El entrenador (4)

El mundo del baloncesto puede ser muy gratificante o no. ¡Daniel eres especial!

Los días de vacaciones van pasando. Al principio no hemos salido mucho de casa. No es que vaya a decir que nos hemos pasado todo el día teniendo sexo, pero lo que si es cierto, es que la mayor parte del tiempo hemos estado acurrucados uno junto al otro, bien en la cama, en la bañera, en el sofá mientras vemos televisión. Prácticamente solo nos hemos separado para comer, ya que le he obligado ha hacerlo en la mesa, aunque de vez en cuando haya utilizado también mi vajilla favorita. Y tampoco voy a negar, que los contactos sexuales han sido más que frecuentes. Quien puede resistirse a no aprovechar el tiempo.

A Daniel le encanta andar desnudo por la casa. Para mi es adorable verle así. También se empeña en que yo lo haga y aunque cedo a su capricho la mayor parte del tiempo, tampoco es que me encuentre excesivamente cómodo, por lo que de vez en cuando me enfundo el peto que me regalo, que es la única prenda que me deja utilizar como alternativa, por supuesto, sin nada debajo.

Han pasado el primer fin de semana de fiestas señaladas, me levanto de la cama a eso de las diez. Mi chico como de costumbre, sigue durmiendo un rato más. Para cuando vuelvo del baño, ya esta completamente estirado y cruzado en la cama durmiendo a pierna suelta, por lo que tras deleitar mi vista un momento y darle un beso en la frente, me visto con el peto vaquero y me voy a preparar el desayuno.

Mientras estoy en la cocina, suena el timbre de la puerta. Al abrir, me encuentro allí en el porche a Aarón. Aarón es uno de los compañeros de equipo de Daniel, uno de los que en principio se burlaban de él, pero que con el tiempo se ha convertido en uno de sus mejores amigos.

Allí esta el chico, en mi porche, vestido con una chaqueta de capucha debajo de la cual se adivina una camiseta de basket de un equipo de la Nba que le asoma por la cintura y unas bermudas de esas con bolsillos grandes laterales tipo skate. En la mano un balón que no para quieto.

Sorprendido por su presencia, le pregunto que es lo que le trae por mi casa. Me pregunta por Daniel. Quiere ir a jugar un rato y sabiendo que esta, ha pensado que pueden hacer unos tiros juntos, si no me importa que vayan a las canchas.

Aarón es uno de los chicos de club que no viven en el centro, sino en su casa, que esta bastante cerca.

Haciendo pasar al chico al hall, llamo a Daniel desde el pie de la escalera, haciéndole saber que tiene visita. Desde la habitación responde preguntando quien es. Aarón le aclaro.

Aarón, mientras sigue jugueteando con la pelota, no deja de mirarme de arriba abajo. Entonces caigo en la cuenta que lo que observa es mi atuendo. Le comento, sin darle mayor importancia, como son muy cómodos para estar en casa. El asiente y me comenta que el también usa los suyos mucho en casa, pero que nunca los ha usado sin camiseta, que se ven bien así.

En ese momento desde lo alto de la escalera, un ángel desnudo, saluda a su visita. Ahora el balón de Aarón se ha quedado quieto en sus manos. Disfrutando de la situación, le invita a subir a su habitación, y acompañarle a prepararse para salir. Aarón comienza a subir las escaleras, yo con cara de terror le hago gestos de desaprobación. Con una sonrisa y un guiño, dirige al chico hacia la habitación del fondo, la que no usa.

Al rato, ambos bajan a la cocina, donde les he preparado algo para comer. Tras dar cuenta de todo lo dispuesto, se van juntos a jugar fuera. Al cerrarse la puerta y cuando ya me disponía a entrar en mi despacho, vuelve Daniel, diciendo que se olvida algo. Cuando le pregunto que es lo que le falta, me da un beso de tornillo, tras el cual me dice que le faltaba el postre, saliendo de nuevo en busca de Aarón.

A su regreso a la hora de comer, me comenta que ha quedado de nuevo a la tarde. Me alegra que salga a distraerse. Durante la comida, cuenta exultante todo lo que han estado haciendo con pelos y señales, lo ha pasado bastante bien. A la tarde van a acercarse al centro comercial y seguramente al cine, por lo que regresaran pasadas las ocho. Le doy mi aprobación y le pregunto si necesita dinero. Me dice que no. De la asignación de su padre prácticamente no ha gastado nada aún. Tras pasar un rato en el sofá acurrucados, se va a vestir, ya que enseguida llegara Aarón.

