos que atender a tres por día era más equitativo. Las siete consideraban que tener tres polvos por semana era de suficiente a excesivo.

Una mañana me llama por teléfono Jimena Garay. Yo no sabía quién era pero me pidió tener una entrevista conmigo. Como nunca niego un encuentro y menos con una mujer, la cité para ese día a 5 de la tarde, luego de levantarme de la siesta. A la hora indicada entraba Jimena a mi despacho.

Era una joven de unos 27 años, de un metro setenta de altura, unos 60 kilos y muy buenas formas, por lo que podía apreciarse a través de la ropa que llevaba puesta. Se la notaba un tanto nerviosa. Luego de hablar banalidades, le pregunté directamente a qué se debía la visita.

En un principio un rubor intenso cubrió su cara pero se animó a hablar.

-Me he enterado que viven en su casa algunas mujeres a modo de esposas como en un harén.-

-No es exactamente así. Efectivamente viven siete mujeres con las cuales mantengo relaciones íntimas, pero no están secuestradas ni presas ni nada por el estilo. Ellas han decidido esta forma de vida, pero si quieren se van y a otra cosa.-

-Bueno, es decir que conviven con Ud. y mantienen relaciones íntimas. Las he visto a veces en el cine o en otros lugares.-

-Es posible. Salimos muchas veces a divertirnos todos, pero si quiere saber algo más, las intimidades son de a dos, nunca de a tres o más.-

Lo siguiente que escuché me dejó muy sorprendido:

-Quiero ser la octava en su casa.-

-Más despacio niña. Dime exactamente qué es lo que buscas.-

-Pues está claro. Vivir aquí y mantener relaciones íntimas como lo hace con las demás. Estoy confiada en que mi cuerpo le resultará agradable y en cuanto a las relaciones íntimas he leído varios libros aunque no tengo mucha experiencia práctica.-

-¿Y cómo sé que tu cuerpo me resultará agradable?-

No había terminado de decirlo cuando comenzó a quitarse la ropa lentamente, acompañándolo de movimientos sensuales. Por mi parte no podía salir de mi asombro. Comprendo que Jimena podía estar caliente, con mucha teoría pero sin práctica, pero presentarse así era algo que no imaginaba.

¿Qué estaría pasando por su mente?.¿Por qué se ofrecía de esa manera? ¿Qué sabía ella de lo que ocurría entro de los límites de mi casa? ¿Era simplemente una puta? Yo, por lo menos, no tenía respuesta a estas preguntas.

Se había quitado toda la ropa con excepción de las bragas. Eran unas bragas color piel, con bordados que permitían adivinar lo que estaba abajo. Apenas un velloncito de pelo estaba sobre su pubis. Sin duda era muy cuidadosa con su aspecto. Se dio vuelta para que le apreciara el culo. Era redondo, firme, apetecible.

Observé sus tetas. Era uno de esos modelos no muy grandes, pero bien firmes, duros y parados. La areola de un color rojo morado intenso y los pezones, de gran tamaño, sobresalían me manera impertinente e invitando a ser besados.

Su cintura permitía destacar las curvas del cuerpo. Su tez muy blanca, sin marcas de traje de baño, indicaba que no era una de esas jóvenes que tiran al sol como lagartos. Su cabello castaño claro contrastaba con unos enormes ojos negros. Debo reconocer que a esta altura ya me estaba excitando.

Me acerque a ella para tocarla y palparle su cuerpo. Por el momento evitaba acercar mi mano a la entrepierna. Los cachetes de su culo eran muy firmes, inequívoca señal de un trabajo diario en gimnasia modeladora. Sus piernas, muy bien formadas, terminaban en unos pies casi perfectos, algo raro en las mujeres que deforman sus pies con esos zapatos en punta, tan de moda.

La piel de su espalda y su vientre era tersa, muy suave. El palpar sus tetas hizo que los pezones se hincharan más aun y quedaran como dos prominentes bolitas coronando sus pechos.

