El entrenador (3)

Continua la historia con Daniel.

A día de hoy, han pasado los primeros meses de curso y por lo tanto de competición.

Daniel se ha confirmado como la revelación del club, como aposté.

Como líder de su equipo, es respetado y admirado por todos, donde me incluyo, claro, aunque por algún motivo más que los demás.

Nuestra relación se ha establecido y continúa fuerte. Como ya no es un novato, hemos reducido al máximo nuestras coincidencias injustificadas dentro del las instalaciones del club buscando no llamar la atención. Comemos separados si lo hacemos en el comedor del centro, o si no, quedamos en algún lugar fuera o en mi casa.

La verdad que así me permite desarrollar mi trabajo con naturalidad y a él centrarse en el juego y los estudios.

Eso no quita, para que a la menor oportunidad, me acerque para verlo entrenar, que no deja de ser parte de mis obligaciones, aunque en este caso no sea esa mi motivación principal.

Si la moda iniciada por Daniel con los pantalones de peto, ha cuajado en el complejo entre los chicos, no menor ha sido el efecto entre los integrantes del club con los conjuntos mono-pieza tipo lucha-libre que tan bien sientan y que según dicen los chicos son muy cómodos a la hora de practicar deporte. Hasta tal punto ha llegado que los encargados del material, han sacado unos cuantos modelos con los colores del club, para que sean los que se usen en los entrenamientos. La verdad, que si fuese por mi, obligaría su utilización, ya que los jugadores se ven muy bien con esa indumentaria, con la que no se deja casi nada a la imaginación. En un caso, que presencie personalmente, uno de los chicos sufrió una evidente erección en mitad de un ejercicio, que rápidamente el resto de compañeros se encargaron de airear. El chico entre avergonzado y divertido en un principio, no solo no se arrugo, sino que alardeo del tamaño de tu tranca, que la verdad se veía interesante.

Ya están aquí las vacaciones de navidad. Normalmente estas semanas, son aprovechadas por los diferentes equipos para que los jugadores desplazados y los internos vuelvan a sus casas. Doy por hecho ese va a ser el caso de Daniel.

Para mi sorpresa me comenta que no será así. Se quedara, ya que de sus padres separados hace ya años, él sale de viaje de negocios y su madre, vive en el otro extremo del país y no es que tenga ya mucha relación con mi niño. Por una parte me apena esa situación. Pero por otra, mi corazón da saltos de alegría ante la posibilidad de pasar unas navidades los dos juntos. Yo tampoco tengo ya familia cercana, por lo que habitualmente acostumbro a aprovechar esas fiestas para completar cursos u ojear jugadores. Este año no va ha ser así, mi tiempo se lo dedicare a mi Daniel.

Ya tengo todo planeado. Como en la residencia del club no quedara nadie más, le he aleccionado para que le haga saber a su entrenador que se va a quedar solo. Si todo sigue los pasos adecuados, este me expondrá el caso y yo sacare el tema en la siguiente reunión. De seguro que, como soy el único que se queda en el centro además de los servicios de limpieza externos, si no me equivoco, me propondrán que me haga cargo de su cuidado, por lo que, tras resistirme lo justo y necesario, aceptare recogerlo en una de las habitaciones vacías de que dispongo en el chalet que el club tiene a mi disposición.

A Daniel le entusiasma la idea de pasar esas dos semanas juntos. Se le ve ilusionado y radiante.

En la reunión técnica se tratan los temas habituales ante un parón tan largo. La necesidad de instruir a los jugadores para que trabajen por su cuenta las tareas marcadas por cada entrenador. Recordarles que deben respetar las dietas impuestas, además de otros muchos temas.

Cuando la reunión esta terminando, por fin, el entrenador de Daniel expone el caso. Tomo la palabra para comentar que no veo adecuado que el chico se quede en el centro, así como la conveniencia de que se vaya con su familia, ya que tanto el servicio de cocina como el resto de servicios básicos del centro se paralizan ante la falta de alumnos. El técnico expone es un tema delicado que debemos estudiar detenidamente, por un lado el problema familiar y por otro la larga distancia que separa a su madre. No hay más remedio de que se quede en el centro.

Por fin alguien aporta una gran idea. Como esperaba, unos de los asistentes propone que se quede en mi casa.

Por supuesto rechazo la idea de plano. Además de tener mucho trabajo, les expongo mi falta de experiencia en el cuidado de un chaval de esa edad.

Me hacen ver que no queda más remedio y que ya conozco al chico. Precisamente es un modelo de chaval, según me dicen, y de seguro no me va a crear el más mínimo problema.

Se perfectamente que precisamente problemas no me va a crear. Más bien todo lo contrario, para mi va a ser un placer tenerle, por lo que tras meditarlo un rato, acepto no sin antes aparentar no mostrarme muy convencido del asunto.