Efectivamente, seguido suena el timbre de la puerta. Le digo que pase, que esta abierto, lo que hace, pasando directamente al salón donde me encuentro sin haberme movido del sofá. Se interesa por Daniel, si esta preparado. Mientras le comento que bajara enseguida, aprovecho para charlar un rato con el chico.

Cuenta que van a una película de acción, que tiene muchas ganas de ver. Además quiere hacer unas compras y que Daniel le aconseje. Sin duda que este chico tiene gran estima a mi niño. Según dice quiere mirar una sudadera y algo de calzado.

Mientras charlamos, Aarón no deja de mirar hacia la escalera, esperando que en cualquier momento aparezca Daniel. El chico no es que sea una belleza como lo es Dani, pero su pelo rojo rapado y sus pecas le dan un aire llamativo. Lo que si es digno de admiración es su cuerpo. Más alto que mi niño, también está algo más desarrollado. Ya se sabe que en esas edades cada uno crece a su ritmo. Mientras Daniel no tiene aún más bello que el poco que cubre el tallo de su pene, Aarón presenta ya pelo en sus axilas y empieza a brotarle algo de bello sobre su labio superior, del que se le ve orgulloso, y en los brazos. Hoy viene con unos vaqueros tipo carpintero, una sudadera blanca con capucha, sobre la que lleva un chaleco plumas azul celeste Nike.

Cuando Daniel asoma las escaleras me doy cuenta que el chico no solo respeta a mi niño, sino que lo idolatra. Sin poder cerrar la boca, observa como se le acerca. Daniel ahora, acompaña su peto vaquero con una camiseta naranja y un camisero abierto por encima a juego. Al llegar a la altura de Aarón, le pregunta juguetón y pícaro si acaso cree que no va vestido para la ocasión. Este tartamudeando casi, le responde que se ve fantástico y le ruega que le ayude a comprarse algo así, a lo que Daniel se ofrece encantado.

Me da la impresión que estoy empezando a pasar a segundo plano para mi chico. Me parece que Daniel esta seduciéndole como ya hiciera conmigo. Aunque me duela, lo entiendo como algo normal y no voy a decir que en las largas noches de reflexión sobre lo que me estaba pasando, una de las teorías barajadas se basaba en este aspecto precisamente, y aunque nunca nadie pueda estar preparado para algo así y no deje de ser doloroso, es el momento de demostrar quien es el maduro de la relación y asumir la derrota, con la mayor dignidad posible.

De esta forma, ambos abandonan la casa, camino del centro comercial.

Sin más, me enfrasco en mi trabajo de nuevo, tanto para avanzar en él, como para sustraerme un rato.

Sobre las nueve de la noche, suena mi teléfono. Es Daniel, que me pide que les vaya a buscar, ya que han comprado algunas cosas y les da apuro volver en el autobús con los bultos.

Sin pensarlo mucho, me pongo una chaqueta y me dirijo a recogerles. La verdad que traen varios bultos que difícilmente pueden transportar.

Les pregunto si no se han pasado un poco comprando. Ambos se ríen divertidos, y responde Aarón que si no se les llega a terminar el dinero, se compran media tienda.

Aarón ha encontrado las cosas que buscaba y algunas más. Dice como tiene ganas de estrenar los nuevos vaqueros que se ha comprado en no se que tienda, así como las tres camisetas. Se ve que se han divertido. Cuando les pregunto por la película, me sorprenden con que ni siquiera les ha dado tiempo de entrar al cine.

Nos dirigimos a casa de Aarón, donde le dejamos, con la mayor parte de los bultos, para luego regresar a la nuestra.

Daniel se dirige a su cuarto, el que no usa habitualmente, con los bultos. Ante mi pregunta de si quiere comer algo, sin detenerse, ni mirar atrás me dice que ya ha comido algo en el centro comercial. Resignado, me preparo la cena y me voy a la cama, por primera vez solo tras, para mi por lo menos, mucho tiempo.