-Debo reconocer que lo que he visto hasta ahora es aceptable. ¿Qué más crees que me interesará de tu cuerpo?.-

-Por supuesto le interesará mi conchita. ¿Debo quitarme las bragas y entregársela como trofeo? Me dijeron que es lo usted solicita.-

-Mira, me quedo con las bragas solamente de las mujeres a las cuales penetro. Todavía no te he dicho nada como para que supongas que quiero cogerte. Tengo suficientes mujeres a mi disposición como para ser muy exigente con lo que se me ofrece. ¿Cuántos hombres han pasado por entre tus piernas?-

-Solamente uno, pero muy pocas veces.-

-¿A tu edad has cogido muy pocas veces?.-

-No me avergüence señor, pero es así. No diré que soy virgen pero el coño está muy poco usado.-

-Bueno, quítate las bragas y acuéstate sobre esta mesa que voy a revisarte la raja.-

Jimena se quitó las bragas que puso cuidadosamente sobre la mesa y se acostó sobre la tabla boca arriba. Flexionó las rodillas y separó sus piernas. Debajo del velloncito de pelos del pubis, estaba todo afeitado, los labios de la vulva bien visibles y el clítoris asomaba sin dificultad. La entrada a la vagina estaba cerrada aunque se la veía húmeda.

La observé con detenimiento y le indiqué que levantara más las piernas. Quería ver el agujero del culo. Desde aquella vez, que había penetrado a Makina por primera vez en el ano, no descartaba la posibilidad de hacerlo con otras mujeres.

Le indiqué luego que se diera vuelta. Quería observar los cachetes de sus asentaderas. Luego le dije que se parara nuevamente y observé el cuerpo con mucho detenimiento.

-No está mal. Tendría que probarte en la cama para ver cómo te comportas.-

-Puede tomarme en el momento que quiera. Estoy preparada para ello. ¿Quiere comenzar con una felatio?.-

-Estás muy cachonda Jimena. Será mejor hacerlo otro día. Supongo que no tendrás inconveniente en esperar.-

-Como Ud. me indique. ¿Cuándo quiere que regrese?.-

Le dije que la semana siguiente nos encontraríamos en la confitería de un hotel al cual luego accederíamos a una habitación. Se fue algo ansiosa por tener que esperar.

En la fecha y el lugar indicados nos encontramos. Platicamos un momento y luego nos dirigimos a una habitación.

-Ya te he visto desnuda, pero quiero refrescar la memoria. Quítate la ropa muy lentamente. Tus bragas las pondrás en esta bolsa para que se agregue a mi colección.-

-¿En cuál de las dos colecciones?.-

-Si follas como a mí me gusta, ya sabes en qué colección. Si no lo haces a mi gusto irás a la colección de las mujeres pasajeras.-

Tal como le había indicado se fue sacando la ropa lentamente. Quedaban solamente las bragas, de muy reducido tamaño color piel pero no transparentaba lo que estaba oculto debajo. Colocó los pulgares en el elástico de la cintura y comenzó a bajarlos.

Grande fue mi sorpresa cuando las bragas estaban apenas por encima de las rodillas, no se observaba ni rastro de vello pubeano. Estaba completamente depilada.

-Veo que te has afeitado. ¿A menudo te afeitas la concha?.-

-No, siempre dejo algo de pelo en el pubis, pero me imaginé que debía gustarle con la conchita pelada, por eso me afeité, para ofrecérsela así.-

Comencé a acariciarle todo el cuerpo. Sus pezones comenzaron a endurecerse y cuando acerqué la mano a la vulva, estaba muy húmeda. Quise que aguantara un poco más antes de cogerla. Le indiqué que se la pusiera en la boca y la acariciara con la lengua. Se arrodilló de inmediato y comenzó a mamarla. Parecía que tenía una "garganta profunda" ya que se la metió toda en la boca y con los labios me acariciaba los huevos.

Luego comenzó a trabajar con la lengua. En ese momento dudé si Jimena sabía solamente la teoría o tenía una larga experiencia en mamadas. Poco antes de correrme, la retiré de la boca y busqué su coño para penetrarla. Con movimientos muy lentos nos fuimos acercándonos al orgasmo que finalmente llegó.

