El entrenador de Momoko (I)
El señor Tamura es el entrenador de Momoko. Ella sabe que él la desea y le encanta ponerle cachondo haciéndose la inocente, pero el entrenador no está dispuesto a esperar más para disfrutar de su cuerpo
El entrenador había citado a Momoko bastante temprano. Quería trabajar con ella sin que nadie les molestara. Nadie más entrenaba en domingo pero Momoko se aburría poderosamente en su casa y le pareció una idea excelente ir al gimnasio. Sus padres tenían una especie de ferretería y se pasaba sola prácticamente todo el tiempo que estaba en casa, que después de asistir al instituto y sus entrenamientos en el gimnasio, tampoco era mucho.
Momoko no era nada tonta y sabía que el señor Tamura la miraba de diferente manera que al resto de las chicas del equipo de gimnasia. Al principio le dio la impresión de que la había rozado por casualidad o que aquellas veces que la había agarrado con fuerza del culo, no había sido más que para ayudarla en sus ejercicios de estiramiento, pero pronto se dio cuenta de que no era así. Solía manosearla particularmente cuando no había nadie más demasiado cerca, pero de una forma tan descarada y evidente que habría sido poco probable que nadie le hubiera acusado de hacer algo indebido. A la chica le parecía divertido al principio y cada vez más excitante, hasta el punto que, el día anterior se atrevió a flexionarse repentinamente por la cintura justo cuando su entrenador se acercaba a ella por detrás, sin que este pudiera evitar el choque de su paquete contra el sexo de la chica. Ella fingió estar avergonzada, lo que excitó muchoa su entrenador, quien sonrió malignamente asiéndola por la cintura mientras la ordenaba volver al día siguiente a pesar de ser domingo, para trabajar un poco más su flexibilidad.
El señor Tamura le dio instrucciones precisas para calentar piernas y caderas. La dejó sola repitiendo la rutina sobre el tatami, con su pantalón corto, su camiseta blanca y su par de calcetines tobilleros. De reojo veía como abría las piernas de par en par y se doblaba en perfecto ángulo recto, actuando como si estuviera completamente concentrada y no prestara atención a sus lascivas miradas. El entrenador tenía todo pensado y planificado desde el primer momento. Sabía lo que iba a hacer y como la convencería para que hiciera exactamente lo que él quería. Se cercioró de que nadie más pudiera entrar en la sala del tatami. Nadie sabía que estaban entrenando aquel día. Cogió varias toallas, las enrolló y las apoyó contra la pared mientras trataba de ver si Momoko llevaría algo debajo de aquellos shorts ridículamente pequeños.
- Ok. ¡Basta! -dijo dando un par de palmadas-. Vamos a ver esas articulaciones. Túmbate aquí y relájate.
Momoko no dijo una sola palabra y obedeció de inmediato. Estaba sudorosa y caliente, por dentro y por fuera. Se tumbó como le había indicado el señor Tamura, sobre las toallas, boca arriba e inconscientemente estiró las piernas y las juntó tensándolas.
- ¡No,no,no! ¡Relájate! -dijo el señor Tamura firme pero suavemente. - Flexiona las rodillas y sepáralas.
Momoko le miraba con cara de perra en celo. Su corazón palpitaba más deprisa de lo normal y notaba que su respiración estaba más acelerada. Decidió destensarse y seguir las instrucciones. Había empezado aquel juego hacía ya algún tiempo y estaba segura de que si hoy iba más allá, nadie se enteraría. Lentamente separó las piernas y el entrenador se sentó entre ellas confiado.
- Vamos a trabajar toda esta zona de aquí - dijo poniendo sus manos abiertas en ambas ingles de la joven. -Comienza a contar hasta cinco y vuelve a empezar hasta que te diga.
Momoko empezó a contar perdiendo la mirada en el lejano techo del gimnasio mientras el señor Tamura empezaba su particular masaje deportivo. Al principio empezó a trabajar con ambas manos las caras internas de los muslos de la chica, subiendo descaradamente hasta su vagina, pero sin rozarla siquiera, para volver a bajar y subir en dirección a su pequeño y firme culo. Separaba con las manos los dos glúteos, con las manos abiertas, queriendo aparentar que con sus dedos pulgares pretendía tocarle el ano. Después de unos cuentos movimientos repetitivos, Momoko contaba con más pesar, esperando que en uno de esos masajes su entrenador la tocara justo ahí en esa zona donde notaba un ardor creciente.