Llevo una hora acostado, mirando al techo. Mi cabeza se va haciendo a la idea de la nueva situación, asumiendo sus consecuencias. Cuando por fin ya estoy adormilándome, algo se mueve en la oscuridad de mi habitación y se cuela bajo el nórdico, abrazándose y colocando su cabeza en mi pecho bajo la colcha. El destemplado cuerpo del muchacho, se ciñe intentando robarme calor. Sin mediar palabra, acojo al cachorrito, abrazándolo, mientras con la otra mano atuso sus rizos cariñosamente. Pasados unos breves pero deliciosos momentos, el jabato esta sumido en un profundo sueño. Pronto yo también concilio un sueño tranquilo.

Los primeros rayos de la mañana, me devuelven la consciencia poco a poco. Entre mis brazos y en posición fetal, se acurruca mi niño. Para no molestarle en su sueño, me separo unos centímetros, pero automáticamente el recula y vuelve a acoplar su espalda a mi pecho, por lo que decido disfrutar un rato más ese momento.

Al despertar, Daniel se estira y gira, enfrentando su lindo rostro al mío. Con una mano, le retiro los rizos que tapan en parte sus ojos, para poder aprendérmelos un poquito más. Sonríe dulcemente, lo que me hace valorar mucho más lo que estoy perdiendo. Le rozo la frente con mis labios, y le atraigo de nuevo a mi pecho, donde vuelve a acurrucarse. Hay que aprovechar el momento. Desde que llego Aarón no hemos tenido sexo. Pero el tenerlo ahí, en mi cama de nuevo, me llena completamente y me hace valorar que no todo se basa en una relación de ese tipo y que nunca perderé el cariño del chico, pase lo que pase, lo que me reconforta.

El zagal, se despereza y se va al baño. Aprovecho, para levantarme y preparar el desayuno. Enseguida se presenta en la cocina. Mientras comemos, le pregunto si tiene planes para el día de hoy. Dice que si, pero para la tarde, ya que Aarón va a la mañana a acompañar a su madre en algún recado. Hablamos sobre su amigo y el día de compras. Dice como Aarón se ha comprado unos tejanos súper chulos que él mismo ha elegido. Unas camisetas increíbles y también algo de ropa interior. Me cuenta que la ropa interior del chico era un poco aburrida y que le ha aconsejado unos gayumbos increíbles.

En un momento dado, la copiosa mermelada de mi tostada, resbala en el camino hacia mi boca, cayendo parte sobre mi muslo, parte sobre mí entrepierna, a pesar de mi reacción instintiva de echarme un poco hacia atrás, alejándome de la mesa, arrastrando la silla. Antes de que yo pueda agarrar la servilleta para limpiarme, Daniel en un movimiento felino, se cuela bajo la mesa, para con su propia lengua lamer primero lo de mi muslo y tras dedicarme una mirada entre picara y lasciva, lamer todo mi sexo, limpiándolo completamente. Sin rastro de mermelada, sentado en el suelo de lado, se relame como un perrito goloso. Expectante, con las piernas abiertas en mi silla, y el miembro a cien, admiro la bella estampa. A cuatro patas avanza de nuevo hacia mí, mientras hablándole directamente a mi sexo comenta lo que le ha echado de menos., para volver a la carga con la mamada.

Me encanta como trabaja, pero aunque este disfrutando como él solo sabe hacerme disfrutar, no puedo evitar pensar en sus palabras y preguntarle por ello. Desde su posición en el piso, y sin dejar de masajear mi instrumento, dice que me veía un poco agobiado y que pensó que me vendría bien descansar un poco de él, y que por eso se ha aguantado las ganas estos días, volviendo al trabajo después.

Durante una eternidad observo al chico actuar, sin poder reaccionar. Como alguien tan joven, puede ser tan generoso. Reacciono por fin. Alzándolo lo siento en mis muslos, para acariciando su rostro, besarle lo más dulcemente que soy capaz. Me pregunta si no me apetece ahora. Le hago prometer que siempre que tenga ganas de algo que yo le pueda conseguir, no dude en pedirlo o cogerlo directamente y que si no estoy me llame, por que me desplazare a donde se encuentre para complacerle. Nos abrazamos y en brazos me lo llevo de nuevo al lecho.