-Quiero que me chupes de nuevo hasta que esté parada de nuevo. Quiero metértela por el culo.- le dije.

-¿Por el culo? Sé que deberé hacerlo pero ni siquiera tengo un poco de vaselina. Así me va a doler.-

-Hablas como si tuvieras experiencia en cogidas por el culo. Sin vaselina es más excitante.-

-Está bien, que sea sin vaselina.-

Se agachó y comenzó la segunda mamada para lograr la erección. Poco después ya estaba en condiciones. Se puso de pie, se dio vuelta y se inclinó hacia delante y con sus manos se separó los cachetes. Apareció un esfínter cerrado en el cual apoye la glande.

Alguna gotita de semen que escapaba por la punta sería el lubricante para la entrada. Comencé a empujar suavemente para abrirme paso a ese culo virgen. Muy poco después la tenía toda adentro.

-¿Te ha dolido?-, le pregunté.

-Muy poco, la has entrado muy suavemente. Es una linda sensación tenerla en el culo. ¿Vas a correrte allí?.-

Le respondí afirmativamente y comencé los movimientos. Mientras tanto con mi mano derecha acariciaba su clítoris. Simultáneamente con la inundación del recto con mi semen, sentí la contracción de su concha mientras se corría.

-Domingo, ésta es la primera vez que lo hago por el culo y me resultó mucho más placentero de lo que imaginaba. Siento ahora un poquito de dolor en el agujero, pero no importa. ¿Te ha resultado agradable a ti también esta cogida por el culo?-

Asentí. Nos dimos una ducha y nos metimos nuevamente en la cama.

-¿He aprobado el examen que poder ocupar un lugar en su casa?- me preguntó.

-Por ahora está bien, pero no te puedo asegurar nada.- le respondí.

-Ya probó como la chupo, y los dos agujeros de abajo. Dígame qué más quiere hacer. Ya le dije que estoy dispuesta a complacerlo en todo. Mi cuerpo es suyo para lo que quiera usarlo.-

-Vamos a seguir jugando en la cama.-

Así estuvimos unas tres horas más. Era una leona, o una tigresa o como quiera llamársela en la cama. Sin duda Jimena merecía integrar el plantel de las mujeres de mi casa. Al cabo del tiempo mencionado, tomando la bolsita que contenía sus bragas le comenté que integraría el reducido núcleo de las siete bolsitas que ya tenía correspondientes a otras tantas mujeres que estaban en mi casa.

Me abrazó y besó con verdadero cariño.

-Muchas gracias Domingo. No sabes lo contenta que me pone que me aceptes en tu casa. Estoy segura que no te arrepentirás. ¿Cuándo puedo mudarme?.-

Le respondí que al día siguiente. Regresé a casa y reuní a mis mujeres para comunicarles que al día siguiente llegaría Jimena para integrarse al grupo. Ya eran ocho las mujeres que tenía como esposas-amantes.

Medité largamente lo de la incorporación de Jimena. No la había buscado y ella fue la que propuso venir a convivir en las condiciones que yo fijara. Me resultaba un tanto extraño que hubiera ocurrido eso, pero tenía a Jimena en casa y era un verdadero gusto gozar de su cuerpo.

Pensé que una cosa así no se repetiría dos veces, sin embargo me equivoqué. Un día Claudia, la negra que habitaba mi casa, me comentó que una amiga de la infancia con la que ella seguía viéndose, quería convivir con nosotros. Me dijo que era también negra un año menor que ella.

Claudia ya le había contado todo lo que ocurría dentro de la casa y Carola, tal era su nombre, aceptaba las condiciones generales. Quedaba por ver si yo las aceptaba.

Me puse más exigente que nunca:

-Que venga tu amiga Carola. Debe traer su concha afeitada, con una falda corta y una camisa sin sostén abajo. Estará dispuesta a que la examine desnuda, le tome algunas fotos y si me apetece penetrarla en el agujero que quiera. Si decido no quedarme con ella, se retirará sin hacer preguntas y sin molestarme más. Recuérdale que debe ser mejor en la cama que cualquiera de vosotras y que si acepto probarla es porque tiene una recomendación tuya y que debe hacer honor a la raza a la que pertenece para no desmejorar el concepto que yo tengo de las negras como tú.