Así pues, terminada la reunión, en compañía de mi asistente, nos dirigimos en busca de Daniel. Según se le va explicando lo decidido, sus preciosos ojos azul verdoso se van iluminado más si cabe y su sonrisa me confirma que las expectativas que tiene son incluso mayores que las mías. Por mi parte le hago saber que tiene que esforzarse en comportarse correctamente. Como en ningún caso permitiré excesos fuera de tono e incluso las repercusiones negativas que puede tener el hecho de que me cree la más mínima molestia.

Responde, siguiéndome el juego, que no tengo de qué preocuparme, ya que más que una molestia, seguro que la convivencia va a ser interesante y placentera para ambos.

Atados todos los flecos, dejamos al chaval jugando con sus compañeros. Mi ayudante comenta que se ha quitado un peso de encima y que no tengo de que preocuparme. Me dice que el chico es fabuloso y que tiene grandes virtudes.

Desde luego que si, pero creo que no tiene ni idea realmente de lo que habla.

Esa misma noche se traslada al chalet. Según entra, como ya conoce la casa, se dirige a mi cuarto, donde deja las cosas. Casi arrastras le saco de allí. Una cosa es que vayamos a dormir juntos, que así será todas las noches de seguro, pero debemos de disimular, ya que estoy expuesto a continuas visitas, por lo que acaba instalándose en una de las habitaciones vacías, que preparamos juntos para que parezca utilizada habitualmente.

Tras instalarse nos dirigimos a la cocina para preparar la cena. Se ofrece ha prepararla él mismo, anunciándome novedades. Por supuesto no me puedo negar. Hasta ahora, todas las sorpresas de Daniel me han colmado plenamente.

Tras más de media hora esperando ante la televisión una campanilla me anuncia que empieza el espectáculo. Por la puerta del comedor, se asoma el muchacho, con uno de mis delantales como única prenda. Yo le observo divertido desde el sofá. Sus rizos rubios ondulantes, su cuerpo sedoso solo tapado por la fina tela del delantal hace que si es posible se muestre más sugerente. En sus manos una bandeja, con las viandas que con todo el cariño ha preparado.

Según se acerca donde me encuentro, se sitúa entre el sofá y la mesa de la salita, entre mis piernas, de espaldas, dejándome ver su desnuda parte trasera que el delantal no cubre más que por la fina cuerda que lo sujeta a su cintura, para desde esa posición agacharse y colocar la bandeja en la mesa. Su culito respingón sobresale del delantal, ofreciéndose como aperitivo. Sin dudarlo, lo acepto y posando mi boca entre sus cachetes y abriéndolo con mis manos, le doy una primera friega con mi lengua, que provoca que el chico se vea obligado a apoyarse en la mesa para no caerse, ya que le fallan las piernas del placer que siente

La cena preparada, consta básicamente de dulces y fresca fruta. Cuando ya creo que mi chico esta pasando a otra dimensión, le volteo, para meterme debajo de su mandil y poder saborear ahora un poco de su tierno miembro, de sobra conocido ya por mi boca.

Volviendo a la realidad, Daniel decide coger el control. Me obliga a abandonar mi trabajo y se aleja de nuevo a la cocina. Bajo el delantal, su espada erecta da un divertido toque a su atuendo. Tras el regreso pertrechado de unas cuantas cosas más, me dice que su intención no solo es ser mi sirviente hoy.

Delante de la mesa, comienza su particular show. Con mas ganas que maña, y entonando una sugerente melodía, juguetea con el delantal, mostrándome por momentos su culito o su pene, dependiendo de lo que le pide el seductor baile. Finalmente, deja caer la parte superior de su única prenda para mostrarme todo su pecho. Desde que le conocí, el trabajo físico no ha hecho más que moldear más su hermosura. Realmente lo que tengo delante es un verdadero adonis.

Ya sin nada de ropa, con unos pocos pasos de baile más se sienta en la mesa a un lado de la bandeja con las viandas, otra vez entre mis piernas.

Te he dicho, que quiero ser algo más que tu sirviente, comenta, para seguido, agarrar el bote de nata y rociándose parte de su pecho y los dorados y fugaces bellos de su entre pierna, decirme que ahora quiere ser el plato de mi cena. Con una pieza de fruta en la mano y tras untarla en la nata me la ofrece directamente a la boca, que acepto goloso.

A partir de ese momento de desbordada sensualidad, por lo menos para mi, se van sucediendo momentos realmente muy calientes. Como muestra, en uno de ellos, ya desnudos los dos, reclino a mi niño sobre la mesita, para situándome por encima de él, ir recogiendo con la boca las diferentes piezas que he ido esparciendo por su cuerpo. Algunas, las saboreo gustoso yo mismo, untándolas en la mezcla de nata o de las diferentes mermeladas con las que ya tiene aliñado su precioso cuerpo. Otras las recojo entre mis labios para compartirlas con su boca expectante y generosa en besos.

No se bien que manjar degustar antes, los distintos alimentos que cubren su anatomía o directamente esta, ya que su verga erecta impregnada de sugerentes sabores, solo se separa de mi lengua, cuando mi niño reclama algo de alimento o cuando yo mismo le añado otro sabor, tras haber desgastado el anterior.