Mi intención es darle todo el placer posible a mi necesitado muchacho, pero se empeña en continuar lo iniciado, por lo que le dejo que continué, no sin antes colocarle de forma que yo también pueda disfrutar de sus encantos. La diferencia de altura provoca que se dificulte la doble felación, por lo que mi chico acaba pasando el umbral de mis testículos, para comenzar a lamer sutilmente mi hoyo. Nunca ha llegado a ese oscuro lugar, pero mis ganas de satisfacerle, provocan que le deje hacer.

El placer que siento hace que me abandone a sus caricias y deje que se me escape su sexo de la boca. Mi niño se acomoda para poder afinar más su labor. Con su lengua y sus manos esta consiguiendo que no me reconozca retorciéndome de gusto. Su lengua avanza ascendiendo por mi espalda, recorriendo cada una de las vértebras de mi columna, para al llegar a la altura de mis omoplatos, rozar con la cabeza de su pene la entrada de mi humedecido trasero. Su suave voz pregunta si quiero que siga. Mi respuesta, sujetar la estaca dura de mi chico con la mano y dirigirla en su trabajo de perforación, tumbado boca abajo, separo las piernas doblándolas por las rodillas, para intentar vencer la resistencia inicial. Obtenido el premio perseguido por ambos, su pene se desliza en la antes inexplorada cavidad suavemente, hasta llegar al final de su recorrido, para mantenerse ahí, esperando expectante el permiso para empezar a bombear. Alzando un poco mis nalgas, obligo a Daniel a incorporarse. Apoyando sus manos en mis caderas, empieza a mover las suyas con cuidado, pero sin pausa.

¡Vaya! Es genial – Exclama mientras observa aparecer y desaparecer su verga en mi culo.

A mi me lo vas a contar – Le respondo entusiasmado.

Sin querer entrar en tópicos, compartir esta nueva experiencia con Daniel es una de las mayores sensaciones que uno puede vivir.

Si vas a terminar avisa – Le pido.

No quiero que esto termine nunca – grita mientras agiliza su vaivén.

Ahí estamos los dos. Yo con el culo en pompa y Daniel embistiendo con saña, fuera de si. Efectivamente yo tampoco quiero que esto acabe rápido y a este ritmo desbocado, no creo que Daniel tarde mucho en terminar, por lo que muy a mi pesar, me desprendo de su verga, para cambiar la posición.

Sentándole en el cabecero de la cama, me dispongo a ensartarme en su miembro, para controlar mejor la profundidad y el ritmo de la cabalgada.

Ahora soy yo quien se mueve frenéticamente por momentos. Poder observar los gestos de goce de su rostro cuando aprieto el ritmo o besar sus labios cuando vamos suave, me hace olvidar todos los recelos acumulados en los últimos días.

Finalmente, Daniel acaba en mi interior con grandes espasmos, que me hacen continuar cabalgando para prolongar su placer y por supuesto el mío propio, hasta que sus convulsiones cesan, y se convierten en pequeños jadeos entrecortados.

Descabalgar de mi montura es uno de los momentos más duros de la mañana, aunque su gesto satisfecho me hace saber que no va a ser esa la última vez que cabalgue ese semental.

Ahora el que se queda amodorrado en brazos del otro soy yo. Daniel me masajea la cabellera. Tras unos momentos íntimos, por fin habla:

A que parece increíble poder gozar tanto sin siquiera haberte corrido y estar plenamente satisfecho.

Es cierto. No he caído en la cuenta hasta que lo ha mencionado. Lo que muchas veces damos por imprescindible, se convierte en ínfimo en otras circunstancias. Nunca me hubiese imaginado que algo así sea posible.

Daniel se levanta al baño. Sobre la cama espero deseoso su regreso, pues añoro su contacto. En el momento que retorna, suena el timbre de la puerta y se escucha la voz de Aarón que anuncia desde nuestro hall su presencia y que ya ha terminado con su madre. Rápidamente Daniel se apresura a salir de la habitación. Tras de si cierra la puerta, justo a tiempo de que la visita, no aprecie de donde sale.

Joder tío, ¿tu no te costipas andando todo el día en pelotas? – dice mientras sube las escaleras.

Que va, si es guay. ¿A ti no te gusta? – Le responde Dani como si nada.

¿Ya se lo has dado? – Oigo que pregunta Aarón.