Claudia quedó algo sorprendida pero prometió pasarle el mensaje que había indicado. Creí, y nuevamente me equivoqué, que con semejante sermón, Carola no se aparecía por casa. Al día siguiente me llamó por teléfono para preguntarme el día y la hora que quería que se presentara en casa. Quedamos en que fuera una semana más tarde y antes de venir se aplicara unas enemas para tener el recto limpio.

Deliberadamente demoraba la entrevista para ponerla un poco más cachonda. Eventualmente era ella la que tenía apuro, no yo.

El día convenido se presentó la mencionada Carola. Para no repetir expresiones, debo adelantar que superaba en hermosura a su amiga Claudia. Pasó a mi despacho y le ordené que se quitara la ropa.

-Ya sabes que me gustan las mujeres que tienen sus carnes firmes, están siempre dispuestas a coger por cualquier agujero y acatan todas mis órdenes y no me molesten si decido coger a una u otra. Mi decisión es inapelable. Además debe tener buen trato con mis otras mujeres.-

-Lo sé señor. Por eso he hecho lo que me ordenó, el coño depilado y el culo bien limpio. Estoy a su disposición si es que desea cogerme.-

Su cuerpo tenía (tiene) la gracia de las mujeres morenas, con curvas sensuales, movimientos de felino y carnes firmes. Le tomé varias fotografías, incluso inclinada mostrando su chocho abierto. ¿Para qué lo hice?. Quería estar seguro que haría todo aquello que le pidiera en el momento que lo pidiera. No escatimé oportunidad para humillarla y mostrar cierto desinterés en ella.

Esta actitud la encendió más. La lujuria escapaba por sus ojos y de su raja escapaba un clítoris húmedo, ansioso. Le acaricié sus partes íntimas con deliberada lentitud, como analizando cada parte. Sus movimientos eran cada más excitantes y excitados. Estaba muy caliente.

Estaba seguro que me gustaría contar con este ejemplar en mi casa, pero le dije que la tendría unos días a prueba. Entonces demostraría cuán dócil era. Antes de aceptarla para la prueba quería verla actuar en la cama. Le permití vestirse y nos dirigimos al comedor. Luego de la cena fuimos a mi dormitorio.

¡Qué movimientos!¡Qué flexibilidad la de su cuerpo! ¡Y que firmeza la de sus carnes!. Pasé la noche con ella. Hizo todo lo que le pedía, aun cosas que no suelo hacer con mis mujeres. Sin duda sería una buena experiencia tenerla en casa. Luego de unos diez días la acepté definitivamente.

No quiero abundar en detalles pero con ligeras modificaciones llegué a las doce mujeres. Luciana , Florencia y Julieta se incorporaron poco tiempo después. A todas les exigí cosas desde el comienzo para que se avinieran a mis caprichos. Doce es un muy buen número. Tengo una variedad de características muy interesantes. Todas cogen de manera diferente y con sus particularidades aunque ninguna, bajo ningún concepto, rehúsa hacer todo aquello que les indique.

Luciana era una joven muy menuda. Tetas chicas pero firmes, culo chico pero firme, piernas cortas pero fiemes, todo chico pero con excelente relleno. Tenía en ese entonces 28 años y una figura por demás agraciada. Era simpática, siempre de buen humor y en la cama muy buena para los juegos eróticos. Le gustaba andar desnuda por la casa cuando yo estaba. Vino por indicación de Ingrid.

Florencia mide un metro setenta y ocho centímetros, flaca, alta de cabello rubio y ojos verdes. Llegó a mi casa virgen. Yo no lo creí hasta que la penetré. Era cierto, nunca había cogido. Sus padres eran irlandeses y habían emigrado unos años atrás buscando mejores horizontes. Florencia , de 21 años para esas fechas, había comenzado a estudiar arte dramático pero poco antes había abandonado la carrera. Cuando pasamos la primera noche juntos, lo disfrutamos los dos. Le gusta (y a mí también) que luego de coger y que ambos quedamos satisfechos, acurrucarse desnuda apoyándome su concha entre las piernas. Generalmente me despierta con una mamada.