El señor Tamura pensó que había llegado el momento de dejarse de disimulos y se acercó más a Momoko. Le separó más las piernas y apoyó su mano izquierda en la tripa de la joven, por debajo de su ombligo, con suavidad, pero decidido. Metió ligeramente los dedos en el pantalón de Momoko, levantando la goma elástica y dejó la mano quieta. Decidió posar la mano en el coño abierto que tenía delante y notó un leve respingo en el cuerpo caliente que se le ofrecía sin aparente obstáculo. Comenzó a describir con el dedo índice, arriba y abajo, una línea desde el clítoris hasta el ano, masajeando al principio con suavidad y después con más firmeza según iba viendo las reacciones en el cuerpo de Momoko. Pellizcó sus labios con fuerza a través de la tela y siguió frotándole todo el coño arriba y abajo mientras la chica trataba de ahogar sus gemidos. Casi inmediatamente, un rodal de líquido apareció en la tela del pantalón, pero el señor Tamura siguió frotando y pellizcando el sexo de Momoko.
- Esta zona no se masajea casi nunca, pero es importante. -Momoko empezaba a gemir de placer. - ¡Vaya! Te has mojado - dijo el señor Tamura sin detener su masaje - No te preocupes. No tienes nada de que avergonzarte. Es completamente normal.
Momoko fingía hacerse la inocente inexperta y simulaba estar avergonzada.
-Señor Tamura, lo siento. No sé qué puede haberme pasado.
-No te preocupes. Junta las piernas. Será mejor que te quites este pantalón mojado.
Antes de que pudiera pensarlo, el señor Tamura tenía los pantalones de Momoko en la mano. La chica mantenía las rodillas juntas pudorosamente. El entrenador le separó las piernas notando esta vez un algo de resistencia por parte de su alumna.
-Tranquila, déjame a mi y verás qué bien. Te voy a relajar completamente.
De nuevo puso toda su mano sobre el coño de Momoko, pero la sensación esta vez fue diferente para ambos. Momoko empezó a agitarse más y el entrenador comprobó que tenía una erección importante. Colocó su otra mano dentro de sus pantalones y se acarició la polla. Estaba realmente excitado y no estaba seguro de que pudiera seguir mucho más tiempo sin follársela. Se chupó el dedo índice y acarició el clítoris de la chica haciendo pequeños círculos, muy suavemente. Momoko emitía agudos grititos de los que no se podría haber dicho si eran de placer o dolor si se hubieran oído desde fuera.
-¿Te gusta esto? - preguntó el señor Tamura sin parar de sobar el suave botoncito. Sin esperar respuesta, bajó hasta la vagina, metiendo primero un dedo y luego acompañándolo del segundo, que entraron sin ninguna resistencia gracias a lo mojadísima que estaba Momoko. - ¡Eso es! ¡Ábrete más para que pueda meterte los dedos!
Tamura metía y sacaba lentamente los dedos del coño de Momoko mientras sobaba la colorada pepita que parecía a punto de explotar. Decidió que era el mejor momento para que la chica se corriera y sin pensarlo dos veces le incrustó los cuatro dedos en el coño de un solo golpe, a la vez que el pulgar aterrizaba en el clítoris en cada embestida. Momoko gritaba desposeída y se agarraba de los pelos como si no supiera qué hacer. En un momento dado, levantó los talones del suelo involuntariamente, lo que el señor Tamura percibió como un inminente orgasmo. El hombre soltó su hinchada polla y trató de meter uno de sus dedos en el culo apretadito que se le acababa de ofrecer, sin dejar de estimular el coño. Momoko gritó desgarradoramente y el señor Tamura notó un líquido caliente en los dedos que metía y sacaba del coño cada vez con más lentitud regodeándose en lo que acababa de hacer. La chica yacía cansada, gimiendo, con los ojos cerrados, mientras su entrenador la acariciaba el coño entero de arriba a abajo con las dos manos, esparciendo todos sus jugos resbaladizos y provocando un pequeño espasmo cada vez que pasaba sus dedos por el palpitante clítoris, que poco a poco se iba reduciendo de tamaño.