Finalizado el banquete y tras asegurarme el haber limpiado cada recodo de su cuerpo, Daniel me dice que ahora quiere que le coja. Le digo que no, que después de comer lo correcto es limpiar los platos. Esta desconcertado. Tomándolo en brazos, me dirijo al baño. Según avanzamos, le voy contando que ahora soy yo quien tiene una sorpresa para él. Entrando en la habitación de aseo, Daniel no puede evitar demostrar su asombro y regocijo al ver el nuevo yakuzzi que he mandado instalar recientemente y que esta preparado para ser utilizado. La verdad que más que una bañera parece una pequeña piscina, ya que en vista de la utilidad que le quiero dar, no me reparado en gastos y en lugar de conformarme con uno de una o dos plazas, el que adquirí es para al menos cuatro personas.

Con mucho cuidado, lo introduzco en el agua tibia, y tras rociarle con diferentes esencias de baño, pongo en marcha el equipo de burbujas. Daniel divertido por la situación me hace saber que se siente como en el lavavajillas. Pero que la vajilla esta excesivamente sucia, por lo que hubiese sido necesario frotarla un poco antes de meterla a lavar.

Metiéndome también en el agua a su lado, le susurro al oído que esta es una maquina muy especial y que los frotes se dan mientras dura el ciclo de lavado, tras lo cual le como la boca con decisión y gula, una vez más.

Me señala que le apetece bucear un rato, para metiendo su cabeza bajo el agua, acoplarse a mi pene con decisión, comenzando una mamada submarina. La situación me hace gracia. Al poco aparece medio ahogado, afanándose con las manos en apartar de la cara la mezcla que forman su pelo lacio para variar y el jabón, mientras abriendo la boca toma aire como un pez fuera del agua. La escena me produce un ataque de carcajadas, que rápidamente le contagio, todavía con los ojos medio cerrados y entre toses.

La verdad que el momento es único en si mismo. De la misma, tras comentarle que yo aguanto bastante más que el, me sumerjo, para buscar su entre pierna. El ágilmente se gira ofreciéndome su culo, con la intención de complicármelo, pero tomándolo por la cintura de nuevo, reconozco su lindo agujero con mi lengua, mientras con una de mis manos busco su verga, una vez bien asida, le obligo a girarse para poder taponar mi boca con ella. Parece que la mamada submarina es satisfactoria, ya que noto como mi boca se llena de rico néctar. Cuando la fuente deja de brotar, emerjo, para sin respirar aún, compartir mi premio con su generoso dueño, que sorprendido, traga todo lo que le paso, eso si golosamente.

El mejor final para esta noche, es una buena cojida, sin duda y Daniel no esta dispuesto a perdérsela. Estando sentado en un lado de la bañera, se acerca a mi, para de cuclillas, colocarse sobre mi dura verga, auto-follandose. Me encanta esta postura. Puedo ver su expresión mientras goza y además, podemos morrearnos cuando baja y tiene toda mi herramienta clavada. Él domina el ritmo de las embestidas, de forma que lo hace durar todo lo que quiere, que habitualmente es bastante tiempo, ya que su culito juguetón, disfruta como nunca cuando tiene mi miembro dentro.

En esas estamos, cuando empieza a contarme lo que le gusta lo que estamos haciendo. Como no hay placer más grande en el mundo que tenerme en su interior. De pronto se queda quieto, empalado, mirándome a los ojos durante unos segundos, hasta que me dice:

  • ¿A ti no te gusta que te follen?

  • Nadie lo ha hecho nunca- le respondo.

Pensativo, se abraza a mi de nuevo, colando su cabeza sobre mi hombre, para suavemente reanudar sus movimientos de sube y baja, sin separar su cabeza de la mia.

¿Te preocupa algo? – Le inquiero.

No, solo que en todo este tiempo no me había dado cuanta lo egoísta que he sido al negarte todo este placer y aprovecharme así de ti.

Una vez más me deja sin palabras. Según seguimos suavemente bombeando, le sujeto de la cintura, sin sacársela, separándolo un poco para poder verle la cara.

Mirándole a los ojos y con voz segura, le explico como no ha sido para nada egoísta. Como en todo caso el único que se aprovecha de alguien soy yo y no él. Y también que si quiere, estaré encantado que sea quien desvirgue mi culo.

De nuevo sonriente, vuelve a cabalgar vigoroso sobre mi cuerpo, para en breves minutos, provocar un volcán de sensaciones, culminando con la esperada erupción. Satisfecho y saciado de momento, se recuesta de nuevo sobre mi hombro.

Ahí permanecemos un rato. Abrazado, en silencio. En un momento tan intimo, las palabras no son necesarias.

Viendo que se esta empezando a amodorrar, le cojo en brazos de nuevo, para salir de la bañera y de la misma acostarnos, tras secarle como si de un perrito herido se tratase.

Una vez n el lecho, dormimos el sueño de los enamorados, hasta el siguiente día.