¿Qué puedo decir de Julieta? Su ascendencia griega se revelaba por los rasgos helénicos que tiene. Muy a menudo me pide permiso para vestir solamente una túnica transparente. Es casi como andar desnuda, pero su provocación no me molesta. Tiene un cuerpo que envidiarían muchas modelos que aparecen en las tapas de revistas.

En la cama es extraordinaria. Distinta a las demás, pero lo hace muy bien. Penetrarla por el culo también resulta placentero. ¿Qué hace con el culo?. No lo sé pero cada vez que se la meto por allí no puedo evitar correrme. Justamente hablando del culo, lo tiene algo chico pero muy firme. El pequeño tamaño de los glúteos permite que se las meta muy adentro en el recto.

Por supuesto que no les pido cosas que no puedan realizar decentemente a la vista de terceros. Cuando paseamos, ninguna de las personas que se cruza con nosotros podrá imaginar que las disfruto a todas y que están agradecidas de la vida que llevan. No tienen nada de qué quejarse.

Por mi parte me follo a tres mujeres por día, por lo que cada cuatro días tendrán la visita de mi pene en su interior. He comprobado que sus vaginas se encuentran siempre lubricadas, como esperando ser penetradas. Si les resulta insuficiente una vez cada cuatro días tienen la opción de usar el vibrador que cada una de ellas posee para estos casos. No tienen autorización para coger con otros hombres. En eso tengo exclusividad y ante la menor sospecha saben que las echaría de mi casa.

La última de las mujeres, la número 12, se incorporó a mi casa cuando yo había cumplido los 25 años. En estos años se fueron tres, Patricia, Anita y Luciana, que reemplacé en poco tiempo por Mercedes, una española que ahora tiene apenas 23 años, Carmela, una italiana que tenía apenas 18 cuando se vino a vivir conmigo y ahora tiene 22 y Concepción, una portorriqueña espectacular de 26 años.

Capítulo 2.

Así terminaba la primera entrevista con este particular personaje, Domingo Martínez. Quedamos en continuar la charla en unos días porque la historia me pareció francamente alucinante. Era como tener un harén propio pero que además era capaz de mantenerlas sexualmente satisfechas a todas. Sin duda no era poca cosa.

-Mi estimado Pepe, lo que ocurre es que, muchas mujeres con tal de tener una polla en su interior hacen cualquier cosa. Por mi parte le puedo asegurar que todo es cuestión de entrenamiento.-

-No pongo en duda su capacidad sexual, pero cogerse a tres mujeres por día, todos los días del año no es muy común. ¿Ud. recurre a alguna droga?-

-Sólo a la imaginación. Cuando uno coge regularmente con doce, las ideas surgen naturalmente, la picha se endurece naturalmente, se coge naturalmente y se descarga la leche naturalmente.-

-Naturalmente conoce el oficio, ¿no es así?.

-Y.. bueno, sí. Lo que le puedo asegurar es que sí, se puede. A propósito, ¿qué le parece si mañana viene a cenar con nosotros y conoce a mis chicas?-

-Será un placer conocerlas. Por la descripción que me ha hecho será un recreo para la vista.-

-Ellas mismas podrán contarle alguna historia que yo tengo olvidada. Eso sí, ni piense en tener nada con ellas.-

-De eso puede despreocuparse. Soy escritor pero no tonto. Cada cosa en el momento adecuado, con la persona adecuada y de la manera adecuada. Esta es una oportunidad que me da muy interesante y no la voy a arruinar por un polvo más o menos o por una caricia de tetas más o menos.-

-Bien, nos entendemos. Mañana a las 8 de la noche lo esperamos. Les diré a mis chicas que se pongan más lindas de lo que son.-

Así nos despedimos. Volví a mi habitación y escuché la cinta que había grabado. Si no hubiera sido por la invitación y que podría comprobar personalmente algo de lo que me había dicho, hubiera pensado que era un gran fabulador. Era medianoche y tenía hambre. Fui al bar del hotel y me comí un sandwich con una cerveza y me acosté. Al día siguiente me levanté muy tarde.