Te dije que lo haríamos juntos.- contesta mi chico mientras se van a su cuarto.

Aprovecho el momento para adecentar un poco la cama y adecentarme yo también, limpiándome los restos de semen que aún chorrean por mis piernas y justo cuando me vuelvo a meter debajo del nórdico, llaman a la puerta. Daniel le esta diciendo a su amigo, que no sabe si estaré ya despierto. Tras darles permiso pasan.

Buenos días, ¿te hemos despertado? – pregunta Daniel mientras se acercan a la cama.

Para nada, estaba a punto de levantarme – respondo mientras me incorporo, tapándome con la colcha de cintura para abajo.

Ayer te compramos algo también a ti y si es buen momento, nos gustaría que lo abrieses. – añade mientras su amigo asiente.

Según entiendo, la hora que se encerró ayer en su habitación, lo que estaba haciendo era envolver el regalo. Y tenía que esperar a Aarón para dármelo, ya que lo han pagado a medias. Daniel me quiere agradecer la hospitalidad por haberle acogido estos días, o es lo que le ha contado a su amigo, mientras que Aarón lo bien que les estoy tratando esta semana, cuando viene a mi casa.

Cuando termino de abrir el regalo, me encuentro con unos pantalones cortos con bolsillos de cremallera en las perneras de la marca Quilsilver, iguales a unos que tiene Aarón, pero de color azul marino en lugar de grises.

¡Vaya! – Exclamo sorprendido.

No te gustan – dice Aarón – ya te dije que no son su estilo.

Si le gustan, ¿no te has fijado como se fija en los tuyos cuando los llevas? – rebate Daniel metiéndome en un compromiso.

Pruébatelos – me propone finalmente.

Los dos chicos están expectantes ante mi cama esperando que me pruebe su regalo. La verdad que no se que hacer. Estoy desnudo y la verdad que no se como se lo va a tomar Aarón.

Venga, no seas tonto, pruébatelos – me reclama impaciente Daniel.

Si dale, que todavía nos da tiempo a llegar para cambiarlos si no te quedan bien – apostilla el otro chico.

De la misma, salto de la cama, para sin más miramientos enfundarme según estoy en la nueva prenda. La cara se Aarón al verme salir desnudo y probarme la prenda sin ropa interior, pasa de sorprendida a divertida.

Jope, vaya casa de degenerados. ¿Aquí todo el mundo va en pelotas? – comenta, para enseguida añadir entre risas – ya le pueden estar bien, por que yo ya no los devuelvo.

La verdad que no se como han acertado con la talla y sentir el roce del poliéster de la prenda en mi piel desnuda, produce que mi sexo se anime un poco, poniéndose lo que se dice morcillona.

De la misma, tras observarme en el espejo, me los quito con intención de guardarlos y me enfundo el pantalón de peto.

Daniel me observa divertido, mientras puntualiza que me quedan súper bien y que voy a ser la envidia de los entrenadores del club, mientras Aarón asiente con la cabeza, sin perder detalle de mis maniobras logísticas, y según me parece de mi huidiza verga.

No le doy mayor importancia, por que a su edad todos tenemos curiosidades por el cuerpo de los demás y más cuando las situaciones están un poco fuera de lo normal y forzadas, como es el caso.

Les acompaño a la cocina, con la intención de desayunar algo, aunque ya sea algo tarde. Daniel propone a Aarón que avise en su casa y que se quede a comer ya con nosotros, cosa que el chico hace de inmediato, logrando rápidamente el visto bueno de sus padres, por lo que pasamos directamente ha un almuerzo temprano y copioso que degustamos gustosos.

La conversación pasa rápidamente de un tema a otro sin tiempo para nada más que reírnos a carcajadas cuando Daniel sobre todo hace alguna de las suyas.

Aarón cada vez que tiene oportunidad mete en la conversación algo relacionado con la desnudez de Dani. Le comento que a mi no me molesta en absoluto, siempre que él este cómodo, pero le pido por favor, que no vaya contándolo por ahí, ya que la gente podía malinterpretarlo.

Por supuesto que lo entiende, y entre divertido y sarcástico, hace referencia a que seguro que más de uno pensaría que estámos liados.