Debo decir que estaba ansioso por llegar a la residencia de Domingo. A las 8 en punto hacía sonar la campanilla de la casa.

Me recibió Domingo y detrás de él había una larga fila de mujeres jóvenes, muy bien vestidas, que dejaban adivinar las curvas que cubrían esas prendas. Fui presentado a todas y cada una de ellas con una pequeña introducción a carga de Domingo:

-Romina, la primer joven que me acompañó en esta casa. Es todo dulzura y sexo.-

-Andrea, la italiana pintora. Ha hecho algunos muy buenos cuadros pero mis fotos de niñas desnudas no se pueden igualar. Su fogosidad peninsular la demuestra en la cama.

Makina, No es necesario que decir que es negra. Es quién nos ha ensañado las bondades del sexo anal, por lo que todos le estamos agradecidos

Ingrid. La sueca. Quién piense que las suecas son frías es porque no conoce a Ingrid. Atrevida, sensual y es un gusto compartir el lecho con ella.

Claudia. Fue una prenda para Ingrid. Para que la aceptara tenía que conseguirme una mulata y Claudia fue convencida por Ingrid para que se pusiera entre mis sábanas.

Jimena, la atrevida. Fue la primera que me pidió una entrevista para quedarse a vivir en casa.

Carola, amiga de Makina y como podrás ver negra como ella. En la cama es un felino de la manera en que se mueve. Estas negras son destacadas para el polvo. Aceptó ser humillada antes que le permitiera guardar su bombacha en la colección de las permanentes.

Florencia. Aunque no sea creíble, cuando llegó era virgen. Recuerdo cuando la desfloré. Creo que ella ni se dio cuenta de tan caliente que estaba.

Julieta, la griega. Te puedo asegurar que lo hace muy bien.

Mercedes, española, con ese garbo que las caracteriza y ese cuerpo enloquecedor, no se si por sus venas corre sangre calé o qué pero me ha proporcionado muchas satisfacciones

Carmela, Forza Italia! Con toda la vehemencia de las "tanas" como cariñosamente las llamo. Me encanta encamarme con ella.

Concepción, de origen portorriqueña. Quizás el ejemplar más exótico. No te puedes imaginar lo que son sus mamadas.

Pasamos al comedor y nos ubicamos alrededor de una mesa ovalada. Domingo en un extremo, yo en el otro extremo y seis mujeres a cada lado. Dos de ellas se encargaron de servir la comida. Como era una cena fría, previamente preparada, pudimos compartir todo el tiempo de la cena.

Una de ellas comentó que era muy poco frecuente que hubiera invitados a cenar en la casa y que demostraba la alta consideración que Domingo tenía conmigo. Luego el mismo Domingo invitó a las mujeres que contaran cosas de la vida en esa casa. Podían dar los detalles que quisieran ya que el invitado era un verdadero Caballero y Amigo. Me sentí halagado. La primera en hablar fue Romina. Luego fueron otras que no he podido identificar con precisión.

-Ante todo debo decirte, aunque sea redundante, que no es frecuente que Domingo invite gente a cenar con la presencia de todas nosotras. Eso denota la gran confianza que te tiene. ¿Qué cosas podemos contar?-

Domingo: Pueden contar lo que quieran . Pepe es una persona muy seria y, repito, no tengo inconveniente que conozca detalles de nuestras vidas. ¡Adelante!-

-Como tú sabes yo he sido la primera en venir a esta casa. Conmigo se inició la segunda colección de bragas. Hoy la primer colección tiene más de ciento cincuenta, la segunda solamente quince que es el número de mujeres que habitaron en esta casa.-

-Quizás parezca algo raro que podamos compartir todas nosotras a Domingo, pero como él dice, todo es cuestión de entrenamiento. La enorme capacidad que tiene para coger nos deja satisfecha a todas e incluso puede echarse algún polvo extra con alguna niña que no habite en la casa y que logra levantar por allí.-

-Es por eso que siempre estamos atentas para ver si podemos acercar alguna nueva, aunque sea para un solo polvito. Eso sí, cuidamos que sea una muchacha apetecible, de buenas formas y educada, dijo otra.

-Yo le enseñé a cogernos por el culo. Conmigo fue con la primera que lo hizo. ¡Y qué bien lo hizo!. Fue un polvo por el culo inolvidable. No sé por qué nunca lo había hecho antes y te digo que me costó convencerlo que me la metiera por atrás, pero cuando lo hizo, le gustó y extendió la práctica a las otras mujeres.-

-Domingo, ¿puedo mostrarle el álbum de fotos?.-

-Si tú quieres y a Pepe no le aburre, muéstraselo.-

La joven, que resultó ser Mercedes, la española, trajo un álbum de generosas dimensiones. Apenas lo abrió apareció Patricia, desnuda y con una mirada pícara a la cámara. Había unas seis u ocho fotos de Patricia todas en tamaño 24 por 30 centímetros. Así desfilaron ante mis ojos quince cuerpos desnudos, hermosos en las posiciones más sugerentes. Todas tenían el coño afeitado que a veces mostraban sin disimulo.

Luego de admirar semejante colección no pude menos que comentar que Domingo tenía muy buen ojo para estas cosas y que observaba que todas tenían los coños afeitados. Dirigiéndome a Andrea, le pregunté qué me podía decir de sus pinturas.

-Cuando vine a vivir aquí creía tocar el cielo con las manos. Disponía de un lugar cómodo para trabajar, tenía mis necesidades cubiertas y con la venta de cuadros podía comprarme más telas y acrílicos "Windsor & Newton" para continuar pintando. Fue aquí cuando decidí pintar desnudos y tenía varias modelos para que posaran.-

-Imagínate tener once cuerpos que son capaces de estar a disposición en los ratos libres para que las pinte. Tengo algunos cuadros de ellas que luego puedo mostrarte. En general las hago posar en posiciones tales que no resulte inconveniente en mostrar en cualquier casa. De sus conchitas dibujo solamente una rayita y como están depiladas, pueden recordar, guardando las distancias, a los pintores del siglo XIX.-

-Permítame preguntarte acerca de los polvos, si no tienes inconveniente en contarme.-

-Para nada tengo inconveniente. Disfruto enormemente encamándome con Domingo. Ya sabes que de acuerdo con el gusto de ese día lo hacemos por adelante, por atrás, en la boca o ¡por los tres lados!. En cualquier caso lo disfruto mucho.-

-Sabes que Makina fue la que propició el uso de la tercera puerta luego que Mercedes lo hizo por primera vez. Con eso sólo le estaré eternamente agradecida.-

-Por lo que puedo observar no veo ni rastro de celos o rencillas personales.-

-Si fuera así la o las protagonistas estarían en la calle de inmediato. No tolero esas cosas en mi casa. Fue una de las condiciones para que estuvieran aquí.- Domingo respondió por Andrea.

Luego dirigiéndome a la más joven de las muchachas, Carmela, le pedí que me contara cosas de su vida allí.

-Sabes que soy italiana. Ahora tengo 24 años. Tenemos fama de estar siempre calientes pero no es cierto. Somos selectivas con los hombres que nos cogen. Antes de venir a vivir aquí usaba un consolador algunas noches por semana. Con Domingo no tengo necesidad. Nos coge tan bien que quedo satisfecha hasta la vez siguiente.-

-Generalmente comienzo mamándola. Se le pone dura enseguida pero me gusta tenerla en la boca y acariciarla con la lengua. Eso me pone muy en tono y cuando la acerca a la entrada de la vagina, ésta ya está lubricada y ansiosa de ser invadida por el pene de Domingo.-

-También me gusta cuando me la mete por el culo y mientras tanto me acaricia las tetas y el clítoris. Estallo cuando me corro. No puedes imaginar lo feliz que soy cuando me toca compartir el lecho. ¡Lo hace tan bien! Así soporto sin dificultad hasta la vez siguiente.-