Las carcajadas aparecen de nuevo, mientras Daniel ataca al chico por su depravada y sucia mente, mientras le hace saber que a partir de ahora con quien va a tener cuidado es con él.

Los chicos se encargan de recoger y colocar los platos, esta vez en el autentico lavavajillas, se van al cuarto de Daniel, de donde regresan ya preparados para otra tarde de baloncesto. Ambos lucen sendos pantalones hasta la rodilla de nylon, uno rojo y el otro azul eléctrico, que según me dicen fue una de las compras de Daniel del día anterior. Debajo de las sudaderas, me muestran la camiseta de tirantes a juego que se compro también. Aarón no ha venido preparado, por lo que Dani le ha prestado su ropa nueva y ambos van perfectamente conjuntados. Tras darles el visto bueno a la compra realizada, comentan que si les dejo las llaves, van a ir al pabellón a jugar unas canastas. Tras hacerme de rogar por unos minutos, accedo, pero no sin antes pedirles que dejen todo en su sitio. En seguida se largan jubilosos, dejándome de nuevo solo.

Aprovechando el tiempo libre, Intento centrarme en mi trabajo un rato, pero tras la intensidad del encuentro matinal con Daniel y el rato divertido con los dos chicos, acabo rindiéndome y decido ir a dar un paseo.

Ya no recuerdo cuando me he vestido por ultima vez de persona normal. Desde que Daniel llego a casa, me he pasado el tiempo o desnudo o con el peto vaquero como única prenda. Incluso cuando fui a buscar a los chicos al centro comercial, iba así vestido, más una chaqueta.

Sustraído en estos pensamientos, sentado en mi cama, al ir a ponerme el bóxer, me topo con mi miembro erecto, que me devuelve a la realidad. Ahora mi mente viaja de nuevo y recuerda las palabras de Daniel de esta mañana sobre la innecesidad de terminar para disfrutar del contacto sexual con otra persona.

No puedo evitar comenzar a masajearme mientras en mi mente comienza a sucederse la película de lo sucedido desde que despertamos. Cada vez más caliente, por lo real e intenso de los recuerdos, me dejo caer sobre el nido de nuestro amor, donde el brío de mi mano sobre mi miembro alcanza una fuerza y velocidad altísima, para acabar, esta vez si, en un estrepitoso orgasmo, que deja su rastro lechoso sobre mi pecho y cuello. ¿Quien decía que el acto había acabado?

No me queda más remedio, que darme una ducha calida, antes de ya si vestirme para salir a dar el paseo por el campus del club.

Según paseo por las calles que conforman el complejo, intentando despejar la mente, me encuentro ante el pabellón, donde se supone los muchachos están divirtiéndose.

No puedo evitar entrar a verles jugar un rato. Me acerco a la puerta, que los chicos siguiendo mis indicaciones, han cerrado tras entrar. Utilizando mi segunda copia, accedo sin problemas, dirigiéndome directamente a una de las bocas que dan paso a la cancha principal.

Para mi disgusto, allí no hay nadie. Ya deben haberse ido.

Tras comprobar que todo esta en orden, tanto en la zona de vestuarios como en el cuarto de material, voy hacia la salida. Pero esta vez no utilizare la misma puerta por la que entre, si no que para continuar con mi paseo, voy a salir por otra, al otro lado del pabellón. Para ello me encamino con paso firme hacia la grada opuesta.

En el momento de abandonar la grada, una especie de lamento, me hace detener. Al quedarme quieto, compruebo que efectivamente alguien esta gimoteando cerca de allí, aunque no veo a nadie. Sigilosamente, me acerco a la zona de donde proceden los ruiditos, ahora ya entre gemidos y lloriqueos. Efectivamente en la semipenumbra de la parte alta del graderío, se adivina lo que puede ser una figura humana. Acercándome un poco más, me encuentro efectivamente a mis dos muchachos. Daniel esta sentado en una de las bancas, con las piernas sobre la fila inmediatamente inferior bien abiertas. Entre ellas y de cuclillas, se encuentra Aarón, que por el movimiento de su cabeza, no hace falta contar que es lo que esta haciendo.

De la misma forma que llegue hasta allí, abandono el edificio, continuando con mi paseo, pero ahora ya con algo serio en que pensar. Otro giro de tuerca a la situación. ¿Qué hacer?

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