Según he observado ustedes mismas tratan de conseguir mujeres para que Domingo las lleve a la cama. ¿Cómo es eso?.-

-Es una cuestión de devolver atenciones. ¿Qué no haríamos por Domingo?. Con lo bien que lo pasamos aquí, la mejor manera de reconocerlo, es consiguiéndoles mujeres, especialmente jóvenes. Por eso es que tiene esa impresionante colección de bragas de chicas de una o pocas noches. Es más facil para nosotras convencer a alguna jovencita que venga a casa y luego lo dejamos en manos de Domingo. El sabe cómo convencerlas de sacarse las bragas y separar las piernas. Se ha cogido a muchachas preciosas, dignas de las mejores revistas.-

  • Las muchachas de las mejores revistas son todas ustedes, no cabe duda.- completó Domingo, para satisfacción de las mujeres.

-¿Qué quieren que les diga? No deja de sorprenderme todo esto, considerando que ustedes, por lo que pude apreciar en las fotos que me mostraron, tienen muy buenos cuerpos como para no buscar nuevos.-

-No te equivoques Pepe. En la variedad está el gusto y en ratificar que aquí dispongo de dos docenas de excelentes tetas, una docena de inmejorables conchitas y otra docena de envidiables culitos. Eso no quiere decir que se pueda incorporar o reemplazar un par de tetas por otras más turgentes, más firmes, mejor formadas o más jóvenes. Todas las posibilidades están abiertas y mis chicas lo saben y aceptan.

Para reafirmarlo voy a hacer una concesión única en la historia. Les pediré a las chicas que se desnuden completamente para que aprecies sus cuerpos, pero ¡Cuidado! ¡Se mira y no se toca!- terminó diciendo Domingo con una sonrisa pícara.

-No creo que a ellas les guste quitarse la ropa delante de mí. Ésta es la primera vez que me conocen y creo que sería vergonzante para ellas tener que hacerlo. Domingo te creo, ya he podido apreciar sus cuerpos en las fotos.-

-Las fotos una cosa y las tres dimensiones y al natural es otra. Vamos chicas, a sacarse la ropa.-

Marina se adelantó a expresar en nombre de las demás.

-Si Domingo quiere que nos desnudemos, no hay ningún motivo para no hacerlo y sería una vergüenza para nosotras no hacerlo. Es como no confiar en él o lo que nos indica.-

De inmediato las doce mujeres comenzaron a quitarse la ropa. Una vez denudas desfilaron delante de mí mostrándome sus cuerpos. Domingo sonreía orgulloso con mis comentarios sobre las bondades de cada una de ellas. Poco después comenzaron a vestirse nuevamente. No voy a negar que sentí una erección, aunque sabía que no podría calmarme con ellas.-

Como si nada hubiera acontecido, las sucesivas "esposas" de Domingo continuaron contando algunas intimidades de sus vidas en esta casa Puedo afirmar que fue la noche más sorprendente de mi vida. He asistido a comidas aburridas y alegres, interesantes y latosas, he estado en distintos lugares no frecuentes para el grueso de la gente, pero esa noche asistí a las vivencias más sorprendentes que se pueda imaginar.

Mientras escribo estas líneas recuerdo lo que en un momento comentó Ingrid:

-Muchos creen que los nórdicos no disfrutamos de los polvos. Eso es para los gilipollas. A muchas de nosotras nos encanta ser penetradas profundamente y respondemos adecuadamente a los estímulos. Domingo, ¿tienes algo que agregar?-

-Pues nada, que follas muy bien y no me arrepiento que estés aquí. Por el contrario, tenerte en la cama es siempre un gusto como tenerlas a todas vosotras.-

Señores lectores. ¿Cuál es mi conclusión de todo esto? Deberé darle la razón a Domingo, pues que es cuestión de entrenamiento. Me parece que esta "cuestión de entrenamiento" es para las dos partes o, mejor dicho, en este caso, para las trece partes que intervienen en este asunto.

Fin